Revista Latinoamericana de Psicoanálisis – Vol. 7 año 2006 Los cachorros / Pichula Cuellar1 y la cuestión de la castración2 MAX HERNÁNDEZ∗ "Los cachorros y la castración”3. Los organizadores del coloquio han puesto sobre esta mesa una cuestión capital de la teoría psicoanalítica. Situarse en la escena de la lectura exige seguir el sesgo impreso por la escritura: la literalidad del texto podría mostrar lo que el relato vela. Es una faena que requiere ceñirse a la letra. El asunto en "cuestión"4 toca un tema filoso, tajante, incisivo Las respuestas precoces o los alegatos preparados no convienen si se trata de estar atento a las sutiles huellas que la escritura ha ido dejando en el camino. "Todavía llevaban pantalón corto, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas...". Una desacostumbrada sintaxis define desde las primeras líneas dos voces distintas que se relevan y dan lugar a una doble perspectiva: la de un yo observador y la de un nosotros participante. Dos voces distintas pronuncian dos palabras cuya polisemia ha de resonar en el texto: "corto" y "correr". El sujeto plural informa al lector que el nuevo, "más chiquito todavía que Rojas apareció una mañana de la mano de su papá". Un padre entre los Hermanos del colegio y cinco amigos, cuatro con apodos cariñosos, uno con el apellido: el nombre propio de Cuéllar no aparecerá en toda la novela. En la cancha de fútbol, Judas encerrado en su jaula, con el rabo parado, "se volvía loco... guau guau guau" y mostraba sus colmillos. Cuéllar "sacaba su puñalito y chas chas lo soñaba y lo deslonjaba y enterrabaaaaaauuuu ... uuuuuuaaauuuu..." imitando a Tarzán con un eco de ladridos, o tal vez un anticipo de ares de dolor. "[S]iempre primero hasta el accidente", "chanconcito". Cumplía con sus obligaciones -su padre era un "fregado"-, era buena gente. Llegó a ser un buen futbolista. Algo creído, "[se] sobaba las uñas y se las lustraba" y se copiaba todas las de los "craks" del fútbol5 . Cuéllar se demoraba y se duchaba siempre. Se diría que le -¿o les?- gustaba exhibirse: "Los seleccionados nos "Vestíamos para ir a sus casas y almorzar". De súbito, Judas aparece en la puerta de los camarines. Los ladridos irrumpen en la narración cuando "guau guau" se duchaban. Un episodio ominoso: miedo, chillidos, convulsiones, ladridos y el llanto de Cuéllar; un "montón de tiempo": dos minutos, cinco ∗ Miembro Honorario, Analista Titular con función didáctica de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis. 1 Vargas Llosa, M. (1967), Los cachorros! Pichula Cuéllar. Barcelona, Lumen. No se hará alusión a las fotografías de Xavier Miserachs 2 Basado en una ponencia presentada en la Jornada Psicoanálisis y Literatura, PUCP, junio 2004. 3 Título de la Mesa Redonda. Es decir, se ha de someter este "punto o materia dudosos o discutibles" respecto al que existe "oposición de términos lógicos o de razones... que exigen detenido estudio para resolver con acierto" a la "pregunta que se hace o propone para averiguar la verdad de una cosa controvirtiéndola", a estar por lo que consta en el DRAE. 5 La referencia a Toto Terry, "la saeta rubia", ídolo futbolístico peruano de los años 50, ancla el tema en las costumbres de la época. 4 Revista Latinoamericana de Psicoanálisis – Vol. 7 año 2006 "más, mucho más". Los Hermanos lo llevan cargado, "calato", sangrando, "el baño entero era purita sangre". La cancha de fútbol y los camarines del Champagnat6 han adquirido un cariz siniestro, un toque de extrañeza se infiltra en el relato7. Algo siniestro desborda lo simbolizable, sacude las convenciones del realismo y transmite una sensación de vulnerabilidad. La sangrienta escena produce -un instante de inquietante fascinación. Luego del "accident ", el silencio, las oraciones, el rosario del viernes y la misa del domingo. El lunes, la visita a la "Clínica Americana"8. Allí la mamá vestida de blanco y la tía estaban en "un cuartito lindo". "[V]imos que no tenía nada en la cara ni en las manos", pero hay una alusión al Águila Enmascarada que "chas chas" le pegaría a Judas. Las señoras salen a fumar, los amigos preguntan acerca del lugar de la mordida: "hermanito... ¿había dolido?, ¿dónde?, "¿en la pichulita?, sí, coloradito