Una naranja mecánica Por Esteban Gutiérrez Vargas para Literofilia egutva@yahoo.com La película La película La naranja mecánica (A clockworkorange) fue estrenada en diciembre de 1971 y corresponde al quinto largometraje del director estadounidense Stanley Kubrick. Está basada en la novela homónima del escritor y músico inglés Anthony Burguess, escrita entre 1960 y 1961 y publicada finalmente en 1962. El argumento puede resumirse de la siguiente manera: Alex (interpretado por Malcom McDowell) es un joven delincuente quien, junto a su pandilla, se dedica a la “ultraviolencia”, el crimen y a escuchar música clásica, en una Inglaterra futurista. Durante una de sus tantas fechorías es traicionado por sus “drugos” y termina en prisión. Allí, decidido a salir lo más pronto posible, muestra un excelente comportamiento y se hace amigo del capellán, pero el ansiado día está aún lejos, por lo que decide ofrecerse para un experimento que pretende “curarle” de su maldad, el “Tratamiento Ludovico”. Dicho tratamiento convierte a Alex en un ser incapaz de hacer el mal, pero no porque no quiera, sino porque el lavado de cerebro en el que consiste le provoca severos dolores físicos cada vez que tan solo piensa en hacer algo malvado y, como una consecuencia imprevista, también cada vez que escucha la Novena Sinfonía de Beethoven, su favorita. Alex, “curado” y ahora fuera de prisión, se encuentra con aquellos de quienes fue victimario, pero ahora éstos, en su deseo de venganza, le convierten en víctima; al punto de que, incapaz de defenderse, solo y sin ayuda, intenta suicidarse luego de que unos intelectuales opositores al gobierno le obligaran a escuchar la Novena de Beethoven. El gobierno, preocupado por el manifiesto fracaso de su plan para vaciar las cárceles (y hacer lugar para los presos políticos), ayuda a Alex a volver a ser el de antes, con tal que no comente nada de lo sucedido. Alex es desprogramado y devuelto una vez más al mundo. La Naranja Mecánica comparte con el resto de las películas de Kubrick el ser una adaptación cinematográfica de un texto literario. Es importante destacar esto, pues de aquí surge el primer problema del análisis: el de la adaptación. La película y el libro Esta película se presta para jugar un poco con ciertas ideas con respecto a la relación cine y literatura, no sólo por ser en sí una adaptación, sino también por una anécdota que acompaña y marca el proceso por el cual fue llevada de la tinta a la pantalla. El manuscrito original de Burgess y la versión del libro que se publicó en Europa contenían veintiún capítulos; pero por sugerencia de su editor en Nueva York, la novela se publicó en Estados Unidos con sólo veinte capítulos, “cuando Stanley Kubrick rodó su película, aunque lo hizo en Inglaterra, siguió la versión norteamericana”. Por lo que la película termina antes, comparada con la versión europea del libro, algo que hizo que muchos sintieran que la historia había sido mutilada. En el capítulo faltante, Alex se aburre de la “ultraviolencia” y decide dedicarse a otras cosas, entre ellas buscar a alguien con quien formar una familia. Sin embargo, la película finaliza con Alex “curado” dispuesto a volver a hacer de las suyas. Algunos vieron en esto una terrible ofensa a la novela y a algunas de sus propias percepciones morales. La acogida de las películas de Kubrick por parte de la crítica y del público fue siempre dispareja y hasta contradictoria, y La Naranja Mecánica no fue la excepción. Al respecto, Michael Herr -amigo personal del director y coguionista de una de sus películas, Full Metal Jacket- comenta en su libro Kubrick: “Con cada una de las películas de Stanley se han formado dos bandos, y nadie, en ninguno de los dos bandos, ha podido llegar a imaginar nunca lo que el otro pensaba que estaba viendo”. No vale la pena recalcar las opiniones negativas (aunque no fueran las únicas) de ciertos críticos que comenzaron a atacar la película desde la novela original, señalando que no tenía parecido suficiente con el libro; que Kubrick ni siquiera había entendido la historia de Burgess; que había mostrado una visión más pesimista que en el texto original (como si eso fuera algo malo en sí mismo); o que, de todos modos, ya la novela era mala y no se podía esperar otra cosa de la película. Este tipo de críticas apelan directamente a una (o a la falta de una) teoría