2000-04-30 Título del sermón: Un hombre de desesperanza, un hombre de esperanza Versículo de la Biblia: Juan 3:16-21 En el mundo existen 600 millones de diferente raza humana, pero para Dios existen solamente dos especies. Uno el que vive con la tumba de desesperación y el otro el que supera la desesperación con resurrección, vida y esperanza. Dios no creó al hombre con desesperanza; pero por la rebelión misma del hombre, cayó al estado de desesperanza. Un filosofo danés Kierkegaard dijo “el hombre está enfermo de la enfermedad de la muerte”. ¿En qué sentido el hombre padece de desesperanza? Primero, enfermedad de la muerte, es decir, el hombre tiene la desesperación por la caída. Por la ruptura de la relación con Dios, el hombre empezó a padecer de la enfermedad de sentimientos de culpabilidad. Pues, el pecado tomó posesión del hombre. Se convirtió en esclavos del pecado, por más que se esfuercen no pueden vivir justamente, ni guardar la justicia y la ley. Pues, el hombre comete pecado consciente o inconscientemente en la relación de padres e hijos, entre esposos, entre vecinos. Luego se contaminan de los sentimientos de culpabilidad y sufren consecuentemente. Lo peor es que, aunque padecen de ella no pueden liberarse; no encuentran solución a sus situaciones embarazosas entre padres e hijos, entre esposos y entre vecinos. Como si esto fuera poco, cada día que pasa siente más sentimiento de culpabilidad que lo ahoga. En Romanos 3:10 dice “Como está escrito; No hay justo, ni aun uno” Y en Romanos 3:23 dice “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. De manera que el hombre vive toda su vida oprimido al pecado y así parte del mundo. Eso no es todo, viven con sentimiento de vacío y de nada. Viven apresuradamente para no pensar en el verdadero valor de la vida. Dicen que la vida es comer, beber y dormir. Al parecer pensamos que es así. Pero la vida no sólo nos da cosas buenas. Cuando experimentamos fracaso, desesperación y desaliento, o cuando nos sentimos solos y abandonas, tal vez perdemos a un ser muy querido; entonces experimentamos una gran tormenta en nuestra alma, que causa vacío y el sentimiento de nada. Nos preguntamos ¿qué es la vida? Muchas veces llegamos a entender que aunque nos esforcemos lo que obtenemos a la postrer es vacío y el sentimiento de nada. Así dijo el predicador en Eclesiastés 1:2-3 “Vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?”. Y nosotros lo sentimos en lo profundo. No sólo esto, sino que también nos sentimos impotentes ante el destino. Sentimos una gran fuerza que es el destino que nos guía por do quiera. Por mucho que nos esforcemos desde la temprana hora de la mañana hasta tarde, aunque nos alimentemos con sudor en la frente, lo que no ha de ser, nunca será. Un poeta japonés quien había vivido en mucha pobreza y necesidad, dejó un poema sobre su estado de vida. Dijo “Aunque trabajo y trabajo no mejoro mi situación, entonces pienso que es mi destino vivir así, entonces busco a un quiromántico”. Hermanos, la impotencia ante el destino es una fuerza que todos nosotros lo sentimos, ante el destino, nuestros esfuerzos y la voluntad se convierten en nada; por mucho que resistamos, será como luchar contra una gran ola con nuestros cuerpos, o querer desmenuzar una roca con los puños, así es de arriesgada. Como si esto fuera poco, mientras avanza el tiempo de nuestra edad, este sentimiento de temor crece aún más. De modo que muchos buscan en especial en el Año Nuevo, a los adivinadores, quirománticos y fisionomomistas. ¿Por qué? Por su impotencia ante la fuerza del destino y el temor que sienten por ella los hace buscar a ellos. El hombre no puede vencer las fuerzas del destino con su propia fuerza. En Santiago 4:14 dice “ ¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”. En Salmos 144:4 dice “El hombre es semejante a la vanidad< sus días son como la sombra que pasa”. Asimismo el hombre padece de desesperación ante la muerte. La muerte es el punto final de la vida del hombre. Pues, tratan de no pensar sobre el tema; la muerte es echada fuera del pensamiento consciente. Porque la muerte es una desesperación absoluta y ante ella, el hombre no puede hacer nada. Aún así estamos siempre rodeados de la sombra de la muerte. Tal vez por un accidente de