Ortega y Gasset. Contexto histórico-social

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Ortega y Gasset.
Contexto histórico-social
A finales del siglo XIX y principios del XX Europa vivió una época de paz. Sin embargo, los estados
europeos se agruparon en la triple Alianza, compuesta por Alemania, Austria e Italia, y la Triple Entente,
integrada por Francia, Inglaterra y Rusia, y ambas protagonizaron la I Guerra Mundial (1914-1918). La firma
del Tratado de
Versalles no solucionó la situación. En 1917, con la revolución bolchevique en Rusia, Lenin y Trotsky
implantaron el comunismo. Surgieron movimientos socialistas revolucionarios y otros contrarios como el
fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán y el falangismo español. Se produjo la II Guerra Mundial
(1939- 1945) y, a su fin, Gran Bretaña, EE. UU. y la URSS crearon la ONU en 1948, que elaboró la
Declaración universal de los derechos humanos. Pero el mundo se dividió en la OTAN, de los paÃ−ses
liberales capitalistas y controlada por Estados Unidos y el Pacto de Varsovia, integrado por paÃ−ses
comunistas y controlado por la URSS.
El siglo XX español comenzó con la crisis del 98 y la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, sus
últimas colonias. Durante la I Guerra Mundial, permaneció neutral y esto mejoró su economÃ−a. Pero
durante una crisis económica y social, en 1923, el general Primo de Rivera, apoyado por Alfonso XIII, dio
un golpe de Estado y se hizo con el poder. A su caÃ−da en 1930 se proclamó la Segunda República, que
intentó una reforma económica y polÃ−tica con serias dificultades. En 1936, un sector del ejército
organizó un golpe de Estado que desembocó en la Guerra Civil que terminó en 1939, tras la cual se
implantó la dictadura del general Franco. Aunque España se mantuvo al margen de la II Guerra Mundial,
colaboró con el bando nazi y fascista.
La II Revolución industrial se fundamentó en la electricidad y su combustible esencial fue el petróleo.
Destacó el invento de la turbina y del motor de explosión, y los sectores claves fueron el automovilÃ−stico,
aeronáutico, petroquÃ−mico y el de la comunicación. Se produjo un gran avance cientÃ−fico y
tecnológico en matemáticas, quÃ−mica, electricidad y biologÃ−a. En la segunda mitad del siglo XIX,
surgió en literatura el Realismo y el
Naturalismo.
Contexto filosófico
Tras la filosofÃ−a de Kant el Idealismo alemán se convertirá en la corriente filosófica imperante en la
Europa continental, a través de Hegel. El existencialismo de Kiekegaard, tanto como el marxismo y el
vitalismo de Nietzsche, serán una reacción al Idealismo hegeliano que consagra el "yo" trascendental de
Kant con el Dios del
cristianismo. El desarrollo del positivismo utilitarista por Bentham y Stuart Mili toma su inspiración del
empirismo, a diferencia del positivismo "idealista" que expone Comte. No obstante, ambos muestran su
preocupación por los temas sociales y el bienestar de la humanidad.
El gran progreso cientÃ−fico hace peligrar las bases de la filosofÃ−a, que soporta duras crÃ−ticas por parte
de los defensores de la ciencia, quienes la consideran la fuente de donde emana el conocimiento verdadero.
Hacia finales del siglo XIX, se añade al desarrollo del historicismo de Dilthey y del pragmatismo de Pierce
y W.James,
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el desarrollo de la fenomenologÃ−a por Husserl. Estas corrientes permanecerán a lo largo del siglo XX, en
el que sobresalen representantes de la FilosofÃ−a AnalÃ−tica como Russell y Witgenstein, del
Estructuralismo, como LéviÂ− Strauss y Foucault, del Existencialismo, como Sartre, o de la Escuela de
Frankfurt, como Adorno, Horkheimer y Habermas.
En esta época, destacarán en España intelectuales de la Generación del 98 y de la Generación del 27,
en la que Ortega y Gasset influyó notablemente con su doctrina raciovitalista y la razón vital; y Giner de los
RÃ−os, adscrito al krausismo. En el panorama internacional, cabe mencionar a Engels, Tolstoi, Poincaré,
Freud, Bergson, Hartmann, GarcÃ−a Morente, Cohen, Natorp, Dewey, Jaspers, Zubiri, Heidegger y MarÃ−a
Zambrano.