de la adaptación. El problema de muchos de estos críticos fue haber hecho una lectura de la película como si fuese una mera traslación del libro de un medio a otro, y no una adaptación. Hicieron una lectura verbal de un texto que es visual y quedaron, obviamente, decepcionados. Una adaptación cinematográfica de un texto literario es un proceso de traducción, lo cual implica pasar de un lenguaje con sus códigos definidos (verbales) a otro lenguaje con otros códigos propios (visuales y cinemáticos); y como cualquier traducción, termina produciendo un texto nuevo, distinto en cierta forma del original y que debe leerse desde un lenguaje distinto. El cómo de este proceso, sus intenciones o su fidelidad, están implícitos en las teorías de cada traductor, de cada escritor o de cada director, según sea el caso. A Kubrick le interesaba más ser fiel a las impresiones y al interés que le causaban una historia que a la historia misma, y en palabras de Herr: “Siempre buscaba el equivalente visual de la que había sido su primera reacción al leer el libro, y de esta manera le demostraba un auténtico respeto.” Para Welsh “Kubrick fue espléndidamente dotado para encontrar soluciones cinematográficas a los problemas de adaptación, y siempre tuvo la disposición de tomarse el tiempo necesario para hacerlo bien”. Este primer malentendido ha llevado a que muchas personas no hayan sido capaces de hacer una lectura, si bien no “correcta” pero sí amplia, abarcando al menos más de uno de los múltiples niveles de interpretación y de sentido que sugiere un texto cinematográfico complejo, como lo es La Naranja Mecánica. La película comienza con los acordes de la Marcha de la música para el funeral de la Reina Mary, de Purcell, durante los créditos, pasa luego a un primer plano del rostro maquillado de Alex, mientras está con sus ”drugos” tomando leche con “velocet”, e inicia la narración de su propia historia con su voz en off. Así, desde la primera escena, mediante técnicas meramente audiovisuales -recordemos que la carrera de Kubrick comenzó como fotógrafo, algo que queda muy claro en el uso que hace de la imagen en sus filmes- la película nos engancha al personaje principal y deja claro que la historia nos será conta da en primera persona. Este recurso debería servir para confrontar la moral y visión de Alex con las del espectador, pero para muchos esta exigencia resultó demasiado complicada. Más allá de estar de acuerdo con las acciones del personaje, se suponía que el público debía ser capaz de ver el mundo a través de los ojos de Alex; pero muchos confundieron la empatía con la simpatía, y creyeron que la película les estaba pidiendo que se pusieran cien por ciento del lado de Alex y que aceptaran su modo de actuar. Así, se produjeron lecturas que atacaron a la película como una atrocidad, un monstruo de peligrosa ambigüedad moral y fueron incapaces de ir más allá de ésta interpretación. Kubrick llegó incluso a recibir amenazas de muerte contra él y su familia, que lo llevaron a retirar la película de circulación en Gran Bretaña -algo que muy pocos directores se pueden dar el lujo de exigir a un estudio, por cierto-, restricción que no se levantó sino hasta el año 2000. Este tipo de lecturas superficiales y llenas de moralina siguen dándose, incluso en el medio costarricense y en el ámbito universitario: Rodolfo Rodríguez, en la sinopsis que hace de La Naranja Mecánica en su libro Mentor Cinematográfico, califica la película como “apología de la violencia” y continúa: “Kubrick propone de una manera diabólica y logra, a pesar de los sentimientos de rechazo que se originan en el espectador, que se produzca la identificación. (…) Muchos espectadores se sienten aterrados cuando, al identificarse con el personaje principal, aceptan que los buenos torturen a los malos por los mismos motivos que aceptan que los malos torturen a los buenos. El público se reconoce incapaz de aceptar la trama como un rasgo inherente a la esencia humana (…) el recurso del narrador protagonista que Kubrick utiliza, desde el inicio de la película, propone al personaje como un ser digno de lástima, como pobrecito. Eso sí, con música de Ludwing van Beethoven”. Este es un excelente ejemplo de los análisis simplistas y hasta condescendientes que pululan alrededor de esta película, y de los sentimientos casi de culpa que puede generar en algunos