argumento argumento reportaje Descifrando los glaciares El objetivo de esta expedición es tan apasionante como el destino mismo: encontrar las claves del cambio climático en la Cordillera Darwin, el último cordón montañoso del continente. Un verdadero laboratorio natural, prácticamente inexplorado, donde trabajaron codo a codo profesores y alumnos de distintas disciplinas y universidades. Fotografías y texto de Nicole Saffie Guevara, desde Cordillera Darwin 58 revista universitaria uc 59 reportaje ¿Por qué es importante estudiar los glaciares? Como explica Esteban Sagredo, la información que entregan da luces respecto del cambio climático lo que permite descubrir, por ejemplo, si el calentamiento global es efectivamente producido por el hombre (probablemente su rápido aumento sí lo sea), o si es parte de un proceso más amplio que se ha dado a lo largo de la historia del planeta. Nueve expertos. Investigadores de distintas universidades y disciplinas abordaron la embarcación que los llevó hasta la Cordillera Darwin, tras dos días de navegación. 60 revista universitaria uc argumento reportaje L legar a la Cordillera Darwin no es fácil. Se debe abordar un barco –el pequeño Maripaz II en este caso– en Bahía Mansa, a una hora de Punta Arenas. La navegación tarda casi dos días, lo que depende de la estabilidad de las aguas del Estrecho de Magallanes, las mismas que lo hicieron buscar refugio en Bahía Escondida (permitiendo un afortunado encuentro con los pescadores de centolla). Luego de unas agitadas horas, en las que la embarcación se movió sin tregua, la expedición científica se adentró por los angostos canales patagónicos. Imposible no sentirse como un kawéskar, los antiguos habitantes de estos territorios, navegando entre medio de glaciares, cascadas y bosques completamente vírgenes, acompañados de albatros y toninas. Más movimiento al cruzar el Seno del Almirantazgo y de pronto, las majestuosas cumbres cubiertas por hielos eternos del fiordo Parry. Dos grupos de investigadores abordan un zodiac que los dejaría en la orilla con carpas, mochilas, comida para una semana y materiales de estudio, mientras unos pingüinos rey observan la escena; un tercer equipo de científicos continuaría a bordo para recorrer las cercanías. Tres misiones distintas unidas por el objetivo de entender las claves del cambio climático en la Cordillera Darwin. Buscando las pistas del pasado Hace 20 mil años, una enorme masa de hielo habría cubierto toda Tierra del Fuego llegando hasta Punta Arenas. Reconstruir esa historia era el propósito del académico de Geografía UC Esteban Sagredo, a través de un Fondecyt, junto al estudiante de doctorado de Geología de la Universidad de Chile Scott Reynhout. Por eso recorrieron toda el área de Bahía Blanca, desde la costa hasta la base del glaciar Castor, tomando muestras de boulders o rocas gigantes. “Nos llamó la atención la preservación del material. Todavía las morrenas, o material depositado en los márgenes del glaciar, están intactas y son muy fáciles de identificar”, explica el profesor. Las muestras luego se enviarán al laboratorio del Lamont-Doherty Earth Observatory, de la Universidad de Columbia en Nueva York, donde serán analizadas por Paola Araya, estudiante de Geografía UC. Allí se determina el contenido de Berilio 10 presente en las rocas, lo que permite estimar hace cuánto tiempo esta fue descubierta por el hielo, datando el retroceso del glaciar. Otro indicador para reconstruir el paso de los glaciares son las turberas, un tipo de humedal de un intenso color rojizo en este caso. Al introducir un tubo de más de seis metros de largo se obtienen muestras del material que ha ido conformando ese suelo: turba o depósitos vegetales en la superficie, materia orgánica al medio (que da cuenta de que ahí existió un lago) y, al final, sedimentos glaciales que revelan que allí estuvo muy cerca la masa de hielo. ¿Por qué es importante estudiar los glaciares? Como explica Esteban Sagredo, la información que entregan da luces respecto del cambio climático lo que permite descubrir, por ejemplo, si el calentamiento global es efectivamente producido por el hombre (probablemente su rápido aumento sí lo sea), o si es parte de un proceso más amplio que se ha dado a lo largo de la historia del planeta. Muestras de rocas gigantes. El contenido de Berilio 10 en las muestras de rocas permite estimar hace cuánto tiempo retrocedió el glaciar. “Para que se llegue a conformar un bosque magallánico se necesitan unos 300 a 400 años; sin embargo, los musgos solo requieren unos cinco o seis. Es rapidísimo”, dice Cecilia Pérez, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Chile. registro de crecimiento. A través de unas varillas llamadas testigos se puede saber cuánto vivió un árbol y en qué ambiente se desarrolló. El secreto de los árboles Una interrogante similar intentó responder el grupo liderado por Juan Carlos Aravena, investigador del Convenio Gaia Antártica de la Universidad de