IV. > 1/ t; auutXcr ueas de enero de 1934 a^ Tus of9ÍHÍWK^ ft^ r, ^k'^^T/nr*r//'/7ÍT^t/?'rWwTl^r7Z Ediciones de la "Revista Blanca" Rústica ALMANAQUE DE ..LA NOVELA IDEAL», 1927 ALMANAQUE DE ..LA NOVELA IDEAL-, 1928. CANTIGA DE MONTAÑA, por Elias García. . . . . . . EL AUTODIDACTA, por Han Ryner '. . EL AVENTURERO DE AMOR, per Han Ryner EL HIJO DE CLARA, por Federica Mcnrscny . . EL INGENIOSO HIDALGO MIGUEL CERVANTES, por Han Ryner! [ E L Í S E O R E C L U S (La vida de un sabio justo y rebelde), por Max Nettlau. Dos tomes. El tomo FUERZA Y MATERIA, por Luis Buckncr ' . ' . ' . ' . . ' FLOR DESHOJADA, por Federico Urales I ' — o'8o ' ' ^'75 2'50 3'00 2'— 2'— 3'— 3'-^ 3'— 4'-- 2-25 " ' ''75 JUAN SIN PAN, per Adrián del Valle r— LA INDOMABLE, per Federica Montscny 1' LA MULATA SOLEDAD, por Adrián del Valle 1*25 «LA NOVELA IDEAL... Veintiocho tomes. El tome LA REACCIÓN Y LA REVOLUCIÓN, por F. Pi y Mj^rpai' . . . ' 4'~<.LA REVISTA BLANCA... Diez tomes. El tomo. . . . . . . ' LA VICTORIA, por Federica Montseny 2' LAS DIOSAS DE LA VIDA, por Soledad Gustavo ' ' ' ' I'— LAS MÁRTIRES, por Federico Urales I'50 LAS GRANDES CORRIENTES DE LA LITERATURA " EN Eí' SIGLO XIX, por George Brandes. Dos tomos. Tomo I 3'^Tomo II 4'-^-^ LOS DEPORTADOS, por Carlos Malato 3'— LOS GRANDES DELINCUENTES, por Federico Uralc::: . . . . LOS HIJOS DEL AMOR, por Federico Urales I'50 MI VIDA, por Federico Urales. Tres tomos. El temo 2*50 MI DON QUIJOTE, por Federico Urales. Des tomos 5'— NÁUFRAGOS, por Adrián del Valle . 2'— PENSAMIENTOS REVOLUCIONARIOS, recopilados por" Mateo Ucn¿ o'8o RENACER, por Federico Urales 2'— SEMBRANDO FLORES, por Federico Urales. Econór.ica ''25 Ilustrada . . . I ¡ 2'8o 1-75 1 ' — • J E S Ú S E S U N M I T O , por George Brandes Pasta • - - 2'75 3*25 2'— 2*75 ^'¿5 2'6o 5'-12*50 3' 2*50 4'^^-5' 4' 2'— 2'50 3'— 7'— 3'— 3'~4'-^ Combinados CANTIGA DE MONTAÑA, FLOR DESHOJADA y LA INDOMABLE CANTIGA DE MONTAÑA y FLOR DESHOJADA EL AVENTUREI^O DE AMOR y EL INGENIOSO HIDALGO EL AVENTURERO DE AMOR y NÁUFRAGOS LA MULATA SOLEDAD y LA INDOMABLE. LA VICTORIA y EL HIÍO DE CLARA. . . . LAS MÁRTIRES y CANTIGA DE MONTAÑA. RENACER y LA VICTORIA 4 4'75 3' 4'75 50 4'75 ANO XII BARCELONA 3 DE ENERO DE 1933 NUM. 259 LA REVISTA BLANCA SOCIOLOGÍA, CIENCIA, ARTE • SEMANARIO ILUSTRADO COIABORADO RES CIENCIA SOCIAt: M « N.«l.«, Lui,l F.bbri, Amlol Gor.llk y Hu«o Tr.nl. • CIENCIAS FÍSICAS V MORALES: R'f'tl Giitl«rr.t d . U Hoi, Eu9«ii R'lgli y Camilo Btmarl. ANTE UN CADÁVER. — E L PERÍODO REVOLUCIONARIO Y LA REVOLUCIÓN, SEGÚN KROPOTKÍN : M. Netlau.—PoR LOS PRESOS Y LAS VÍCTIMAS DE INFORMACIÓN, ARTE Y C R I T I C A LITERARIA: F.d«lu Moiiit.nr, Felipa AUli, Carloi Malala r )oaqaln Hucha. POLÍTICA, DIPLOMACIA, HISTO. R Í A y SINDICALISMO: Rudclf Sharfanilalfi, Soladad Guilavo, Ham Day, Gatmlnal Eiolaai y Fadarlca Ural... SUMARIOS UN NUEVO ENSAYO HEROICO, por Federica Montseny. por Germinal Esgleas. — MXs ALLÁ, — L o s AMORES DE ELOÍSA Y ABELARDO (dra- ma. continuación), por Federico Urales. — NOTAS POLÍTICAS, por Federico Urales. — S E SUFRIRÍ CON DIGNIDAD Y VALOR, por R. VOKÍiepa. — CONSULTORIO GENERAL. — NOTICIAS COMENTADAS POR «BA- TURRILLO». — ILUSTRACIONES: De! úlUmo nista libertario. movftntento comu' TRADUCCIONES: E.iabla C Z.M. Fallpa AUli y Eloy Hufili. A d m i n U t r a c l ó n : Calla Etcornalbou (antas G u i n a r d ó ) , 3 7 ANTE UN Por haber tenido que anticipar la tirada del número anterior, a consecuencia de las llamadas fiestas de Navidad, no pudimos escribir antes sobre la defunción del señor Presidente de nuestra región autónoma. Le dedicaremos hoy unas palabras con la fran' queza en nosotros acostumbrada y con el laconismo a que nos obliga el espacio. El señor Maciá era una persona bien in' tencionada y proba, pero tenía dos defec' tos: el de creer que todas las cuestiones y todas las ideas estaban resumidas en la independencia de Cataluña y el de no sufrir que se le discutiese. El señor Maciá, con la independencia de Cataluña, lo daba todo resuelto, lo mismo que el señor Ruiz Zorrilla lo resolvía todo con el establecimiento de la República. Para ellos no existía un más allá ni una cuestión social. Las ideas del señor Maciá cuadraban mejor en un partido de derecha que en un partido de izquierda. De carácter menos inquieto y más interesado, hubiera hecho un buen papel dentro de la Lliga. El señor Maciá, ortodoxo de pura san- CADÁVER gre, sin saber cómo y desde luego sin proponérselo, se encontró en medio de un partido compuesto de heterodoxos, para los cuales Cataluña no era lo principal. Por esto sus ideas religiosas, vergonzantes dentro de la Esquerra, se manifestaban, siempre que podían, celebrando y haciendo celebrar fiestas arcaicas, proscritas por la Repú' blica. El señor Maciá gustaba más de la acción que de la palabra y, como buen luchador, era sencillo, recto y claro, pero dócil al engaño y tardo al pensamiento. Para el señor Maciá la política había de ser una servidora de Cataluña. Para algunos de los que le acompañaban en el gobierno de la Generalidad, Cataluña había de servir sus intereses políticos. Este cri' terio, que era el dominante en la Esquerra y que quitó la hegemonía a dicho partido dentro de la opinión catalana, acabó por ahogar la personalidad moral del señor Maciá, prisionero de unos cuantos ambiciosos sin talento, que acabarán por jugarse la túnica del maestro, por reírse de su buena fe y de su vanidad infantil. OA N 114 El período revolucionario y la revolución según Pedro Kropotkín IV El comunismo de Kropotkín se concreta mediante observaciones como estas, deducidas de su conferencia («Les Temps Nouveaux»; París, 1894, 5 marzo 1893): se trata de que los hombres puedan facilitarse mutuamente cierto nivel de bienestar. La revolución no tenderá como aspiración al comunismo sino que empezará por ser un hecho comunista, garantizando el bienestar unos hombres a otros y estos otros a los primeros; no se trata de romper los lazos débiles que nos unen, sino de crear nuevas prácticas de solidaridad, gozando en común del bienestar posible y produciendo para que éste pueda ser permanente y progresivo; la garantía material de existencia para los miembros todos de la comunidad ha de ser el primer acto de la revolución social; una sociedad que posea la totalidad de riqueza acumulada y pueda procurar la abundancia para todos a cambio de cuatro o cinco horas de trabajo manual efectivo... Esta última observación se lee en la reseña de una conferencia de Kropotkín sobre «L'Etat» (1896). En su «Etude sur la Révolution» ( n octubre del año 1891), se refiere a la totalidad del período transformador postrevolucionario, cuando la revolución afecte al ambiente, a las agrupaciones y a la vida de relación; recuerda los pactos solidarios jurados entre habitantes de las distintas localidades o municipios de la Edad media, la «communio jurata» y la conjuración; añade que la revolución social podría iniciarse mediante un pacto semejante de solidaridad respecto al consumo y al uso de medios de producción. Los ciudadanos de la Edad media organizaban sus cooperativas o sociedades de artesanos y menestrales. Valiéndose de un pacto parecido podría ia revolución afrontar con seguridad y eficacia la inmensa labor que tiene ante ella. ¿ N o están lejos estas observaciones de aquella elemental i'toma del montón» que se atribuye a Kropotkín? ¿Acaso la transformación comunista instantánea y completa y el desprecio de obligaciones mutua y libremente contratadas no fueron hechos que se quiiieron deducir de las teorías de Kropotkín? La verdad es que para éste la revolución exige una serie de actos insurreccionales; que U «toma del montón» es una necesidad inevitable de los primeros momentos y que vuelve siempre a su idea fija de confianza, reciprocidad y solidaridad, justificadas mediante pacto o acuerdo; idea que sustentaban en común los revolucionarios anarquistas españoles mucho antes que