El cuerpo sin poder en La sombra del Caudillo Por Matthew Edwards Cuando uno habla de poder, siempre está presente la noción de jerarquía o una forma de clasificar y organizar el sujeto con respecto a un punto de referencia dominante. Según señala Michel Foucault, en El orden del discurso, una táctica que permite desarrollar la construcción del poder es el ritual. Para el teórico, el ritual define la cualificación que deben poseer los individuos que hablan (y que, en el juego de un dialogo, de la interrogación, de la recitación, deben ocupar tal posición y formular tal tipo de enunciados); define los gestos, los comportamientos, las circunstancias, y todo el conjunto de signos que deben acompañar el discurso; fija finalmente la eficacia supuesta o impuesta de las palabras, su efecto sobre aquellos a los cuales se dirigen, los limites de su valor coactivo. (33-4) Es decir, en el ritual una persona asume un rol o papel que le asigna una cierta autoridad sobre su público. A través de este rol es posible crear una autoridad intocable que se basa en la imposición de ciertas normas o reglas que mantiene el público alejado del poder y en una posición de inferioridad, incapaz de influir la estructura del ritual. Un ejemplo en el que el ritual forma base de la construcción de poder es el sistema político. En este caso, el poder no está ligado al personaje sino a la posición que tiene dentro de este ambiente jerárquico. Tener una posición de poder o de no poder significa mostrar también, un cierto tratamiento y postura hacia los demás personajes del sistema. Es decir, un presidente, un rey, un dictador, todos tienen un poder superior respecto su público y asumiendo este papel social, ellos también asumen un carácter o postura que refleja esta diferencia y al mismo tiempo designa una postura de inferioridad a los de no poder. Mijail Bajtin, en su estudio La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, nos muestra esta relación entre el poder intocable y su público y la manera implícita que confirma el ritual como proceso que permite crear el poder. Bajtin nos presenta una interpretación popular del ritual, refiriéndose a la literatura cómica para explicar la forma en la cual el poder se representó. Según el teórico, lo socialmente ‘alto’ o noble y lo socialmente ‘bajo’ o inferior poseen allí un sentido completa y rigurosamente topográfico. “Lo ‘alto’ es el cielo; lo ‘bajo’ es la tierra; […] En su faz corporal, lo alto esta representado por el rostro (la cabeza); y lo bajo por los órganos genitales, el vientre y el trasero” (25). Aquí Bajtin relaciona el poder y lo socialmente débil con el cuerpo, donde la cabeza y lo intelectual es la base de poder mientras que lo sexual y lo material del cuerpo se asocian con lo socialmente débil y el no poder. Este trabajo analizará la relación entre la corporalidad del personaje y su posición respecto el poder hegemónico en la novela La sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán35. La sombra del Caudillo se sitúa dentro la categoría literaria de la Novela de la Revolución Mexicana. La novela se publica en Madrid en 1929, sin embargo, por razones políticos solo llegó al gran público latinoamericano después de haberse publicado en México en el año 1938. Según Aldalbert Dessau, el desenvolvimiento de este género, y la motivación de esta novela en particular, tuvieron su origen directo en el asesinato de los generales Serrano y Gómez, candidatos de la oposición en 35 La sombra del Caudillo es considerada como la obra más perfecta de la producción de este autor mexicano, (Glantz 874), y ha sido el objeto de una variedad de trabajos de investigación. Por una parte, se ha analizado el discurso histórico y su capacidad de representar los acontecimientos de la Revolución (Glantz, Dessau). Por otra, se la ha estudiado según su mérito literario, considerando la técnica y contenido artístico como elemento fundamental del análisis (Cortinez, Velasco, Bidault, Novoa). Sin embargo, faltan estudios que analicen el método utilizado para crear y representar el poder