MODA Y VANGUARDIA La vestimenta es el conjunto de prendas o atuendos personales utilizados en todas las culturas desde la prehistoria. Los factores que determinan el tipo de vestimenta. El principal factor determinante del tipo de ropa en las diferentes épocas y lugares es el clima. En la evolución de la indumentaria también han influido los diferentes estilos o modas, los materiales y tecnologías disponibles, los códigos sexuales, la posición social, las migraciones humanas y las tradiciones. Probablemente la ropa se desarrolló en un principio para protegerse o adaptarse al medio ambiente. En climas cálidos la ropa tradicional masculina y femenina es una indumentaria suelta y drapeada tipo saya. En los países árabes y africanos esta ropa suelta adopta la forma de túnica. Los habitantes de climas muy cálidos es raro que lleven ropas de más de dos capas. En los climas fríos es tradicional llevar vestidos cosidos y ajustados de varias capas para conservar mejor el calor del cuerpo. Estas dos tradiciones no se diferencian de forma clara al incluir ambas una capa exterior de abrigo como protección contra los elementos. En la cultura occidental la interacción entre estos dos estilos ha dado lugar a una historia del vestido más variada que en otras partes del mundo. En el mundo no occidental se ha mantenido la tradición antigua hasta la reciente llegada de la era industrial occidental y, con ella, su forma de vestir. El largo dominio de la forma de vestir egipcia y oriental fue sustituido por la ropa más desenfadada de griegos y romanos que dominaron el Mediterráneo durante siglos. Sin embargo, en las tradiciones occidentales sólo ha influido de forma decisiva el estilo de vestir oriental. En el primer milenio de nuestra era las invasiones del norte y del este de Europa obligaron a los romanos a retirarse de la región mediterránea occidental. A medida que la influencia romana se fue debilitando, las tradiciones romanas (entre ellas las formas de vestir) fueron desapareciendo en Occidente. Durante la edad media (c. 500-1500 d.C.) los estilos tradicionales grecorromanos se vieron sustituidos de forma radical en el Imperio bizantino (Imperio romano de Oriente) por las ropas más ricas y suntuosas de los musulmanes del Oriente Próximo. En Occidente los estilos de ropas cosidas y ajustadas de los habitantes del norte y este de Europa, que invadieron en sucesivas oleadas los restos del Imperio romano de Occidente, modificaron el estilo de vestir grecorromano de aquella época. Con la estabilización en el siglo VIII de las migraciones comenzó en Europa el proceso de asimilación de culturas y formas de vestir. La posterior expansión musulmana hacia el Imperio romano de Occidente y el sur de Europa, influyó sobre la forma de vestir occidental. Sin embargo, las Cruzadas cristianas a Oriente Próximo en los siglos XI y XII, que introdujeron nuevos tejidos y nuevos conceptos de lujo en Europa, sí tuvieron un impacto mayor en las formas de vestir occidentales. En Occidente la indumentaria aristocrática y de ceremonia (en cierta medida vigente en la actualidad) se vio influida fuertemente por la ropa eclesiástica romana y la tradicional del Imperio bizantino. Hasta hace algunos siglos solamente la aristocracia cambiaba de modo habitual su forma de vestir, mientras que la indumentaria del pueblo permanecía prácticamente invariable. Por otra parte, la historia del vestido ha podido reconstruirse en gran parte gracias a retratos, por lo general de personalidades que intentaban dejar constancia de su importancia posando con sus mejores y más impresionantes atuendos. Pero incluso entre la clase alta los vestidos eran lo suficientemente caros como para merecer ser cuidados, modificados y reutilizados de generación en generación. Los cambios radicales en la forma de vestir no eran frecuentes hasta que en los siglos XVIII y XIX la llegada de la Revolución Industrial abarató y simplificó la fabricación de telas y vestidos. El clima cálido e incluso tórrido de la cuenca mediterránea oriental obligó a los pueblos de esta región a llevar vestidos sueltos como los representados en los restos arqueológicos de las culturas de la época. El vestido básico de los antiguos egipcios era una especie de saya corta de tela alrededor de las caderas y sujeta en la cintura con un cíngulo o cinturón. Un manto, derivado posiblemente de una capa de piel, cubría los hombros. Durante una época se llevó una prenda larga denominada kalasaris que el hombre llevaba como falda sujeta en la cintura y la mujer sujeta al pecho con una tira o como traje largo a veces con mangas. El kalasaris y el manto (con diferentes formas, tejidos y formas de drapeado) se convirtió en el atuendo clásico de los antiguos egipcios. El pueblo llevaba un modelo más corto para trabajar, mientras que los nobles, los sacerdotes y los miembros de la familia real llevaban un modelo mas largo que con el tiempo se fue haciendo cada vez mas sofisticado en cuanto a pliegues y drapeados. La saya sólo sobrevivió como atuendo de ceremonia. Aunque sobre la civilización minoica de la isla de Creta existe poca documentación, se sabe que el traje que llevaba la mujer era único en el Mediterráneo. La saya del hombre era parecida a la de los egipcios, pero las elegantes faldas recogidas y anudadas y los ajustados corpiños de la mujer eran de una sofisticación única en el mundo antiguo, más parecidas a las formas de vestir occidentales de los últimos siglos que a las modas de aquella época en la región mediterránea. Los primeros trajes sirios y fenicios que han llegado hasta nosotros a través de las esculturas, evolucionaron en paralelo con el kalasaris del antiguo Egipto. Hombres y mujeres llevaban una gran pieza rectangular de tela, con una profusa ornamentación, que se envolvía alrededor del cuerpo y se sujetaba al hombro. Esta forma rectangular básica perduró durante muchos siglos, aunque existieron algunos modelos que llevaban aberturas para la cabeza y un brazo. La saya corta representada en algunas esculturas recuerda a la de los egipcios. Más al norte se llevaban prendas más complicadas y ajustadas al cuerpo, y mantos y sayas cortas anudadas a la cintura. También se utilizaba el cuero en el traje militar, posiblemente como protección. Los hebreos, asirios y babilonios vestían una especie de camisa hasta los pies cubierta por un manto o una prenda exterior semejante al kalasaris. Estas prendas, de aspecto rígido, estaban adornadas con flecos y borlas en los bordes y presentaban esquinas rectangulares o redondeadas. Una prenda exclusiva de Babilonia (hoy Irak) era el traje sacerdotal confeccionado con un gran triángulo de tela que se colocaba de forma que el borde con flecos quedaba en diagonal a lo largo del cuerpo y recordaba en cierta manera a un zigurat con rampas en espiral. Los primeros vestidos conocidos de las zonas más frías del mundo mediterráneo son los de los medas (612 a.C.) y persas (539 a.C.). Los persas llevaban calzones o pantalones con una túnica abierta sujeta con un cinturón. Estas prendas muy ajustadas, tal vez debido al pequeño tamaño de las pieles disponibles, eran llevadas por hombres y mujeres y siguieron utilizándose incluso después de la invasión del Imperio persa por los medas. Éstos vestían trajes largos y amplios con mangas de boca ancha. El vestido color púrpura lo utilizó por primera vez en Persia la clase sacerdotal. Los trajes de los sacerdotes también reflejan la influencia de los pueblos conquistados de Mesopotamia, especialmente en cuanto al uso de telas rectangulares con borlas en las esquinas. Los persas también introdujeron en Occidente el gorro frigio de fieltro, a menudo con orejeras. Este tipo de prenda estuvo de moda por última vez en el siglo XVIII durante la Revolución Francesa con el nombre de ‘gorro de la libertad’. El estudio de la historia del vestido resulta de gran interés. Así, por ejemplo, en el Imperio romano el color púrpura se convirtió en el distintivo de senadores y emperadores y más tarde fue exclusivo de los trajes reales. La tradición de Oriente Próximo de ocultar la cara de la mujer tras un velo tiene su origen en una ley asiria del 1200 a.C. El traje tradicional del Imperio otomano y los vestidos clásicos de los árabes descienden de forma directa de los estilos del mundo antiguo. El origen del vestido tradicional de griegos y romanos no está claro. Los primeros habitantes de la parte occidental de Asia menor y de la península griega, llevaban una especie de calzas y una túnica con mangas similar al traje persa, lo que indica su origen más norteño. En las civilizaciones griega y romana se desarrolló un traje extremadamente sencillo y cómodo formado por el quitón, la clámide y el peplo. El quitón, la prenda base, era corto en el hombre y hasta los tobillos