Restar no suma definitivo

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Restar no suma
Fernando Trías de Bes
Examen tipo test. El profesor reparte las hojas y dice a los alumnos: “recuerden
que las respuestas erróneas restan puntos”.
Este artículo se propone erradicar esta práctica, inadecuada para un
sistema educativo que desee jóvenes audaces y emprendedores.
Rebato primero los argumentos cualitativos en favor de restar.
Un test sugiere varias posibles respuestas, una de las cuales es correcta.
Eso permite probar al tuntún. Ejemplo: de cuatro alternativas (a, b, c, d), pruebo
una a boleo (porque no he estudiado esa cuestión) y tengo un 25% de
posibilidades de llevarme un punto sin tener ni pajolera idea. Para evitar la
tentación, me restan si fallo.
Se produce entonces una injusticia con quien no prueba, y que,
simplemente, marca una respuesta incorrecta pensando de veras que era la
buena (se ha equivocado). Ese alumno es doblemente castigado. Su error no
suma puntos y, además, se le restan los conseguidos con sus otros aciertos.
Un profesor de Derecho, José Muñoz Clarés, denunció la
anticonstitucionalidad de restar en los exámenes test porque se castigaba dos
veces una misma acción, principio jurídico de varios siglos de antigüedad (ne
bis in idem) y del que hay abundante jurisprudencia. No sumar y, además,
restar por un error es penalizar dos veces la misma acción (en caso de haber
respondido con buena intención).
El problema es que no podemos discernir al que prueba del que yerra y,
por tanto, pagan justos por pecadores.
Hay quienes defienden que, incluso contestando de buena fe, restar
tiene sentido. Por ejemplo: actividades donde un error acarrea fuertes
consecuencias (el juez que condena a un inocente o el médico que decide
operar y el paciente muere).
Ante la duda, a veces es mejor no actuar. Pero la presunción de
inocencia de un reo o evitar un riesgo a un paciente no equivale a dejar
preguntas en blanco. El médico, incluso no operando, decide. El juez, no
condenando, también. El no decidir no existe porque incluso la “no acción” es
una decisión. Médicos y jueces, hagan lo que hagan, deciden. En cambio, una
pregunta en blanco es escaquearse de la decisión, cosa que ni médico ni juez
pueden hacer.
Se mediría mejor la importancia de no equivocarse asignando a una de
las posibles respuestas (a, b, c, d): “Es mejor no operar (o condenar)”. Y ya
está. Si, para una situación médica o judicial determinada, eso es lo adecuado,
el alumno que así lo marque, acertará y obtendrá los puntos correspondientes.
¡Dejar preguntas en blanco no permite evaluar si el alumno conoce los casos
en que es más conveniente no hacer nada!
Por otro lado, en los otros exámenes, los no test, de preguntas abiertas,
a veces los alumnos se explayan, prueban y rascan algún punto. Y si todo es
incorrecto el maestro ya pone un cero a esa pregunta... ¡pero nadie resta! Y el
alumno también ha probado suerte. Es exactamente el mismo caso. Un alumno
que no estudie nada de nada y haga todo el test al azar no sacará mucho más
si ese mismo alumno, en un examen de preguntas abiertas, contesta lo que le
suena y rasca algunos puntitos. Si no se resta en exámenes de preguntas
abiertas por probar fortuna, tampoco tiene sentido hacerlo cuando éstas son
cerradas.
Rebato ahora los argumentos cuantitativos.
Supongamos un examen test (a, b, c, d) de 40 preguntas. Cada acierto
son 0,25 puntos (40 aciertos es un 10 de nota).
Si un chimpancé contestase al azar ese examen obtendría, en promedio,
10 correctas de las 40 preguntas (omito cálculos de probabilidades, pero es
así). Traducido a puntos, el mono sacaría un 2,5 sobre 10.
Para no dar esta ventaja, se resta. ¿Y cuánto?
