el sacramento de la penitencia en los jóvenes

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EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA EN LOS JÓVENES
Estás ahí, Dios mío? Soy yo, Bart Simpson. Sé que no piso demasiado la
Iglesia, pero ¿podría usar una de esas cosas realmente buenas que la
Iglesia tiene? He hecho algo realmente malo con mi alma y no sé qué va a
hacer Él con ella.”
Bart ha vendido su alma por cinco euros y necesita que se la devuelvan. Bart
es un ejemplo de lo que muchos jóvenes hoy experimentan en su interior,
aunque no sean conscientes de ello.
No hace falta ser muy católico para experimentar esto. Muchos de nuestros
contemporáneos han vendido partes de si mismos, se han entregado en las
manos equivocadas, y están buscando algo que les llene la vida y que les dé
sentido a ella. Es la experiencia del pecado. De hecho cada vez que uno se
equivoca en la vida, y hace algo que sabe que está mal, está poniendo una
parte de si mismo en las manos equivocadas, y por dentro experimenta el
poder del mal, y una tristeza profunda en su interior. El botellón, el sexo, las
drogas, vivir en la mentira, son ejemplos de entregar parte de nosotros mismos
a la persona inadecuada.
El hombre tiene delante de si dos caminos, el de la vida y el de la muerte. Dios
nos ha creado libres, y esta libertad nos permite elegir entre el bien y el mal;
“elige la vida y vivirás”, dice Dios en el Antiguo Testamento; “Dichoso el hombre
que no sigue el camino de los malvados, ni sigue el camino de los impíos” (Sal
1). San Pablo nos habla de las obras de la carne y de las obras del Espíritu. Y
Cristo en el evangelio de san Juan frecuentemente habla de las obras de las
tinieblas y del mundo, y nos recuerda cuál es el verdadero camino: Jesucristo;
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. La Confesión es la posibilidad que
tenemos los católicos de corregir nuestro camino en la vida, si no hemos
elegido el verdadero Camino que es Cristo.
"Recuerdo que una vez me dijo una mujer judía: “menuda suerte tenéis los
católicos con la confesión; nosotros los judíos, tenemos que esperar hasta el
día del Yom Kippur, para celebrar la fiesta del perdón, mientras que vosotros
siempre tenéis un sacerdote en el confesonario dispuesto a perdonar el mal
que habéis hecho” (testimonio de un sacerdote en Nueva York)."
El sacramento de la penitencia en la vida del joven
Hay muchas veces que nos gustaría empezar de nuevo. Quien se toma la vida
en serio, no está exento de meter la pata y hacer cosas que en el fondo del
corazón todos sabemos que están mal. Todo hombre tiene la experiencia en su
interior de que hay acciones que le producen sentimientos de tristeza y otras
que le producen sentimientos de alegría. Esto lo experimentó san Ignacio de
Loyola cuando estaba convaleciente después de haber sido herido en
Pamplona.
La confesión tiene que ver directamente con el pecado. Los pecados son
aquellas acciones que van directamente contra los mandamientos de la ley de
Dios o contra lo que se deriva de ellos. Un pecado es una ofensa directa a Dios
por la desobediencia de su ley. Y así, la confesión es el perdón por parte de
Dios de los pecados que el hombre ha hecho.El sacramento de la penitencia es
empezar de nuevo. Por poner un ejemplo, es como una reconciliación entre los
esposos o entre amigos. Claro que en este sacramento, una de las partes es
Dios, que no necesita pedir perdón. Por esto, es el hombre el que necesita este
sacramento, para echar fuera de su vida los pecados. La mejor descripción que
tenemos del sacramento de la penitencia es la parábola del hijo pródigo en el
capítulo 15 del evangelio de san Lucas.
