LA ORACION DE LAS CAMPANAS. Palabras de Belisario Betancur en las exequias del Presidente Misael Pastrana Borrero: Bogotá, agosto 22 de 1997. Toda vida humana es un combate incesante e inútil contra la muerte. Por eso el clásico dijo con acierto que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar del vivir, que es el morir; y que partimos cuando nacemos, \ andamos mientras vivimos \ y llegamos a tiempo que fenecemos. \ Así que cuando morimos \ descansamos. Esta escueta certeza fue más visible cuando Misael Pastrana Borrero supo que había sido herido de muerte por la muerte. Veía apagarse las estrellas en el confín marchito de sus días, pero cada mañana encendía lámparas nuevas en su calendario jadeante y se establecía empeños y apremios como si estuviera en la alborada de su adolescencia. Se miraba en los ojos dulces de María Cristina ; en los de Andrés y Nohra y sus hijos ; en los de Juan Carlos y Jaime ; en los de Titina y su hijo ; en los de sus más cercanos afectos -cuyo dolor, que hacemos nuestro, es también el dolor de Colombia-, y era como si refrescara las hojas secas de sus días, que una a una iban cayendo, en la esperanza de darles el verdecimiento de una ilusión. Al no concederse un instante de tregua a sí mismo, pretendía arrebatarle la espada al verdugo. Levitaba sobre la escasez de sus horas, que escanciaba gota a gota como si bebiera en un manantial que no cesara. Se repetía, con el pensador europeo que tanto quisiera, que sólo hay un trayecto sobre el que no prevalecen la negligencia de las constelaciones ni el murmullo eterno de los ríos, que es el acto mediante el cual el ser humano le arranca algo a la muerte. Creía en Dios con la claridad y la tersura de las gentes de su Huila bienamada. Y confiaba en ganar con su fe las instancias colmadas de plenitud de la vida sobrenatural. ***** Siempre me he preguntado cómo entran los seres humanos a la historia: quiénes lo hacen por un golpe de la suerte ; quiénes ingresan por los pórticos de la inteligencia ; quiénes lo intentan por el peso de sus culpas ; quiénes búscanlo con el sentido misional de su existencia. Pastrana eligió que su entrada a la historia la haría de la mano de la verdad. El esplendor de la verdad fue su obsesión. Por eso cuando apareció la Encíclica Veritatis Splendor no podía ocultar su gozo : veía en la palabra pontificia el norte y guía para los años venideros ; y leía y releía en los reclamos del hermoso documento la devoción por la verdad y la decisión de luchar contra la corrupción. En un trayecto de sus luchas era mirado con displiscencia por algunos, porque lo consideraban un consentido de la política a quien las dignidades se le daban con facilidad. Pero desde el momento en que llegó a la Presidencia, en vez del mimado del destino apareció de manera arrolladora el combatiente de las ideas, irrumpió como una revelación el estadista sabio y elocuente que se forja en el yunque de la tarea. Y prosiguió su camino sin descanso como un paradigma iluminado por el resplandor de un compromiso. ***** Los filósofos hablan de los seres representativos, de aquellos que han fulgurado con la llama interior de una pasión por el ideal. En el caso de Pastrana, ese fuego eran unos principios intocables sobre lo que se debe hacer para plasmar la felicidad de su patria y de sus compatriotas. Pastrana cultivó aquella forma de gobierno que hace de la persona humana el centro irrenunciable de la gestión pública, de la economía, de las instituciones. Cuando la política vuelva a ser lo que nunca ha debido dejar de ser, renacerá el espíritu de aquel “frente social-objetivo el hombre”, que hoy es más urgente que nunca, porque más de veinticinco años después se ha redescubierto la vieja verdad de que el ser humano es la medida de todas las cosas . El frente social ; la pedagogía de las pequeñas cosas ; el camino amoroso de la ecología naciente ; la mano gestora de una metodología eficaz para hacer realidad la vivienda democrática; el corazón mismo afincado en la paz y centrado en la convivencia ; el alma exultante de justicia social, hicieron del gobernante Pastrana un protagonista del buen gobierno, un ciudadano incólume, limpio, de quien se puede afirmar que fue un defensor de la dignidad ajena porque estaba convencido de que la propia se engrandece engrandeciendo la de los demás. Amaba las ideas de su colectividad y las defendía con ardor, pero respetaba las ideas ajenas como si fueran las propias. De ahí el que los grandes jefes liberales encabezados por Alberto Lleras Camargo y Carlos Lleras Restrepo, fueran