La satisfacción de dar Por Rubén A. Dalby, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. En el lado Occidental de China se encuentra el vasto territorio conocido como el Tibet. Allí se destacan orgullosamente los azules picos del Himalaya que, como una inmensa corona, dan majestuosidad al valle donde se encuentra situada la ciudad sagrada de Lasa. De sus monasterios milenarios salió para el mundo, como si fuese una orden de lo infinito, "LA LEY DE AMRA". Esta ley fue adoptada después por las civilizaciones antiguas y se transformó en una doctrina sagrada para la gente egipcia. Más tarde, los judíos la adoptaron en sus prácticas religiosas, siendo introducida finalmente a la Iglesia Cristiana. Esa ley natural reguladora que fue parte de las enseñanzas místicas de los primeros Rosacruces, se perpetúa a aún en nuestras enseñanzas al igual que otras leyes, como la ley de Causa y Efecto, o sea, la ley del Karma. La Ley de AMRA es una expresión de gratitud por un beneficio recibido de lo Cósmico, y los antiguos la explicaban en su forma más sencilla de la siguiente manera: "Como las ramas de un árbol devuelven la sabia a la raíz de donde vino, como un río derrama su corriente en el mar del cual provino, así el corazón del hombre agradecido se deleita al devolver el beneficio recibido". El reconoce sus obligaciones con alegría, mira a su benefactor con amor y agradecimiento y, si no estuviera en su mano el hacer retribución, mantiene el recuerdo en su pecho con amabilidad y no lo olvida en todos los días de su vida. "La mano del generoso es como las nubes del cielo que riegan la tierra, las frutas, las hierbas y las flores; pero el corazón del ingrato es como la arena del desierto que se traga con avidez las flores que caen en él, las entierra en su pecho y no produce nada. "No envidies al benefactor ni trates de ocultar el beneficio que te ha hecho, pues aunque es mejor que te deban y no que tú debas, y no obstante que el acto de la generosidad produce admiración, lo humano de la gratitud conmueve el corazón y es grato tanto a los ojos de Dios como a los ojos de los hombres. "Pero no recibas favor de la mano del orgulloso; nada debas al egoísta y al avaro; la vanidad del orgulloso te expondrá a la vergüenza; la avidez del avaro jamás estará satisfecha". Fue ese sentimiento de gratificación espiritual el que motivó a los antiguos a practicar la hermosa ley de AMRA, y así fue como se constituyeron los primeros constructores del Templo. Ellos querían agradecer los beneficios recibidos al concepto que tenían de Dios; entonces, anónimamente construían pilares, paredes y, en fin, todo lo necesario para que los Templos de adoración a DIOS reflejasen la grandeza espiritual y su agradecimiento por los dones recibidos. Después que prestaban su contribución a la construcción de los Templos, para su satisfacción personal estampaban un símbolo que sólo ellos reconocían para que les sirviese de estímulo y como indicativo de su contribución hecha a la causa divina. AMORC recomienda continuamente que se ponga en práctica la Ley de AMRA. Si usted ha pedido una mejoría en su salud, el alivio de algún dolor o sufrimiento, o si ha recibido como regalo alguna cosa material o la ayuda para mejorar sus negocios y su posición social, entonces, de acuerdo con esta milenaria Ley, está moralmente obligado a separar una pequeña cantidad de dinero o algún elemento material que pueda ser usado para hacer feliz a otra persona o para que esté en paz con el mundo. Los antiguos Rosacruces creían que si no hacían una compensación después de haber pedido algo a lo que ellos llamaban la Catedral del Alma, en el futuro la persona no podía solicitar al Cósmico otra dádiva. El Dr. H. Spencer Lewis sugería que cuando se hiciese algún contacto con el Sánctum Celestial y se solicitaran ayuda y bendiciones para sí mismos o para algún allegado, se adoptase la ley de AMRA en forma voluntaria. El sugería que en un pequeño sobre o en una caja se depositaran algunas monedas cada vez que