espectadores. La violencia en el texto fílmico es un medio, no un fin. La película puede resultar repulsiva para aquellos que están acostumbrados a que el filme les diga lo que deben sentir, pues pueden caer fácilmente en la tentación de creer que se les está pidiendo que disfruten la violencia que ven en la pantalla. En cambio, como lo intentaba Kubrick en todas sus películas, ésta busca provocar al espectador para que piense por sí mismo y saque sus propias conclusiones respecto a los dilemas morales que le son crudamente planteados, llegando incluso a ser un cine más “cerebral” del que habitualmente vemos. Para Kubrick, ésta era la esencia de lo artístico, de lo bello; como menciona Herr, Kubrick “(…) era perfectamente consciente (de lo repelente que podía ser la película), y totalmente sincero: no le importaba que fuera repelente –estaba hecha para que lo fuera– siempre y cuando resultara hermosa.” Burgess, hablando sobre las diferencias entre el libro y la película provocadas por la ausencia del capítulo veintiuno, señalaba que “Cuando una obra de ficción no consigue mostrar el cambio, cuando solo muestra el carácter humano como algo rígido (…) entra en el campo de la fábula o la alegoría. La Naranja (…) de Kubrick es una fábula (…)”. Probablemente Kubrick estaría de acuerdo. La película es una “sátira alegórica, brutal y mortalmente seria” so bre la moral y su relación con las distintas instituciones sociales. Cabe destacar cómo la música incidental (tanto de la partitura original, como el uso que se hace de varias composiciones clásicas, por parte del director Walter Carlos) y la dirección artística y el diseño de producción (a cargo de John Barry) colaboran para estilizar la violencia, la de los ”drugos” y la del ambiente, para hacerla más digerible; efecto que se logra en la novela mediante el uso del lenguaje, principalmente mediante el empleo del “nadsat”, la mezcla de ruso e inglés que constituye la jerga particular que usan Alex y sus compinches. Kubrick recurre a la música para convertir las escenas de “ultraviolencia” en “danzas” donde, junto con las piezas de arte fálico y esnob usadas en los decorados, se establece una relación entre arte y violencia que conduce a la paradoja de que el ser humano es capaz de crear belleza a la vez que es capaz de tanta destrucción. La película y su lectura La película, pues, puede leerse moralmente, pero desde la perspectiva de una moral que se basa en la capacidad del individuo de escoger su forma de actuar, y en la capacidad de ejercer la responsabilidad de asumir las consecuencias de sus decisiones. Es obvio que la posición de Kubrick sobre esa escogencia es bastante pesimista y la podemos ver en otras de sus películas, sobre todo en Dr. Strangelove or How I learned to stop worring and love the bomb, con la que guarda muchas similitudes éticas y que podría componer, junto con 2001: An spacey odessy y A clock work orange, una especie de trilogía de ciencia ficción. El mismo Kubrick puede ejemplificarnos esta visión: “Una de las más peligrosas falacias que han influenciado una gran parte del pensamiento político y filosófico, es que el hombre es esencialmente bueno y es la sociedad la que lo hace malo”. De esta visión surge una de las premisas de la película: “La cuestión moral esencial es si el hombre puede o no ser bueno sin tener la opción de ser malo y si tal criatura sigue siendo humana (…) Reprimir a un hombre no es redimirlo, (…) la redención debe venir de adentro”. Como lo resume Burgess: “Es tan inhumano ser totalmente bueno como totalmente malvado. Lo importante es la elección moral. La maldad tiene que existir junto a la bondad para que pueda darse esa elección moral.” Luego de su tratamiento, Alex queda convertido en un “inválido moral” ya que “al ser obligatoriamente bueno, Alex no será ni siquiera bueno, pues está incapacitado para escoger el mal”. Alex, deseoso de recuperar su libertad física, sacrifica su libertad espiritual, convirtiéndose en “una naranja mecánica, lo que quiere decir que en apariencia será un hermoso organismo con color y zumo, pero de hecho no será mas que un juguete mecánico al que Dios o el Diablo (o el Todo poderoso Estado) le darán cuerda”. El personaje que resume estos conceptos es el capellán de la prisión, cuyas conversaciones con Alex son un contrapunto clave entre el Alex criminal y el criminal