80 LATERCERA Sábado 23 de noviembre de 2013 Opinión Ganó el sistema La nueva minoría Andrés Benítez Alfredo Jocelyn-Holt Ingeniero comercial Historiador P ERDIO ESA necia suposición que sostiene que en las elecciones alguien tiene que ganar, no puede no haber ganador, lo otro sería mera “poesía”. Sucede que la política es bastante más compleja que lo poco que atinan a entender cientistas políticos, encuestólogos y “clientes” embaucados por cifras y pronósticos temerarios. A Bachelet la daban por triunfadora segura (entre un 53% y 60%) el CEP, la UDP, Pepe Auth, LarraínVial y su comando. Pasó algo análogo a lo del plebiscito del 88, “corrió sola y salió segunda”. A la, por años, “preferida” de mediciones, indexaciones y “apuestas” le sobrevino la dura prueba de la realidad. Se produjo un triunfo gusto a como que no quiere la cosa, a poco, a plop: no perdió pero tampoco ganó (ídem Matthei); en fin, “dio lo mismo quién ganara”. El sistema se impuso y, como con los casinos: “gana la casa, mesdames, messieurs, sigan jugando”. No arrasaron ni se produjo una debacle de la derecha (el sistema no sería respetable si no asegurara una oposición). Se desinflaron varios liderazgos carismáticos, incluso en parte el de Bachelet (el sistema es de partidos). Los candidatos insignificantes confirmaron su insignificancia (el sistema supone una mínima seriedad). La opción “marca tu voto” (8%) no dio aliento a una futura asamblea constituyente (el sistema no es suicida). Algunos íconos de la “calle”, alguna vez furiosos en contra, fueron admitidos al sistema y bajo sus términos (el sistema es generoso). Consecuencia no intencionada: el binominal favoreció a la Nueva Mayoría justo cuando el binominal peligraba y requería un espaldarazo (los caminos del Señor son misteriosos). Todos perdieron y ganaron algo (el sistema tiende a los equilibrios salomónicos). Y, muy significativo, no como para despreciarlo así La alta abstención puede jugar a favor o en contra del sistema, pero hasta en eso el resultado es sabio. En tanto se siga jugando a la boba idea de que las “nuevas mayorías” todo lo pueden, la abstención admite una sombra de sana duda. nomás, la abstención -que el sistema siempre ha tolerado y ahora acepta con todas las de la ley- ha demostrado ser incombustible, de nadie, plural (hay objetores de conciencia, indiferentes a lo público, escépticos, contemplativos o “ni ahí”, también los hay meramente cómodos). Pero por muy enigmática que sea esta abstención, es claro que el voto emitido vale cada vez menos. Un punto que puede jugar a favor o en contra del sistema, pero hasta en eso el resultado es sabio, un llamado a la atención. En la medida que llegamos a un 50% de abstención, es cada vez más una cuestión de cara o sello, y si ello es bueno o malo, está por verse. Me inclino por pensar que es positivo. En tanto se siga jugando a la boba idea de que las “nuevas mayorías” y “grandes alamedas” todo lo quieren, todo lo pueden, la abstención admite una sombra de sana duda posible. Al menos, no estamos en la Alemania de 1933, en que casi no hubo abstención. Fueron derrotados el domingo quienes creen que la historia es propia y se la puede adivinar. Gente como el escritor Alejandro Zambra, en el diario El País, quien, incluso al día siguiente del “triunfo”, afirma de la Nueva Mayoría y su candidata “ganadora”: “Sabe que la mayoría estamos cansados de... Su programa propone lo que todos queremos…”. Sea o no razonable lo que Zambra quiere para Chile, que “todos” lo queramos y sepamos, como él se lo imagina, es ciencia ficción. El sistema es realista y menos tajante; por eso todavía “la lleva”. L O UNICO claro es que la nueva derecha es más chica que la vieja. El pasado domingo, el sector disminuyó en forma significativa su representación parlamentaria y todo indica que en la segunda vuelta perderá también el gobierno. Esto hace que el panorama para la Alianza sea muy adverso. En lo inmediato, para intentar contener las demandas de la Nueva Mayoría; a futuro, porque no le será fácil rearmarse como sector con miras a las próximas elecciones. Cambiar el escenario actual parte de algunas premisas básicas, entre las que se cuentan las siguientes: 1. Bloqueo vs. negociación: dado que los quórums en el Congreso quedaron en el límite, parece evidente que la clave será la negociación. Hay que entender que las fuerzas de uno y otro sector son líquidas, por lo que una actitud intransigente de la Alianza podría provocar no sólo que los otros se unan, sino que, además, se corre el riesgo de que la derecha se divida. Moverse con astucia en este frágil entorno parece ser fundamental. 2. Reordenar los partidos: tanto la UDI como RN salen mal parados de esta elección. Si bien la UDI pierde un gran número de diputados, lo cierto es que RN no puede sacar cuentas alegres: ambos disminuyeron su apoyo en términos de votación. Los gremialistas cayeron del 23% a 19% de los votos, en tanto que Renovación Nacional bajó de 18% a 15%. Por ende, los dos partidos deben hacer una fuerte autocrítica. 