El cuento de la buena burguesía nacional.

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Razón y Revolución nº 17
R
ESEÑAS
Baudino revisa el intento de
Echagüe de dar fundamento
científico al programa político
del PCR, tendencia en la que
milita. Sostiene que el mismo
tropieza con un problema de
difícil solución: el aliado que
propone a la clase obrera es uno
de sus peores enemigos.
El cuento de la buena
burguesía nacional.
Reseña del libro Argentina:
declinación de la soberanía y
disputa ínter imperialista de
Carlos Echagüe, Editorial Ágora,
Buenos Aires, 2004.
Verónica Baudino*
Carlos Echagüe se pregunta ¿quién gobierna a la Argentina? y ¿cuáles son las trabas a su desarrollo? Sostiene como hipótesis que en las
últimas décadas de crisis y debilidad la burguesía nacional estuvo ausente y que su lugar lo habría ocupado una “burguesía intermediaria”.
Ella habría articulado sus intereses con los de los capitales extranjeros
a partir del control directo del Estado, dando forma a lo que Echagüe
caracteriza como un capitalismo trabado y deformado. Como veremos,
el rol que la burguesía nacional jugó en la historia argentina aparece
desdibujado.
¿Quién es quién? Sobre la burguesía nacional e intermediaria
Como primer paso en el análisis de la hipótesis del libro (que la burguesía nacional está ausente de la escena político-económica desde el
peronismo) nos detendremos en la forma en que el autor conceptualiza a
las diferentes fracciones de la burguesía. Echagüe considera que el origen
de las debilidades del capitalismo argentino habría sido el predominio
imperial y sus aliados. Esta hegemonía, sin embargo no es permanente,
ya que para Echagüe, la Argentina es un país “intensamente disputado”
por diferentes imperialismos. Entre ellos, los principales son el ruso y el
yanqui, que tejen alianzas con una fracción de la burguesía nativa. En
consecuencia, las diferentes fracciones intervinientes serían: burguesía
imperialista rusa, burguesía imperialista yanqui con sus agentes de la
burguesía local, burguesía intermediaria y, relegada, la burguesía nacional. A los capitales imperiales los clasifica por su origen nacional. En
Profesora de Historia, becaria del CONICET, investigadora del CEICS y militante
de la organización cultural Razón y Revolución.
*
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cambio, para la burguesía argentina rige otro criterio: según su actitud
ante el imperialismo y no su lugar de acumulación principal.
Por un lado, los agentes imperialistas son aquellas empresas que parecen nacionales, pero que son en realidad testaferros de capitales extranjeros. Un ejemplo es Clarín, según el autor, un claro caso de un
intermediario del imperialismo ruso. La prueba de esta íntima conexión
sería la adhesión del fundador del grupo, Roberto Noble, a la Unión
Democrática, y la postulación de su hermano Julio en la lista para
Capital Federal en 1946 junto a Rodolfo Ghioldi, dirigente histórico del
Partido Comunista Argentino. A su vez, Clarín habría sido vocero del
la corriente pro Rogelio Frigerio, cuyo núcleo provenía de la Juventud
Comunista y trabajaba en el campo empresario soviético. Enumera
otros ejemplos de vinculaciones políticas entre importantes ejecutivos
de Clarín y el PC.
En general, se trata de empresas cuyos altos directivos se encontrarían
ligados directa o indirectamente con dirigentes del PC. A su vez, existiría
un sinnúmero de empresas a cargo de testaferros que representarían los
intereses rusos. Sin embargo, no hay referencias claras de la pertenencia
de estos capitales al imperialismo ruso. No contempla la composición de
los accionistas de las empresas. Mucho menos cuál es el espacio de acumulación central para cada capital en particular. Su atención está puesta
en las relaciones políticas y personales y no en la acumulación de capital.