Kropotkín y antes también que éste k>s anarquistas italianos y otros. No creía Kropotkín de manera sumaria y elemental en la abundancia espotHánea, poco menos que automática, de la producción para el caso de que aumentaran las necesidades. El hecho de que quisiera ocrear» la abundancia por medio del cultivo intensivo ya prueba que aquella abundancia no la consideraba existente. Sintió la sugestión de este problema por primera vez en Londres en 1879, por su relación con P. Robin, quien 3 su vez se hallaba sugestionado por el libro, muy difundido por cierto, del doctor Drysdale, pasando rápidamente Robin al maltusianismo, lo que repugnaba a Kropotkín. Ya en «883, observando éste que perdía Inglaterra el monopolio del comercio exterior, creyó que la mejor solución del problema consistía en «volver a la tierra», intensificar el cultivo y descentralizar la industria. Suponía que estos procedimientos contribuirían a hermanar el trabajo manual con el intelectual en beneficio de todos. El ideal de Kropotkín fué, pues, el problema industrial descentralizado. Dedicó buena parte del año 1888 y bastante del 1890 a trazar cuatro artículos que con otros forman el conjunto titulado Campos, fábricas y talleres, libro editado en inglés desde 1898 múltiples veces, con sucesivas revisiones y complementos del autor. El libro originario fué L'intégration du Travoil. Kropotkín oponía la integración del trabajo a la división y tem'a acres censuras para esta última (véase su carta publicada en El Productor de Barcelona, 10 mayo 1889). Estos puntos de vista de Kropotkín no tienen más que una relación indirecta con el tema de los presentes artículos; sin embargo, no estará de más insistir. La satisfacción d e probar su tesis sobre la producción de la agricultura intensiva hizo que se introdujeran en el sistema global ciertas ilusiones, resultando que al figurar tales relaciones en lo que podríamos llamar cálculos postrevoluciotvarios, introducía irrealidades en apariencia bien calculadas. Por cierto, que si Kropotkín sabía prescindir al referirse a los hechos revolucionarios de la fuente de error, no hacían siempre lo mismo quienes interpretaban sus escritos al pie de la letra. En los publicados en francés para dar a conocer lo que producía en idioma inglés sobre el tema, en los artículos de 1889 y especialmente en L'Agricuhure (de diciembre de 1890 a febrero del año 1891), se hallan pruebas de tales exageraciones. Calcula, por ejemplo, que en 25 jornadas de trabajo, a 5 horas por jornada, «simple diversión en el campo», podría producirse pan, carne y leche R para la población de París si de los tres millones y medio de habitantes de la ciudad y sus alrededores trabajaran 1.200.000 hombres y el mismo número de mujeres. Escribe también que la uva necesaria para una familia podría obtenerse con veinte horas anuales de trabajo en una viña poco menos que de invernadero. Supone que trabajando cinco horas diarias desde los 20 ó 22 años a los 45 ó 50, se viviría mucho, dejando cinco horas diarias para satisfacer las necesidades individuales. (Capítulo < Voies et MoyensD.) Los escritos de 1889-90 y 91 reunidos en La con' quista del pan, representaban una continuación en 1.1 danza de cifras de los artículos ingleses. Se relacionan por su origen con la producción capitalista presente, la oual puede forzarse para llegar a ser regularizada y mecanizada. Las cifras tienen también relación con la experiencia científica que obtienen en condiciones de selección los hombres cuando trabajan con certera voluntad y constante empeño. No se querría ver en el trabajo de la sociedad capitalista en un mundo libre ni podrían producirse cosechas multiplicando libremente las excepcionales experiencias obtenidas en miniatura por algunos sabios. Podrán reunirse 2.400.000 ciudadanos de París dos o tres veces para asistir a algún espectáculo, pero no 25 veces durante cinco horas cada vez por dedicarse con acabada competencia, mujeres y hombres, a trabajos agrícolas. Dejaría de congregarse tal multitud o se congregaría por fuerza, como ocurre en distintas zonas del mundo. Cuando regresó Malatesta de la Argentina en otoño de 1889, halló a Kropotkín en pleno ilusionismo de estadísticas y quiso que volviera a la realidad, haciéndole preguntas sobre la efectividad de ciertas acumulaciones que algunos camaradas suponían inagotables. Nunca jjensó Kropotkín en aquellas observaciones. La revolución según él produciría un enorme despertar de inteligencia y estimularía grandemente el espíritu de inventiva. Creía que el París revolucionario, aislado del resto del mundo por espacio de uno o dos años, demostraría lo que es capaz de producir el espíritu humano sin contar más que con el viento, el sol y el suelo (véase La conquista del pan). Hizo una encuesta en Londres y la discute en Le Capital et ¡a Révolution {La Révolte, 7 marzo de 1891), artículo que se relaciona con «Nos Richeses», el primer capítulo de La conquista del pan, pero que no está en este último volumen. Observa Kropotkín que hay quien sueña creyendo que puede vivir un p u e b b en revolución contando únicamente con la producción acumulada y que por el contrario hay quien prevé escasez y calamidades si todo el mundo satisface el hambre a su talante en el espacio de una o dos semanas. Después de consignar las precedentes manifestaaones y previa investigación hecha en Londres, concluye Kropotkín diciendo que una nación puede servarse de los víveres acumulados por ella mis- N 115 ma para alimentarse durante tres o cuatro meses si no se malgasta nada. Se siente satisfecho pensando que en un período de tres meses los habitantes de un país pueden producir lo necesario para el porvenir y aun lo superfluo si se lo proponen. A falu de carne de ternera, carne blanca obtenida mediante incubadoras, etc. Fué una fatalidad que los años 1889-90 y 91 transcurrieran en plena obsesión de cuestiones agronómicas y gastronómicas para un hombre de la talla de Kropotkín. Por entonces se observaba el contraste de corrientes enérgicas — primero de mayo de 1890, huelga general, descontento en el seno del socialismo autoritario, interés por las ideas libertarias demostrado por artistas y escritores —. En vez de considerar un grave problema la elección de platos, en vez de discutir si había que comer carne de ternera o de pollo, hubiera convenido decir que millones de hombres viven sin ingerir carne de ninguna clase, tanto en período revolucionario como en período anterior a la revolución. A pesar de Blanqui, las revoluciones tienen factores que no se reducen a las urgencias de los más necesitados y menesterosos. La revolución habrá de interesar también a los que no viven en completa miseria. En 26 de enero de 1914 escribió Kropotkín una carta a Bertoni (carta publicada después de la muerte de aquél), y decía en ella que tratándose de una revolución efectiva, el país que la inicie se verá obligado a producir rápidamente los alimentos que necesite, y que la consecuencia de ello será el comunismo (tal como Kropotkín lo entendía), aunque no plazca a los socialdemócratas. La guerra de los años 1914-18 puso sobre el tapete el problema de los víveres y de las acumulaciones en grande. Los Estados, lo mismo que la revolución rusa y los países arruinados y hambrientos, todos los afectados por la crisis, es decir, la totalidad de los hombres existentes, los factores de la vida pública y social, no hacen más que ocuparse de tales problemas para darles solución autoritaria o rectificar una solución con otra de más subido carácter dictatorial. Kropotkín creía en el nacimiento de nuevos genios y lo que nacen son nuevos funcionarios y nuevos burócratas. Discutió este tema en un capítulo final de PaLi' bras de un rebelde, traducción rusa fechada en 5 de diciembre de 1919 y publicada en 1921 (véase al respecto mi artículo en LA REVISTA BLANCA de I.o de junio de 1927). Supone Kropotkín que los primeros