Las relaciones civiles- militares en el Ecuador AMOR Y ODIO Benito Portocarrero Las siempre difíciles relaciones entre los militares y los gobiernos democráticos del área andina fueron analizadas en Lima, en el marco de un seminario internacional organizado por el Instituto de Defensa Legal y la Universidad Torcuatto di Tella, de Buenos Aires. Y no por gusto estuvieron bajo la lupa de los analistas y estudiosos los casos de Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, países en los que -a pesar de no existir ya gobiernos militares en el continente- el peso de las organizaciones castrenses es todavía decisivo en su desarrollo institucional y político. Especial atención concitó en dicha reunión, sobre todo entre los peruanos, la ponencia del profesor Fernando Bustamante, de la Universidad de Quito, acerca de las Fuerzas Armadas ecuatorianas y la actual coyuntura que vive su país. Esto porque Bustamante, a la luz de los sucesos de febrero pasado que provocaron la caída de Abdalá Bucaram y el ascenso a la presidencia de Fabián Alarcón, logró realizar una clara y profunda radiografía del papel del ejército ecuatoriano en el desarrollo político y social de nuestros vecinos del norte. Según el estudioso de la Universidad de Quito, los militares ecuatorianos se hallan en estos momentos sometidos a un triple sistema de tensiones frente al mundo civil y sus tareas profesionales: en primer lugar, el conflicto fronterizo con nuestro país, luego la complicada situación política interna que los coloca muchas veces como árbitros de las luchas interpartidarias y, finalmente, el papel que les toca jugar -dada su presencia en el campo empresarial estatal- en la definición del modelo de desarrollo del Ecuador. Los militares ecuatorianos y la crisis del sistema político Para Bustamante, lo que él califica como el derrocamiento semi-legal de Abdalá Bucaram, no es sino el síntoma más evidente de la crisis del sistema político de su país a la que hasta ahora las instituciones castrenses han logrado sustraerse, evadiendo la inquietante posibilidad de convertirse en actores centrales. Esto no quiere decir que no se vean presionados a tomar actitudes con evidentes implicancias para el desenlace del proceso político ecuatoriano. Es así como jugaron un rol decisivo en la resolución de la crisis de febrero y su disposición a aceptar al presidente interino escogido por el Congreso inclinó, en definitiva, la balanza en favor de Fabián Alarcón, precipitando la retirada de Bucaram y de la vice-presidenta Rosalía Arteaga. De esta manera, los militares ecuatorianos tienen muy claro que en cualquier otra situación previsible de «vacío de poder», ellos serán llamados a jugar el rol de último recurso decisivo. El problema de fondo, argumenta Bustamante, es que en estos momentos el sistema político ecuatoriano carece de un mecanismo legítimo y confiable que actúe como última instancia arbitral y depositario final de la legitimidad del Estado de derecho. Esto, sin embargo, no determina a los oficiales a querer hacerse cargo del poder, pues tal cosa Desco / Revista Quehacer Nº 110 /Nov-Dic 1997 deterioraría seriamente la posición internacional del Ecuador, tornándolo muy vulnerable respecto a sus relaciones con el Perú. Pero el discurso militar en esta coyuntura no apunta tan sólo a la crítica de la actual estructura de las instituciones políticas. Los militares ecuatorianos también mantienen un cierto apego a la tesis de los años sesenta y setenta acerca del rol de las FF.AA. en el desarrollo nacional. Es por eso que las ideas dominantes del neo-liberalismo y la globalización capitalista carecen de eco en los cuarteles. Más bien, como se sabe, el ejército en Ecuador se dedica a un conjunto amplio de actividades empresariales, financieras, tecnológicas, de provisión de servicios, de apoyo a las comunidades rurales y fronterizas, de acción cívica y de presencia en los órganos rectores de los llamados «sectores estratégicos» de la economía (telecomunicaciones, transportes, industrias básicas, petróleo, etc.). Bromeando, Bustamante afirmó en su conferencia que a estas alturas lo único que no tenían los militares en Ecuador era peluquerías. La contraparte civil Respecto a las actitudes en general de los civiles frente a las FF.AA. en Ecuador, Bustamante resaltó que, según los sondeos de opinión, entre el común de la población los militares junto con la Iglesia católica son los dos únicos grupos, entre las élites dirigentes de la sociedad ecuatoriana, que disfrutan de una alta cuota de prestigio. Esto se explicaría, entre otros factores, porque ciertos sectores populares, y en particular los campesinos y colonos de áreas apartadas, han desarrollado con el ejército intensas y ya duraderas relaciones de clientelismo pues dependen de él para satisfacer un conjunto importante de servicios básicos y, de otro lado, el servicio