Gemma Montero, Florisel de Niquea (I-II), de Feliciano de Silva (2003) INTRODUCCIÓN El diez de julio de 1532 sale a la luz, de las prensas de Nicolás Tierri, en Valladolid, la primera edición de la Corónica de los muy valientes y esforçados caballeros don Florisel de Niquea y el fuerte Anaxartes, hijos del muy excelente príncipe Amadís de Grecia, emendada del estilo antiguo según que la escrivió Zirfea, reina de Argines, por el grande amor que a sus padres tuvo, que fue traducida de griego en latín y de latín en romance castellano por el muy noble cavallero Feliciano de Silva. Es la tercera incursión caballeresca de su autor, Feliciano de Silva, que ofrecía al lector nuevas continuaciones de Lisuarte de Grecia (1514), séptimo libro de Amadís, y Amadís de Grecia (1530), noveno libro de la serie. Esta obra bautizada como libro décimo de la serie de Amadís, inaugura la Crónica de Florisel de Niquea, título genérico que engloba otras dos continuaciones: la Tercera Parte de Florisel de Niquea (ca. 1535), undécimo de Amadís, y la Cuarta Parte de Florisel de Niquea (1551), segunda parte del libro undécimo. Pero el gusto por las continuaciones no se termina en su producción caballeresca, siguiendo la obra de Fernando de Rojas, publicó en 1534 la Segunda Celestina. Este prolífico autor, que dedicó de los sesenta y ocho años que vivió, cuarenta a redactar esta historia fictica, se consideraba el heredero legítimo de Garci Rodríguez de Montalvo como transmisor a la posteridad del linaje de Amadís. Pero Silva no sólo prosigue el ciclo amadisiano, sino que lo renueva: es un experimentador. Responde a las expectativas de un público ávido de proyectarse en la fantasía heroica y amorosa de un género narrativo, que Silva intenta adaptar al gusto dominante. Este libro, que consta de dos partes divididas en 134 capítulos, narra la madurez caballeresca de Florisel de Niquea y de otros personajes, como Anaxartes y Alastraxerea, una mezcla de doncella guerrera y amazona. Es una gran aventura generacional donde el propio rey Amadís de Gaula, a pesar de la edad, junto con Esplandián, Lisuarte de Grecia y Amadís de Grecia, se reúnen con Florisel de Niquea en un universo de batallas, encantamientos y amoríos. Su fidelidad al modelo amadisiano, visible en los esquemas generales narrativos, contrasta con su gran habilidad creadora que modifica y transforma temas y episodios en el libro: incluye personajes, motivos y argumentos de tema pastoril (la historia del pastor Darinel, Florisel y Silvia), de hecho Silva es considerado el primer antecedente de los libros de pastores; intercala composiciones poéticas (una copla de arte mayor y dos romances), las magníficas descripciones de las batallas y las espléndidas descripciones físicas de los personajes (digna de mención es la de Falanges de Astra, la mejor descripción masculina de todo el libro), y muestra su maestría en la elaboración de diálogos casi teatrales, en el empleo del humor y en la profundidad psicológica de los personajes. Sin duda Feliciano de Silva revitalizó el género caballeresco al que dotó de un peculiar y característico estilo que, en numerosas ocasiones, es muy difícil descifrar. Estilo que le costaría más de una crítica, ya Diego Hurtado de Mendoza deseaba al autor “salud y © Centro de Estudios Cervantinos Gemma Montero, Florisel de Niquea (I-II), de Feliciano de Silva (2003) paciencia a los que lean tus obras”1. Esta oposición estilo-creación ya fue objeto de juicio por Cervantes en su Quijote, que es contrario según los personajes que aparecen y se dan opuestos pareceres, el cura que quiere: “quemar a la reina Pintiquinestra y al pastor Darinel y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas razones de su autor...” ( I, 6), y la inclinación de Don Quijote, enloquecido por la lectura: “ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva” ( I, 1). Feliciano de Silva obtuvo pronto gran éxito y reconocimiento entre el público del siglo XVI, pero además su producción dejó su propia huella en obras posteriores. En el caso concreto de Florisel de Niquea, encontramos en el siglo XVII la comedia titulada Don Florisel de Niquea, del Doctor Juan Pérez de Montalbán. En cualquier caso, la obra de Silva es fruto de una increíble imaginación que cautivó a los lectores y oyentes del siglo XVI y que, incluso hoy en día, mantiene esa fuerza deslumbradora. Gema Montero García Universidad Complutense de Madrid 1 “Carta de Diego Hurtado de Mendoza, en nombre de Marco Aurelio a Feliciano de Silva”, BAE, CLXXVI, pp. 85-86. © Centro de Estudios Cervantinos