avión, o de tren, o de automóvil, o trabajo, o en fábrica, la muerte nos alcanza. Tal vez muera repentinamente por una enfermedad, tal vez una persona que estaba bien hasta hace poco, se aleja de nosotros por un ataque al corazón. De manera que estamos siempre rodeados de la sombra de la muerte que a la final nos tragará. Los descendientes de Adán, desde el día que llegan al mundo sufren de una enfermedad incurable que es la desesperación y mueren por ella. En Ezequiel 18:4 dice “He aquí todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá”. En Romanos 6:23 dice “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. ¿Quién nos podrá sanar de esta enfermedad incurable? Sin haberse tratado esta enfermedad de desesperación, no hay felicidad, ni gozo, ni poder, ni posición, ni honor para nosotros. Porque el gozo llega y desaparece como los vientos de la primavera, pero la tristeza echa raíces dentro de nuestro corazón. Entonces ¿cómo podremos superar esta desesperanza? Segundo, sabemos que el hombre desde el comienzo de la historia hasta ahora, están esforzándose inmensurablemente para superar esta situación. Pero esto es tratar de aprender una manera de vida, ignorando las situaciones desesperantes. Dicen “aunque la desesperanza me rodea, no pensaré en ella”. Es como un avestruz que huye del cazador, él esconde su cabeza bajo las arenas, porque él no lo está viendo, piensa que el cazador tampoco le verá. Pero termina cazado. Los animales optan por esconder su cabeza cuando se encuentran en una situación desesperante, así también el hombre que está al borde de la desesperación opta por ella. Pero esto es una manera de vivir la vida con los instintos de los animales. La desesperanza no desaparecerá, le estará esperándole al cruzar la calle. En Salmos 49:20 dice “El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen”. Por consiguiente, aunque ignoremos la desesperanza, ella no desaparecerá. Existen otras clases de personas, ellas viven resignados al destino. Una persona intelectual, al ver la desesperación, sabiendo su límite se rinde ante ella. Dicen luego “así es la vida, es el destino, no hay nada más que se pueda hacer”. Esto puede ser una manera de superar la desesperación. Aún otros con su inteligencia tratan de superar la desesperación. Los filósofos tratan de explicar la desesperación con la sabiduría humana y se esfuerzan para saltar la desesperación. Un filosofo famoso chino, un día estando en el patio de su casa se puso a tocar tambor con sumo alegría. Entonces un vecino se acercó y le preguntó ¿está usted alegre por algo? Sí, estoy alegre, mi esposa está muerta, ella según la orden de la naturaleza llegó al mundo, creció, se casó conmigo y murió según la ordenanza de la ley. De modo que estoy tocando este tambor con alegría. Esto era una forma de superar su situación desesperante. En Colosenses 2:8 dice “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”. Con los conocimientos básicos, tratan de solucionar los problemas de desesperación es necio. Aún otros buscan la religión. ¡Cuánta religión hay en el mundo!. Hay tanta religión en este mundo que es imposible enumerarlas. Así los hombres tratan de solucionar su situación desesperante con la religión; mediante penitencias, o tratan de buscar la salvación en diversos dioses. En Hechos 17:24-25 dice “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas”. Pero aún así, el hombre no busca a Dios, pero siguen a los dioses paganos y a las diversas religiones para superar sus desesperaciones. Lo cierto es que la desesperanza es una pared muy alta para superarlo con estos esfuerzos. Por mucho que trate de saltar y saltar todo será en vano. En Hebreos 9:27 dice “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. Tercero, quiero pensar ahora sobre la salvación que viene de Dios. En Juan 3:16 dice “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Lo que nosotros necesitamos es un salvador que nos saque de la desesperanza. Porque no hay manera de salvarnos por nuestros esfuerzos; estamos ahogándonos, y no podemos salir de ella, no nos sirven las ramas, lo que necesitamos es una persona que nos saque de allí. Porque con nuestras fuerzas o esfuerzos no podemos salir de este mar de desesperanza. En Amos 5:4 dice “Pero