político dentro de la novela. Jornadas de Investigación Literaria y Lingüística de los estudiantes graduados del Programa de Español 35 la lucha electoral del otoño de 1927. En este momento histórico, Plutarco Elías Calles había estado en poder por casi cuatro años, habiendo superado a Álvaro Obregón en 1924. Durante este tiempo Calles había logrado destruir la estabilidad entre la burguesía y la pequeña burguesía revolucionaria se encontró dentro de un conflicto serio basado en la explotación, tanto de la burguesía como de la clase obrera. Escribiendo su obra dentro de este ambiente de confusión y desorden político, Guzmán nos presenta una novela que representa perfectamente los sentimientos, ambiciones y conflictos que históricamente caracterizan el México posrevolucionario. La sombra del Caudillo presenta los acontecimientos de la lucha electoral entre Ignacio Aguirre, el personaje principal, e Hilario Jiménez, el candidato apoyado por el Caudillo, el presidente de la Republica. La novela narra la historia desde el punto de vista de Aguirre, mostrando su relación con el Caudillo y la corrupción y traición que caracterizan los partidos políticos que participan en la campaña. Guzmán termina su obra con el asesinato de Aguirre y el triunfo del Caudillo señalando el paralelismo con los verdaderos acontecimientos históricos de este país en el año 1927. Basándome en la teoría de Michel Foucault y Mijail Bajtin, quiero demostrar que la corporalidad del personaje literario le asigna un papel disidente dentro del ritual político y que la jerarquía establecida en la novela refleja la relación que elabora el estudio de Bajtin, entre lo alto y lo bajo del cuerpo. Haré hincapié en la caracterización de dos personajes principales en particular, el Caudillo e Ignacio Aguirre, quienes son representativos de los extremos jerárquicos del ambiente político en la novela. Además de su caracterización, analizaré su participación en el ritual político dentro del texto para intentar explorar la función que tienen los referentes corporales respecto a la construcción del poder. Para comenzar, el personaje del Caudillo es una figura que se caracteriza principalmente por su ausencia. Es decir que es un personaje que se presenta físicamente al lector pocas veces –dos veces, para ser más preciso—pero que mantiene su esencia dramática de otra forma. El tiempo en el cual está presente, los atributos físicos que menciona el narrador son muy pocos y están centrados en una zona del cuerpo especifico. En el primer encuentro, vemos que los elementos corporales mencionados (el sombrero y la mirada), llaman la atención sobre el rostro del personaje. “El Caudillo, con sombrero también –él por su hábito de no descubrirse sino bajo techo–, lo envolvía en su mirada a un tiempo seria y risueña, impenetrable e irónica” (526). En la misma escena el narrador sigue subrayando los elementos del rostro del personaje (“los soberbios ojos de tigre, cuyos reflejos dorados hacían juego con el desorden, algo tempestuoso, de su bigote gris” y sus labios con “el movimiento nervioso, remanente de viejas heridas” [527]) sin mencionar una sola característica de su musculatura o forma de la silueta. El tono duro y cortante de la voz, la velocidad de emisión de las palabras, el gesto, la sonrisa irónica, y el movimiento de la cabeza, (528-9), todos son elementos enfatizados en el primer encuentro que el lector tiene con el Caudillo. El narrador nos presenta una visión unidimensional, pero a la misma vez fuerte e impactante de este personaje que consiste en nada más que una cabeza, un rostro básico, sin cabello, orejas, mejillas, cuello ni cuerpo que merezca ser contado. En contraste, la descripción de Ignacio Aguirre, la oposición política del Caudillo, se hace a través de un enfoque físico y el uso de una extensa lista de detalles corporales. Ignacio Aguirre está siempre presente en la narración de la novela, desapareciendo de la historia por momentos nada más, pero nunca de la trama central. Su presencia en la novela se caracteriza por su vigor y