tratamiento Ludovico. Acercándonos desde otro ángulo de lectura, podemos ver cómo ese dilema moral sobrepasa el ámbito del sujeto y abarca a todo el sistema social, poniendo en entredicho no sólo la ética de Alex, sino también la de su sociedad. Como señala Andrés Heindenreich: “Alex no es necesariamente un tipo bueno, pero la sociedad comete un grave error al tratar de domesticarlo, cortando su voluntad y convirtiéndolo en un ser sin decisión”. Alex se enfrenta a lo largo de la película a distintas instituciones, mediante una serie de sinécdoques: la familia (representada por “P” y “M”, sus padres) la iglesia (por el capellán), la ciencia (por los médicos), el arte y la intelectualidad (Mr. Alexander y sus colegas), la ley (sus exdrugos convertidos en policías, el sistema penitenciario) y el gobierno (representado por el Ministro de Interior). Todas estas instituciones tratan de dominarlo, intentando reprimir o mermar su capacidad de elegir, mientras ellas mismas se mueven de un lado al otro de las líneas del bien y el mal que dibujan, so pretexto de sus fines superiores. Alex representa el estado más salvaje e incivilizado del ser humano, “el hombre natural”, que se encuentra en lucha constante con esa civilización que está tratando de construir que, a la vez que lo alimenta y lo cobija, trata de controlarlo y someterlo, y puede llegar a niveles iguales de salvajismo. Recordemos que el mismo psicoanálisis surge del estudio de Freud de esta paradoja ya que, según sus teorías, la civilización se construye al reprimir nuestros instintos y sublimarlos hacia metas más elevadas, donde “(…) la cultura es solo la expresión de nuestras insatisfacciones como individuos y sociedad.” Así, La naranja mecánica puede leerse como una pesimista denuncia de las posibilidades modernas del fascismo, entendido como la imposición de una ideología dominante por encima de la diversidad de discursos; y de los riesgos que corre nuestro proyecto de civilización cuando nuestro libre arbitrio es puesto en jaque, ya sea por el poder que nos rodea y nos atraviesa, o por nosotros mismos cuando delegamos nuestras responsabilidades morales a las instituciones que hemos creado. Coda: Recepción positiva de la película Por último, cabe rescatar que no toda la crítica y las lecturas que se han propuesto alrededor de La naranja mecánica han sido negativas o superficiales. En 1972 ganó el premio a Mejor Película y le mereció a Kubrick el de Mejor Director, por parte del Círculo de Críticos de Nueva York. El director español Luis Buñuel señaló que La naranja mecánica “es la única película acerca de lo que realmente significa el mundo moderno”. Este largometraje (y lo mismo podría decirse de toda la filmografía de Kubrick) es un valioso ejemplo de cómo los textos artísticos en general se abren a una serie de perspectivas de lectura que van más allá del texto en sí, y que nuestro deber como espectadores o lectores críticos (e incluso como ciudadanos críticos) es estar dispuestos a observar, a ir más allá y hacer el esfuerzo de asumir esas lecturas, sin conformarnos y más aún, sin acostumbrarnos a que dichos textos, y en este caso específico las películas, sean un simple espectáculo que nos lleva de la mano desde el principio hasta el final, diciéndonos qué sentir y qué pensar en cada escena, en cada fotograma, negándonos, al fin y al cabo, nuestra ya de por sí escueta capacidad para elegir. ———————————————————————————– 5. Referencias 5.1. Biliografía Bordwell, D. (1995). El significado del filme. Barcelona: Paidós. Burgess, A. (1997). La naranja mecánica. Barcelona: Minotauro. Heindenreich, A. (2000). El cine de Stanley Kubrick. En: Cámara, luces, acción (pp 117-130). San José: Editorial UCR. Herr, M. (2000). Kubrick. Barcelona: Anagrama. Phillips, G. y Hill, R. (2002).The encyclopedia of Stanley Kubrick.Nueva York: Facts in File. Rivera, J. (2003). Lo que Sócrates le diría a Woody Allen. Madrid: Espasa. Rodríguez, R. (2006) Mentor cinematográfico. San José: Editorial UCR. 5.2. Hemerografía Molina, V. (2005).An interview with Stanle Kubrick.En Taschen Magazine 2005. 5.3. Filmografía Harlan, Jan. Stanle Kubrick: Unavida en imágenes (Stanley Kubrick: A Life in Pictures). Estados Unidos: Warner Bros., color, 136 min., 2001. Kubrick, Stanley. La naranja mecánica (A clockworkorange). Inglaterra: Warner Bros., color, 137 min., 1971.