Capítulo V El problema antropológico La pregunta por el ser del hombre «La escala misma del cuerpo humano es insuciente. Con la máscara y los conturnos, el maquillaje que reduce y acusa el rostro en sus elementos esenciales, el vestido que exagera y simplica, este universo lo sacrica todo a la apariencia y no está hecho sino por el ojo.» Albert Camus, El mito de Sísifo Hay entre las preguntas de la Filosofía una en especial. Quizá sea la más cercana de todas y de una vigencia permanente. Más próxima que ninguna, es la pregunta por el ser del hombre. Pregunta que se impone, que conmueve y llena de incertidumbre. Es difícil responder (pero también es muy difícil preguntar apropiadamente), porque estamos comprometidos en ello. Aquí no hablaremos de algo ajeno, ni extraño, sino de nosotros, de nuestro ser más íntimo, de nuestra vida en este mundo. Esta es una pregunta que acompaña y atormenta al hombre a lo largo de su vida. Pregunta universal porque no hace distinciones de edad, sexo o clase social. Pregunta inevitable, quizá ella sea la que nos haga ser humanos. Puede pensarse que la reexión sobre el hombre ha surgido con el hombre mismo. El hombre es inseparable de esa reexión sobre sí. Ante el hecho de que somos, de que existimos, surgen las preguntas: ¿por qué? (causa) ¿para qué? (nalidad) ¿cómo? (modo, manera). Una reexión inquietante (inspirada en Mafalda, de Quino) Filosofía Concepciones tradicionales sobre el hombre El hombre fue motivo de reflexión desde los orígenes del pensamiento, no solo racional, sino que también ha suscitado profundas reexiones desde lo mítico y desde lo religioso. Su libertad consiste en actuar según la ley divina (el plan de Dios). En cuanto a la razón, esta no es suciente como fuente de conocimiento, ni mucho menos de redención. El valor supremo es el de la fe, fundamentalmente, en la palabra divina expresada en la Biblia (y por sus interlocutores autorizados: iglesias, sacerdotes, etc.). A lo largo de la historia los hombres han respondido a esta pregunta. Las distintas respuestas dadas establecen el lugar que el hombre ocupa en el universo, las relaciones con los otros hombres, la naturaleza y los animales. Concepción judeo-cristiana del hombre Es una visión teocéntrica. El hombre es pensado como una criatura, un ser creado por otro ser superior llamado Dios. Este dios generoso, en un acto de voluntad crea un ser a imagen y semejanza suya. Así el hombre es un compuesto de alma y cuerpo. Su alma participa de la divinidad, que es inmortal como su dios creador. Esta participación es lo que lo pone por encima del resto de los seres creados. El hombre es el rey de la creación. La humanidad, según esta concepción, descendería de una pareja primigenia: Adán y Eva, que habitaban el paraíso. Pero desoyeron las leyes divinas y pecaron, entonces fueron echados de él. Para el pensamiento judeo-cristiano, el hombre es caído porque pecó. Su vida mortal es su castigo, el cielo su recompensa. Pero debe ganarse el cielo en su vida en este mundo. Su alma es su aspecto divino y ésta ansía (su destino es) reencontrarse con su dios creador. Escenas del Génesis, el primero de los libros de la Biblia, en ilustraciones de la Edad Media 104 Filosofía Concepción clásica del hombre: una visión cosmocéntrica Esta consiste en armar que lo propio del hombre es su racionalidad. Su capacidad de raciocinio es lo que los diferencia de los otros animales y lo pone por encima del resto de los seres de la naturaleza. Los griegos llamaban a la razón, logos, y lo consideraban parte de un logos superior, que era el principio ordenador del universo. Y como el hombre participaba de ese logos, podía conocer el cosmos. Pero para poder conocer las leyes que regían ese orden, debía apartarse del pensamiento mítico. Podemos decir que como resultado de esta concepción el pueblo griego dio a luz no sólo la Filosofía, sino también la Democracia. Acontece lo que Weber da en llamar la huida de los dioses de la tierra. El hombre recupera su libertad y es la razón la que hace posible que adquiera su autonomía. Dirá Kant «Atrévete a saber», a abandonar la minoría de edad, a pensar por vos mismo. Este es el slogan de la Ilustración. El hombre reivindica su vida en el mundo y lo recupera como fuente de conocimiento. Pero esta vez es su razón el principio ordenador. El hombre es un microcosmos porque contiene en sí las condiciones de posibilidad del conocimiento del universo. Dotado de esta peculiar capacidad, el hombre estaba llamado a reproducir ese orden cósmico en su vida cotidiana. Porque por su racionalidad el hombre puede conocerse a sí mismo y también hallar reglas que lo ayuden a convivir con otros hombres. Una consecuencia de esto fueron las ciudades griegas llamadas Polis. La vida en ellas estaba reglamentada de tal modo que todos los hombres libres y adultos participaban de las decisiones de la ciudad Por ello es que Aristóteles dene al hombre como zoon politikon (animal político). Esto implicaba ser racional y tener la capacidad de la palabra. Ser hombre, era ser político, era entonces formar parte de ese orden cristalizado en la vida de la polis. Tal es la conexión de estas ideas que los griegos no consideraban hombres a quienes vivían fuera de los muros de la ciudad. Esta concepción clásica se reformula en la Modernidad. Luego de la Edad Media la razón deja de ser considerada peligrosa si no estaba puesta al servicio de Dios. Es nuevamente la luz que guía a los hombres en su búsqueda de conocimiento. 