mitos griegos sobre el origen de los seres humanos

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MITOS GRIEGOS SOBRE EL ORIGEN DE LOS SERES HUMANOS
En la Mitología grecolatina se mencionan hasta siete tipos diferentes de orígenes del
hombre, de entre los que destacan los tres siguientes:
-
los autóctonos o brotados de la tierra,
-
los que han nacido como resultado de la unión sexual entre un dios o diosa y
un ser humano,
-
los que han sido creados o fabricados por los dioses.
1.- LOS AUTÓCTONOS.
Hay una gran variedad de formas en las que, según los mitos griegos, puede surgir un
ser humano de la tierra, por lo que estos orígenes se agrupan en dos clases principales:
A) - la de los humanos que brotan espontáneamente de la tierra sin que ésta haya sido
previamente fecundada ni regada, por lo que carecen totalmente de padre. En este grupo
destaca Cécrope, híbrido de ser humano y de serpiente y del que descienden los reyes de
Atenas.
<<El autóctono Cécrope, que tenía un cuerpo mezcla de hombre y de serpiente, fue el primer rey
del Ática y al país, que antes se llamaba Acte, le dio el nombre de Cecropia a partir del suyo
propio. Se afirma que en su época los dioses decidieron ocupar las ciudades en las que cada
cual iba a recibir un culto especial. Así Poseidón fue el primero en llegar al Ática y de un golpe de
su tridente hizo aparecer en medio de la acrópolis el mar que ahora llaman Erecteo. Tras él llegó
Atenea y tomando a Cécrope por testigo de su toma de posesión, plantó el olivo que actualmente
se exhibe en el Pandrosio. Al producirse una disputa entre ambos a propósito de la región, Zeus
los separó y les puso como árbitros a los doce dioses. De acuerdo con su veredicto, se adjudicó
la región a Atenea, al atestiguar Cécrope que ella había sido la primera en plantar el olivo.
Atenea llamó Atenas a la ciudad a partir de su propio nombre, mientras que Poseidón, lleno de
cólera en su corazón, inundó la llanura Triasia y sumergió el Ática bajo el mar.>>
Apolodoro, Biblioteca mitológica III, 14.
B) - la de los humanos que surgen tras haber recibido la tierra alguna clase de
fecundación, siendo considerado el fecundador como el auténtico padre. En este grupo
destaca el mito de Erictonio, al que se considera hijo del dios Hefesto, porque, al intentar
violar éste a la diosa Atenea y defenderse la diosa, unas gotas de semen cayeron sobre la
tierra y de ellas surgió Erictonio. A pesar de esto, Atenea lo cuidará y protegerá como si
fuese hijo suyo.
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<<Atenea había acudido a Hefesto para que le fabricase unas armas, pero él, que había sido
abandonado por Afrodita, sucumbió de deseo por Atenea y comenzó a perseguirla, pero ella se
escapaba. Cuando tras mucho esfuerzo, pues era cojo, logró acercársele, intentó poseerla, pero
ésta que era casta y virgen, no se dejó, y Hefesto eyaculó en la pierna de la diosa; ella asqueada
lo limpió con un poco de lana y lo tiró al suelo. Atenea salió huyendo y del semen caido en el
suelo nació Erictonio. Lo crió a escondidas de los dioses, deseosa de hacerlo inmortal; lo
depositó dentro de una cesta y se lo confió a Pándroso, la hija de Cécrope, prohibiéndole abrir la
cesta. Sin embargo, las hermanas de Pándroso la abrieron por curiosidad y contemplaron a una
serpiente enroscada en torno a la criatura; según afirman algunos, ellas fueron aniquiladas por la
serpiente y según otros, se volvieron locas por la cólera de Atenea y se precipitaron desde la
acrópolis. Erictonio, que había sido criado por la propia Atenea dentro de un bosque sagrado,
tras expulsar a Anfictión se convirtió en rey de Atenas; erigió en la acrópolis una estatua de
madera de Atenea e instituyó la fiesta de las Panateneas; se casó con la ninfa náyade Praxítea
con la que tuvo un hijo, Pandión.>>
Apolodoro, Biblioteca mitológica III, 14.
