Periodismo e impunidad Por Ronald Gamarra, ex procurador anticorrupción De un tiempo a esta parte, no se falta a la verdad al sostener que el periodismo es una profesión de alto riesgo. La afirmación se constata, lamentablemente, con la sangre vertida, una y otra vez, por los hombres de prensa en el ejercicio de la actividad y en la búsqueda de la verdad. Por cierto, como señala el Comité para la Protección de Periodistas, la mayoría de los asesinados lo ha sido como represalia por su trabajo: informaban e investigaban casos de corrupción perpetrados por funcionarios públicos y tráfico de drogas. Tampoco se falta a la verdad cuando se anota la impunidad en la que permanece el grueso de los crímenes. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha señalado, de forma repetida, que la violencia contra periodistas por el solo hecho de ejercer su actividad viola no solo el derecho a la vida y a la integridad física, sino, además, el derecho a la libertad de expresión: "Las agresiones cometidas en contra de los periodistas tienen, precisamente, el objetivo de silenciarlos, por lo que constituyen igualmente violaciones al derecho que tiene una sociedad a acceder libremente a la información". En el Perú de hoy, los asesinatos de los periodistas Antonio de la Torre Echeandía (Radio Órbita), Alberto Rivera Fernández (Frecuencia Oriental), nos recuerdan que el cuadro de riesgo de la profesión y de ataques a los hombres de prensa que investigan y denuncian actos de corrupción es una realidad que nos alcanza y demanda una firme e inmediata respuesta estatal. Nos enfrenta, también, con el tema de la justicia y la impunidad. Las investigaciones contra los autores directos de los crímenes y aquellos funcionarios públicos --coincidentemente alcaldes--, a quienes se imputa haber contratado a los sicarios, ciertamente, han logrado avanzar, aunque lenta y parcialmente, tras superar los obstáculos puestos por los propios imputados y grupos de poder local. Así, en el caso del periodista La Torre Echeandía, la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Áncash condenó, entre otros, al alcalde de Yungay a 17 años de pena privativa de la libertad; y, tratándose del asesinato del periodista Rivera Fernández, la Sala Penal de la Corte Superior de Ucayali condenó a uno de los sicarios a 30 años de prisión. Además, como hoy se conoce, en una segunda causa penal por los mismos hechos, la fiscalía ha formulado acusación contra el alcalde de Pucallpa, Luis Valdez Villacorta, y solicitado la imposición de 20 años de cárcel. En el Perú de hoy, atravesado por una falta de legitimidad de la administración de justicia, lo avanzado en los tribunales del interior de la República no es poco, pero resulta parcial y, por supuesto, abiertamente insuficiente. Las cortes de provincia deben someter a inmediato proceso, y emitir la sentencia que corresponde, a quienes aún no han sido llevados a juicio, y a aquellos que estándolo, pretenden escapar de sus responsabilidades penales a través del poder local y económico con el que cuentan. Mientras ello sucede, hay que estar muy atentos y ser críticos de las resoluciones de la Primera Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema, que preside Robinson Gonzales, que parece ser el tribunal exclusivo para conocer de los recursos de nulidad en los casos de asesinato de periodistas que investigan actos de corrupción. Sobre todo a la luz de sus discutibles antecedentes jurisprudenciales. En ese sentido, hoy resulta "escandalosa" --como la ha calificado Reporteros sin Fronteras-- la resolución dictada por la Primera Sala Penal Transitoria que, pese al cúmulo de pruebas de cargo existente y al dictamen de la fiscalía suprema que solicitó el incremento del 'quantum' de la pena impuesta, ha absuelto a quienes, incluyendo al alcalde de Yungay, fueron inicialmente condenados por el asesinato del periodista la Torre Echeandía. Y, por cierto, merece ser tomada con pinzas la resolución de la Primera Sala Penal Transitoria recaída en la originaria causa seguida por el asesinato del periodista Rivera Fernández, en la que si bien se ha confirmado la pena de 30 años contra algunos de los autores directos, aún se encuentra pendiente de discusión y aprobación la responsabilidad de los inicialmente condenados empleados de la Municipalidad de Pucallpa, a quienes se pretendería imputarles el delito de lesiones y no el de homicidio, y rebajarles la pena a ocho años de cárcel. Decisión que, de prosperar, podría ser el anuncio o la coartada de ulteriores responsabilidades menores. El Estado tiene el deber de proteger a los ciudadanos. El Poder Judicial tiene la obligación de investigar, juzgar y -cuando concurre base probatoria de cargo-- condenar a los responsables. No hacerlo implica renunciar a conocer la verdad, un acto de denegación de justicia, una violación de los derechos de la persona y, en casos como los asesinatos de periodistas, también una transgresión al derecho de la sociedad a la libertad de expresión y a recibir información. Ronald Gamarra El Comercio, 5 de Setiembre de 2006