RUBBER SOUL 1965. The Beatles En la fecha de grabación de Rubber Soul, yo contaba tan sólo con cuatro años, pero recuerdo bien el paso de The Beatles por nuestro país. Era comentario en mi casa por parte de mi hermano, que estaba encantado con la visita de tan ilustres huéspedes, y también por parte de mi padre, en su caso por motivos profesionales. ¡Quién iba a decirme entonces que ese veneno me acabaría intoxicando sin remedio! Lo cierto es que en aquél momento mi gran preocupación era mi primer día de colegio. Mi madre me había informado que iba a sentarme en unos preciosos pupitres de colores, pero no había contado con una cosa: yo desconocía por completo el significado de la palabra pupitre. Y con mi proverbial imaginación (esa que me acompaña cada vez que me doy un batacazo en la vida), yo había relacionado la palabreja con "buitres". Así que estaba convencido de que mi primer día de clase iba a consistir en un vuelo triunfal por el barrio, montado en un hermoso pájaro multicolor. Para qué voy a extenderme en explicar mi decepción al comprobar que los tan sonados pupitres, no eran más que unas mesas viejas de madera, completamente desvencijadas y descascarilladas. No obstante, a lo largo de los años sucesivos en aquél centro, tuve ocasión de toparme con más buitres de los que podía haber esperado (eran otros tiempos). Los Beatles constituyeron el descubrimiento de la música y ésta, pronto se convirtió para mí en un reducto mágico donde refugiarme de los carroñeros. Y es que eran fantásticos. Los más grandes. Nadie como ellos supo transmitir ese feeling excitante que caracterizaba a su música aunado con una increíble calidad, producto de una intuición y un genio innatos. En la carrera del grupo podríamos definir dos etapas bien diferenciadas: una primera época de canciones sencillas pero, a la vez, con una alegría desbordante y una segunda de madurez artística aunque algo cargada de esa cierta amargura que trajo el paso de los años. Rubber Soul constituye (junto con Revolver) un período de transición. En efecto, los textos adquieren una profundidad de la que antes carecían. Las canciones ya no hablan solo de banales historias de amor adolescente. Y no es que eso estuviera mal, pero quedarse ahí habría supuesto un estancamiento en vez de un paso adelante. En éste sentido se destaca Nowhere Man, impresionante canción que no deja, sin embargo, de participar de la frescura de melodías pretéritas. Frescura que se mantiene en otros temas, pero que suponen una mejora respecto a discos anteriores, gracias a una mayor calidad instrumental, un afán por abrir nuevos caminos sonoros y un personal y cálido tratamiento de las estructuras corales. El papel preponderante de bellísimas Michelle y Girl. las voces se destaca en las Como vemos, nos encontramos con arreglos más elaborados que en anteriores trabajos pero conservando, como queda dicho, el carácter juvenil de los mismos. Otro tanto sucede con Wait, The Word y You Won't See Me. Norwegian Wood nos aporta, entre otras virtudes, el uso del sitar, como síntoma inequívoco de la vocación del grupo por las nuevas búsquedas sonoras arriba apuntadas. Es, a la vez, una de las melodías más inspiradas de Lennon junto a ese diamante titulado In My Life. Después de nombrar tantas canciones excelsas, a las que podemos añadir If I Needed Someone y I'm Looking Through You, supongo que el lector descubre el porqué de la inclusión de Rubber Soul en éstas recomendaciones. Y ahí no acaba todo. Drive My Car, Think For Yourself, What Goes On, continúan tan vigentes como el primer día. En resumen, siempre mostrándose como excepcionales autores de canciones, siempre mejorando en el tratamiento de las voces, siempre buscando nuevas y mejores sonoridades, bien con el campaneo de las Rickenbacker, bien con otro tipo de instrumentos y, en definitiva, siempre dando un pasito más allá, The Beatles llenan Rubber Soul de un contenido que no podía excluirse de éstas páginas. El propio John explicaba en una entrevista concedida a la revista Rolling Stone que canciones como Run For Your Life eran de las que introducían en los discos como "relleno". Si las de relleno eran así, cómo serían las canciones "redondas"... Si el lector tiene mi edad, habrá superado, por supuesto, todos los monstruos de la adolescencia. Pero estoy seguro que en algunos momentos siente el peso de los años y, tras un crujido de huesos, más de una vez tiene ganas de volver a vivir uno de aquéllos guateques que disfrutábamos en aquélla época. Desde luego, no porque el tiempo pasado fuera mejor, pero sí para recuperar un punto de inocencia, de ilusión y de descubrimientos, para poder enderezar el colmillo que a veces está tan retorcido y el alma tan resabiada. La alegría de esos días en que todo te importaba un rábano y a la vez todo era tan importante, en que los amigos eran amigos y las chicas... bueno, para qué hablar. Como siempre, todos teníamos nuestra peculiar forma de impresionar al sexo contrario. Estaban los posturitas y los tipos cuadrados. No era un método muy aconsejable ya que la única manera de demostrar sus atributos era corriendo el riesgo de acabar con un ojo morado. También estaban los bailones, pero de esos hay que reconocer que no había entre mis amigos. Aunque no perdíamos la ocasión, éramos más bien patosos y poco dotados. O quizá excesivamente tímidos. Otros recurrían al dinero de papá. Obviamente, tampoco era nuestro caso. Y si alguno pudiera pertenecer a esa caterva, debió esperar muchos años porque, al menos en aquéllos tiempos, nunca vi que papá les diera un duro. Y algunos tocábamos. El método era ir de artista y saber lucirte cantando aquéllas maravillosas canciones. Yo creo que, de alguna manera, nuestro grupo es el que salía ganando, porque, entre otros éxitos, nos introdujimos en el fantástico mundo de la música y pudimos aprender a disfrutar mejor de discos de la talla del que nos ocupa. A que sí. A que os gustaría volver a bailar en el séptimo cielo las mencionadas Girl o Michelle. Lo bueno de Rubber Soul (y de otros discos como por ejemplo A Hard Day's Night) es que conserva lo mejor de esos momentos. Y eso ya es mucho. No le niegues ese placer a tus hijos. Carlos Pastor Extracto del libro “Pop-Rock. Cien Discos Inolvidables” del mismo autor.