PALABRAS CLAUSURA I SEMINARIO LA ILUSTRACION Y SUS VALORES: La ilustración de EVA Es un honor para mí y para la Institución que represento encontrarme aquí presente en la clausura de este primer Seminario sobre la Ilustración y sus valores, organizado por el Instituto Xabier María de Munibe, e impulsado por mi querido amigo Jesús Astigarraga. Y aún lo es más conociendo de primera mano el contenido del mismo, en el que habéis debatido y aportado en torno a la ilustración de Eva, cuyas conclusiones acaban de hacerse públicas. Muchas instituciones, y el Ararteko de forma singular, tienen integrada la perspectiva de género en sus políticas y en sus objetivos, pero es evidente que nuestra perspectiva temporal es la actual, y escasean las perspectivas históricas como la abordada en este Seminario, siendo la relevancia del Siglo XVIII destacada, como lo demuestra la iniciativa, que lamentablemente no fructificó, de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País de proponer en 1784 la fundación de un Seminario para Señoritas en Vitoria donde pudieran formarse adecuadamente. Otro precedente de gran valor que denota a las claras el movimiento que a favor de las mujeres desarrollaban, sobre todo otras mujeres, lo constituye el discurso-alegato que en agosto de 1786, y en defensa del talento de las mujeres realizó Dª Josefa Amar y Borbón reclamando y justificando la oportunidad de que las 1 mujeres fueran admitidas como socias de la Real Sociedad Matritense de los Amigos del País; que efectivamente se llevó a cabo como Junta de Damas de Honor y mérito, entre las cuales se integraría por derecho propio la escritora bilbaína Maria Rita de Barrenechea. Ese alegato, es una pieza de gran inteligencia que refleja a las claras cual era la situación de la mujer en la esfera pública y privada en dicho Siglo. En el binomio literatura-mujer, no ha sido hasta hace pocos lustros cuando se ha abandonado el término literatura femenina para designar a todas aquellas obras escritas por una mujer, que ahondaba en la desigualdad entre hombres y mujeres, al entender de académicos y críticos que los géneros difieren en su visión del mundo, debiendo valorarse las obras bajo diferentes criterios en razón del género. No es extraño, por ello, que el acercamiento a la literatura anterior, especialmente la renacentista, nos haga vislumbrar desde un primer momento, un problema de género no sólo literario, sino que principalmente, un problema de imagen genérica sexual. Arquetípica, la imagen femenina dentro de los textos renacentistas tiene un rol pasivo en comparación a la exaltación masculina dentro de la literatura épica, por ejemplo. Para explicarse esta singular transposición genérica, es necesario recurrir a elementos contextuales culturales, al imaginario y a las propias voces de esas mujeres, hermanas antiguas de las que nos rodeamos hoy. La 2 imagen femenina se vio condicionada por el discurso clerical, es decir, el discurso masculino de quienes detentaban el poder de la palabra, de la cultura y de la tradición. Diabólico por esencia, el género femenino no tuvo oportunidad de reconocerse como un auténtico otro; siempre, y en grados diferentes según regiones y épocas, dependió del universo masculino para justificar su existencia. Así, en opinión de la filóloga arabista andaluza López Enamorado, la literatura femenina nunca ha ocupado el lugar que se merecía, ya que tradicionalmente se ha considerado a las mujeres ciudadanas de tercera y que, a pesar de que siempre han existido escritoras, sus obras quedaban relegadas al ámbito privado, en forma de diarios o cuentos populares. No podemos olvidar que, incluso, en los últimos dos siglos, aún gran parte de las mujeres escritoras tenían que publicar con un seudónimo de hombre para ser tomadas en serio. Currer, Ellis y Acton (las hermanas Brönte), George Sand (Aurore Duphin), George Eliot (Mary Ann Evans), Vernon Lee (Violet Page) e Isak Dinesen (Karen Blixen). Esto, sin contar a las que no publicaron con sus nombres reales y quedaron en la penumbra. Esta situación empezó a cambiar para comienzos del siglo XX cuando la mujer comenzó a conquistar los espacios públicos. 