-Conocimiento
Para Ortega y Gasset, el tema de nuestro tiempo consiste en insertar la razón, la cultura y la verdad en la
vida, ya que son funciones de ésta y deben estar a su servicio.
Con «la vida es la realidad radical», Ortega se refiere a que es la realidad esencial y el resto de realidades
se relacionan con ella. El mundo es «algo» con lo que el sujeto cognoscente se encuentra. El «yo» es
una realidad que necesita las cosas para pensar, relación que tiene lugar en mi vivir. Por tanto, la verdad
radical es la coexistencia de mi «yo» con el mundo. Nuestra primera relación con las cosas consiste en
usarlas para conseguir nuestros objetivos. Las cosas son «facilidades» en tanto que satisfacen nuestros
deseos y necesidades, y «dificultades» en tanto que los dificultan o impiden. AsÃ−, la vida de cada
persona constituye la realidad radical porque en ella aparecen las demás realidades. Algo es «real»
cuando aparece como real en nuestra vida.
Para Ortega, no hay vida «natural» y biológica, por un lado, y vida espiritual o cultural, por otro, solo una
vida biológica y reflexiva, natural y cultural. En este sentido, «la vida tiene que ser culta, pero la cultura
tiene que ser vital». Señala que la vida es el «texto eterno» de la cultura, indicando que la cultura se
refiere siempre a la vida, que consiste en un esfuerzo para explicar la vida. La vida recurre a la cultura para
solucionar sus problemas e inquietudes. También indica que la vida intenta «refractarse» en la cultura
para «adquirir pulimento y ordenación», con lo que Ortega desea hacernos ver que toda labor cultural
consiste en una interpretación intelectual de la vida mediante la cual la vida intenta descubrir su propio logos
o sentido. En este proceso, se interpreta a la vida y sus contenidos objetivamente, dando a cada aspecto la
importancia necesaria.
La razón se entiende como nuestra capacidad para «pensar con verdad, para conocer el ser de las cosas»
y como la facultad intelectual por la que intentamos orientar nuestras acciones, resolver los problemas de la
vida y subvenir a nuestras necesidades. Las facultades humanas son productos históricos y surgieron por el
esfuerzo humano para interpretar la vida y solucionar los problemas. Cuando los seres humanos no pudieron
resolver sus problemas mediante su instinto o sus creencias irracionales recurrieron a la razón. Para Ortega,
tras la razón pura surgieron la razón histórica y la razón vital.
Entiende por «razón pura» la razón que prescinde de la vida y que se rige por sus leyes internas. En ella,
unas proposiciones se derivan de otras y engloba a la razón fÃ−sica, la matemática y la lógica. Sin
embargo, fracasa en los asuntos humanos porque no sirve para conocer al ser humano. Entonces debemos
recurrir a la «razón histórica», una facultad para comprender las realidades hechas por los humanos y
hacerse de ellas. La razón adecuada para comprender la vida es la razón vital, una facultad dúctil que
intenta adaptarse al discurrir de la vida y de sus cosas para buscar en ellas el sentido de la vida. Ahora bien,
cada vida es inseparable de su circunstancia, por lo que para comprender la vida se tiene que comprender su
circunstancia. «Comprender» significa captar el significado de la realidad en las cosas, cuanto hay en ellas
de inteligible. La razón vital procura adaptarse a las exigencias de los hechos y de los entes y procura dejarse
guiar por la realidad.
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De acuerdo con su doctrina de la razón vital, Ortega elaboró su teorÃ−a del perspectivismo, con la que
intenta superar el racionalismo y el relativismo. En ésta, el sujeto de conocimiento desempeña una
función selectiva. Cada individuo contempla la realidad desde un espacio y un tiempo determinados, por lo
que sólo conoce una parte de ella. Si la persona cambia de lugar capta una nueva parte, pero nuestro
conocimiento continuará siendo parcial, aunque no por ello falso. De los elementos que forman la realidad,
la persona deja pasar a aquellos cuya forma y contenido coinciden con las mallas de su retÃ−cula, los demás
quedan sin percibir. La verdad o la vida se quiebra en innumerables vertientes, cada una hacia un individuo.
Cada individuo sólo podrá conocer la vertiente que da hacia él, por lo que nunca alcanzaremos verdades
universales.