2.- SERES HUMANOS CREADOS O FABRICADOS POR LOS DIOSES.
El poeta Hesíodo es el primero en hablar sobre la creación de sucesivas razas
humanas por los dioses. Estas razas son cinco y se designan con adjetivos metálicos,
indicando muy probablemente la valoración moral de las mismas. Tenemos así: oro, plata,
bronce e hierro, que es la quinta; la cuarta raza es la de los semidioses o héroes y
suponen una excepción a lo anteriormente dicho.
La raza o edad de oro coincide con el reinado de Crono y a ella corresponden la
felicidad y la justicia, así como la convivencia en la tierra con los dioses, sobre todo con la
Justicia. El premio de esta convivencia es la total felicidad en un mundo que parece
recordarnos el mito universal de Paraíso o Edén, presente en muchas otras culturas.
La desaparición de esta raza coincide con el ascenso de Zeus al poder, que los
premia tras la muerte elevándolos a la categoría de dioses menores “protectores de los
mortales y dispensadores de riqueza”. Las futuras razas se desarrollarán a partir de una
degeneración progresiva, que sólo se interrumpe con la raza de los héroes y que en la
actual raza de hierro llega al límite de la iniquidad y de la desdischa.
La segunda raza o de plata es ya creada por los Dioses Olímpicos y en ella los seres
humanos pasan casi toda su existencia en una infancia casi eterna de la que salen para
entrar directamente en la vejez. Estos seres eran extremadamente violentos y, por
despreciar a los dioses, fueron expulsador por Zeus.
Durante la existencia de esta raza el Titán Prometeo intenta ayudar a los seres
humanos en varias ocasiones por lo que él y su protegidos son castigados con la creación
de Pandora.
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La tercera raza es la de bronce y sus miembros se dedicaban únicamente a la guerra
y a destruirse mutuamente hasta que desaparecieron definitivamente.
La cuarta raza supone un alto en el proceso de degeneración humano, porque surge
de la unión de los dioses con los mortales, que, a pesar de tener que morir algún día,
destacan por alguna cualidad heredada de su progenitores divinos. Por eso reciben el
nombre de héroes o semidioses.
Esta raza desapareció como consecuencia de dos grandes guerras: la lucha por la
sucesión en el trono de Edipo y la Guerra de Troya. Sin embargo, a muchos de sus
miembros Zeus los premió con una residencia edénica en la Isla de los Bienaventurados
(o Afortunadas), con lo que vuelve a reaparecer el mito universal del Edén o Paraíso.
Por último, la quinta raza o de hierro es la actual, caracterizada por la más absoluta
degeneración y el mayor de los desprecios por la Justicia, divinidad que terminará
abandonando definitivamente a los hombres a su suerte, junto con el resto de los dioses.
Ejercicio de análisis mitológico.
Compara las versiones que sobre “el mito de las edades del hombre” nos transmiten
Hesíodo en los Trabajos y días y Ovidio en sus Metamorfosis. Analiza sobre todo los
elementos que tienen en común y los que las diferencian.
Fragmento de Trabajos y días de Hesíodo.
Al principio los Inmortales que habitan mansiones olímpicas crearon una dorada estirpe de
hombres mortales. Existieron aquellos en tiempos de Cronos, cuando reinaba en el cielo; vivían
como dioses, con el corazón libre de preocupaciones, sin fatiga ni miseria; y no se cernía sobre
ellos la vejez despreciable, sino que, siempre con igual vitalidad en piernas y brazos, se recreaban con fiestas ajenos a todo tipo de males. Morían como sumidos en un sueño; poseían toda
clase de alegrías, y el campo fértil producía espontáneamente abundantes y excelentes frutos.
Ellos contentos y tranquilos alternaban sus faenas con numerosos deleites. Eran ricos en
rebaños y entrañables a los dioses bienaventurados.