en la mujer. Estaba formado por un rectángulo de tela sujeto o cosido en los hombros y que se ceñía a la cintura con un cinturón o cíngulo. La clámide era una capa corta doblada o sujeta en un hombro que a menudo se llevaba como única prenda; era sustituida en invierno por un manto más largo, el himatión. La mujer vestía el peplo, la versión femenina de la clámide, que iba sujeto a la cintura y tapaba los tobillos. Con el paso de los años esta prenda se fue haciendo cada vez más suntuosa en cuanto a tejidos, colores y adornos. Los primeros romanos llevaban la túnica, semejante a una camisa, y la toga, prenda característica de Roma que se mantuvo como traje oficial y de ceremonia a lo largo de la República y hasta finales del Imperio romano de Occidente. La toga, aunque similar a la clámide o al himatión griego, era una pieza de lana de forma oval mucho más amplia que éstas, medía aproximadamente tres veces la altura de la persona, se doblaba a lo largo y se drapeaba de forma estudiada. En el Imperio de Occidente esta prenda llegó a quedar finalmente reducida a una tira de tela, la estola. La túnica (que sobrevivió bajo diferentes formas y cada vez con más adornos) y la estola fueron adoptadas por la Iglesia cristiana. La mujer llevaba una túnica larga que en principio era de lana y más tarde pasó a ser de algodón e incluso de seda, cada vez mas sofisticada y recargada, y sobre ella la estola drapeada cubriendo cabeza y cuerpo. En el Imperio romano (excepto en la ciudad de Roma, donde estaban prohibidas por ley) se adoptó el uso de las calzas que utilizaron los pueblos conquistados del norte de Europa para protegerse del frío y como parte del atuendo militar. En esta época también se introdujeron los pantalones, prenda procedente del norte de Europa. La forma de vestir en la India, por su vinculación desde un principio a las castas, estaba perfectamente diferenciada. La saya o dhoti y el sari de las mujeres aparecen en esculturas del siglo II a.C. y se cree que ambos sexos llevaban prendas sujetas a la cintura y con la parte superior al descubierto. Los hombres llevaban turbantes y las mujeres lucían largos pañuelos a la cabeza y abundantes joyas. Esta forma de vestir permaneció invariable hasta la conquista musulmana de India en el siglo XII d.C. La seda, utilizada en China ya en el siglo XXVII a.C., prácticamente fue un monopolio nacional durante siglos. Este material, especialmente adecuado para el clima de Asia oriental de veranos húmedos, podía forrarse con pieles en los meses de invierno. Los escritos de Confucio del siglo VI a.C. incluyen referencias a las normas de vestir para, por ejemplo, recepciones oficiales o periodos de luto. Las primeras representaciones de vestidos chinos, de la dinastía Han (206 a.C.220 d.C.), muestran trajes largos con amplias mangas y ceñidos en la cintura, así como chaquetas y pantalones para ambos sexos. El estilo chino de trajes cortesanos llegó pronto a Corea y Japón, avalado por el prestigio de esta civilización. Tradicionalmente la historia medieval comienza con la caída del Imperio romano de Occidente en el 476 d.C. Sin embargo, la transición de la época clásica a la medieval en la historia del vestido se hizo poco a poco. El Imperio bizantino se mantuvo durante otros 1.000 años con una clase alta que mantenía la túnica como prenda básica de vestir. En Occidente, las diferentes invasiones de pueblos del norte introdujeron los pantalones, las túnicas ajustadas y las capuchas, pero pasarían 300 años antes de que surgiese un estilo occidental documentado como resultado de la fusión de la forma de vestir romana y las maneras del norte de Europa. Durante este periodo sólo en el Imperio bizantino existía riqueza y estabilidad política, premisas indispensables para que se produjera una continuidad de estilo y un corpus importante de documentación pictórica. En el Imperio bizantino del siglo VI el cambio más notable respecto a la forma de vestir romana fue la introducción de los bordados, flecos, orlas y adornos de estilo oriental. Los emperadores romanos se habían convertido al cristianismo y en el Este el máximo poder lo detentaban la Iglesia y el Estado, por lo que la indumentaria de la corte se hizo más seria y de apariencia cada vez más rígida. La creciente influencia oriental puede apreciarse en los trajes de corte. El cambio más claro fue la introducción del manto semicircular sujeto en el hombro derecho y más tarde el caftán persa y el traje asirio de manga larga. Ambos eran tal vez formas originales de la indumentaria de la corte rusa, que sufrió pocos cambios hasta la occidentalización del país a principios del siglo XVIII realizada por Pedro I el Grande. La forma de vestir bizantina es única en la tradición occidental por haber evolucionado al margen del atractivo sexual o la utilidad. Los trajes de corte se confeccionaban según las pautas del libro de ceremonias imperial y todos, desde el emperador hasta al funcionario de rango más bajo, vestían de acuerdo a este reglamento. Poco se conoce de los efectos que tuvieron sobre la forma de vestir europea los amplios movimientos tribales de principios de la edad media. Las primeras invasiones teutónicas supusieron la introducción de los pantalones en Roma. Los teutones, a su vez, adoptaron la forma de vestir romana, lo mismo que los galos y los bretones, al menos los más ricos. Las últimas invasiones parece que modificaron profundamente la forma de vestir de aquella época, pero no se conserva ninguna evidencia de ello. Los primeros ejemplares de vestido que se conservan datan de la época en que se sustituyó la costumbre romana de incinerar a los muertos por la de enterrarlos, época que además coincidió con una cierta estabilidad política. Cuando los carolingios dominaron gran parte de Europa y Carlomagno fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en el año 800 d.C., parece que se adoptó una forma de vestir relativamente uniforme en Europa. La indumentaria del emperador Carlomagno, importada casi con seguridad de Constantinopla, era muy semejante a la del emperador bizantino. A diferencia de aquél, Carlomagno sólo lucía esta ropa en ocasiones oficiales. Su atuendo cotidiano, registrado por sus contemporáneos, consistía en una bajotúnica, una sobretúnica, con un ribete de seda de color, y calzones o pantalones sujetos en la rodilla, así como un manto semicircular sujeto en el hombro y forrado de piel en invierno y un bonete de tela. Las pinturas de la época muestran a otros monarcas europeos con vestimentas similares. Las damas de la corte llevaban una túnica larga con la cabeza cubierta y encima una sobretúnica sujeta por un cinturón. Esta última a menudo llevaba adornos en el cuello, las mangas y el bajo. Un manto hasta los pies se sujetaba debajo del mentón y un velo ocultaba el cabello. Estas prendas formaban la indumentaria básica de la aristocracia europea de la edad media e incluso, aunque con algunos cambios, la de las clases bajas hasta el renacimiento a principios del siglo XIV. Carlomagno no utilizaba la capucha, prenda característica del pueblo, cuyos orígenes parece que se remontan a la edad del bronce y que se sigue utilizando hoy día principalmente en ceremonias y en climatologías adversas. A lo largo de los 300 años siguientes parece que la moda no cambió mucho, aunque se aprecia un mayor énfasis en realzar las formas físicas. La primera Cruzada, iniciada en el año 1095, fue el catalizador que produjo el cambio en la forma de vestir que marcaría la división entre principios de la edad media y la época románica. Con la invasión árabe en España y el suroeste de Francia, y la conquista normanda de Sicilia llegaron a Europa abundantes y diversos materiales orientales. Pero el gran cataclismo de la moda se produjo en el siglo XII con las Cruzadas. Los cruzados, hombres y mujeres, trajeron a su vuelta no sólo nuevos tejidos como sedas, damascos y terciopelos de brillantes colores y complicadas tramas, sino también nuevos estilos. Las calzas sustituyeron a los pantalones y las prendas se adornaron con joyas, bordados y pieles. Los hombres llevaban calzones y calzas (pantalones cortos y medias). Las longitudes de ambos fueron variando y a finales del gótico las calzas eran tan largas que casi eliminan a los calzones. Hasta la llegada de los tejidos de punto, prácticamente desconocidos en la edad media, las calzas eran de lino o lana cosidas para que quedaran ajustadas. Resulta increíble que pudieran adoptar el aspecto suave (conseguido posteriormente con los tejidos de punto) que se observa en las pinturas de la época. En el siglo XII las calzas llegaban a la altura de medio muslo por debajo de los calzones cortos. En una época anterior los calzones de las clases altas eran más estrechos y los de los trabajadores más