105 Atenea, la diosa griega de la sabiduría Museo del Louvre, París Filosofía NACIONALISMO CRIOLLO EL QUE NO SALTA... Oscar Teran (Filósofo, investigador del CONICET) Como en todo país en los tiempos de la modernidad, las elites político-intelectuales de la Argentina enfrentaron desde su origen la necesidad de imaginar un sistema de vínculos laicos que ligaran a sus habitantes en una comunidad. Como en todo el arco occidental, se impuso la relación de identidad por excelencia de los tiempos modernos: la nación, legitimada por un patriotismo nacionalista. Consumada la construcción del Estado en 1880, la «cuestión nacional» volvió a ser motivo de intensos debates, hiperactivada por la presencia de un proceso inmigratorio de características inusitadas, así como por la amenaza de una confrontación bélica con Chile y en medio de las fracturas inducidas por el acelerado proceso de modernización. Nuevamente se apeló entonces a la construcción de un imaginario patriótico capaz de aglutinar a una sociedad vista desde el Estado como excesivamente heterogénea. No pocos identicaron entonces heterogeneidad con ingobernabilidad: «la diversidad de razas -escribió por ejemplo Juan A. Alsina- crea problemas sociales gravísimos. Conservemos en nuestra República la homogeneidad, para disminuir conictos que no dejarán de presentarse dentro de ella. De tal modo, en el seno del Estado liberal y en relación con una sociedad civil más móvil de lo que la clase dirigente sospechaba, se dirimió una querella por la denición de esa nacionalidad. En la segunda década de este siglo, esa disputa ha quedado saldada, y la posición triunfante implicó una ruptura con el nacionalismo constitucionalista y político de guras fundadoras como Alberdi y Sarmiento, quienes habían imaginado una nación como un espacio donde se realizan valores universales (o al menos «occidentales») agrupados entonces con el nombre de «civilización». A partir de un operativo que arranca del seno del Estado liberal, hacia el Centenario ya resulta claro que ese nacionlismo era reemplazado por otro de signo culturalista, donde la pertenencia a una comunidad se denía por la adhesión a un conjunto de símbolos particulares y diferenciados. Triunfaba así la pretensión del nacionalismo esencialista, que funda la identidad en la cultura y proyecta una patria vaciada sobre un molde único según la consigna «una nación, una cultura». Se imponía así una manera monoculturista de ser argentino, escasamente abierto a la diferencia y dispuesto a aceptar al otro sólo en la medida en que se atuviera al código patriótico así elaborado. El meneado «crisol de razas» no iba a consistir por ello en la convivencia de un conjunto de individuos pertenecientes a culturas diversas y unicados por su pertenencia política al Estado y sus instituciones, sino en la subsunción y eliminación de las mismas por esa matriz de nacionalismo criollo. Es suciente con evocar el modo como el uso de la lengua italiana fue desprestigiado para invalidar su práctica por parte de los hijos de esos extranjeros para percibir concretamente el triunfo del modelo homogeneizador. Ese tipo de nacionalismo culturalmente unicista contuvo diversos componentes, y uno de ellos consistió en la creencia en la excepcionalidad de la experiencia argentina y el destino de grandeza a nosotros ofrecido. Cuando esta tenaz creencia hubo resistido incluso a devastadoras desgracias nacionales, cuando hubo incluso reforzado la heterofobia que daba pábulo al chovinismo de pequeña potencia, muchos argentinos se encontraron coreando una consigna al menos curiosa: «El que no salta es un holandés». 106 Concepción cientíca del hombre Esta es la consecuencia directa del optimismo cientíco, que conado por sus avances y logros, proyecta su búsqueda de saber sobre lo humano. Así las tesis evolucionistas de Darwin se aplican al hombre y se lo concibe como un momento en el desarrollo de la especie, como un producto nal y muy tardío de la evolución. El hombre sólo se distingue del resto de los animales por el grado de complejidad de su constitución. No hay entre él y los demás seres vivos más que diferencias cualitativas y no cuantitativas. En ambos: hombre y animal operan los mismos mecanismos y están sometidos a las mismas leyes. Aquí la razón no es otra cosa que un instinto especialmente desarrollado. El hombre es un ser instintivo. Su espíritu, su razón no son más que el desarrollo de su poder de adaptación. Según esta posición, el hombre es sólo un mamífero superior notablemente adaptado. El desarrollo de sus facultades técnicas es lo que le ha permitido tener el dominio de la naturaleza. El hombre es un homo faber. Nada hay de