Por otra parte, capitales como Arcor, Pescarmona, Macri y Roggio pertenecen para él a la burguesía intermediaria dado que son socios menores
del imperialismo. La fuga de recursos al exterior, las inversiones en otros
países, el beneficio con subsidios estatales y la posterior participación en
las privatizaciones son particularidades suficientes para Echagüe para
no denominarlos burguesía nacional. Es que, de acuerdo a su punto de
partida, el beneficio obtenido a la par de los capitales extranjeros inhibe
las contradicciones que estos capitales puedan tener con el imperialismo. Entonces, para el autor, priman las coincidencias sobre las contradicciones entre estos capitales por lo que pasan a ser intermediarios en
lugar de nacionales.
Por último, la burguesía nacional representa en la obra la posibilidad de desarrollar las bases sociales necesarias para una posterior revolución socialista. Bajo el título-pregunta, ¿existe la burguesía nacional?,
Echagüe distingue su principal cualidad: la contradicción con el imperialismo. Señala que nació castrada y evidenció por un largo período ser
incapaz de liderar un proceso liberador. Sin embargo, la experiencia peronista muestra sus potencialidades, aunque deban ser apuntaladas por
políticas mercado internistas y un gran apoyo estatal. Los pocos capitales que identifica como nacionales con nombre y apellido son Sancor,
Agricultores Federados y la Asociación de Cooperativas Argentinas. La
defensa de las PyME como capitales con un comportamiento diferente
a los monopolios, a su entender más progresivo, es otra pista para terminar de definir a quién entiende por burguesía nacional.
Esta clasificación que construye Echagüe entre la burguesía intermediaria y nacional no se basa en el desarrollo histórico de los capitales
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que la componen. Por el contrario, cada fracción es presentada como un
modelo con determinados rasgos preestablecidos que el autor busca se
cumplan en la realidad. Sin embargo, esas características no pertenecen
a fracciones de clase diferentes, sino a dos caras de la misma moneda, lo
cual lo lleva a errores. Ambas son parte de la burguesía nacional, pero de
capitales que alcanzaron diferentes grados de acumulación. Al definir
cada fracción según su relación con el imperialismo, anula el hecho de
que un capital se enfrenta a lo largo de su devenir con distintos aliados
y contrincantes. En el momento de acumulación inicial, tenderá a constituir una burguesía nacional más pura, en el sentido de independencia
con los grandes capitales imperialistas. Pero a medida que aumenta su
escala de acumulación, irá tejiendo alianzas con determinados capitales
semejantes, posiblemente enfrentados con otros grupos de capitales. Un
ejemplo es Arcor, nacida durante el peronismo, se desarrolló en base a la
inversión productiva acotada al mercado regional. A medida que creció,
amplió su escala de acumulación hasta lo nacional, sin relación todavía
con las finanzas internacionales. Luego, desde 1970, cuando se convierte en una multinacional, y por ende adquiere intereses coincidentes en
algunos puntos y de disputa en otros con los capitales imperialistas. Pero
no por esto deja de ser nacional. Su integración al mercado internacional, la toma de deuda externa y la inversión en fondos de inversión de
todo el Mundo no la hace menos nacional como plantea Echagüe. Sino
que es producto de ser un capital argentino pero con mayor escala de
acumulación que en el pasado. Nada cambia en términos de la lógica de acumulación y tampoco el origen de sus dueños, sólo su escala.
Problema similar aparece en el análisis de la participación política de
estos capitales. La dirección de la Fundación Mediterránea, que según
Echagüe es representante de los intereses del imperialismo, fue dirigida por Arcor. Una vez en el poder, mediante Cavallo llevó adelante los
proyectos elaborados por sus intelectuales favorecieron a los intereses de
este capital nacional que por supuesto, por su tamaño, coincidían con
los intereses de capitales internacionales.
Negar la participación de la burguesía nacional en el poder, parece
a esta altura un simple capricho. Sólo puede surgir de una concepción
ahistórica de las clases que no se transforman al compás de la acumulación de capital. Concepción que lo lleva a idealizar el pasado como
único sustento a su hipótesis.