3 Fue así como la escritora londinense Virginia Woolf comienza en 1905 a escribir para el suplemento literario del Times, y 10 años después publica su primera novela. Desde Cervantes hasta Balzac, la lista es casi en su totalidad masculina, pues fueron los hombres quienes conservaron la hegemonía literaria durante siglos. Hoy en día es más común escuchar nombres como Elfriede Jelinek, Doris Lessing, Rosa Montero, Marcela Serrano, Stephenie Meyer o Isabel Allende, pero incluso en pleno siglo XXI hay quienes creen que un nombre femenino vende menos que el de un hombre. No hay que ir tan lejos, la autora de Harry Potter firmó el primer tomo como Joanne Rowling, y los editores, temiendo que el libro no llamara la atención de los niños por llevar el nombre de una mujer, le sugirieron que firmara como J. K. Rowling. En cualquier caso, en la actualidad hay un sinnúmero de mujeres que escriben y sus obras son publicadas sin perjuicios gracias a las escritoras de otras épocas que lograron abrir sendas para las generaciones presentes y futuras. No en vano la lista de mujeres galardonadas con el Premio Nobel de Literatura comienza a ser larga. Pero volviendo a esos espacios públicos que fue conquistando la mujer, lo fueron muy poco a poco y merced a grandes luchadoras, fundamentalmente, a través del movimiento sufragista, que en España tuvo como valedora a Clara Campoamor con cuyo impulso se consiguió en 1931, primero el sufragio pasivo, para conseguir después el activo, si bien la dictadura devolvió al 4 ostracismo gran parte de estos derechos. Es bueno dar vueltas a la moviola y recordar que no fue hasta 1975 cuando el código civil y el código de comercio modificaron la situación jurídica de la mujer y el reconocimiento de su capacidad de obrar y decidir sobre su vida y patrimonio; amén de igualar los derechos y deberes de los cónyuges en el matrimonio. Y ahora, de qué hablamos en esta edad actual de Eva: Hablamos de igualdad, a veces más teórica que real; y no podemos olvidar que no ha sido hasta hace pocos meses cuando se ha resuelto la participación de la mujer en dos sociedades gastronómicas privadas en Araba (cuestiones de las que ha conocido la Institución del Ararteko); o la situación no resuelta de la participación de la mujer en las fiestas patronales (los conocidos alardes) en los que pese a la actitud decidida de instituciones y las Sentencias judiciales, aún estamos donde estamos y por ello somos objeto de críticas enfervorizadas. Basta echar un vistazo al apartado de igualdad del Informe anual del Ararteko para ser conscientes de que aún Eva aún no es vista como mayor de edad, y ello se traduce, además, en graves ataques a su dignidad e integridad física y moral. Son tres los ejes –que expresan objetivos esenciales para esta institución-, en torno a los que articulamos nuestro trabajo desde esta área: la erradicación de la violencia sexista, la 5 eliminación de cualquier discriminación por razón de sexo y la consecución de la igualdad real y efectiva en todos los ámbitos sociales. El pasado mes de julio se celebró, dentro de los Cursos de Verano, uno sobre la conciliación de la vida laboral, familiar y personal organizado por el Ararteko. En él pudimos analizar la situación actual y seguir siendo conscientes de lo que aún nos queda por hacer. No en vano, la situación de la mujer se complica aún más en detrimento de su vida personal, y es que el retraso en la maternidad unido a la pirámide invertida de edad, nos enfrentan a la situación de que la mujer “cuidadora” comienza a desplegar sus cuidados de forma casi simultánea tanto a sus descendientes como a sus ascendientes, lo cual está fagocitando los pequeños avances que está consiguiendo en su vida profesional. Otro ejemplo claro lo constituye la denominada brecha digital de género, ya que si bien entre los usuarios frecuentes de nuevas tecnologías la diferencia es pequeña, la brecha de uso real es mucho mayor (casi un 40% de mujeres). Si además pensamos en otros condicionantes; edad, ámbito rural, nivel de estudios, o población inactiva o inmigrante, la brecha aumenta de forma significativa, siempre en perjuicio de las mujeres. 6 La brecha salarial es otro indicador de la desigualdad: según la última encuesta del INE, las mujeres perciben un 22% menos que sus compañeros. Pero no quiero ensombreceros con la visión de los trabajos de Hércules que aún nos quedan por delante. Es lo que tienen las moviolas, que junto a imágenes emotivas, nos ofrecen fotos en blanco y negro; pero estoy segura que muchos de los valores que la ilustración preconiza y que Eva encarna, serán instrumentos de gran valor a favor de la igualdad; y con ese propósito quiero clausurar este Seminario, agradeciéndoles tanto a los organizadores, como a los ponentes y asistentes, su generosa contribución a su éxito. 7