Relato de Francisco Briongos: Antes de partir, estaba convencido de que este viaje consistiría en una agradable excursión por la selva, con uno o dos días duros para hacer la cumbre. Pero al final, debido a todas las circunstancias que hemos tenido, ha sido una expedición muy dura e incierta en todo momento. La única forma de hacer esta cumbre es contratando los servicios de una de las agencias autorizadas. Ello es necesario tanto para obtener el permiso obligatorio para escalar la montaña, como para organizar la complicada logística que requiere esta expedición. Existen básicamente dos agencias oficiales, y la que cogimos nos explicó que saldríamos caminando de Sugapa, pueblecito situado ya en medio de la selva, y haríamos unas cuatro o cinco etapas asequibles para llegar al campo base, para luego tener dos o tres días para descansar y atacar la cumbre, y otros cuatro de vuelta. Pero unos problemas en el vuelo en avioneta de Timika a Sugapa, dificultades administrativas con las autoridades locales, y otros temas de los cuales no tendríamos conocimiento hasta más adelante, nos retrasó el programa un día y medio. Fue por eso que, al final, fuimos por una nueva ruta que nos propusieron y que, en teoría, nos debía ahorrar un día hasta el campo base, y así recuperar el tiempo perdido. Y fue aquí donde empezó nuestra particular odisea. La nueva ruta resultó ser un infierno en medio de la selva virgen de Papua. De los cuatro o cinco días que deberíamos haber estado hasta el campo base, estuvimos siete. Y de estos siete, sólo los dos últimos eran asequibles. Los otros cinco eran complicadísimos. Se trataba de andar por el medio de la jungla, por unos teóricos senderos que ni se veían, esquivando una vegetación muy espesa, un suelo absolutamente embarrado, zonas completamente impracticables por los troncos y raíces del bosque, poquísimas áreas despejadas que resultaban estar llenas de enormes charcos inesquivables dónde era imposible salirse con las botas secas, etc.… En algunos momentos sólo podíamos avanzar gracias a que algunos de los porteadores locales que iban delante, abrían paso con sus ‘machetes’. A pesar de estar caminando entre siete y nueve horas diarias, no avanzábamos más de diez o doce kilómetros. A todo ello añadidle una media de tres lluvias intensas durante las horas de marcha, y una lluvia casi constante cada día a partir de las 15h00; momento en que intentábamos ya tener las tiendas montadas, a riesgo de que todo nos acabase de quedar empapado y ya no nos quitásemos la humedad en toda la noche. Los campamentos eran muy precarios, pues costaba mucho encontrar un lugar libre de vegetación que no fuesen zonas encharcadas; y era casi imposible de colocar la tienda en alguna parte dónde no hubiese humedad o barro, o raíces que molestasen, o un suelo irregular y/o inclinado. La gran sorpresa nos la llevamos el tercer día, cuando el guía de la agencia que nos acompañaba nos dijo que no tenía ni idea de dónde estábamos. Ni el guía titular ni ningún representante de la agencia había comprobado nunca si aquella ruta era realmente factible o no, ni la duración que tenía. Igualmente nos enteramos en aquel momento de que los porteadores locales que nos guiaban, sabían que existía aquel camino, pero sólo habían hecho recientemente la primera parte, y por el resto hacía muchos años que no pasaba nadie. Pero a estos porteadores les interesaba mucho convencer a nuestro guía de ir por allí, pues así los contrataban a ellos, que eran de la tribu ‘Moni’, y no a los de la tribu ‘Dani’ que estaban instalados por dónde pasaba la ruta normal. Así pues, que ya nos ves a nosotros casi perdidos en medio de la jungla, todo el día empapados, cansados de tanto caminar y esquivar obstáculos de todo tipo sin casi avanzar, y con la incertidumbre ya no sólo de no tener claro si podríamos hacer o no la cumbre, sino de estar seriamente preocupados de cómo saldríamos de allí. Por suerte el quinto día encontramos el camino que subía de la ruta normal, y ya estuvimos seguros de que en dos días más llegaríamos