El sacramento de la penitencia nos ayuda a entrar en la verdad sobre nosotros
mismos y a hacernos mejores personas. Un joven se expresaba así en una
peregrinación a una JMJ:
Cuando llevas varios días conviviendo con las mismas personas en un camino
duro, al momento uno ve los defectos de los demás muy fácilmente: ese es un
vago, ese escoge los mejores puestos, ese no ayuda a los demás, y ese otro
es un egoísta y se queda con la parte mejor de la comida. Es normal que surjan
roces, y que en los roces uno quiera dominar sobre los demás, o le quede en
su corazón un rencor oculto hacia sus compañeros. Todo esto pasó cuando
fuimos a una de las JMJ, hasta que llegamos a la fiesta de la Confesión: allí, al
entrar en la verdad de nuestras vidas y ser conscientes de nuestros pecados, y
de que estos estaban perdonados entendimos la misericordia de Dios, y fuimos
capaces de perdonarnos unos a otros. Nos llenamos de inmensa alegría.
Este ejemplo nos ayuda a ver por qué la confesión es el sacramento de las
tres C (CCC): Conversión, Confesión y Celebración (por este orden).
Algunos textos del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la confesión:
1422 "Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la
misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo
tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella
les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones" (LG 11).
1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un
retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el
pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que
hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de
cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la
ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y
tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del
espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de Trento:
DS 1676-1678; 1705; Catech. R. 2, 5, 4). 1
432 El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al
hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente
una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones:
"Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lc 5,21). Dios es quien nos da la
fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios,
nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a
temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón humano
se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za
12,10). 1
439 El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito
maravillosamente por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo", cuyo
centro es "el Padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad
ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se
encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse
obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las
algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el
arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino
del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos
son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el
banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de
alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que
es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo que conoce las profundidades del amor
de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan
llena de simplicidad y de belleza.
1442 Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su
obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos
adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de
absolución al ministerio apostólico, que está encargado del "ministerio de la
reconciliación" (2 Cor 5,18). El apóstol es enviado "en nombre de Cristo", y "es
Dios mismo" quien, a través de él, exhorta y suplica: "Dejaos reconciliar con
Dios" (2 Co 5,20). 1444 Al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder
de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a
los pecadores con la Iglesia. Esta dimensión eclesial de su tarea se expresa
particularmente en las palabras solemnes de Cristo a Simón Pedro: "A ti te daré
las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en
los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt
16,19). "Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza
(cf Mt 18,18; 28,16-20), recibió la función de atar y desatar dada a Pedro (cf Mt
16,19)" LG 22).
1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra
comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que recibáis
de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La
reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios.
1467 Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a
las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está
obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes
le han confesado, bajo penas muy severas (⇒ CIC can. 1388,1; CCEO can.
1456). Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da
sobre la vida de los penitentes. Este secreto, que no admite excepción, se
llama "sigilo sacramental", porque lo que el penitente ha manifestado al
sacerdote queda "sellado" por el sacramento.
Cómo preparar la confesión:
Si llevas mucho tiempo sin ir a confesar, aprovéchate en cuanto puedas del
sacramento de la penitencia. Jesús prometió que estaría siempre con su iglesia
hasta el fin de los tiempos, cosa que hace en los sacramentos.Si te da mucha
vergüenza confesarte con un sacerdote determinado, busca confesarte con
otro diferente; lo más importante es que que seas honesto con el sacerdote y
que digas la verdad con sinceridad. Confía en que Dios puede hacer de ti una
criatura nueva: Jesús una vez preguntó al ciego: “¿crees que puedo hacerlo?”
Después de tener una respuesta de fe, hizo el milagro. Lo mismo ocurre en el
sacramento de la penitencia.