Así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis”. Y en Salmos 62:5 dice “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza”. La salvación viene de Dios y del cordero que está sentado a la diestra del padre. Dice la Escritura que de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su unigénito; aquí llegó un hombre que no tiene desesperanza en su corazón. Hace dos mil años atrás llegó Jesús, un hombre que no padece de desesperanza, un hombre nuevo. En él no hay desesperanza, él no padece de la enfermedad que lleva a la muerte que es la desesperanza. En Juan 1:18 dice “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del padre, él le ha dado a conocer”. El unigénito de Dios llegó al mundo, él demostró que no padecía de desesperanza mediante su vida y el ministerio. Porque él no padecía de desesperanza puede salvar a muchos que padecen de ella; ciertamente salvó a los pecadores, a los endemoniados, sanó a los enfermos, revivió al muerto, alimentó al hambriento, entregó esperanza al que carece de ella. Hermanos, el que tiene puede ayudar al que carece, no así el pobre. Porque Jesús carece de desesperanza puede ayudar a la que padece de ella. En Lucas 4:18-19 dice “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a lo oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”. Así extendió el Señor su mano de salvación a la humanidad pérdida. Jesucristo tomó por último la desesperanza del hombre y se ofreció en ofrenda en la cruz. Para pagar toda nuestra desesperanza, él tomó la desesperanza del hombre y murió en la cruz. Cuando él oró en Getsemaní, Dios le había entregado una copa llena de desesperanza de los hombres. Les pidió tomar la copa, les pidió morir por la humanidad. Él sintió escalofrío, porque él carecía de muerte y de desesperanza; pero dada la circunstancia, tenía que tomar la desesperanza de los hombres, y experimentar la muerte. Así Jesús habló a Dios, “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Pero Dios ordenó que bebiera la copa; así pues Jesús tomó la copa de desesperanza y de pecado, fue maldito y maltratado por los soldados romanos, azotado y crucificado en lo alto de una cruz, le clavaron las manos y los pies. La crucifixión de Jesús tiene gran significado, fue para pagar toda desesperación y el pecado del hombre. En Gálatas 1:4 dice “El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre”. Jesús pagó por todo nuestro pecado de desesperanza, todo sentimiento de culpabilidad. Ante el Señor estamos libres del pecado de la desesperanza, ahora nadie podrá acusarnos como pecador, porque la sangre preciosa de Jesús da testimonio de ella. Antes que el pecado, Jesús nos viste de la vestimenta de justicia. Jesús también pagó por los sentimientos de vacío y de nada. ¡Cuánto sentimiento de desesperación no sintió Jesús, cuando fue abandonado por Dios!. Él clamó diciendo “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?”. En II Corintios 5:17 dice “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”. Ahora estamos libres de los sentimientos de vacío y de nada, porque estamos llenos de la vida que nos da Dios. Jesús pagando todo sentimiento de vacío y de nada en la cruz, nos entregó un nuevo cielo, una nueva tierra y un nuevo Jerusalén. Asimismo, él nos ayuda a vencer la desesperación ante el destino. Anteriormente pensábamos que el hombre es arrastrado por do quiere según como sople el viento, pero mediante Jesús, llegamos a conocer al Padre y comprendimos que Dios nos cuida como nuestro pastor. Ya que Dios nos cuida, ya no somos juguetes del destino. En I Corintios 2:9 dice “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. Jehová provee, nosotros no sabemos lo que pasará, pero él lo sabe y prepara una salida. En él no hay temor ni incertidumbre ante el destino; no hay necesidad de buscar a los adivinadores, ni ver el horóscopo. Porque si vivimos con nuestro Dios, él nos librará del lazo del cazador y de la mortandad. Si moramos bajo la sombra del Omnipotente, su verdad será para nosotros escudo y adarga, por tanto no temeremos el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a su lado mil, y diez mil a su diestra, pero a nosotros no llegará. ¿Por qué? Porque Dios es nuestro Padre. Y la Escritura dice “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Por