LOS AAMU: LA REPRESENTACIÓN DE SU INTERACCIÓN EN EL REGISTRO LINGUÍSTICO E ICONOGRÁFICO 1. Gabriela Alejandra Lovecky 2. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires 3. Los Pinos 330, C.P: 1876 4. gabrielalovecky@yahoo.com.ar Palabras clave: aamu-Anales de Amenemhat II-Khnumhotep II-discurso de poder A lo largo de la historia egipcia el delta oriental representó un escenario en el cual la presión y desborde de las fronteras por parte de poblaciones extranjeras fue considerada una amenaza y uno de los signos más significativos del debilitamiento de la autoridad faraónica en el Primer Período Intermedio. Los asiáticos fueron asociados al espacio exterior, fuera del control estatal, y en consecuencia identificados con el universo del desorden (profecía de Neferty). Con el reestablecimiento del poder central a comienzos del Reino Medio, esta escena de caos imperante, será intervenida por la acción del estado. El ingreso de foráneos al país ya no estará sujeto a su propia voluntad, sino que será determinado por las autoridades egipcias. En este sentido, los aamu (´3mw), grupo que aún en la actualidad genera debates en torno a su identidad (Mazar 1991; Kamrin 2009), se destacan por el protagonismo alcanzado durante este período, a partir de las diversas menciones constatadas en registros tanto del ámbito oficial como privado (Fantechi 1993). Ellos evidencian la existencia de distintos tipos de interacciones, que tuvieron lugar entre los egipcios y este pueblo de la periferia oriental, determinadas por las especificidades del momento histórico. A partir de dos fuentes datadas a comienzos de la XII dinastía, los Anales de Amenemhat II y la escena de la pared norte de la tumba de Khnumhotep II de Beni Hassan, se propone indagar las motivaciones que derivaron en la representación de este grupo de asiáticos tanto en un registro jeroglífico como en otro iconográfico, que corresponden a un contexto de carácter legitimador y oficial en el primer caso y a uno funerario y privado en el segundo. Se trata de dos perspectivas en la que el espacio se percibió de acuerdo a configuraciones ideológicas que compartían la idea de centralidad egipcia respecto del exterior. En este sentido, el desierto -considerado como un territorio naturalmente hostil y por fuera de los límites de la sociedad del Valle del Nilo- contiene en sus habitantes, al igual que los animales que lo habitan, símbolos representativos de las fuerzas intrusas y desordenadas del caos. De acuerdo con esto, “el rey es visto como el garante del orden cósmico, manteniendo maat (orden) y repeliendo simbólicamente isfet (desorden) a través de acciones como las de sometimiento de extranjeros o cazando animales en el desierto” (Kamrin 1999: 9). Amenemhat II por su parte, exhibe sus facultades como futuro rey a partir de la destrucción y saqueo de las ciudades de Iwai e Iasy, junto con el sometimiento de su población, los aamu. De esta manera, nos enfrentamos a una de las construcciones ideológicas icónicas al momento de presentar al faraón como la figura encargada de garantizar la justicia y el correcto balance de las fuerzas que gobiernan sobre el universo. Por otra parte, Khnumhotep en su posición de máximo representante del estado egipcio en su distrito, fue retratado recibiendo una comitiva de comerciantes aamu de Shu encabezada por el escriba real Neferhotep, quien entrega al nomarca una carta exhibiendo la naturaleza comercial y diplomática de la procesión. No obstante, dicha representación se encuentra asociada a un registro referido a una escena de caza de animales del desierto por parte del propietario de la tumba. Por lo tanto, en su conjunto, la procesión de asiáticos puede ser interpretada como una comitiva de extranjeros que se presenta ante el nomarca para cumplir con su pago de inw (tributo), simbolizando el dominio de las fuerza del orden sobre las del caos (Kamrin 2009), en tanto que la periferia de Egipto cumple con su función ideológica de aprovisionamiento del centro (Liverani 2003: 93 y 137). Por lo tanto, el paisaje, culturalmente construido, asumía por otra parte, que los actores involucrados en la realización de ambas representaciones, el propio faraón y el nomarca de Orix respectivamente, eran miembros de la administración estatal, lo cual permite analizar el valor que adquirió para las altas esferas de poder el registro tanto de los aamu como de los eventos de los cuales formaron parte en función de su naturaleza de extranjeros, no solo como enemigos a dominar, sino también como portadores de bienes y servicios valorados en Egipto. En este sentido, diversos fragmentos de los Anales hacen referencia a la llegada de un importante número de aamu como prisioneros o botín de guerra a causa de