El PADRE CARLOS ROMERO O.P. CUMPLE SESENTA AÑOS DE DEDICACIÓN A LOS DEMÁS. Nacido en Puertollano de padre y madre cordobeses (Peñarroya y Belmez), el Padre Carlos profesa en la Orden de Predicadores en 1946 y es ordenado sacerdote el 22 de Marzo de 1953, y asignado, en ese mismo año a la Comunidad Dominica de Córdoba, por lo que cumple sesenta años de sacerdocio y al mismo tiempo de cordobés de pleno derecho. El Padre Carlos dedica sus primeros años a las “misiones populares”, entre otras formas de evangelización tradicional de la época. Pronto viviría el cambio que supuso el Concilio Vaticano II, adoptando las nuevas formas de presencia y apostolado de la Iglesia en la sociedad, y así, como persona de confianza del Obispo Fray Albino, fue nombrado en 1956 Consiliario de las incipientes Hermandades del Trabajo de Córdoba, donde, a día de hoy sigue trabajando en defensa de la dignidad de los trabajadores. Durante su intensa vida, el Padre Carlos ha desempeñado entre otros, los cargos de Prior de los Dominicos de Córdoba (197278), siendo obra suya la restauración del convento de Santo Domingo de Scala Coeli, uno de los santuarios más populares de Córdoba. Presidente de la CONFER diocesana de Córdoba (1973). Miembro del Consejo presbiterial (172-85); Presidente del Patronato de la Escuela Universitaria de Magisterio de la Iglesia de Córdoba (1977-83); viceprovincial de los Dominicos de Andalucía (1981); y un largo etcétera… Sin duda su labor más sobresaliente y a la que ha dedicado la mayor parte de su vida, han sido las Hermandades del Trabajo, fomentando la creación de este Movimiento de trabajadores cristianos en toda España e incluso en Hispano américa. En el año 1978 fue propuesto, como Consiliario nacional, sucesor en el cargo del propio fundador el Siervo de Dios Abundio García Román, y nombrado por la Conferencia Episcopal para este cargo, en el que repetiría en 1983 por otros cinco años. Con motivo de sus “bodas de oro” el director del diario Córdoba Antonio Ramos, escribió sobre el: “En Córdoba o en cualquier lugar del mundo, Carlos Romero, se hubiera hecho cordobés, argentino, zaireño o chino. Porque en cada lugar había una puerta abierta esperando la llegada de un hombre que descubrió a tiempo que su destino era mirar hacia arriba en sus momentos de intimidad y fe, y bajar los ojos hacia donde resulta más incómodo fijar la vista y entregarse a la causa del trabajador, de los cordobeses y cordobesas de los años del hambre, del silencio y de la falta de libertades, para hacerles más fácil la aventura de vivir. Fue esa Córdoba a la que llegó el Padre Carlos, procedente de La Mancha, una tierra abierta también en generosos horizontes, para aparcar sin límite de tiempo, quizá para siempre, su desbordante humanidad. Y aquí está, hijo del mundo, fiel a sus convicciones, con su voz clara y a la vez rotunda y convincente. Más que un hijo adoptivo. El Padre Carlos forma parte de nuestro paisaje y de nuestra memoria.” En la actualidad y con sus ochenta y tres años, sigue siendo el alma de las Hermandades del Trabajo y el transmisor de su Carisma. Crítico con algunas “formas” de la Iglesia y preocupado por la situación de los trabajadores desempleados ante la actual situación social y económica, apoya sin titubeos cualquier medida que suponga su promoción laboral y social, siendo su principal herramienta para ello el Centro de Formación Profesional para el Empleo de Hermandades del Trabajo de Córdoba. El Padre Carlos es sin duda un incansable luchador por los derechos de los trabajadores desde una perspectiva Cristiana y un ejemplo de vida para todos los que hemos tenido la fortuna de cruzarnos en la suya.