consiguiente, debemos dar gracias no sólo en situaciones buenas, sino también en las malas; aún llorando debemos dar gracias, porque estamos libres del lazo del destino. Tome la mano de Dios y tenga certeza en su corazón, porque Cristo abrió el camino por nosotros. También estamos libres de la desesperación de la muerte. En Romanos 8:2 dice “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. En lugar nuestro murió Jesús en la cruz; sin embargo, venciendo la muerte y el Hades resucitó de entre los muertos. Dice “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Teniendo al Señor dentro nuestro, la muerte y el valle de sombra serán destruidos; en su lugar estaremos llenos de la gloria de resurrección, de vida y de luz. Cuando Jesús dijo “consumado es”, mediante Jesús toda la desesperanza del hombre fue conquistada. En I Pedro 1:3 dice “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. Ya nosotros no padecemos de la enfermedad de la muerte, de la desesperación; mas tenemos esperanza de sanidad en el Señor. Cuando una persona tiene esperanza, tiene fuerza para vencer cualesquiera adversidades. Una vez leí un artículo escrito en una guerra por el Doctor Evans. Un soldado llegó al hospital del ejército gravemente herido, sin esperanza de que recuperara. Sin embargo, el director de médico pronunció una palabra sin pensar “si este soldado sobrevive hasta la madrugada de mañana, tiene esperanza”. Este soldado al escuchar esta palabra de aliento, se asió de ellas; luchó para sobrevivir hasta la madrugada; luchó arduamente contra la muerte, empezaron a pasar las horas y en él empezó llenarse de vida. Porque tenía esperanza. Una palabra pronunciada aunque sin pensar, infundió esperanza al enfermo; entonces tanto más el creador del cielo, la tierra, y todas las cosas que en él hay, en Jesús tenemos esperanza. Actualmente las viruelas están desapareciendo, esto es que nos vacunamos prevenidamente; así los niños desde que nacen son vacunados contra ciertas enfermedades. Esto nos enseña que Jesús es nuestra vacuna contra la desesperanza; si permitimos que nos vacune Jesús, la desesperanza será curada. En Juan 3:36 dice “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. Hermanos, nosotros clasificamos al hombre de asiático, europeo, africano, blanco, negro, amarillo, guapo, feo, fracasado, exitoso, hombre, mujer, ect. Pero estas clasificaciones no tienen gran valor ante Dios. La verdadera diferencia ante Dios es que dicen que están vivos, pero están muertos; dicen que están vivos y realmente lo están; o están enfermos de la enfermedad que lo lleva a la muerte, o están sanados, o viven con desesperanza, o tienen esperanza, el que tiene salvación y el que no, el amado y el abandonado, el que va al reino de Dios y el que no. El punto de partida para esta clasificación es Jesús, él es la vacuna para nuestra alma, si recibe al Señor como su salvador personal, será sanados de su desesperación, y volverá a nacer, porque es necesario que vuelva a nacer como nueva criatura para experimentar la vida eterna, la esperanza. Aunque los sufrimientos de la desesperación sean tan inmensos, serán desmenuzados al encontrarse con Jesús en nuestra vida, entonces estaremos firmes en la roca de la esperanza. Jesús es nuestra esperanza, él es nuestro gozo eterno. No hay otra bendición mayor que tener fe en Jesús, ni éxito, ni futuro fuera de él. Le pido que viva, duerma, trabaje, y gloríe de Jesús, para que estén eternamente en el regazo de Dios. Oración Dios llenos de amor y santo, hay gente que dicen que están vivos, pero están muertos; ellos llevan la tumba de desesperación dentro de su vida. Esto no es la verdadera vida; pido que todo reciban a Jesús en su vida y vivan realmente. No sea como los necios que se dirigen a la muerte con la enfermedad de desesperación, mas tenga sanidad, gozo y esperanza. ¿Qué provecho tiene la vida del hombre que viva mil años sin salvación? Lo contrario, si tiene la salvación, aunque viva un mes será de gran provecho y bendición. Ayúdenos Señor, a no ser desamparado, mas seamos amados y que nuestros pasos sean guiados por ti hacia el reino de Dios. Dios pido que todos sean sanados de su desesperanza con la vacuna que Jesús les brinda. Oramos en el nombre de Jesús. Amén.