amplios y ambos se sujetaban normalmente por debajo de la rodilla. A principios del siglo XII la ropa era larga y la sobretúnica fue sustituida por el brial, prenda importada de Oriente. Todo, incluso las mangas, era largo, amplio y con una gran caída. A finales del siglo XII y durante el siglo XIII las prendas masculinas presentaban diferentes longitudes, amplitudes y adornos así como diferentes nombres para lo que básicamente era la misma prenda. Un cambio importante fue que la capucha pasó a ser una prenda independiente. Más tarde la capucha (con su extremo puntiagudo, el liripipe, y con una capa corta que caía sobre los hombros) se convirtió en sombrero. La abertura, destinada en principio a la cara, se echaba por detrás de la cabeza y el liripipe se pasaba alrededor de la misma a modo de turbante. Posteriormente la capucha se colgó por encima del hombro y se llevaba como emblema; su última manifestación fue la escarapela en el sombrero de librea del siglo XIX. Una derivación todavía más curiosa de la capucha es el apéndice cosido en la espalda de la toga del traje de abogado en Inglaterra, que data de la época en que los clientes dejaban caer monedas en el sombrero si pensaban que el caso podía ganarse. En el siglo XIV la túnica se estrechó y acortó hasta adquirir un aspecto más ajustado, que evolucionaría hacia la casaca. Sobre ella todavía se llevaba la antigua sobretúnica pero adornada con un cuello, que recibió el nombre de cota. La hopa y la hopalanda, una prenda exterior de cuerpo entero, larga y con mangas anchas y acampanadas, se utilizó hasta finales del siglo XIV y se mantuvo durante los siglos XV y XVI formando parte del traje de los profesionales y de los ancianos e incluso hoy día se utiliza como traje académico y de la abogacía. La casaca evolucionó hacia una prenda totalmente confeccionada, y a menudo forrada, que sobrevivió bajo diversas formas como la prenda exterior básica masculina durante mediados del siglo XVII. Su derivación moderna es el chaleco. Las mujeres también adoptaron el brial y una capa oriental con mangas largas y amplias. El brial, confeccionado con un tejido fino fruncido o plisado, era una prenda amplia y con caída como la de los hombres. Las faldas eran largas hasta los pies, posiblemente como aislamiento del frío. Una nueva invención de esta época fue el corsé para realzar la figura femenina. Al final de esta época también surgió la moda de los vistosos tocados y velos hasta el suelo. Hasta el siglo XV las prendas de vestir femeninas, menos extravagantes que las de los hombres, eran ajustadas, con falda de campana y mangas estrechas. Por encima del vestido se llevaba una cota y encima una capa sin laterales. El cabello se ocultaba debajo de una toca, pañuelo que se envolvía alrededor de la cabeza y del cuello hasta el mentón. En tiempo frío y en actos oficiales se llevaba un amplio manto de campana o circular. Con el paso del tiempo los tocados se fueron haciendo cada vez más fantásticos y sofisticados. Al principio primó la anchura y más tarde la altura, alcanzándose resultados sólo comparables a las altas pelucas y los tocados deliberadamente representativos de finales del siglo XVIII. En el siglo XIV las prendas de vestir femeninas se hicieron más ajustadas, como las de los hombres, y en el siglo XV más complicadas y forradas. En este siglo se desarrollaron telares nuevos y más perfeccionados que dieron lugar a toda una nueva gama de tejidos, base de la rica y compleja indumentaria del renacimiento. Las prendas típicas del renacimiento se desarrollaron en Italia, de donde, a raíz de la invasión de Carlos VIII de Francia en 1494, se extendieron al resto de Europa. No está claro el porqué la moda italiana, bastante más sencilla, se desarrolló de forma independiente al resto de Europa, pero parece probable que esto se debiera a su clima más cálido. La túnica de cuello bajo y la camisa en el hombre, y las capas igual de sencillas y también de cuello bajo en la mujer (denominada capa Julieta) ejercieron un efecto breve pero intenso en la evolución del vestido europeo en general. Hacia 1620 había desaparecido la sencillez, y la línea vertical de las prendas medievales fue sustituida por la línea horizontal del traje del renacimiento. Al tiempo que se producía este rápido cambio de estilo, irrumpió en Europa la moda del ‘acuchillado’. Esta tendencia, que probablemente tuvo su origen en el sur de Alemania y que perduró hasta el siglo XVII, consistía en unas aberturas semejantes a cuchilladas en el tejido exterior que dejaban ver una tela distinta por debajo. Tal vez el desarrollo más interesante de esta época fuera la utilización, o al menos la exposición, de las camisas por parte de hombres y mujeres. Una vez que la camisa quedaba a la vista, tenía que ser adornada; los ribetes de encajes y volantes en cuello y mangas se convirtieron en menos de 50 años en gorgueras historiadas y almidonadas que estuvieron de moda durante otros 100 años. Estos cuellos, almidonados o no, evolucionaron hacia la chorrera. Durante el renacimiento el único cambio importante en la indumentaria masculina, aparte de una mayor ornamentación, fue el alargamiento de los calzones, que, como era normal, iban muy adornados por quedar a la vista. Por otra parte, la mujer fue luciendo unas prendas cada vez más restrictivas. A principios del renacimiento apareció un corsé largo y rígido en forma de cono, más largo por la parte delantera, que oprimía la anatomía de la mujer. Antes se había utilizado el corsé para realzar la figura pero nunca para distorsionar de tal manera las formas femeninas, ya que el pecho era obligado a sobresalir por encima del corsé. A partir de la Revolución Francesa (1789-1799) la moda varió enormemente pero la práctica de distorsionar la figura de la mujer persistió. Aunque la rigidez del corsé se vio algo aliviada al sustituirse las guías metálicas por huesos de ballena, la moda se hizo algo más incómoda por la costumbre de dar volumen a las faldas con la adición de armazones que podían ser desde bolsas de salvado hasta complicadas armaduras metálicas. Aunque en el renacimiento las prendas básicas siguieron siendo las mismas que las de la edad media, el estilo relativamente natural fue sustituido por formas complicadas, encajes y forros que proporcionaban un aspecto de rigidez. Esto era, en parte, consecuencia del extremado formalismo de las cortes tradicionales de los Habsburgo del Sacro Imperio Romano, especialmente de la casa de Austria en España. Los escasos intentos por eliminar esta rigidez en la moda europea no fueron seguidos por la corte española, como lo demuestran las enormes faldas armadas de los retratos de la familia real del pintor barroco Diego Velázquez. En el siglo XVII no tuvieron lugar otros cambios en la vestimenta femenina que los producidos por los vaivenes de la moda. Se siguió llevando el corsé en forma de cono con el talle más alto o más bajo según la moda. A finales del siglo apareció el traje suelto o mantua (derivado del nombre de la ciudad del norte de Italia) anunciando un cambio que se produciría en el siglo siguiente. El atuendo masculino sufrió el cambio más radical de la historia moderna. A principios de siglo los hombres seguían llevando las prendas de finales de la edad media (casaca, calzones, calzas y capa) y una capa circular, aunque durante la primera mitad del siglo se impuso la casaca como prenda militar o de viaje. La casaca seguía siendo una capa pero constaba de dos piezas delanteras, dos piezas traseras y dos piezas para los hombros. Las partes delanteras y traseras se abotonaban para formar el cuerpo y las piezas de los hombros formaban las mangas. Este práctico invento dio lugar más tarde al tradicional traje de montar a caballo. En el siglo XVIII, después de algunos cambios, pasó a ser el traje actual y más tarde se convirtió en el chaleco. Hacia 1680 el atuendo masculino ya tenía la apariencia actual excepto en el uso de calzones en lugar de pantalones. La peluca, excentricidad que alcanzó su máximo apogeo en el siglo siguiente, fue introducida por Luis XIII para ocultar su incipiente calvicie (después de haber puesto de moda su magnífica cabellera rizada) y figuró durante más de un siglo como prenda indispensable en el guardarropa de todo caballero. La peluca, empolvada en blanco o gris, grande y aparatosa o pequeña y sencilla, sustituyó al pelo natural de los caballeros y fue utilizada en los actos sociales hasta la llegada de la Revolución Francesa, en la corte otros treinta años más y en los tribunales de justicia de Gran Bretaña hasta hoy. El siglo XVIII se caracteriza por la utilización de tejidos ligeros y claros en contraposición con el aspecto más oscuro y lúgubre de los siglos anteriores y posteriores. Aunque las mujeres seguían