En conclusión, si te acercas a Dios con dolor de corazón, independientemente
del sacerdote que te dé la absolución, Jesucristo de acogerá con los brazos
abiertos, y te dará un alma limpia, junto con las gracias necesarias para vivir la
vida cristiana. Antes de pecar, el demonio nos dice que Dios está muy lejos,
que no le importan nuestros pecados y que es comprensivo con nuestras
debilidades. Después de pecar sigue con la misma historia, o intenta
convencernos de que no merece la pena levantarse pues uno va a volver a
caer otra vez. A veces nos intenta llevar a la desesperación diciéndonos que
Dios ya no nos ama más. Y siempre hay un demoniejo que aparece cuando
uno toma la decisión de ir a confesar y le intenta convencer de que vaya una
semana más tarde, poniéndole delante algo muy importante y urgente que
tiene que hacer.
Tampoco dejes de ir a la confesión porque pienses que tus pecados son
demasiado grandes para confesarlos. Si a veces nos pesan demasiado los
pecados, recordemos lo que decía el cura de Ars: “nuestros pecados son como
un grano de arena comparados con la montaña de la misericordia de Dios.” En
el Antiguo Testamento se dice: “su misericordia no tiene límites; se renueva
cada mañana”. No dejes de confesarte aun cuando siempre caigas en los
mismos pecados. El demonio nos tienta para que no nos levantemos, pues nos
quiere ver siempre caídos. En cambio, el buen espíritu, nos invita siempre a
levantarnos. Puedes decir con san Francisco de Sales: “ten paciencia con todo
el mundo, especialmente contigo mismo.”
Algunas actitudes para acercarse a confesar:
•
Si llevas mucho tiempo sin ir a confesar, aprovéchate en cuanto puedas
del sacramento de la penitencia. Jesús prometió que estaría siempre con su
iglesia hasta el fin de los tiempos, cosa que hace en los sacramentos.
•
Si te da mucha vergüenza confesarte con un sacerdote determinado,
busca confesarte con otro diferente; lo más importante es que que seas
honesto con el sacerdote y que digas la verdad con sinceridad.
•
Confía en que Dios puede hacer de ti una criatura nueva: Jesús una vez
preguntó al ciego: “¿crees que puedo hacerlo?” Después de tener una
respuesta de fe, hizo el milagro. Lo mismo ocurre en el sacramento de la
penitencia.
•
Si te acercas a Dios con dolor de corazón, independientemente del
sacerdote que te dé la absolución, Jesucristo de acogerá con los brazos
abiertos, y te dará un alma limpia, junto con las gracias necesarias para vivir la
vida cristiana.
•
Antes de pecar, el demonio nos dice que Dios está muy lejos, que no le
importan nuestros pecados y que es comprensivo con nuestras debilidades.
Después de pecar sigue con la misma historia, o intenta convencernos de que
no merece la pena levantarse pues uno va a volver a caer otra vez. A veces
nos intenta llevar a la desesperación diciéndonos que Dios ya no nos ama más.
•
Siempre hay un demoniejo que aparece cuando uno toma la decisión de
ir a confesar y le intenta convencer de que vaya una semana más tarde,
poniéndole delante algo muy importante y urgente que tiene que
hacer.¡Véncele!
•
Tampoco dejes de ir a la confesión porque pienses que tus pecados son
demasiado grandes para confesarlos. Si a veces nos pesan demasiado los
pecados, recordemos lo que decía el cura de Ars: “nuestros pecados son como
un grano de arena comparados con la montaña de la misericordia de Dios.” En
el Antiguo Testamento se dice: “su misericordia no tiene límites; se renueva
cada mañana”. No dejes de confesarte aun cuando siempre caigas en los
mismos pecados. El demonio nos tienta para que no nos levantemos, pues nos
quiere ver siempre caídos. En cambio, el buen espíritu, nos invita siempre a
levantarnos. Puedes decir con san Francisco de Sales: “ten paciencia con todo
el mundo, especialmente contigo mismo.”
Santa María Faustina Kowalska recomendaba tres cosas a quien se
preparaba para la confesión:
1.
Sinceridad y transparencia: “un alma no sincera, que oculta algo, corre
grandes riesgos en la vida espiritual, e incluso el Señor Jesús no puede
concederle una mayor vida espiritual”.