y se rió y nos reímos...". Mejor no decir nada, es un secreto. La operación duró dos horas. "... ¡[C]uántas vacaciones!". Cuéllar no pudo jugar ese semestre: el equipo todo quedó debilitado. Así termina la primera parte. La sección del relato da lugar para una interpolación. Una de las "teorías sexuales infantiles" descritas por Freud en 19089 atribuye un pene a todo ser humano. La explicación de la diferencia de los sexos requiere, por ende, la inclusión de la castración. Juanito, el infantil sujeto del historial clínico de Freud10 basa su angustiada pregunta en la percepción de la realidad anatómica de su pene11 y desplaza la amenaza paterna a un animal: el caballo. Pero en estas primeras referencia el complejo de castración ocupa un lugar accidental -no esencial, casual, contingente. En los trabajos de esos años la fantasía de castración asume diversas apariencias: ceguera, decapitación, extracción de dientes, sífilis, intervenciones quirúrgicas, incluso la locura12. Hasta 1915, la castración no tiene alcance universal en la formulación freudiana. Tan es así que Laplanche designa, irónicam nte la teoría que se elabora a partir de ese análisis "la teoría de Hans y Sigmund"13. En la segunda parte del relato, después del accidente, Cuéllar regresa al colegio más deportista que nunca. Los estudios ya no le importaban. No sabía "nada de quebrados" pero le "pusieron dieciséis" -un número entero. Este intento de negación del daño con el triste consuelo de una ganancia secundaria se hace más evidente a renglón seguido: "lástima que Judas no nos mordiera a nosotros". No era por lástima que los Hermanos "lo sobaban", era por "miedo a su viejo". La figura del padre se yergue amenazante ante 6 Colegio religioso del distrito de Miraflores, uno de los varios "lugares comunes" de cierta Lima de la época que aparecen en el relato 7 Freud, S. (1919) "Lo ominoso". Obras Completas. Bs. As., Amorrortu. 8 Otra referencia precisa que reubica el relato en una realidad concreta. 9 Freud, S. (1908) "Sobre las teorías sexuales infantiles". Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu. 10 Freud, S. (1909) Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu. 11 ¿Se podría traducir el wiwimacher al que hace alusión Juanito por "pichulita"? 12 Freud, S. (1910) Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci; (1912) "Contributions to the psychology of Love". Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu. 13 Laplanche designa, irónicamente la teoría que se elabora a partir de ese análisis "la teoría de Hans y Sigmund". (1988[1980]) Problemáticas 11. Buenos Aires, Amorrortu; (2001 /1992-1998]) Entre seducción e inspiración: el hombre. Buenos Aires, Amorrortu. Revista Latinoamericana de Psicoanálisis – Vol. 7 año 2006 todos los integrantes del plantel puestos en la posición de los hermanos de la horda primitiva. Cuéllar sigue siendo el primero: "el primero de los cinco en tener patines". Conejitos blancos sustituyen a Judas en su jaula. Pero el secreto no se puede mantener. Gumucio' apellido que rima con prepucio- le pone el apodo "Pichulita". Esa palabra, que nombra aquello que falta, queda allí "pegad[a] ... como una estampilla". El niño llora al escuchar el vocablo infantil que ahora lo designa como castrado. El rumor se fue extendiendo por los barrios de Miraflores, hasta los propios amigos lo usaban. Cuéllar ya no llora, se pone matón, se trompea: "Pichulita no ¡Pichulaza ja ja!". Pronto adoptó el alias: "Pichula Cuéllar a tus órdenes. "[Y]a se interesaban por las chicas". Los cinco corrían a las cinco en punto. El momento del despertar erótico es señalado por una alusión elegíaca: la referencia a las fatídicas "cinco en punto de la tarde" es inevitable. Alcanzaban justito "la salida de las chicas de "La Reparación". Cuatro de ellos, Lalo, Choto, Mañuco y Chingolo se aproximan -¿a las chicas o a la posibilidad de reparación?