meses de una revolución triunfante te caracterizan por mayor consumo y menor producción y puede sobrevenir un colapso por faltar todo lo necesario, como en diciembre de 1919 en Rusia. Es, pues, necesario, según Kropotkín, que loi obreros tomen a su cargo la economía del país y se impongan el esfuerzo de aumentar rá{ndamente los produttos. El poblado, y lo mismo el taller y la fábrica, han ii6 de interesarse profundamente en la economía y hacerlo de manera directa y sencilla, como si se tratara de la gestión de asuntos propios. Esta opinión es como una réplica resignada contra el estatismo de funcionarios que veía Kropotkín cerca de el. Describió La conquista del pan como «utopía comunal», es decir, igual que si se desarrollara en un poblado o municipio libre, una vez proclamada su independencia. (Texto ruso de junio de 1920, revisado por Kropotkín del prefacio a la autopia sindicalista de Pataud y Pouget, 1909.) Estaba convencido Kropotkín de que la revolución tendría origen local en el poblado más avanzado y que sabría proveer a su sostenimienío con entusiasmo o sucumbir después de ofrecer un espectáculo heroico. La hipótesis de que el caso de la Comuna del año 1871 se repetiría 10, 20 ó 30 años después, era improbable. Bakunín ames que Kropotkín, Malatesta por aquel tiempo (1889-1894), lo mismo que Pelloutier, Pouget y los sindicalistas revolucionarios, creían en revoluciones de conjunto, de países enteros; los creyentes en la huelga general y los sindicatos federados ampliaban el concepto universalista de revolución ; Reclus veía la revolución expansiva. Con talento y derecho incuestionable defendió Kropotkín su tesis. Debió comprenderse entonces y después hasta qué. punto sus conceptos se aplican al supuesto de París y nueva Comuna insurreccional, y en qué grado de sentimiento se trata de obra individual y de un autor que refleja la esencia de su propio ser. Wálliam Morris hizo cosa parecida por aquel tiempo en su obra Noticias de ninguna parte, pura utopía; Bellamy lo hizo también en Looking boc kward y en Equality. Anticipos inspirados por un deseo de revolución igualitaria y libertaria, influídos por el concepto de la ciudad insurrecta aislada (París del sitio y de la Comuna), con interpretación optimista de una experiencia cuya realidad requeriría esfuerzos desconocidos aún por los futuristas, constituyen la última parte de La conquista {1889-91) y se empalman con la primera parte (1886-87) l u e coresponde a posibilidades revolucioiurias tangibles. No creo perjudicar a Kroptkín tratando de suavizar y depurar estos hechos. Me parecería rebajar su personalidad diciendo que los conceptos expresados por él constituyen la última palabra de la anarquía, como se ha creído alguna vez. El propio autor tenía ideas amplias en tal sentido y no ha dejado de expresarlas frecuentemente. La esencia de estas ¡deas se halla también en La Révolte del 7 de octubre de 1888 (sin firma). La bandera del comunismo libertario reunirá las masas en torno. No habrá revolución sino revuelta fácilmente sofocable si tras la destrucción del capitalismo no se cuenta con alimento y bienestar para todos como iniciación de comunismo. En el fondo, la polémica y el antagonismo de N Kropotkín va contra la mutilación del soaalismo producida por la doctrina estatal que sustituyen el iocialismo por la servidumbre al Estado bajo tutela y férula de los funcionarios. A estos conceptos opone 13 afirmación del derecho soaal de todos desde el primer momento por la expropiación local directa. Hubiera querido, como todos nosotros, el goce libre e ilimitado de los beneficios de tal estado social, pero reconoció el límite de las acumulaciones y de la nueva producción, aconsejando el inventario, el racionamiento, el aprovechamiento estricto sin desperdiciar nada, la dotación nueva de los depósitos de productos y el cambio de éstos por otros de zonas distintas. Hubiera querido que el pacto garantizara un consumo discrecional por un tiempo determinado de trabajo útil hasta edad conveniente. Comunismo moderado que en el fondo es muy prosaico y no se diferencia mucho del cálcuk) en la sociedad presente cuando el dueño de uii hotel, por ejemplo, gradúa el precio del hospedaje y establece según éste una ración total que permite al cliente satisfacer la necesidad de comer, desigual en todos. Entre el que consume un máximum y el que consume un mínimum, hay un cálculo de término medio y a éste se atiene la administración del hotel. El correo fija precios de franqueo según la distancia y apiba por unificar la tasa para distancias dispares. Creía ver Kropotkín tendencias comunistas en tales instituciones de hoy. Lo que hizo en realidad fué introducir los métodos que son esencia de ellas en su concepto económico de la sociedad libre, teniendo en cuenta el hecho experimental de que se compensan el déficit y el excedente. Se trata de una posibilidad más, de una posibilidad entre otras; puede imaginarse un comunismo mucho más libertario sin llegar al momento en que la falta de apoyo mutuo lo haga impracticable. Interesa realmente el estudio comparativo entre Kropotkín y otros utópicos. Se abstuvo aquél de escribir para juzgar a Wülliam Morris (1889-90). Dijo en 1897 a Leonard Abbott que la obra de Morris es un delicado idilio en prosa y de fundamentos anarquistas, pero no suponía, según añadió, que la sociedad pudiera desarrollarse en la forma bosquejada por aquel autor. Hay una poesía del mecanismo industrial y de las máquinas que William Morris no percibió nunca (véa«e Mother Earth, Nueva York, diciembre de 1912), Escribió largo y tendido sobre la utopu'a de Bellamy Looking backward (véase «Le vingtiéme siécle» en La Révolte del 30 de noviembre al 28 de diciembre óe 1889). Satisface a Kropotkín ver que Bellamy proclama el derecho al bienestar para todos, el derecho a obtener medios iguales y abundantes que puedan usarse y consumirse a discreción. He aquí sus palabras'. «Si se recotKicen estos derechos como se reconoce un principio, es comprensible que haya muchas soluciones. Nada de carnets para con- A V / T L A sumir sacando los víveres del montón, como propone Bellamy; nada de prevenciones sobre el consumo en común; basta que se reconozca para todos el derecho al bienestar, y lo demás se organizará por sí mismo, dándose por añadidura. A la obligación de trabajar cíesde los 21 a 45 años, tal como preconiza Bellamy, opone Kropotkín el pacto, siempre renovable o no, a voluntad del individuo, con la Comuna, y relaciona la circunstancia con los títulos o pases anuales de la Sociedad Zoológica de Lxmdres. Las Comunas se organizan de manera distinta, segijn la voluntad colectiva de cada una, y habría intercambio incesante entre todas; siendo esta relación mutua la mejor garantía de estabilidad. El sistema de organización sería por Comunas o grupos, nunca nacional. La nación, o mejor el territorio natural y la provincia, región o comarca industrial, se formarán por federación de Coirmnas o grupos, cuyos lími- A N C A 117 ics geográficos no serían necesariamente fi]os. A propósito recuerda Kropotkín c! régimen de comercio del Han.sa en el Báltico de la Edad media, una e^ermanía o hermandad, por decirlo así, que tenía sus confederados en las ciudades nórdicas. Después de muerto Bellamy, Kropotkín se refirió aún con más simpatía al libro de aquél Equahty {1897) (véase Temps Nouveaux, 4 ¡unio 1898). Vemos tocJavía a Kropotkín en 1909 frente a la utopía sindicalista de Pataud y Pougev. Un año antes de morir revisó sus notas en ruso sobre aquéllos. No faltan pues materiales para colocarse en un punto de vista más objetivo sobre la gran parte de ideas y proposiciones con,enidas en La conquista d-el pan. Continuaron las actividades de Kropotkín. Serán analizadas en sucesivos artículos. M. NETTLAU (Traducción de F. Aldiz) i^/%/%%'^/y^/%/VW/^%VV%/WA/¥'lA/%'Vi^%i%^'WA'¥%^'%A'%^/Vt^A'^^ DEL ULTIMO MOVIMIENTO COMUNLSTA LIBERTARIO