divino, ni sobrenatural, ni de especial en el hombre. Filosofía Para la teoría cientíca de la evolución, el hombre es concebido como un eslabón más en la cadena evolutiva 107 Filosofía Antropología losóca Si bien, como ya dijimos, la reexión sobre el hombre lo ha acompañado desde siempre, el nacimiento de la Antropología Filosóca como disciplina tiene su fecha de nacimiento. Kant en la Crítica de la Razón pura arma que todo el saber está contenido en la respuesta a las siguientes preguntas: A diferencia de la Antropología Cientíco-natural, que dirige su atención al ser humano especialmente desde el punto de vista somático, trata la Antropología Filosóca de considerar al hombre integralmente, como totalidad y de caracterizarlo en su relación con su integridad, el universo, el sentido de la existencia, tanto individual como histórica y social. ¿qué puedo saber? ¿qué debo haber? ¿qué me es lícito esperar? «La antropología filosófica no pretende reducir los problemas losócos a la existencia humana ni fundar las disciplinas losócas, como si dijéramos, desde abajo y no desde arriba. Lo que pretende es, sencillamente, conocer al hombre. Pero con esto se encuentra ante un objeto de estudio del todo diferente a los demás. Porque en la antropología losóca se le presenta al hombre él mismo, en el sentido más exacto, como objeto. Ahora que está en juego la totalidad, el investigador no puede darse por satisfecho, como en el caso de la antropología como ciencia particular, con considerar al hombre como cualquier otro trozo de la naturaleza, prescindiendo de que él mismo, el investigador, también es hombre que experimenta en la experiencia interna este su ser hombre en una forma en la que no es capaz de experimentar ninguna otra cosa de la naturaleza, no sólo en su perspectiva del todo diferente sino en una dimensión del ser totalmente distinto, en una dimensión en la que sólo esta porción de la naturaleza que es él es experimentada. Por su esencia, el conocimiento losóco del hombre es reexión del hombre sobre sí mismo, y el hombre puede reexionar sobre sí únicamnte si la persona cognoscente, es decir, el lósofo que hace antropología, reexiona sobre sí como persona.» A la primer pregunta responde con la Metafísica, el conocimiento del mundo; a la segunda pregunta contesta la Ética, el conocimiento del alma; y a la tercer pregunta responde la Teología, el conocimiento de Dios. Pero en una obra posterior, llamada Manual, que contiene sus cursos de Lógica, arma que estas tres preguntas pueden ser resumidas en una sola, que es la pregunta fundamental. Si podemos responder a ella estaremos respondiendo a las preguntas anteriores. Y esta pregunta es: ¿Qué es el hombre? De esa manera, Kant funda lo que conocemos como Antropología losóca, cuyo objeto central de reexión es el hombre. No es que antes de él no se haya preguntado por el hombre, sino que al poner de maniesto la centralidad de la pregunta, se evidencia su importancia. Martin Buber, ¿Qué es el hombre? 108 Filosofía Unidad y dualidad La complejidad de lo humano ha sido pensada de múltiples formas. Estas pueden clasicarse según el criterio de unidad o dualidad, que señala la relación existente entre su aspecto material, corpóreo y su aspecto inmaterial, espiritual. «Pero me detendré más bien a considerar aquí los pensamientos que se me presentaban antes por sí mismos en mi espíritu y que no me eran inspirados sino por mi propia naturaleza, cuando me aplicaba a considerar mi ser. Consideraba, por lo pronto, que tenía un rostro, manos, brazos, y toda esta máquina compuesta de hueso y de carne, tal como se presenta en un cadáver, que yo designaba con el nombre de cuerpo. (…)Yo no soy, pues, hablando con precisión, más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón.» Las posiciones van desde pensar que lo único que existe es el pensamiento y que todo lo que consideramos materia es un producto de nuestra capacidad de pensar e imaginar, como es el caso de Malebranche; hasta sostener que lo único que existe es materia, y que el pensamiento no es más que el resultado de cálculos de adición y sustracción, y que las acciones humanas no son más que movimientos generados por fuerzas de atracción y repulsión, como el caso de Hobbes. El hombre para los griegos era un compuesto de alma y cuerpo. El cuerpo mortal era la cárcel del alma, que inmortal padecía estar atrapada en un mundo imperfecto y corruptible. El cuerpo era la ocasión, el medio para reconocer en este mundo, la perfección del mundo olvidado. También la tradición judeo-cristiana reeditó esta postura. Pero esta vez el alma, en vez de pertenecer al mundo de las ideas, retornaría junto a su dios creador. Pero será Descartes quien eternizará el dualismo. A diferencia de los griegos, el cuerpo será pensado ahora como el límite de la individualidad, que será irrebasable. Recordemos que para los griegos el hombre formaba parte de un orden cósmico y que era considerado hombre cuando sus iguales lo reconocían como tal. René Descartes, Meditaciones Metafísicas Además de extremar la heterogeneidad de los elementos que componen lo humano, y de asignar las desventajas al cuerpo, éste es reducido sólo a extensión. El cuerpo no es racional. Se tiene, se posee un cuerpo y es considerado la parte menos humana del hombre. Así el cuerpo en la modernidad es abandonado al campo de las ciencias que estudian los cuerpos físicos. El cuerpo no se necesita para pensar. El alma en él es algo así como un fantasma en una máquina. 