Y ya luego, desde que la tierra sepultó esta raza, aquéllos son por voluntad de Zeus démones
benignos, terrenales, protectores de los mortales que vigilan las sentencias y malas acciones
yendo y viniendo envueltos en niebla, por todos lοs rincones de la tierra y dispensadores de
riqueza; pues también obtuvieron esta prerrogativa real.
En su lugar una segunda estirpe mucho peor, de plata, crearon después los que habitan las
mansiones olímpicas, no comparable a la de oro ni en aspecto ni en inteligencia. Durante cien
años el niño se criaba junto a su solícita madre pasando la flor de la vida, muy infantil, en su
casa; y cuando ya se hacía hombre y alcanzaba la edad de la juventud, vivían poco tiempo
llenos de sufrimientos a causa de su ignorancia; pues no podían apartar de ellos una violencia
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desorbitada ni querían dar culto a los Inmortales ni hacer sacrificios en los sagrados altares de
los Bienaventurados, como es norma para los hombres por tradición. A éstos más tarde los
hundió Zeus Crónida irritado porque no daban las honras debidas a los dioses bienaventurados
que habitan el Olimpo.
Y ya luego, desde que la tierra sepultó también a esta estirpe, estos genios subterráneos se
llaman mortales bienaventurados, de rango inferior, pero que no obstante también gozan de
cierta consideración.
Otra tercera estirpe de hombres de voz articulada creó Zeus padre, de bronce, en nada
semejante a la de plata, nacida de los fresnos, terrible y vigorosa. Sólo les interesaban las
luctuosas obras de Ares y los actos de soberbia; no comían pan y en cambio tenían un aguerrido
corazón de metal. Eran terribles; una gran fuerza y unas manos invencibles nacían de sus hombros
sobre robustos miembros. De bronce eran sus armas, de bronce sus casas y con bronce
trabajaban; no existía el negro hierro. También éstos, víctimas de sus propias manos, marcharon a
la vasta mansión del cruento Hades, en el anonimato. Se apoderó de ellos la negra muerte aunque
eran tremendos, y dejaron la brillante luz del sol.
Y ya luego, desde que la tierra sepultó también esta estirpe, en su lugar todavía creó Zeus
Crónida sobre el suelo fecundo otra cuarta más justa y virtuosa, la estirpe divina de los héroes que
se llaman semidioses, raza que nos precedió sobre la tierra sin límites.
A unos la guerra funesta y el temible combate los aniquiló bien al pie de Tebas la de siete
puertas, en el país cadmeo, peleando por los rebaños de Edipo, o bien después de conducirles a
Troya en sus naves, sobre el inmenso abismo del mar, a causa de Helena de hermosos cabellos.
Allí, por tanto, la muerte se apoderó de unos.
A los otros el padre Zeus Crónida determinó concederles vida y residencia lejos de los hombres,
hacia los confines de la tierra. Éstos viven con un corazón exento de dolores en las Islas de los
Afortunados, junto al Océano de profundas corrientes, héroes felices a los que el campo fértil les
produce frutos que germinan tres veces al año, dulces como la miel, lejos de los Inmortales; entre
ellos reina Cronos. Pues el propio padre de hombres y dioses le liberó, y ahora siempre entre ellos
goza de respeto como benigno. Zeus a su v e z otra estirpe creó de hombres de voz articulada,
los que ahora existen sobre la tierra fecunda.
Y luego, ya no hubiera querido estar yo entre los hombres de la quinta generación sino haber
muerto antes o haber nacido después; pues ahora existe una estirpe de hierro. Nunca durante el día
se verán libres de fatigas y miserias ni dejarán de consumirse durante la noche, y los dioses les
procurarán ásperas inquietudes; pero no obstante, también se mezclarán alegrías con sus males.