llevando largos corsés en forma de cono (de moda durante los dos siglos anteriores), con la llegada de las sedas de colores claros y la capa suelta o mantua desapareció el aspecto plomizo del pasado. Las faldas sobre armaduras parecían flotar y ondear y los plisados caían de los hombros eliminando la sensación de rigidez. Los hombres también utilizaban prendas de seda y sus ligeros calzones, anchas casacas y chalecos floreados, normalmente eran de colores claros. Un suave encaje sustituía a las gorgueras almidonadas y serias del siglo anterior. Hasta finales del siglo no comenzó a variar el aspecto uniforme de los vestidos. En Francia (abocada a la Revolución) la moda se hizo mas rígida, más sofisticada y formalista. En Inglaterra, que se dirigía hacia un cambio social más ordenado y un desarrollo industrial explosivo, la moda cambió su tendencia normal y los dictadores de la moda se decidieron por el atuendo más práctico de las clases obreras. Mientras los franceses lucían rígidos brocados, los ingleses adoptaron los tejidos de lana. A raíz de la Revolución Francesa se produjeron dos cambios radicales en la moda europea: en el hombre se volvieron a imponer los pantalones después de 600 años y en la mujer hubo una vuelta consciente hacia lo que se consideraba el estilo griego clásico. Desaparecieron durante un par de décadas los corsés y las armaduras, que fueron sustituidos por tejidos ligeros de aspecto natural, cinturas altas, brazos desnudos y corpiños cortos. A pesar del miedo a la Revolución que existía en otros países europeos, la moda francesa logró imponerse y afianzarse. Sedas, encajes y brocados desaparecieron del atuendo masculino y, durante un tiempo, también del femenino. A principios del siglo XIX, durante el Imperio napoleónico, se produjo una vuelta al formalismo y a lo recargado, aunque la moda no varió mucho. La restauración de la monarquía francesa en 1814 produjo una reacción en la moda femenina que trajo de nuevo los corsés, las crinolinas y las armaduras. Sin embargo, la Revolución Industrial trajo consigo una ola de prosperidad y un cierto sentido de austeridad. Desde el retorno del pantalón no se había producido un cambio importante en el atuendo masculino, excepto el paulatino abandono del formalismo. Desde comienzos del siglo XIX la característica de la moda masculina fueron las prendas ajustadas. En cambio, la Revolución Industrial produjo una serie de rápidos cambios y facilitó la fabricación de vestidos femeninos a la moda. Las clases acomodadas, que dictaban la moda, se vieron obligadas a distinguirse de las nuevas clases ascendentes que intentaban copiarles. Las crinolinas fueron sustituidas por aros y éstos a su vez por polisones. La única prenda que permaneció, a pesar de los cambios de silueta, cuello, mangas y colores, fue el corsé. Las guerras y las revueltas sociales trajeron los últimos cambios radicales de la historia del vestido europeo. La lucha de la mujer contra las limitaciones sociales y políticas fue acompañada de la desaparición del corsé y de sus limitaciones físicas. A partir de la I Guerra Mundial, y después de cinco siglos, reapareció la silueta natural de la mujer con la posibilidad de dejar ver las piernas. Durante la contienda, la incomodidad de trabajar con traje largo impuso un cambio y, como suele ocurrir con todos los cambios repentinos, el ajuste fue brutal, ya que a mediados de 1920 las faldas habían subido hasta la rodilla. En la década de 1930 la modista francesa Coco Chanel revolucionó la forma de vestir de la mujer al incorporar a su guardarropa una prenda que hasta el momento había sido de exclusivo patrimonio masculino, los pantalones; a partir de ese momento cualquier experimento en el vestir ha pasado a ser considerado como moda. En los últimos cincuenta años la estrecha vinculación de la industria textil con el negocio publicitario ha anulado, según algunos observadores, el sentido tradicional del vestido, sustituyéndolo por corrientes pasajeras. El último intento de imponer una moda fue el new look de finales de la década de 1940 y principios de 1950, que fue realmente un intento de olvidar los horrores de la II Guerra Mundial y volver a la época anterior. Véase Industria de la moda. Fuera de la esfera de influencia de Europa occidental la forma de vestir tiende a ser tradicional y las pequeñas variaciones locales se deben a la influencia de conquistas o migraciones. Cuando las culturas no occidentales entran en conflicto con las ideas occidentales, a menudo son las ropas tradicionales las que son sustituidas, como en el caso de la ropa precolombina en América Central y del Sur. Sin embargo en África, en Oriente Próximo y en el sur de Asia han sobrevivido muchos aspectos del traje tradicional y se aprecia la influencia, especialmente de las conquistas musulmanas, en la forma de vestir de diferentes áreas. La ropa tradicional africana sigue, por lo general, la tradición del drapeado más que la del traje ajustado como cabría esperar del clima de este continente, y varía desde la saya corta al traje de abigarrado diseño. Puede detectarse una influencia oriental a lo largo del norte y en algunos lugares al sur del Sahara, así como en el este de África, donde puede encontrarse el traje cosido con una prenda exterior drapeada o, sobretodo, con un tipo caftán. La indumentaria de Oriente Próximo, marcada por su larga y turbulenta historia, muestra una mezcla de influencias de épocas antiguas. Aunque en algunas regiones se encuentran estilos y formas diferentes, puede decirse que contiene una rica combinación de tradiciones en el vestir adaptadas y ajustadas al clima y a las actividades locales. La indumentaria de Oriente Próximo casi no había variado en muchos años y se seguía utilizando el traje tradicional de los antiguos tiempos en tejidos de seda oriental introducida a principios del Imperio bizantino. En las últimas décadas, la producción industrial de ropa occidental ha sustituido rápidamente a la producción manual del traje tradicional. Sin embargo, han vuelto algunas de las formas básicas del traje tradicional, lo que refleja el apogeo del nacionalismo y la vuelta a los valores fundamentalistas del islam. Antes de las conquistas del siglo XVI, la ropa india (incluidos la saya y el elegante sari) parece que tuvo su origen en las prendas drapeadas antiguas de países cálidos. La influencia oriental, que llegó con el Imperio mongol, se aprecia sobre todo en la indumentaria de la corte. En realidad la influencia que ejerció este Imperio sobre el traje tradicional indio parece que fue bastante mayor que la influencia que tuvo la occidental del Imperio Británico. A partir del siglo XII los conquistadores musulmanes reformaron de forma drástica el vestido en el norte de la India. Cubrieron el cuerpo al máximo e introdujeron en el atuendo masculino el jamah (traje de manga larga), el isar (pantalones anchos) y el farji (un traje largo para oficiales y profesores). La religión prohibía la seda para el hombre, por lo que la mayor parte de la ropa era de algodón o de lana. Estos estilos se conservan en la forma de vestir actual de Pakistán y Bangladesh. La mujer se vestía en un principio con pantalones, blusas largas y chaquetas cortas, pero después dieron paso a las faldas (con el sari como prenda exterior) y las blusas cortas, estilo que prevalece hoy día. En el sur de la India el vestido mantuvo su forma tradicional compuesta por el dhoti y el sari, pero se le añadió la chaqueta larga para el hombre (la denominada chaqueta Nehru) y las blusas y faldas para la mujer. Estos estilos son actualmente los representativos de este país. La forma de vestir china sigue siendo la tradicional clásica. A partir del siglo VII d.C., bajo la dinastía Tang, los diferentes colores y diseños indicaban el rango de la burocracia estatal. En las pinturas de la dinastía Song y Tang se representan complejos vestidos de oficiales y trajes sueltos de talle alto para la mujer. Las ciudades de estas primeras dinastías parece que fueron importantes centros de moda, especialmente bajo la cosmopolita dinastía Tang, época en la que se traían periódicamente nuevos estilos desde Asia central y otros lugares. Oficiales y profesores llevaban un gorro negro con alas como símbolo de su estatus. Después de 1391 la dinastía Ming introdujo los ‘cuadrados mandarín’ con dibujos de pájaros u otros animales para diferenciar los nueve rangos de la corte. Las mujeres de esta época llevaban, por lo general, faldas plisadas y chaquetas largas. Los conquistadores manchúes, que en 1644 establecieron la dinastía Qing, introdujeron el estilo característico de los pueblos nómadas de la estepa. Abolieron los trajes tradicionales de corte y en su lugar introdujeron trajes oficiales hasta los pies (chaofu), con mangas