Caracterización de la figura de Rodrigo Díaz de Vivar en el “Poema de Mío Cid”. El héroe castellano aparece en el poema con la más variada gama de sentimientos. Su figura, escasamente idealizada, conmueve por la profunda verdad humana que encierra. Estos son algunos de los valores positivos, expresados con gran realismo, que pueden reconocerse en el Cid Campeador y que el anónimo juglar destaca a lo largo de la obra: • • • • Heroico e impetuoso en la batalla. (Véase la sangrienta batalla de Alcocer). Delicado y afectuoso en la vida privada. (Véase la despedida de su mujer y de sus hijas cuando las deja en el Monasterio de Cardeña, antes de salir para el destierro. Una simple imagen puede bastar para expresar una situación sentimental: “assis parten unos d'otros commo la uña de la carne”; “llorando de los ojos, que non sabe qué se far”). Fiel al monarca, pero sin perder su dignidad personal. (Váse el fragmento en el que el Cid recibe el perdón real). Lleno de sentimiento religioso en los momentos difíciles. (Véase el fragmento en el que se encomienda a la Gloriosa, antes de su partida al exilio). Cordial, generoso, optimista, que sabe sonreír y derramar lágrimas. Valor representativo del “Poema de Mío Cid”. Al margen del interés literario, el “Poema de Mío Cid” tiene un alto valor representativo como símbolo del espíritu castellano. El enaltecimiento del Campeador frente a las arbitrariedades del poder real -objeto primordial del Poema- responde al sentir político de la Castilla medieval, coincidente con la primitiva tradición germana, y opuesto al espíritu del derecho romano conservado por el reino de León. La exclamación del juglar “¡Dios, qué buen vassallo, si ovviesse buen señore!” refleja, bien a las claras, las simpatías que inspira el héroe, atropellado injustamente, pero que sabe adoptar una postura digna, sin dejar de ser fiel al rey. El concepto democrático entre las relaciones señor-vasallo, el individualismo y la defensa del honor son elementos básicos del Poema, que habrán de perdurar a través de toda la literatura española. En último término, los móviles que dirigen su actuación -lucha contra el infiel y afán de engrandecimiento personal y familiar (el Poema termina con los matrimonios de las hijas del Cid con los Infantes de Navarra y Aragón, con lo que el Cid entronca con la nobleza) ofrecen esa inconfundible unión de realismo práctico y noble idealismo que caracteriza el espíritu nacional. Momentos “poco edificantes” de la obra. • Episodio de los judíos y las arcas: Delito de receptación (los judios trafican con una mercancía aparentemente robada por el Cid al rey, pues así se lo hace creer el ingenioso Martín Antolínez, para obtener dinero necesario para la salida al destierro del Cid con los hombres que le acompañan voluntariamente); y delito de soborno -hoy hablaríamos de corrupción-, pues Raquel y Vidas le dan a Martín Antolínez, a petición de éste, el 5% de comisión por mediar en el negocio). Este episodio secundario es ficticio, pero no empaña el valor histórico del Poema. • El dramático suceso del robledo de Corpes, donde la violencia de género se explicita con una crueldad quizá nunca superada en la posterior literatura española. (A partir de “Entrados son los infantes al robledo de Corpes, / los montes son altos, las ramas pujan con las nuoves, / e las bestias fieras que andan aderredor.” <...> Hasta “Ya no pueden fablar don Elvira e doña Sol, / por muertas las dexaron en el robledo de Corpes.”).