El reto del amor Cardenal Jorge Urosa Savino Homilía en la Misa de acción de gracias por su investidura cardenalicia. Catedral Metropolitana de Caracas, 30 de marzo de 2006 “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él” (1). Mis queridos hermanos: Con vivos sentimientos religiosos nos encontramos en esta Santa Iglesia Catedral de Caracas para dar gracias a Dios por los dones que hemos recibido. Los invito en esta festiva ocasión, primero que nada, a que pensemos en los dones maravillosos que todos nosotros, cada uno de nosotros, ha recibido de manos del Señor: nuestra vida, nuestras cualidades, nuestra familia, nuestra querida Venezuela Más aún, el don maravilloso del bautismo por el cual Dios ha querido hacernos hijos suyos, discípulos de Jesucristo, y miembros de la Santa Iglesia católica. ¡Dios nos ha mostrado su inmenso amor! ¡Demos gracias a Dios! ¡Cuánto les agradezco que me acompañen hoy a agradecer el Señor por una nueva muestra de su amor a nuestra patria, a la Iglesia en Venezuela y en Caracas y, particularmente a este humilde servidor, a quien el Papa Benedicto XVI se ha dignado incorporar al sacro colegio cardenalicio! La altísima dignidad con que he sido investido es una muestra del afecto y del apoyo del Santo Padre a mis queridos hermanos los Arzobispos y Obispos venezolanos, a quienes manifiesto nuevamente mi solidaridad y aprecio; a la Iglesia en Venezuela, y a la Iglesia arquidiocesana de Caracas, - clero, religiosos y fieles de esta Arquidiócesis -. Pero además, es una exigencia viva de unidad, de comunión, de mayor cohesión mía, y de todos los fieles católicos de Caracas y de nuestra Patria con el Sucesor de Pedro y con la iglesia universal. UNIÓN CON EL PAPA El Libertador Simón Bolívar nos da ejemplo de amor al Papa. En efecto: en el famoso brindis de Bogota para celebrar el nombramiento de los primeros obispos de la Gran Colombia - nombrados, nótese bien sin la intervención del rey de España, gesto con el cual la Santa Sede se convertía en el primer Estado en reconocer la independencia de nuestra patria - , decía el Libertador refiriéndose a los nuevos arzobispos y obispos: “La causa más grande nos reúne en este día: el bien de la Iglesia y el bien de Colombia. Una cadena más sólida y más brillante que los astros del firmamento nos liga nuevamente con la Iglesia de Roma, que es la fuente del cielo. Los descendientes de San Pedro han sido siempre nuestros Padres, pero la guerra nos había dejado huérfanos como el cordero que bala en vano por la madre que ha perdido. La madre tierna lo ha buscado y lo ha vuelto al redil: ella nos ha dado pastores dignos de la Iglesia y dignos de la República. Estos ilustres Príncipes y Padres de la grey de Colombia son nuestros vínculos sagrados con el cielo y la tierra. Serán ellos nuestros modelos y los modelos de la Religión y las virtudes políticas. La unión del incensario con la espada de la ley es la verdadera arca de la alianza. ¡Señores! Yo brindo por los santos aliados de la Patria, los ilustrísimos Arzobispos de Bogotá y Caracas, y los Obispos de Santa Marta, Antioquia y Guayana.” (2) Si, mis queridos hermanos: la unidad de todos los fieles y pastores con el Santo Padre y la Iglesia universal es una de las características de la Santa Iglesia y del catolicismo venezolano. Y la incorporación del Arzobispo de Caracas al Colegio cardenalicio es para mí personalmente, en unión con mis queridos hermanos los obispos de Venezuela, y para todos los sacerdotes, religiosas, religiosos y fieles católicos de nuestra Patria, una exigencia mayor de unidad y de adhesión viva al Papa, sucesor de Pedro DIOS ES AMOR Y es también una oportunidad dorada para unirnos a Benedicto XVI en su reflexión sobre uno de los temas centrales de nuestra fe, que él ha puesto de relieve en su encíclica “Dios es amor” y en las homilías pronunciadas durante el reciente Consistorio público. La