"T 1 Martín Quirarte RALPH ROEDER y SU OBRA POSTUMA El bosquejo de una personalidad Entre los escritores extranjeros que han hablado sobre Méxi­ co, Ralph Roeder ocupa un lugar de distinción. Hombre de poderoso brío dialéctico, en él se entrecruzaban las reflexiones del crítico y los libres vuelos del artista. Dejó una importante obra sobre historia de México, que todavía está reclamando una valoración crítica justiciera. Si para explicarse mejor un libro de historia, precisa conocer la vida de quien lo hizo, las circunstancias que lo rodea~on y la atmósfera cultural que respiró, es indudable que el autOT de Hacia el Méx ico moderno no nos ha dejado una documen· tación abundante. Cordial y serio, elegante y austero, Roeder daba a sus mismos amigos íntimos la impresión de un aristócrata de la vida y el pensamiento . Mucho antes de que muriese se comenzó a tTv.ar la silueta de una figura legendaria. En cierta manera el mismo escritor contribuyó no poco a envolver su figura en un halo mítico. Se ha dicho que por modestia ocultó sus datos biográ­ ficos . "Por hablar de los otros no habló de sí mismo." Más bien me inclino a creer que era Ralph Roeder uno de esos seres que buscan envolverse en una atmósfera de misterio. Si nos ocultó muchos aspectos de su personalidad, tenemos de todas maneras los suficientes datos que noS permiten recons­ truir, si no su vida, por lo menos fragmentos de la misma, y los rasgos esenciales de su sicología. Debemos a don Andrés Henestrosa el interesante estudio sobre Ralph Roedcr, que sirvió como prólogo a la cuarta edi­ ción de Juárez y su M éxico, publicada en 1972, por el Fondo de Cultura Económica. El ensayo es un derroche ' de elegancia y claridad literaria. Conocedor como pocos de la vida y la obra de Roedcr, He­ nestrosa recuerda el impacto que el escritor norteamericano 134 HISTOR IA MODER NA y CONTE MPORÁ NEA DE MÉXlC O produ jo en Salom Ón de la Selva cuand o por prime ra vez lo conoc ió en Nueva York. "Bastá bame su presen cia -escri bió Salom ón de la Selva - para que todo alrede dor se me volvie ra Floren cia, Roma e Italia. " Este autor, que lo trató en Nueva York cuand o muy jóvenes los dos, le da cuna en Charle ston: "Oriu ndo de la embru jada Charle ston", dice, "acaso record ando que allí viviero n sus padres al llegar a Améri ca". En N ueva York conoció y fue amigo de dos hispan oamer icanos selectos: Pedro Henrí quez Ureña y Sa­ lomón de la Selva, a quiene s deslum bró. "Un día prima veral en Nueva York -escri be Salom ón de la Selva -, antes de la Prime ra Guerr a Mund ial, me llevó el doctor Frank Grane -come ntaris ta del Globe - a comer al hotel Brevo rt, de admir able cocina francesa y vinos de leyend a, para presen tarme (yo era su ha­ llazgo más recien te) al period ista Mowr er, brillan te corres pon­ sal en París de un diario de Chicago. Mowr er llegó tambié n acomp añado . Tamb ién él había descub ierto un poeta. Mowr er era un petime tre de goatce afinad a e indum entari a llamat iva, pero más que la flor que llevab a en la solapa de la americ ana, luda a su lado, muy joven, muy rubio, muy esbelto , Ralph Roede r, el ahora celebr ado autor de The Man of the Renais ­ sanee, que lleva años en Méxic o escrib iendo una biogra fía de don Benito Juárez . Aquel día Ralph , muy cuidad oso en su dicción, con una voz l/mpid a, de infinit os colores transp arente s. con todo y que no dijo mucho , superó para mi gusto a las vianda s y a los vinos. Decir que cautiv ó, como despué s cautiv a­ ría a Pedro, es remem orar pálida mente una intens a impre sión de juvent ud ..." Aquel la prime ra impre sión no se borró en el poeta nicara güense . Lo r~ cuerda mucho s años después, en tre los maestr os y amigos de su niñ~z y moced ad, con gratitu d y con admira ción: "Y Ralph Roede r -cuyo monu menta l estudi o sobre ]uárez y su M éxieo, es una lástim a que todaví a no se traduz ca y publiq ue en españ ol-, quien me enseñó a amar el Renac i­ miento , en el libro de Gobin eau, cuand o éramo s jóvene s los dos, en 1913, y amáb ,nX1 OS no '; l-' !O L5 letras, y las bellas artes, sino apasio nadam ente tambié n a St. Vince nt Millay y a Lydia Lopok ova _.." 1 No vaya trazar en estas página s la image n que hace Henes ­ u-osa de Ralph Roede r, p ero sí a señala r lo que a mi juicio son las líneas esenci ales de su esbozo biográ fico. 1 Ralph Roeder , ].uárez y su México_ México , F~nt1o de (;ultura Económ ica, 1972, p. VIII' del prólogo de Andrés Hellestr osa a la obra del autor. RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTUM A 135 Ralph Roede r Lecke rk nació el 7 de abril de 1890, siendo desce ndien te de una madre france sa y un padre alemá n. Era un "aman te de la bellez a y la bonda d y el amor" . Despe rtaba admir ación por su conve rsació n y su sensib ilidad de poeta. Era uno de esos seres que aspira n a gozar de la vida en toda su plenit ud. Artist a y viajer o recorr ió Europ a. El Medit erráne o lo atrae y su domin io de las princi pales lengua s europ eas le abre un muna o de bellez a y huma nismo . Ralph Roede r pudo haber desco llado en Estado s Unido~ , habla ndo de la histor ia de su propio país, pero no sintió esa fascin ación. Si Europ a y sus temas lo atraen , no encue ntra allí la emoti vidad supre ma de su vida. / Es indud able que Ralph Roede r tenía un gran conoc imien to de cierta s etapas de la histor ia huma na y una muscu latura . crítica de prime r orden , pero sus dotes no eran suficie nte­ mente poder osas como para permi tirle iguala rse a los grand es histor iadore s europ eos. Por otra parte, ¿habr ía encon trado la posibi lidad de ocupa r un sitio destac ado, él tan indivi dualis ta, en esa Europ a en donde cada vez era más difícil vivir como histor iador indep endie nte, y en cambi o hasta a los más altos valore s no les desag rada forma r parte de vastos conju ntos o de grand es equip os ele invest igació n? ¿Qué hubie ra podid o decir sobre figura s y aconte cimie ntos europ eos, allí donde la histor ia ha sido estudi ada la lupr. como dicen los france ses o con lupa, como podría mos decir nosotr os? ¿Hub iera podid o destac ar con sus obras al lado de estudi o') sobre el Renac imien to como los de Jacob Burck hardt? ¿Habrí<l podid o codea rse con histor iadore s como Ferna nd Braud el, Lucie n Febvr e, Marc Bloch , Jacqu es Piren ne o Bened etto Croce ? El escrito r busca otro escena rio y lo encue ntra. Méxic o Jo atrae con pasión irresi stible y a él dedica lo más noble de sus sentim ientos . Cuan do en la décad a de los cuare nta llegó Ralph Roede r a nuestr o país, no era un impro visado en el terren o de la invest igació n histór ica, había llegad o ya a la vertie nte de la madu rez. Entre nosotr os halló Ralph -Roed er no un terten o virgen para la invest igació n histór ica, per9 sí un terren o insufi cien­ temen te explo rado en mucho s trecho s. Tuvo la fortun a tam­ bién de conta r con mecen as que proteg ieron sus invest igacio nes. a 134 HISTORIA MODERNA y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO produjo en SalomÓn d e la Selva cuando por primera vez lo conoció en Nueva York. "Bastábame su presencia -escribió Salomón de la Selva- para que todo alrededor se me volviera Florencia, Roma e Italia." Este autor, que lo trató en Nueva York cuando muy jóvenes los dos, le da cuna en Charleston: "Oriundo de la embrujada Charleston", dice, "acaso recordando que allí vivieron sus padres al llegar a América". En N ueva York conoció y fue amigo de dos hispanoamericanos selectos: Pedro Henríquez Ureña y Sa­ lomón de la Selva, a quienes deslumbró. "Un día primaveral en Nueva York -escribe Salomón de la Selva-, antes de la Primera Guerra Mundial, me llevó el doctor Frank Grane -comentarista del Globe- a comer al hotel Brevort, de admirable cocina francesa y vinos de leyenda, para presentarme (yo era su ha­ llazgo más reciente) al periodista Mowrer, brillante correspon­ sal en París de un diario ele Chicago. Mowrer llegó también acompañado. También él había descubierto un poeta. Mowrer era un petimetre de goatce afinada e indumentaria llamativa, pero más que la flor que llevaba en la solapa de la americana, luda a su lado, muy joven, muy rubio, muy esbelto, Ralph Roeder, el ahora celebrado a utor de The Man of the Renais­ sanee, que lleva años en México escribiendo una biografía de don Benito Juárez. Aquel día Ralph, muy cuidadoso en su dicción, con una voz Hmpida, ele infinitos colores transparentes. con todo y quena dijo mucho, superó para mi gusto a las viandas y a los vinos. Decir que cautivó, como después cautiva­ ría a Pedro, es rememorar pálidamente una intensa impresión de juventud, .." Aquella primera impresión no se borró en el poeta nicaragüense. Lo recuerda muchos años después, entre los maestros y amigos de su niñ ez y mocedad, con gratitud y con admiración: "Y Ralph Roeder -cuyo monumental estudio sobre Juárez y su México, es una lástima que todavía no se traduzca y publique en español-, quien me enseñó a amar el Renaci· miento, en el libro de Gobineau, cuando éramos jóvenes los dos, en 191 3, y amáb;'lJlos no <;\', Iu Ls Ictr; ls, y las bellas artes, sino apasionadamente también a St. Vincent Millay y a Lydia Lopokova .. ," 1 No vaya trazar en estas páginas la imagen que hace Henes­ u"osa de Ralph Roeder, pero sí a señalar lo que a mi juicio son las líneas esenciales de su esbozo biográfico. 1 Ralph Roeder, juárez y su. M éxico. México, F';ndo de (:ultura Económica, 1972, p. vm' del prólogo de Andrés Henestrosa a la obra del autor. RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTIJMA 135 Ralph Roeder Leckerk nació el 7 de abril de 1890, siendo descendiente de una madre francesa y un padre alemán. Era un "amante de la belleza y la bondad y el amor". Despertaba admiración por su conversación y su sensibilidad de poeta. Era uno de esos seres que aspiran a gozar de la vida en toda su plenitud. Artista y viajero recorrió Europa. El Mediterráneo lo atrae y su dominio de las principales lenguas europeas le abre un mundo de b elleza y humanismo. Ral ph Roeder pudo haber descollado en Estados Unido~, hablando de la historia de su propio país, pero no sintió esa fascinación. Si Europa y sus temas lo atraen, no encuentra allí la emotividad suprema de su vida. / Es indudable que Ralph Roeder tenía un gran conocimiento de ciertas etapas de la historia humana y una musculatura , crítica de primer orden, pero sus dotes no eran suficiente· mente poderosas como para permitirle igualarse a los grandes historiadores europeos. Por otra parte, ¿habría encontrado la posibilidad de ocupar un sitio destacado, él tan individualista, en esa Europa en donde cada vez era más difícil vivir como historiador independiente, y en cambio hasta a los más altos valores no les desagrada formar parte de vastos conjuntos o de grandes equipos ele investigación? ¿Qué hubi er a podido decir sobre figuras y acontecimientos europeos, allí donde la historia ha sido estudiada a la lupl? como dicen los franceses o con lupa, como podríamos decir nosotros? ¿Hubiera podido destacar con sus obras al lado de estudio<; sobre el Renacimiento como los de Jacob Burckhardt? ¿Habrí::l podido codearse con historiadores como Fernand Braudel , Lucien Febvre , Marc Bloch, Jacques Pirenne o Benedetto Croce? El escritor busca otro escenario y lo encuentra. México Jo atrae con pasión irresistible y a él dedica lo más noble de sus sentimientos. Cuando en la década de los cuarenta llegó Ralph Roeder a nuestro país, no era un improvisado en el terreno de la investigación histórica, había llegado ya a la vertiente de la madurez, Entre nosotros halló RalphRoeder no un terreno virgen para la investigación histórica, per9 sí un terreno insuficien­ temente explorado en muchos trechos. Tuvo la fortuna tamo bién de contar con m ecenas que protegieron sus investigaciones. 136 RALPH ROEDER y HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO En la tarea de hablar de temas de historia mexicana, se iba a comprometer Ralph Roeder durante una treintena de años. Miró a México de&de su torre de marfil, sin comprenderlo totalmente, pero amándolo siempre a su manera. No trató nunca de halagar a las masas y se mantuvo cuidadosamente separado de ellas, pero mostrándose siempre cordial en su trato. Cultivó un círcUlo cerrado d e amigos entre los cuales destacan personalidades eminentes de la política y las letras. Ralph Roeder fue un investigador solitario, no aspIrO a intervenir en nuestra vida cultural en calidad de maestro. No poseyendo por ejemplo las cualidades pedagógicas de un José Gaos o de Ramón Iglesia, de un Juan Antonio Ortega y Medina o de Pedro Bosch G impera, extranjeros ·que encontraron en México una nueva patria intelectual, no buscó el contacto con la juventud estudiosa d e la Universidad, del Colegio de México o de otros centros similares. Firme en su deseo de in­ vestigar cosas mexicanas, penetró en multitud de rin cones de nuestro acontecer histórico . Teniendo preferencia por las visio­ nes de conjunto pudo lograrlas sin que lo torturasen las pre­ ocupaciones del erudito. Poderosamente atraído por los temas modernos y contemporáneos, tuvo la fortuna de entregarse al estudio de lo que le gustaba. Como producto de sus investigaciones hechas en nuestro país, Ralph Roeder nos d e jó juáTez y su México y la obra póstuma titulada Hacia el M dxico moderno. En los tiempos en que Ralph Roeder publicó por primera vez juárez y su M éxico (1 947 la edición en inglés, y 1951 la traducción al español), podía dar la impresión de ser un es­ critor que permanecía solitario en la alta cúspide por él esca­ lada. Pero bien pronto volvió a sentirse entre los mexicanos el interés por los estudios de la Reforma y la Intervención Francesa y el Segundo Imperio. En esta actividad investigadora corresponde a José Fuentes Mares y a Jorge L. Tamayo, el lugar más destacado. Jorge L. Tamayo en su labor de búsqueda, para seguir paso . a paso la vida entera de J uárez, pu blicó 17 volúmenes de documentos, 15 de ellos de mil páginas aproximadamente cada uno. Lo guió un espíritu diferente del~ que inspiró a Roeder. . No intentó hacer una biografía, pero sí reunió el material necesario para que los in vestigadores' puedan acercarse más fácilmente a la comprensión de un hombre y su época. \ 137 SU OBRA PÓSTIlMA Mas es de justicia reconocer que Tamayo no solamente realizó una mera compilación documental. Ord enó el material, procedió la elaboración de índices, hizo introducciones en donde campea la erudición y el buen sentido. No rehuyó la formulación de juicios. Procedió a efectuar investigaciones minuciosas. En multitud de sus estudios, los argumentos de­ notan el esfuerzo crítico más lúcido. Con espíritu independiente y una impetuosidad muy perso­ nal , José Fuentes Mares elaboró cuatro importantes libro'! so bre ]uárcz. 