Las ¡uerzas llegadas a Bricnes procedentes de Logrona, practicando repstros domiCiUarios en el pueblecilo riojano que proclamó el coniunismo libertario ii8 R N DESPUÉS DEL 8 DE DICIEMBRE Por los presos y las víctimas de un nuevo ensayo heroico Escribo estas líneas teniendo a mi vista un puñado de cartas de presos y de familiares de perseguidos por el pasado movimiento comu' nista libertario, pidiéndome ayuda solidaria; la fraternidad de una voz amiga, elevándose para conseguir del Poder vencedor nobleza de enemigo leal y para dar a las madres, a las hermanas, a las esposas, a los hijos, el consuelo de no sentirse desesperados y solos, ante los vencidos y ante los muertos. Una sobre todo, se destaca entre todas estas misivas. Es la de una hermana de un minero de la Cuenca del Sil; hermana de uno de esos bravos compañeros lanzados a un gesto audaz y heroico. Me escribe &n un momen' to de tristeza y de soledad íntima, no sabiendo nada de su hermano, fugitivo en la montaña, a donde huyeron, antes de entregarse, los topos rebeldes de la redonda de Ponferrada. Explica la génesis del movimiento, lo que hicieron, la lucha sostenida; la fuga audaz, frente al enemigo en. mayoría que iba ascendiendo por tierras leonesas y que los co' paba. Es una carta preñada de emoción, conmcvedora y simple. Y, adicionada al margen, leo esta frase que sacude: «Hay mucha nieve en la montaña y no podrán casi caminar. ¡Cuántas penas y cuántas tristezas!» A estas horas, estos pobres rebeldes estarán ya encerrados en sórdidas cárceles de partido, en las inmundas pocilgas donde se ha metido a los vencidos en este nuevo gesto insurreccional. Junto a la carta de esa muchacha que tiende hacia mí su mano ansiosa de otra mano, su alma sedienta de consuelo, hay otras de presos que me cuentan sus penalidades, la brutalidad de los encierros; algunos los malos tratos recibidos. Mis puños se cierran. No. No se ha abrasado a hombres malheridos o vivos; no se ha torturado sistemáticamente esta vez. Pero junto a las víctimas inocentes de este nuevo drama vivido; junto a esas mujeres y a esos hombres muertos a consecuencia de alguna explosión, de algún disparo que no les iba destinado, y que tan gustosamente explota la Prensa burguesa y encanallada, el vulgo cerril e inconsciente, coloquemos a las víctimas de la ley de fugas, a los hombres apaleados, los hombres amontonados en celdas llenas de agua, tiritando sin mantas entre cuatro paredes sombrías y húmedas, ocupando diez y siete el sitio de cuatro, como me cuentan los presos de Burriana, de Moncófar, de Alcora, encerrados en la inmunda cárcel de Nules. Estos hombres no piden, no quieren otra cosa, más que ser trasladados a la prisión de Castellón. Que se les trate como hombres, no como triste ganado, como piezas cobradas en una cacería de saña y de odio. En Logroño tienen a más de cuatrocientos presos de la ciudad y de los pueblos riqjanos que se levantaron, metidos en una iglesia, sin petates, muertos de frío, en estos días crueles e inhóspitos de diciembre. ¡ Son tantos, tantos los presos! Suman muchos centenares en toda España. La fuerza pública caza hombres por las encrucijadas de las villas y por las laderas de los montes; los cerca hasta rendirlos por el hambre, como se ha hecho con los mineros leoneses y con los campesinos de la ribera del Cinca y de los burgos de Teruel que proclamaron el comunismo libertario. Les rinde tras un acecho sañudo, al que no pueden resistir los trabajadores helados, hambrientos, reventados por la marcha ím-Fax>ba a través de las montañas cubiertas de nieve. ¡Calvario sin nombre, drama grandioso, epopeya única de un pueblo, de unos hijos de este pueblo que tienen la bravura y el sentimiento 'heroico de la vida de los antiguos espartanos! Tiemblan entre mis manos estas cartas emocionadas. Me piden una ayuda que yo, ¡ ay de mí! puedo otorgar ahora menos que antes. Ahora menos, porque no sé donde elevar mi voz. donde formular la protesta pública contra este trato incivil, innecesariamente inhumano. No existe ningún diario de la organización; y aquellos periódicos que podían representar, un año atrás, una tribuna más o menos libre, hoy están de tal forma mediatizados por las necesidades de la política, entraña la colaboración en ellos una tal dejación de rectitudes elementales, que tampoco puedo acudir a sus columnas. Y es en esas, limitadas, por el t>recio y Ja condición moral, a un círculo relativamente reducido, en las que tengo que refugiarme. Desde ellas diré cuanto he de decir. Y será en ellas donde formularé un nuevo llamamiento a la solidaridad de todos los hombres de cora- R zón y de conciencia, de todas las personas de sentimientos nobles y de pensamiento libre, que han de proyectarla sobre estos obreros y estos campesinos, sobre estos explotados del agro, de la mina, del taller y de la fábrica, de nuevo levantados en otro esfuerzo de Prometeos encadenados y que pugnan por desencadenarse. i Camaradas de todos los países I Suman muchos centenares, muchos, son varios millares los presos sociales de España; los anarquistas encarcelados a consecuencia de esta revolución intentada, sofocada, ahogada otra vez por el Estado burgués español. Que nadie, S'.a embargo, deje de admirar el espíritu de continuidad, la tenacidad, el admirable tesón revolucionario de estos proletarios ibéricos que, once meses después de un movimiento de tanta envergadura y que tantas víctimas produjo como el del 8 de enero, tienen entereza, coraje y audacia bastantes para lanzarse en la nueva aventura de esta gesta, en la que, como en la de entonces, se han apreciado actos de valor individual, ejemplos de heroísmo incomparables. Y ha haoido dramas tan espantosos como ese de Alfafar, donde murieron diez y seis hombres volados por la misma metralla que había de ser su arma de ataque, y donde han quedado diez y seis familias desamparadas. Después de un esfuerzo tan laborioso; luego de un gesto rebelde tan expuesto y tan cruento, se queda exangüe y exhausto para tiempo. Se carece de fuerza orgánica para imponer respeto al Poder constituido, con todo el engreimiento de la victoria obtenida, y se carece de medios económicos para apoyar solidariamente a los caídos y a sus familias. El principio de universalidad de nuestras ideas, la internacionalidad de los postulados que en Esmña se pugna por llevar a la práctica, nos autorizan para pedir a los obreros del orbe, a todos los hombres que aspiran a un mundo mejor y que luchan contra las injusticias del presente, el apoyo moral y material que en esta hora diez mil presos necesitan. Diez mil presos, todos proletarios, todos campesinos, mineros, trabajadores industriales. Diez mil presos, cazados en las razzias del Gobierno, que, en una defensa cuya legitimidad no discutimos, ha extendido sus tentáculos por doquier y no ha respetado niños, mujeres ni viejos. rCompañeros del resto de Europa, de la América latina y de la América del Norte! Una vez más, en nombre de las mujeres y de los huérfanos, de los encarcelados en las pocilgas de los pueblos y en las Bastillas de las capiules; de los vencidos con honor en este combate perdido, os pido el apoyo de N A 119 vuestras voces solidarias, reclamando trato de vencedor noble para los caídos; el apoyo de vuestro óbolo, para subvenir a las necesidades de tantos nogares deshechos. No es esto un plañir eterno, una vuelta a empezar, aunque 10 parezca. Sí, se ha vuelto a empezar, se volverá nuevamente. Y aunque la otra vez hubiésemos sido vencidos y esta vez también lo hayamos sido, volverá a empezarse nuevamente. Sólo debemos procurar todos que se vuelva en momento oportuno, que no se derrame estérilmente sangre preciosa y que se sepa morir para vencer; no para ser vencido. Sólo debemos esforzarnos todos en dar un poco de cerebro, un poco de serenidad, de potencialidad reflexiva, de sentido constructivo, a una bravura, a una fuerza dinámica magníficas, que se