-. A veces iban "hasta la Avenida Arequipa" -¿tan lejana?a ver a las colegialas de uniformes blancos, vestidas como la madre de Cuéllar, del Villa María. También a espiar a las del Santa Úrsula -la santa de las once mil vírgenes- y a las del Sagrado Corazón. Las primeras fiestas mixtas. Los tímidos tanteos. Los ensayos de baile entre los cinco en la casa del "Señor Cuéllar" en el "dos ocho cinco" -que no quepa duda de la ubicación precisa del lugar- de Mariscal Castilla -una calle que ostenta el nombre del soldado de la ley de las lecciones de historia del Perú. Pronto los primeros cigarrillos, los pantalones largos, los discos, el trago previo a la fiesta y la voz de Pichulita: "Seco y volteado... así glu glu, como hombres, como yo". La visita de Pérez Prado da ocasión a Cuéllar –en esta circunstancia no es Pichulita-, que ha echado un "cuerpazo" y está hecho un Tarzán, para que, atravesando la multitud, demuestre en una estrategia fálico-narcisista de héroe adolescente lo aventado que es: toca el saco del músico y le grita "¡Rey del Mambo!". En la tercera parte del relato, Cuéllar ya no es el primero. Es Lalo, radiante, risueño, "sobrado como un pavo real", el primero en tener enamorada. El interés del grupo, y sus preguntas cómplices contrastan con el nerviosismo de Cuéllar quien "parece un cura" confesor. Los tragos le caen mal y vomita frente a la Asistencia Pública -entre paréntesis, el lugar adonde van los accidentados. Manchado con su propio vómito vocifera: "Lalo traidor... mal amigo" entra a su casa pateando la puerta. Desde entonces empieza a "hacer locuras para llamar la atención": sustos a los transeúntes, perros muertos, vidrios rotos -y se podría añadir toda clase de mata perradas- para sacar cachita a Lalo y desahogar el odio que siente hacia Chabuca, la chica que le quitó al amigo. Choto y Mañuco le caen a dos chicas con nombre y apellido. Cuéllar/ Pichulita pregunta con "la voz enferma de pica, envidia y malhumor" qué es lo que hacen con ellas. El discurso directo subraya la desfachatez: "¿un plan cito firme, muchachos?". Habla "como si las enamoradas fueran cholitas de plan". En el marco de esta lectura interesa menos señalar la presencia de los prejuicios de clase que la tendencia a la devaluación del objeto erótico14. En quinto de media Chingolo le cayó a la China Saldívar. Cuéllar se entristecía y tomaba más y más, pero hasta un punto. Tal vez para no ponerse a llorar, o para aguantarse las ganas, o para que no le diera la pataleta. 14 Freud, S. “Una tendencia... Obra Completas. Bs. As., Amorrortu. Revista Latinoamericana de Psicoanálisis – Vol. 7 año 2006 Las cuatro parejas conspiran para que Cuéllar -quien ya tenía un convertible con "escape abierto"- le cayera a una muchacha. Pero él "ponía cara de forajido... de cafiche, a lo mejor de vicioso". "Sobrado avejentado" -la palabra recuerda al Cuéllar "aventado" y parece invitar a un juego de palabras con aventajado. Las enamoradas le decían que no le gustaban "las chicas decentes... sólo las cholas, las medio pelo, las bandidas15. Entonces tartamudeaba -el texto escrito repite las letras que cortan las palabras- pero también aceleraba más el carro y "corría" las olas cada vez más grandes "metiendo apenas la cabeza, un brazo tieso" -frase que calza dentro de un contexto sexual-. Pero, "¿[p]or qué no tenía enamorada?". Ellos se miraban de reojo sin saber de cierto si ellas sabían. Lalo "se cortaba la cabeza que sí". Ellos y ellas conviven con un saber intolerable que se quiere eludir y reaparece. Cuéllar "agua la fiesta" de Pusy con una "sarta de cuetes". Se presenta borracho en la misa de Gallo sin importarle "un pito", más bien quisiera "un revólver". La sustitución del pito sin importancia por un revólver indica el intento de negar el trauma a través de una relación cada vez más agresiva con su mundo. En los Carnavales lanza proyectiles hediondos, apunta los chisguetes de éter a los ojos de las chicas para dejarlas "ciegas" y hostiga a las parejas en la pista de baile. Las alusiones uretrales -aguar la fiesta- y anales -cuetes y proyectiles hediondos- bien podrían servir para ilustrar los señalamientos de Freud sobre las transformaciones del erotismo anal16. Lo, que dijeran las "rajonas" ¿chismosas o grandes rajas?