3. Lecciones del gobierno: algo parecido sucede con el actual gobierno. Por mucho que se destaquen sus obras, es necesario aprender de las cosas que se hicieron mal. Ojalá en un ambiente constructivo, porque si ya será una tarea maratónica volver a La Moneda, lo mejor es estar preparados por si eso sucede. Una evaluación seria de estos cuatro años es lo que corresponde ahora. 4. Juntar las fuerzas: antes de hablar de la nueva derecha, hay que reagrupar la vieja. Si la UDI y RN no se ponen de acuerdo, no sólo no serán una fuerza efectiva en el Con- Cambiar el actual escenario adverso que se le presenta a la centroderecha parte por comenzar a aplicar algunas premisas básicas. greso en estos años; tampoco volverán a ser gobierno. Una vez logrado ese mínimo, se podrá pensar en cómo abrir la cancha hacia otros sectores más de centro. 5. Proyecto inclusivo: la Nueva Mayoría ya probó que la unión es lo que hace la fuerza. Tanto, que superaron la votación de su candidata estrella. Esta es una lección básica para la derecha. Cualquier proyecto que se evalúe debe ser inclusivo. Aunque ahora suene imposible, los Piñera, Allamand, Ossandón y muchos otros deben ser parte del mismo equipo. Lo mismo corre para los jóvenes liberales, como Felipe Kast. 6. Detener la fuga: intentar que personas como el senador Horvath se queden en la Alianza, es fundamental. No están los tiempos para achicarse más. También hay que retener a Golborne y Zalaquett, para que no se privaticen para siempre. También muchos otros que estuvieron en el gobierno, como Andrés Chadwick o Cecilia Pérez. Para qué hablar de los cientos de jóvenes que llegaron al sector público. Todas son cartas importantes para el futuro. 7. El candidato: no perder el tiempo en esto, porque al final, es evidente que será candidato quien mejor esté en las encuestas en tres años más. Y eso, ahora, nadie lo sabe, por mucho que algunos ya se estén candidateando. ¿Adónde va la DC? Genaro Arriagada Cientista político L OS DATOS duros indican que la DC tendrá, ella sola, un tercio del total de diputados de la Nueva Mayoría. Además, en esa Cámara será la bancada más numerosa, siendo sólo superada por la UDI. En el Senado, con seis asientos tiene, también, un tercio de quienes representan a la Nueva Mayoría. El análisis a que conducen esos datos es que la DC -si es bien manejadaserá una de las fuerzas políticas más relevantes de los próximos años, con una enorme influencia en la estructura de poder del país y, por tanto, en la determinación de sus políticas. Estos hechos molestarán, una vez más, a quienes, desde la izquierda y la derecha, por más de cuatro décadas han venido vaticinando -y muchos, anhelando- la pronta desaparición de la colectividad. A comienzos de los 70, la izquierda revolucionaria aseguraba que la división del país entre explotados y explotadores, dejaría sin espacio a este partido, que no representaba a clase social alguna, sino que incomodaba a todas. Bajo el régimen militar, la DC fue calificada como una fuerza “demo-liberal”, que por haber pavimentado el camino del comunismo, estaba condenada a desaparecer y, más aún, cuando una economía libre le haría pagar sus pecadillos con el “socialismo comunitario”. Cuando vino la transición, sus enemigos, pero incluso sus socios, le vaticinaron una corta vida, pues aseguraban que era una ley de las transiciones que quien la encabezara, luego desapareciera: ¿no había sido ese el destino de Adolfo Suárez en España? Pero he aquí que la DC, a casi seis décadas de su fundación y casi ocho desde que primero apareció como falange, está viva y se ubica como el segundo partido más importante del país. Es cierto que como todo el sistema político, padece de males y achaques. También la afecta el personalismo, la ausencia de renovación, la falta de disciplina y la creciente presencia de las agendas personales de sus parlamentarios. En la Nueva Mayoría, un rol fundamental de la DC es mantener su influencia en el centro. El partido sabe que perder en ese campo es su mayor amenaza. Pero… ¡es lo que hay en el sistema! ¿Podría la UDI, que hasta hace poco se solía calificar como el último partido “leninista”, mostrar en estas materias mejores estándares que la DC? Hacia adelante, la DC debe entender -y seguro que lo hará- que ser parte de la Nueva Mayoría la obliga a respetar su agenda y programa de gobierno, que en esencia supone luchar por una mayor igualdad, reformas en la educación y salud, un aumento en la tributación, derogación del sistema binominal y cambios sustanciales en la Constitución. Ese es su compromiso. Pero una definición más concreta de esa agenda admite matices, como no podría ser de otra manera en un pacto de partidos que, precisamente, porque se respetan, deben reconocer que tienen historias, filosofías y formas de juzgar la realidad que son diferentes, aunque no tanto como para impedirles trabajar en conjunto. Y en esta coalición, un rol fundamental de la DC es mantener su influencia en el centro. El partido sabe que perder en ese campo es su mayor amenaza, pues aun siendo un partido importante, en 25 años ha disminuido su votación en 10 puntos, pérdida que no han captado ni el PS ni el PPD ni el PR ni el PC, todos los cuales, en este cuarto de siglo se han mantenido fijos en 11%, 11%, 4% y 4%, respectivamente.