109 Filosofía Más allá de los modos de pensar esta relación, podemos armar que el hombre es indiscernible del cuerpo, que es el que le otorga sensibilidad y su posibilidad de existencia en un mundo también material. Marcel armará «No poseo un cuerpo, soy un cuerpo». No puedo ser sin él, no puedo vivir el mundo sin él. Para Arendt el cuerpo es el modo de identicación, sabemos quienes somos porque somos un todo (cuerpo y pensamiento fundidos en una sola identidad). Para Sartre, sin el cuerpo, sin el rostro, sin los ojos que hacen posible la mirada, el hombre no existiría. Vivir es vivir un cuerpo. Necesidad y Libertad La Antropología Cientíca tiene como objetivo poder explicar el fenómeno de lo humano. Poder establecer las causas de su origen y poder formular leyes que válidas para todo tiempo y lugar, nos ayuden a predecir sus actos: a esto se llama determinismo. Esto es coherente con el afán cientíco: la búsqueda de la verdad, de una verdad y la conanza de que es posible descubrirla. Una vez establecidas las causas de lo humano, será posible establecer con rigurosidad las consecuencias de ello, sus efectos se darán de manera necesaria. El hombre es estudiado como un cuerpo más de la naturaleza. Sus acciones son explicadas como se explica la caída de los cuerpos: una vez establecidas las condiciones iniciales, no hay lugar para excepciones. Pero esta proyección del modelo cientíco-mecanicista sobre la vida de los hombres es inapropiada. Aunque no es exclusividad del modelo cientíco el cuestionamiento del libre albedrío. También la concepción judeo-cristiana pone en tela de juicio la libertad humana, armando que el hombre está sometido a un orden superior y que forma parte de un plan divino trazado previamente. «El pensador», del escultor francés Rodin (1840-1917) El hombre no debe ser explicado (por lo menos, no exclusivamente). El hombre también debe ser comprendido. Esto implica captar el sentido de sus actos. Comprender que el hombre no es predecible, porque el hombre es dueño de sus actos y cada uno de ellos es un completo acto de creación libre. 110 Filosofía Para leer y comentar ¡Otra pregunta complicada! Si le damos a dos hombres un hacha y los dejamos solos en el bosque: ¿harán lo mismo? ¿quién puede predecir con seguridad qué hará cada uno? Tendrá que tenerse en cuenta cuál fue su pasado, su historia de vida. Pero, si son gemelos que han recibido la misma educación, ¿harán exactamente lo mismo? Sin duda, hay aspectos de la vida humana que están sometidos a las leyes de la naturaleza, ya que posee un cuerpo que participa de ella. Pero su realidad es mucho más compleja e insondable que el mundo físico. Por ello es que la Antropología Filosóca no busca la verdad, sino poder hallar el sentido de las acciones, es decir, comprenderlas dentro de un ujo temporal, ver su pasado, y cómo se orientan y dirigen hacia el futuro. Será siempre, el de la libertad, una solución particular relativa a tiempo y espacio, propias y resultado de un sistema de ideas. 111 La buena vida humana es buena vida entre seres humanos o de lo contrario puede que sea vida, pero no será ni buena ni humana. ¿Empiezas a ver por dónde voy? Las cosas pueden ser bonitas y útiles, los animales (por lo menos algunos) resultan simpáticos, pero los hombres lo que queremos ser es humanos, no herramientas ni bichos. Y queremos también ser tratados como humanos, porque eso de la humanidad depende en buena medida de lo que los unos hacemos con los otros. Me explico: el melocotón nace melocotón, el leopardo viene ya al mundo como leopardo, pero el hombre no nace ya hombre del todo ni nunca llega a serlo si los demás no le ayudan. ¿Por qué? Porque el hombre no es solamente una realidad biológica, natural (como los melocotones o los leopardos), sino también una realidad cultural. No hay humanidad sin aprendizaje cultural y para empezar sin la base de toda cultura (y fundamento por tanto de nuestra humanidad):el lenguaje. (…) Por eso hablar a alguien y escucharle es tratarle como a una persona, por lo menos empezar a darle un trato humano. Es sólo un primer paso, desde luego, porque la cultura dentro de la cual nos humanizamos unos a otros parte del lenguaje pero no es simplemente lenguaje. (…) Lo más importante de todo esto me parece lo siguiente: que la humanización (es decir, lo que nos convierte en humanos, en lo que queremos ser) es un proceso recíproco (como el propio lenguaje, ¿te dás cuenta?). Para que los demás puedan hacerme humano, tengo yo que hacerles humanos a ellos; si para mí todos son como cosas o como bestias, yo no seré mejor que una cosa o una bestia tampoco. Por eso darse la buena vida no puede ser algo muy