se recibiera una respuesta a las peticiones. Las pequeñas cantidades depositadas debían conservarse como un fondo sagrado y jamás debería extraerse nada con un propósito personal o egoísta. Al final de un período de 30 o 60 días, el dinero reunido debía ser empleado para ayudar a alguna persona enferma, a un niño que necesitase alimentación o debía ser entregado a alguna organización filantrópica para que ésta lo usase en beneficio de los necesitados. Otra recomendación de nuestro anterior Imperator era que este dinero fuese donado como ayuda para la construcción de algún Templo destinado a acercar a la humanidad a un nivel más elevado de conciencia, en donde el hombre pudiese estar en comunión con su concepto individual de DIOS. Hay quienes piensan que la ley de AMRA sólo puede practicarse por medio de dádivas materiales. Los antiguos ponían en práctica esta ley dando consuelo a aquellas personas que lo necesitaban. En la Biblia Cristiana se destaca la importancia que se le daba a ayudar a las viudas. La sociedad de aquellos días trataba de mitigar la soledad que provoca la desaparición del ser querido y también ayudaba a la persona a que diera los pasos necesarios para ajustar su vida a las nuevas condiciones que le imponía el haber perdido el sostén de la familia, al señor de su hogar. No hay palabras con las que se pueda describir la alegría interior que siente aquel que con benevolencia practica la caridad y que al repartir parte de los bienes materiales que posee, siente la satisfacción de haber contribuido a la obra del MAESTRO. A la hermana Teresa, ganadora del premio Nobel de la Paz por su labor en pro de los desvalidos de la India y del mundo, se le preguntó en una entrevista que se le hizo por la televisión en qué forma debía hacerse la caridad; y ella, con esa dulzura y con ese dinamismo que la caracteriza, dijo: "debemos dar hasta donde nos duela". Se vio la cara de sorpresa de quienes la entrevistaban y pienso que muchas personas que tuvieron la oportunidad de ver esa entrevista pensarán en lo difícil que es dar en una forma tan extremada como la presentó la venerada y respetada Madre Teresa. He pensado muchas veces en el alcance de sus palabras y he llegado a la conclusión de que quizás sólo el que tiene la disciplina de un santo puede dar hasta donde aquello que da representa una necesidad para sí mismo. Los místicos de antaño recomendaban practicar la caridad y poner en práctica la bella ley de AMRA, pues entendían que: "en la medida en que des, así recibirás". Pienso que es tan necesario dar parte de las riquezas materiales que recibimos, como lo es dar parte del más preciado don que poseemos, que es la expresión del amor divino. Debemos expresar el amor en todas nuestras actividades. Debe ser parte importante de nuestro período de meditación diaria enviar pensamientos de amor hacia toda la humanidad sin discriminación de ninguna especie, como la radiación de la luz de una lámpara en un cuarto oscuro. Así, irradiando amor, haremos caridad a manos llenas y entonces pondremos en práctica la parte que nos corresponde de la ley de AMRA, contribuyendo con nuestro granito de arena a la construcción de un templo material, pues el templo espiritual está funcionando ya en toda su expresión de amor y de caridad. Para crecer espiritualmente es necesario que comprendamos las distintas leyes que rigen la Naturaleza; como dije antes, una de ellas es la ley de AMRA. Practiquémosla en sus dos aspectos: el material, como se explicó antes, es separar unas monedas cada vez que se reciba una dádiva cósmica; y en el aspecto espiritual, regalando una sonrisa, consolando a quien está sufriendo y se nos acerca a contarnos su problema; y en un ámbito más amplio aún, enviemos diariamente emanaciones de amor desde esa fuente inagotable que tenemos dentro. Desde lo más profundo de nuestro ser, irradiemos ondas de amor para que ellas circunden nuestro mundo y eleven el nivel de conciencia de la humanidad, a fin de que exista Paz y Armonía en el Universo.