La Noche Obscura Por Christian Bernard, F.R.C. En este mensaje deseo abordar un tema que es conocido en todas las tradiciones místicas, pues se relaciona con uno de los periodos por los que debe atravesar todo estudiante que recorre el Sendero hacia la Luz. Me refiero al periodo de la Noche Oscura. No ha habido un solo Avatar, Mesías, Maestro o Profeta que no haya hecho alusión a este periodo de gran confusión que debe confrontar en uno u otro momento todo buscador de la Luz y, de serle posible, tiene que superar. Con toda intención dije "de serle posible", porque suele suceder que la Noche Oscura nos impida percibir la Luz por siempre o, cuando menos, durante una encarnación. ¿Qué es la Noche Oscura? En el nivel individual, es un ciclo durante el cual el estudiante místico duda de la validez de los ideales que ha sustentado hasta entonces. Esta duda puede surgir de una serie de dificultades que confronta o de una crisis interna que no tiene ninguna relación con el mundo objetivo. Su vida puede verse perturbada por una enfermedad, un accidente, la pérdida de un ser querido, problemas familiares y preocupaciones profesionales, lo cual le sumerge en un mar de confusiones. Podría suceder también que, independientemente de esas dificultades y por razones puramente psicológicas, un místico se sienta invadido por impulsos negativos que lo inducen a desechar los valores en los cuales una vez creyó. Sea que la Noche Oscura tenga su origen en problemas mundanos o en una tortura interior, se manifiesta en la misma forma: la llama de nuestra fe mística vacila y, si no nos esforzamos por reavivaría, se extingue por completo. Sufrimos en todos los niveles de nuestra vida pero, aun cuando sabemos que somos los responsables de este sufrimiento, no hacemos nada por salir de las arenas movedizas que hora tras hora, día tras día y semana tras semana nos van ahogando cada vez más. Muchas manos se tienden para ayudarnos a salir pero nos negamos a verlas, no digamos a asimos de ellas. Ya no creemos en nada: ni en Dios, ni en satanás, ni en la humanidad, ni en un amigo y ni siquiera en nosotros mismos. Nos convertimos en prisioneros voluntarios del fatalismo y en nuestro propio espectador indiferente, contemplándonos flotar a la deriva en el océano de nuestros propios temores, angustias y desesperación. Nuestra existencia se vuelve una carga que soportamos sin convicción, y dejamos que la rosa muera sobre el madero de la cruz porque ya no la cuidamos más. Muchos de nosotros hemos experimentado esos periodos especialmente sombríos de la vida. Aunque son el sino de todo ser humano, en el místico producen más efecto porque él sabe que son circunstancias que involucran evolución mística. En lo más recóndito de su ser, él sabe que en esos periodos sombríos se están poniendo a prueba sus ideales, y presiente que saldrá de ellos más evolucionado o, por el contrario, menos evolucionado. Para explicar esto tomaremos uno de los ejemplos más dolorosos, es decir, la muerte. Es posible que todos los estudiantes de nuestra Orden hayan pasado por el penosísimo periodo que sigue a la pérdida de un ser querido. Bajo esas circunstancias dolorosas se han sentido tratados con injusticia, sentimiento éste que los conduce inevitablemente a cuestionar sus propias convicciones. ¿Por qué tenía que morir siendo tan joven su cónyuge, su hijo, su madre, su hermano o su hermana? ¿Por qué tienen que soportar semejante sufrimiento? ¿Por qué en ese preciso momento? ¿Por qué? ¿Existe Dios en realidad? ¿Sirve el misticismo sólo para mantener falsas esperanzas, para hacer la vida un poco menos amarga o para disculpar a un destino ciego y arbitrario? No haré un inventario de todas las razones, tanto lógicas como místicas, que nos prueban la existencia de Dios como lo concebimos los Rosacruces. Pero la situación no es tan simple cuando nos enfrentamos a circunstancias tan dolorosas como la pérdida de un ser amado. Podría suceder, como dije antes, que cuestionemos nuestros ideales místicos, porque la muerte nos roba la presencia de alguien a quien nuestro ser objetivo ha estado unido durante muchos años. Pero si siempre hemos creído en la existencia del alma, ¿cómo es posible que olvidemos su realidad en el momento en que abandona el cuerpo de un ser querido? Ni esta dolorosa prueba ni ninguna de las experiencias penosas que marcan nuestra existencia debería perturbarnos tanto como para sumergirnos en la Noche Oscura. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que no somos invulnerables y que la adversidad puede empanar nuestra vida espiritual. ¿Por qué? Porque el hecho de que seamos adeptos del misticismo no nos convierte necesariamente en místicos con una fe inquebrantable. Las pruebas de la vida vs. el karma Muchos estudiantes Rosacruces se llenan de dudas cuando atraviesan por circunstancias dolorosas que ellos atribuyen a un karma negativo totalmente injustificado, especialmente si se toma en cuenta la buena labor que piensan haber realizado. Algunos de ellos han venido a verme y me han dicho que no comprenden por qué, después de estudiar durante tantos años el misticismo Rosacruz y de ponerlo fielmente en práctica, sufren tantos fracasos, infortunios y desengaños; y algunas veces hasta vacilan en seguir afiliados a nuestra Orden. Les he aconsejado lo mismo que deseo recordar a todos ustedes: jamás debemos relacionar sistemáticamente un sufrimiento con un karma negativo. Muchos de nuestros sufrimientos sólo tienen el propósito de probar nuestra fortaleza interior, al mismo tiempo que incitan nuestras facultades físicas y mentales para superarlos. Algunas tribulaciones son, en efecto, kármicas, pero muchas otras no lo son. Estas condiciones existen porque nos son indispensables para evolucionar, y es imposible que un ser encarnado evolucione sin tener problemas para aprender a resolverlos. Por lo tanto, es de suma importancia no caer víctimas de una interpretación errónea del misticismo que nos conduzca a relacionar cada tribulación con un karma negativo. Si así fuere, tendríamos que admitir que Jesús fue crucificado (para poner un ejemplo) a causa de que tenía que compensar algunos actos erróneos. Todos admitirán que esta conclusión seria absurda y totalmente contraria al más elemental sentido común. Por lo tanto, cuando se enfrenten a duras pruebas, en lugar de tratar de decidir si son o no kármicas, enfréntense a ellas con responsabilidad, en la seguridad de que podrán superarlas y esto les ayudará a acelerar su evolución. La personalidad y la noche oscura La Noche Oscura no siempre ocurre cuando la persona sufre tribulaciones, sean kármicas o no. Puede llegar inesperadamente, quizás tras un desequilibrio psicológico cuyas causas están vinculadas muchas veces a la personalidad del individuo. Es bien sabido que no hay dos personas cuyo temperamento, carácter y facetas emocionales sean idénticos. Algunas son más inestables psicológicamente que otras, y esa misma inestabilidad es responsable de un desorden cíclico que puede manifestarse en un rechazo a los valores preestablecidos. Cuando este tipo de persona sufre una crisis interna es incapaz de explicarse los motivos que causan su condición, así que la forma como la sufre es negativa porque no procura hacer ningún esfuerzo para salir de ella. Le asalta el pesimismo, se llena de dudas y su fe mística flaquea. Muchas veces lo que la regresa al sendero correcto es una influencia externa, y entonces sigue a ciegas su camino hasta que el siguiente problema la hunde de nuevo en la oscuridad. Sin embargo, en el momento cuando esa persona se siente arrastrada por la corriente de su propia angustia, todo lo que tiene que hacer para despejar las nubes que cubren su luz interior es recurrir al Dios de su Corazón. Si en lugar de recluirse en los oscuros resquicios de sus lóbregos pensamientos abre de par en par la puerta para permitir la entrada a la luz de todo lo que es hermoso, radiante y alegre, se dará cuenta de que está siendo víctima de su propia falta de fe en sus ideales. La Noche Oscura puede ensombrecer la vida de un místico debido solamente a que sus ideales son demasiado frágiles, superficiales e incluso ilusorios. Desde el punto de vista esotérico, la Noche Oscura es una lucha que debe ser ganada a nuestro dragón interno. Cuando un estudiante Rosacruz no ha alcanzado el punto de evolución donde experimenta íntimamente lo Divino, sigue siendo vulnerable y el grado de esta vulnerabilidad determina su fe mística. Ninguno de nosotros puede afirmar que nunca ha tenido periodos de confusión en su vida Rosacruz o que ya no pasará por otros en el futuro. Incluso el Maestro Jesús, en el momento final de Su misión, clamó: "Padre, ¿por qué me has abandonado?" Durante una fracción de segundo hasta este Ser tan iluminado dudó. Lo importante sería saber de quién dudó y de quién dudamos nosotros cuando en la