La casa donde vivió Leona Vicario Con una placa que indica: "en esta casa habitó y falleció el 21 de agosto de 1842 la ilustre heroína de la Independencia doña Leona Vicario". Alianza de mujeres 1969 Ella tenía 53 años y su esposo, don Andrés Quintana Roo le sobrevivió nueve años más. En esta casa vivieron los dos los últimos años de sus vidas y la casa se la heredaron a sus hijas y nieta. Originalmente fue construida para servir de sede al Colegio Tributario de la Santa Inquisición, antes de que se construyera el Palacio de la inquisición y doña Leona la recibió después de consumarse la Independencia, en pago de una indemnización que se le adeudaba, relacionada con su relevante participación en la lucha y la pérdida de su patrimonio por ese motivo. El interior de la casa cuenta con dos patios: uno al fondo con una pequeña pileta, jardinera y azulejo; otro al que se llega por un pasillo cuyos arcos rebajados descansan sobre pilastras. Este patio central está compuesto por columnas toscanas con dado macizo. En el segundo piso se pueden ver balcones con barandales de hierro forjado. La escalera tiene azulejos en sus peraltes y barandal de hierro; al término de la escalera existe un arco rebajado y decorado con pateras por el intradós. Leona Vicario destaca por su posición económica desahogada, su amplia cultura, pero más porque en la agitación de la insurgencia desborda de interés, valentía, sagacidad. Se dedicó a registrar los movimientos de los que llamaba “gachupines” para poner sobre aviso a los insurgentes, primero a través del periódico “El Ilustrador Americano”, más tarde en “El Ilustrador Nacional” e igualmente por correspondencia, mediante un lenguaje cifrado. Por ello se le considera como la primera periodista mexicana. Perteneció al grupo “Los Guadalupes”, obviamente clandestino, que apoyaba la causa. Además, en base a sus propios recursos, ayudaba con medicinas y hasta con dinero. Leona había quedado huérfana y millonaria muy joven, recibiendo una esmerada y completa educación. Fue una verdadera dama de sociedad en la etapa pre insurgente: gustaba de escribir, conocía de diversas materias, no solo de letras, traducía textos en francés, pintaba, tocaba el piano y cantaba. Su tío, don Agustín Pomposo fue quién se encargó de su tutela una vez que fallecieron sus padres, siendo un prestigiado abogado, en su despacho ocupó los servicios de Andrés Quintana Roo, joven abogado nacido en Yucatán. Ahí, se conocieron Andrés y Leona, de ello surgió un romance, comulgaban con las ideas independentistas y liberales. Quintana Roo solicito al licenciado Pomposo la mano de su sobrina y le fue negada por existir otro mejor partido para Leona Vicario y considerar inadecuada la afinidad con las ideas insurgentes del pretendiente. Quintana Roo se separó del despacho y se fue a Oaxaca a unir con la insurgencia donde se integró al movimiento comandado por José María Morelos y Pavón, se dedicó a escribir las proclamas de Morelos y fue un actor decisivo en la elaboración de la Constitución de Apatzingán. Mientras tanto Leona mantenía activa su participación con los Guadalupes, logró que unos armeros fabricaran cañones de fusil para los insurgentes dando un apoyo fundamental a su capacidad militar. Nos dice Adriana Y. Flores Castillo, el único motivo por el que participaba en este levantamiento era su “infinito anhelo de ver libre a su patria, y por realizarlo no vaciló en sacrificar la posición envidiable que siempre había tenido”. Leona “además de mandar ropa, medicinas y armas” a los insurgentes, ha sido señalada como el conducto por medio del que se comunicaban. A través de ella se manejaba la correspondencia de los insurgentes y sus familiares, además se escribía con las esposas de los mismos para proporcionales noticias de sus maridos. Aunado a lo anterior, motivaba a los cabecillas de la revolución con cartas en las que los exhortaba a seguir luchando. En la correspondencia que mantenía con sus amigos insurgentes, no utilizaba sus nombres verdaderos, utilizaba seudónimos bastante peculiares que tenían origen en la amplia cultura que poseía, como: Telémaco. Robinson, Nemours, Lavoisier, etc. Fue descubierta y aunque trató de huir, sus