2 En algunos tópicos los juicios del historiador mexicano superan a los de Ralph Roeder, por su profundidad analítica y la sólida documentación que la respalda. Mas Fuentes Mares enfocó su lente crítico a un sector limitado de nuestra llamada Gran decada nacional, mientras que el autor de juárez y su kl éxico examinó todo el vasto conjunto. Cabe decir que d espués de las actividades de revisionismo histórico emprendidas por Francisco Bulnes, Justo Sierra y Carlos Pereyra en la primera década del siglo xx, para reva­ lorar los acontecimientos que van de 1854 a 18G7, no se habían hecho esfuerzos de crítica sólida . Ralph Roeder encontró así una senda libre que le permitió la marcha haci a un feliz éxito. Al publicarse juárez y su M éxico, por primera vez en espa­ ñol, se le tributó a su autor un justo homenaje de reconoci­ miento. Bien podía Roeder sentirse satisfecho de la reacción del público mexi cano. Se le rendían aplausos y honores que n o había recibid o ningún extranjero de nuestro tiempo dedi­ cado al estudio del siglo XIX. Desde luego que nadie fuera de México había hecho un libro sobre Ju árez más importante que el de Ralph Roeder­ Comparada su obra con la de los mexican os que lo precedieron en el estudio sobre la Reforma, la Inten'ención Francesa y el Imperio de Maximiliano, en capacidad de criterio y poder de síntesis, sólo Justo Sierra y Carlos Pereyra podían consi­ derarse no solamente sus iguales sino que lo superaban. . Pero fuera de los trabajos de Sierra y de Pereyra, la obra de conjunto de Roeder es de tal solidez que no ha aparecido ninguna que pueda equiparársele y tardará muchos años en que se publique la que pueela sobrepujarla. El ,autor norte­ americano sigue aún gozando en México de u 'n a poderosa 2 ]Ulírez y la I n1en Je nción, ]luí rpz y el Imperio , Y Méx ico se refugi6 d¡ ·sierto, ]udrez y la R p,p úb lica. ffl el 136 En la tarea de hablar de temas de historia mexicana, se iba a compl'ometer Ralph Roeder durante una treintena de años. Miró a México desde su torre de marfil, sin comprenderlo totalmente, pero amándolo siempre a su manera. No trató nunca de halagar a las masas y se mantuvo cuidadosamente separado de ellas, pero mostrándose siempre cordial en su trato. Cultivó un círcUlo cerrado de amigos entre los cuales destacan personalidades eminentes de la política y las letras. Ralph Roeder fue un investigador solitario, no aspiró a intervenir en nuestra vida cultural en calidad de maestro. No poseyendo por ejemplo las cualidades pedagógicas de un José Gaos o de Ramón Iglesia , de un Juan Antonio Ortega y Medina o de Pedro Bosch Gimpera, extranjeros que encontraron en México una nueva patria intelectual, no buscó el contacto con la juventud estudiosa de la Universidad, del Colegio de México o de otros centros similares. Firme en su deseo de in­ ves'tigar cosas mexicanas, penetró en multitud de rincones de nuestro acontecer histórico. Teniendo preferencia por las visio­ nes de conjunto pudo lograrlas sin que lo torturasen las pre­ ocupaciones del erudito. Poderosamente atraído por los temas modernos y contemporáneos, tuvo la fortuna de entregarse al estudio de lo que le gustaba. Como producto de sus investigaciones hechas en nuestro país, Ralph Roeder nos dejó Juárez y su México y la obra póstuma titulada Hacia el México moderno. En los tiempos en que Ralph Roeder publicó por primera vez Juárez y su México (1947 la edición en inglés, y 1951 la traducción al español), podía dar la impresión de ser un es­ critor que permanecía solitario en la alta cúspide por él esca-' lada. Pero bien pronto volvió a sentirse entre los mexicanos el interés por los estudios de la Reforma y la Intervención Francesa y el Segundo Imperio. En esta actividad investigadora corresponde a José Fuentes Mares y a Jorge L. Tamayo, el lugar más destacado. Jorge L. Tamayo en su labor de búsqueda, para seguir paso a paso la vida entera de J uárez, publicó 17 volúmenes de documentos, 15 de ellos de mil páginas a proximadamente cada uno. Lo guió un espíritu diferente det que inspiró a Roeder. . No intentó hacer una biografía, pero sí reunió e! material necesario para que los investigadores' puedan acercarse más fácilmente a la comprensión de un hombre y su época. 137 RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSruMA HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO ·'.i'i Mas es de justicia reconocer que Tamayo 110 solamente realizó una mera compilación documental. Ordenó el material, procedió la elaboración de índices, hizo introducciones en donde campea la erudición y el buen sentido . No rehuyó la formulación de juicios. Procedió a efectuar investigaciones minuciosas. En multitud de sus estudios, los argumentos de­ notan el esfuerzo crítico más lúcido. Con espíritu independiente y una impetuosidad muy perso­ nal, José Fuentes Mares elaboró cuatro importantes libros sobre Juárez. 2 En algunos tópicos los juicios del historiador mexicano superan a los de Ralph Roeder, por su profundidad analítica y la sólida documentación que la respalda. Ma" Fuentes Mares enfocó su lente crítico a un sector limitad0 de nuestra llamada Gran decada nacional, mientras que el autor de juárez y su M éxico examinó todo el vasto conjunto. Cabe decir que después de las actividades de revisionismo histórico emprendidas por Francisco Bulnes, Justo Sierra y Carlos Pereyra en la primera década del siglo x...,<, para reva­ lorar los acontecimientos que van de 1854 a 18G7, no se habían hecho esfuerzos de crítica sólida. Ralph Roeder encontró así una senda libre que le permitió la marcha hacia un feliz éxito. Al publicarse Juárez y su M éxico, por primera vez en espa­ fiol, se le tributó a su autor un justo homenaje de recorwci­ miento. Bien podía Roeder sentirse satisfecho de la reacción del público mexicano . Se le rendían aplausos y honOTes que no había recibido ningún extranjero de nuestro tiempo dedi­ cado al estudio de! siglo XIX . . Desde luego que nadie fuera de México había hecho un libro sobre Juárez más importante que el de Ralph Roeder. Comparada su obra con la de los mexicanos que lo precedicron en e! estudio sobre la Reforma, la Intervención Francesa. y el Imperio de Maximiliano, en capacidad de criterio poder de síntesis, só!o Justo Sierra y Carlos Pereyra podían consi­ derarse no solamente sus iguales sino que lo sUpeTaban. Pero fuera de los trabajos de Sierra y de Pereyra, la ohra de conjunto de Roeder es de tal solidez que no ha aparecido ninguna que pueda equiparársele y tardará muchos años en que se publique la que pueda sobrepujarla. El ,a utor nOTte­ americano sigue aún gozando en México de una poderosa y 2 ]wi.rez y la I nlenJención, ]wírez y el Imperio. Y México se refugió d" sierto, ]uárez y la R epública. <m ~l 138 HISTORiA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO corriente de simpatizadores, sin que falten los que desesti-· mando poco o mucho a los autores mexicanos, lo consideran corrio "el biógrafo insuperado de juárez". Sin recurrir a hipér­ boles intentemos dar en dos plumadas un juicio equitativo. Las reflexiones de Carlos Pereyra contenidas en ]uárez dis­ cutido como dictador y estadista, así como las apreciaciones del mismo autor unidas a la de Justo Sierra en ]uárez} su obra y su tiempo analizan con mayor profundidad que Roeder el ambiente social y político dentro del que se movía ]uárez. Hay también un alto reconocimiento a los colaboradores de juárez, sin que falte tampoco una alusión justiciera a esa mul­ titud anónima sin cuyo conocimiento la historia de un pueblo es incompleta. Ralph Roeder dirigió la mirada hacia horizontes que le permitieron una interpretación original. Su trabajo no fue el resultado de una improvisación, dedicó a él varios años de paciente labor. Investigó en bibliotecas y hemerotecas. Re· corrió una gran parte del escenario de los acontecimientos. Estudió en autores mexicanos y extranjeros. Un análisis cui­ dadoso de su obra permite apreciar el buen manejo que hizo de la documentación. Su bibliografía es muy nutrida. No exagera cuando hace ostentación de una rica fuente de con· sulta. Pero habría hecho un servicio mayor a la historia si a pie de página hubiera señalado con precisión el periódico, el folleto o libro que le sÍl vió para fundamentar sus juicios. Ni en los casos en que hace transcripciones, recurre a este procedimiento elemental. . Ralph Roeder estudia las vicisitudes de la vida mexicana. Conoce con profUndidad los lineamientos de la Guerra de Secesión. Al examinar el asunto de las relaciones entre México y Estados Unidos no convence completamente. Se tiene la impresión de que muchas cosas quedaron en el tintero. Su deber de historiador no pudo sobreponerse completamente a su calidad de estadunidense, que naturalmente oculta algunos aspectos no muy honestos de la diplomacia norteamericana. Es indudable que en muchos temas la crítica de Roeder . caló muy hondo. Sus reflexiones sobre los acontecimientos de 1861; su análisis de la idea imperiaL de Napoleón JII o el estudio de las grandes dificultades que. surgieron entre Dano, Castelnau y Bazaine en los últimos días de la Intervención . RALPH ROEDER y su OBRA PÓSTIJMA 139 Francesa, son una gran prueba de su gran penetración para juzgar los hechos. Ralph Roeder es, desde Juego, el investigador que con ma­ yor profundidad ha estudiado la historiografía europea sobre la Intervención Francesa y el Imperio de Maximiliano. El autor penetró con gran interés en el conocimiento de la vida de ]uárez, pero desestimó el estudio de muchos de los grandes caudillos ideológicos y militares de la Reforma. Además no sólo no les concedió el rango que se merecían a los próceres del conservadurismo, sino que en términos generales ni siquie­ ra les permitió dar explicaciones. Sería injusto, sin embargo, reprocharle a Ralph Roeder su falta de interés por lo que tiene un olor conservador, si no se toma en cuenta que a los mexicanos se nos podía hacer una censura semejante. No hemos profundizado en el conocimiento del conservadurismo con la misma preocupación científica con la que analizamos el liberalismo. Es indudable que no se puede dar una visión cabal de la historia de una nación, si no se estudian con el mismo interés I;ls fuerzas retardatarias y las progresistas, cuyo mecan ¡smo expl ica el proceso histórico. En los juicios de Roeder sobre J uárez predomina la actitud admirativa a lo largo de casi todo el libro. Por eso desconcierta la disparidad con la que el mismo historiador analiza la con­ ducta de ] uárcz en el periodo de la República triunfante. Al juzgar Ralph Roeder los últimos seis años de la vida política de ]uárez no procede con equidad. y cabe aclarar que el autor no actúa arrastrado por un impulso pasional, desde la primera hasta la última línea hay una actitud calculada, no se nota la menor sombra de vacilación en sus juici~s. Falta en eI cuadro general de los acontecimientos una buena di50­ tribución de luces y de sombras. Roeder transcribe las censuras que se hacen a la adminis­ tración de ]uárez sin dar casi nunca explicaciones, y si las da, a veces, es casi siempre para condenar también al propio pre­ sidente de la República. Reproduce párrafos periodísticos del Diario de los ·Debates en que la oposición da golpes contra ]uárez y además el propio Ralph Roeder los propina también. Acumula sombras con maestría de artista, pero ge muestra a menudo un artista de lo trágico. Después de haber dado remate final a la investigación en 138 RÁNE A DE MÉXI CO HISTO RIA MODE RNA Y CONT EMPO n los que desesti­ corri ente de simp atiza dore s, sin que falte s, lo cons idera n cano mexi man do poco o muc ho a los auto res recu rrir a hipé r­ Sin z". como "el bióg rafo insu pera do de juáre o equi tativ o. juici un boles inten temo s dar en dos plum adas as en ]uár ez dis· Las refle xion es de Carlo s Pere yra cont enid las aprec iacio nes como así cutid o como dicta dor y estadista, ]uárez) su obra en a Sierr del mism o auto r unid as a la d e Justo que Roed er el dad undi y su tiem po anali zan con mayo r prof mov ía juáre z. se amb iente social y polít ico dent ro del que colab orad ores de Hay · tamb ién un alto reco noci mien to a los justi ciera a esa mul­ juáre z, sin que falte tamp oco una alusi ón ria de un pueb lo titud anón ima sin cuyo cono cimi ento la histo es inco mple ta. onte s que le Ralp h Roed er dirig ió la mira da hacia horiz jo no fue traba Su nal. perm itier on una inter preta ción origi s años de vario él a có el resul tado de una impr ovisa ción , dedi as. Re· rotec heme y s pacie nte labo r. Inve stigó en bibli oteca iento s. tecim acon los de corri ó una gran parte del escen ario cui­ sis análi Un s. Estu dió en auto res mexi cano s y extra njero hizo que ejo man dado so de su obra perm ite apre ciar el buen muy nutr ida. No de la docu men tació n. Su bibli ogra fía es rica fuen te de con· exag era cuan do hace osten tació n de una r a la histo ria si a sulta . Pero habr ía hech o un servi cio mayo si6n el perió dico , pie de pági na hubi era seña lado con preci ame ntar sus juici os. el folle to o libro que le sÍlvi ó para fund , recu rre a este Ni en los casos en que hace trans cripc iones . proc edim iento elem ental . la vida mexi cana . Ralp h Roed er estud ia las vicis itude s de de la Gue rra de Cono ce con profU ndid ad los linea mien tos entre Méx ico iones relac las Secesión. Al exam inar el asun to de Se tiene la te. men pleta y Estad os Unid os no conv ence com tinte ro. Su el en impr esión de que muc h as cosas qued aron men te a pleta com debe r de histo riado r no pudo sobr epon erse ta ente ocul algu nos su calid ad de estad unid ense , que natu ralm a norte amer icana . aspec tos no muy hone stos de la diplo maci a de Roed er . Es indu dabl e que en much os tema s la crític los acon tecim iento s caló muy hond o. Sus refle xion es sobr e Napo león III o el de 1861; su análi sis de la idea impe rial de ieron entre Dano , estud io de las gran des dific ultad es que, surg de la Inter venc ión Cast elnau y Baza ine en los últim os días . RALP H ROED ER y su OBRA PÓSTU MA 139 pene traci ón para Fran cesa, son una gran prue ba de su gran juzg ar los hech os. or que con ma­ Ralp h Roed er es, desd e luego , el inves tigad euro pea sobr e afía riogr histo yor prof undi dad ha estud iado la imili ano. El Max de rio la Inter venc ión Fran cesa y el Impe de la vida ento cimi auto r pene tró con gran inter és en el cono gran des los de os de juáre z, pero dese stimó el estud io de much ás no Adem rma. caud illos ideol ógico s y milit ares de la Refo eres próc cían a los sólo no les conc edió el rang o que se mere e­ siqui ni gene rales del cons erva duris mo, sino que en térm inos ra les perm itió dar expli cacio nes. Ralp h Roed er su Sería injus to, sin emba rgo, repro char le a ervad or, si no cons olor un tiene falta de inter és por lo que nos podí a hace r una se toma en cuen ta que a los mexi cano s se en el cono cimi ento zado undi prof cens ura seme jante . No hemo s ción cient ífica con cupa preo a del cons erva duris mo con la mism e que no se pued e dabl indu Es la que anali zamo s el liber alism o. nació n, si no se una de ria dar una visió n caba l de la histo datar