pierden por exceso de sangre en las venas y falta de calma en los nervios. Pero esto no ha de importarles a los obreros de los demás países. Esto ha de importarnos a nosotros, que nos encontramos molidos, ensangrentados, caídos, pero que sabemos rehacernos, levantarnos nuevamente, recobrar las perdidas fuerzas. Para el mundo entero, no ha de haber más que la grandeza y la hermosura ejemplar de un pueblo que, a prueba de luchas, de persecuciones, de fracasos, de sangre, de sufrimientos, continúa pugnando por libertarse; acumula esfuerzo sobre esfuerzo; hace ensayo sobre ensayo, hasta que llegue el esfuerzo definitivo y el ensayo postrero. Y esta solidaridad que reclamo, en nombre de los presos y de los que aquí ejercemos de cruz roja social, siempre atenta a recoger heridos, la merecen, ¡ oh, sí 1, estos hombres valientes y rudos que han sido vencidos después de una resistencia denodada, en Aragón y en la leonesa tierra, en Andalucía y en la Rioja, en Valencia y en Galicia, en Extremadura y en Cataluña. La merecen estos mineros y estos campesinos que han vivido un éxodo inenarrable, que han sufrido un calvario sin nombre, corriendo como jabatos por las montañas llenas de nieve, perseguidos por la Guardia civil, con los aviones gruñendo sobre sus cabezas, presas infalibles de la bala y de la dinamita. La merecen esos hombres que supieron morir antes de entregarse en ViUanueva de la Serena y en Bujalancc, en Zaragoza y en Ponferrada. La merecen este puñado de bravos que, si no tienen el cerebro de un Kropotkín, poseen el corazón y el coraje de un Espartaco. I Héroes anónimos de una epopeya escrita con sangre, ante la que han ac descubrirse, admirados y conmovidos, todos los hombres de España y del orbe 1 FEDERICA MONTSENY I20 N GLOSA ¡MAS La barbarie en todos los tiempos dijo siem' pre: «¡ No más allá!» Barbarie fué la esclavitud, y frente a ella las legiones de Euno y Espartaco hicieron focilar el poder de los patricios. Barbarie fué el medievo, y conoció la Reforma, alumbró el Renacimiento. Barbarie fué el feudalismo, y las llamaradas de la Revolución francesa no pudieron ser extinguidas ni sofocadas. El mundo, la humanidad marchan, progresan, evolucionan a pesar de todas las fuerzas adversas. Hubo víctimas, si, las que impuso la barbarie como contribución de sangre a cada período de progreso, pero se fué umás allá». Si ni la historia ni la vida pueden negar el nogreso, si la evolución es un derecho y una ey natural, ¿por qué esa absurda ceguera, esa obstinación victimaría en oponerse a lo que no puede dejar de ser sin negar la esencía misma de la humanidad'? La barbarie de otros tiempos fué aplastada, pero las raíces de la barbarie no han sido destruídas. Barbarie es el fascismo; barbarie la sociedad capitdista-estatal de nuestros días. ¿No ha de haber un más allá? ¿Habrían de renunciar los hombres a toda esperanza? ¿Es que d hombre puede resignarse a ser eternamente esclavo, a vivir en perpetuo estodo de miseria? Ved a esos miles de seres foimélicos, que carecen de trabajo, de vestido y de hogar, de todo, y decidles, si tenéis corazón, que no hay ara ellos más derecho que comer hierba y ellotas o que dejarse morir. Ved a esos miles de hombres aherrojados por querer, por luchar por un más allá, y decidles, si sois capaces, que para ellos no habrá por siempre más otra perspectiva que los barrotes de la cárcel. Ved a tantos sacrificados en holocausto de la injusticia, y decid si el papel de verdugo no ha de despertar un día una unánime reprobación umversd. No, no es justa la sociedad de nuestros días. f Í ALLÁ! No es perfecta nuestra civilización. La libertad no existe. No hay pan, bienestar para todos. ¿Por que siempre habría de ser así? Luchar por un más allá es cosa grande y digna. La lucha por un ideal noble y justiciero eleva a los hombres. No condenéis al luchador sin comprender sus motivos de lucha. No veáis en la gesta violenta únicamente obra criminal. Por desgracia, la humanidad, para avanzar, no ha podido renunciar a la violencia. Es triste, pero parece ser esto fatal. La reacción impone la revolución. Las clases dominantes no renuncian nunca voluntariamente a sus derechos. Se las ha de forzar. La libertad ha de manifestarse como fuerzA frente a las fuerZas que representan la negación del progreso. \Más allá...! ¿Por qué no habría de poder ser un mañana más Iwre y feliz, « w sociedad más justa y más perfecta? Las ideas se abren paso a través de los muros de las bayonetas. El ideal arraiga en los hombres con más fuerza que la misma vida. 1 si es así, ¿cómo queréis que los hombres renuncien a la realización de sus ideales? Los fracasos en el intento no cuentan, no pueden contar. A la razón nunca la razón de la fuerzfi puede convencerla. I Más (ulá...! ¿Y por qué no? ¿Quién pO' dría impedirlo? El mundo marcha; osado el que intente detenerlo; perecerá aplastado, dijo un filó' sofo. m No puede ser de otra manera. Fuerza, derrotas, fracasos no han de detener la marcha del mundo. Si no hoy, mañana, la victoria ha de sonreír al luchador . ¿Soñador? ¿loco? Sea; pero HOMBRE. ]Más allá..A Sí, suisum cerda, sedientos de pan, de libertad y de justicia. Más allá siempre contra la barbarie, frente a la barbarie, que la marcha del mundo nadie la puede detener... GERMINAL ESGLEAS E n un l i n d o iomo Iiemoa r e u n i d o l o s c i n c o p r i m e r o s n ú m e r o s d e «La N o v e l a Libra», L o s a o í o r e s d e e s t a s c i n c o primeras n o v e l a s soai Adrián d e l Valle A n g e l a Graupara, F e r n á n d e z B s c o b é s . F e d e r i c a M o n i s e n y y F e d e r i c o U r a l e s . J v n ^ s las c i n c o novolasi c o m p o n e n un iovao de 3 2 0 p á g i n a s y s e v e n d e a 3 p e s e t a s al t o m o . La e n c u a d e m a c i ó n , por s u e l e g a n c i a , e s d i g n a d e tas n o v e l a s N 121 Los amores de Eloísa y Abelardo Drama en cuatro actos y un prólogo, eicrito en prosa por Federico Urales (Continuación) Abelardo. — ¡ Quizá sería mejor el camino Abelardo. — Mañana mismo abandonare de la verdad! esta casa. Eloísa. •— ¿Qué verdad es esta, Abelardo? Fulberto (levantándose). —• No esperaba mc' nos del señor de Beranger. Diré al criado que Abelardo. — Enterar a tu tío de nuestro avise a íEloísa. Cerraré la puerta para que les amor. molesten lo menos posible y dentro de una Eloísa. — ¡ Querrá que nos casemos! hora cenaremos. Ahora tengo que salir. Abelardo. — Nos casaremos. Eloísa. — ¿Y tu gloria, Abelardo mío; y tu Abelardo. — Como dispongáis. (Fulberto sale por el foro y cierra la puerta.) porvenir? Casado lo pierdes todo, hasta tus condiciones de pensaaor eminente. Ya sabes ESCENA IX cómo es el mundo. Para él, sólo los que prescinden del amor y de las pasiones pueden ser ABELARDO y ELOÍSA buenos filósofos y buenos sabios. Casado, para el mundo serías un ser vulgar, y yo te quiero (Abelardo se pasea un momento pensativo; grande, el más grande de los hombres. luego aparece Eloísa por la segunda izquierda, Abelardo. — Pero de otra suerte, amor mío, y lo pnmero que hacen es echarse uno en bra' me expongo a perderlo todo, hasta a perderte zos del otro, mirando recelosamente hacia la a ti, que eres la representación de mi vida y puerta del foro.) que en mi corazón y en mi inteligencia, ocuAbelardo. — l Vida mía, quieren separar- pas el primer lugar. nos! Eloísa. — No, Abelardo aderado, yo no valEloísa. —¿Que quieren separamos? ¿Quien, go nada; yo soy, comparada contigo, un ser con qué derecho? insignificante. Antes tu nombre y tu gloria Abelardo. — Tu tío; dice que la gente que mi vanidad de mujer, que mi amor. Te murmura y que su honor y el tuyo no permi- amo inmensamente. ¿Qué mayor dicha para ten que continuemos viviendo juntos. mí que ser la esposa de un señor de Beranger Eloísa. — Esto más. Mi tío se había enamo- y de un hombre de tan preclaro ingenio como rado ciegamente de Berta, y creyendo que nos- el tuyo? Pero, por lo mismo que te amo, no otros la nemos echado de su casa, quiere ven- quiero que por mí dejes de ser el más grande garse echándote a ti. de los genios presentes. De ti hablarán las geAbelardo.