- lo tenía sin cuidado. A las "pituquitas se las pasaba... por aquí". El deíctico de lugar no señala explícitamente por donde, apunta a un vacío. Para evitar el "ridículo;' de ponerse smoking decide no ir a la fiesta de promoción. La proyección de la minusvalía en el atuendo le impide celebrar el fin de la etapa escolar. En la cuarta sección, cuatro de los cinco amigos han salido del Colegio y estudian o trabajan. De Cuéllar sólo se registra que "dejó de hacer locuras" a partir de la llegada de Teresita Arrarte a Miraflores. "[E]mpezó a ponerse corbata y saco [a] peinarse con montaña a lo Elvis Presley". Volvió a soplarse y a sobarse las uñas, a ser sociable, a ir a misa, al Parque, al Club, al cine. Aferrando el taco del billar confía a los amigos que piensa operarse. Los puntos preceden a la operación: "Marcó sus puntos, lo iban a operar". El tiempo de la espera queda abolido. La respuesta del doctor de Nueva York es negativa. Quedaban otros lugares del mundo desarrollado: Alemania, París, Londres, Roma, a los que" a lo mejor" se podría acudir. Quiere borrar su mala fama: es puntual, correcto, pulcro y educado. Se interesa en las grandes preguntas de la religión, la historia, la filosofía. Entraría a la Católica. Pero Teresita, Lalo dixit, "lo tenía como un perro". Ante el asedio de los amigos, Tere, quien "sabía las de Quico y Caco" indaga mostrando las piernas por la "palabrota fea" con que nombran a Cuéllar. Mañuco le pide tratar el asunto "a calzón quitado". El texto se enmaraña: que nunca le decía nada, ay, ay "¡una mariposa!", disfuerzos y zalamerías, pobre mariposa, "la mataron", la enterrará "en su jardín en un huequito", pero "no estaba muerta la bandida ¡se voló!" y "el cuello, las orejitas, nunca...", "cuidado, te vas a manchar", "hoyito en los cachetes", toda apachurrada", "ves, ves cómo le gustaba", "¿le daba bola?", "¿o era otro bichito?". "Pero porqué tenía ese apodo tan feo". 15 16 Ibid Freud, S. (1917) "Sobre las transposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal". Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu. Revista Latinoamericana de Psicoanálisis – Vol. 7 año 2006 Cabe otra interpolación. A partir de la década de los veinte, el complejo de castración va a ocupar un lugar fundamental en la teoría de la estructuración psíquica y de la regulación de la sexualidad17. La castración no concierne al pene, órgano real, sino al falo, objeto imaginario. O mejor, a la representación de la amenaza de su desaparición puesto que la teoría alude a la falta simbólica de un objeto imaginario. El falo yergue su presencia sobre un desconocimiento, el del genital femenino. Al ser concebido como aquello que oculta una ausencia, se instala sobre una paradoja. El falo, pues, es inseparable de la noción de falta, es decir, de la supuesta falta que muestra el genital femenino, es decir, la inaceptable falta del pene en la mujer. Con el "calzón quitado", una mujer que sabe las de Quico y Caco es amenazante por partida doble. Trepados en el poderoso Ford cometen una infracción. Se libran de responder ante la ley con una "libra" al "cachaco" que les pidió el brevete. Unidos en torno a Cuéllar, los amigos no se atreven a hablarle. Las cervezas, los boleros, el futbolín, los piscos, los bares de la playa -ámbitos y atmósferas en los que el afecto entre hombres se puede expresar sin temor- les permiten hacerla. "Le caería... y Choto tiraría plan y Mañuco le agarraría la mano y Chingolo la besaría y Lalo la paletearía su poquito": al pie de la letra se trata de una propuesta colectiva. Pero, "¿y después?". "Acabará borrachín, forajido, locumbeta". Cachito - masculino de cachita-, un muchacho de San Isidro, le cayó a Teresita. Para ellos fue "una perrada", ellas sostienen en coro que "la perrada se la hizo él", que "la tuvo perdiendo el tiempo", que "era un tímido", "un maricón". Una serie de observaciones clínicas exigen una radical elaboración teórica que lleva a inscribir la castración en un circuito de interacciones, correspondencias, sustituciones, intercambios y permutas que ocurren de modo sucesivo, coincidente o simultáneo. Una constelación en la que destacan la organización fálica, el complejo de Edipo, la latencia y la formación del Superyó otorga sentido a la amenaza de castración a la vez que la aleja de algún hecho concreto18. Discernir en esos textos cuáles son sus efectos reclama una lectura que tome en cuenta la sobredeterminación, la circularidad y la simultaneidad de los procesos que los