Zeus destruirá igualmente esta estirpe de hombres de voz articulada, cuando al nacer sean de
blancas sienes. El padre no se parecerá a los hijos ni los hijos al padre; el anfitrión no apreciará a su
huésped ni el amigo a su amigo y no se querrá al hermano como antes. Despreciarán a sus padres
apenas se hagan viejos y les insultarán con duras palabras, cruelmente, sin advertir la vigilancia de
los dioses - no podrían dar el sustento debido a sus padres ancianos aquellos cuya justicia es la
violencia -, y unos saquearán las ciudades de los otros. Ningún reconocimiento habrá para el que
cumpla su palabra ni para el justo ni el honrado, sino que tendrán en más consideración al malhechor
y al hombre violento. La justicia estará en la fuerza de las manos y no existirá pudor; el malvado
tratará de perjudicar al varón más virtuoso con retorcidos discursos y además se valdrá del
juramento. La envidia murmuradora, gustosa del mal y repugnante, acompañará a todos los hombres
miserables.
Es entonces cuando Aidos y Némesis, cubierto su bello cuerpo con blancos mantos, irán
desde la tierra de anchos caminos hasta el Olimpo para vivir entre la tribu de los Inmortales,
abandonando a los seres humanos; a los mortales sólo les quedarán amargos sufrimientos y ya
no existirá remedio para el mal.
Fragmento de Las Metamorfosis de Ovidio.
La Edad de Oro fue la primogénita, la cual, sin coacción, sin ley, practicaba por sí misma la fe
y la justicia. Se ignoraban el castigo y el miedo, y no se veían grabadas en público, en bronce,
para ser leídas, palabras amenazadoras y la multitud suplicante no temblaba ante la presencia
de su juez, sino que estaban seguros sin defensor. Todavía no había sido cortado el pino en sus
montañas y no había descendido a la líquida llanura para visitar un mundo extranjero y los
mortales no habían conocido otros litorales que los de su país. Aún no circundaban las ciudades
los profundos fosos; no había largas trompetas, ni cuernos de bronce curvado, ni cascos, ni
espadas; sin necesidad de soldados, las naciones pasaban seguras sus ocios agradables. La
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misma tierra, libre de toda carga, no hendida por el azadón ni herida por el arado, daba por sí
mίsma de todo; y, contentos con los alimentos que producía sin que nada la obligara, los
hombres recogían los madroños, fresas silvestres, frutos del cornejo, moras que se adherían a
las zarzas espinosas y bellotas que habían caído del corpudo árbol de Júpiter. La primavera era
eterna y los apacibles céfiros acariciaban con sus tibios soplos a las flores nacidas sin semilla.
También la tierra, que no había sido labrada, producía mieses, y el campo, sin ser cultivado, se
cubría de grávidas espigas; manaban, ya ríos de leche, ya ríos de néctar, y de la verde encina
iba destilándose la dorada miel.
Después de que el mundo estuvo bajo el gobierno de Júpiter una vez que Saturno fue enviado
al tenebroso Tártaro, llegó la Edad de Plata, inferior a la de Oro, pero mejor que la del amarillento Bronce. Júpiter acortó el tiempo de la antigua primavera y, por medio del invierno, el
verano, el inconstante otoño y la acortada primavera, dividió el año en cuatro estaciones. Entonces, por vez primera, abrasó el aire impregnado de fuego, y el hielo, endurecido por los vientos,
quedó en suspenso. Entonces, por primera vez, los hombres entraron en sus casas; esas casas
fueron unas grutas de espeso follaje y ramas entrelazadas con cortezas. Fue también entonces
cuando las semillas de Ceres se introdujeron en los largos surcos y los bueyes gimieron bajo el
peso del yugo.
Después de ésta llegó la tercera, la Edad de Bronce, más feroz en sus condiciones naturales y
más pronta a los terribles combates, no siendo, sin embargo, perversa.