ias y las retar as fuerz bs estud ian con el mism o inter és histó rico. eso proc el ica prog resis tas, cuyo meca nism o expl a la actit ud omin pred En los juici os de Roed er sobre .J uáre z oncie rta desc eso Por adm irati va a lo largo de casi todo el libro . la con­ za r anali la dispa ridad con la que el mism o histo riado triun fante . duct a de juárc z en el perio do de la Repú blica años de la vida Al juzg ar Ralp h Roed er los últim os seis aclar ar que cabe Y polít ica de ]uár ez no proc ede con equi dad. desd e la nal, pasio el auto r no actúa arras trado por un impu lso no lada, calcu ud prim era hasta la últim a línea hay una actit Falta ~s. juici sus se nota la men or somb ra d e vacil ación en una buen a dis­ s iento tecim acon los de ral gene en el cuad ro tribu ción de luces y de somb ras. n a la admi nis- . Roed er trans cribe las cens uras que se hace nes, y si las da, traci ón de ]uár ez sin dar casi nunc a expli cacio ién al prop io pre­ a veces, es casi siem pre para cond enar tamb fos perio dísti cos del siden te de la Repú blica . Repr oduc e párra da golp es cont ra Diario de los 'Deb ates en qu e la opos ición prop ina tamb ién. ]uár ez y adem ás el prop io Ralp h Roed er los ge mue stra a pero ta, artis de Acum ula somb ras con maes tría co. men udo un artis ta de lo trági inves tigac ión en Desp ués de habe r dado rema te final a la 1- 1 1 ]4] HISTORIA l'vlODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTUMA la que Ralph Roeder abordó el estudio de nuestra 1Iamada Oran década nacional, se consideró con alientos para escribir la historia de México, del porfirismo y de la Revolución. El . gobierno del presid ente Adolfo López Mateas se mostró dis­ puesto a otorgarle una protección económica. Para este fin, se procedió a la redacción de un contrato entre el autor y. la Nacional Financiera en virtud del cual se le otorgaría a Ralph Roeder la suma de cinco mí! pesos mensuales hasta su muerte, como derechos de autor por una párte de sus obras en cspafioJ. Dentro de estas· publicaciones quedaban comprendidas jwírez y su México, además de ciertos estudios que proyectaba Rocder sobre el Porfirismo y la Revolución. La cifra de dinero que percibía Roeder no era muy alta, pero tampoco podía consid erarse miserable. Equivalía entonces a lo que percibían algunos investigadores de primera categoría en nuestros centros de investigación. Con estos recursos bien podría vivir con modestia decorosa, pero no podía darse el lujo de comprar demasiados libros, ni siquiera los indispensables para estar enterado con elementos propios, del progreso de la historiografía mexicana. Antes de leer los documentos íntimos que se conservan sobre la vida de Ralph Roeder, recibí el impacto que me produjo su biblioteca. Conocerla hahía sido para mí uno de mis anhelos más vehementes. No pude prever la desilusión que me iba a producir. Pensé encontrarme con una de las colecciones más ricas en folletos, libros y diarios sobre la época de la Reforma, la Intervención Francesa y el Imperio. La colección de libros que el autor de juárez y su México dejó al morir, no llegaba a cinco centenares, entre los cuales no había propiamente joyas bibliográficas. No eran siquiera obras selectas. El lote estaba constituido, en su mayor parte, por los libros de publi­ cación reciente y de bajo precio_ Abundaban las obras obse­ quiadas. Esto explica en gran parte las condiciones en que trabajó el investigador norteamericano. Para laborar con efi­ cacia, siempre es muy conveniente el poseer una biblioteca personal con los libros esenciales o estar adscrito en un centro de investigación que permite el fácil acceso a las fuentes docu­ mentales. Roeder no tenía ni una ni otra ventaja. ¿Pero no sentiría alguna vez el deseo vehementi! de vivir en esa atmós­ fera de cálida compañía que representa una librería de ,autores selectos y de los que no se privan la mayor parte de los histo­ riadores, por modesta que sea su condición económica? Cuando Ralph Roeder firmó con la Nacional Financiera el contrato en virtud del cual se comprometía a preparar libros que versarían sobre el Porfirismo y la Revolución Mexicana, tenía 74 años de edad. El viejo luchador conservaba un vigor físico excepcional y una mente muy lúcida_ Durante cinco años más continuó sus investigaciones con la misma tenacidad y el amor con los que había escrito las primeras obras de su juventud. Vinieron los años tristes y fue el de 1969 probablemente el más doloroso de su existencia. El 18 de julio, FarÍa ~..lindeI1 Roeder, la fiel compañera de su vida, bajó al sepulcro. El funeral se hizo sin pompas. Para nuestra mentalidad de mexi­ canos, nos asombrará que un hombre del prestigio y la posición económica de Roeder, gaste unos seiscientos pesos en cosas funerarias y ordene la cremación del cadáver. Pero es nece­ sario que al juzgar éste y otros aspectos de su vida, no se olvide nunca la contextura moral de aquel hombre . Durante los tres meses que siguieron a la muerte de Faria, el escritor vivió momentos de intenso dramatismo. Hubiera querido seguir de inmediato a su esposa, pero antes de partir necesitaba terminar su obra Hacia el México moderno. "Irse sin terminarla ' -dice André.~ Henestrosa- hubiera sido una contradicción de toda su vida . Un supremo homenaje a su patria adoptiva fue prolongar sus días para no dejarla incon­ clusa y para corresponder a los honores con que México lo distinguió." !l No se puede luchar contra el tiempo y menos se puede luchar contra la muerte. Había lIegado para Ralph RoedeT ' el instante de la decisión fatal. Con una sangre fría pasmosa redactó cartas, hizo testamento y dio las últimas disposiciones que le permitieron sentir que dejaba de él una memoria grata y respetable. Fue siempre un hombre solemne, aun en los detalles de su vida doméstica. Pundonoroso - en grado extremo cuidó de cumplir con sus menores compromisos_ El 3 de septiembre de 1969 redacta una carta dirigida a la señora Carmen Sordo de Gónzález Cosío, en la que declara que, temiendo .una muerte súbita -"habfa 140 3 Ralph Roeder, o b. ci t., prólogo de Andr6! HenestToea . p. xm. 1 141 HISTORIA MODERNA y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTIJMA la que Ralph Roeder abordó el estudio de nuestra llamada Gran década nacional, se consideró con alientos para escribir la historia de México, del porfirismo y de la Revolución. El . gobierno del presidente Adolfo López Mateas se mostró dis­ puesto a otorgarle una protección económica. Para este fin, se procedió a la redacción de un contrato entre el autor y la Nacional Financiera en virtud del cual se le otorgaría a Ralph Roeder la suma de cinco mil pesos mensuales hasta su muerte, como derechos de autor por una parte de sus obras en español. Dentro de estas publicaciones quedaban comprendidas jwírez y su México, además de ciertos estudios que proyectaba Roeder sobre el Porfirismo y la Revolución. La cifra de dinero que percibía Roeder no era muy alta, pero tampoco podía considerarse miserable. Equivalía entonces a lo que percibían algunos investigadores de primera categoría en nuestros centros de investigación. Con estos recursos bien podría vivir con modestia decorosa, pero no podía darse el lujo de comprar demasiados libros, ni siquiera los indispensables para estar enterado con elementos propios, del progreso de la historiografía mexicana. Antes de leer los documentos íntimos que se conservan sobre la vida de Ralph Roeder, recibí el impacto que me produjo su biblioteca. Conocerla había sido para mí uno de mis anhelos más vehementes. No pude prever la desilusión que me iba a producir. Pensé encontrarme con una de las colecciones más ricas en folletos, libros y diarios sobre la época de la Reforma, la Intervención Francesa y el Imperio. La colección de libros que el autor de juárez y su México dejó al morir, no llegaba a cinco centenares, entre los cuales no había propiamente joyas bibliográficas. No eran siquiera obras selectas. El lote estaba constituido, en su mayor parte, por los libros de publi­ cación reciente y de bajo precio. Abundaban las obras obse­ quiadas. Esto explica en gran parte las condiciones en que trabajó el investigador norteamericano. Para laborar con efi­ cacia, siempre es muy conveniente el poseer una biblioteca personal con los libros esenciales o estar adscrito en un centro de ,investigación que permite el fácil acceso a las fuentes docu­ mentales. Roeder no tenía ni una ni otra ventaja. ¿Pero no sentiría alguna vez el deseo vehement<! de vivir en esa atmós­ fera de cálida compañía que representa una librería de .autores selectos y d e los que no se privan la mayor parte de los hista­ riadores, por modesta que sea su condición económica? Cuando Ralph Roeder firmó con la Nacional Financiera el contrato en virtud del cual se comprometía a preparar libros que versarían sobre el Porfirismo y la Revolución Mexicana, tenía 74 años de edad. El viejo luchador conservaba un víg-or físico excepcional y una mente muy lúcida. Durante cinco años más continuó sus investigaciones con la misma tenacidad y el amor con los que había escrito las primera5 obra5 de su juventud. Vinieron los años tristes y fue el de 1969 probablemente el más doloroso de su existencia. El 18 de julio, FarÍa ~líndel1 Roeder, la fiel compañera de su vida, bajó al sepulcro. El funeral se hizo sin pompas. Para nuestra mentalidad de mexi­ canos, nos asombrará que un hombre del prestigio y la posición económica de Roeder, gaste unos seiscientos pesos en cosas funerarias y ordene la cremación del cadáver. Pero es n ece­ sario que al juzgar éste y otros aspectos de su vida, no se olvide nunca la contextura moral de aquel hombre. Durante los tres meses que siguieron a la muerte de faria, el escritor vivió momentos de intenso dramatismo. Huhiera querido seguir de inmediato a su esposa, pero antes de partir necesitaba terminar su obra Hacia el México moderno. "Irse sin terminarla · --dice Andrés H enestrosa- hubiera llido una contradicción de toda su vida. Un supremo homenaje a su patria adoptiva fue prolongar sus días para no dejarla incon­ clusa y para corresponder a los honores con que México lo distingu ió." !l No se puede luchar contra el tiempo y menos se puede luchar contra la muerte. Había llegado para Ralph Roeder el instante de la decisión fatal. . Con una sangre fría pasmosa redactó cartas, hizo testamento y dio las últimas disposiciones que le permitieron sentir que dejaba de él una memoria grata y respetable. Fue siempre un hombre solemne, aun en los detalles de su vida doméstica_ Pundonoroso - en grado extremo cuidó de cumplir con sus menores compromisos. El 3 de septiembre de 1969 redacta una carta dirigida a la señora Carmen Sordo de Gónzález Cosía, en la que declara que, temiendo _una muerte súbita -"habfa 140 3 Ralph Roedcr . ab. cit., prólogo de André! Henestr0!!3. p. xm. '"'"9' 142 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPOR ÁNEA DE M É XICO tenido un infarto y podía tener otro"- d eja mobiliario y algunas pequeñas cosas para ella. Siendo inquilino de su casa, se disculpa por dejar lleno todavía el d epartamen to con sus objetos personales . El estilo en la comunicac ión es el de un hombre que sabe que su muer te está próxima. A partir de este momento se tuvo el presentim iento de que él mismo pudiera poner fin violentam ente a su existencia. Ralph Roeder procedió a redactar su testamento . Es un document o sencillo, como sencillos fueron los actos de su vida entera. En él tiene palabras de generosida d y agradecim iento para los amigos que lo estimaron en su vida. En reconocim iento a los beneficios que México le otorgó, ordena que todos los bienes que posee a su faJIecimei nto queden a la disposició n del presidente de la República Mexicana, "suplicánd ole tenga la bondad de aplicar la totalidad a la institución o institu­ ciones de beneficenc ia pública que el mismo presidente estime designar" . Queda aún por redactar un a última disposició n . Sin fecharla, Ralph Roeder escribe una carta, tal vez la última, dirigida también a la señora Carmen Sordo de GonzáIez Cosío. Nuevas disculpas por las molestias que pueda causar una casa que no está desocupad a totalmente aunque, ya había procedido a desprende rse de muchas cos;::;. Hay recomenda ciones para los amigos y orden de regalar pequ eños objetos . Puede disponerse de sus libros o donarlos a una biblioteca . Escrupulo so hasta en el mínimo detalle deja una pequeña cantidad para los gastos funerarios y el pago de la luz y el tel éfono. El 27 de octu bre lleva a efecto la determina ción trágica de disponer de su propia vida. El 14 de noviembr e del ;¡ño de 1969, las autoridade s pro­ ceden a · efectuar eí inventario de los bienes mu ( blcs de la casa de Ralph Roeder. L as habitacion es dis ta ban mucho de ser lujosas. Aquélla era la mansión de un asceta de la cultura, que murió con modestia decorosa. Por disposició n del mismo Ralph Roeder se procedió a la incineraci ón de su cadáver. Cumplido su deseo no quedaba del hombre sino un puñado de cenizas. No dejó descenden cia. Nos quedan, sin embargo, sus . libros ~que según el decir de Marcelino Menéndez y Pelayo, son lo~ hijos que no mueren . RALPH ROEDER y su OBRA PósruMA 143 Ubicación historiogrd fica En los últimos cincuenta años, tres son los libros de 'mayor importanc ia que se han publicado para valorar al gobierno del general Díaz y su tiempo: El porfirismo : historia de un régimen, de José Valadés; la Historia moderna de México, escrita bajo la dirección de Daniel Cosía Víllegas, y Hacia el México moderno, de Ralph Roeder. Fue en 1941 cuando Valadés comenzó a publicar la obra que tituló El porfirismo : historia de un régimen. Tres aspecto'1 fundamen tales serían el objeto de su ambicioso proyecto: hablaría del nacimient o, del crecimien to y de la declinació n del régimen. El n acimiento fue abordado en el tomo publi . cado en 1941. En 1948 apareciero n dos volúmenes que inte· graron la parte relativa al crecimien to. Queda aún por publicar el tercer tomo sobre la decl inación. ¿Qué razones han detenido a Valadés para que después de 25 años no haya todavía publi­ cado la última parte de su trabajo? Aparte de ciertas vicisitudes de carácter político y económico por las que ha pasado Valadés, es el estudio de los años que van de 1908 a 1910 el que más serios trabajos le ha costado. Inn umerables cuartillas tiene escri­ tas actualmen te, para dar algún día fonna definitiva a una de las obras más sólidas de su talento creador. Pero en tanto que esto no suceda, el lector puede consult.ar las página~ que Valadés dedica a los últimos años del régimen del general Dfaz en su libro Made1'O, imaginaci ón y realidad, los dos primeros tomos de la Historia general de la Revolució n Mexicana, la Breve historia del porfirismo y la parte que al mismo régimen dedica en el tercer tomo de la Historia del pueblo de México. Fue sin duda alguna, José Valadés, el primer gran histo­ riador que empleó para el estudio del régimen porlirista métodos