distinto a n de cuentas de dar la buena vida. Piénsalo un poco, por favor.» Fernando Savater, Ética para Amador Filosofía Esencia y Existencia La esencia en el sentido más tradicional es aquello que hace a una cosa ser lo que esa cosa es o sea aquello sin lo cual esa cosas no sería lo que es. La respuesta a la pregunta acerca de qué es algo encierra la esencia de ese algo, aquello en que ese algo consiste. La esencia expresada de manera correcta es la denición. La existencia se distingue de la esencia, como el hecho de que esa cosa sea se distingue de la naturaleza de una cosa. La existencia parece algo así como un plus que se añade a la esencia, una especie de complemento mediante el cual la cosa llega a ser real. Así contrapuestos, la esencia se presenta como lo abstracto frente a la existencia que se daría como algo más real y concreto. No podemos concebir la existencia de algo sin pensar en ese algo como existente, pero podemos concebir la esencia de una cosa que no existe. Busca descubrir una estructura ja, objetiva, permanente e inmutable, aquello que todos los hombres tengan en común y que nos sirva para reconocer qué es un hombre y que no lo es. Max Scheler en El puesto del hombre en el cosmos, se opone a la concepción cienticista del hombre. En este trabajo arma que en los seres vivos es posible establecer cuatro grados de desarrollo. El primer grado es el impulso afectivo, sin conciencia, propio de las plantas. El segundo grado es el instinto. El tercer grado es la memoria asociativa, manifestada en una inteligencia práctica, presente en los mamíferos superiores. El último grado, es lo que Scheler llama espíritu, y que está en el hombre. No implica una diferencia de grado, sino que es una diferencia esencial. El espíritu es lo que diferencia al hombre de los animales. En el pensamiento contemporáneo se designa con esencialismo a aquellas teorías losócas que arman el primado de la escencia (ya porque consideren éstas que la esencia es previa a la existencia, o porque en todo caso reduzcan ésta a aquella). En el caso de la pregunta por el hombre, trata de buscar la naturaleza del hombre, la característica que lo dena de una vez y para siempre, una denición de lo que el hombre sea, válida para todo tiempo y lugar. 112 Filosofía Para Heidegger el rasgo fundamental del hombre es su ser abierto, el hombre es apertura. El hombre no necesita entrar en relación con el mundo: es esa relación. El hombre es ser-en-el-mundo. La existencia para Heidegger es ese ser-fuera-de-sí que es la existencia humana, el ser un proyecto, una X vacía, el estar inacabado, ese estar siempre por hacerse, estar abierto a un mundo. Las características del espíritu son la libertad, que lo convierte en un ser moral y la objetividad, que lo hace capaz de conocer el mundo y a sí mismo. Pero la consecuencia más signicativa es que tener espíritu, hace al hombre un ser religioso. Scheler nos dice que ser hombre es tener espíritu, es ser capaz de un pensamiento religioso. Esto pone al hombre en un lugar de privilegio en el cosmos. Ernst Cassirer en su libro Antropología Filosófica trataba lo especíco del hombre como el resultado de procesos de adaptación a su medio ambiente. El hombre (al igual que el resto de los animales) responde a los estímulos del medio y así descubrió que es capaz de un sistema de símbolos. Es el lenguaje un sistema simbólico que se encuentra mediando la relación del hombre con el mundo y con los otros hombres. En un intento por completar la denición clásica del hombre como un ser racional, Cassirer propone pensarlo como un animal simbólico. Es que la denición de racional es insuciente para expresar toda la originalidad de la existencia humana. El hombre es capaz de ciencia, de religión, de arte, de cultura y todos estos quehaceres humanos, tienen en común ser expresados en sistemas de símbolos. Porque el hombre ha quebrado su relación directa con el mundo, y estas prácticas son una instancia de mediación entre él y el universo. El término existencialismo alude a aquellas concepciones losócas contemporáneas que sostienen que la existencia es anterior a la esencia, entendiendo que la existencia es únicamente humana. Existir deriva del latín ex-sistere, sistere signica mantenerse, estar colocado y ex designa la procedencia, el afuera. Para Kierkegaard (como para casi todos los existencialistas) la existencia designa al individuo concreto y único, no como algo acabado, sino como una tarea a realizar. 