62 firmas Expansión, martes 11 de noviembre de 2008 ANÁLISIS DE ACTUALIDAD VISIÓN PERSONAL Medidas legales para afrontar la crisis financiera Crisis… demográfica JoséLuisÁlvarez FacultaddeCienciasEconómicasyEmpresariales UniversidaddeNavarra RafaelMínguez SociodeCuatrecasas La extrema situación que llevan viviendo los mercados financieros a nivel global y nacional desde hace más de un año ha evidenciado que no estaban cumpliendo su objetivo de servir de canal para la obtención de financiación ni de empresas ni de entidades financieras, con los consecuentes efectos negativos para las economías nacionales, así como para la solvencia bancaria y el funcionamiento de los mercados financieros. Todo ello ha comportado una crisis de confianza en el riesgo de contrapartida y de crédito entre entidades financieras, así como una desconfianza de los particulares en la solvencia de dichas entidades. La alteración de dichas premisas a nivel internacional, fruto de circunstancias de toda índole, si bien el origen se sitúa en los problemas acaecidos con el surgimiento de la denominada “crisis de las hipotecas subprime”, ha obligado a reaccionar a los diversos Estados y a la Unión Europea, adoptando diversos mecanismos de intervención en los mercados financieros y de crédito para reestablecer su funcionamiento. En consecuencia, el Estado tiene que suplir las insuficiencias de una manera directa utilizando recursos de naturaleza pública y ofreciendo su “garantía” para reponer la confianza perdida en los mercados. En esa situación, se encuadran un conjunto de medidas normativas adoptadas por nuestro Gobierno recientemente, cuyo objetivo es hacer frente a la situación señalada. En primer lugar, para trasladar mayor confianza a los ciudadanos en el sistema financiero y en su solvencia, se incrementan los umbrales mínimos de protección de los Fondos de Garantía de Depósitos de Entidades de Crédito y del Fondo de Garantía de Inversiones hasta 100.000 euros por inversor y/o depositante. No olvidemos, en relación con los primeros, que en nuestro sistema, además, son un mecanismo de gestión por los poderes públicos en casos de situaciones de insolvencia de entidades de crédito, como ya sucedió en el caso Banesto. Pero las medidas más importantes, sin lugar a dudas, han sido las relativas a la creación de un “Fondo para la Adquisición de Activos Financieros”, en primer término (Real Decreto Ley 6/2008, de 10 de octubre), y, en segunda instancia, las denominadas “Medidas Urgentes en Materia Económico Financiera” (Real Decreto Ley 7/2008), recientemente completadas por la Orden de 31 de Octubre del Ministerio de Economía y una Resolución del Tesoro de la misma fecha. Facilitarliquidez La primera medida tiene una finalidad clara, cual es la de facilitar la liquidez que los mercados no ofrecen mediante la adquisición de activos financieros por parte del Estado, a través del Fondo para la Adquisición de Activos Financieros (mecanismo similar a un Fondo de Titulización de Activos y que guarda también cierta similitud con los antiguos Fondos de Regulación del Mercado Hipotecario). El Fondo se financiará con recursos aportados por el Estado, que, a su vez, se obtendrán mediante la emisión de Deuda Pública. Y con estos pasivos lo que se adquiere son instrumentos financieros de renta fija emitidos por entidades de crédito y, en particular, cédulas hipotecarias; y, por otra parte, bonos de titulización de activos emitidos por Fondos de Titulización que están integrados por créditos cedidos por entidades financieras y que se hayan concedido a particulares, empresas y entidades no financieras o por créditos hipotecarios. De lo expuesto, se deduce que: por un lado, se facilita de modo directo la financiación bancaria o crediticia; y, por otro, con la segunda vía, de un modo indirecto, se facilita liquidez bancaria para financiar a particulares y empresas. Este primer instrumento es temporal, sujeto a control público, y las adquisiciones se efectuarán mediante procedimientos de subasta pública en concurrencia e igualdad de oportunidades, diversificando riesgos y con la gestión del Banco de España. Por tanto, se da cabida tanto a suscripción en mercado primario o de emisiones, o su adquisición mediante operaciones de mercado como son las dobles o simultáneas. El régimen de subastas será periódico, e incentivará a aquellas entidades que generen nuevo crédito al sistema, en consonancia con la finalidad de restablecer el mercado crediticio a empresas y particulares. En la segunda disposición, por un lado, se completa la intervención pública para facilitar la financiación bancaria, para lo cual se prevé la garantía pública de emisiones de renta fija efectuadas por entidades de crédito o de préstamos interbancarios, transformando en “riesgo Estado” operaciones de financiación entre entidades de crédito. Y, en segundo término, se arbitra una medida encaminada a fortalecer la solvencia financiera bancaria, para afrontar potenciales riesgos de contrapartida o de crédito por descapitalización, y que consisten en que el Estado entre en el capital de entidades de crédito o que incremente sus recursos propios adquiriendo instrumentos financieros que se consideran tales, como cuotas participativas, deuda subordinada o participaciones preferentes. Pedro Solbes, vicepresidente económico. Como decíamos, el mercado ha necesitado para sobrevivir de la intervención estatal directa pues por primera vez, de un modo rotundo, los sistemas financieros han evidenciado unas carencias que han justificado y obligado a la actuación de los poderes públicos. Ahora bien, las medidas son necesarias, pero no suficientes. La construcción de una nueva arquitectura financiera y el diseño de un nuevo marco regulatorio que afronte las insuficiencias evidenciadas en los