de investigac ión no usados hasta entonces por quienes del tema se habían ocupado. En ·la tarea de juzgar al general Díaz y a su obra varios escritores lo habían ya precedido. Con finalidade s de panegirist a y en vida de don Porfirio habían tomado la pluma H umberto Howe Bancroft, Bernardo Reyes y Juan Humbertü Cornyn. Después al tener lugar la caída del gobierno del general Díaz, escritores políticos corpo Ricardo Garda Granados, José López Portillo y Rojas, Emilio Rabasa, Ramón Prida y Francisco Bulnes con mayor o menor acierto, unos con resentimie nto y otros sin él, habían intentado un -.,. I 142 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO tenido un infarto y podía tener otro"- deja mobiliario y algunas pequeñas cosas para ella. Siendo inquil ino de su casa, se disculpa por dejar lleno todavía el departamento con sus objetos personales. El estilo en la comunicación es el de un hombre que sabe que su muerte está próxima. A partir de este momento se tuvo el presentimiento de que él mismo pudiera poner fin violentamente a su existencia. Ralph Roeder procedió a redactar su testamento. Es un documento sencillo, como sencillos fueron los actos de su vida entera. En él tiene palabras ele generosidad y agradecimiento para los amigos que lo estim<tron en su vida. En reconocimiento a los beneficios que México le otorgó, ordena que todos los bienes que posee a su fallecimeinto queden a la disposición del presidente dé la República Mexicana, "suplicándole tenga la bondad de aplicar la totalidad a la institución o institu­ ciones de beneficencia pública que el mismo presidente estime designar" . Queda aún por redactar una última disposición. Sin fecharla, Ralph Roede,r escribe una carta, tal vez la última, dirigida también a la señora Carmen Sordo de González Cosío. Nuevas disculpas por · ias molestias que pueda causar una casa que no está desocupada totalm en te aunque, ya había procedido a desprenderse de muchas cosz:.s. Hay recomendaciones para los amigos y orden de regalar pequeños objetos. Puede disponerse de sus libros o donarlos a una biblioteca. Escrupuloso hasta en el mínimo detalle deja una pequeña cantidad para los gastos funerarios y el pago de la luz y el teléfono. El 27 de octubre lleva a efecto la determinación trágica de disponer de su propia vida. El 14 de noviembre del año de 1969, las autoridades pro­ ceden a · efectuar eí inventario de los bienes mu ebles de la casa de Ralph Roeder. L<ts habitaciones distaban mncho de ser lujosas. Aquélla era la mansión de un asceta de la cultura, que murió con modestia decorosa. Por disposición del mismo Ralph Roeder se procedió a la incineración de su cadáver. Cumplido su deseo no quedaba del hombre sino un puñado de cenizas. No dejó descendencia. Nos quedan, sin embargo, sus libros "que según el decir de Marcelino Menéndez y Pelayo, son los hijos que no mueren. RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTUMA 143 Ubicación historiográfica En los últimos cincuenta años, tres son los libros de 'mayor importancia que se han publicado para valorar al gobierno del general Díaz y su tiempo: El porfirismo: historia de un régimen, de José Valadés; la Historia moderna de México, escrita bajo la dirección de Daniel Cosío Villegas, y Hacia el México moderno, de Ralph Roeder. Fue en 1941 cuando Valadés comenzó a publicar la obra que tituló El porfirismo: historia de un régimen. Tres aspect<Yl fundamentales serían el objeto de su ambicioso proyecto: hablaría del nacimiento, del crecimiento y de la declinación del régimen. El Dacimiento fue abordado en el tomo publi­ cado en 1941. En 1948 apareci eron dos volúmenes que inte­ graron la parte relativa al crecimiento. Queda aún por publicar el tercer tomo sobre la declinación. ¿Qué razones han detenido a Valadés para que después de 25 años no haya todavía publi­ cado la última parte de su trabajo? Aparte de ciertas vicisitudes de carácter político y económico por las que ha pasado Valadés, es el estudio de los años que van de 1908 a 1910 el que más serios trabajos le ha costado. Innumerables cuartillas tiene escri­ tas actualmente, para dar algún día forma definitiva a una de las obras más sólidas de su talento creador. Pero en tanto que esto no suceda, el lector puede consultar las página~ que Valadés dedica a los últim0s años del régimen del general Dfaz en su libro Madero, imaginación y realidad, los dO$ primero5 tomos de la Historia general de la Revolución Mexicana, la Breve historia del porfirismo y la parte que al mismo régimen dedica en el tercer tomo de la Historia del pueblo de México. Fue sin duda alguna, José Valadés, el primer gran histo­ riador que empleó para el estudio del régimen porfirista métodos de investigación no usados hasta entonces por quienes del tema se habían ocupado. En ·la tarea de juzgar al general Díaz y a su obra varios escritores lo habían ya precedido. Con finalidades de panegirista y en vida de don Porfirio habían tomado la pluma Humberto Howe Bancroft, Bernardo Reyes y Juan Humberto Cornyn. Después al tener lugar la caída del gobierno del general Díaz, escritores políticos carpo Ricardo Garda Granados, José López Portillo y Rojas, Emilio Rabasa, Ramón Prida y Francisco Bulnes con mayof o menor acierto, unos con resentimiento y otros sin él, habían intentado un 144 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MtXICO esbozo crítico sobre el dictador y su tiempo. Por diferentes que hayan sido estos autores entre sí, tenían un rasgo común que los identificaba: todos creían qu e la dictadura del general Díaz había sido una consecuencia obligada por la natural eza misma del pueblo mexicano. La habí an considerado necesaria durante los primeros años de su go bierno, pero casi todos se lamenta­ ban de que el dictador no hubiera muerto a tiempo, o no hubiese tenido la grandeza de alma suficiente para organizar políticamente al país, para que pudiera éste depender en lo futuro de sus leyes y no de sus hombres, como Bulnes dijera. ¿Tiene entonces algo de extraño que al juzgar la dictadura, ellos mismos pretendieran destacar el aspecto político del régimen? Nada más fácil que ha cer la historia del porfirismo sin profundizar en las · realidades económicas y sociales del país. ¿Y qué decir de la historia diplomática, de la historia de la cultura de la que no hay el m enor vestigio valioso en las obras que venimos examinando? Cuando Valadés comenzó a escribir so bre el porfirismo no marchó por los senderos trill ados. Tenía la suficiente campe· tencia para man ejar con admirable maestría múltiples ramos de la historia. Fue así, el primero que abordó desde un plano de alta seriedad crítica la histori a diplomática, económica y polí­ tica del porfirismo. Para lograr un buen éxito tenía la ventaja de conocer con gran profundidad la evolución cultural, así como las vicisitudes admipistrativas del régimen. Había estu­ diado además la historia institucional del México del siglo XIX. Pudo así ser en cierta fo r ma el primer navegante de una ruta inexplorada. Más tarde los estudios sobre el porfirismo avan­ zaron por cauces enteramente nuevos gracias a don Daniel Cosía Villegas y su grupo de investigadores. ¿Pero no fue un gran mérito de Valadés el haber sido el primero en trazar el camino, y haber avanzado solo, sin colaboradores, sin el auxilio de institutos que protegieran sus estudios. sin contar con auxilios económicos d el gobierno? Alguna vez dijo Valadés al autor de estas líneas, que ('los que juzgan a los escritores nunca debían olvidar el estudio de las condiciones en las cuales un libro se escribe". Ciertamente que en circunstancias menos dramáticas de aquellas en que Valadés redactó su A lamán ) estadista € historiador fueron es" critos sus volúmen es sobre El porfiris,¡no . Y cosa singular, al . hablar de este régimen el autor no se dejó arrastrar por el mag- RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSruMA 145 netismo que sobre él pudiera ejercer el personaje central de su libro. No lo dominÓ ni el odio ni el amor. Si en alguna de sus obras lo subjetivo y lo objetivo se disputaron la pre­ eminencia del historiador, fue precisamente al escribÍr El por­ lirismo., Valadés, que al hablar de Antonio López de Santa Anna, Lucas Alamán, José María Gutiérrez de Estrada y Mel­ chor Ocampo, con actitud casi de paternal tolerancia, no pudo sustraerse a la fascinación que sobre él ejercieron dichos per­ sonajes hasta el grado de desconocer o no analizar algunos de sus graves errores; al juzgar al general Díaz no sucumbe a esta postura. Si de algo podía pecar es de exceso de severidad y no de benevolencia con respecto al forjador de la dictadura. Quienes han examinado el porfirismo con criterio de juece~ implacables, quienes miran en el régimen fundamentalmente los aspectos negativos son indudablemente menos severos que el propio Valadés. El régimen de la paz causó a México mucho mayor número de males que los que suelen comúnmente creer sus adversarios. Léanse detenidamente el conjunto de censuras que hace Valadés a la administración porfiriana y se compren­ derá con cuanta dureza ha juzgado al régimen. Mas Valadés no busca los defectos de un hombre y de su administración con odio de político o con afán de sectario, sino que escudriña 34 años de historia para encontrar explicaciones. Y en ceTca de siete 1ustros descubre lo mismo grandezas que miserias_ Es incuestionable que por grandes que hayan sido loserro­ res de don Porfirio, por graves que resulten sus defectos como hombre de Estado, no es lógico pemar que todos sus errores y todos sus defectos fueran practicados de una manera cons­ ciente y con un espíritu de maldad. En múltiples momentns de la vida del caudillo vibró el más puro desinterés y el má~ recto patriotismo. Creyó ciertamente, casi por espíritu fetichis­ ta, en las excelencias de lo extranjero, pero no fue un ser ai<;­ lado en su tiempo. El complejo de inferioridad étnica hizo estragos hasta en los más altos valores políticos y culturales no solamente de México sino del mundo hispano del siglo XIX. Esto ha sido irrefragablementedemostrado. C omenzó Valadés su estudio so.b re el porfirismo conside· randa que era una época tan llena de abrojos canto sembrada de laureles. Entró Porfirio Díaz en.la gran historia política de México cuando "quien más, quien .menos exigia un puño para . corregir desmanes y sembrar bienes". .. ------------~~4W r----- 144 HiSTORiA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXiCO esbozo crítico sobre el dictador y su tiempo. Por diferentes que hayan sido estos autores entre sí, tenían un rasgo común que los identificaba: todos creían q uc la dictadura del general Díaz había sido una consecuencia obligada por la naturaleza misma del pueblo mexicano. La habían considerado necesaria durante los primeros años de su gobierno, pero casi toelos se lamenta­ ban de que el dictador no hubiera muerto a tiempo, o no hubiese tenido la grandeza de alma suficiente para organizar políticamente al país, para que pudiera éste depender en lo futuro de sus leyes y no de sus hombres, como Bulnes dijera. ¿Tiene entonces algo de extraño que al juzgar la dictadura, ellos mismos pretendieran d es tacar el aspecto político del régimen? Nada más fácil qu e ha cer la historia del porfirismo sin profundizar en las ' realidades económicas y sociales del país. ¿Y qué decir de la historia diplomática, de la historia de la cultura de la que no hay el menor vestigio valioso en las obras que venimos examinando? Cuando Valadés comenzó a escribir sobre el porfirismo no marchó por los senderos tril1ados . Tenía la su'fi ciente campe· tencia para manejar con admirable maestría múltiples ramos de la historia. Fue así, el primero que abordó desde un plano de alta seriedad crítica la historia diplomática, económica y polí­ tica del porfirismo. Para lograr un buen éxito tenía la ventaja d e conocer con gran profundidad la evolución cultural , así como las vicisitudes adm ipistrativas d el régimen. Había estu­ diado además la historia institucional del México del siglo XiX. Pudo así ser en cierta forma el primer navegante de una ruta inexplorada. Más tarde los estudios sobre el porfirismo avan­ zaron por cauces enterament e nuevos gracias a don Daniel Cosía Villegas y su grupo de investigadores. ¿Pero no fue un gran mérito de Valadés el haber sido el primero en trazar el camino, y haber avanzado solo, sin colaboradores, sin el auxilio de institutos que protegieran sus estudios, sin contar con auxilios económicos del gobierno? Alguna vez dijo Valadés al autor de estas líneas, que "los que juzgan a los escritores nunca debían olvidar el estudio de las condiciones en las cual es un libro se escribe" . Ciertamente que en circunstancias menos dramáticas de aquellas en que Valadés redactó su A [amán ) estadista e historiador fueron es" critos sus volúmenes sobre El porfiris,¡no. Y cosa singular, al hablar de este régimen el autor no se dejó arrastrar por el mag- 41 RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSruMA 145 netismo que sobre él pudiera ejercer el personaje central de su libro. No lo dominó ni el odio ni el amor. Si en alguna de sus obras lo subjetivo y 10 objetivo se .disputaron la pre­ eminencia del historiador, fue precisamente al escribír El por­ firismo-, Valadés, que al hablar de Antonio López de Santa Anna, Lucas Alamán, José María Gutiérrez de Estrada y Mel­ chor Ocampo, con actitud casi de paternal tolerancia, no pudo sustraerse a la fascinación que sobre él ejercieron dichos per­ sonajes hasta el grado de desconocer o no analizar algunos de sus graves errores; al juzgar al general Díaz no sucumbe a esta postura. Si de algo podía pecar es de exceso de severidad y no de benevolencia con respecto al forjador de la dictadura. Quienes han examinado el porfirismo con criterio de juece~ implacables, quienes miran en el régimen fundamentalmente los aspectos negativos son indudablemente menos severos que el propio Valadés. El régimen de la paz causó a México mucho mayor número de males que los que suelen comúnmente creer sus adversarios. Léanse detenidamen te el con junto de censura~ que hace Valadés a la administración porfiriana y se compren­ derá con cuanta dureza ha juzgado al régimen. Mas Valadés no busca los defectos de un hombre y de su administración con odio de político o con afán de sectario, sino que escudriña 34 años de historia para encontrar explicaciones. Y en cerca de siete lustros descubre lo mismo grandezas que miserias. Es incuestionable que por grandes que hayan sido loserro­ res de don Porfirio, por graves que resulten sus defectos como hombre de Estado, no es lógico pensar que todos sus errores y todos sus defectos fueran practicados de una manera cons­ ciente y con un espíritu de maldad. En múltiples momentos de la vida del caudillo vibró el más puro desinterés y el más recto patriotismo. Creyó ciertamente, casi por e~pfritu fetich is· ta, en las excelencias de lo extranjero, pero no fue un ser ai~· lado en su tiempo. El complejo de inferioridad étnica hizo estragos hasta en los más altos valores políticos y culturales no solamente de México sino del mundo hispano del siglo xrx. Esto ha sido irrefraga blemen te demostrado. Comenzó Valadés su estudio sobre el porfirismo conside· randa que era una época tan llena de abrojos corrio sembrada de laureles. Entró Porfirio Díaz en.la gran historia política de México cuando "quien más, quien menos exigía un puño para . corregir desmanes y sembrar bienes". 