8. Jesús es abandonado por sus apóstoles

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8.
Jesús es abandonado por sus apóstoles
1. Puesta en escena
2. Introducción
Ser conscientes de que seguir a
Jesús, por no hablar de ser misioneros, no es fácil. A veces
nuestras debilidades, fracturas,
pecado y fallos personales se
interponen en nuestro camino.
A veces otras personas pueden ser piedras de tropiezo. A veces otros
Oblatos, “aquellos con los que compartimos el pan y la eucaristía
cada día”.
3. Himno
4. Oración
5. La Palabra de Dios – Marcos 14, 48-52
Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Cómo contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días estaba
junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero
es para que se cumplan las Escrituras.» Y abandonándole huyeron
todos. Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen.
Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.
6. Tiempo de silencio para la reflexión
7. Respuesta a la Palabra de Dios: canto, salmo u oración
8. Textos oblatos
– «Escogidos para anunciar el Evangelio de Dios» (Rom 1, 1), los
Oblatos lo dejan todo para seguir a Jesucristo. Para ser sus cooperadores, se sienten obligados a conocerle más íntimamente, a identificarse con Él y a dejarle vivir en sí mismos. Esforzándose por reproducirle en la propia vida, se entregan obedientes al Padre, incluso
hasta la muerte, y se ponen al servicio del pueblo de Dios con amor
desinteresado. Su celo apostólico es sostenido por el don sin reserva
de la propia oblación, oblación renovada sin cesar en las exigencias
de su misión (C. 2).
– Fui alistado en su milicia desde mi nacimiento en el momento del
bautismo, pero apenas tuve el uso de razón, seducido por el enemigo fui a precipitarme a sus filas. Pronto me volvieron a llamar a mi
deber, pero mi estancia entre los rebeldes, acostumbrándome a la rebeldía, me había hecho gustar la independencia y a pesar de vivir en
el campo del Rey, de ser alimentado en su mesa, conservaba sin embargo culpables inteligencias con el enemigo. Esa infidelidad me llevó pronto a una defección abierta, y de nuevo abandoné las banderas de un Príncipe para combatir en las filas enemigas. Demasiado
me signifiqué allí; poco faltó para que superar a los más hábiles; a
excepción de una, todas sus maniobras me eran familiares, y esa
misma, hacía lo que, gracias a Dios, había conservado una especie de
repugnancia, la hubiese sin duda abrazado al final, si el Señor que
desde entonces tenía sus designios sobre mí no me hubiese reservado de esa última desgracia. Ese Príncipe generoso me espiaba para
salvarme, me agarró en un desfiladero, cuando menos pensaba en él,
y atándome más con los lazos de su amor que con los de su justicia,
me devolvió a su campo. ¡Ya otra vez había huido de él, ciego e insensato que era! ¡Pero esta vez fue para siempre, sí para siempre!
Desaparezca para siempre el recuerdo de mi rebeldía, o más bien
que no lo olvide mientras viva, porque nada es más capaz de apegarme a mi Rey como el pensamiento de mi felonía y de su clemen-
cia. ¡Ah! me hubiese estimado feliz si perdonándome mi crimen, me
hubiese confinado entre los esclavos encargados de los más bajos
empleos de su ejército, pero no, prodigio de bondad, me elevó al
más alto rango de su milicia, me ha investido de un mando superior.
¡Ah! a mí me toca ahora, sostenido por su gracia,, a no defraudar su
esperanza. Sí, mi Rey, me parece que ardo en el deseo de señalarme
con algún brillante hecho de armas, que todo mi deseo es el de lavar
con mi sangre la vergüenza de mis defecciones pasadas y de demostraros, si hace falta, combatiendo por vos que vuestra magnanimidad ha sabido triunfar de un ingrato y de su perfidia. Dejando de lado toda metáfora, he sido pecador, gran pecador… (Eugenio de
Mazenod, Retiro hecho en el seminario de Aix, en diciembre de 1814,
meditación trece).
9. Para profundizar en el tema
Perseverar puede parecer a veces algo externo: “Aquí estoy, aquí me
quedo”. En el contexto, significa sobre todo la disposición interior de
fidelidad. Persevero porque amo, aunque puedan cambiar las actitudes sensibles de mi corazón. Comprometo la parte más estable y
más profunda de mi ser, esa parte que, de algún modo, trasciende el
tiempo y puede mantenerse inalterable. Empeño, pues, ante todo la
parte espiritual de mi ser. Al mismo tiempo, por supuesto, me compro- meto a esforzarme por orientar mi sensibilidad en la misma dirección (F. Jetté, O.M.I. Hombre apostólico. Comentario de las Constituciones y Reglas oblatas de 1982, Roma 1992, pág. 121).
10. Compartiendo nuestra fe
– ¿Estamos firmes o a veces perdemos la esperanza y, como los
apóstoles, nos sentimos tentados de huir de la Misión que Cristo nos ha confiado?
– ¿Reconozco en mis propios fallos y debilidades una participación en la cruz de Cristo? ¿Cómo?
– ¿Recurro regularmente al sacramento de la reconciliación?
– ¿Tengo algún hermano con el que confrontar mi camino espiritual?
– ¿Sé perdonar los errores, las debilidades y las limitaciones de
los hermanos de comunidad?
11. Compromiso personal y comunitario
12. Oración final
¡O Jesús, mi buen Maestro! echad una mirada compasiva sobre vuestro pobre servidor. Me parece que si me preguntaseis como en otro
tiempo al Príncipe de los Apóstoles ( que ese amor ardiente por vos
me ha hecho tomar como patrono de elección), me parece que contestaré como él : "Si, Señor, os amo". Pero no esperaría una tercera
pregunta para quedarme inquieto sobre la sinceridad de ese amor
que os he profesado, consagrado, porque lo repito, temo equivocarme y que mientras que yo creo amaros, vos veáis, vos Luz increada
que alumbra los más oscuros rincones de mi corazón, que leéis en sus
más secretos repliegues, que sondeáis los corazones y los riñones, vos
veáis que no es eso en absoluto' ¡O
Señor mío, o Padre mío, o mi amor!
Haced pues que os ame; no pido otra
cosa, solo eso, porque sé bien que ahí
está todo dadme vuestro amor. (Eugenio de Mazenod, Notas tomadas durante el retiro hecho en Amiens, en diciembre de 1811, para prepararse para el sacerdocio)
13. Bendición y canto
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