113 Filosofía Al igual que Sartre, piensa que el hombre es un ser arrojado en el mundo que lo precede, en un tiempo y lugar que no elige, pero vive en un mar de posibilidades que lo hacen irremediablemente libre. El hombre comienza por no ser nada. Es proyecto, echa disparada en el ujo temporal. No puede detenerse, ni volver atrás. No permanece inmóvil, es siempre distinto. El hombre no tiene naturaleza, no tiene esencia, empieza por no ser nada. El hombre nace siendo nada, lo único que tiene es la existencia y debe en la vida lograr su esencia. Para el existencialista la existencia precede a la esencia. El hombre debe inventarse a sí mismo. Su único carácter es el de la libertad. Como contrapartida a esta indeterminación, a esta extrema libertad, el hombre es también el único responsable de lo que haga con su vida. Esta conciencia de libertad y ante la obligación de hacerse a cada paso, generan en el hombre el sentimiento de angustia. Es la conciencia del desamparo, del vacío, de la responsabilidad de tener que decidir qué hombre queremos ser. Ya no hay destino que nos libere de tomar decisiones, ni de responsabilidades. El hombre se da su esencia en cada caso. Para Jean Paul Sartre (1905-1980) el hombre nace libre, responsable y sin excusas 114 Filosofía La palabra individuo tiene origen latino, proviene del término griego átomon, que signica, lo indivisible. Históricamente adquiere relevancia en la Modernidad, cuando se piensa en el hombre como un microcosmos, autosuciente, una unidad independiente, dotada de razón y de libertad y de autodeterminación. Persona La palabra hombre sugiere un conjunto de imágenes, de rasgos y caracteres morfológicos, que no sólo se apartan del concepto animal, sino que lo oponen a éste. El problema con la expresión individuo, es que es extremadamente monádica. En su acepción el otro y el mundo quedan fuera de consideración. No expresa ninguna instancia de apertura, ni de relación. Es una herencia de una visión sicalista del hombre, en la que se pensaba la vida como un juego de fuerzas, donde los hombres se relacionaban según sus movimientos de atracción y de repulsión. Ser humano expresa una unidad entre instancias interiores y exteriores, sicobiológicas y suprasíquicas. Pero al igual que hombre, ser humano, hace referencia a la pertenencia a un especie. Señalan lo que tenemos en común, lo que nos hace iguales, casi siempre referido a propiedades observables. La cuestión queda salvada cuando se comienza a hablar de persona, ocasión en la que se ven todas las limitaciones de la pregunta original. Persona, proviene del latín y signica máscara de teatro. En tanto hombre o ser humano se es miembro de la especie, el hombre participa del ámbito natural; pero en tanto persona, participa del ámbito cultural. La noción de persona, tres notas que la caracterizan y se relacionan entre sí: 1. Singularidad: a diferencia de la expresión de hombre, que expresa lo que los seres humanos tienen en común, persona, designa lo que tienen de único. La persona siempre es en situación, siempre es persona para alguien, frente a alguien, junto a alguien y la manera en que esto se da, será siempre irrepetible. Y puede ser único porque no tiene una esencia que lo determine (aunque sí tiene condicionamientos históricos, socio-culturales que limitan sus posibilidades, pero no son un destino absoluto). ¿Cómo responderías a esta pregunta, aplicada a vos mismo? 115 Filosofía 2. Autonomía: la persona es libre, en tanto es principio de sus acciones. Tiene la facultad de decidir sobre sus actos y, en consecuencia, debe ser responsable de ellos. Y en su accionar libre se irá armando como persona, desplegando en el transcurso de su vida sus posibilidades. 3. Apertura: esta característica tiene dos aspectos: - La persona y su modo de ser inacabado: la apertura es esta ausencia de cierre de la vida humana, siempre a punto de realizarse, siempre por hacerse, por llevarse a cabo. La vida como un proyecto permanente. - La persona y su modo de ser abierto: vive en relación consigo misma, con los otros y con el mundo, y esto la constituye como tal. El solipsismo enajena y aísla. La persona es en un mundo, existe en el mundo, es el mundo. El sentido de la vida humana El problema de lo que el hombre sea se nos muestra en todas sus caras. Parece que la cuestión es decidir entre una denición a priori, abstracta, muerta, eleática de lo humano y una captación insuciente, inidenticable, a posteriori, contingente, siempre cambiante y uyente. La decisión está entre establecer necesariamente lo que el hombre es o dar una respuesta sometida a toda contingencia. Una vez más el problema: ¿es posible decir que tenemos conocimiento de algo contingente? Las opciones son: el hombre es siempre el mismo o el hombre es siempre otro. Esta dicultad evidencia que para pensar lo humano se necesitan categorías distintas que las utilizadas para el estudio del mundo físico. En este error cae el Esencialismo. Ya que la existencia es un hecho que reclama un decir que reeje su peculiar forma de ser-en-el-mundo, que el hombre en tanto proyecto no permanece inmóvil en él, sino que es un ir-siendo (Ortega y Gasset), en una permanente huida de sí mismo y a eso es lo que llamamos vivir. Pero entonces, ¿es imposible hablar del hombre, porque siempre será uno distinto? Hay algo que podemos armar, y sin temor a equivocarnos, y es que así como tenemos la capacidad para denirnos, también poseemos la capacidad de extrañarnos de nosotros mismos. Podemos vernos de muchas formas. Estampa antigua de Aristóteles (384322 a.C.), el gran filósofo griego. ¿Pensaría en el sentido de la existencia humana? Pensemos, por ejemplo, en nuestra experiencia al contemplarnos en las fotografías, que en su capacidad de jar un momento, evidencian a su vez, de manera descarada la fatuidad del instante, ante la voracidad del cambio. El cambio no puede sino darse en el tiempo. 