sistemas financieros son premisas fundamentales para no repetir los problemas, que, ante todo, han puesto de manifiesto que muchos pilares que sustentaban los mercados financieros eran “de barro”. Menos mal que en este ámbito, como ya era sobradamente conocido desde hace tiempo, nuestro sistema financiero no adolecía de problemas de solvencia y supervisión, pero las circunstancias económicas y la globalización no nos dejaban inmunes a los problemas generales. Ahora bien, lo que sí se ha demostrado es que el Estado sigue siendo indispensable, tal y como señalaban los clásicos de la teoría política como Hobbes. El tiempo nos dirá cuan de eficientes y oportunas han sido las medidas, pero lo que difícilmente se podrá cuestionar es su absoluta necesidad. La crisis financiera ha desencadenado un brusco ajuste de los desequilibrios acumulados por la economía española durante tres lustros de bonanza. Se cierra así, con regusto amargo, una brillante etapa de crecimiento y creación de empleo. No conviene, en cualquier caso, que la desazón provocada por la mala coyuntura impida valorar en su justa medida la enorme transformación vivida por nuestro país en esos años, con todas sus luces y sombras, y de la que tanto debemos aprender para el futuro. Uno de los cambios más profundos e intensos, al que aún asistimos, es la progresiva inversión de la pirámide poblacional, que amenaza con hacer de España una nación extremadamente envejecida. Este proceso tendrá costes económicos y sociales gravísimos. Sin ir más lejos, se prevé que el sistema de pensiones contributivas arroje su primer déficit durante el próximo quinquenio. Detrás del fenómeno, dos causas visibles: el continuo incremento de la esperanza de vida –excelente noticia, máxime cuando aumenta la esperanza de vida sana– y el derrumbe de las tasas de fertilidad –una mala noticia–. La caída de la fertilidad A principios de los años noventa, España fue uno de los primeros países del mundo en alcanzar y mantener tasas de fertilidad inferiores a 1,3 hijos por mujer. Son tasas tan bajas y alejadas de los niveles de reposición que los expertos las denominan “fertilidad baja más baja” (lowest-low fertility), enfatizando así sus tremendos efectos sobre la estructura y tamaño de la población –sin inmigración, los actuales niveles de fertilidad harían menguar la población española casi un 50% en sólo medio siglo–. Como seguro sabrán, la razón tradicionalmente aducida para explicar la caída de la fertilidad es la incorporación de la mujer al mercado laboral. Desde luego, este factor ha operado en nuestro país. Ahora bien, es una explicación insuficiente pues, al contrario de lo que fue habitual, hoy la tasa de fertilidad y la tasa de actividad femenina muestran una correlación positiva en el grupo de países industrializados. Luego, debe haber otros elementos o matices que expliquen por qué España combina tasas de actividad femenina relativamente reducidas con tasas de fertilidad muy bajas. En realidad, la menor fertilidad registrada puede descomponerse en dos fenómenos estrechamente vinculados, pero distintos: el retraso en la edad de la maternidad y la reducción del número de hijos deseados. Ambos pueden entenderse como decisiones racionales, basadas en el coste de oportunidad de EXPANSIÓN no se responsabiliza de las opiniones vertidas en esta sección. ser madre. Aquí las instituciones del mercado laboral son determinantes porque influyen en la renta esperada de la madre/trabajadora. Cualquier salida del mercado laboral para ser madre tiene un coste de oportunidad, tanto por el salario que se deja de percibir durante el tiempo dedicado al hijo, como por la experiencia laboral perdida y el aumento en la probabilidad de desempleo futuro. Así, deberíamos esperar un retraso en la edad de la maternidad y una caída en la fertilidad total siempre que el funcionamiento del mercado de trabajo generara más incertidumbre para la madre potencial. Y eso es exactamente lo que sucede en España, con un mercado laboral rígido, caracterizado por elevadas tasas de desempleo femenino y temporalidad, de las que las mujeres se protegen dedicando más tiempo de su juventud a adquirir capital humano –lo que explica también algo de la baja participación laboral femenina–. El impacto de la crisis económica Una de las hipótesis barajadas sugiere que la caída de la fertilidad en España es, en parte, reflejo de la decisión de las mujeres de retrasar su maternidad en respuesta a los factores indicados y a otros (por ejemplo, las dificultades en el acceso a una vivienda en propiedad, que también postergan la emancipación). De ser así, habría esperanzas en cierta recuperación demográfica. Conforme las jóvenes que pospusieron su maternidad se acercaran a una edad umbral –sobre los 30 años según los expertos, justo la edad media de las madres primerizas españolas–, aumentaría su probabilidad de tener un hijo y, con ella, la fertilidad total. De hecho, esta última está repuntando ligeramente, con incrementos mayores en la fecundidad de las mujeres de entre 30 y 39 años. Pero la presente coyuntura económica diluye esas esperanzas. Aumenta el paro, se complican las condiciones para mantener una vivienda propia (incluso se regresa a la casa familiar) y se abandona la población activa para retomar los estudios. Nada de eso ayudará a tomar la decisión de ser madre. Se ha dicho, con razón, que España precisa de reformas estructurales para recuperar la senda de crecimiento sostenido y evitar un estancamiento prolongado. Esas reformas –entre otras, un mejor sistema educativo y un mercado laboral flexible– resultan más urgentes si cabe cuando en los cálculos incluimos su positivo impacto potencial sobre la natalidad. Pongámoslas en marcha. Aún hay tiempo, pero corre contra nosotros y lo hace muy deprisa.