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GODOS
Wenceslao Calvo (11-03-2011)
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Evangélica Pueblo Nuevo
Godos es el nombre de un pueblo de tronco germánico que construyó poderosos reinos cristianos sobre las
ruinas del imperio romano de occidente.
Origen e historia
Primer contacto con el cristianismo. Ulfilas
Alarico. Asentamiento en el imperio romano
Relaciones con los romanos y la Iglesia
Los reyes godos
Los visigodos
Origen e historia.
Su hogar original parece haber sido Escandinavia y las tierras al sur del Mar Báltico, que se corresponden a la
actual Polonia. Hacia el año 150 los godos escandinavos emigraron hacia el sur a Silesia, desde donde
presionaron sobre la orilla septentrional del Mar Negro. Allí entraron en conflicto con la decadente fuerza del
imperio romano y en una serie de campañas devastadoras arrasaron Tracia, Grecia y partes de Asia Menor. El
emperador Aureliano (270-275) les entregó la región septentrional del Danubio, donde durante un siglo
permanecieron pacíficamente.
Mapa de las invasiones bárbaras
Primer contacto con el cristianismo. Ulfilas.
Los godos entraron en contacto con el cristianismo como resultado de sus frecuentes expediciones de pillaje en
el imperio. En el año 276 llevaron a varios cristianos cautivos desde Capadocia y poco después sabemos de un
sacerdote sirio, de nombre Audio, que fundó varias iglesias pequeñas entre ellos. La nueva fe hizo apreciables
progresos debido al carácter tolerante del pueblo, pero aunque el número de convertidos creció rápidamente las
enseñanzas cristianas ejercieron poca influencia en el espíritu guerrero de la nación, hasta la llegada de Ulfilas.
Éste, descendiente de los cristianos cautivos de Capadocia del año 276, fue consagrado obispo de los godos por
Eusebio, el obispo arriano de Nicomedia de Antioquía en el año 341, por lo que esta forma herética del
cristianismo se introdujo entre ellos. Ese mismo año la tormenta de la persecución estalló sobre los cristianos
convertidos. En el año 348 Ulfilas trasladó sus seguidores a través del Danubio a Moesia, donde siguieron una
pacífica vida pastoril. Sin embargo, Ulfilas no abandonó sus trabajos misioneros entre los godos al norte del
Danubio, en el curso de los cuales puso la lengua goda por escrito, realizando su traducción de la Biblia. La
completa conversión de los godos al cristianismo se efectuó cuando la presión de los hunos les indujo a cruzar el
Danubio y buscar un asentamiento dentro de las fronteras del imperio. De esta manera la mayoría de la nación,
bajo el liderazgo de Fritigern, se quedó en 376 con la aprobación de las autoridades romanas. Una porción de la
nación bajo Atanarico permaneció al norte del Danubio. Los ostrogodos habían sido conquistados y en cierto
grado incorporados por los hunos.
Alarico. Asentamiento en el imperio romano.
La perfidia de los oficiales romanos empujó a los godos a tomar las armas contra el imperio y en la batalla de
Adrianópolis (9 de agosto de 378) derrotaron a un ejército mandado por Valente, emperador del este, quien
perdió su vida en el combate. Bajo Alarico, hacia el año 395, por primera vez parecía que los godos estaban
totalmente cristianizados y unidos; su credo era el arriano, una circunstancia de la mayor importancia en su
influencia sobre los destinos de los futuros reinos godos. La ambición de Alarico era obtener para su pueblo un
hogar legalmente asegurado, dentro de los límites del imperio y por eso mismo, tras arrasar el Peloponeso, se
volvió en el año 400 contra Italia. Rechazado por Stilicho en Pollentia y Verona hizo un segundo intento en el
año 408 sobre las provincias de Nórico, Iliria y Panonia, fracasando de nuevo. En el año 410 invadió Italia y el
terror godo sacudió a Roma, revelando al mismo tiempo un espíritu de moderación que puede ser tomado como
prueba de la sinceridad de su fe cristiana. Alarico murió antes de que acabara ese año. Bajo su sucesor, Ataúlfo,
los godos dejaron Italia y se fueron a la Galia, pero fue sólo bajo el siguiente gobernante, Walia, que el objeto
por el cual Alarico había luchado se obtuvo. Aquitania Secunda, la tierra entre el Loira y el Garona, fue dada a
los godos como fæderati del imperio, en sujeción nominal, hasta la caída de Rómulo Augusto (476), tras lo cual
fueron completamente independientes. Mientras tanto, los ostrogodos se habían liberado del yugo de los hunos
tras la muerte de Atila; unidos bajo Teodorico entraron en Italia en el año 489, vencieron a Odoacro, capturaron
Rávena en 493 y construyeron un reino bárbaro en la península.
Relaciones con los romanos y la Iglesia.