Ortega y Gasset señala que la vida constituye un «problema perenne» y que el ser humano, quiera o no,
tiene que intentar comprender su realidad. La propia vida exige una teorÃ−a que explique su realidad y, en
nuestro tiempo, esa teorÃ−a es la filosofÃ−a. La filosofÃ−a surge de la vida, es una exigencia de la vida,
ésta no puede evitar filosofar.
La filosofÃ−a es una reflexión radical, un saber que intenta ir a la raÃ−z de la realidad.
La filosofÃ−a busca la verdad radical y completa, las ciencias particulares, en cambio, se conforman con un
saber particular y limitado al circunscribir su actividad a un objeto. A la filosofÃ−a no puede serle dado su
objeto porque es todo y tendrá que ser perennemente buscado. Por otro lado, aspira a encontrar una verdad
universal y completa, mientras que las ciencias particulares se conforman con una verdad parcial e
incompleta. Las verdades cientÃ−ficas necesitan la verdad filosófica para justificarse, son partes de la
filosofÃ−a y por ello reclaman su existencia. La verdad cientÃ−fica procura la exactitud, pero ésta solo
existe cuando se tratan objetos cuantitativos. La verdad filosófica es inexacta, sus soluciones no se
«ajustan» a su objeto. Las ciencias particulares son útiles,
pero si la filosofÃ−a no soluciona sus problemas, podrÃ−a decirse que no tiene una utilidad pragmática.
Al explicar los contenidos del conocimiento, distinguió entre ideas y creencias. Nuestras creencias son lo que
consideramos la auténtica realidad. Ni nos parecen creencias ni las cuestionamos, sino que las tomamos por
reales. Se adquieren mediante la socialización, son colectivas y pertenecen a la cultura de nuestra sociedad.
Las ideas son nuestros pensamientos, las ocurrencias o las interpretaciones sobre las cosas. Somos conscientes
de ellas, ya sean originales o recibidas. Podemos discutir sobre ellas, propagarlas, defenderlas y hasta morir
por ellas.
Según Ortega y Gasset, en la filosofÃ−a occidental se ha considerado como lo más efectivo, evidente y real
a lo más consciente, fruto de la actividad intelectual. No obstante, para él, lo más eficaz, evidente y real
es «todo aquello con lo que contamos y de puro contar con ello» ni siquiera lo pensamos, lo vitalmente
evidente. Ahora bien, desde el punto de vista histórico, entre ideas y creencias existe una estrecha relación.
Algunas ideas se convierten en creencias cuando una pluralidad de personas comienza a «creer en ella» y
algunas creencias se convierten en ideas cuando alguien se da cuenta de ellas. Cuando al ser humano le fallan
las creencias «cae» en la duda y se siente forzado a pensar. La duda real no se busca, sino que «en ella se
cae» cuando nos fallan las creencias y no sabemos qué hacer. La duda vital procede a la duda teórica, a
la «duda cientÃ−fica». Por tanto, el ser humano decide hacer ciencia, filosofar, para salir de dudas e
intentar solucionar los problemas de su vida.
El ser humano
A partir de su concepción de la vida como realidad radical, Ortega y Gasset afirma que cada ser humano ha
de elegir su propia vida, y en esta elección ha de tener en cuenta su propia circunstancia y perspectiva. Vivir
es convivir con una circunstancia, y solo bajo esta condición es posible cumplir el objetivo de nuestra vida.
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«Yo soy yo y mi circunstancia» es uno de los principios más fecundos de su filosofÃ−a. Según éste,
el ser humano se encuentra inmerso en su circunstancia, o sea, «las cosas mudas que están en nuestro
próximo derredor». Al principio, señaló como circunstancia nuestra perspectiva, cultura, raza, pueblo y
las pequeñas cosas de la vida. No obstante, posteriormente la identificó con el mundo humano, o sea, con
las ideas, creencias, costumbres, normas e instituciones de nuestra sociedad. También forma parte de ella
nuestro momento histórico presente, familia, cuerpo, entendimiento y modo de ser; en resumen, todo aquello
que en cada momento nos es dado. Ortega destaca su carácter inexorable, pues se nos impone y tenemos que
contar con ella queramos o no. La
circunstancia constituye para cada uno el repertorio de facilidades, en tanto que se corresponde con los
recursos con que podemos contar, y dificultades, en tanto que se corresponde con los problemas que tenemos
que superar.