producen. En la parte quinta del relato "Pichula Cuéllar volvió a las andadas". Lalo, Chingolo y Choto cuentan que corrió los olones de Semana Santa "como diciéndole a Tere fíjate a lo que me atrevo y Cachito a nada". En un alarde de exhibicionismo fálico, ataviado con una ropa de baño Jantzen amarilla y anteojos de sol, Cuéllar se quita la toalla que llevaba al cuello y se mete al mar. "[L]o adivinamos meter la cabeza... poner el cuerpo duro" en la ola inmensa otra vez las frases remiten a un contexto sexual-. Apareció en la orilla "quietecito... forrado de yuyos". Los "había tenido con la lengua afuera". De ahí en adelante, los cabarets de mala muerte y el empeño de sus posesiones de valor simbólico. Amanecía a veces con un ojo negro y "se junta -así en la inmediatez del presente- con rosquetes, cafichos y pichicateros". Las reuniones de los sábados, el Hipódromo, el Estadio y el póquer continuaban. En un chifa de la calle Capón, Cuéllar cuenta un chiste: cuando se cortaba al afeitarse el huevón, de Mella -la palabra subraya el sentido- se capaba. 17 Freud, S. (1923) "La organización genital infantil". Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu. 18 Freud, S. Ibíd.; (1924) "El sepultamiento del complejo de Edipo"; (1925) "Algunas consecuencias psíquicas de las diferencias anatómicas entre" los sexos". Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu. Revista Latinoamericana de Psicoanálisis – Vol. 7 año 2006 Cuéllar -hay que asumir que los cinco, pues eran coetáneos- había cumplido los veintiún años. Tenía el Nash del viejo. Después de comer, los bulines, las cervezas, las bailes y luego, Nanette19. Cuéllar conversaba con la regenta del prostíbulo. Dejaba "que ellos escogieran su polilla" -una mariposa, pero nocturna. Uno de esos sábados lo vieron en el auto "acurrucado contra el volante" temblando, llorando, suspirando, sollozando. Había estado pensando porqué los hombres ofendían tanto a Dios, y compadeciéndose de los pobres, los ciegos, los mendigos, los canillitas, los cholitos lustrabotas. Para sacado de la pena los amigos le piden que ponga "el fierro a fondo", así podrán alcanzar el show de una mulata cubana, Ana la Caimana -la alusión a las fauces dentadas ya es ineludible. La sexta parte cuenta que Lalo se casó y que Mañuco y Chingolo se graduaron. Cuéllar había tenido varios accidentes. El Volvo andaba abollado, despintado, con las lunas rajadas -"cicatrices" ostentadas como blasones. De noche "timbeaba" y de día vagabundeaba con "pandillas de criaturas" vestido a lo James Dean -entre paréntesis, el rebelde sin causa-. Salvo Choto, "[decíamos] [y]a está... era fatal: maricón". Se hizo corredor de autos, como antes de olas. Tuvo "su primer accidente grave" -como si el relato hubiese dejado muy lejos el primero- haciendo el paso de la muerte con las manos amarradas y los ojos vendados. También chocó contra un taxi con los amigos a bordo. Murió al chocar en "las traicioneras curvas" de Pasamayo. Ellos eran ya "hombres hechos y derechos" con hijos en buenos colegios, casitas de playa, "canas, barriguitas y ciertas arruguitas". "Para estimar exactamente la importancia de la castración -escribe Freude- necesario atender al hecho de su emergencia en la fase de la primacía del falo"20. Es a partir de "la premisa universal del pene" que lo fálico se instala como referente primordial. Dado el desconocimiento del genital femenino, dicha primacía se configura a imagen y semejanza de una realidad anatómica que desconoce su función. La castración señala lo que su falta puede representar subjetivamente y es determinante para la estructuración del psiquismo del sujeto. En la década del 50, el falo -término inconcebible sin la referencia a la castración- es caracterizado por Lacan como objeto imaginario con el que se busca obturar una falta no obturable por el objeto. En un segundo momento lo distinguirá como significante21 El autor de Los cachorros... escribió, veintisiete años más tarde22, acerca de un suceso protagonizado por Lorena, una joven hispánica que procedió "a decapitar sexualmente a su marido". Tal referencia a una acción realizada "sin metáforas de ninguna especie y de la manera más cruda" acaso permitiría circunscribir