Magallanes, el cual también formaba parte de esta expedición. “Buscamos conseguir muestras de coigües, lengas y ñires que crecieran muy cerca de las morrenas, a una mayor elevación, porque nos hemos dado cuenta que esos son los árboles más sensibles al clima y más fieles indicadores de las variaciones climáticas ya que viven en condiciones más extremas”, afirma. Utilizando un taladro de incremento, los científicos extraen varillas (también llamadas testigos) donde se aprecian los anillos de los árboles. “Gracias a esto podemos ver todo el registro del crecimiento del árbol, sin tener que cortarlo. Saber cuánto vivió y en qué ambiente se desarrolló. En años más fríos el crecimiento es menor y, por tanto, el anillo es más angosto. Si las condiciones son extremas, el árbol incluso podría no formar anillo”, explica Aravena. De esta manera, es posible reconstruir el clima de hasta unos cuatrocientos años atrás -el tiempo de vida de este vegetal- además de datar las morrenas. En el grupo también participaron la agrónoma y montañista Inés Dussaillant, y la estudiante de Geografía UC Emilia Fercovic. “La expedición es puro aprendizaje, es una riqueza invaluable porque tú puedes tener el conocimiento teórico, pero en verdad no te acercas ni un poquito a lo que se vive acá. En la universidad uno lee los papers con los resultados de las investigaciones, pero acá haces investigación”, cuenta esta alumna. 61 reportaje En el fin del mundo Darwin es el más austral, remoto y desconocido de los cordones montañosos que conforman la Cordillera de los Andes. Ubicado íntegramente en el Parque Nacional Alberto de Agostini –en honor al inquieto sacerdote salesiano, gran conocedor de esta parte de la Patagonia–, se encuentra en el sector suroeste de la isla Grande de Tierra del Fuego. Cubiertas permanentemente por hielos eternos, aquí se ubican las más altas cumbres de la zona: Sarmiento –la más prominente, con 2.404 metros sobre el nivel del mar–, Shipton y Darwin, entre otras. Todos nombres que remiten a esos grandes aventureros que han osado adentrarse en estas inhóspitas tierras a lo largo de la historia. En la actualidad, la información que existe de esta zona es escasa y su condición de ser un lugar prácticamente virgen la convierte en un laboratorio privilegiado para la investigación científica. Como dice el profesor de Geografía UC y doctor en Geología de la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos), Esteban Sagredo, “la Cordillera Darwin es un lugar único, con muchos glaciares inexplorados que nos pueden dar claves sobre la historia climática y glacial del hemisferio Sur. Aquí se pueden responder grandes preguntas desde el punto de vista paleoclimatológico, es decir, cómo era el clima en el pasado, para saber qué podemos esperar en el futuro”. Otro indicador. Las turberas –un tipo de humedal– permiten estimar que muy cerca de allí estuvo una masa de hielo. Al introducir un tubo de más de seis metros de largo se obtienen muestras del material que ha ido conformando esa zona. Líquenes y hepáticas. Entre las primeras formas de vida que se desarrollan tras el retroceso de un glaciar están los líquenes. También surgen las hepáticas como la que aparece en la segunda fotografía (obtenida por Bernardo Segura). 62 revista universitaria uc El milagro de la vida Cuando las enormes masas de hielo retroceden, dejan una grava inerte: piedras totalmente desprovistas de materia orgánica. Rápidamente llegan los primeros organismos: bacterias que fijan el nitrógeno atmosférico haciéndolo disponible para que pueda surgir la vida; luego se asocian con algunos tipos de hongos, formando líquenes. Estos van generando los elementos esenciales para las plantas –fósforo, nitrógeno, carbono– posibilitando la formación del ecosistema. “Para que se llegue a conformar un bosque magallánico se necesitan unos 300 a 400 años; sin embargo, los musgos solo requieren unos cinco o seis. Es rapidísimo”, dice Cecilia Pérez, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Chile. ”La primera vez que vinimos a este lugar, en 2008, veíamos puro sedimento de glaciar y ahora estaba lleno de líquenes”, agrega. Junto al biólogo Juan Marcos Henríquez, investigador de la Universidad de Magallanes, y el agrónomo Bernardo Segura, de la Universidad de Chile, el grupo llegó hasta el valle del glaciar Reina Isabel II. Allí tomaron muestras de plantas e instalaron algunos experimentos de incubación en terreno observando cómo se desarrollaba el proceso de fijación del nitrógeno. “Nos dimos cuenta que mientras más reciente es el suelo, mayor capacidad tiene de fijar este elemento”, expresa la experta. También analizaron cómo influyen las variables de temperatura y humedad en el proceso. De esta forma, los tres equipos buscaron encontrar pistas que les permitan ir comprendiendo el clima en el pasado, para ir completando, desde distintos enfoques y miradas, el gran rompecabezas que es el cambio climático y así enfrentar el futuro de una mejor manera. uc