146 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTIlMA 147 , Quien derribó el gobierno de Lerdo de Tejada y puso después los cimientos de una dictadura, ¿tenía las cualidades que se necesitan para ser hombre de mando? Indiscutiblemen­ te. Su carrera había sido para don Porfirio ftiente de ilustra­ ción política: Por su templanza como civil y su gallardía como soldado; y por lo recio de su figura y el fuste de su tesón¡ por su fervor patriótico y el sosiego en su retiro, don Porfirio parecía perte­ necer a la reducida lista de los hombres a quienes nunca encuen­ tra la noche. Formado en el vivaque, gozaba Díaz de esa salud moral que es resultado de la indagación de lo propio y del examen de lo ajeno; porque si el trato con rudos soldados le concedió opor­ tunidad de penetrar en la naturaleza humana, y el triunfo guerrero le hizo cauteloso de las vanidades, las marchas, las desazones, los peligros, las dudas, los sufrimientos, en suma todo lo que compone el cuadro de la vida de un ejército, que en México no es cuartel sino romance; esto todo, se repite, pro­ porcionó a don Porfirio un par de dones: el sentido del excelso mexicanismo y el prudente a la vez que eficaz mando. 4 Los enemigos de Díaz hubieran querido que Valadés, pági­ na tras página, se dedicara a fulminar anatemas contra don Porfirio, pero eso hubiera equivalido a no escribir historia sino a subordinar su talento al servicio de una pasión política. Valadés no escatimará sus elogios al general Díaz cuando los cree merecidos, pero tampoco se abstendrá de censurar su con­ ducta cuando el jefe de Estado es digno de censura. Muchos reproches se le han hecho al régimen porfirista, pero no pocos de los grandes males que éste produjo al país tuvie­ ron sus raíces en la época que le precedió. ¿No fue aun sin quererlo don Cabina Barreda el difusor de una doctrina que creó en la mente de tantos hombres del periodo porfirista un amor desmedido al progreso, una ambición de riqueza sin pro­ curar someter a una mOTal su línea de conducta? La mayor parte de los liberales había buscado la solución del problema mexicano inspirados en ideas extranjeras s'in ahondar en el estudio de las raíces de lo m~xicano. El porfiris­ mo exageró todavía más la devoción d€ lo exterior. 4 José C. Valadés, El porfirismo. Historia de ¡m rr'gimen. Mé:xico, Editorial Patria, 1948, t. JI, p. 276. Fue Barreda -dice Valadés- el sacerdote de esa religión que parecía alumbrar el universo: la religión de la libertad. Creró en la ciencia; amó la ciencia; pero vivió en un mundo extraño al del cielo que cubría a su país. Hizo una escuela que fue la base ~obre la que se erigió el régimen porfirista; escuda de [a que hubo de salir ese grupo dominante, descreído e impío. antiespañol y afrancesado, que sólo quiso saber la dirección de las cosas, olvidando el valor del alma humana. 5 y sin emb:ugo aquel afán materialista fue favorable y desfa­ vorable a México. Con el régimen porfirista -añade Valadés- renace la lerenda de la riqueza mexicana, y al igual que en los comienzos de la República el Estado confía en el orden, el individuo en la ima­ ginación. El partido militar, en el poder, quiere hacer lo que no hizo el partido burocrático. Hay ensueños de grandeza. Mé­ xico es conducido hacia el ritmo del mundo civilizado; para ello se pretende dar pasos de gigante_ Con el concepto spence­ ,-iano, se niega la Providencia, para creerse en el Progreso. Nada se mide. P;Hece que al hombre le han salido alas. La imaginación del criollo, de suyo inmensa, riega al país de ferrocarriles, abre canales navegables, forja una marina mer­ cante; proyecta ciudades, draga puertos; tiende líneas telegrá­ ficas y telefónicas; sueña en la colonización; estimula exposicio­ nes; fomenta el inversionismo extranjero. 6 Lo que VaJadés lamenta es que al rebelarse el país contra su educación española, lejos de construir lo mexicano, cayó en la burda imitación de lo exótico. Incapaces los hombres de la época de poner las bases de un pensamiento propio, prefirje­ ron importar ideas principalmente francesas. Ya no tuvo el país ni siquiera generales -generales del siglo XIX- que era lo único mexicano que existía, donde no había ni teólogos, ni historiadores, ni universidades, ni escuelas, ni costumbres, ni leyes propias. 7 Si los intelectuales mexicanos se emancipaban de una doc­ trina exótica, era para caer en Jos brazos de atTa dpctrjna ex­ ro José C. Valadés, El porfirismo. Mé:xico, antigua Librería de Robredo, d~ José: Porrúa e hijos, 1940, p. 196-197. ' 60b. cit., p. 3:>9. 7lbidem, p. 390. RALPH ROEDER y MÉXICO HISTOR IA MODER NA Y CONTE MPORÁ NEA DE ]46 , puso Quien derrib ó el gobie rno de Lerdo de Tejad a y ades cualid las despu és los cimien tos de una dictad ura, ¿tenía men­ que se necesi tan para ser homb re de mando ? Indisc utible ilustra ­ te. Su carrer a había sido para don Porfir io fuente de ción polític a: o; y Por su templa nza como civil y su gallard ía como soldad fervor su por tesón; su de fuste el y figura su de por lo recio perte­ patrió tico y el sosiego en su retiro, don Porfiri o pared a ­ encuen nunca s necer a la reduci da lista de los hombr es a quiene tra la noche. que Forrr1ado en el vivaque, gozaba Díaz de esa salud moral lo de n exame del y propio lo de ción es resulta do de la indaga opor­ ió conced le os soldad rudos con trato el si e ajeno; porqu tunida d de penetr ar en la natllra leza human a, y el triunfo las guerre ro le hizo cauteloso de las vanida des, las marchas, suma en ientos, sufrim los desazones, los peligros, las dudas, que todo lo que compo ne el cuadro de la vida de un ejércit o, pro­ repite, se todo, esto ce; roman sino l en México no es cuarte porcio nó a don Porfir io un par de dones: el sentid o del4 excelso mexica nismo y el pruden te a la vez que eficaz mando . pági­ Los enemi gos de Díaz hubie ran querid o que Valadé s, don na tras página , se dedica ra a fulmi nar anatem as contra histor ia Porfir io, pero eso hubie ra equiv alido a no escrib ir a. polític pasión una de io servic al o sino a subor dinar su talent los o cuand Díaz l genera al s elogio Valad és no escati mará sus su con­ cree merec idos, pero tampo co se absten drá de censu rar ra. censu de digno es Estado ducta cuand o el jefe de pero Much os reproc hes se le han hecho al régim ell porfir ista, tuvie­ no pocos de los grand es majes que éste produ jo al país aun sin ron sus raíces en la época que le preced ió. ¿No fue na que doctri una de r difuso el da quere rlo don Gabin o Barre un ista porfir o period del res homb creó en la mente de tantos pro­ sin a riquez de ión ambic una amor desme dido al progre so, curar somet er a una moral su línea de condu cta? ón La mayor parte de los libera les había busca do la soluci s'in jeras del proble ma mexic ano inspir ados en ideas extran porfiri s­ ahond ar en el estudi o de las raíces de lo m~xicano. El mo exage ró todaví a más la devoc ión dª lo exteri or. . México, Editoria l José C. Valadés , El porfiris/ llo. Historia de ~17 '-¿gimen 276. Patria, 1948, t. JI, p. 4 su OBRA PÓSTIlM A 147 que Fue Barred a -dice Valad és- el sacerd ote de esa religió n Creyó d. liberta la de n parecí a alumb rar el universo: la religió o en la ciencia; amó la ciencia; pero vivió en un mundo extrañ la fue que escuela una Hizo país. al del cielo que cubri¡¡. a su de base sobre la que se erigió el régime n porfiri sta; escuela impío. e ído descre ante, domin grupo ese salir de la que hubo de antiesp añol y afranc esado, que sólo quiso saber la dirección 5 a. las cosas, olvida ndo el valor del alma human y desfa­ y sin embar go aquel afán mater ialista fue favora ble vorab le a Méxic o. a Con el régime n porfiri sta -añad e Valad és- renace la leyend la de zos de la riquez a mexic ana, y al igual que en los comien ima­ Repúb lica el Estado confía en el orden, el indivi duo en la que lo hacer quiere poder, el ginaci ón. El partid o milita r, en Mé­ za. grande de os ensueñ Hay ático. no hizo el partid o burocr para ado; civiliz mundo del ritmo el hacia xico es condu cido ­ ello se preten de dar pasos de gigante. Con el concep to spence ~o. Progre riano, se niega la Provid encia, para creerse en el alas. N ada se mide. P;¡rece que al hombr e le han salido de país al riega sa, La imagin ación del criollo, de suyo inmen mer­ marina una forja bles, ferrocarriles, abre canales navega ­ cante; proyec ta ciudad es, draga puerto s; tiende líneas telegrá cio­ exposi la estimu ; zación coloni la en sueña ficas y telefónicas; nes; fomen ta el invers ionism o extran jero. 6 Lo que VaJad és lamen ta es que al rebela rse el país contra en cayó ano, su educa ción españo la, lejos de constr uir lo mexic la de es la burda imitac ión de lo exótic o. Incapa ces los hombr e­ época de poner las bases de un pensa mient o propio , prefiri sas. france nte palme princi ron impor tar ideas siglo Ya no tuvo el país ni siquie ra genera les -gener ales del había no donde , existía que ano mexic único lo XIX- que era s, ni ni teólogos, ni histori adores , ni universidades, ni escuela 7 s. costumbres, ni leyes propia doc­ Si los intelec tuales mexic anos se emanc ipaban de una exna dpctri atTa de brazos trina exótic a, era para caer en Jos de Robredo , d~ José C. Valadés , El porfiris mo. México, antigua Librcría . 196-197. p. 1940, hijos, José Porrúa c 60b. cit., p. 3:;9. 71bidem , p. 390. r, 148 tranjera. Si un jurista como Vallarta se destacaba por su ciencia, ésta vivía nutrida de doctrinas angloamericanas "olvidando la formación étnica, econ ómica y social de México". D e allí el desequilibrio que tendría que operar entre lo jurídico y lo social. Hubo sin embargo un bello instante en la historia dd naci­ miento del régimen, el socialismo comenzó a lograr prosélitos. Se reunieron congresos, se hicieron publicaciones importantes de carácter socialista. Mas este generoso impulso perdió su fuerza sin que interviniera siquiera la autoridad del Estado para lograrlo : Después de 1880, entra el movimiento obrero y social de México en su declinación. La fal ta de ideas pr~ci s as; la inconsistencia de los propagandistas, la debilidad de un Estado industrial y la impotencia de una naciente organización frente al desarrollo político del nuevo régimen, fueron las causas de ese rápido ocaso; y es también la falta de ideas, unida al exceso de pala­ bras y al preciosismo en la composición literari a, característica de los intelectuales de .los primeros años del régimen porfirista . La forma en el decir lo lleva todo ; el pensamiento se hunde en un lago sin medid a y sin espacio. La imprecisión de ideas hace que una vez se hable en nombre de una moral que luego se condena; obliga a un a creencia que en seguida se niega; se erige un altar que más adelante se destruye. 8 En aquella crisis de valores " lo único que pudo dar vida cultural a México era el espíritu ciclópeo de la transformación de lo español en americano. Pero el porfirismo no comprendía los problemas culturales ; la visión d e una nacionalidad, no alcanzaba 3. tal superioridad. El nu evo r égimen sólo queda entender los problemas 'científicos': burocracia organizada, rentas públicas, sistemas t r ibutarios; obediencia de los gober­ nadores, ensayos de ciencia universitaria, lineralidad para las religiones, exportación de materias primas, complacencias a los Estados Unidos" . Poco es sin duda lo que el país ha logrado al finalizar la etapa del crecimiento. Es por eso que Valadés al concluir su primer tomo sobre el .,régimen porfirista se expresa con una elegancia que no puede ocultar su melancolía . 8 RALPH ROEDER y SU OBRA PósnJMA HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO Ibidem, p. 399. 149 La única concepción de grandeza de ese régimen que nació de la desesperación y del desengaño, de la fuerza yde la dis­ ciplina, del orden y de la armonía autoritarios, fue el Estado, fue la nación. Todavía en esos primeros años de su nacimiento, el régimen porfirista, no llegaba al punto soberano de su historia; pero lo alcanzaría, con creces, en ese desenvolvimiento magnífico que cerró su carrera ascendente junto con un siglo oropelesco. 1I Cuando José Valadés publicó en 1948 los dos volúmenes del segundo tomo de El p0rfirismo, habían pasado ya siete años de aquel en que iniciara con El nacimiento, el estudio de uno de los regímenes más enmarañados de la historia de Méxi­ co. Había sido objeto de no pocas censura~ que lejos de cau­ sarle desaliento intensificaron su fe en México y su amor a la historia . No son muchos siete años en la vida de un historiador y sin embargo, en ese corto periodo, una poderosa evolución mental se había operado en Valadés. Su crítica era más sutil y el estilo literario habíase robustecido en precisión y elegancia_ Censurado por haberse dedicado al estudio de personajes "ex­ cluidos o mancillados por la historia liberal como Antonio López de Santa Anna, Lucas Alamán, José María Gutiérrez de Estrada y Porfirio Díaz", contestaba que aunque él era de cuna liberal concebía que "la historia no es ciencia llamada a extir­ par épocas o individuos; esa tarea corresponde en todo caso a la política" . Ahora bien, si se buscara en Valadés el motivo fundamental que ha movido sus preocupaciones de historiador, habría que declarar que ha buscado durante décadas con laboriosidad in­ fatigable el sentido de lo mexicano. Por eso al estudiar un aspecto de la historiografía del porfirismo no puede ocultar la indagación que le produce. Leyendo esa historia oficial, crecimos odiando todo lo acaecido en nuestra patria en los dos primeros tercios del siglo pasado, puesto que lós historiadores del Estado sólo nos hicieron cono­ cer . los horrores de la traición y del crimen, para realzar la magia pacifista. 10 I !J 10 Ibidem, p . 43 5. El porfirismo. Ob . cit., t. n, p. xxv-un ,~-- 148 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO tranjera. Siun jurista como Vallarta se destacaba por su ciencia, ésta vivía nutrida de doctrinas angloamericanas "olvidando la formación étnica, económica y social de México". De alU el desequilibrio que tendría que operar entre lo jurídico y lo social. . Hubo sin embargo un bello instante en la historia del naci­ miento del régimen, el socialismo comenzó a lograr prosélitos. Se reunieron congresos, se hicieron publicaciones importantes de carácter socialista. Mas este generoso impulso perdió su fuerza sin que interviniera siquiera la autoridad del Estado para lograrlo: Después de 1880, entra el movimiento obrero y social de México en su declinación. La falta de ideas precisas; la inconsistencia de los propagandistas, la debilidad de un Estado industrial y la impotencia de una naciente organización frente al desarrollo político del nuevo régimen, fueron las causas de ese rápido ocaso; y es también la falta de ideas, unida al exceso de pala· bras y al preciosismo en la composición literaria, característica de los intelectuales de los primeros años del régimen porfirista. La forma en el decir lo lleva todo; el pensamiento se hunde en un lago sin medida y sin espacio. La imprecisión de ideas hace que una vez se hable en nombre de una moral que luego se condena; obliga a una creencia que en seguida se niega; se erige un altar que más adelante se destruye. 