Noche Oscura nuestra alma se siente arrojada a un abismo de ateísmo. Cuando analizamos cuidadosamente este evento de la vida mística de Jesús, todo nos lleva a pensar que El no dudó de Dios, sino de Su propia capacidad para seguirle siendo fiel mientras sufría. En nuestro caso ocurre exactamente lo contrario cuando dudamos, porque casi siempre dudamos de todo menos de nosotros. Sin embargo, es aquí donde podemos encontrar la clave que nos permitirá salir airosos de los periodos sombríos que empañan nuestra vida. En los momentos de desesperación y adversidad, jamás debemos perder nuestra fe mística sino que, por el contrario, debemos pensar, hablar y actuar con más confianza en Dios. Lo único que necesitamos es pedir ayuda cósmica para que nuestra debilidad interna sea fortalecida, porque es en esta victoria donde se halla la solución a cualquier problema sin importar cuán grave sea. Una nueva era de espiritualidad En contra de lo que se cree, el fenómeno de la Noche Oscura no afecta sólo a una persona, sino que puede afectar a una colectividad entera. En el curso de la historia, muchas civilizaciones han experimentado un total desafío a sus creencias místicas y religiosas. Esto sucede porque el alma colectiva de una nación refleja todas las almas que la integran. Debido a ello, cuando muchos individuos sufren una angustia interior al mismo tiempo, la conciencia de los demás se ve afectada. Si me estoy refiriendo a ello es porque en estos momentos la humanidad está inmersa en una Noche Oscura equivalente a la lucha que se agita dentro de cada ser humano. Sin embargo, es posible que la humanidad nunca antes haya estado tan bien preparada como ahora para el advenimiento de la espiritualidad. La gente la busca cada vez más en su interior y, en el absoluto caos que estremece al mundo, cuestiona los valores que han creado un abismo entre el cuerpo y el alma. Ahora más que nunca le gente comprende que si bien el materialismo contribuye mucho a su bienestar físico, la priva de una vida interna a la que jamás ha renunciado realmente. Es por eso que, a pesar de todas las apariencias, en nuestra presente era podemos vislumbrar signos de una reconciliación sin precedentes entre Dios y Su creación. La Noche Oscura que la humanidad está padeciendo, prueba por si sola que el ángel guardián vive todavía en el corazón de la humanidad y que nunca ha luchado tan denodadamente contra el dragón. En este sentido, lo que estamos experimentando ahora en un nivel mundano sólo es el efecto de una batalla espiritual que cada uno de nosotros está librando. Esto significa que si la mayoría de los seres humanos sale victoriosa y encuentra la Luz, con toda seguridad el mundo presenciará el Dorado Amanecer de que habla todo Iniciado. Puesto que eso es lo que deseamos todos, debemos ayudar a nuestros semejantes a que llenen el vacío interno que les tiene tan indefensos frente a los repetidos ataques de las fuerzas del mal. ¿Cómo podemos hacerlo? Siendo seres responsables, entusiastas y, por encima de todo, místicos, pero no sólo de palabras sino también de obras. Debemos comportarnos de tal modo que todos aquellos con quienes estamos en contacto perciban en nosotros a una persona que puede enfrentarse con optimismo y serenidad a todos los problemas. En toda oportunidad que se nos presente tratemos de dirigir la conversación hacia el misticismo y demostremos que todas las cosas (absolutamente todas) pueden ser tratadas desde un punto de vista espiritual. A mi parecer, la única forma cómo podemos señalar el camino que debe seguir toda la humanidad para salir del lóbrego laberinto en el que se ha metido, es que seamos la Luz que ilumine las almas de quienes nos rodean, al mismo tiempo que el consuelo para su corazón. El deber de todo místico (no sólo de los místicos Rosacruces) es producir un cambio gradual en la manera de pensar de la humanidad, a fin de restaurar el equilibrio entre los intereses materiales y las demandas espirituales. Toda Noche Oscura, sea ésta individual o colectiva, es una Iniciación. Al final de cada Iniciación hay una lucecita, y cuando todas las lucecitas se fundan en una, la conciencia individual o la colectiva alcanzarán la Iluminación Cósmica. Entonces el paso hacia la Luz Mayor será definitivo, y la oscuridad se desvanecerá para siempre. ¡Que el Dios de su propia comprensión los ilumine siempre, y que la Rosacruz brille eternamente en su corazón y en su alma!