largas realizadas en piel para montar a caballo, y trajes menos formales de manga ancha (jifu) y con colores y dibujos según el rango. Un sencillo traje largo (changfu) era el atuendo cotidiano para ambos sexos y para todas las clases sociales. Las mujeres conservaron algunos vestidos de estilo Ming pero solían utilizar trajes sueltos con cuellos altos. Los campesinos llevaban chaquetas de cuello alto y pantalones, que se forraban en invierno. La prenda más característica del estilo chino moderno es el cheongsam, introducido en la década de 1920 como compromiso entre el estilo tradicional y la influencia occidental. Esta prenda, que podía forrarse en invierno, fue acortándose para adaptarse a la moda occidental. Con la llegada del comunismo en 1949 el gobierno impuso al pueblo el estilo de vestir campesino, imposición que sólo comenzó a debilitarse en la década de 1960. La moda china actual tiende a seguir los dictados de las modas occidental, japonesa y china de ultramar. Parece que la chaqueta, el pantalón y el abrigo se comenzaron a utilizar en Corea muy pronto, pero el traje típico de dos piezas (chaqueta ajustada y pantalones cortos casi siempre blancos) surgió probablemente en los primeros siglos de nuestra era. En el siglo VII d.C. los nobles copiaron los estilos de la dinastía Tang china, es decir, trajes amplios, chaquetas (turumagi) y pantalones voluminosos. A partir del siglo XV la mujer coreana comenzó a llevar faldas plisadas (ch'ima), cuyo talle fue subiendo gradualmente hasta acabar en la parte alta del cuerpo. Los campesinos siguieron llevando chaquetas y pantalones. El hombre adoptó el estilo chino con cuadrados mandarín en los turumagi como símbolo de su rango y un gran sombrero negro de ala ancha de pelo de caballo que, junto con los pantalones atados a los tobillos, forma el atuendo típico actual de los ancianos coreanos. El traje nacional de la mujer conserva la chaqueta corta, el corpiño y la falda de talle alto con una cinta ancha en la parte superior. Los primeros trajes japoneses conocidos son los representados en los haniwa (pequeñas estatuillas funerarias de barro del siglo III d.C.), a saber, chaquetas acampanadas para ambos sexos y pantalones amplios (hakama) para el hombre y falda plisada para la mujer. Durante el periodo Nara la nobleza adoptó el traje de corte chino, y en especial el traje largo, que más tarde pasó a ser el kimono que recuerda especialmente el estilo de vestir de la dinastía Tang china. Durante el periodo Nara el vestido de la nobleza evolucionó hacia complicados trajes de varias capas, con chaquetas amplias hasta la cadera y pantalones anchos para el hombre, y trajes largos para la mujer que ocultaban por completo su cuerpo. Los hombres llevaban diferentes tipos de bonetes de corte y las múltiples capas del traje de la mujer estaban ricamente decoradas con bonitos diseños diferentes en cada una de ellas. Las clases bajas llevaban túnicas cortas o chaquetas y pantalones. En la economía de trueque de la época la ropa sustituía con frecuencia al dinero. Todas las clases sociales llevaban sandalias o zapatos de madera. La innovación más clara de los daimios y samuráis que dominaron Japón a partir de 1185, fue el kamishimo, una chaqueta sin mangas con hombros amplios que llevaba la insignia del clan. Como traje estándar masculino se adoptó el kimono y encima el hakama plisado, a veces con el kamishimo o el haori, un traje negro corto. Bajo los sogunes Ashikaga, la mujer de la clase alta comenzó a llevar un kimono de manga corta (kosode) con una faja (obi) y encima un kimono más amplio. Esto, junto con otro kimono furisode de mangas más largas para las mujeres más jóvenes y más tarde un traje haori, se convirtió en el atuendo femenino por excelencia. La faja se hizo más ancha y adornada y su lazo a la espalda más grande e historiado, ya que no se utilizaban sillas con respaldo. Con la Restauración Meiji en 1868 Japón se convirtió en el primer país asiático que adoptó oficialmente el traje occidental, especialmente para actos de la corte y militares. Aunque se mantiene el traje tradicional, Japón es uno de los centros y creadores de moda occidental con más éxito, imponiendo tendencias que son seguidas en todo el Este asiático. La indumentaria en el Sureste asiático presenta una enorme gama de vestidos drapeados y pantalones que se asemejan a los de los antiguos persas y que combinan con un traje de mangas abiertas o un chaleco sin mangas. La aristocracia y las familias reales utilizan un traje de ceremonia de una elaboración y ornamentación impresionantes que recuerda a su arquitectura tradicional. INDUMENTARIA MAYA Actualmente, la mayoría de la gente conoce como característico de la indumentaria maya el huipil y la guayabera, ya descritos extensamente en este mismo sitio. Pero poco se sabe sobre la vestimenta utilizada por nuestros ancestros antes de la conquista española. En esas épocas prehispánicas, el hombre maya usaba el maxtlatl - ex en lengua maya - de mil maneras. La gente de alcurnia usaba bandas anchas, con los extremos decorados con tejidos complicados, o con anchos flecos de anudado, o bien con adornos formados con plumas, conchas o cuentas, y figuras labradas en piedras preciosas. Algunas estelas y figurillas muestran esta prenda como una obra de arte en sí misma, bien estructurada y de gran plasticidad. En ocasiones se usaba una tela más ancha, para formar una especie de delantal o falda muy corta. Otras veces eran verdaderas faldas, sujetas a la cintura con un cinturón decorado con tejidos especiales o piedras preciosas y, ramatados adelante y atrás, con broches de piedra labrada, generalmente en forma de caras. Algunas faldas eran muy cortas, tapaban apenas el vientre; otras cubrían medio muslo y otras llegaban hasta el tobillo. Las faldas estaban hechas de tejidos complicados, de pieles, de redes que cubrian lienzos lisos, de plumas y otros adornos cosidos a la tela. Los hombres calzaban sandalias, integradas por una plantilla sujeta al pie que mediante correas pasaban entre los dedos y se ataban alrededor del tobillo, y por una ancha banda de piel, tela, o fibra dura que cubría el talón. Estos cactles estaban adornados de muchas maneras, algunos con complicadas representaciones de deidades. Los hombres usaban el cabello largo, se recortaban una parte en lo alto y se amarraban el pelo a manera de cola de caballo; este tocado se adornaba de muy diversas maneras; con manojos de plumas, flores naturales, pájaros completos de rico plumaje. En muchas ocasiones no se veía el cabello, porque quedaba cubierto por un turbante o un gran sobrero de copa alta. Había tocados en forma de cabeza de jaguar, de un pájaro, de una serpiente o de algun otro animal. Otros tenían complicadas estructuras con representaciones de dioses, adornos de piedras preciosas y una cascada de plumas que caían hacia atrás; seguramente tenían un marco de madera ligera o de fibra dura, sobre el cual se construía el penacho, usando para ello pieles, telas, plumas o papel indígena. Los adornos que usaban los hombres, eran los collares, a veces tan anchos que formaban verdaderas capitas; los pectorales y los petos elaborados; las pulseras formadas por muchas sartas de cuentas verdes; las orejeras complicadas, compuestas de una rueda ajustada a la oreja y un tapón alargado qua a veces representaba figuras variadas, y los broches para el ceñidor o la capa. En figuras maya posteriores al año 750 D.C. se observan algunas narigueras; los adornos estaban hechos de variados materiales, como de piedras verdes, formando cuentas, canutos lisos o labrados con complicados dibujos de deidades, seres humanos, glifos y símbolos cósmicos; de caracoles y conchas al natural o grabados, de hueso tallado, de colmillos de algunos animales, de plumas preciosas, etc. Las mujeres de alcurnia generalmente portaban un huipil ancho y largo, suelto o amarrado sobre la cadera. Una característica especial de esta prenda era la costura lateral de los lienzos, adornada con una especie de cordon labrado. Algunos huipiles eran cortos, de tejido delgado, transparente y adornado con dibujos hechos con técnica de brocado. En el Cenote Sagrado de Chichen-Itzá se encontro un fragmento de un tejido elaborado con esa técnica. También había huipiles en los que el lienzo de enfrente era mucho más corto que el de atrás, lo cual da a la prenda en aspecto de capa. En algunos casos la parte delantera era recta, en otros se nota francamente redondeada. Exitía una técnica especial de tejido, mediante algunas de las orillas terminaba en escalera; en una figurilla de Jaina se aprecia una greca terminal de un huipil que probablemente fue hecha de esa manera suficiente para que los mayas pudieran vestir bien. Las alhajas de las mujeres maya eran tan ricas y