Pero entre los visigodos de Francia y los ostrogodos de Italia había una clara línea de división entre los
conquistadores y sus súbditos romanos. Los godos retuvieron su organización militar y como Estado armado
vivieron principalmente en el campo, dejando las ciudades a los romanos. En las ciudades surgió una nueva
aristocracia, a la cabeza de la cual estaba el obispo católico en quien recayó con el tiempo una gran medida de
autoridad. La Iglesia logró el prestigio del imperio y asumió el rol de protector de los romanos contra sus amos
extranjeros, mientras que al mismo tiempo la preeminencia de Roma como capital del orbe cristiano católico fue
un hecho. Los godos arrianos estaban en claro contraste con la espléndida organización de la Iglesia católica; su
vida espiritual era más elevada que la de sus oponentes y sus normas morales eran superiores. Eran más
tolerantes y su teología era simple y basada en la Escritura. ComoSaqueo
nación de
joven
rechazaba
ascetismo y el
Roma
por los el
bárbaros
monasticismo. Pero por otro lado su clero, aislado del saber del mundo antiguo, era inferior al católico y con el
paso del tiempo degeneró. Más que esto, la Iglesia arriana no tenía unidad pues cada reino godo poseía su
Iglesia nacional.
Los reyes godos.
Sobre ambas iglesias afirmaron los reyes godos sus poderes soberanos. Teodorico intervino en contestadas
elecciones papales y ejerció el derecho de destituir a los obispos. Entre los visigodos de Francia y España la
decisión de los sínodos nacionales necesitaba la confirmación real. Pero aunque las relaciones entre el rey y sus
seguidores aliados estaban simplificadas por la dependencia inmediata de éstos a su soberano, su política hacia
los católicos se hizo difícil, por el hecho de que el ejercicio justificado de su autoridad podía ser denunciado
como persecución y desembocar en dificultades con el poder de los bizantinos y los francos, en quienes los
súbditos de los gobernantes arrianos buscaban protección. De hecho, por más tolerantes que los gobernantes
arrianos puedan haber sido, sus obispos católicos se asociaban en conspiraciones crónicas con poderes
extranjeros, forzando a su soberano finalmente a actuar con violencia. Esto está ejemplificado en el caso de
Teodorico, quien, como arriano, gobernó imparcialmente sobre arrianos y católicos. Durante la primera parte de
su reinado la persecución de los arrianos por los emperadores bizantinos Justino y Justiniano hizo que
Teodorico enviara una embajada a Constantinopla para interceder por sus seguidores creyentes. La misión acabó
en fracaso, pero el obispo de Roma, Juan, quien era uno de los embajadores, fue recibido con honores
conspicuos. El hecho provocó el resentimiento de Tedodorico, siendo Juan encarcelado y ejecutados varios de
los senadores romanos principales, entre los cuales estuvieron Boecio y Símaco. La enemistad que había
estallado entre godos y romanos preparó el camino para la derrota del reino por los bizantinos bajo Belisario y
Narsés.
Los visigodos.
En el reino visigodo las relaciones entre las dos facciones fueron más amistosas al principio, debido al hecho de
que los godos habían llegado a la Galia como defensores de las provincias contra la invasión extranjera. Las
disensiones aparecieron primero bajo Eurico (460-485), quien fue impulsado por necesidades políticas a tomar
medidas violentas. El peligro apareció cuando Clodoveo, rey de los francos, convertido al catolicismo y tras
derrotar a los romanos en la Galia bajo Siagrio (486), comenzó su ataque al reino visigodo. Alarico II (485-507)
procuró ganarse la buena voluntad de sus súbditos católicos mediante una política de suavidad y concesión, pero
se vio obligado a la persecución por las traidoras negociaciones entre sus obispos y los francos. En la batalla de
Vouglé perdió la vida y el reino y aunque la intervención de Teodorico salvó un remanente del poder visigodo
en Francia durante un tiempo, el fin llegó bajo Amalrico (531), cuando el reino visigodo quedó restringido a la
península Ibérica. En España hubo un período de quietud comparativa durante el cual la Iglesia católica avanzó
gracias a la tolerancia que disfrutó, confirmando su poder, mientras la monarquía goda se debilitaba por la
batalla entre los gobernantes y los nobles rebeldes. Tras la caída de los reinos vándalo y ostrogodo y la
conversión de los suevos y los burgundios, los visigodos eran el único pueblo germánico de fe arriana.
Leovigildo (569-586) restauró el antiguo esplendor del reino, poniendo a toda la península Ibérica bajo su
poder, pero su hijo Recaredo (586-601) abrazó la fe católica y por lo tanto inició un proceso de rápida
asimilación entre godos y romanos, que tuvo como resultado el desarrollo del pueblo español. La Iglesia y el
Estado quedaron estrechamente unidos y las ascendencia del uno sobre el otro dependió enteramente de la
personalidad de los reyes. Sin embargo, éstos mostraron poca capacidad para detener las fuerzas de desorden y
disolución. Diecisiete reyes gobernaron durante el último siglo del poder visigodo y así llegó el año 711, cuando
el ejército godo bajo Rodrigo fue vencido por los árabes mandados por Tarik.
