2 La Plata, lunes 13 de septiembre de 1999 Justicia, Seguridad y Policía Homicidio en Plaza Italia EL DELITO NO TIENE HORA NI LUGAR Delincuentes dispuestos a todo en una ciudad violenta El crimen conmueve a la ciudad y la violencia golpea a cualquier hora. La historia de una nueva víctima de la inseguridad. El desafío a la delincuencia urbana. En cualquier momento un acto heroico con un final sangriento El jueves debe haber sido un día como cualquier otro para mucha gente y también para Angel. Seguramente se levantó temprano, fue a su trabajo en la AFJP Máxima, conversó con sus compañeros y dejó que la rutina corriera despacio como siempre. El jueves fue un día como cualquier otro, soleado y algo ventoso, preludio de la primavera en puerta. Como en cualquier otro, Angel salió de su trabajo a las cuatro de la tarde para ir a buscar a su hijo mayor al jardín de infantes. Enredado en la telaraña de lo que alguien sabiamente llamó las “causas y azares”, Angel se detuvo en el camino. La Plaza Italia latía al ritmo de una tarde agradable. En la esquina de enfrente, varios adolescentes planeaban su viaje de egresados en las oficinas de una conocida compañía de turismo. A mitad de cuadra, un amigo de Angel atendía un locutorio como siempre. Angel entró para conversar un rato. Con Gustavo se conocían desde hace varios años. El reloj corría pero Angel todavía tenía tiempo. Sólo habían pasado 20 minutos de las 16 cuando un hombre entró al locutorio. Tenía un arma en sus manos y apuntó directo pidiendo el dinero. Angel no tuvo dudas. Forcejeó con él intentando quitarle el arma. Pero el delincuente no estaba solo. En la vereda lo esperaba un cómplice que tampoco dudó. Apuntó directo a la vida de Angel y disparó. La bala fue tan certera como mortal. Con plomo en su pecho Angel seguía resistiendo. Corrió a sus asesinos hasta la esquina donde los adolescentes seguían planeando su viaje de egresados. Los delincuentes se escaparon. La vida de Angel también. A partir de entonces el jueves dejó de ser un día como cualquier otro. La muerte se coló sin permiso en el corazón de la ciudad sitiada por violentos. La Plaza Italia latía ahora al ritmo de los patrulleros y la sirena de las ambulancias. Los ado- Asistiendo al dolor. Angel Giugno cayó abatido al resistir un robo lescentes miraban el crimen directo a los ojos. Gustavo perdió un amigo y ya no quiere atender el locutorio. En plena tarde, un hombre baleado yacía en una esquina mientras los chicos esperaban en vano la llegada de su padre. Entre causas y azares, la vida quiso jugar una mala pasada con la cara más siniestra de estos tiempos violentos. Angel Giugno tenía 39 años, era ingeniero en sistemas, estaba casado con Patricia Musilli, tenía tres hijos chiquitos, trabajaba en Máxima AFJP, estaba terminando su casa de Gonnet y en general tenía una buena vida. Era fanático de Gimna- sia y Esgrima de La Plata, vivió en Alemania hasta 1995 y volvió a su tierra para estar en su ciudad con los que amaba. Datos que hablan de la gente, de su vida cotidiana, de sus proyectos. Angel tenía tres hermanos. La mayor, Silvina, trabaja en una compañía de telefonía celular en pleno centro platense. Felipe trabaja en la misma AFJP que Angel y es un destacado director técnico de fútbol infantil. Carmelo vive en Alemania. Datos que hablan de la gente, de sus raíces, de sus afectos. Angel se recibió de técnico electromecánico en la escuela Alberdi, ubicada en 7 y 526, en el año 1978 y cuatro años después partió hacia Alemania para trabajar con su hermano radicado allí. La ciudad lo vio regresar varias veces: una de ellas fue para casarse con su novia Patricia, con quien tuvo a su hijo mayor, Marcelo, en el país germano. Sin embargo, la tierra y los amigos tiraron fuerte y en 1995 volvió para quedarse definitivamente. En la ciudad de sus amores recibió la llegada de los mellizos Leandro y Stephanie, que hoy tienen apenas tres años. La vida de Angel se construyó como la de muchos, a base de esfuerzo, de golpes, de buenos y malos ratos. La muerte de Angel se disparó en un segundo, a manos de alguien que como tantos otros ejercen la violencia a diario como un modo de vida. Algunos de los que vieron la cara de la muerte esa cálida tarde de jueves, dicen que era joven, de pelo enrulado y flaco. Que vestía un sueter marrón con vivos blancos. Que escapó junto a dos cómplices en un Falcon o en un Peugeot 504 celeste metalizado, aunque esta última hipótesis fue descartada. La policía lo busca desplegando uno de los operativos más importantes de los últimos tiempos. Sin embargo, y aunque las primeras identificaciones no arrojaron resultados positivos, ayer se realizaron tres allanamientos en el marco de una investigación que la policía considera prioritaria. A pocos días del crimen, queda claro que aquel jueves no fue un día como cualquier otro en la ciudad de La Plata. A partir de entonces quedó claro que el delito no tiene hora ni lugar y que cada vez son más los delincuentes dispuestos a todo. La familia y los amigos de Angel todavía lloran la tragedia. Los delincuentes están libres. La ciudad se despereza el miedo mientras espera justicia. Los días corren con la rutina de siempre, mientras persiste la certeza de la violencia agazapada a la vuelta de la esquina. La Plata, lunes 13 de septiembre de 1999 3 Justicia, Seguridad y Policía La violencia A sangre fría. Los asaltantes dispararon a quemarropa y luego se dieron a la fuga a bordo de un remís EL DOLOR