esbeltez, su porte afirmativamente varonil, su bella musculatura, el ritmo atlético de sus movimientos (505). Los detalles no paran con solamente descripciones del cuerpo sino que también tocan elementos de la cara, de modo semejante a lo que sucede con la descripción del 36 Contactos interculturales a través de la lengua, la cultura y la literatura Caudillo, pero en este caso con mucha más precisión y complejidad. Por ejemplo, en la primera descripción de este personaje, después de haber comentado su estructura y apariencia corporal, el narrador continúa para crear una imagen completa y detallada del rostro. Y hasta en su cara, de suyo defectuosa, había algo por cuya virtud en conjunto de las facciones se volvía no solo agradable, sino atractivo. ¿Era la suavidad del trazo que bajaba desde las sienes hasta la barbilla? ¿Era la confluencia de los planos de la frente y de la nariz con la doble pincelada de las cejas? ¿Era la pulpa carnosa de los labios que enriquecía el desvanecimiento de la sinuosidad de la boca hacia las comisuras? Lo mate del cutis y la sombra pareja de la barba y del bigote, limpiamente afeitados, parecían remediar su mal color; de igual modo que el gesto con que se ayudaba para ver a distancia restaba apariencias de defecto a su miopía incipiente. (505-6) Ignacio Aguirre es un personaje que se define a través de su corporalidad. En su caso, distinto del Caudillo, el narrador profundiza estos elementos y los subraya constantemente para crear lo que es una diferencia fundamental entre estos dos personajes. La interacción del Caudillo e Ignacio Aguirre, dentro del ritual político, muestra el poder asignado o asociado a las diferentes características de la identidad de ambos personajes. Mientras que las características de Aguirre no dejan ninguna impresión sobre su superior, la mirada, el tono de voz y el gesto del Caudillo son elementos que establecen su poder de una manera definitivamente persuasiva. Por ejemplo, en el primer encuentro con el Caudillo, se ve el impacto que tienen sus ojos y su mirada en Ignacio Aguirre. “[N]unca faltaba en ellos (no había faltado nunca ni durante las horas criticas de los combates) la expresión suave del afecto […] acaso de allí nacieron, mas que cualquier otra cosa, los sentimientos de devoción inquebrantable que lo ligaban con su jefe,” (527). La devoción que tiene por el Caudillo es una consecuencia directa de la fuerza de su mirada. En este caso Aguirre se somete a la mirada de su superior y acepta el efecto dominante que tiene sobre él. En el mismo momento se ve otro ejemplo de cómo los atributos del rostro del Caudillo afectan el comportamiento del otro. De modo que ahora el tono de la voz, como poco antes la mirada y el gesto de su jefe, vino también a desconcertarlo, a herirlo. […]. En ‘partidarios’ se hizo más lenta la emisión de la voz. En ‘¿me explico?’, el tono cobró la seguridad fácil y dominadora con que el Caudillo sabia recordar a sus oyentes que él era el vencedor de mil batallas, tono duro y cortante, tono que hizo que Aguirre experimentara, por primera vez en su vida, que ser subordinado de su jefe lo humillaba. (528) Aquí, Aguirre esta subordinado, humillado, desconcertado y herido por el gesto, la mirada y específicamente el tono de la voz del Caudillo. La impresión de estas características le reduce a ser inferior y hasta alejado del poder: “Y al preguntar esto último, la sonrisa del Caudillo, y su gesto, y su ademán fueron tan glaciales que Aguirre respondió como si hablara, no desde donde estaba, sino desde muy lejos,”(529). Los pocos elementos corporales de su personaje, atributos ligados al rostro, emiten un poder que afirma la superioridad del Caudillo en el ambiente político. Además de afectar directamente a Ignacio Aguirre al presentarse frente al Caudillo, los elementos que caracterizan el Caudillo también afectan a los personajes de la novela aun en su ausencia. En varios momentos los compañeros de Aguirre, tanto los amigos como partidarios, se muestran conscientes del poder de este personaje. Hablando de asuntos políticos