8 En aquella crisis de valores "lo único que pudo dar vida cultural a México era el espíritu ciclópeo de la transformación de lo español en americano. Pero el porfirismo no comprendía los problemas culturales; la visión de una nacionalidad, no alcanzaba a tal superioridad. El nuevo régimen sólo quería entender los problemas 'científicos': burocracia organizada, rentas públicas, sistemas tributarios; obediencia de los gober­ nadores, ensayos de ciencia universitaria, lineralidad para las religiones, exportación de materias primas, complacencias a los Estados U nidos" . Poco es sin duda lo que el país ha logrado al finalizar la etapa del crecimiento. Es por eso que Valadés al concluir su primer tomo sobre el.régimen porfirista se expresa con una elegancia que no puede ocultar su mdancolía. 8lbidem, p. 399. RALPH ROEDER y SU OBRA PÓS"nJMA 149 La única concepción de grandeza de ~ régimen que nació de la desesperación y del desengaño, de la fuerza y de la dis.­ ciplina, del orden y de la armonía autoritarios, fue el Estado, fue la nación. Todavía en esos primeros años de su nacimiento, el régimen porfirista, no llegaba al punto soberano de su historia; pero lo alcanzaría, con creces, en ese desenvolvimiento magnífico que cerró su carrera ascendente junto con un siglo oropelesco. 1I Cuando José Valadés publicó en 1948 los dos volúmenes del segundo tomo de El p0rfirismo, habían pasado ya siete años de aquel en que iniciara con El nacimiento, el estudio de uno de los regímenes más enmarañados de la historia de Méxi­ co. Había sido objeto de no pocas censura~ que lejos de cau­ sarle desaliento intensificaron su fe en México y su amor a la historia. No son muchos siete años en la vida de un historiador y sin embargo, en ese corto periodo, una poderosa evolución mental se había operado en Valadés. Su crítica era más sutil y el estilo literario habíase robustecido en precisión y elegancia_ Censurado por haberse dedicado al estudio de personajes "ex­ cluidos o mancillados por la historia liberal como Antonio López de Santa Anna, Lucas Alamán, José María Gutiérrez de Estrada y Porfirio Díaz", contestaba que aunque él era de cuna liberal concebía que "la historia no es ciencia llamada a extir­ par épocas o individuos; esa tarea corresponde en todo caso a la política". Ahora bien, si se buscara en Valadés el motivo fundamental que ha movido sus preocupaciones de historiador, habría que declarar que ha buscado durante décadas con laboriosidad in­ fatigable el sentido de lo mexicano. Par eso al estudiar un aspecto de la historiografía del porfirismo no puede ocultar la indagación que le produce. Leyendo esa historia oficial, crecimos odiando todo 10 acaecido en nuestra patria en los dos primeros tercios del siglo pasado. puesto que lós historiadores del Estado sólo nos hicieron cono­ cer ' los horrores de la traición y del crimen, para realzar la magia pacifista. 10 I 9lbidem, p. 435. 10 El porfirismo. Ob. cit., t. n, p. XXV-xXVI. - 150 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO ¿Para completar el juicio no podría agregarse parafraseando a Valadés, que la historiografía oficial de nuestro tiempo ha despreciado todo lo acontecido bajo el porfirismo para realzar la magia de la Revolución? La crítica no puede desdeñar el estudio sobre el periodo dictatorial sin incurrir en el pecado de arrancar un enorme fragmento de la historia. Es imposible explicar con claridad las directrices que en lo económico, lo político y lo social siguió la Revolución Mexicana, si no se estudian previamente sus antecedentes en el periodo porfirista. Es un error muy generalizado suponer que el México de Porfirio Díaz vivió bajo la influencia de un perpetuo terror. El mal que hizo el dictador fue más grave todavía: contribuyó a extirpar los pocos vestigios del espíritu cívico que aún había, no por medio de la violencia, como medio principal, sino re­ curriendo fundamentalmente a la corrupción. No le falta razón a Valadés cuando afirma que el liberalismo claudicó misera­ blemente ante Porfirio Díaz. Por otra parte los grandes prela­ dos de la Iglesia católica no fueron menos sumisos a .la auto­ ridad del presidente de la República. Mas la obra de sumisión no se logró de inmediato. Ni los cuatro primeros años del gobierno de DIaz, ni el periodo de González fueron suficientes para consolidar la dictadura. Por desmesuradas que fueran las ambiciones políticas de Díaz, cuando en 1884 ocupó por segun­ da vez el poder presidencial, es incuestionable que no pudo prever que iba a ser el jefe de su país durante 27 años más. Un lustro después de que Valadés publicó su segundo tomo de El porfirismo, don Daniel Cosía Villegas inició a su vez la publicación de la HistoTÍa moderna de México. La magna em­ presa tendría como objeto no sólo el estudio de la época que sus autores llaman Porfiriato, sino también el periodo deno· minado República restaurada. Para la redacción de la Historia moderna de México empleó Cosío Villegas el auxilio de más de una docena de colabora­ dores, entre los cuales se contaban personalidades destacadas en el campo de la investigación como Moisés González Navarro, Luis González y González, Francisco R. Calderón, quienes te­ nían ya un prestigio adquirido como trabajadores de la his­ toria. Impulsados por el espíritu de superación que inspiraba a Cosía Villegas, y por convención propia también, muchos de - ---y RALPH ROEIJER y su OBRA PÓSTUMA 151 los colaboradores acabarían por lograr una brillante culmina· ción. Después de haber escrito el octavo volumen de la Historia moderna de México, Daniel Cosío Villegas declaró que antes de él y de José Valadés no se había escrito sino prehistoria del "porfiriato". Con ello daba a entender que gracias a los dos había sido posible que se redactara sobre el régimen del gene­ ral Díaz una historia crítica con fundamentos sólidamente cien­ tíficos. Algunos discípulos de Cosía Villegas han dicho que su mae~­ tro se ha expresado elogiosamente hablando de Valadés, tanto en institutos culturales y universidades mexicanas y norteame· ricanas. Es posible, pero convendría recordar tatnbién que en un estudio titulado Historiografía del México moderno al ha· blar del autor de El porfirismo. Historia de un régimen comen­ zó don Daniel por hacer una apreciación generosa. A pesar de que El porfirismo de Valadés no abarca toda la Historia Moderna, pues, parte de 1877, representa un progreso enonne sobre las demás historias particulares y aun sobre toda la literatura histórica de la época. Por la primera vez se hace una investigación seria; para ello, se agotan las fuentes secun­ darias, se va a las primarias y con una energia impresionante: es difícil imaginar que otro investigador pueda repetir la haza· ña de consultar tal cantidad de documentos, privados -y oficia­ les, -manuscritos o impresos, y tal masa de publicaciones perió­ dicas, de la capital y de las provincias, políticas, literarias - y técnicas. Valadés se propuso presentar un cuadro completo del porfiriato: su vida politica, su vida económica y su vida social. La iniciación y el crecimiento del régimen han consumido los tres volúmenes y la decadencia se llevará otros dos, por 10 me­ nos; de este modo, la obra completa bien podría alcanzar las dos mil páginas. 11 Cosía Vi llegas señalaba también lo que a su juicio consti­ tuía sus limitaciones. No le agradaba su estilo literario y Jos resultados de su obra le parecían inferiores al esfuerzo desple­ gado por el historiador. Para que el autor valore los argumen· tos de don Daniel con mayor precisión, conviene transcribir sus ideas al respecto. 11 Daniel Cosío Villegas, La historiografTa polftica' del México moderno. Sobretiro de la Memoria del Colegio Nadonal, México, 1953, p. 3. ~ -----_ .. ---------,.--­ \ 150 . HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO ¿Para completar el juicio no podría agregarse parafraseando a Valadés, que la historiografía oficial de nuestro tiempo ha despreciado todo lo acontecido bajo el porfirismo para realzar la magia de la Revolución? La crítica no puede desdeñar el estudio sobre el periodo dictatorial sin incurrir en el pecado de arrancar un enorme fragmento de la historia. Es imposible explicar con claridad las directrices que en lo económico, lo político y 10 social siguió la Revolución Mexicana, si no se estudian previamente sus antecedentes en el periodo porfirista. Es un error muy generalizado suponer que el México de Porfirio Diaz vivió bajo la influencia de un perpetuo terror. El mal que hizo el dictador fue más grave todavía: contribuyó a extirpar los pocos vestigios del espíritu cívico que aún había, no por medio de la violencia, como medio principal, sino re­ curtiendo fundamentalmente a la corrupción. No le falta razón a Valadés cuando afirma que el liberalismo claudicó misera­ blemente ante Porfirio Díaz. Por otra parte los grandes prela­ dos de la Iglesia católica no fueron menos sumisos a .la auto­ ridad del presidente de la República. Mas la obra de sumisión no se logró de inmediato. Ni los cuatro primeros años del gobierno de Diaz, ni el periodo de González fueron suficientes para consolidar la dictadura. Por desmesuradas que fueran las ambiciones políticas de Díaz, cuando en 1884 ocupó por segun· da vez el poder presidencial, es incuestionable que no pudo prever que iba a ser el jefe de su país durante 27 años más. Un lustro después de que Valadés publicó su segundo tomo de El porfirismo, don Daniel Cosía Villegas inició a su vez la publicación de la Hist01·ia moderna de México. La magna em· presa tendría como objeto no sólo el estudio de la época que sus autores llaman Porfiriato, sino también el periodo deno· minado República restaurada. Para la redacción de la Historia moderna de México empleó Cosío Villegas el auxilio de más de una docena de colabora­ dores, entre los cuales se contaban personalidades destacadas en el campo de la investigación como Moisés González Navarro, Luis González y González, Francisco R . Calderón) quienes te­ nían ya un prestigio adquirido como trabajadores de la his­ toria. Impulsados por el espíritu de superación que inspiraba a Cosía Villegas, y por convención propia también, muchos de RALPH ROEUER y SU aRRA PÓSTUMA 151 los colaboradores acabarían por lograr una brillante culmina­ ción. Después de haber escrito el octavo volumen de la Historia moderna de México, Daniel Cosía Villegas declaró que antes de él y de José Valadés no se había escrito sino prehistoria del "porfiriato". Con ello daba a entender que gracias a los dos había sido posible que se redactara sobre el régimen del gene­ ral Díaz una historia crítica con fundamentos sólidamente cien­ tíficos . Algunos discípulos de Cosía Villegas han dicho que su maes­ tro se ha expresado elogiosamente hablando de Valadés, tanto en institutos culturales y universidades mexicanas y norteame· ricanas. Es posible, pero convendría recordar también que en nn estudio titulado Historiografía del México moderno al ha­ blar del autor de Elporfirismo. Historia de un régimen comen­ zó don Daniel por hacer una apreciación generosa. A pesar de que El porfírismo de Valadés no abarca toda la Historia Moderna, pues, parte de 1877, representa un progreso enorme sobre las demás historias particulares y aun sobre toda . la literatura histórica de la época. Por la primera vez se hace una investigación seria; para ello, se agotan las fuentes secun­ darias, se va a las primarias y con una energia impresionante: es difícil imaginar que otro investigador pueda repetir la haza­ ña de consultar tal cantidad de documentos, privados·y oficia­ les, ·manuscritos o impresos, y tal masa de publicaciones perió­ dicas, de la capital y de las provincias, políticas, literarias · ~ técnicas. Valadés se propuso presentar un cuadro completo del porfiriato: su vida política, su vida económica y su vida social. La iniciación y el crecimiento del régimen han consumido los tres volúmenes y la decadencia se llevará otros dos, por lo me­ nos; de este modo, la obra completa bien podria alcarwrr las dos mil páginas. 11 Cosío Villegas señalaba también lo que a su juicio consti­ tuía sus limitaciones. No le agradaba su estilo literario y los resultados de su obra le parecían inferiores al esfuerzo desple­ gado por el historiador. Para que el autor valore los argumen­ tos de don Daniel con mayor precisión, conviene transcribir sus ideas al respecto. 11 Daniel Cos!o VilIegas, l..a historiografia polftíca ' del México moderno. Sobretiro de la Memoria del Colegio Nacional, México, 1953, p. 3. 