Espert llena de talento el Filarmónica. El Comercio Clasificados 11870.com Vivienda Empleo Coches mujerhoy.com Page 1 of 2 Hoy Miércoles, 26 febrero 2014 4 / 13 | Mañana Iniciar sesión con Portada Política Asturias Nacional Deportes Economía Internacional Sociedad Más Actualidad Gente y TV Ocio Cultura Tecnología Salud Moda Participa Blogs Servicios 7 / 14 | Regístrate IR Hemeroteca Estás en: El Comercio Digital > Noticias Más Actualidad > Noticias Cultura > Espert llena de talento el Filarmónica CULTURA Espert llena de talento el Filarmónica 25.02.11 - 03:01 - Interpretó el dramático monólogo de Shakespeare ante un teatro abarrotado, que la ovacionó El público se rinde a la maestría de la actriz, que se multiplica en varios papeles en 'La violación de Lucrecia' A pocos les cabrán dudas acerca del inmenso talento de una actriz de las dimensiones de Nuria Esper (Hospitalet, 1935). Pero sería igual de evidente señalar que en ocasiones la intérprete catalana ha sufrido las objeciones críticas que apuntaban hacia un cierto manierismo, a una forma de encarnar sus personajes donde siempre se reconocía al fondo el sello personal e indeleble con que los desarrollaba. Algo que podríamos llamar estilo y que en cualquier otra faceta artística obtendría el beneplácito del cuño singular. Ocurre que sobre las tablas, de algún modo, los actores deben desaparecer para dejar paso a aquellos que representan. Y, digámoslo ya, si alguien albergaba a estas alturas de la historia el más mínimo resquicio de sospecha acerca de las cualidades proteicas de esta mujer que debutó haciendo de Medea en la remota década de los 50 del pasado siglo, ese equivocado supuesto habrá quedado definitiva y radicalmente evaporado tras admirarla en su papel (sus papeles) de 'La violación de Lucrecia', que en la tarde de ayer subió al escenario del ovetense Teatro Filarmónica, en un espectáculo organizado por la Fundación María Cristina Masaveu y que hoy se repite. El poema de William Shakespeare, que el inmortal autor dedicó en estrofas de poema dramático a Henry Wriothesley, conde Southampton, en 1594, renace en la voz y el gesto de Nuria Espert como monólogo, dándole la oportunidad de multiplicarse o dividirse en cada uno de los personajes que configuran la trama. Y lo hace en estado de inspiración soberana, dueña de todos los registros, dibujando matices y haciendo sus parlamentos incluso cuando sólo es la respiración la que habla. La historia shakespeareana remite a la caída de la monarquía romana, que daría paso a la etapa republicana. Y en el centro de la acción, contemplamos las intrigas, las ambiciones, la crueldad, el arrepentimiento, las profundas reflexiones de la literatura dramática de Shakespeare, cuando todavía su obra mayor estaba por hacer, pero ya establecía las coordenadas y los prototipos con los que la coronaría. Al principio de la representación, un guiño metateatral: la actriz ensaya el rol de la narradora, dotándolos de diversas entonaciones (¿tal vez una respuesta consciente o inconsciente a ese manierismo del que escribíamos al principio?). Pero, pronto se desencadenará la acción propiamente dicha, la violación de Lucrecia (que en épocas más castas y mojigatas se tradujo alguna vez como el rapto de Lucrecia). La morosidad en el tratamiento de la vejación no acerca a ninguna torpe concupiscencia, sino a la importancia del hecho, a la catarata de acontecimientos que desencadenará en planos personales e históricos. Nuria Espert es Lucrecia, sí, pero también es el infamante Sixto Tarquino. Y la narradora. Y el esposo de Lucrecia, Colatino. Y el amigo fiel de Colatino, Lucio Bruto. Una gama de recursos que sólo se halla al alcance de quien ha hecho del teatro un sentimiento tan profundo como el de la vida misma. Y que no es el producto del azar, claro está, sino el resultado de un trabajo que como ha dicho la que fuera directora del Centro Dramático Nacional, «ha sido el más duro de mi carrera». Los espectadores nunca se lo agradecerán suficientemente. Por momentos, la atmósfera del Teatro Filarmónica era la Roma clásica rediviva. A ello contribuyeron asimismo la iluminación de Juanjo Llorens, justa en las tonalidades requeridas, y la escenografía leve de Ikerne Jiménez, que valiéndose apenas de una cama con dosel, telas y la capa negra en la que se recoge Tarquino, logró plasmar la esencia y la tensión de las diversas situaciones. Hace tiempo nos comentó la novelista Rosa Montero que una de las limitaciones de la literatura contemporánea procedía de la circunstancia según la cual hoy carecía de entornos y episodios como los que podía abordar el creador de 'Macbeth' o 'Hamlet'. Es posible. Aunque nada impide mirar atrás -como realiza el genio de Strafford-upon-Avon en esta obra iniciática-. Pero, a decir verdad, lo que acabó conmoviendo al público que llenó el Teatro Filarmónica fue la extraordinaria fuerza y versatilidad de una actriz que convirtió a sus personajes en seres humanos próximos, casi tangibles. Un portento al que se despidió con ovación atronadora. Salió a saludar en cuatro ocasiones. 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