de manera más precisa aquello que Cuéllar perdió en los espacios de indeterminación de la novela. "Humillada y ofendida... empuñó [un cuchillo]… levantó las sábanas y de un diestro tajo carnicero, desembarazó a 19 El alias de la "mami" (regenta) de un prostíbulo de Lima. Freud, S, Ibíd. No obstante, Freud no da una definición nominal del falo. 21 Lacan, J. (1970 [19561) Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires, Nueva Visión; (1957) "La significación del falo" en Écrits. París, Seuil. Frente a la radicalización lacaniana, Laplanche señala que la universalidad del complejo de castración es planteada como un a priori "en nombre de un viraje metafísico" que desexualiza el conjunto. Así la castración pasa a ser el significante de la finitud humana, que cada quien debe asumir (Laplanche, J. (2001 [1992-19981) Entre seducción e inspiración: el hombre. Buenos Aires, Amorrortu). 22 Vargas Llosa, M. (1994) "El pene o la vida" en Los desafíos a la libertad, Peisa, Lima. 20 Revista Latinoamericana de Psicoanálisis – Vol. 7 año 2006 su esposo del santo y seña de su virilidad". Luego de huir "arrojó por la ventanilla del automóvil… el cuchillo de cocina y lo que había sido el pene de John Wayne Bobbit". El artículo periodístico continúa glosando el informe de una facultativa convocada por la defensa. Resulta que "el adminículo que Lorena cortó no era en absoluto lo que parecía, es decir, una protuberancia cilíndrica hecha de carne, venas y restos de esperma". Era "un coeficiente abstracto, una estructura simbólica..." Lorena había cercenado "un icono emblemático del horror doméstico, de la sujeción servil, de las palizas que Lorena recibió, de los insultos que martirizaron sus oídos, de los innobles jadeos que se abatían sobre ella en las noches alcohólicas de su marido". En suma, lo dicho algunas líneas antes: "el santo y seña de su virilidad". Los Cachorros! Pichula Cuellar: el título registra la dualidad plural / singular. En el desarrollo polifónico de la novela las voces de Pichula Cuellar, de los Cachorros y del narrador se entrelazan y dispersan una y otra vez. Ya desde las primeras líneas el observador usa la tercera persona y el coro la primera, ambas del plural. La palabra "corto" y "correr" -que solo cobran sentido a posteriori- permiten que corte y cortar se introduzcan en un lugar en donde "correr olas" preludia correr autos, ir corriendo, correrse de, y en el que se entromete correrse la... El particular tratamiento del juego entre la semántica y la sintaxis ha hecho posible tal encuentro subrepticio. Ahora bien, aquello que Cuéllar perdió en el sangriento episodio sigue eludiendo los empeños del lector. No se sabe de manera explícita si Judas despojó a Pichulita (y/o a los Cachorros) de "una protuberancia cilíndrica hecha de carne, venas y restos de esperma" o del "santo y seña de su virilidad". Al cerrar el libro queda en pie menos una afirmación que una interrogante. ¿Quaestio facti o quaestio juris? Si, por un lado, el título y el relato tensan la relación entre amenaza y deseo, por otro, al dejar lo ocurrido en suspenso y optar por registrar la oscilación falo/castración, castración/falo, el texto acentúa algo más. Pone en relieve las dificultades -no solo teóricas-que tales nociones significan. ¿Testimonio de las formas que asumía la irrupción de la sexualidad y de los caminos que ésta recorría por entonces en un segmento emblemático de la geografía social de Lima? ¿Parábola de la sexualidad infantil y adolescente enfrentándose a los engranajes dentados del poder eclesial y social? ¿Admonición acerca de la inexorable condena al fracaso promulgada por quienes controlan el acceso a un mundo adverso a las ambiciones juveniles? Es posible. Este ejercicio de lectura se ha circunscrito a otra cuestión. Por ello, aun a sabiendas de que ser fiel a la letra es cosa imposible, ha insistido en ceñirse a ella, en rastrear las huellas de lo escrito, en transitar los senderos seguidos por el relato. Así ha recorrido los mismos escabrosos parajes que atraviesa la investigación de los procesos inconscientes cuando se topa con una zona problemática de la realidad psíquica a la que es difícil aproximarse y de la que es imposible escapar.