— ¡Quizá esté enterado de nues- neraciones futuras como de un sabio portentotro amor! so. Lo augura y presiente mi amor inmenso. Eloísa. — De lo que está enterado es de Abelardo. — No lo dudo; pero, ¿y si a nuestra dicha, y se vuelve contra ella por ven- renglón seguido añaden las generaciones futuganza. Pero yo, Abelardo mío, no quiero que ras que abusé de una familia honrada y del te vayas; ¡no quiero! ¿Oyes? iNo quiero! amor de una virgen? Abelardo. — No se me alcanza la manera de Eloísa. — No lo dirán, porque mi vida resevitarlo. ponderá que todo es falso; que yo fui la peEloísa. — Yo hablare con mi tío. cadora, yo la que abusé de tu amor inmenso Abelardo. — ¿Tendrás valor? y de tu corazón piadoso; y mi palabra, en este Eloííd. — I Por ti soy capaz de todo! caso, valdrá más que la clcí mundo. Abelardo. — Considero, no obstante, que seAbelardo. — Yo creo, amor de amores, que rá inútilmente. Tu tío no nos quiere ya, Eloísa, — Entonces, ¿hemos de ahogar nues- por tu dicha, que por tu nombre, que por el inmenso amor que me tienes, he de hacer el tra pasión? Abelardo. — l Ah, no; de ningún modo! sacrifico de mi gloria y de mi porvenir... ¡Tú vales más que todas las glorias! Eloísa, de ningún modo. Antes la muerte. Eloísa. — ¡ Pues yo me opongo a que tu porEloísa. — Habrá que luchar, pues. venir se sacrifique a mi honor! Abelardo. — Habrá que luchar. Abelardo (echándose en sus brazos y lloran^ Eloísa. — Lucharemos. (Pensativos un mo' mentó.) do en ellos). — No sé cuál de los dos será L V A I S más grande, amor mío, a los ojos de los hombres futuros, cuando el mundo conozca núestros amores; lo que sé es que somos el uno digno del otro. Eloísa. — ¡ Ah, eso sí, vida mía, ángel mío, filósofo mío! (Le besa en la frente.) (Se abre la puerta del foro aparece Fulberto, con los brazos cruzados.) ESCENA X Los mismos y FuLBERTO Fulberto {con sonrisa trónica). —• Singular lección. ¿Es esta toda la ciencia y toda la lealtad de ios hombres célebres por su talento? Podríamos abrjr, con provecho, un curso de gratitud. Abelardo. — Señor Fulberto, la culpa de todo la tengo y o ; no culpéis a vuestra sobrina. ¡ Yo, con más mundo, yo, con más años, he abusado de su candor y de su inocencia.., ! Fulberto. — Puede ser un medio para aplacar mi ira, mas declaro que es mútil. Abelardo {algo enojado). — Yo no tengo por qué aplacar la ira de radie, y si, lejos de comprenderme, me insultáis o bien insultáis a Eloísa, sabré trataros como merecerá vuestra osadía. Fulberto. — Porque soy viejo se os desata la lengua. Eloísa. — ¿Y en resumidas cuentas, a quién perjudica el que ama? Fulberto. — Perjudica, cuando engaña. T A L A N C Eloísa. — Cuando engaña, según a quien. Fulberto. — Supongo que tu maestro no te habrá enseñado a mentir. Eloísa. — Pero mi amcr me ha enseñado el camino del sacrificio. Fulberto.— ¡Vaya un sacrificio...! Algo irrespetuosa se me antoja mi sobrina y he de volver por mi autoridad tarde o temprano. (A Abelardo). Salid inmediatamente de casa. Eloísa. — No, Abelardo, no te vayas. Abelardo. — No me voy sm que antes se me prometa, bajo palabra de caballero, que Eloísa .será en esta casa tan respetada como lo ha sido hasta ahora. Fulberto. — Podría mentw, puesto que vosotros, dos seres superiores, me habéis dado lecciones en este sentido ; mas no lo hago y nada prometo. Abelardo. — De suerte, que os atreveréis a poner las manos sobre Eloísa. Fulberto. — Haré lo que se me antoje, sin dar satisfacciones a nadie. Abelardo [hacia Fulberto, amenazador).— ¡ insolente ! Fulberto [temblando]. — Si el señor de Beranger se acerca, grito |íccorro!, y mañana sabe todo París quién es su filósofo preferido. Eloísa. — i No, Abelardo mío! Vete, que me mate si quiere: antes tu nombre, tu dignidad. Vete. Tendrás noticias mías. Abelardo [saliendo por el foro con rabia).— ¡ Ay del señor Fulberto, si no respeta a Eloísa ! [Continuará.) CAE EL TELÓN \/y%A/^V%^^AñA/'í^ññA^t/%^íñ/^jy^A/VW/%ñ¡ñ^Vt/kñ/i^^ DEL ULTIMO MOVIMIENTO COMUNIST.A LIBERTARIO Ui¡ aspecto de los sucesos en Zaragoza. Los soldados patrullando días del levantan:ierto. por la capital durante los N R NOTAS 123 POLÍTICAS No ya en el fondo, ni en la forma ha cambtado la política española. Las victimas de ayer son las víctimas de hoy, y los victimarios de hoy son los victimarios del otro día. Ha cambiado la composición de la. Cámara. Los que ayer ejercían de fiscales, hoy ejercen de defensores, y los que hoy ocupan el sitio de los letrados, pocos días atrás representaban a la acusación. Mas el móiiil era el mismo: hostigar. El Casas ViejcLs de ayer se ha convertido en BujalatKe o en Viüatiueva de la Serena. Sólo se persigue, sin embargo, hostigar a los que disfrutan del Poder. Todo maniobra contra el adversario político que mañana, en la oposiClon, hará lo mismo que hacen hoy los que han sido arrojados del escaño rojo. ¿Idealidad? ¿}us' ticia? ¿Miras elevadas? hlinguna. Se lucha por la prebenda, por el sitio. Se empuja para de^ rribar a los que disfrutan de las delicias y de los privilegios del mando. Cuando se saca de los cuarteles a los soldados s¡ establece la guerra civil. El general Cabanc' lias ha dicho que el ejército se había creado para defender a la patria de los ataques extranjeros. En estos días pasados nadie aiacó a la patria y se ha sacado de los cuarteles a los soldados. De hecho se ha establecido la guerra civil. Lo ¡amentamos, no porque con el ejército se atabe más pronto con la revolución de los pue^ hlos, sino porque se sienta un mal principio: se obUga al ejército a intervenir contra el puc' blo lo mismo que se hacia a mediados del siglo basado; pero hoy cuando el ejército va contra el pueblo, va contra sí rmsmo. Al general Weyler se le ordenó, ya al final de su larguísima carrera poUtico^militar, que sustituyera en la Capitanía general de Cataluña al señor Milans del Rosch. Weyler venía a Barcelona de muy mala gana, pero se lo ordenaron y vino. El general barruntaba que había de encontrar esto muy mal. Y encontró al ejéi'cito entregado a los ricos y al señoritiquismo. Y el general, que nunca dejó de ser soldado para ser cortesano y que no creía tener sangre diferente a la del pueblo español, exclamó: f «Estos grupos de señoritos y de oficiales estarían muy bien si detrás de ellos no estuvieran los grupos de obreros y soldados. Los ejércitos de casta y de clase no son para nuestros tiempos. Hoy el ejército es ¡a nación y sólo para la nación debe existir el ejército.» Son las nusmas ideas del general Cabanellas expresadas en diferentes palabras. La nación-ejército no puede ir contra la nación-pueblo, y si va, ay del ejército y ay del pueblo. Se ha establecido la guerra civil en pro y en contra de una opinión que mañana podrán sostener los soldados. ] He aquí el peligro! 