novedad más hermosa del cristianismo es precisamente describir a Dios como la plenitud del amor: la vivencia plena, absoluta, infinita de la benevolencia, de la bondad, de la misericordia, de la entrega a los demás. Así es Dios. Así lo expresa el Evangelista San Juan en el texto de la carta que acabamos escuchar. “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”. Precisamente el Papa ha querido poner de relieve ese mensaje central del cristianismo en su primera encíclica, no sólo para indicar así una línea central de su pontificado, sino para llevar a la conciencia y al corazón del mundo entero, agobiado por las fuerzas del egoísmo, de la división, del odio y de la muerte, esa agua viva y fresca, ese bálsamo maravilloso, esa fuerza arrolladora, esa fuente de dicha y alegría que es el amor de Dios. EL RETO Y LA ALEGRÍA DEL AMOR ¡Qué alegría, mis queridos hermanos, sentir en nuestras almas la presencia del amor de Dios¡ Y qué alegría tener en nuestros corazones y en nuestra vida concreta, la fuerza del amor de Dios, derramado en nuestras almas por el Espíritu Santo, para amar a nuestros hermanos. Así lo dice Jesús en el sermón de la cena que hemos escuchado: “Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena”....Este es el mandamiento mío, que os améis los unos a los otros (3). Sí mis queridos hermanos: vivir según las palabras del Señor, cumplir sus mandamientos y en especial el mandato nuevo del amor, es el camino de la vida, de la felicidad, de la salvación. El amor es el camino de la Iglesia. Es el camino que hemos de seguir todos los cristianos y católicos, hijos y miembros de la Iglesia. Así lo expresa Benedicto XVI: “Toda la actividad de la Iglesia es una expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano: busca su evangelización mediante la Palabra y los Sacramentos, empresa tantas veces heroica en su realización histórica; y busca su promoción en los diversos ámbitos de la actividad humana. Por tanto, el amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y las necesidades, incluso materiales, de los hombres.”. (4) AMAR ES EVANGELIZAR El amor busca el bien integral del hombre, a través de la evangelización y de su promoción social, nos dice el Papa. Estamos llamados a recorrer ese camino al ver a tantos hermanos nuestros que no conocen al Señor, que viven sin Dios y cautivos, tal vez, de las fuerzas de la muerte. Por ello, amar a nuestros hermanos significa, en primer lugar, evangelizar. Para todos los cristianos, y especialmente para nosotros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos comprometidos, amar es intensificar con fuerza nuestra labor evangelizadora, anunciar al mundo entero, con entusiasmo y sin complejos, el Evangelio luminoso de la salvación. Significa predicar abiertamente el nombre de Jesús y catequizar, es decir enseñar los caminos de la fe y de la caridad, cumpliendo así nuestra misión fundamental. ¡Sí! Nuestro amor cristiano se manifiesta en primer lugar en la misión evangelizadora. Y una forma imprescindible de la evangelización es la catequesis, tanto parroquial como familiar y escolar. Permítanme subrayar la importancia de la educación religiosa escolar en todas las escuelas, públicas y privadas. La afirmación de un estado laico, es decir, no confesional, no impide que las escuelas se abran a la enseñanza de la religión a los niños cuyas familias lo piden. Dios es importante para Venezuela. Dios debe permanecer en las escuelas. No podemos sacar a Dios de la vida de los venezolanos. Recordemos las palabras del Libertador: “la moral sin la religión carece de fundamento”. AMOR Y ACCIÓN SOCIAL Y, por supuesto, mis queridos hermanos, el amor se manifiesta en la acción social: tarea imprescindible de la Iglesia, y que el Papa urge a los nuevos cardenales. Nos dijo: “La púrpura que vestís sea siempre expresión de la caritas Christi, estimulándoos a un amor apasionado por