2.
Humildad: “Un alma no se beneficia del sacramento de la confesión si no
es humilde. El orgullo la mantiene en la oscuridad. Esta alma ni sabe
cómo, ni quiere, entrar con precisión en las profundidades de sus miserias.
Se pone una máscara y evita todo lo que la podría llevar a su recuperación
espiritual”.
3.
Obediencia. “Un alma desobediente no ganará ninguna victoria, incluso
si el mismo Señor Jesús fuese quien escuchase su confesión”.
¿Como confesarse?
Aún cuando algunas Iglesias tienen muchas horas de confesionario, algunas
sólo confiesan media hora antes de las misas, o sólo pidiéndolo en la sacristía.
Si en la tuya se confiesa poco, acércate a la sacristía antes de Misa, y pídele al
sacerdote que te confiese, si puede, en ese momento, o si no, después de
Misa.Antes de confesar tómate un poco de tiempo para hacer el examen de
conciencia, por ejemplo, siguiendo uno de los esquemas que proponemos en
este documento. Como el examen de conciencia es un modo de oración,
empieza pidiendo al Espíritu Santo que te haga recordar los pecados que te
han hecho separarte de Dios.
Si te impone un poco la confesión, no tengas miedo, y pídele al sacerdote que
te ayude. Recuerda que él está ahí para ayudarte, para darte el abrazo de la
misericordia de Dios. Cuando llegues al confesionario, el sacerdote puede
saludarte con la fórmula “en el nombre del Padre ...” y con algún versículo de la
escritura. Tú puedes decir “Ave María Purísima”, o “Perdóname padre porque
he pecado” o “Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. “Han pasado x
semanas desde mi última confesión.”
Después de decir tus pecados, (incluyendo el número de veces que has caído),
se puede añadir: “Me arrepiento de éstos, y de todos los pecados que he
cometido y que no recuerdo”. El sacerdote entonces te dará algún consejo y te
pondrá alguna penitencia por tus pecados. A veces es bueno que lleves
pensado tú la penitencia que quisieras que te pusiera y que se lo digas, pues la
penitencia es como una medicina, y tú sabes muy bien qué es lo que más
necesitas para mejorar. Y justo antes de recibir la absolución, es el momento
de decir el acto de contrición, que es la expresión del dolor de los pecados. Lo
puedes hacer con la siguiente oración:
“Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero,por ser vos quien sois,
bondad infinitay porque os amo sobre todas las cosas,me pesa de todo
corazón el haberos ofendido.También me pesa porque podéis castigarme con
las penas de infierno.Ayudado por vuestra divina gracia,propongo firmemente
nunca más pecar,confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta.
Amén.”
O bien uno más corto: “Jesús Hijo de David, ten misericordia de mí que soy un
pecador”.
Después el sacerdote te dará la absolución y terminará con la fórmula:
(sacerdote) Dad gracias al Señor porque es bueno
(penitente) porque es eterna su misericordia;
(sacerdote) El Señor ha perdonado tus pecados, vete en paz.
(penitente) Amén.
Después de retirarte es el momento de cumplir la penitencia.
Recuerda, cinco cosas son necesarias para una buena confesión: examen de
conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados
al confesor y cumplir la penitencia.
Examen de Conciencia para la Confesión. Repasando los diez
mandamientos:
1. Yo soy el Señor tu Dios. No darás culto a otros dioses.
•
¿Es Dios el centro de tu vida, u otras cosas, como el dinero, el trabajo,
tu imagen, una relación, el placer, o la superstición sustituyen a Dios como tu
ocupación principal?
•
¿Has practicado la magia, la brujería, espiritismo, horóscopos o cosas
similares?
•
¿Eres indiferente con Dios? ¿Le das las gracias por todos los dones que
te da?
•
¿Si tienes dificultades en temas de fe has buscado una buena
formación, o te has preocupado de buscar las respuestas?