152 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO RALPH ROEDER y . No es agradable la lectura del Porfiri.smo; a veces, escuece, irrita. La pluma que lo escribe es ligera, ~ro no atrevida y menos diabólica; .habría bastado para lograr un relato simple y di­ recto, no para sustentar la novedad arbitraria, engalanar la para­ doja y hacer virtuosa la volubilidad. Puedo estar equivocado, desde luego; pero me parece que el autor se ha propuesto ser . una, especie de escritor tozudo, cuyo extremo, el tough writer, ha estado tan de moda en la reciente literatura norteamericana. Nosotros tuvimos mucho antes esa clase de escritor. Francisco Bulnes y José Vasconcelos han podido servir de modelos. Uno puede ignorar toda la obra histórica de estos dos autores sin perjudicar la propia; pero, puesto a imitarlos, sólo podrán eva­ dir su influencia perniciosa, el talento genuino, la cultura añeja y la modestia que prefiera el acierto menor al disparate mayor. Un capítulo de la obra de Valadés lleva por título "Escote y fisco"; otro, "Rueda y humo"; un tercero, "El barroco del exte­ rior". El lector candoroso (y los buenos lectores lo son siempre) acabará por preguntarse si el libro cuyo índice repasa es una colección de charadas ( ) o el sumario de una historia. No cuesta trabajo admitir que José Bergamín tenía aciertos acro­ báticos cuando llamaba a la historia "Presencia del pasado"; a la ciencia, "Aventura del pensamiento", y a la creación poética, "Dimensión imaginaria"; pero aun esos hallazgos verbales pasan de moda y pronto se hacen hueros. Hay algo de mayor importancia en la obra de Valadés. Reco­ nocido el enorme trabajo de investigación en que descansa, no deja de afligir el fruto menor que obtiene de esa erudición indudable: le sirve para establecer hechos, casi nunca para normar juicios; estamos ante el caso de un fabricante de teorías grandiosas que intenta explicar cómo y por qué las fuerzas históricas tenían que desembocar en donde desembocaron. Toda esa información caudalosa es usada, por ejemplo, para establ~­ cer que el general Díaz ascendió al poder el 5 ele mayo de 1877, pero no se consigue demostrar que, al hacerlo, gozaba de la "confianZa de los partidos vencidos". Esta afirmación, la verdade­ ramente interesante, carece en el libro de sustento documental, y es, además, inexacta. Estas limitaciones son las que bien podrían llamarse "normales" en una obra extensa y ambiciosa. Hay además un matiz de sig­ nificación particular. Éste es, sin duda, el caso patético de , 01igofrenia que el empeiio representa; Tengo para mí que el señor Valadés, después de escribir una biografía apologética de Lucas Alamán, se propuso estudiar a Porfirio Diaz como el otro su OBRA PÓsTu~fA l5~ héroe conservador del siglo XIX. Y se lanza con la certídum bre de que Porfirio Díaz es, en efecto, un héroe, el de "la paz y la concordia nacionales", por lo menos. Con una idea bulnesiana, fabrica entonces el partido "burocrático ... , tenebroso, despia­ dado, indolente, que provocó una y muchas veces tan seria! rivalidades en el seno de la autoridad mexicana". Porfirio Díaz, por supuesto, acaudillaba a "la parte más resuelta" de lo!! par­ tidos políticos mexicanos; sus componentes eran lO!! guerrenx, y los pobrecitos guerreros estaban agobiados por el imperio del escribiente. Los "escribientes" eran Juárez, Lerdo, Iglesia,s y otros civiles ilustres. Es de suponerse que también debieran ser incluidos los porfiristas más distinguidos: Ignacio Ramírez e Ignacio Altamirano, Vallarta, Zamacona, Ezequiel Montes, Pro­ tasio Tagle, etcétera. Esto ocurre en las primeras páginas del primer volumen de la obra; pero ya para mediados del segundo, el autor descubre el disimulo de Porfirio ante el asesinato de Carda de la Cadena. Tiene que aceptar que la carta del dic­ tador lo cubre de ignominia y revela en cuan poco aprecio tenía la vida humana y qué extraño era el régimen porfirista a los mandatos de la ley; por eso, Valadés concluye que la!! virtudes de un jefe de Estado caen ante este documento, que es bastante para dictar el más severo de los falIos contra don Porfirio ... y al acercarse al final del tercer tomo, se le escapa lo que debe tenerse como una confesión: "el prestigio de Porfirio Diaz, por mds grande elevación que se le quiera proporcionar, no deja de ser amargo y siniestro". El origen de esta actitud está en haber partido de la noción de un héroe; el historiador lidia con hombres de carne y hueso, o de barro, si se prefiere; nunca con héroes o con dioses. Quie­ nes lo olvidan, saltan de la historia a la mitblogia. 12 El tono agresivo de don Daniel no fue motivo para que le impidiera a Valadés expresarse con acento de gran dignidad al ponderar la importancia de sus investigaciones sobre el por­ {irismo. Don Daniel Cosía Villegas realizó una obra de grandes ala5 (la Historia moderna de M éxico); y aunque fue auxiliado por . un competel)te grupo de colaboradores, de todas maneras, le correspondió la dirección de la obra, y dirigir es un saber y una labor que no es dable a todos los talentos. La obra de Cosío VilIegas, sin embargo, no ha sido pesada ni mediela en sus in­ ternas disposiciones ni en sus salientes proporciones.1S 120b. cit., p. 3 Y 4. 13 José C. Va ladés, Historia del pueblo de México, 1967, p. xxm. ...... -. ~~-------~- - ­ 152 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO RALPH ROEDER . No es agradable la lectura del Porfiri.smo; a veces, escuece, irrita. La pluma que lo escribe es ligera, pero no atrevida y menos diabólica; habría bastado para lograr un relato simple y di­ recto, no para sustentar la novedad arbitraria, engalanar la para­ doja y hacer virtuosa la volubilidad. Puedo estar equivocado, desde luego; pero me parece que el autor se ha propuesto ser una . especie de escritor tozuelo, cuyo extremo, el tough writer, ha estado tan de moela en la reciente literatura norteamericana. Nosotros tuvimos mucho antes esa clase de escritor. Francisco Bulnes y José Vasconcelos han podido servir de modelos. Uno puede ignorar toda la obra histórica de estos dos autores sin perjudicar la propia; pero, puesto a imitarlos, sólo podrán eva­ dir su influencia perniciosa, el talento genuino, la cultura añeja y la modestia que prefiera el acierto menor al disparate mayor. Un capítulo de la obra de Valadés lleva por título "Escote y fisco"; otro, "Rueda y humo"; un tercero, "El barroco del exte­ rior". El lector candoroso (y los buenos lectores lo son siempre) acabará por preguntarse si el libro cuyo índice repasa es una colección de charadas ( ) o el sumario de una historia. No cuesta trabajo admitir que José Bergamín tenía aciertos acro­ báticos cuando llamaba a la historia "Presencia del pasado"; a la ciencia, "Aventura del pensamiento", y a la creación poética, "Dimensión imaginaria"; pero aun esos hallazgos verbales pasan de moda y pronto se hacen hueros. Hay algo de mayor importancia en la obra de Valadés. Reco­ nocido el enorme trabajo de investigación en que descansa, no deja de afligir el fruto menor que obtiene de esa erudición indudable: le sirve para establecer hechos, casi nunca para normar juicios; estamos ante el caso de un fabricante de teorías grandiosas que intenta explicar cómo y por qué las fuerzas históricas tenían que desembocar en donde desembocaron. Toda esa información caudalosa es usada, por ejemplo, para establ~­ cer que el general Díaz ascendió al poder el 5 de mayo de 1877, pero no se consigue demostrar que, al hacerlo, gozaba de la "confianla de los partidos vencidos". Esta afirmación, la verdade­ ramente interesante, carece en el libro de sustento documental,. y es, además, inexacta. . Estas limitaciones son las que bien podrían llamarse "normales" en una obra extensa y amb.iciosa. Hay además un matiz de sig­ nificación particular. Éste es, sin duda, el caso patético de . 01igofrenia que el empei'ío representa; Tengo para mí que el señor Valadés, después de escribir una biografía apologética de Lucas Alamán, se propuso estudiar a Porfirio Díaz como el otro y su 153 OBRA PÓsTUMA héroe conservador del siglo xrx. Y se lanza con la cenidumbre de que Porfirio DIaz es, en efecto, un héroe, el de "la paz y la concordia nacionales", por lo menos. Con una idea hulnesiana, fabrica entonces el partido "burocrático. ... , tenebroso, despia­ dado, indolente, que provocó una y muchas veces tan serias rivalidades en el seno de la autoridad mexicana". Porfirio Díal., por supuesto, acaudillaba a "la parte más resuelta" de lO! par­ tidos políticos mexicanos; sus componentes eran lo! guerrero!, y los pobrecitos guerreros estaban agobiados por el imperio del escribiente. Los "escribientes" eran Juárez, Lerdo, Iglesias y otros civiles ilustres. Es de suponerse que también debieran ser incluidos los porfiristas más distinguidos: Ignacio Ramírez e Ignacio Altamirano, Vallarta, Zamacona, Ezequiel Montes, Pro­ tasio Tagle, etcétera. Esto ocurre en las primeras páginas del primer volumen de la obra; pero ya para mediados del segundo, el autor descubre el disimulo de Porfirio ante el asesinato de Carda de la Cadena. Tiene que aceptar que la carta del dic­ tador lo cubre de ignominia y revela en cuan poco apreóo tenía la vida humana y qué extraño era el régimen porfirista a los mandatos de la ley; por eso, Valadés concluye que las vinuoo de un jefe de Estado caen ante este documento, que es bastante para dictar el más severo de los fallos contra don Porfirio ... y al acercarse al final del tercer tomo, se le escapa lo que debe tenerse como una confesión: "el prestigio de Porfirio Díaz, por mds grande elevación que se le quiera proporcionar. no deja de ser amargo y siniestro". El origen de esta actitud está en haber panido de la noción de un héroe; el historiador lidia con hombres de carne y hueso, o de barro, si se prefiere; nunca con héroes o con dioses. Quie­ nes lo olvidan, saltan de la historia a la mitología. 12 El tono agresivo de don Daniel no fue motivo para que le impidiera a Valadés expresarse con acento de gran dignidad al ponderar la importancia de sus investigaciones sobre el por­ firismo. Don Daniel Casio VilIegas realizó una obra de grande; alas (la Historia moderna de México); y aunque fue auxiliado por . un competevte grupo de colaboradores, de toda! maneras, le correspondió la dirección de la obra, y dirigir es un saber y una labor que no es dable a todos los talentos. La obra de Cosía Villegas, sin emb;¡rgo, no ha sido pesada ni medida en sus in­ ternas disposiciones ni en sus salientes proporciones. lB 120b. cit., p. 3 r 4. José C. Valadés, Historia del pueblo de México, 1967, p. 13 xxm:. 1 154 .. 155 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO RALPH ROEDER y SU OBRA Pós-ruMA Convendría hacer alguna vez un estudio sereno y equilibra­ do sobre la importancia que tienen las reflexiones de estos dos autores al juzgar el porfirismo. conocimiento del reglmen porfirista, fue cediendo ante la fuerza incontrastable de los hechos y supo en múltiples ocasio­ nes sustraerse a todo odio político. Yo lo aplaudo calurosa­ mente cuando lo veo romper una barrera de prejuicios. A1gu­ nas afirmaciones como la de su "Séptima llamada particular" constituyen sentencias históricas que resisten el embate de las críticas más agresivas. Al analizar la historia económica y la po­ lítica exterior del porfirismo, Daniel Cosío Villegas no puede menos que enfrentarse a ciertos prejuicios y los destruyó con supremo acierto crítico. Es indudable que el más notable esfuerzo que se ha reali­ zado en los últimos años para estudiar la historia de México de 1876 a 1911, le corresponde a don Daniel y a su equipo. El 28 de marzo de 1971 el director de la empresa que se había propuesto elaborar la Historia moderna de México, de­ claraba que ponía punto final a la redacción del tomo x, y con él daba término a un trabajo de investigación y estructuración que había durado 23 años. Una obra de tan vastas proporciones como la de Cosía Ville­ gas es merecedora de ser comentada no en un folleto o en una serie de artículos, sino que bien podría dedidrsele un libro entero para separarle los aspectos positivos y negativos. Cabe decir que aun cuando Cosía Villegas puede manejar cualquier rama de la historia, fue la parte política el objeto de sus predilecciones. Desde que publicó Porfirio Díaz en la revuelta de la Noria, anunció el comienzo de una gran batalla. Creo que en don Daniel hay dos personalidades que constan­ temente bregan entre sí: la del historiador y la del político. La primera le hace mirar las cosas tal como fueron , la segunda lo impulsa a reflexionar sobre lo que debió haberse hecho. Y ése ha 's ido el gran debate, que desde hace más de tres lustros se desenvuelve en la conciencia de Casio Villegas. Al escribir el primer tomo de la Historia moderna de Méxi­ co, dedicado a la parte política de la República Restaurada, dominó a don Daniel el prejuicio de antipatía que sentía hacia Porfirio Diaz. Y esta pasión, lógicamente, redundó en perjui­ cio de la obra. Aprovechó cuantas ocasiones tuvo para ridicu­ lizar al general Díaz~ Lo llamaba constantemente Porfirio a secas, para subrayar su desprecio. Dedicó unas cuantas páginas para hablar de las últimas administraciones de juárez en un libro de más de novecientas. Los postreros años de gobierno del gran república, eran merecedores de ser narrados con una amplitud mayor. Pero le interesaba más en.tonces censurar a Díaz que tratar de explicar a Juárez.~ El término mismo de "porfiriato" para designar a un régimen, denotaba un odio preconcebido. . Pero a medida que Cosía Villegas entraba más y más en el ¿Hasta qué punto, sin embargo, una situación de este género mermó realmente la libertad y la independencia del gobierno de Porfirio Diaz? ¿En qué medida desvió de verdad el curso de la vida nacional? Gran parte de la respuesta a estas dos pregun­ tas que tanto preocuparon a los jóvenes mexicanos que vivieron en la época de Díaz, que contestaron con pasión y escaso juicio los líderes de la Revolución, y que hoy también dan por resuel­ tas los jóvenes radicales, ha sido dada ya en los volúmenes v y VI de esta Historia, donde se estudió con detalle el manejo que hizo el porfiriato de las relaciones exteriores en México. Quien los haya leído con atención, con inteligencia y sin partido tomado, habrá llegado a la conseja de que Porfirio Díaz fue un simple lacayo de los intereses extranjeros, sobre todo de los norteamericanos. Salvo, quizás, en el caso de la Balúa Magda­ lena, en que confió menos en su perseverancia y más en la sensibilidad del gobierno de Estados Unidos (sensibilidad que resultó ciega y sorda), Porfirio Diaz entendió los intereses na­ cionales y los defendió con eficacia. Jamás su postura psicológica y moral fue de desconfianza y menos todavía de miedo a Estados Unidos; pero algunos de sus colaboradores más cercanos, Ignacio Mariscal y José Ives Limantour, por ejemplo, fueron callada, firme, aun irracionalmente antinorteamericanos. La tercera gran obra escrita en Jos últimos tiempos para valorar el porfirismo es Hacia el México moderno, de Ralpb Roeder. Fue escrita por el historiador norteamericatio entre 1964 y 1969. El autor ponderó sin duda alguna las dificultades de la empresa y el alcance de sus posibilidades. Tenía ante sí la obra sólida de un investigador individual de señalado mé­ rito y la de un intrépido capitán- de empresa y sus colabora­ dores, que ya habían redactado. y publicado seis volúmenes. No había en el terreno científico posibilidad de parangonárse­ 1 154 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO Convendría hacer alguna vez un estudio sereno y equilibra­ do sobre la importancia que tienen las reflexiones de estos dos autores al juzgar el porfirismo. Es indudable que el más notable esfuerzo que se ha reali­ zado en los últimos años para estudiar la historia de México de 1876 a 1911, le corresponde a don Daniel y a su equipo. El 28 de marzo de 1971 el director de la empresa que se había propuesto elaborar la Historia moderna de México, de­ claraba que ponía punto final a la redacción del tomo x, y con él daba término a un trabajo de investigación y estructuración que había durado 23 años. Una obra de tan vastas proporciones como la de Cosía Ville­ gas es merecedora de ser comentada no en un folleto o en una serie de artículos, sino que bien podría dedicársele un libro entero para separarle los aspectos positivos y negativCis. Cabe decir que aun cuando Cosía Villegas puede manejar cualquier rama de la historia, fue la parte política el objeto de sus predilecciones. Desde que publicó Porfirio Díaz en la revuelta de la Noria, anunció el comienzo de una gran batalla. Creo que en don Daniel hay dos personalidades que constan­ temente bregan entre sí: la del historiador y la del político. La primera le hace mirar las cosas tal como fueron, la segunda lo impulsa a reflexionar sobre lo que debió haberse hecho. y ése ha sido el gran debate, que desde hace más de tres lustros se desenvuelve en la conciencia de Cosía Villegas. Al escribir el primer tomo de la Historia moderna de Méxi­ co, dedicado a la parte política de la República Restaurada, dominó a don Daniel el prejuicio de antipatía que sentía hacia Porfirio Díaz. Y esta pasión, lógicamente, redundó en perjui­ cio de la obra. Aprovechó cuantas ocasiones tuvo para ridicu­ lizar al general Díaz. Lo llamaba constantemente Porfirio a secas, para subrayar su desprecio. Dedicó unas cuantas páginas para hablar de las últimas administraciones de Juárez en un libro de más de novecientas. Los postreros años de gobierno del gTan república, eran merecedores de ser narrados con una amplitud mayor. Pero le interesaba más entonces censurar a Díaz que tratar de explicar a Juárez.