116 Filosofía Los yo se suceden, parcelados, escorzados, en la línea temporal de la vida. La vida que es cambiante, en su uir constante, genera un juego de tensiones, de la que resulta la contingencia y relatividad de las cosas humanas. Esto genera también, la dicultad de cristalizarlas denitivamente, no al menos sin sacricar en ello, lo que parece ser propiamente humano. Pero ¿constituye este testimonio de extrañamiento ante mi yo pasado y presente, la prueba irrefutable de que realmente no tenemos derecho a hablar de una misma persona? Aquí es donde la pregunta por el hombre, se vuelve la pregunta por la identidad. La pregunta por la identidad es la pregunta por la vida del hombre. Preciso es, entonces, que la vida humana sea comprendida en su peculiaridad. Y para ello, en primer lugar, hay que alejar en el fantasma racionalista, porque la perplejidad de lo humano, no es susceptible de ser resuelta exclusivamente por la razón. Ya que cuando de lo humano se trata, busca poner al descubierto una esencia que de antemano, supone como una estructura ja y dada. Gran parte de la tradición buscaba una respuesta a la pregunta formulada por Kant: ¿qué es el hombre? Pero gran parte del problema estaba en el modo de preguntar. La pregunta por el qué exige como respuesta una cosa. Es una pregunta cosicadora y sustancialista, esencialista. El modo apropiado de preguntar es ¿quién es el hombre? En su respuesta está contenida la identidad y responder a la pregunta por un ¿quién? es contar una historia. Ya no se da una denición, sino una identicación. Porque decir la identidad de alguien es responder a la pregunta: ¿quién ha realizado tal acción? Si se generalizara, la reexión losóca cambiaría algunas conductas humanas 117 Filosofía Obtenemos como respuesta en deíctico, un señalamiento, aquel, un nombre propio, una individualidad. Y para ello contamos una historia: que será el recorrido de esa echa disparada: el trayecto que se desplegó en su que-hacer. El quién, tiene como contenido en su respuesta: la Identidad. mundo, viviendo su drama, sin libreto previo, el cual posiblemente sea escrito luego de haber asistido al despliegue de su existencia. En principio se responde a esta pregunta nombrado a alguien, es decir, designándolo a través de un nombre propio. Pero ¿cuál es el soporte de la permanencia del nombre propio? ¿Qué justica que considere que el designado por el mismo nombre, sea el mismo a lo largo del tiempo, que ha atravesado toda una vida? En tanto que la respuesta no puede ser sino un relato, la identidad, es en sí misma narrativa. Para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia. Esto puede entenderse, en el sentido de que al llevar a cabo un recorrido en la vida, en el desarrollo de su poder hacer, saber hacer, querer hacer, deber hacer, se despliega inevitablemente, una historia, que en su ser narrada conformará la unidad de aquél que la vive. Si la pregunta por la identidad, es la pregunta por la vida, y la vida es contradictoria, una forma de dar respuesta es un trabajo de reconocimiento de esas imágenes, como propias. Pero he aquí la llave que abrirá la puerta al reencuentro de nuestro hombre fragmentado y disperso en el tiempo. El que para reconocerse deberá ir construyéndose con las imágenes que él y que los otros tienen de su yo, tejiéndolas una a una en una trama narrativa. Así y (según parece) sólo así será posible dar sustento a la diversidad, a la contingencia, a lo fugaz y anecdótico de su vida. Aquí tenemos a los personajes, como si fueran hombres arrojados en el 118 Filosofía que se convierte en un referente primordial. Porque reorganiza retrospectivamente los acontecimientos, haciendo posible una inteligibilidad que antes no tenían. Si no tuviéramos un lenguaje narrativo que nos permita dar cuenta del tiempo humano, hay cosas de las que no podríamos hablar. Ricoeur entiende las acciones humanas como estructuras prenarrativas, que reclaman un relato que explicite su sentido en un todo organizado, el conocimiento del hombre, no puede más que estar congurado narrativamente. El hombre también, al ser su vida un drama, puede tener su lugar en la narración de su vida, de la cual él sea personaje, sea persona. Persona porque es representación, es el personaje de su relato y del relato de los otros. No hay lugar para eleatismos, todo es representación. Antropología Filosóca Sin este recurso el problema de la identidad se vería en una antinomia de difícil solución: entre la postulación de una identidad abstracta, eleática, muerta (Descartes), y otra, que no es sino un constante uir, por ello inidenticable (Nietzsche). Totalidad temporal que vence a la fugacidad del tiempo. El azar se retorna destino porque pone orden en el caos. El hombre Escaparía la humanidad del dilema de ser siempre la misma o de ser siempre un otro, por medio de una identidad narrativa. Ya