DE LOS AFECTOS Las víctimas de la tragedia Una larga hilera de autos acompañó al coche fúnebre que trasladó los restos de Angel Giugno al cementerio local. La tristeza se hacía más gris en el mediodía nublado del sábado. Con el dolor clavado en la mirada, los familiares y amigos escucharon la oración del sacerdote que despidió los restos. El jueves pasado, cuando apenas habían pasado 20 minutos de las 16, la vida de este grupo de personas se codeó con la tragedia. Unidos por lazos de sangre, de amistad o de trabajo, poco a poco se acercaron aquella tarde negra hasta el lugar donde Angel perdió la vida. Gustavo trabajaba en el locutorio donde se desencadenó el robo que terminó con la muerte de Giugno. En cuestión de minutos entró su amigo, luego el delincuente, comenzó el forcejeo, escuchó el disparo y descubrió incrédulo que Angel estaba malherido. Gustavo trataba inútilmente de encontrar una explicación que no llegaba. Sólo atinó a decir “no vale la pena seguir después de esto”, mientras anunciaba su decisión de no trabajar más en el locutorio. Los primeros en llegar fueron sus compañeros de Máxima AFJP, que asistieron incrédulos al asesinato de un hombre al que conocían bien y decían que “odiaba la injusticia y era capaz de re- belarse como lo hizo”. “En mi opinión era capaz de enfrentar a una persona armada, pero creo que pensó que era un pibe con un arma y trató de sacarlo, sin pensar que podía estar con otro ladrón, sin pensar que podían dispararle”, opinaba una compañera de trabajo, tratando de explicar lo inexplicable. “Era un emprendedor, un tipo muy cerebral, muy frío y pensante, por eso no entendemos lo que ocurrió”, decían otros de sus compañeros, quienes se reunieron en el local de la empresa poco después de ocurrido el trágico hecho, y a partir de ese momento acompañaron permanentemente a los familiares de Giugno. Según pudo saberse, la relación de Angel con los compañeros de trabajo traspasaba los límites de la aseguradora. Con el correr del tiempo pudieron conformar un grupo de amigos para compartir salidas y buenos ratos lejos de las preocupaciones cotidianas. La tristeza envolvió a los integrantes de la familia Giugno hace apenas dos meses, cuando falleció la madre de Angel, víctima de una larga enfermedad cuando tenía 69 años. Ahora deben enfrentar la pérdida de un joven de 39 años a manos de una muerte tan injusta como absurda. Silvina trabaja cerca del lugar donde asesinaron a su hermano y fue una de las primeras en llegar a la escena del crimen, poco después de que Angel la llamara desde el mismo locutorio donde se desencadenó la tragedia. Los familiares más cercanos prefirieron guardar silencio en el dolor, afrontándolo unidos, mientras esperan la continuidad de las pesquisas policiales. Por eso mismo, ayer compartieron juntos el almuerzo y de esa forma recibieron los detalles de los tres allanamientos realizados por la policía. Con entereza demuestran que la búsqueda de justicia persiste en medio del dolor y la bronca. Pocas horas después del crimen de su primo, Carmelo Giugno se quejó porque “todavía ningún político salió a hablar del caso, a brindar una respuesta política contra la inseguridad” y opinó que “es evidente que lo que le pasó a Angel le podría pasar a cualquiera”. Los Giugno sólo esperan la respuesta de la Justicia para calmar -en parte-, las secuelas de la tragedia. “Espero que la Justicia encuentre a los que lo hicieron, más allá de que no le volverá a dar vida, que un día le podamos decir a sus hijos que los asesinos de su padre están en la cárcel”, afirmó Carmelo, lanzando al aire el esperanzado reclamo de justicia y castigo a los responsables de uno de los crímenes más terribles de los últimos tiempos en esta ciudad violenta. “Lo mejor es que la gente no se resista a los delincuentes”, recomendó un funcionario frente a las cámaras de televisión. “A los delincuentes hay que meterles bala”, disparó por su parte un candidato a gobernador. Mientras la gente escucha los consejos de aquellos que deberían aportarle soluciones, crece la venta ilegal de armas en el mercado negro, florecen las agencias de seguridad privada, las casas se siembran de alarmas y rejas, y la inseguridad deja de ser “una sensación” para convertirse en una realidad tristemente palpable. La inseguridad mató de un balazo a Angel Giugno un jueves por la tarde. La misma inseguridad arrojó fatalmente por las escaleras del Banco Nación a la jubilada Esther España, cuando un ladrón quiso arrebatarle la cartera. La inseguridad arrebata el dinero de la gente que trabaja, convierte en asesinos a aquellos que quieren impedir por mano propia un delito, o mata a otros que se resisten a ser nuevas víctimas del mismo flagelo. La lista de robos, secuestros, y asesinatos resulta interminable. La vorágine de los hechos hace que el más reciente borre el anterior. Lo que no se borra es el dolor de las víctimas directas que pierden afectos a manos de delincuentes que parecen tan impunes como poderosos. Las estadísticas que refieren la inseguridad son útiles a la hora de delinear precisiones en torno a las principales características del delito, aunque muchas veces las cifras ascendentes esconden a la propia gente. La inseguridad invadió el corazón de una ciudad golpeando la tranquilidad de una sociedad que espera respuestas serias, más allá de las “soluciones rápidas” de los violentos de siempre y su clásica receta de la “mano dura”. Plaza Italia. Difícil prevenir el delito