~ El término mismo de "porfiriato" para designar a un régimen, denotaba un odio preconcebido. Pero a medida que Cosía Villegas entraba más y más en el RALPH ROEDER y su OBRA PÓSTI.!MA 155 conocimiento del reglmen porlirista, fue cediendo ante la fuerza incontrastable de los hechos y supo en múltiples ocasio­ nes sustraerse a todo odio político. Yo 10 aplaudo calurosa­ mente cuando lo veo romper una barrera de prejuicios. A1gu­ nas afirmaciones como la de su "Séptima llamada particular" constituyen sentencias históricas que resisten el embate de las críticas más agTesivas. Al analizar la historia económica y la po­ lítica exterior del porfiTismo, Daniel Cosío Villeg<l!l no puede menos que enfrentarse a ciertos prejuicios y los destruyó con supremo acierto crítico. ¿Hasta qué punto, sin embargo, una situación de este género mermó realmente la libertad y la independencia del gobierno de Porfirio Diaz? ¿En qué medida desvió de verdad el curso de la vida nacional? Gran parte de la respuesta a estas dos pregun­ tas que tanto preocuparon a los jóvenes mexicanos que vivieron en la época de Díaz, que contestaron con pasión y escaso juicio los líderes de la Revolución, y que hoy también dan por resuel­ tas los jóvenes radicales, ha sido dada ya en los volúmenes v y VI de esta Historia, donde se estudió con detalle el manejo que hizo el porfiriato de las relaciones exteriores en México. Quien los haya leído con atención, con inteligencia y sin partido . tomado, habrá llegado a la conseja de que Porfirio Diaz fue un simple lacayo de los intereses extranjeros, sobre todo de los norteamericanos. Salvo, quizás, en el caso de la Bahía Magda­ lena, en que confió menos en su perseverancia y más en la sensibilidad del gobierno de Estados Unidos (sensibilidad que resultó ciega y sorda), Porfirio Diaz entendió los intereses na­ cionales y los defendió con eficacia. Jamás su postura psicológica y moral fue de desconfianza y menos todavía de miedo a Estados Unidos; pero algunos de sus colaboradores más cercanos, Ignacio Mariscal y José Ives Limantour, por ejemplo. fueron callada, finne, aun irracionalmente antinorteamericanos. La tercera gran obra escrita en los últimos tiempos para valorar el porfirismo es Hacia el México moderno, de Ralpb Roeder. Fue escrita por el historiador norteamericano entre 1964 y 1969. El autor ponderó sin duda alguna las dificultades de la empresa y el alcance de sus posibilidades. Tenía ante sí la obra sólida de un investigador individual de señalado mé­ rito y la de un intrépido capitán" de ernptesa y sus colabora­ dores, que ya habían redactado. y publicado seis volúmenes. No había en el terreno científico posibilidad de parangonárse­ 156 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁ NEA DE MÉXICO les, y mucho menos de superarlos. Ralph Roeder no los cita, pero segurament e los leyó, aunque tuvo cuidado de no parecerse a ellos. Buscó sobre todo en la hemerografí a y la bibliografía de los contemporá neos de don Porfirio, la fuente de su inspiración . Debe insistirse en que Ralph Roeder no sintió pasión por los modernos estudiosos mexicanos del por­ firismo. Las ftientes de Ralph Roeder utilizadas en este trabajo fueron fundamenta lmente hemerográficas. Una documentac ión así de pobre tenía que limitar enormemen te la perspectiva del investigador . El esfuerzo de Ralph Roeder para comprender un hombre, su pueblo y su tiempo, no puede parangonars e a la energía desplegada por José Valadés y la de Cosía Villegas y su equipo de investigador es, quienes para hablar del porfi­ rismo llevaron a cabo un rigúroso estudio durante más de dos décadas en fuentes primarias, bibliotecas, hemerotecas y archi­ vos públicos y privados. Consecuent emente los resultados lo­ grados por el autor norteameric ano Son infinitamen te de menos valía. Pero de todas maneras haciendo justicia, cabe decir que después del trabajo de estos dos investigador es mexicanos, ningún estudio de conjunto que se haya hecho sobre el porfi­ rismo, dentro o fuera de México, puede igualarse o superar al de Ral ph Roeder. La obra denominada Ha cia el México moderno editada por el Fondo de Cultura Económica, tal y como la dejó Ralph Roeder al morir, hubiera sido impublicabl e. Contenía varios millares de errores gramaticales y estenográfic os que era neceo sario corregir. . Quien se enfrenta a la interpretaci ón de los trabajos origi­ nales de Ralph Roeder o de alguno de sus libros traducidos por él mismo al español, tiene que resignarse a sufrir la tor­ tura de leer los escritos de quien nunca pudo dominar plena­ mente la lengua castellana. Mas es justo teconocer que en su larga permanenci a en México pudo hacer progresos notables en el manejo del español. Ralph Roeder era un excelente escritor en lengua inglesa y muchos de los lujos dé stl prosa se ostentan en las traduc­ ciones vertidas por él mismo al español, mezclados natural­ mente · con giros que distaban de ser c'astizos. En la primera edición española (1952) de ]uárez y su México emplea con RALPH ROEDER y SU OBRA PÓsTUMA 157 frecuencia neologismos , y la sintaxis se vuelve a veces insufri­ ble. En la segunda edición (1958) se hicieron algunos retoques autorizados por el propio Ralph Roeder. Pero aun así muchos párrafos son de una pesantez de plomo. Considerand o también que la tercera edición (1967) -hecha en vida del autOT­ seguía siendo "infumable" como lo dijo don Jaime Garda Terrés, el Fondo de Cultura Económica al preparar la cuarta edición -muerto ya Ralph Roeder-, pidió a don AH Chuma­ cero que procediera a efectuar algunos retoques, los que éste hizo moderadam ente, corrigiendo faltas gramaticales y dando mayor claridad y precisión a ciertas frases. Uno de los correctores de estilo con los que tuvo que verse Ralph Roeder, me aseguraba que era demasiado orgulloso para aceptar sugerencias de perfeccionam iento, respecto de los tra­ bajos que el escritor norteameric ano presentaba redactados en español. Naturalmen te que en el pecado estaba la penitencia. Decía Carlos Pereyra que nunca es posible burlarse del len­ guaje impunemen te, ya que en todo caso es el lenguaje el que se venga de quienes lo atropellan . Afortunada mente en el original de Hacia el México moder­ no son escasísimos los párrafos carentes de claridad. Ralph Roeder con el transcurso del tiempo, debido a su larga perma­ nencia en nuestro país y gracias a su perseveranc ia, logró cada día mayor dominio de la lengua española. En cambio los erro­ res estenográfic os se cuentan por millares. Cuando yo recibí del Fondo de Cultura Económica el texto original de Hacia el México moderno, ya había sido corregido con excesiva meticulosid ad por la profesora Cecilia Tercero. Pero aún se hicieron múltiples retoques_ En esta labor de revi­ sión intervino también el señor Gustavo González Guerrero. corrector de imprenta de una larga experiencia, siempre bajo mi dirección y cuidado. El texto estaba mecanograf iado con tanto desaliño que celebrábamo s con júbilo la cuartilla a la que se le hicieron menos de veinte correcciones . Cabe decir que hemos corregido ciertas frases que el autor habría autorizado y algunas otras que seguramente no habría permitido. ¿Pero cómo hubiéramos podido saber s}l grado de tolerancia a las enmiendas? Recordemos que no aceptaba fá­ cilmente en vida las sugerencias de cambios de estilo y persistía en el empleo de neologismos y giros . obscuros o caprichosa­ mente retorcidos. Si por orgullo rechazaba consejos o por no 157 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTUMA les, y mucho menos de superarlos. Ralph Roeder no los cita, pero se~uramente los leyó, aunque tuvo cuidado de no parecerse a ellos. Buscó sobre todo en la hemerografia y la bibliografía de los contemporáneos de don Porfirio, la fuente de su inspiración. Debe insistirse en que Ralph Roeder no sintió pasión por los modernos estudiosos mexicanos del por­ firismo. Las fuentes de Ralph Roeder utilizadas en este trabajo fUeron fundamentalmente hemcrográficas. Una documentación así de pobre tenía que limitar enormemente la perspectiva del investigador. El esfuerzo de Ralph Roeder para comprender un hombre, SU pueblo y su tiempo, no puede parangonarse a la energía desplegada por José Valadés y la de Cosío Villegas y su equipo de investigadores, quienes para hablar del porfi­ rismo llevaron a cabo un riguroso estudio durante más de dos décadas en fuentes primarias, bibliotecas, hemerotecas y archi­ vos públicos y privados. Consecuentemente los resultados lo­ grados por el autor norteamericano son infinitamente de menos valía. Pero de todas maneras haciendo justicia, cabe decir que después del trabajo de estos dos investigadores mexicanos, ningún estudio de conjunto que se haya hecho sobre el porfí­ rismo, dentro o fuera de México, puede igualarse o superar a~ de Ralph Roeder. frecuencia neologismos, y la sintaxis se vuelve a veces insufri­ ble. En la segunda edición (1958) se hicieron algunos retoques autorizados por el propio Ralph Roeder. Pero aun así muchos párrafos son de una pesantez de plomo. Considerando también que la tercera edición (1967) -hecha en vida del autor­ seguía siendo "infumable" como lo dijo don Jaime Carda Terrés, el Fondo de Cultura Económica al preparar la cuarta edición -muerto ya Ralph Roeder-, pidió a don AH Chuma­ cero que procediera a efectuar algunos retoques, los que éste hizo moderadamente, corrigiendo faltas gramaticales y dando mayor claridad y precisión a ciertas frases. U no de los correctores de estilo con los que tuvo que verse Ralph Roeder, me aseguraba que era demasiado orgulloso para aceptar sugerencias de perfeccionamiento, respecto de los tra­ bajos que el escritor norteamericano presentaba redactados en español. Naturalmente que en el pecado estaba la penitencia. Decía Carlos Pereyra que nunca es posible burlarse del len­ guaje impunemente, ya que en todo caso es el lenguaje el que se venga de quienes 10 atropellan. Afortunadamente en el original de Hacia el México moder­ no son escasísimos los párrafos carentes de claridad. Ralph Roeder con el transcurso del tiempo, debido a su larga perma­ nencia en nuestro país y gracias a su perseverancia, logró cada día mayor dominio de la lengua española. En cambio los erro­ res estenográficos se cuentan por millares. Cuando yo recibí del Fondo de Cultura Económica el texto original de Hacia el México moderno, ya había sido corregido con excesiva meticulosidad por la profesora Cecilia Tercero. Pero aún se hicieron múltiples retoques. En esta labor de revi­ sión intervino también el señor Gustavo González Guerrero, corrector de imprenta de una larga experiencia, siempre bajo mi dirección y cuidado. El texto estaba mecanografiado con tanto desaliño que celebrábamos con júbilo la cuartilla a la que se le hicieron menos de veinte correcciones. Cabe decir que hemos corregido ciertas frases que el autor habría autorizado y algunas otras que seguramente no habría permitido. ¿Pero cómo hubiéramos podido saber su grado de tolerancia a las enmiendas? Recordemos que no áceptaba fá­ cilmente en vida las sugerencias de cambios de estilo y persistía en el empleo de neologismos y giros obscuros o caprichosa­ mente retorcidos. Si por orgullo rechazaba consejos o por no 156 La obra denominada Hacia el México moderno editada por el Fondo de Cultura Económica, tal y como la dejó Ralph Roeder al morir, hubiera sido impublicable. Contenía varios millares de errores gramaticales y estenográficos que era nece­ sario corregir. . Quien se enfrenta a la interpretación de los trabajos origi­ nales de Ralph Roeder o de alguno de sus libros traducidos por él mismo al español, tiene que resignarse a sufrir la toro tura de leer los escritos de quien nunca pudo dominar plena­ mente la lengua castellana. Mas es justo teconocer que en su larga permanencia en México pudo hacer progresos notables en el manejo del español. Ralph Roeder era un excelente escritor en lengua inglesa y muchos de los lujos de sn prosa se ostentan en las traduc­ ciones vertidas por él mismo al español, mezclados natural­ mente con giros que distaban de ser castizos. En la primera edición española (1952) de ]uárez y su México emplea con 158 HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO encontrar frases castellanas que tradujeran con precisión su pensamiento redactado en inglés, persistía en mantener la for­ ma de redacción original, en todo caso el resultado era el mismo: la inmolación de la claridad. En el texto de Hacia el Méúco moderno -ya lo hemos dicho-, no abundan los párrafos obscuros. Es por eso que sólo en contadas ocasiones y cuando fue imprescindible tuvimos que reestructurar un párrafo de manera muy notable. Nos guió el propósito de respetar el estilo del autor y lo hemos respetado. En todo proceso de revisión se intervino con el mayor cui­ dado y escrupulosidad. Se procedió a corregir errores de acen­ tuación. La puntuación sufrió algunos retoques imprescindi­ bles, sobre todo tratándose de párrafos muy largos en que fue necesario sustituir el punto y seguido por el punto y aparte. En · ciertos casos, muy pocos, fue necesario agregar alguna pa­ labra para completarse el sentido del concepto. Se hicieron constantes cambios a la sintaxis cuando fue necesario evitar faltas de concordancia de género o número entre adjetivos y sustantivos. Quien proceda a leer un día los originales de Hacia el Méxi­ co moderno, podrá percibir tres tipos de correcciones. Prime­ ramente, las que están en tinta o en caracteres mecanográficos son del propio Ralph Roeder, las efectuadas con lápiz plomo las hizo la señorita Cecilia Tercero. Finalmente de las que están en rojo soy yo el responsable. Al terminar de escribir Ral ph Roeder la cuartilla mil cien, parece dar a entender que el trabajo abordado tendría aún continuidad. Literalmente expresó: fin del primer volumen. Pero en todo caso lo que he leído y corregido forma una uni­ dad. Es la historia del régimen porfirista, comprendiendo un periodo histórico que va desde las primeras sublevaciones de Porfirio Díaz contra ]uárez, hasta la caída del dictador. DOCUMENTOS .