familiares le recomendaron que se entregara y buscara el indulto, cosa que no aceptó, fue apresada, abriéndosele un juicio de infidencia. Era evidente que el motivo por el que se procedió a realizar la “causa instruida contra doña Leona Vicario y sus cómplices”, era por el delito de “infidencia”. Para el virrey Venegas, no eran suficientes las penas de las leyes de la Iglesia y del poder civil. Aun cuando la Iglesia llegaba a declarar excomulgado a aquel que intentara despojar de sus reinos a los soberanos, el poder civil imponía las penas más graves, por lo que estipulaba que quien cometiera traición a su soberano, debía de morir, además, sus bienes pasaban a la cámara del rey y por si no fuera poco, sus hijos quedaban marcados como infames y en la deshora perpetua. Por todo esto ordenó, a través del bando del 25 de junio de 1812, que todos los cabecillas de los insurgentes fueran fusilados y los subalternos diezmados “sin darles más tiempo que el preciso para que se dispongan a morir cristianamente”. Sabemos que el delito por el que se procesó a Leona fue el de infidencia en términos generales, pero el juez hizo la lista de los cargos que resultaron de la pesquisa. El juez demandó a Leona de: Mantener correspondencia con los insurgentes. Que había manifestado cuidado por ellos. De tratar de enviar pistolas, con lo cual cometía “el horrible crimen de traición al Rey, a la Patria y a la Religión Santa”. “De haber dado pábulo a la revolución cuando llamó “felices” a sus secuaces, cuando calificó de servicios a la patria los delitos que cometían los “correos” De haber fomentado a la insurgencia a su primo don Manuel. De haber enviado a su primo un verso en el que atribuía al Gobierno español, “los más detestables procederes”. De negarse a contestar quién era el autor del verso antes citado. A lo largo de los interrogatorios a los que fue sujeta, nunca reveló los nombres de los insurgentes con quienes se comunicaba. La mantuvieron presa en el convento de Belén, incomunicada tanto con el interior como con el exterior, más no fue suficiente para que, con apoyo del exterior un día escapará. Escondida se mantuvo en la Ciudad de México hasta que se dio la oportunidad de salir rumbo a Oaxaca donde se encontró con Andrés Quintana Roo, en total estado de pobreza se casó con él, al parecer en 1813 y estuvieron juntos huyendo de la persecución del ejército realista. El 14 de septiembre de 1813, se creó un Congreso al que Morelos transfirió el poder total que sólo él había investido con anterioridad y el cual se estableció en Chilpancingo el mismo día. El Congreso estuvo integrado por: don José Ignacio López Rayón, el doctor Sixto Verduzco, don José Marina de Liceaga, el licenciado Carlos María de Bustamante, el doctor José María Coss, el licenciado Andrés Quintana Roo, don José María Murguía y Galardi y el licenciado José Manuel Herrera. Se eligió a Murguía como Presidente del Congreso, a Andrés Quintana Roo como Vicepresidente y a Morelos como Generalísimo Depositario del Poder Ejecutivo. Murguíáa se vio impedido para desempeñarse como Presidente, por lo que Quintana Roo asumió ese papel. Éste redactó el Manifiesto que expidió el Congreso, para hacer del conocimiento de los demás acerca de su instalación y sus fines. Por otra parte, don Carlos María de Bustamante redactó el Acta de Independencia. Finalmente, después de tanto huir de los realistas, el Congreso redactó el 22 de octubre de 1814 el Decreto Constitucional. Éste tenía el objetivo de “substraerse de la dominación extranjera, y sustituir al despotismo de la monarquía española por un sistema de administración, que, reintegrando a la nación misma en el goce de sus augustos imprescriptibles derechos, la conduzca a la gloria de la independencia y afiance sólidamente la prosperidad de los ciudadanos”. Hubo gran alegría y emoción por el juramento de este decreto, sin embargo, ésta fue muy breve pues los diputados, así como sus acompañantes, se vieron amenazados de muerte en su peregrinar desde Chilpancingo por los soldados realistas. Además, no sólo sufrieron el peligro de ser aprehendidos y asesinados, sino que también tuvieron que vivir en la miseria pues en la mayoría de las ocasiones no