variadas como las de los hombres. Usaban el pelo largo y lo peinaban de varias maneras; en muchas ocasiones el tocado formaba complicadas estructuras que ocultaban la cabellera. Acostumbraban también un adorno especial integrado por una a tres ruedas colocadas sobre la frente, en el entrecejo. TRAJE CHARRO En todo el mundo se cree que la vestimenta charra y la música de mariachi forman la mancuerna más representativa de nuestro folclor desde tiempos inmemoriales. La verdad es que en 1936 cuando se filmó "Allá en el Rancho Grande", la fusión de ambos elementos era una novedad en la cultura popular mexicana. El antiguo mariachi sólo tocaba música bailable y se componía de un guitarrón, una vihuela, 2 violines y una guitarra, las trompetas vendrían después. Su atuendo era sencillo: sombrero grande de zoyate, poncho colorado, pantalón largo y camisa de manta, ceñidor colorado y huaraches. Entre 1920 y 1930, los mariachis de Colima, Jalisco y Nayarit que iban a tocar a la capital cambiaban su atuendo por unos más elegantes cuando iban a tocar a fiestas. EL TRAJE MEXICANO DE CHARRO En la época colonial, los rancheros ricos usaban los atavíos de sus antecesores que cabalgaban "a la Jineta". Después adoptaron la indumentaria que consistía en un "coleto" que era una chaqueta muy corta, pantalones bastante amplios con tapabalazos; calzoneras de casimir, con botones de plata en los costados y en los tapabalazos; y en la parte inferior que dejaba al descubierto del calzón, este lucía bordado, deshilado y otras delicadas labores. El sombrero era parecido al cordobés. Calzaban zapatos "de ala" o botas de gamuza. Los caporales, los mayordomos, etcétera, usaban la cotona y la calzoneras, ambas de gruesa gamuza. La cotona en un principio llegaba hasta la cintura, pero posteriormente se fue acortando hasta convertirse a mediados del siglo XIX, en una tira antiestética de no más de veinte centímetros de ancho, algo así como un brassiere. Después desapareció de la indumentaria de los charros y arrieros. Que también la usaban. Las botas de campana, que eran de gamuza fueron prendas características de aquella época. Había lujosas, cinceladas y bordadas. Se sujetaban por medio de correas llamadas ataderos, cuyas extremidades, adornadas también, eran confeccionadas por mujeres mexicanas. Los chinacos usaron la indumentaria descrita en el último término, pero desprovista de alegorías. El sombrero estilo chinaco, de copa baja y cuatro pedradas, con toquilla gruesa de calabrote o de chorizo, fue una prenda atractiva. A Maximiliano de Austria se le atribuye la creación del traje que actualmente es de etiqueta charra. Con la caída del imperio (alrededor de 1890) las prendas fueron sustituidas por las que conocemos ahora dando lugar a la evolución más importante del traje de charro. La modificación más notable, fue la del sombrero de copa alta y falda corta, que sustituyó al chinaco. En Occidente, principalmente al sur de Jalisco, a principios de siglo el traje que se usaba se componía de sombrero de zoyate de levantada lorenzana, camisa de manta, chaqueta de cuero, calzoneras, cuya parte media dejaba descubierta el albo, calzón y botas de color bayo, actualmente se han incorporado a los usos de vestir de los charros de la Mesa Central. Los charros deben poseer por lo menos 4 o 5 trajes, propios de cada evento. El traje de charro debe ser fino y de colores serios. No se permiten colores chillantes o propios para la mujer. Generalmente se usan colores como el negro, gris o café o el de gamuza. Se compone de sombrero de ala grande, pantalón ajustado, chaqueta, corbata de moño, botines de piel, ante o gamuza, cinturón ancho de cuero y revólver. Los trajes se dividen en: Traje de Etiqueta: negro desde el sombrero, con finas telas, botonadura de plata, corbata de moño blanco, negro o rojo, botines de ante o charol con cinturón y fornitura para la pistola del mismo color que el calzado y camisa blanca. Este traje se usa solamente en las ceremonias relevantes y no es para montar a caballo. Traje de Gala: Puede ser de otro color de fina tela, adornado con botonaduras de plata y las mismas condiciones que el anterior. Se usa en ceremonias y puede usarse en desfiles, a caballo y actos cívicos, bailes, etc. Traje de Media Gala: Es un poco menos adornado que el anterior, pero con las mismas reglamentaciones para su uso y puede servir para montar. Traje de Faena: Puede ser completo, pero más austero o sencillamente con pantalón, camisa, botines, pistola, moño de color serio, sombrero resistente, etc. Sirve para entrar al lienzo en competencia. La vestimenta española antigua es un tema poco explorado; el observador casual encontrará pocas referencias a este período en las fuentes sobre vestimenta en general, e incluso en los libros de arte específicos. Las pocas referencias que hay están en español [agotadas] y encontrar representaciones pictóricas a menudo requiere una visita a una biblioteca bien surtida. Sin embargo la búsqueda vale la pena, pues lo que emerge es un conjunto de prendas de vestir únicas, mayormente desconocidas y normalmente ajenas a las tradiciones del resto de la Europa occidental. Antes de tratar la vestimenta de cada periodo, es importante comprender los factores históricos que lo forjaron. La península ibérica, tras un periodo de dominación romana, fue invadida por varias tribus bárbaras, incluyendo los suevos, los vándalos y los alanos, y fue finalmente controlada por los Visigodos hacia el año 415. Aunque los Visigodos llevaron muchos elementos de la cultura germánica a la península, retuvieron muchas costumbres romanas, especialmente en lo tocante a la vestimenta. Tras un periodo de regicidio y guerra civil durante el siglo VI, y las intrigas de palacio y disputas del siglo VII, los visigodos no se encontraban preparados para la invasión árabe y bereber del año 711. Las fuerzas de los conquistadores se dirigieron hacia el norte, pero fueron detenidos por Carlos Martel al norte de los Pirineos, y acabaron quedándose con el dominio de toda la península excepto por unos pocos reinos cristianos. Hasta 1492 estos reinos del norte mantuvieron la lucha por reconquistar la península ibérica. Aunque el último rey visigodo perdió su trono en el año 711, la evidencia sobre vestimenta de los siguientes 200 años muestra una continuidad de los estilos visigodos. Este periodo, por tanto, aunque no sea técnicamente visigodo, será denominado aquí como tal por razones de conveniencia. Hay pocas fuentes, iconográficas o de otro tipo, que documenten la vestimenta de este periodo. Estamos, por tanto, en deuda con San Isidoro de Sevilla, quien, en su enciclopedia denominada "Etimologías" (622-623 d. C.) dedica la mayor parte de un capítulo a tratar de la vestimenta. (También estamos en deuda con Carmen Bernis quien, que yo sepa, es la única autora moderna que ha investigado este periodo. Mucho de lo que sigue ha sido extraído de sus investigaciones sobre los siglos séptimo a décimo.) Siglos VII a X La prenda básica de los visigodos, al igual que de los romanos, era la túnica con mangas (mostrada en las figuras 1 y 2). Hay varios tipos descritos: la túnica pectoralis (una túnica corta), la túnica escarlata y la túnica coccina (túnicas rojas), y la armilausa vulgo. La armilausa no pertenecía a la tradición romana, ya que era una prenda abierta por delante y por detrás (figura 3). Algunas de éstas tenían una falda abierta con puntas agudas y pueden verse en los relieves visigóticos asturianos. También hay mención de una túnica para mujeres llamada amiculum, vestida en Roma por mujeres de dudosa reputación pero usada en España por las mujeres decentes. Aún se evidencia el uso de la túnica romana, decorada con tiras verticales llamadas clavii. Las túnicas se decoraban frecuentemente con listas llamativas, tanto horizontales como verticales. Se llevaban ajustadas con un cinturón grueso con hebilla conocido como un cingulum, muchos de los cuales se han encontrado en la excavaciones de enterramientos. También hay un estilo inusual representado en el codex Armilianensis, un manuscrito visigótico. En él podemos ver tanto hombres como mujeres vistiendo lo que parece ser una túnica o traje largo con hileras de vuelos. Boucher especula que éstos fueron introducidos a España por mercaderes de Siria, donde se usaba este tipo de trajes de inspiración cretense. (Ver Boucher p. 132, Davenport p. 109) Las capas y mantos eran usados por ambos sexos y por todas las clases sociales. La capa romana, en varias formas, se llevaba recogía sobre el hombro izquierdo, y el chlamys, una capa corta semi-circular, se llevaba atado sobre el hombro. San Isidoro hace especial mención del mantum hispani (figuras 5 y 13); éste era un manto pequeño que llegaba sólo hasta las manos, y que se convirtió