Hay maestros que aplican criterios matemáticamente injustificables,
restando (en tests de 4 opciones por pregunta) medio punto por las incorrectas
o incluso haciendo que cada respuesta mala invalide una acertada.
La forma estadísticamente apropiada de aplicar la resta por errores es
esta: el chimpancé se merece un cero porque no sabe nada, y todo es azar.
Para que saque un cero, por cada tres errores restaremos una pregunta
acertada (10 correctas al azar menos 30 incorrectas da un cero). Así es cómo
se calcula la justa cantidad de puntos a restar.
El ejemplo del chimpancé demuestra que, de algún modo, el alumno que
no tuviera ni idea de la asignatura, partiría con unos 2,5 puntos de salida, por el
mero hecho de tener cuatro alternativas donde escoger, incluso a ciegas. Y por
eso se defiende restar.
Parece lógico, pero no lo es.
Al alumno se le dice implícitamente: “ya que la aleatoriedad te brinda 2,5
puntos en promedio, yo voy a restarte otra cierta cantidad de puntos cuando te
equivoques”.
¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? ¡Nada!
¿Qué relación existe entre un sistema que admite probabilidad aleatoria
de acierto y castigar el error? ¡Son cuestiones independientes! Una cosa es
que el examen tipo test, al ofrecer posibilidades cerradas, te proporcione, por
probabilidades, puntos de salida que no te has ganado y otra cosa distinta es
quitarlos cuando te equivoques. Si el sistema test brinda posibles puntos
aleatorios, pidamos más puntos para aprobar, pero no restemos a quien intenta
acertar (haya estudiado o no).
Así pues, propongo a escuelas y maestros situar el aprobado en una
cifra superior al 5. No el 7,5 (el 5 de aprobar más los 2,5 que la probabilidad
regala al chimpancé), sino 6,25 (encontrará este cálculo en
www.triasdebes.net)1. No restamos, pero exigimos más para aprobar y calificar.
Este sistema es mucho mejor porque incentiva al alumno a demostrar el
conocimiento. Aprobar requiere más puntos, pero, en cambio, es más fácil
sacar una buena nota si has estudiado. ¿No es eso lo deseable?
Y lo más importante: incentiva la audacia. ¿Cómo vamos a forjar
emprendedores si infundimos a los jóvenes la idea de que los errores no solo
no suman, sino que restan? La creatividad y la innovación llevan aparejadas la
posibilidad del error. ¿Queremos una juventud valiente o de mínimos?
Cuando los errores restan, los alumnos realizan el examen calibrando y
sopesando cuáles dejar en blanco para asegurarse el aprobado. Genial. Un
1 Las
notas se establecerían de acuerdo a esta nueva escala: “Suspenso”, por debajo de 6,25
puntos; “Aprobado”, a partir de 6,25 puntos; “Bien”, a partir de 7 puntos; “Notable”, a partir de
7,75 puntos; “Excelente”, a partir de 8,875 puntos – “Matrícula de honor”, 10 puntos.
sistema pensado para evaluar el conocimiento se convierte en un sistema de
mínimos (lo que se tiene por seguro prima sobre lo que podría lograr).
Con mi propuesta, se neutraliza la ventaja que la aleatoriedad brinda y
favorecemos la toma de riesgos. A la vez, premiamos el conocimiento, pues
quien más ha estudiado, si más contesta, más acierta.
En www.triasdebes.net o bien en Twitter (#restarnosuma de
@ftriasdebes) he organizado una consulta popular sobre esta cuestión.
Estudiantes, maestros y cualquier otra persona pueden ahí votar su
preferencia: (a) seguir restando por los errores con las notas actuales o (b)
dejar de restar y elevar la nota de aprobado y resto de calificaciones. También
ahí desarrollo otros elementos de este debate.
Solicito la implicación del mayor número de gente. Es importante para
nuestro sistema educativo. Prometo publicar los resultados. Y, eso sí, prometo
también que, seleccionen la (a) o la (b), en ningún caso restaré puntos a los
votantes...
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