tenían ni qué comer. Tal era la precaria situación en la que se encontraban Leona y Andrés que su primera hija, Genoveva, nació en una cueva. A todo esto se tuvo que enfrentar Leona y aún así́ no claudicó de sus ideales, es más, debido al ánimo inmutable que poseía, en diversas ocasiones animó al Congreso a que siguiera en su lucha. Después de que se evadió de su prisión en el convento de Belén, fue convocada por edictos para presentarse a enfrentar un juicio, de no hacerlo se juzgaría en ausencia, lo que sucedió. Se declaró culpable a Leona Vicario y sus bienes le fueron incautados y rematados. En este mismo tiempo les fue ofrecido a ella y a Quintana Roo el indulto, que no aceptaron y continuaron su andar a la par de los ejércitos insurgentes. Morelos fue capturado y fusilado el 22 de noviembre de 1815 y el movimiento insurgente se vio muy dañado por la pérdida de liderazgo lo que ocasionó su fraccionamiento. Tras de este acontecimiento, en las filas de los insurgentes se dio un amplio proceso de deserción y captación de indultos lo que ocasiono que el movimiento se viese fuertemente diezmado. La huida se volvió más dramática, moverse de un lado a otro en poco tiempo se volvió el modo de vida para la pareja y su hija, huir y esconderse más complicado. A pesar de que hicieron grandes esfuerzos por ocultarse de los realistas, éstos fueron infructuosos ya que el 14 de marzo de 1818 los encontraron en un pequeño rancho llamado Tlacocuspa. Quintana Roo al ver que estaban rodeados y no había posibilidad de escapar junto con Leona y su hija, tomó la decisión de irse y dejarlas, ya que lo único que hubiera conseguido sin tener la gracia del indulto hubiese sido su aprehensión y después la condena a muerte. Como medida de protección escribió una breve petición de indulto con fecha del 12 de marzo, para que no condenaran a Leona. Así, cuando don Vicente de Bargas y don Ignacio Martínez llegaron al lugar en donde estaba Leona para aprehenderla, lo único que ésta pudo hacer fue entregarles la petición de indulto. La trasladaron al pueblo de San Pedro Tejupilco. El 15 de marzo, Quintana Roo se enteró que su esposa fue hecha prisionera, tanta fue su preocupación que llegó a pensar que la podrían fusilar. No sabía qué hacer ni cómo ayudarla, por lo que decidió tomar medidas drásticas: pedir el indulto. Así pues, escribió una carta al Comandante Torres en la que sostuvo que: "Por haber sido miembros de los gobiernos revolucionarios [durante siete años] había podido adquirir suficiente conocimiento de la empresa (de Independencia) y de los suficientes perjuicios que resultarían a la América de que se llevase al cabo, cuando su verdadero interés es inseparable de su unión con España; que en fuerza de este desengaño se habría presentado, desde hacía días, a recibir ‘la Real Gracia del Yndulto’, si no se hubiesen estorbado dificultades insuperables; pero hoy aprehendida, maltratada y vejada su esposa dona María Leona Vicario, él no podía hacer menos que estar en el ánimo de indultarse y hacer cuantos servicios pudiera al monarca español, si se le afianzaba la libertad, el buen trato y seguridad (de su esposa) [...]." Después de que Quintana Roo enviase la carta al Comandante Torres, éste le llamó para que fuese a San Pedro Tejupilco, lugar en el que Leona se encontraba presa. Ahí se reunió con ella y quedaron bajo custodia mientras el rey decidía si les otorgaba o no el indulto. El indulto implicaba que se fuesen a vivir a España, lo que no pudo suceder por la falta de recursos para costear el viaje. Se quedaron en México y no les fue posible recuperar sus bienes. En 1821, al concretarse la independencia con Agustín de Iturbide al frente del Ejercito Trigarante y el acompañamiento de Vicente Guerrero, Andrés Quintana Roo se integró al nuevo gobierno. Leona Vicario continuó con su vida y en una ocasión se vio en la necesidad de dar respuesta a un señalamiento que le hizo don Lucas Alamán por su carácter de mujer y la participación en la independencia: "Mi objeto en querer desmentir la impostura de que mi patriotismo tuvo por origen el amor, no es otro que el muy justo deseo de que mi memoria no pase a mis nietos con la fea nota de haber yo sido una