Palabras del Profesor Diego Torres al inicio del Workshop

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Discurso de Apertura al Encuentro de Tecnologías en Pro del Desminado
Humanitario
Octubre 1 de 2015
Claustro de San Agustín
Bogotá, Colombia
Primero que todo permítanme honrar la memoria de las víctimas de los conflictos armados en
Colombia, y con ello también expresar que este tipo de eventos alberga la esperanza de buscar un
futuro mejor para las nuevas generaciones.
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de
recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevo a conocer el hielo. Macondo era entonces una
aldea de veinte casas de barro y cañabrava construida a orillas de un río de aguas diáfanas que se
precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo
era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con
un dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa
cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los grandes inventos.
Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se
presentó con el nombre de Melquidez, hizo una truculenta demostración pública de lo que el mismo
llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando
dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los
afales se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos
tratando de desenclavarse, y aún los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde
más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierro mágicos de
Melquiades. <<Las cosas tienen vida propia- pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es
cuestión de despertarles el ánima.>> José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba más
lejos que el ingenio de la naturaleza, y aún mas allá del milagro y la magia, pensó que era posible
servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquiades, que era un
hombre honrado, le previno: <<Para eso no sirve>>.
Gabriel Garcia Marquez, 100 años de soledad
La necesidad de crear soluciones ingeniosas a necesidades prácticas es inherente al ser humano, y es
posiblemente, una de las características principales de la raza humana misma. GABO, nuestro GABO
lo sabía muy bien, y es por ellos que escondido detrás de la prosa delicada de su obra magna se esconde
sin temor la necesidad de buscarle utilidad a una “Invención Inútil”. Ahora sabemos que los imanes no
son invenciones inútiles, y que su estudio detallado por Michael Faraday y James Clarke Maxwell
(entre otros grandes genios) abriría la puerta para la industrialización eléctrica del siglo XX, y
confirmarían lo que Melquiades le advertía a José Arcadio Buendía, no podemos utilizar los imanes
para encontrar oro, aunque si los podemos utilizar para cambiar el mundo. Estudios posteriores en el
campo de la física nuclear en el siglo XX, encontrarían que es posible convertir el plomo en oro,
realizando así el sueño de los alquimistas, incluido al mismo José Arcadio y al sabio Isaac Newton, de
convertir un metal vulgar como el plomo en el codiciado oro.
A unos muy pocos metros de acá se inició la historia científica del país, el observatorio astronómico
nacional se yergue incolumne desde el 20 de agosto de 1803, desde allí se fraguó parte de la campaña
que terminaría en la creación de nuestro país. Eran los tiempos en los que la política y la ciencia
compartían intereses comunes, aunque utilizaban métodos diferentes. Hoy, mas de 200 años después de
la fundación del Observatorio, nos encontramos en este histórico recinto, porque creemos que la
Ciencia la Tecnología y la Innovación son la clave para resolver uno de los problemas más serios de
nuestro país, “el flagelo de las minas antipersonales”.
La existencia de minas antipersonales en el territorio Colombiano ha generado una tragedia humana sin
precedentes, que ha desbordado las fronteras mismas de nuestro territorio, llevando a muchos
compatriotas a fríos exilios, y resentimientos eternos en los cuales se olvidan las causas pero se
mantienen los odios.
Estar acá reunidos nos da la oportunidad de mostrar otra cara del país, la cara de los grupos de
investigación y desarrollo Colombianos, que durante años han trabajado de manera silenciosa en pro
del desminado humanitario, en pro de las víctimas, en pro de un mejor país para nuestros hijos. Es
tiempo de conocernos, de saber quienes somos, de compartir nuestras experiencias, nuestros éxitos y
nuestros fracasos. Es tiempo de trabajar coordinadamente, de que agencias tan importantes para el país
como lo son la Dirección de Acción Integral Contra Minas Antipersonal, en cabeza del general Rafael
Colón y su excelente equipo de trabajo, conozcan de los esfuerzos que se han realizado desde la
academia y las empresas en Colombia.
Hace una pocas semanas tuve el placer de encontrar al profesor Alejo Vargas, director del Centro de
Pensamiento y Seguimiento al Dialogo de Paz, y a quien agradezco enormemente su apoyo a nuestra
iniciativa, en los pasillos de la Universidad Nacional, un placer que brinda nuestra academia, y en
nuestra conversación hablabamos sobre la importancia de la constancia y la resiliencia en los esfuerzos
por la paz, y me impacto mucho la frase con la que se despidió:
"Los promotores de la paz no pueden darse el lujo de desfallecer”
Constancia y resiliencia en la investigación científica y la creación de nuevas tecnologías es la clave del
éxito final, todos los que estamos en este recinto lo sabemos muy bien. Sin embargo, la labor por
ustedes realizada es doble, ya que se ve influenciada por nuestra realidad. Así que creo más que justo
rogarles el favor de que no desfallezcan en sus esfuerzos, para no ser una sociedad condenada a 100
años de conflicto, y darles la esperanza a las futuras generaciones de tener una segunda oportunidad
sobre la faz de la tierra.
Diego A. Torres
Octubre primero de 2015
Bogotá, Colombia.
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