Mantenemos con nuestra circunstancia una mutua e inseparable relación de pertenencia. No puede existir un
«yo» sin su circunstancia. Ahora bien, esta relación posee una estructura dramática sostenida por «lo
que nos pasa», simbolizado por Ortega y Gasset con la metáfora del naufragio, ya que nos hallamos ante la
circunstancia como un náufrago arrojado al mar; y «lo que tenemos que hacer», que es nadar para
mantenemos a flote, o sea, «esforzamos» para comprender nuestra circunstancia o mundo y tratar de
solucionar los problemas planteados por él. Si no somos capaces de hacer esto último nos hundiremos, es
decir, nos perderemos en la vida.
La circunstancia define el horizonte de nuestra vida, es decir, el conjunto de cosas que tenemos que hacer.
Este horizonte me es impuesto y posee el carácter de un destino real e inexorable. No somos libres para
elegir nuestra circunstancia ni los lÃ−mites de nuestro horizonte. Este filósofo insiste en el carácter
dramático de nuestra existencia. Somos arrojados a la vida, pero hemos de «vivirla», queramos o no.
Aunque no seamos libres para elegir nuestra circunstancia, lo somos para desenvolvemos en ella. La vida se
muestra como una mezcla de fatalidad y libertad. En suma, somos libres a la fuerza y «vivir es sentirnos
forzados a elegir lo que vamos a ser».
-Sociedad.
La rebelión de las masas constituye un análisis de la situación polÃ−tica y social de la Europa de la
época. La rebelión de las masas consiste en que las masas tendÃ−an a comportarse como antaño lo
hacÃ−an las minorÃ−as, pues las masas «actuales» gozan de la calidad de vida de las «minorÃ−as» de
antes; y en que, mientras en la tradición las masas seguÃ−an a las minorÃ−as, en la «actualidad» las
masas se han vuelto indóciles frente a las minorÃ−as.
Ortega insiste en que los derechos niveladores que proclaman la igualdad y libertad de todas las personas se
emplean para “machacar” estos mismos derechos y las instituciones que los defienden. Para él, hombre
masa es aquel que no se valora a sÃ− mismo y se siente cómodo siendo idéntico a los demás y, por
tanto, carece de criterio
propio. Se trata de una persona pasiva e inerte que persigue privilegios antes inimaginables y reclama
derechos olvidándose de sus obligaciones. Suprime las normas de educación, e impone su ideologÃ−a
despreocupándose de la verdad, y es indócil intelectual, polÃ−tica y moralmente. Desea beneficiarse de la
civilización occidental, pero
desdeña la disciplina técnica y cientÃ−fica. Carece de metas, se limita a desear lo mismo que la
mayorÃ−a y se aprovecha de las instituciones democráticas y liberales para despreciar la democracia y la
libertad.
Frente a las masas se encuentran las minorÃ−as. MinorÃ−a es el ser humano que posee personalidad propia,
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se guÃ−a por criterios personales se esfuerza por ser sÃ− mismo. Ortega insistió en que masa y minorÃ−a
no son clases sociales, sino clases de personas. Es más, en cada clase social se dan «hombres masa» y
«hombres minorÃ−a». Según él, la aparición del hombre masa es altamente negativa, negatividad
incrementada en los «últimos tiempos» con el surgimiento de movimientos polÃ−ticos de masas,
organizaciones intransigentes y actitudes polÃ−tico-sociales de signo violento. Comienza a intervenir en los
asuntos públicos un tipo de individuo que pretende elevar a norma social y polÃ−tica contravalores muy
peligrosos, un individuo lleno de tópicos y prejuicios y carente de capacidad crÃ−tica. Solo desea imponer
su ideologÃ−a acudiendo, si es necesario, a la «acción directa».
Dentro del «hombre masa», ocupa un puesto significativo el especialista o persona con una carrera
universitaria. Esto se presenta como un grave peligro contemporáneo por el hecho de utilizar productos
técnicos sin normas ni principios. El error radica en despreciar las instituciones democráticas, la
experiencia cultural, la educación para
la ciudadanÃ−a, las actitudes crÃ−ticas y el esfuerzo por vivir desde dimensiones humanas. Ortega resalta el
valor del liberalismo, la mejor forma de convivencia social y polÃ−tica por su respeto a las personas. El
gobierno liberal es generoso y sus instrumentos de poder son el diálogo, el debate y el respeto a la
oposición. La mejor forma de gobierno será el liberalismo por constituir un modo de vida más acorde a la
naturaleza libre del ser humano.
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