sus amigos y compañeros de lucha por la democracia. Entendía la lealtad a su partido como una forma de estarse rejuveneciendo siempre con él, porque practicaba la política según el modo aristotélico del servicio al bien común. Salía a encontrarse con el futuro en los foros internacionales, donde mantenía la perspectiva de percibir los problemas como oportunidades por encima de las dificultades de cada día. Por haber vivido instalado en el porvenir, obraba con la perspectiva de asomarse a él y descifrarle soluciones para el presente. Era esa la arrogancia de su sueño incancelable. Así buscaba la felicidad de su patria y de sus compatriotas, una felicidad que se construye a través de la honorabilidad, la cual sería el fundamento esencial de su país. Por eso sentimos que con su muerte se nos ha muerto una parte de nosotros mismos, se nos ha roto esa esquina esencial del alma donde reposan las altas esperanzas. Le dolía Colombia y acariciaba el rostro de la patria no sólo con su gesto y su ejemplo sino también con su palabra arrebatada. Tenía, cierto, contradictores, pero nunca puso odio en la dialéctica de su palabra, aunque no aceptaba mácula alguna en la que llamó tiernamente la Colombia de sus amores. El turbión delirante de la vida contemporánea y la acumulación acelerada de noticias y sensaciones que abruman, dejan poco tiempo para reflexionar sobre las lecciones de la vida y de la muerte. Sin embargo, detengámonos en este triste momento y miremos más allá de los restos mortales de Misael Pastrana Borrero como tal vez él lo quiso. Démonos cuenta de que no son unos simples despojos físicos. ¡No! ellos representan el tributo de un guerrero sin reposo, a la honorabilidad como expresión suprema de patriotismo. Por eso, en el último combate sin tregua de su vida, bien abiertos los ojos y la mente del maestro y del apóstol, pidió ser velado en el bolivariano Palacio de San Carlos donde él ejerciera la primera magistratura, y no en la sede del Congreso Nacional, a manera de sanción moral , no a la institución que él tanto respetara sino a quienes la han deshonrado. Y ser sepultado en la hermosa iglesia de San Ignacio, para viajar a la eternidad oyendo la misma oración de las campanas que balbuciera el bachiller adolescente del colegio de San Bartolomé al lado de sus doctos maestros de la Compañía de Jesús, sin que se le infligiera el agravio protocolar de los desfiles de un régimen -como diría el mártir inolvidable Alvaro Gómez Hurtado-, de un régimen que ha llenado de tristeza y desesperanza a Colombia. ***** ¡Oíd y pensad, colombianos, más allá de los partidos políticos, más allá de las clases sociales, más allá de cualesquiera divisiones ! ¡Oíd y pensad colombianos : no se recuerda en la historia de Colombia el que un gobernante haya tomado los honores a que tenía derecho para llevarlos al crisol del rechazo profundo y aleccionador, como homenaje austero y doloroso a la honorabilidad perdida y con ella al patriotismo, no por devaluado menos añorado y a la espera de su plenitud restituida ! ¡Oíd y pensad colombianos: este héroe yacente nos está señalando el camino de la dignidad ! ¡Oíd y pensad colombianos ! : este austero catafalco expuesto entre inciensos, plegarias y sollozos, es un testimonio profundo y aleccionador sobre las efímeras y peligrosas vanidades del poder ! ¡Oíd y pensad colombianos ! : en tiempos de egoísmo y oscuridad, los pueblos tienden a huir de la grandeza y del recuerdo de quienes fueron de temple acerado, de quienes no fueron indiferentes, de quienes no se resignaron y no capitularon. Este cuerpo sin vida del gran combatiente que hoy devolvemos a la tierra y a Dios, se ha transformado para que nosotros lo honremos, en un mensaje imborrable e inolvidable que dice, concretando el que se lee en el cementerio del Pere Lachaise en París : ¡a todos los incorruptibles de Colombia y del mundo! Desde la fe, desde la esperanza, desde la amistad, desde el amor, despedimos al esposo, al padre, al abuelo, al hermano, al amigo, al conductor. Dios ha llamado al Presidente Pastrana a su presencia y tanto amor entre nosotros no ha podido detener ese designio. La certeza de la fe nos dice que la vida cambia pero no se pierde. A la eternidad que Dios le ha entregado sólo podemos añadir con afecto la memoria, que es la pequeña eternidad que ofrecemos los mortales. Ese paradigma de dignidad, yace aquí pero está erguido ante la historia. Se nos ha adelantado como siempre lo hizo, para precedernos en la eternidad. Si Dios lo permite, hasta mañana en el paraíso, Presidente Pastrana !