2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
•
¿Has tratado con cuidado la palabra “Dios”, evitando usarla, por
ejemplo, en chistes o similares?
•
¿Has usado su nombre como exclamación cuando estás enfadado?
•
¿Has usado lenguaje obsceno o blasfemado?
•
¿Has corregido las blasfemias ajenas, o reparado en tu interior la ofensa
cometida?
3. Santificarás las fiestas
•
¿Has honrado a Dios especialmente en los Domingos y en los días de
precepto?
•
¿Has faltado a Misa, deliberadamente, sin causa alguna en estos días,
llegado tarde, o saliendo antes de terminar?
•
¿Has participado en Misa activamente, con reverencia, vistiendo
adecuadamente?
•
Durante la Misa, ¿has prestado atención a Cristo y a su sacrificio por ti,
o has estado distraído?
•
¿Has recibido la comunión en estado de pecado mortal?
•
¿Has hecho del domingo un día de descanso, consagrado al Señor,
evitando el trabajo innecesario?
4. Honra a tu padre y a tu madre.
•
¿Has sido desobediente, deshonesto con tus padres, o les has faltado al
respeto?
•
¿Eres causa de preocupación para tus padres?
•
¿Tratas a tus hermanos con respeto y amor?
•
¿Muestras respeto y obediencia a los que tienen autoridad sobre ti?
5. No matarás.
•
¿Has respetado la vida humana desde su concepción hasta su muerte
natural?
•
¿Has tenido alguna responsabilidad en la muerte de alguna persona
(incluido el aborto)?
•
¿Has abusado del alcohol, haciendo botellón, llegando a la borrachera?
¿Has tomado drogas?
•
¿Has puesto en peligro tu vida o la vida de otras personas conduciendo
de modo peligroso o bajo la influencia del alcohol o de las drogas?
•
¿Has hecho daño a otras personas por medio del insulto?
•
¿Podrías repetir en la presencia de Cristo las cosas que has dicho en
sobre otras personas
•
¿Has cuidado tu salud?
6. No cometerás actos impuros.
•
¿Has cometido alguna forma de actividad sexual fuera del matrimonio
como la masturbación, pornografía, relaciones prematrimoniales, prostitución,
actos homosexuales o anticoncepción?
•
¿Has visto programas de televisión, revistas, música, sitios web, de
naturaleza impura?
7. No robarás.
•
¿Has tomado algo que no te pertenezca?
•
¿Has dañado deliberadamente la propiedad ajena?
•
¿Has engañado a alguno quitándole algo que le fuera propio?
•
¿Respetas siempre la propiedad pública?
•
¿Eres egoísta?
•
¿Eres perezoso o te gusta perder el tiempo? ¿Trabajas diligentemente y
eres responsable en los estudios o haces otras cosas en vez de hacer lo que
es tu deber?
•
¿Has tenido caridad con los pobres o los desprecias?
8. No levantarás falso testimonio ni mentirás.
•
¿Has mentido en alguna ocasión?
•
¿Has dañado la reputación de otros usando palabras de desprecio o
ridiculizando?
•
¿Has traicionado a alguien revelando secretos que te hayan confiado?
•
¿Has copiado en los exámenes?
•
¿Eres hipócrita?
9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
•
¿Te sientes atraído sexualmente por alguien con quien no estés
casado?
•
¿Te pones en ocasiones de pecado sexual?
•
¿Expones a otros a tentaciones sexuales por medio de vestidos
indecorosos, modos de hablar impuros o comportamientos indecentes?
10. No codiciarás los bienes ajenos.
•
En vez de agradecer los dones que tan generosamente Dios te ha dado,
¿tienes envidia de los talentos o posesiones que otras personas tienen?
•
¿Deseas daño a algunas personas en provecho propio?
•
¿Eres egoísta, materialista, envidioso, o autocentrado, dejando de
preocuparte por los demás?
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