militar es un recurso temporal para mejorar el nivel de vida de la juventud marginal. Aunque no es posible verificarlo, los militares ecuatorianos están seguros de que esta especie de papel de «Estado benefactor» que cumplen entre la población civil ha desactivado potenciales conflictos étnicos y sociales que han desangrado -y lo siguen haciendo- a sus vecinos como Colombia y el Perú. De otro lado, según Fernando Bustamante, las actitudes de los sectores empresariales hacia las FF.AA. ecuatorianas están marcadas por profundas ambigüedades y contradicciones. Esto es especialmente cierto, dice, en aquellos grupos financieros y corporaciones cuyas expectativas de beneficiarse de las privatizaciones y de entrar en sectores hasta ahora reservados al sector público, son más altas. A pesar de ello, tal debate se realiza en voz baja pues nadie desea encarar directamente a un actor que puede resultar políticamente crucial. Pero no es ésta la situación de todos los empresarios, ya que buen número de ellos realizan muchos y buenos negocios con los militares, lo que les da un paraguas poderoso para hacer frente a cualquier riesgo o incertidumbre, les proporciona una garantía pública y les reserva mercados y acceso privilegiado a capitales, materia prima, tecnología y posibilidades de apertura a mercados externos. De esta manera, las FF.AA. ecuatorianas han podido también crear en su entorno un estrato empresarial vitalmente interesado en la perpetuación del actual sector militar en la economía. Asimismo, como dice Bustamante, «la siempre pendiente espada de Damocles de un nuevo conflicto con el Perú, inhibe actitudes que pueden ser leídas como una "puñalada por la Desco / Revista Quehacer Nº 110 /Nov-Dic 1997 espalda" por parte de una empresa privada que ya ha sido motejada (incluso en los cuarteles) como dotada de un sentido patriótico que se detiene en los límites de su interés crematístico». Los partidos políticos Fernando Bustamante inicia este apartado del análisis señalando que las relaciones de las FF.AA. ecuatorianas con los sectores políticos de la derecha no son muy fáciles. El principal partido de esta franja, el Partido Social Cristiano de León Febres Cordero, además de profundamente regionalista dada su raigambre guayaquileña, no contribuiría a la unidad nacional, amén del estilo tipo cacique del jefe del partido que no va con los valores burocráticos, de jerarquía objetiva del ejército. Sólo recordemos que en su período presidencial Febres Cordero tuvo que enfrentar dos peligrosos motines e incluso estuvo secuestrado en manos de los comandos de la Fuerza Aérea. Pero así como los militares desconfían de la derecha de los caciques, son más suspicaces aún frente a los populismos «descamisados» al estilo del roldosismo que representaba Abdalá Bucaram y, más bien, con quienes históricamente tendrían mayor afinidad sería con la llamada «centro-izquierda»: los Partidos Demócrata Cristiano y Social Demócrata del espectro partidista ecuatoriano. De hecho, dice Bustamante, estas formaciones políticas tuvieron su auge en los ochenta, en gran medida debido a que el gobierno militar les abrió espacios de acción que no habían tenido y les dio un rol relevante en el proceso de transición a la democracia a fines de los setenta. Respecto a la izquierda, las relaciones de las FF.AA. ecuatorianas son tan complejas y ambigüas como las que desarrollan con los empresarios. Por su parte, la izquierda ecuatoriana se ha visto desgarrada por contradictorias tentaciones y posturas frente a los militares. Y esto es así porque además de la inveterada actitud anti-castrense de toda la izquierda del mundo, en alguna medida la del Ecuador ve a los militares como verdaderos «invasores» de sus teóricas clientelas políticas: campesinos pobres, sectores urbanos marginales y la juventud estudiantil y universitaria. Por el lado de los militares, el que la izquierda ecuatoriana se dedique al tema del pluralismo cultural y la multinacionalidad es visto también como un peligro de desmembramiento de la nación. Pero existe aún otra cara que Bustamante llama el «pretorianismo tribunicio», es decir, la nostalgia de los marxistas ortodoxos por un militarismo anti-burgués al estilo de los que se dieron en el Perú, Bolivia y Panamá. «Este "putschismo" militarizado -dice Bustamante- se ha manifestado con el apoyo de ciertas facciones a los amotinamientos del Gral. Frank Vargas en los años ochenta, en ciertos coqueteos de intelectuales de izquierda con algunos militares presumiblemente "progresistas", y más recientemente, en los esfuerzos por atraer al Comandante en Jefe del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA., Gral. Paco Moncayo, llegando incluso a proponerlo como candidato de la coalición Pachakutic-Nuevo País para las próximas elecciones presidenciales de mayo de 1998». Desco / Revista Quehacer Nº 110 /Nov-Dic 1997