En defensa del peronismo
La principal prueba de su hipótesis de la existencia de una burguesía nacional antiimperialista es el peronismo. En este régimen, Echagüe
encuentra a la burguesía nacional “pura” relativamente autónoma de los
capitales extranjeros y organismos internacionales de crédito (especialmente el FMI y el Banco Mundial), así como de acuerdos económicos
del tipo GATT. A su vez, ciertas políticas económicas como los altos
aranceles a la importación y las retenciones al agro habrían estimulado
el crecimiento industrial dando lugar a experiencias como IAME, fábri-
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ca de automotores, y al área de desarrollo nuclear. De no ser por los límites que le impuso el imperialismo intercediendo en el poder estatal, y el
miedo de la burguesía a la clase obrera, según Echagüe esta experiencia
tenía potencialidades y puede considerársela como el ejemplo a seguir.
Pero para probarlo exagera el alcance del desarrollo industrial durante el
peronismo a la par que esconde una parte de la historia.
Por un lado, la fábrica de automóviles del IAME no fue tan próspera
como declama, si bien llegó a fabricar ciertos vehículos, no alcanzó a
masificar la producción. Además, al poco tiempo que comenzó a generar ganancias el gobierno peronista la privatizó, otorgándole a FIAT e
IKA las instalaciones. Lo mismo ocurre con la fabricación aeronáutica,
cuyo proyecto de avión Pulky no tenía la tecnología para competir con
empresas a escala mundial. Es decir, la pujanza durante el peronismo
no fue tal y su defensa constituye la exaltación del escaso poder de los
pequeños capitales para desarrollar un capitalismo competitivo. Escaso
impulso que obligó a Perón a revertir sus políticas nacionales en su segundo mandato apelando a la llegada del capital imperialista, algo que
Echagüe olvida.
Además de esta omisión, Echagüe no menciona el intento del gobierno y la burguesía nacional de avanzar por sobre las conquistas de
los trabajadores producido en los últimos años del segundo mandato, en
1953, a través del famoso Congreso de la Productividad. Esto manifiesta
que la dirección de la burguesía nacional “pura” tampoco significó el
beneficio de la clase obrera. Si existieron mejoras en las condiciones de
vida fue como consecuencia de la lucha de ésta última y durante los
pocos años de auge del primer gobierno. Pero no como una política que
dicha fracción de la burguesía buscaba implementar por su carácter
“nacional”.
Una cruzada pro PYME
La defensa de los capitales que impulsaron el peronismo se traslada a
la historia más actual. La hegemonía de la burguesía nacional durante el
peronismo y en consecuencia el único proyecto de desarrollo industrial
independiente habrían sido liquidados con el golpe de 1955, denominado Revolución Libertadora. Por su parte, la dictadura de 1976 habría
profundizado la tendencia, al imponer un régimen destinado a instituir
una serie de políticas económicas en beneficio de la oligarquía y los imperialismos. La nueva política habría consistido en la desindustrialización del país y el aumento exponencial de la deuda externa. A su vez,
esta desindustrialización habría tenido como contraparte, por un lado, el
predominio de los monopolios imperialistas en la principales ramas de
la producción y, por otro, el predominio de la producción agropecuaria y
agroindustrial por sobre el resto de las actividades económicas.
Harari, Ianina, “Vehículos del capital”, El Aromo, nº 36, mayo/junio de 2007 y “El
primer privatizador”en ídem, nº 37, julio/agosto de 2007.
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Dicha política, habría sido diseñada por el imperialismo para hegemonizar la economía argentina. Sus premisas habrían sido desplazar a la
industria en pos de las finanzas y otras actividades más rentables. Como
demostración, Echagüe en su obra, menciona que los censos muestran
la disminución de la cantidad de establecimientos y de obreros ocupados. Pero no dice nada de la productividad total. A su vez, señala que en
1976, la incidencia de la industria en el PBI era de un 25%, mientras en
el año 2000 había descendido al 18%.