El siguiente texto describe la conversión visigoda al catolicismo:
'Por numerosos visitantes venidos de España nosotros hemos sabido que recientemente el rey
Hermenegildo, hijo de Leovigildo, rey de los visigodos, se convirtió de la herejía arriana a la fe
Conversión de Recaredo, por Muñoz i Degrain. Palacio del Senado, Madrid
católica, instruido por el muy reverendo Leandro, obispo de Sevilla, con el que me une desde hace
tiempo una íntima amistad.
El padre arriano intentó hacerle volver a esta herejía, haciéndole promesas para persuadirle y
amenazándole para asustarle. El respondió con firmeza que no abandonaría la verdadera fe ahora
que la había conocido. Disgustado, su padre le destituyó de la realeza y le privó de todos sus bienes.
Después de esto, como no podía quebrantar su firmeza de ánimo, lo encerró en un calabozo
estrecho con grilletes en su cuello y muñecas. El joven rey Hermenegildo, despreciando el reino
terreno, buscaba el celestial con poderoso anhelo. Yacía, encadenado, sobre un cilicio, rogando con
efusión a Dios todo poderoso que le diese valor. Él desdeñaba con tanta mayor decisión la gloria de
este mundo transitorio, pues, cargado de cadenas, conocía el poco valor de los bienes que le podían
ser confiscados.
eclesiásticas
de la
visigoda,
de lade
Crónica
Albeldense,
Cuando llegó el Dignidades
día de la festividad
pascual,
enIglesia
el silencio
de lo miniatura
más profundo
la noche,
su impío 976.
Biblioteca
del
Escorial
padre le envió un obispo arriano para que recibiese de su mano una comunión consagrada de modo
sacrílego. De esta manera, él merecería volver al favor de su padre. Pero este hombre
completamente entregado a Dios hizo al obispo arriano venido hasta él las amonestaciones que
debía hacerle y rechazó su perfidia con los reproches convenientes, ya que, aunque externamente
yacía encadenado, en su fuero interno, en lo más elevado de su alma, se levantaba seguro.
Cuando el obispo regresó, el padre arriano se estremeció de rabia y enseguida envió a sus
subordinados que dieran muerte al inquebrantable confesor de Dios en el lugar en donde yacía.
Cosa que ellos hicieron. Nada más que ellos entraron, le clavaron un hacha en el cráneo, quitándole
así la vida del cuerpo. De este modo consiguieron destrozar en él lo que este hombre destruido
había, de forma clara, despreciado.
Pero para hacer evidente su verdadera gloria, no faltaron tampoco los milagros de lo alto. Pues en el
silencio nocturno se oyó el canto de una salmodia al cuerpo de este rey y mártir, y verdaderamente
rey porque fue mártir. Algunos también cuentan que durante la noche aparecieron allí unas
lámparas encendidas. De lo que se siguió que su cuerpo fuese de manera justa, como el de un
mártir, venerado por todos los fieles.
Su padre, hereje y parricida, conmovido a la penitencia, se arrepintió de lo que había hecho, pero no
hasta el punto de obtener la salvación. Pues reconoció que la fe católica era la verdadera, pero
detenido por el temor a su pueblo no mereció llegar a ella. Caído enfermo hasta el punto de ver que
llegaba su fin, él se preocupó entonces de recomendar al obispo Leandro, a quien antes había
perseguido vehementemente, a su hijo el rey Recaredo, que él dejaba en su herejía, para que el
obispo hiciera con él lo que por medio de sus exhortaciones había hecho con su hermano. Una vez
hecha esta recomendación, murió.
Después de su muerte, el rey Recaredo no siguió al padre hereje, sino al hermano mártir;
convirtiéndose del error de la herejía arriana llevó a la verdadera fe a todo el pueblo de los
visigodos, de modo que no permitió a ninguno al servicio de su reino que se atreviese a ser enemigo
del reino de Dios por la infidelidad herética.
No nos sorprende que se haya convertido en un predicador de la verdadera fe aquel que es hermano
de un mártir. Cuyos méritos ayudan a reconciliar a tantos hombres en el seno de Dios todo
poderoso. En este asunto hay que tener en cuenta que todo esto no habría podido producirse si el
rey Hermenegildo no hubiera muerto por la verdad. Pues, como está escrito: «Si el grano de trigo
caído en la tierra no muere, se queda solo; pero si muere produce mucho fruto», vemos que se
cumple en los miembros lo que sabemos se cumplió en la cabeza. En efecto, en la nación de los
visigodos uno solo ha muerto para que muchos vivan, y cuando un solo grano cae en su fidelidad
para conservar la fe, se consigue una gran mies de almas.'
(Gregorio Magno, Dialogi 111,3 1. Ed. de A. de Vogué y P. Antin, Grégoire le Grand. Dialogues,
II [Livres I-III], Cerf, París, 1979, páginas 384-390).
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