5t mañana se constituyera aquellos soviets de obreros y soldados que con su talento y su patriotismo veía venir el general Weyler, la culpa no sería de los obreros rú de los soldados. «El ejército para defender al pMs del extranjeron, acaba de decir el general Cabanellas, que es lo mismo que quiso expresar el general menos cortesano de los generales españoles. Peligroso, muy peligroso, es sacar de los cuarteles a ¡os soldados para reprimir opimones que mañana podrán ser las suyas. Al pueblo no se le puede azuzar contra el pueblo sm grandes res pon sabilidades. De cómo se truecan los papeles en nuestro Parlamento, da idea el hecho de que más amigos de una amplia amnistía sean las derechas que las izquierdas españolas. ¿Es que hay más presos de la derecha que de la izquierda? No. Ef que ¡os presos de la izquierda no pertenecen a los partidos representados en el Parlamento... Todo en política se mide por el mismo rasero: la conveniencia particular de cada partido; no hacer el juego al que es nuestro adversario en días de elecciones. Se nos dice que en Barcelona y en Madrid los espíritus curialescos agujan el ingenio para otorgar una amnistía que no comprenda a los detenidos y condenados por los movimientos comunistas libertarios. No sería este el camino de ¡a paz social y del gobierno para todos los españoles, por el que tanto dice haber suspirado el señor Lerroux. Que no se diera amnistía alguna, podría sufrirse, a pesar del tiempo que se anuncia una mity amplia. Que sólo se amrüstie a los amigas de las derechas, produciría Jos trastornos propios de todas las injusticias. FEDERICO URALES DEL ULTIMO MOVIMIENTO He aquí a lo que quedaron reducidos ei Archivo muinapal y c¡ Registro de ht propiedad del pueblo de Briones, uicendiíidos l>or los re-Lohicioiuinos, COMUNISTA LIBERTARIO L A V I S T A B L N C A NOTAS AL MARGEN Se sufrirá con dignidad f valor Con una rapidez abrumadora, leus llamados Tribunales de Urgencia, van pronunciando sentencias. Funcionan esos Tribunales implacables. Las condenas son duras, j Qué condenas I Una tras otra se ven las cauMS y los fallos suman cientos de años de presidio... Unas víctimas más, ¿qué importan al mundo? Así deben pensar en so fuero interno muchos de los intérpretes de la juslica histórica intensiva... Hay prisa en condenar. El movimiento revolucionario de tendencia comunista libertaria hay que estrangularlo, que atacarlo a fondo, que matar su raíz. Poco interesa que al papel que desempeña la justicia histórica la conciencia moral del hombre con toda energía pueda ponerlo, y lo pone, en entredicho y lo condene. Es vano el empeño. Las ideas se abren paso, hacen camino, penetran y se filtran aun a través de la durez-a de la roca viva... La voluntad de ima nueva vida, de una sociedad mejor nadie podrá domeñarla y menos aniquilarla. Las mayores brutalidades, la represión más sañuda, la sepultura «dcgal» de las condenas en .serie y en gran escala, el ejercicio liberticida del Poder encaminado a detener la marcha de! pueblo hacia un mis allá sentido, anhelado, viviente en el alma; ni el frío de los presidio.s, ni la sangre sacrificada, nada conseguirán. La libertad se siente, como la justicia. Prenden en el alma del hombre y son más fuertes que la misma vida. No es ante la razón de la fuerza, no importa que ésta se llame Estado, que el luchador por un mañana más libre ha de rendir sus armas. A.sí como con el oro no se compran las conciencias, tampoco con el martirio se obtienen abjuraciones. Todo el peso de la ley caerá sobre la cabeza de los rebeldes contra el orden social presente. Pero por añejo que sea este orden, tiene que desapaLa conciencia moral de una gran parte de la humanidad lo condena. Lo encuentra injusto. Indigno de uii tiempo llamado civilizado, y por mucho que sea el empeño de los interesados, ciego y brutalmente, en conservarlo, se irá más allá. Se ha concebido la igualdad de condiciones entre los hombres dentro de la diversidad y variedad natural de los individuos, y el orden que consagra la esclavitud, la servidumbre, la tiranía política, por más que ésta se llame democracia, ya no merece el respeto de quienes han entrevisto un más allá que sienten, aunque no acierten a explicar con toda su grande7.a, con toda su belleza, como se siente y no se puede explicar la libertad; es pobre la palabra humana para definirla. Serán a centenares los obreros, los luchadores condenados. La tragedia del pueblo es inenarrable. Serán cientos y se les querrá cubrir de oprobio, infamarlos a los ojos de todos... Pero esos hombres tendrán el prestigio de todo el que lucha noblemente por un ideal. Serán queridos y mirados por el pueblo como nunca lo fueron y mucho más a medida que de éste aumente el dolor. No helará el frío de la cárcel los corazones. No abrirá un abismo entre los que se hallen tras los barrotes alimentando sueñes y los que en la calle la imperativa llamada de los sueños realicen. La alegría de la sociedad que condena es una triste, una fúnebre alegría. Se clava en el corazón como un estilete toledano. No condena el fuerte, el que por sí mismo impone respeto, el que sabe que puede resistir a toda crítica por poseer la razón, por amarla y comprenderla. Hacer uso de la fuerza desde el Poder es siempre un signo de debilidad. La represión más dura, a ipesar del quebrantamiento momentáneo, hace centuplicar sieinpre el brío de lo que se propone ahogar... Podrá llamarse a los revolucionarios criminales, fanáticos, alucinados. La ^criminalidad» de todos los revolucionarios ha adquirido categoría legítima cuando su causa ha triunfado, como nos lo demuestra la Historia. La alucinación, el fanatismo de todos los revolucionarios se transforma en clari- AmelralUídora en ]as calles de Ziragoza durante el úliinio niovirmcnto comuntsta Uberlano 120 L A V i videncia cuando su «utopía» está plasmada en la realidad, cuando se impone con toda la elocuencia irrebatible de los hechos consumados o en vías de realización efectiva. Se condena, fría, implacablemente. Hay que dar una sensación de autoridad. Los «'socialistas» que han facilitado las armas al adversario pueden estar más que satisfechos de su obra. Pueden también apresurarse a dar consejos cuantos sabihondos sobre «estrategia revolucionaria» andan sueltos por estos mundos... La idea fija, la obsesión de un mundo mejor, ese comunismo libertario hoy vilipendiado y escarnecido por todas las almas muertas, por todos los mercenarios, los serviles, los esclavos, por todos los que viven del privilegio y apuntalan sus ins' tituciones, extenderá cada día mayor su área, su influencia moral en todas las capas del pueblo, y aun en las llamadas ilustradas, cuya ilustración, mejor, educación las más de las veces ha de re- T L A N C cibir el impulso de las llamadas bajas o inferiores, entre las cuales nunca están secas las fuentes del se.numienío. Pueden funcionar los Tribunales de la jusucia histórica, darse prisa en despachar. La reacción sentimental no se hará esperar. Pero no será una simple reacción seníimenía! la que se operará... Hay hombres que en las horas críticas parecen estar solos; hay minorías que en los momentos de prueba parecen quedarse en cuadro, mas no hay soledad donde late un ideal... Estos hombres, estas minorías, cuando más inermes parecen hallarse, cuando más se les ataca y más uno se ensaña, más purificadas por el sacrificio y por el martirio, mejor suelen levantarse y abrir cauces nuevos en la vida de los pueblos. Los Tribunales funcionan implacables... Duro es el trato y la ley. Ko nos quejamos. Ya .se verá el resultado. R. VAIDTEP.A DEL ULTIMO MOVIMIENTO COMUNISTA LIBERTARIO Lugar donde estalló, en Granada, una bomba de gran potencia, que ocasionó la rotura de la tubería de conducción de las aguas. N u e s í a s i i u a c i ó o e c o n ó m i c a , qu© c o m o s a b e n l o s l e c í o r e s era m a l í s i m a a n í e s de p r o d u c i r s e l o s ú i í J m o s s u c e s o s d e c a r á c í e r «ocia!, ha e m p e o r a d o d e s p u é s p o r c a u s a s q u e no e s n e c e s a r i o e x p l i c a r . P o r lo ianío, r o g a m o s a n u e s í r o * c o r r e s p o n s a l e s q u e l i q u i d e n sus c u e n í a s con p u n t u a l i d a d y a l o s a m i g o s q u e v e a n la manera de f a c i l i t a r n o s m e d i o s c o n q u e h a c e r Ireníe al t e m p o r a l q u e e s t a m o s a t r a v e s a n d o . N 127 CONSULTORIO GENÉRALO Q Si el Gobierno declarase fuera de la ley a la C . N . del T., ¿qué actitud deberían tomar los sindicatos adberidos a ella? (Sebastián R u e d a . ) La pregunta es muy importante, pero nos parece prematura. Desde luego nosotros no podemos dar más que una opinión particular sobre la materia. Hemos de decir, ante todo, que no creemos que el Gobierno tome medida tan poco política y diplomática. Habría de pensar y pensaría, seguramente, que si se declarase fuera de la ley a la C. N . del T . y ésta, como consecuencia, se disolviera, algunos de sus sindicatos engrosarían a la U. G. T . , aumentando con ello el Gobierno el número de sus enemigos políticos o cuando menos, el ntímero de las organizaciones obreras que le serían hostiles. Verdad que la C. N . del T . tampoco es amiga del Gobierno, pero una cosa es no ser afecta de un modo pasivo, conT> Gobierno o como partido radical, y otra cosa es haberse declarado abiertamente contrario, como norma política, al partido que acaudilla iLerroux y a su Gobierno. La C. N . del T . va contra el capitalismo en general, y por su sentido antipolítico y por sus ideas comunistas libertarias no puede ser amiga de ningún partido ni Gobierno alguno, pero no distingue de partidos ni de Gobiernos. El partido socialista y la U. G. T . , sí distinguen: han declarado la guerra al Gobierno y el partido que lo representa y por lo tanto si el Gobiertio declarase fuera de la ley a la C. N . T . , reforzaría las líneas de sus enemigos en las urnas y en el Parlamento. Por eso no creemos que el Gobierno cometa la tontería de disolver a la C. N . del T . Pero, por si acaso y en espera de los acontecimientos, a lo dicho añadiremos: Ctiando la revolución comunista de París, el año 1871, como consecuencia de la guerra francoalemana, los Gobiernos de Europa acordaron declarar fuera de la ley a la Internacional. El Gobierno de España se adhirió al acuerdo, pero no lo puso en vigor porque era hijo de la revolución de septiembre. Vino la República y al poco tiempo se sublevaron los cantoiulistas, no precisamente contra la República, sino contra una República que no se declaraba francamente federalista. Casi todos los cantonales eran interhacionalistas y ocupaba el Poder entonces Pi y Margall, que se vio obligado a dimitir para no castigar a los que en Cádiz, en Cartagena y en Alcoy se levantaban en favor de las propias ideas de Pi y Margall. Se restauró luego la Monarquía borbónica y Cánovas, que fué su primer jefe político, puso en vi- gor la ley contra la Intertiacional. Del año 1875 a 1880 la persecución contra los obreros de ideas adelantadas, fué atroz. Entonces los obreros sostenían una mezcla de federalismo y de anarquismo. De ellos se llenaron las cárceles; contra ellos se realizaron razzias. Los obreros andaluces eran asesinados por los campos. A las islas Marianas se enviaban tres barcos de deportados. Pero, a pesar de todo, cayó Cánovas del Poder y al substituirle Sagasta, los antiguos internacionalistas crearon la Federación Regional Española, celebrando, en Sevilla, su famoso Congreso, al que concurrieron cuatrocientos delegados directos y en el que se tomó el acuerdo de sostener las ideas anarco<olectivistas, ya de una manera más determinada y vigoroza. ¿De qué sirvieron tanta persecución, tanta sangre y tanta crueldad? De nada. Podemos, pues, estar tranquilos sobre el particular, que si se disolviera la C. N . del T . y fuesen perseguidos sus militantes, surgiría más potente y más avasallador que nunca el comunismo libertario. Contra las ideas y los hombres que las sostienen con dignidad, nada puede la persecusión de los Gobiernos. ^0 Tengo veintidós años, estoy cnaatorado de una mujer casada que cuenta veintitcis. Ella también n c quiere, pero no se decide a seguirme por miedo a que le quiten un bi|o adoptivo que tiene y porque yo cuento menos edad que ella. De acuerdo los dos, hemos resuelto consultar el caso con los redactores de "La Revista Blanca"- ( N o lleva firma.) Consejo es este muy difícil y peligroso. Son cuestiones para resolverlas individualmente y según los temperamentos de cada uno. Lo único que nos ocurre es que, ante todo, se debe plantear el asunto directamente con el marido, y si éste no se aviene a razones, entonces..., entonces... El amor hará lo demás. El hecho de haber adoptado un hijo de la Maternidad, supone que no lo tiene propio, y el hecho de querer conservar a su lado un hijo que no es suyo, demuestra que es una excelente mujer. No como esas madres que por un hombre abandonan a sus hijos, demostrando con ello que poseen un corazón incapaz de hacer feliz al primero, ni al segundo, ni al tercer marido o compañero. En fin, que nosotros creemos que la cosa se arreglará espontáneamente. jVaya si se arreglará! Y como la naturaleza manda. Y nada más queremos ni podemos decir. N 128 A Noticias comentadas por ^^Baturrillo" La locara de o o baturro O Baíurnüo está mis loco que una cabra o es ciego de nacimiento. Se trata de las sentencias aplicadas por los Tribunales de urgencia. La urgencia en Zaragoza: • Zaragoza. — A Isabel Aragó Ranz, Matilde Loscertales Rafles, Juan Sanz Martínez, Víctor Rodríguez Fernández, Marceliano Echeandía Iriarte y Valerio Martínez, por delito contra la forma de Gobierno, a diez años y un día de prisión mayor, a cada uno. I La urgencia en Ciudad Real: «Ciudad Real. — A Manuel Adamez Espinosa y Ruiz del Valle, Millán Carrasco Martínez y Francisco Adamez Ortiz, por delitos de tenencia de explosivos y contra la forma de Gobierno, respectivamente, retirada la acusación al primero y condenados a dos meses y un día de arresto mayor al segundo y a dos años, cuatro meses y un día de destierro al tercero.» Se conoce que en Ciudad Real la ley es más benigna que en Zaragoza. Cuestión del tiempo. Y esto que. entre los condenados en Zaragoza, hay dos mañicas que quitan el hipo. Las leyes españolas cuando gobernaba Primo de Rivera eran más galantes. Cuestión de masculinidad. La reoionta Noticias de Roma dicen que Mussolini, con motivo del aniversario del nacimiento de Jesús, ha premiado a las mujeres más prolíficas de Italia. Cuanto más hijos nacen, más se matan en la guerra. Es el ganadero, que premia a las ovejas que más paren porque más corderos sacrifica. La nocbc de Navidad Al día siguiente de la noche de Navidad, el telégrafo transmitió la siguiente noticia de Madrid: «En la Corredera Alta de San Pablo y bajo los maderos de un puesto de verduras, fué hallado esta mañana el cadáver de un hombre.» Si las últimas palabras del reo fueron: amaos los unos a los otros, escribió un bello epitafio. ¡Vivan la cristiandad, el orden social y los pimientos La pacificacióa de lo> opíritu» ••París. — Han sido conmutadas por las de tra- bajos forzados a perpetuidad, las penas de muerte dictadas por la Audiencia de Saigon contra ocho indígenas acusados de haber tomado parte muy activa en los desórdenes ocurridos en Cochinchina, durante los años 1930 y i g i i . Esta medida obedece al deseo de lograr una completa pacificación de los espíritus. — Fabra.» A esto en Saigon puede que le llamen pacificar los espíritus. En Barcelona le llamaríamos la indignación de los espíritus. DistiiBcion aerccKda Leo: «'El señor Pich y Pon ha sido nombrado subsecretario de marina civil, n Si otro que no sabía nadar y guardar la ropa con tanto esmero, fué nombrado ministro de Marina, bien puede haber sido nombrado subsecretario el señor Pich y Pon, que no se ahoga en un puchero. Una demostración más de lo útil que es la política. CzaHcn de sociollogia Baturnüo lee, corta y pega: "A última hora de la tarde de ayer, fué detenido Buenaventura Durruti Domínguez, uno de los elementos más significados de la F. A. I. (Federación Anarquista Ibérica), y, por consiguiente, de la Confederación Nacional del Trabajo. Por los iíiformes que ha adquirido la policía, el detenido había de ser ministro del Gobierno que se. formara, en el caso de que triunfara el movimiento revolucionario ácrata que se anunciaba para estos días.» Lo mismo h policía que dio b noticia, que el periodisu que la recogió, pueden ser nombrados catedráticos en sociología. Otros hay que saben menos dónde tienen las patas. La idcatificacióa de «a cadáver Telegrafían de Huelva: "En la finca denominada Carretra, fué encontrado cadáver un hombre que falleció de hambre y frío. No ha sido identificado.» Baturnüo lo identifica: se llama Crimen Social. BATURRILLO