La última fue la que tuvo la dureza del hierro; en esta aparecieron toda clase de crímenes:
huyeron el pudor, la verdad y la buena fe y ocuparon su lugar el fraude, la perfidia, la traición, la
violencia y la pasión desenfrenada de las riquezas. El marino entregaba las velas a los vientos
que aún no conocía suficientemente; las maderas de los navíos, que durante tanto tiempo
habían estado en las alturas de los montes, se lanzaron a las aguas desconocidas, y el canto
agrimensor señaló límites largos a la tierra, antes común, como la luz del sol y los aires. Y no
sólo se exigía a la fecunda tierra las cosechas y alimentos debidos, sino que se penetró en sus
entrañas y se arrancaron los tesoros que excitaban a todos los males que ella había sepultado y
ocultado en las sombra de la Estigia. Y ya habían aparecido el dañino hierro y el oro, mucho más
dañino que el hierro; aparece la guerra, que lucha con cada uno de los dos, y con su mano
ensangrentada agita las resonantes armas. Se vive de la rapiña; el anfitrión no está seguro del
huésped, ni el suegro de su yerno; también es rara la concordia entre los hermanos. El esposo
trama la perdición de la esposa y ésta la de su marido; las terribles madrastras mezclan los
envidiosos venenos; el hijo, antes de tiempo, se informa sobre la edad del padre. Yace por el
suelo la piedad vencida, y la doncella Astrea, la última de las inmortales, abandona la tierra
empapada en sangre.
3.- LOS MITOS DE PROMETEO Y PANDORA.
Prometeo, hijo del Titán Japeto y de la Oceánide Asia, desobedece a Zeus y ayuda
dos veces a los humanos contra éste: la primera en el engaño de Mecona y la segunda
cuando roba el fuego para los hombres.
En el engaño de Mecona, Prometeo convence a los humanos para que éstos,
cuando vayan a sacrificar en esa localidad un buey en favor de Zeus, dividan la víctima en
dos porciones: una con los huesos del animal cubiertos con su grasa, y otra con la carne
cubierta con las vísceras y el cuero. A continuación convence a Zeus para que elija una
de las dos porciones y ceda la otra a los humanos y que esa elección se mantenga para
siempre y para todos los demás dioses.
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Zeus, después de acceder a esta petición, elige la parte del animal que sólo contenía
los huesos cubiertos con la grasa sin saber que no contenían carne. Así pues, cuando
descubre el engaño, castiga a los seres humanos quitándoles el fuego y los medios de
subsistencia, aunque no toma ninguna represalia contra Prometeo.
Prometeo vuelve a ayudar a los seres humanos al robarle a Zeus el fuego y
devolvérselo a sus protegidos. En esta ocasión el rey de los dioses decide castigar tanto a
los humanos como al propio Prometeo:
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a los humanos les envía Pandora, la primera mujer, que se convertirá en una
completa desgracia para los mortales, ya que representa tanto el mal en sí
misma (al no poder vivir el hombre con ella ni sin ella) como la causa de todos
los males (al destapar la tinaja de los males en la que Prometeo los había
guardado para proteger a la especie humana);
-
a Prometeo lo castiga encadenándolo a una roca en El Caúcaso para que un
águila se coma su hígado por el día y éste se regenere durante la noche. Esta
situación se prolongará durante 400 años hasta que Hércules lo libera.
Tras el robo del fuego por parte de Prometeo, Zeus está muy enfadado y considera
que la primera mujer es el peor de todos los castigos, incluso peor que la privación del
fuego y los medios de subsistencia. Así pues, ordena a Hesfesto que la fabrique y a
diversas diosas que la hagan atractiva dándole diversos regalos, por lo que de estos
regalos procede su nombre (Pandora significa literalmente „la que tiene todos los
regalos‟). De este modo, Hefesto la fabrica a partir del barro, dándole voz y vigor
humanos, pero una apariencia semejante a la de una diosa. A continuación la equipan
Atenea, Las Gracias, „La Persuasión‟, las Horas y Hermes, que es el que le pone el
nombre.
Una vez fabricada es enviada como obsequio a Epimeteo, hermano de Prometeo,
que, a pesar de los consejos de éste de no aceptar nada procedente de los dioses, la
recibe en su casa y la toma como esposa, naciendo de su unión Pirra, la primera mujer
„nacida mortal‟. A continuación, Pandora, llevada de su „curiosidad femenina‟, encuentra la
tinaja de los males y abre su tapa, por lo que éstos se esparcen por el mundo y entre los
hombres, todos a excepción de La Esperanza, que queda dentro de la tinaja porque
Pandora pone de nuevo la tapa antes de que se escape.
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