las acciones de saqueo y sometimiento emprendidas por parte de Amenemhat en Asia (Altenmüller 1991; Pereyra, Fantechi, Lupo, Flaminni 2003); para finalmente ser incorporados a la mano de obra requerida para la construcción de la pirámide real o entregados como recompensa a aquellos que acompañaron al monarca en sus campañas en tierras extranjeras. En cuanto a su representación en la tumba 3 de Beni Hassan (Newberry, Fraser 1893), se ha discutido la forma en que los aamu fueron retratados y su correspondencia con la información ofrecida tanto por otras fuentes iconográficas como por la arqueología de Palestina respecto de las poblaciones del sur del Levante. Al respecto, Amihai Mazar (1990: 166) considera que esas pinturas murales proporcionan evidencia de la metalurgia en Palestina en el período del Bronce (EB IV-MB I), adicional a la ofrecida por el registro arqueológico y a la que ofrecen las inscripciones asociadas a la escena, que indican su lugar de origen y que traen kohol (pintura para ojos). Por lo tanto, así como la referencia de los Anales indica la capacidad de Amenemhat de obtener recursos del exterior en su posición de dominio, la situación de Khnumhotep II –que bajo los reinados de Amenemhat II y su sucesor (Sesostris II) se desempeñó como Administrador del Desierto Oriental-, hace referencia a la tarea de gestor que se esperaba que este nomarca llevara a cabo como representante del poder central en la región. Esta sería la razón que lo vinculó de manera directa con las tareas de inspección, extracción y circulación tanto de bienes como de personas en su distrito (Kamrin 1999), contribuyendo así a la función real de mantenimiento del orden en relación con la periferia de Egipto. Además, la iconografía presente en las tumbas de la elite, se encuentra vinculada a un programa de decoración en el cual se observa un predominio de las escenas de la vida diaria junto con un carácter altamente selectivo en cuanto a su composición (van Walsem 2005). De esta manera, las representaciones pictóricas presentes en dichos espacios mortuorios revelan una funcionalidad dirigida a responder las necesidades físicas de los fallecidos y garantizar el disfrute perpetuo de los bienes y actividades que los nobles habían gozado en vida (van Walsem 2005: 2). En otras palabras, las escenas de la pared norte justifican el derecho de Khnumhotep a disfrutar de una vida en la eternidad, al demostrar los servicios prestados a su rey en relación al control del espacio exterior. En síntesis, ambas representaciones reflejan las respectivas acciones de apropiación, supervisión y administración asumida por el estado en lo que se refiere al ingreso de extranjeros a Egipto –sea como mano de obra o como intermediarios de productos del exterior-, tanto bajo la dirección del príncipe heredero como de un funcionario de alta jerarquía. Por otra parte, también exhiben dos vías diferenciadas a partir de las cuales se produce dicha entrada, revelando el desarrollo de diversos tipos de relaciones, intereses e intencionalidades de comunicación a partir de la posición ocupada por el actor principal involucrado. Nos enfrentamos a dos discursos de poder basados en la circulación de bienes y de personas, que contribuyen a identificar: por un lado, el carácter atribuido al espacio allende a la frontera oriental de Egipto, mientras que por el otro, exteriorizan una intencionalidad que se encuentra dirigida a garantizar y perpetuar la regeneración simbólica y supervivencia del mundo egipcio, a partir de su emplazamiento en espacios de fuerte impronta ritual, como son los contextos templario y funerario. Bibliografía Altenmüller, H. y Moussa, A. M. 1991. Die Inschirft Amenemhets II. Aus dem PtahTempel von Memphis Ein Vorbericht. SAK 18: 1-48. Fantechi, S. 1993. Los ´3mw en los documentos egipcios del Reino Medio. Revista de Estudios de Egiptología 4, 135-164. Kamrin, J. 1999. The Cosmos of Khnumhotep II at Beni Hassan. Kegan Paul International, London. …………… 2009. The Aamu of Shu in the Tomb of Khnumhotep II at Beni Hassan. Journal of Ancient Egyptian Interconnections I, 3: 22-36. Liverani, M. 2003. Relaciones internacionales en el Próximo Oriente antiguo, 16001100 a.C. Barcelona, Bellaterra. Mazar, A. 1990. Archaeology of the Land of the Bible. Doubleday, New York. Newberry, P. E. Y Fraser, G. W. 1893. Beni Asan I. Kegan, Paul, Trench, Trübner and Co. London. Pereyra, M. V., Fantechi, S., Lupo, S., Flaminni, R. 2003. Los Anales de Amenemhat II. Programa de Estudios de Egiptología, CONICET. San Miguel de Tucumán: Instituto de Arte y Cultura del Antiguo Oriente. van Walsem, R. 2005. Iconography of Old Kingdom Elite Tombs. Analysis & Interpretation, Theoretical and Methodological Aspects. Dudley, MA, Peeters.