al campo base. Una vez en el campo base, teóricamente debíamos hacer una jornada de descanso para intentar cumbre al día siguiente. Pero de esta forma sólo nos quedábamos con una oportunidad de escalar la montaña, pues después ya teníamos que volver al haber agotado todos los días de margen. Por ello, del grupo de seis montañeros que éramos, tres sí que prefirieron descansar un día y jugárselo todo a un intento, y los otros tres preferimos ir hacia cumbre esa misma noche. Salimos a las 4,30 de la madrugada de un día sorprendentemente despejado. Por mi parte, aunque la ruta está equipada con cuerdas fijas en los tramos más complicados, decidí hacerla en “libre integral”, sin utilizar ningún tipo de aseguramiento puesto que la complicación máxima era un 6ª y la roca de una caliza de adherencia casi perfecta. En una escalada perfecta y en menos de tres horas y media, el italiano Giuseppe Pompilli y yo llegábamos a la cima en un día prácticamente despejado. Tras una hora en la cumbre y dos más de bajada, y ya con la lluvia encima nos plantábamos en el campo base. Para el día siguiente, nos esperaba lo mejor. Amanece un día perfecto y soleado para intentar alguna actividad extra y rentabilizar el material que tanto nos ha costado llevar hasta allí. Junto al italiano decidimos tentar una ruta directa a la montaña frente al campo base, concluyendo con una bonita apertura a la que damos el nombre de “AMAKANÉ AMIGO” (que en MONI significa “Hola amigo” 350m 6b de dificultad máxima para llegar a la cumbre de 4750m (nadie a día de hoy nos ha podido aclarar el nombre de esta montaña) . Concluimos la actividad con una travesía integral del glaciar para descender por todo el valle hasta el CB, para ese momento ya granizando. Para el día siguiente, estaba prevista la vuelta, pero yo no podía irme de allí sin intentar una preciosa montaña piramidal que preside el CB , la Midle Peak de unos 4500m. Decido madrugar e intentarlo solo, puesto que nadie me quiere acompañar. En menos de dos horas estoy en su cumbre, en un solo integral con dos pasitos de V grado. La vuelta fue por la ruta normal, como puede parecer lógico. Pero había algún momento en que dudábamos, pues el guía nos dijo que podíamos tener problemas con los de la tribu ‘Dani’, de dónde pasaba el camino, al no haberlos contratado a ellos como porteadores. Evidentemente nosotros no estábamos dispuestos a volver a pasar por el mismo camino de ida, pues ni teníamos tiempo, ni comida, ni fuerzas, ni ánimos para hacerlo. Exigimos ir por la ruta normal y, a pesar de que nos pararon en alguna ocasión, todo se arregló con alguna propina que fue a cargo de la desastrosa agencia, claro. Durante el camino de vuelta pudimos constatar que el camino normal no tenía nada a ver ni en duración ni en dificultad con el que habíamos hecho a la ida; a pesar de que también se nos hizo bastante duro porqué de los cuatro días, dos estuvo lloviendo casi todo el día. Tanto fue así, que terminamos con algunos de los miembros del grupo bastante tocados. Uno se rompió el tobillo el último día, y a otro se le infectó mucho una pequeña herida. Ello, unido al hecho de que el segundo día de marcha un compañero canadiense se rompió dos costillas en una caída, hizo que el balance final fuera de tres hospitalizados de un total de siete montañeros, al final de la expedición. Sea como sea, estoy seguro que esta habrá sido uno de los mejores actividades que habré hecho nunca en mi vida. Por la belleza y autenticidad de los parajes dónde hemos estado, por la convivencia que hemos tenido con las tribus locales gracias a los porteadores , por la sensación de que hemos pasado por lugares dónde casi seguro que nunca antes han pasado occidentales, por la incomodidad y dureza de las etapas de la jungla, por la incertidumbre en que hemos vivido algunos días y, lógicamente, por haber podido escalar en un paraje casi virgen y excepcional, esta expedición es de aquellas que da pleno sentido a los que nos gusta ir por el mundo haciendo actividades que nos aporten ciertas experiencias vitales.