atronada que abandoné mi casa por seguir a un amante… Todo México supo que mi fuga fue de una prisión y que ésta no la originó el armor (…) Confiese V., Sr. Alamán, que no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los deseos de gloria y libertad para la patria no les son sentimientos extraños; antes bien suelen obrar en ellas con más vigor, como que siempre los sacrificios de las mujeres, sea el que fuere el objeto y causa por quien los hacen, son más desinteresados, y parece que no buscan más recompensa de ellos que la de que sean aceptados”. El congreso le otorgó el siguiente nombramiento: "Benemérita Dulcísima Madre de la Patria”. En la lápida de Leona Vicario dice: “A la memoria de doña Leona Vicario de Quintana Roo, la mujer fuerte que consagró su fortuna y sus servicios personales a la causa de la Independencia, asociándose después a la patriótica tarea de su ilustre esposo”. El acercarnos a la vida de esta mujer comprometida en su pensamiento, bienes y vida con la independencia nos da la oportunidad de referirnos a otros dos personajes y una organización que fueron esenciales para dar perfil y realidad al México insurgente e independiente. 1.- "Los Guadalupes" muy poco documentada y referida se encuentra la historia de esta organización, por la circunstancia de su tiempo, una organización secreta, que fue un apoyo importante para el frente insurgente principalmente en el tiempo en que Morelos estuvo al frente del movimiento. 1811 puede señalarse como el año en que se tienen los antecedentes más antiguos de esta organización y 1814 los últimos registros. Su presencia inicial es coincidente con los inicios del movimiento masón en México por lo que no se descarta el que existiese alguna relación. Los Guadalupes fueron fundamentales desde la capital, enviando información, facilitando la publicación de las ideas y propuestas del movimiento insurgente, manteniendo en contacto a familiares, en la labor de proselitismo y de abasto de recursos y armas. 2.- Andrés Quintana Roo, abogado yucateco, nacido en Mérida en 1787, su padre participó en el grupo los Sanjuanistas junto con Lorenzo Zavala. Los Sanjuanistas buscaban la supresión del servilismo de los indígenas, la eliminación de los pagos obligatorios a las parroquias y la eliminación de privilegios a la corona. Andrés estudió jurisprudencia en la Real Universidad Pontificia de México, desde joven fue un entusiasta apoyador del movimiento de independencia, se unió a Morelos en Oaxaca y un activo participante en la redacción de la constitución de Apatzingán y la declaración de independencia de la América Mexicana. A la muerte de Morelos, junto con su esposa, Leona Vicario y sus hijas, se mantuvo huyendo hasta que ella fue apresada y mediante la solicitud de un indulto los dos fueron puestos en libertad con la condición que su libertad la vivieran en España lo que no pudo ser por falta de recursos. Una vez alcanzada la independencia Andrés fue diputado, senador, Presidente del Supremo Tribunal de Justicia y Secretario de Relaciones Exteriores. Su postura inflexible fue siempre en apoyo a la forma de gobierno republicana y la división de poderes. Fue tutor, casi un padre, para Díaz Mirón. 3.- Ignacio López Rayón. Nació en Michoacán en 1773 y murió en 1832. Abogado, secretario de Miguel Hidalgo una vez iniciado el movimiento de independencia, tras la captura de Hidalgo y Allende, y su fusilamiento, fue Rayón quien dio continuidad al movimiento de independencia. No fue coincidente con las ideas de Morelos y su movimiento, con quien mantuvo importantes diferencias sobre el mando y en particular sobre la forma de gobierno en lo que respecta a la forma republicana o monárquica. Las demás ideas liberales del movimiento de independencia eran amplia y enfáticamente compartidas. Su apoyo a una república monárquica partía de la importancia que le daba al principio de autoridad como base para el funcionamiento de una república independiente en su periodo inicial. A la distancia y con los acontecimientos que la historia de México nos relata, su inclinación a una autoridad fuerte y ampliamente reconocida, no suena descabellada, por más anti patriótica que parezca. Emilio Herrera Arce