en una prenda común de la moda española de los siglos siguientes. Hay también evidencia de que el pallium romano, una capa rectangular, se usaba. En España, sin embargo, este manto no se sostenía con una única fíbula (broche similar a un imperdible) sobre el hombro, sino que se llevaba con fíbulas colocadas a ambos lados del pecho. Los hombres (y posiblemente las mujeres) llevaban varios tipos de prendas para cubrir las piernas, similares a los pantalones modernos. Las bracae eran pequeñas, y sólo cubrían las partes intimas, mientras que las femoralia eran más largas y también cubrían los muslos. Los tubrucos, un nombre que hoy se usa para pantalones, se llevaban bien ajustados o sueltos alrededor de los tobillos. Estos pueden verse en los relieves romanos como parte del atuendo bárbaro, y Bernis observa que guardan un fuerte parecido a los pantalones usados por los partos en Persia. Centrándonos ahora en la parte superior, se ve que el pelo corto llevado durante el periodo clásico romano va dando paso a estilos más largos, y que estos nuevos estilos favorecían los flecos llegando a las orejas. Era costumbre que las mujeres jóvenes llevaran el pelo suelto, señalando su estado de solteras. San Isidoro también menciona un capitulare relacionado con la vestimenta de las mujeres, pero sólo podemos hacer suposiciones sobre su contenido. Siglo XI La España mozárabe, aquella bajo el dominio musulmán, desarrolló estilos de vestir distintos de los del resto de la Europa cristiana. A diferencia del periodo anterior, hay más evidencia en las miniaturas sobre los estilos usados en esta etapa de la historia española. Bernis menciona por primera vez la camisa, pero no explica la naturaleza de esta prenda, excepto por su mención de las camisas lineas (de lino) y las camisas siricas (de seda) y del hecho de que estas sean blancas y de otros colores. Hay, sin embargo, más información sobre las túnicas. En España, a diferencia del resto de Europa, estas se observan en gran variedad y muchas tienen nombres de origen árabe. La mutebag era ajustada y sin mangas (Figura 6), mientras que el mofarage o mofarrex tenía una abertura desde la cintura, dejando las piernas descubiertas. La clase superior llevaba túnicas de diferentes longitudes que se llevaban superpuestas (Figura 7). Las túnicas exteriores se llamaban pintelles, o aljubas, un término usado en siglos posteriores para designar a la prenda usada sobre todas las demás. Hay también referencias a la adorra, que se abotonaba por la parte delantera, probablemente la referencia más antigua a los botones. También se ven túnicas abiertas por la parte delantera hasta un punto invertido, otras alargadas por detrás hasta los tobillos (a veces en puntas) y aún otras con una cola rectangular por detrás (Figura 4). Las túnicas se hacían de lana y lino y, en el reino de León, se las podía ver hechas en cara seda coloreada. (La España musulmana en esta época competía con Oriente en la manufactura de telas de seda.) Las prendas se decoraban con tiras (posiblemente bordadas) sobre los puños, mangas, y hombros. Una misma prenda podía estar hecha de diferentes colores de tela. Los tejidos eran decorados con pequeños diseños que ocupaban toda la tela, especialmente grupos de tres puntos, y también con diseños de rayas más grandes. También se desarrollaron una gran variedad de mantos, que podían ser mobatana (forrados de pieles), barragán (lana), y alifafe (hecho de diferentes pieles). Pieles comunes eran las de comadreja, conejo y cordero. Un estilo peculiarmente español, que probablemente tiene su origen en la paenula romana, era completamente cerrado, más corto por detrás que por delante, y con una banda decorando el borde inferior delantero. Otro estilo tradicionalmente español, llevado por tanto hombres como mujeres, es el que tenía una abertura para el brazo izquierdo (Figuras 1 y 2). También se sigue viendo la capa visigótica corta. La moda masculina española se distingue por sus prendas para las piernas, especialmente por los pantalones sueltos fruncidos en los tobillos, que pueden verse en las ilustraciones de caballeros y otras figuras importantes; una versión más corta de éstos es usada por las clases inferiores (Figura 8). Estos pantalones podrían ser descendientes del femaralis visigótico, o quizás ser una muestra de influencias musulmanas. La mayoría de los nombres de calzados muestran esta influencia, como las ballugas, que se levantaban alrededor de los tobillos, y los soccos, albacass, y zapatones. (Zapatos se convirtió en el término genérico para el calzado durante el Renacimiento.) Hay también menciones de la sandalia, obviamente procedente de los romanos, y vemos zapatos con la punta retorcida, una influencia de los árabes. En las miniaturas pueden verse varios tipos de tocados (Figura 9), desde las mitras altas y puntiagudas de los obispos hasta la silueta semicircular, crestada, del rey. También pueden apreciarse los tocados altos y redondos de las clases superiores y el casco puntiagudo del soldado. Hay además evidencia del uso de turbantes, que explicarían lo que parece un disco alrededor de las cabezas de algunas figuras. También se describe una capucha que cubre la cabeza y el cuello, sujetada con una banda grande llamada almaizar. Siglo XII En el siglo XII, los peregrinajes aumentaron por toda Europa y crecieron los intercambios de conocimientos. Al convertirse Santiago de Compostela en un lugar de peregrinaje importante, los reinos cristianos del norte de España empezaron a ser influenciados cada vez más por las costumbres del resto de Europa. Aunque la vestimenta acusó también esta influencia, el traje español aún retuvo las singulares tradiciones mozárabes, y hay aún abundante evidencia de influencias orientales. Las prendas principales para hombres y mujeres eran el brial, llevado bajo la piel/pellizón, y un manto. (Las palabras almexia y túnica continuaron siendo usadas.) El brial era una túnica, normalmente con mangas ajustadas; las mujeres llevaban el brial largo, pero los hombres preferían una versión más corta a la que podía además practicársele una abertura para facilitar el montar a caballo. El brial se hacía normalmente de tela rica como la cenda (seda fina), xamet, o ciclatón (seda tejida con oro). Los puños solían decorarse con diseños geométricos o espirales, pero no estamos seguros de cómo se aplicaban éstos. Los diseños estampados de motivos pequeños cubriendo toda la tela aún se evidencian. La piel o pellizón se lleva por encima del brial y, como éste, puede tener una abertura en la falda. Las mangas, sin embargo, son más cortas y anchas (incluso anudadas) y las versiones femeninas muestran mangas ajustadas que se ensanchan repentinamente en la muñeca (Figuras 10 y 11). El nombre de pellizón viene del forro de piel que se ocultaba tras otro forro de tela. Las pieles favoritas eran el armiño, abortones, conejo, y cordero. Estas prendas eran decoradas con bandas alrededor del escote bajo, los bordes de las mangas, los dobladillos de las faldas, y atravesando la parte superior de las mangas (también un estilo musulmán). Bernis dice que los mantos se llevaban tanto en interiores como en exteriores y que el viejo pallium y manto semicircular romanos continuaron siendo usados. También muy popular en esta época era la capa con sólo una abertura para la cabeza, rematada por una capucha. Las mujeres preferían una versión más corta del manto, similar a un poncho moderno. Los tubrucos (pantalones) continuaron siendo usados pero estaban siendo relegados a las clases inferiores. Una nueva clase de calzado/pantalón, ajustado a la pierna y probablemente atado a las bracae, se iba popularizando. (Figura 12). Durante este periodo los hombres raramente se cubrían el cabello, que podía ser largo o corto, y atado en trenzas. Bajo el cappillo de armor (casco), sin embargo, el pelo se recogía en una cofia, y el cappillo de hierro, que era cónico, dio su nombre a un tocado puntiagudo de tela. Las barbas eran comunes y simbólicas: una barba poco aseada, o una trenzada con un cordel de tela, era signo de duelo, mientras que mantener la barba propia en la mano era signo de gran satisfacción o arrogancia. Un insulto tremendo era el acariciar la barba de otro hombre; El Cid hizo un juramento por aquesta barba que nadi non messó, queriendo decir "por esta barba que nadie ha tocado". Las mujeres, por otro lado, siempre llevaban la cabeza tapada de alguna forma. Un estilo, que muestra influencia bizantina, cubría la cabeza, cuello, hombros, y a veces el pecho, mientras que otro estilo muestra varias capas de tela onduladas alrededor de la cara y cuello. A ambos estilos podía añadirse un gorro. Aunque hay pocas fuentes documentales sobre la vestimenta de este periodo, lo que vemos es una variedad de estilos inusuales que no aparecen en otras partes de Europa. Esta variedad continúa siendo la característica de la moda española a través del Renacimiento, y recomiendo sin reservas continuar el estudio en este campo a aquellos que se inclinan por explorar territorios inexplorados. Como en todos los países, el clima determina la forma, tejidos, colores, etc.