Cristo, por su Iglesia y por la humanidad….. Cuento con ustedes, venerados hermanos, cuento con todo el Colegio al cual entráis a formar parte, para anunciar al mundo que Deus caritas est….. Cuento con ustedes para que, gracias a la atenta valoración de los pequeños y de los pobres, la Iglesia ofrezca al mundo en modo incisivo el anuncio y el desafío de la civilización del amor” (5) He aquí el reto de los nuevos cardenales, que con la ayuda de Dios y de todos ustedes, mis queridos hermanos, procuraré cumplir. Pero el reto del amor es también el reto de todos y cada uno de los católicos, sea cual sea nuestra condición social y política. El reto del amor es especialmente grave para los constituidos en autoridad y para aquellos que tienen liderazgo en la sociedad. En la trama de la vida social el amor de Dios se manifiesta en nuestras vidas cuando trabajamos por nuestros hermanos. Cuando vivimos concretamente las exigencias de la bondad y la misericordia, de la solidaridad, especialmente con los más pequeños y pobres; cuando respetamos a los demás, cuando buscamos todos el bien común. Manifestamos el amor cuando trabajamos por la paz, la justicia y la libertad; cuando respetamos los derechos humanos de todos y cada uno de nuestros hermanos y conciudadanos, contemplados en la Constitución Nacional.. Afrontar el reto del amor es el camino de la felicidad. Y es también el camino de la convivencia y de la felicidad social y colectiva. Que todos podamos vivir unidos como hermanos es una exigencia del evangelio, pero también una exigencia de la estructura social de la cohesión de la Nación, de la vida política. Los cristianos, nos dice el Papa, como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la « multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común “ (6) He aquí un programa de acción para todos los católicos, especialmente, repito para los colocados en autoridad, para los líderes de los diversos sectores sociales, económicos, políticos y culturales. Es un programa de acción para la Iglesia santa de Dios, entendiendo aquí la Iglesia no simplemente como los obispos, sacerdotes y religiosos, sino como todo el conjunto de fieles bautizados. CONCLUSIÓN Carísimos hermanos: Al regresar a mi querida Venezuela y a la Arquidiócesis de Caracas investido de la dignidad cardenalicia tengo el reto de vivir más intensamente las exigencias de la caridad viva y la responsabilidad de ser un vínculo de unión mas firme y sólido con el Santo Padre y con Iglesia universal. Ser Cardenal de la Santa Iglesia es para mí un mayor compromiso: ser más fiel al Señor, ser un mejor arzobispo, colaborar más estrechamente con el Santo Padre, trabajar unido a todos mis hermanos obispos por la evangelización, la justicia y la paz en Venezuela. Así lo asumo, y para ello confío en sus oraciones y en su apoyo. E invito a todos los hijos y miembros de la iglesia a vivir a fondo las exigencias de la caridad, manifestada en amor y benevolencia, en justicia y solidaridad, en la lucha por el bienestar de todos los venezolanos. Con humildad pongo esta distinción al servicio del evangelio de Jesucristo y de la acción evangelizadora y transformadora de la iglesia en el mundo, al servicio de la paz y de la justicia en nuestra querida Venezuela; al servicio de todos, recordando las palabras de Jesucristo: “No he venido a ser servido sino a servir”( 7). Me encomiendo una vez más a María Santísima, madre de Dios y madre nuestra, la Virgen de Coromoto Que ella nos bendiga e interceda ante el Señor para que todos proclamemos con nuestras obras concreta que Dios es amor, y nuestros corazones rebosen de la alegría plena de Jesucristo. Amen Notas. 1- 1 Jo, 4, 16 2- Bolívar, Blanco y Azpúrua, Documentos, Tomo XI, pg 618 3- Jo, 15, 11-12 4- Benedicto XVI, Deus Caritas est, 19 5- Benedicto XVI, Homilía en el Consistorio del 24 de marzo de 2006 6- Deus Caritas est, 21 7- Mc 10, 45