que la narración en su dinamismo, puede incluir (a diferencia de la identidad abstracta), el cambio, la mutabilidad y puede (a diferencia de la no identidad de lo siempre uyente), darle unidad en un todo organizado retrospectivamente. ¿Qué es el hombre? ¿Quién es el hombre? ESENCIALISMO EXISTENCIALISMO Marcel Proust en En busca del tiempo perdido presenta el relato de quien busca el sentido de la vida, comienza a escribir su vida para hallarlo y nalmente se da cuenta que ese era el sentido de su vida, escribirla. Cosificación Determinismo Universal A priori Definición cerrada Personificación Libertad Particular A posteriori Apertura El problema es que la experiencia viva no da conocimiento del yo. El conocimiento lo obtenemos a través del relato de una vida, 119 Filosofía Actividades «¿Qué es lo más importante en la vida? Si preguntamos a una persona que se encuentra en el límite del hambre, la respuesta será comida. Si dirigimos la misma pregunta a alguien que tiene frío, la respuesta será calor. Y si preguntamos a una persona que se siente sola, la respuesta seguramente será estar con otras personas. Pero con todas esas necesidades cubiertas, ¿hay todavía algo que todo el mundo necesite? Los lósofos opinan que sí. Opinan que el ser humano no vive sólo de pan. Es evidente que todo el mundo necesita comer. Todo el mundo necesita también amor y cuidados. Pero aún hay algo más que todo el mundo necesita. Necesitamos encontrar una respuesta a quién somos y por qué vivimos.» Jostein Gaarder, El mundo de Sofía 3. Completa el cuadro con las características de las concepciones del hombre y también ejemplica. Concepción Judeo- Cristiana Clásica Cientíca Características Ejemplo 1. ¿Puede considerarse necesaria la pregunta por el hombre? ¿Por qué? 2. Supongamos que nos encontramos con un ser de otro planeta, ¿Cómo explicarle quienes somos? Ensaya una respuesta. 4. Lee atentamente y responde: ¿Qué respuesta da cada filósofo a la pregunta por el hombre? ¿A qué postura antropológica corresponde? 120 Filosofía «Porque el hombre no tiene naturaleza. El hombre no es su cuerpo, que es una cosa; ni es su alma, psique, conciencia o espíritu, que es también una cosa. El hombre no es cosa ninguna, sino un drama, su vida es un puro y universal acontecimiento que acontece a cada cual y en que cada cual no es, a su vez, sino acontecimiento. La vida es un gerundio y no un participio: un faciendum y no un factum. La vida es quehacer. La vida, en efecto, da mucho que hacer.» José Ortega y Gasset, Historia como sistema «¿Qué signica aquí que la existencia precede a la esencia? Signica que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se dene. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es denible, es porque empieza por no ser nada. Porque queremos decir que el hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir. El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una podredumbre o un colior; nada existe previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será ante todo lo que habrá proyectado ser.» Jean-Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo «El nuevo principio que hace del hombre un hombre, es ajeno a todo lo que podemos llamar vida, en el más amplio sentido, ya en el psíquico interno o en el vital externo. Lo que hace del hombre un hombre es un principio que se opone a toda vida en general; un principio que, como tal, no puede reducirse a la evolución natural de la vida (…). Ya los griegos sostuvieron la existencia de tal principio y lo llamaron la razón. Nosotros preferimos, para designar esta X, una palabra más comprensiva, una palabra que comprende el concepto de la razón, pero que, junto al pensar ideas, comprende también una determinada especie de intuición (…). Esa palabra es espíritu. Y denominaremos persona, al centro activo en que el espíritu se maniesta dentro de las esferas del ser nito, a rigurosa diferencia de todods los centros funcionales de vida, que considerados por dentro, se llaman también centros anímicos.» Max Scheler, El puesto del hombre en el cosmos «La razón es un término verdaderamente inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad, pero todas estas formas son formas simbólicas. Por lo tanto, en lugar de denir al hombre como un animal racional lo deniremos como un animal simbólico. De este modo podemos designar su diferencia especíca y podemos comprender el nuevo camino abierto al hombre: el camino de la civilización.» Ernst Cassirer, Antropología Filosófica 121 Filosofía 5. Imagina que se somete a juicio al Esencialismo. Vos sos el abogado defensor: ¿Qué ventajas del Esencialismo usarías como defensa? ¿Qué desventajas del Esencialismo no confesarías al jurado? ¿Qué lósofo esencialista usarías como testigo? ¿Por qué? 6. Imagina que te sometes a juicio al Existencialismo. Vos sos el abogado defensor: ¿Qué ventajas del Existencialismo usarías como defensa? ¿Qué desventajas del Existencialismo no confesarías al jurado? ¿Qué lósofo existencialista usarías como testigo? ¿Por qué? 7. Escribe una monografía cuyo tema sea «La libertad». 122