y de los provechos que uno puede sacar, un político comenta: “Muy grande imbécil sería si desperdiciando sus oportunidades, se expusiera a quedarse en mitad de la calle el día que haya otra trifulca o que el Caudillo se deshaga de él por angas o por mangas” (514). En otro instante, el amigo de Aguirre afirma el riesgo que existe en irse en contra del Caudillo: “Pero sabe también que, de aceptar Jornadas de Investigación Literaria y Lingüística de los estudiantes graduados del Programa de Español 37 [Ignacio] iría derecho a la ruptura con el Caudillo, al choque con él, a la guerra abierta contra el mismo que hasta aquí ha sido su sostén y su jefe, y eso ya es otra cosa” (521). Los dos casos son ejemplos que muestran el peligro que uno asocia al enfrentamiento con este poder supremo. Aunque no está allí físicamente para asegurar y confirmar su poder, la presencia sicológica del Caudillo, en el recuerdo de los demás personajes, funciona con este propósito. La fluidez del lenguaje, el control físico del personaje (531), y la ambición o deseo personal (536-7), todos son afectados por el poder que tiene el recuerdo del Caudillo. El efecto o impacto de las características del Caudillo, y aun el recuerdo de estos elementos, deja una impresión de su poder que influye en las acciones de los individuos de la novela y afirma su papel dominante en el mundo político. El ritual que se establece en la novela La sombra del Caudillo asigna el papel del poder supremo al Caudillo y a Ignacio Aguirre al del disidente, sin poder. Tomando el ritual como punto de partida, es posible decir que la caracterización del Caudillo es a la vez la caracterización del poder hegemónico que domina su oposición en el mundo político dentro de la obra. Recíprocamente, la caracterización de Ignacio Aguirre representa los elementos que se asocian con la inferioridad. Los atributos de la cabeza del Caudillo, los ojos, la voz y el gesto constituyen el poder político y de ellos nace el efecto dominante que él tiene sobre este mundo, (la mirada, el tono de la voz, el recuerdo). En cambio, las características de Aguirre, la musculatura, el vigor y fuerza de sus movimientos, no poseen ningún poder sobre el Caudillo y afirman la diferencia que existe entre la posición jerárquica de cada personaje. Como decía al principio, Mijail Bajtin relaciona lo alto con la cabeza y lo bajo con los genitales, el vientre y el trasero, haciendo lo que él llama una clasificación topográfica. En esta novela, aunque los elementos superiores e inferiores, del Caudillo y Aguirre respectivamente, no reflejan la definición exacta que elabora Bajtin, la semejanza y paralelismo es evidente. Por un lado, lo alto sigue siendo la cabeza, pero alejándose del termino bajtiniana, la superioridad del personaje se relaciona con los movimientos y gestos del rostro y la impresión que dejan en el público. Por el otro lado, lo bajo y lo inferior, no es sino el cuerpo en general. En la novela la inferioridad se caracteriza por la estructura, el vigor y la fuerza física. Aunque lo alto también tiene elementos físicos, como los ojos de tigre, el bigote gris y el sombrero del Cuadillo, se distingue de lo bajo por su habilidad de influir o impresionar a un sujeto y superar lo físico para dominar lo psicológico. En fin, se puede concluir que por su incapacidad de proyectar los elementos físicos hacia un plano psicológico, Ignacio Aguirre ocupa el rol de disidente y que es justamente esta caracterización basada en los elementos corporales que le hace asumir una posición inferior con respecto al Caudillo y la jerarquía política de esta novela de Martín Luis Guzmán. 38 Contactos interculturales a través de la lengua, la cultura y la literatura © Matthew Edwards, 2005 Bibliografía Bajtin, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Madrid: Alianza Editorial, 1987. Bidault, Sophie L. “Aspectos estéticos en La sombra del Caudillo; Bruce Novoa, Capítulos del Águila en La sombra del Caudillo.” Neophilologus 73. 4 (1989): 548-59. 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