… con los que se deberá confeccionar la vestimenta y sus complementos. En Egipto el clima fue el indicador fundamental y básico de la moda, de los colores que se utilizaron en los tejidos, así como del tipo de tejido a usar. Pese a lo anterior, y dependiendo de la época de la historia egipcia en la que nos encontremos, veremos que se utilizaban tejidos con varias clases de fibras, colores, formas (modas) y complementos. En Egipto la producción de lino era muy importante y fue el tejido utilizado durante casi toda la historia egipcia. Otra fibra que en Egipto se utilizó para elaborar los tejidos fue la lana. Con este producto que creaba la ropa de la casa, así como la de abrigo. Pero su mayor utilización fue en la época copta (s. III a VIII d.C.). La seda fue el tejido usado en la época ptolemaica y el algodón en la época árabe. El lino fue la materia prima con la que, desde la época antigua, se elaboraban los vestidos y ropajes varios. En esta época, se creía que la ropa elaborada con otra materia o fibra era impura. Existían cuatro tipos de lino, dependiendo del grosor del hilo, la combinación y la densidad de la trama. Así: *El lino real; que es el más fino. *Tela sutil fina. *Tela sutil; y *Tela lisa. El color básico de los vestidos era el blanco, pero a la vez se teñían algunos hilos, con colores, sobretodo, rojos o marrones, con los o bien se creaban composiciones geométricas que adornaban el vestido o bien se hacían las orlas que adornaban los cuellos y las mangas de las túnicas. El lino fue la materia prima utilizada para la confección de la vestimenta desde el periodo Dinástico hasta el periodo Ptolemaico, como ya hemos dicho. Este uniformismo también se manifestó en la tipología de los vestidos. No existe prácticamente evolución en la indumentaria de la civilización egipcia. A consecuencia de la temperatura elevada existente en Egipto, el lino era el tejido más apropiado para confeccionar la ropa, ya que era el más fresco y, por tanto, cómodo. El historiador Herodoto, haciendo mención a ello, decía “… llevan vestidos de hilo, siempre recién lavados y tienen gran pundonor en ello…”. Desde el Imperio Antiguo los hombres egipcios vestían un “faldellín”, que llegaba por encima de las rodillas. Era una tela con dos extremos cruzados y anudados a la altura de la cadera. Un ejemplo, de cómo era el “faldellín” en el Imperio Antiguo, lo podemos encontrar en un Mural de la Mastaba de Ajtihotep, Jefe de Justicia y Visir…, a parte de otros títulos, y Ptahhotep (II), también Jefe de Justicia y Visir…, correspondiente a la Dinastía V, en los reinados de Isesi y Unis, donde aparecen unos servidores que transportan aves y plantas de papiro. En este mural se ve perfectamente el “faldellín”, en sus inicios. Por su parte los trabajadores o bien iban desnudos o bien llevaban un ligero paño de lino, a modo de “slip”. En cuanto a los vestidos de las mujeres, en el Imperio Antiguo, carecían de cortes y eran envolventes, con únicos detalles de ligeros pliegues. Eran ajustados y caían desde debajo del pecho hasta los tobillos. Se sujetaban, por detrás, con dos tirantes o éstos cubrían los pechos. Los brazos se cubrían con usa especia de túnica. Los vestidos que usaban las mujeres de los campesinos y artesanos, eran más amplios, lo que les permitía trabajar con más comodidad. En el Imperio Medio, el “faldellín”, pasó a ser más largo. En esta época, aparece la estética de dejar en libertad parte de la anatomía femenina. Así el busto se muestra sin reparos y de forma sugerente. Los vestidos eran ajustados desde el pecho hasta el tobillo. Pese a que esto era la “moda habitual”, había modelos de trajes amplios con mangas, aunque antes se ha mencionado que no era lo habitual. En cambio, en el Imperio Nuevo este vestido ajustado del Imperio Medio, pasó a convertirse más bien en lo que ahora conoceríamos como “ropa interior”. Las transparencias y los pliegues, propiamente dichos, aparecen en su pleno apogeo y marcan las suaves curvas del cuerpo femenino. Vestidos largos, anudados a la cintura con fajines de colores o cenefas. Sobre estos vestidos ajustados se superponían túnicas plisadas con mangas o un chal longitudinal, también plisado, con lo que se cubrían los hombros en forma de abanico. Y en cuanto al “faldellín”, en el Imperio Nuevo tiene un cambio ya que aparece con pliegues. Gracias a las pinturas existentes en las tumbas, tanto las reales como la de los nobles o artesanos, tenemos constancia de todo lo expuesto. Así, por ejemplo, en la tumba de Nefertari, esposa principal de Rameses II, del Imperio Nuevo, se puede ver claramente, en las pinturas que decoran la antecámara y la cámara funeraria, el estilo propio de la indumentaria femenina del Imperio Nuevo. Vestidos ajustados, con pliegues marcando las líneas del cuerpo. Vestidos largos y anudados en la cintura con fajines de colores. En los dibujos de las cuatro columnas que marcan el lugar en el que el sarcófago estaría colocado, en la cámara funeraria, vemos el uso de las túnicas plisadas con margas o chal longitudinal, cubriendo los hombros, en forma de abanico. Como se pueden comprobar, las grandes variaciones en la indumentaria egipcia no eran lo habitual. Era una evolución sobre el mismo tipo de vestido base, ya que normalmente, los vestidos femeninos siempre trataban de marcar el cuerpo, más o menos ceñido, pero, siempre, con la finalidad de remarcar la sensualidad. Otra parte importante de la indumentaria egipcia, y relacionada también con el clima del país, era la utilización de las “Pelucas”. Las pelucas se realizaban con cabello natural y fibra vegetal. Tanto las mujeres como los hombres se depilaban el cuerpo entero y la cabeza era un elemento en dicha práctica. El pelo en un país con intenso calor y la poderosa influencia del sol, era poco querido entre los egipcios, y eso se demuestra por el gusto, por parte de la mujer egipcia, en el uso de la peluca desde las primeras dinastías. Durante el Imperio Antiguo las pelucas serán de melena corta. El peinado y las pelucas tenían un significado. No sólo de adorno y de protección solar, sino también un significado especial, erótico. Así, por ejemplo, “En el cuento de los Dos Hermanos”, la esposa del hermano mayor, intenta seducir a su cuñado valiéndose del atractivo que le da su peluca. O también en el cuento “El Broche de Turquesa”, el Rey Snofrú se divertía con “… veinte muchachas de pechos bien formados y cabellos rizados…”. O, el caso de la amante que, avergonzada, se excusa por no haber arreglado adecuadamente sus cabellos debido a la prisa por correr hacia su amado, cuando dice “… Sólo he trenzado la mitad de mi peinado, vine a toda prisa y descuidé mi tocado.”. Cuando una mujer se citaba con su amado o se preparaba para el amor, se dedicaba mucho más y tenía más cuidado en arreglar su peluca o en aparecer muy bien peinada. Tan importante era el llevar bien peinada la peluca que, las sirvientas arreglaban el cabello de las damas invitadas a un banquete. Durante el Imperio Medio las pelucas cambian su formato e imitando la iconografía de la Diosa Hathor, ahora tendrán forma de rollo. En el Imperio Nuevo, las pelucas se vuelven pesadas. Pelucas con moños, bipartitas, tripartitas. Pero también existían las pelucas sencillas, tan sencillas como el simple peinado trenzado con adornos de oro, o con simples coronas de nenúfares. Como en casi todo, en la Época de Amarna, se vuelve a la peluca corta del Imperio Antiguo, pese a que, finalizado dicho periodo se volvió a la peluca larga. Las pelucas se guardaban en cajas y se han encontrado “tenacillas” para ondular el pelo de las mismas y hasta se ha encontrado, en alguna peluca, restos de cera de abeja, cuyo uso era para fijar las ondas. En cuanto al calzado utilizado por los egipcios, éstos se servían de “sandalias”. La materia prima con la que se confeccionaban las sandalias era bien la hoja de palma, el esparto, el junco o el papiro. El historiador Herodoto nos cuenta que “… Los sacerdotes llevaban vestidos de lino y sandalias de papiro…”. La climatología fue determinante en lo que respecta a la indumentaria egipcia, a la vez que la sensualidad y la feminidad predominaban, pese a la poca evolución que la misma tuvo a lo largo de su historia. Se adaptaba a las necesidades del país, hermoso país que nos ha dejado testimonio de su indumentaria gracias a los dibujos y relieves plasmados en las tumbas encontradas o en los templos.