El problema de esta interpretación es, en primer lugar, la inmediata
asimilación de la disminución de empresas con la decadencia de la industria. Los procesos de concentración y centralización del capital consisten exactamente en esta dinámica: acumulación de mayor cantidad
de capital en menos manos, y aumento de la productividad del trabajo
mediante la implementación de nueva tecnología o ampliación de la
escala de producción. El efecto es la quiebra de pequeñas empresas y
el despido de obreros. Es un mecanismo que se intensifica en momentos de crisis, cuando la ganancia capitalista está en baja. Entonces, cada
empresa utiliza estos medios para poder apoderarse de la ganancia. Se
fusionan con unas empresas y compran otras, lo que pone a disposición
una masa de capital suficiente como para bajar sus costos de producción
y desplazar a los competidores más pequeños. Otro punto, es el tema de la disminución de la industria en el PBI:
se equivoca cuando niega al agro y las agroindustrias como industrias.
En general estas últimas son dejadas de lado por los investigadores aduciendo que no son industrias “reales”. Pero el agro implica una transformación de la materia mediante un proceso de producción que involucra
tanto maquinaria como fuerza de trabajo. En este sentido, la desindustrialización del país parece no haber sido tal, sino todo lo contrario: privilegia la producción en las industrias más competitivas. Esa es la razón
por la cual existe un predominio de las agroindustrias desde la década
de 1970, ya que se asientan en la competitividad del agro argentino. Es
la lógica de funcionamiento normal del capitalismo, irrefrenable, no
constituye una anomalía impuesta por una fracción de la burguesía de
acuerdo con sus intereses. Esta teoría es la piedra de toque de toda una
corriente que supone que los procesos de concentración y centralización, que denominan desindustrialización, son reversible y por lo tanto
con políticas adecuadas puede limitarse su poder en función de un renacer de las PYME.
El otro problema a rever es el predominio de los monopolios imperialistas en las principales ramas de la producción. Por un lado no
prueba que se tratan efectivamente de monopolios o si estas empresas
Datos acerca de la reestructuración de la industria desde la década de 1970 se encuentran en Kossacoff y Ramos, Cambios contemporáneos en la estructura industrial
argentina (1975-2000), Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, Provincia de
Buenos Aires, abril de 2000 y Basualdo, Estudios de Historia Económica Argentina,
Siglo XXI Editores, Argentina, 2006. Especialmente de este trabajo, el cuadro 3.1 de
la página 125, y el cuadro 3.6 de la página 157.
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están supeditadas a la fuerte competencia interna, como ocurre con las
automotrices o a la competencia internacional. Por el otro, para construir la evidencia del dominio imperialista, Echagüe utiliza una clasificación particular del origen de los capitales, en los que por supuesto
no figura la burguesía nacional, salvo en casos poco relevantes. Para
Echagüe todos los capitales en esencia pertenecen a alguno de los imperialismos en pugna, y a empresas claramente nacionales como Loma
Negra, Pescarmona o Arcor los clasifica como burguesía intermediaria.
A esta altura, una tergiversación para dejar inmaculada a la burguesía
nacional. En este sentido, se derrumba la demostración de que dentro de
los responsables de las debilidades del capitalismo argentino no está la
burguesía nacional. Las ramas copadas sólo por los capitales imperialistas, son en realidad dominadas en conjunto por miembros de la burguesía nacional más concentrada, que por su tamaño tienen alianzas con el
capital extranjero, aunque también disputas, como ocurre al interior de
cualquier burguesía. Pero su dinámica de alianza y contradicción con
otros capitales mundiales del imperialismo no las hacen menos nacionales. En las ramas en las que ya no es competitiva, la burguesía nacional
liberará el terreno para las firmas extranjeras. Esto significa pérdida de
autonomía e incluso la posible desaparición de la Argentina tal cual la
conocemos. Pero es en función de la debilidad de su burguesía y no de
su falta de protagonismo en la historia en la cual estuvo presente como
clase dominante desde su origen. Por esto, debemos reconocer que es
la burguesía nacional junto con sus aliados internacionales la que está
detrás de la crisis y de la miseria de la clase obrera. La maniobra de
Echagüe para salvaguardar a los más pequeños capitales de esta fracción
para una posible alianza de la clase obrera oculta que ellos no tienen, ni
tuvieron, potencialidades para desarrollar un capitalismo a gran escala y,
mucho menos, ser un aliado para obtener las reivindicaciones históricas
de los trabajadores.
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