PACO ZARZOSO: SALIR DEL TEATRO CON HAMBRE DE TEMPESTADES Rodolf Sirera (Traducción de Episkenion) No deja de ser curioso que la primera vez que vimos a Paco Zarzoso, uno de los motores de L’Hongaresa, sobre un escenario fue en su condición de actor, en una propuesta de Carles Alfaro (Basted, 1990). Digo curioso porque Alfaro y Zarzoso pasarán a formar parte muy pronto de la lista de personas “non gratas” para el gobierno de la derecha, que subió al poder en el País Valenciano en 1995 y, hoy por hoy todavía se mantiene en él. Así, a partir de aquel momento, Alfaro no volverá a trabajar en un teatro público valenciano, y Paco Zarzoso, que ya había empezado a atraer el interés de la crítica (El afilador de pianos es de 1992) no recibirá excesiva atención institucional: el sistema lo mantendrá siempre en la periferia. Hasta el 95, año de la debacle de la izquierda, Zarzoso trabaja bastante en contacto con Alfaro. Hace de todo: de autor, actor y también de director, aunque esta no es su principal labor. Este 1995, simbólica fecha, Paco Zarzoso y Lluïsa Cunillé forman L’Hongaresa. Los años inmediatamente posteriores son años de gran actividad, a caballo entre Catalunya y un País Valenciano todavía resistente. Pero a medida que aumenta el prestigio disminuyen las posibilidades de desarrollar una actividad teatral regular y los espacios teatrales –el Circuit– van haciéndose progresivamente más conservadores y se abandonan las propuestas de riesgo. Pero no era mi intención hablar de la trayectoria de L’Hongaresa, ni de la dramaturgia de Paco Zarzoso, que otros ya lo hacen y lo harán mejor que yo. Lo que quiero es referirme a tres textos de los últimos años, en los que Zarzoso, solo o en compañía ha adoptado posiciones críticas, sarcástica en unos casos, sangrante en otros, de la realidad social, política… y teatral del País Valenciano. Quiero hacerlo porque, como dice el propio Zarzoso, aunque L’Hongaresa no acostumbra a tratar temas políticos, en este caso –nos referimos a la resistencia ciudadana al plan de reforma del barrio del Cabanyal proyectado por el Ayuntamiento de Valencia, dirigido por Rota Barberá–, “estábamos demasiado enfadados como para no reaccionar”. Y la respuesta fue, obviamente, una respuesta teatral: El plan municipal para El Cabanyal supondría un vapuleo del patrimonio espiritual y arquitectónico del barrio. Este plan, encallado en los tribunales, pasa por prolongar la avenida de Blasco Ibáñez hasta la playa por mitad de El Cabanyal a costa del derribo de 1.600 viviendas. “Queríamos denunciar la desprotección ciudadana ante la administración... [...] Vivimos en un archipiélago de caciques; las diputaciones, los ayuntamientos y las consejerías reparten el dinero de manera egoísta y según les conviene”. La obra que surgió como consecuencia de este cabreo fue El alma se serena, escrita por Paco Zarzoso y Lluïsa Cunillé a finales del año 2009 y que en 2012 publicó en una magnífica edición Mediavaca; una obra que según Javier Vallejo, crítico de teatro de El País: “Es un juego de ingenio enraizado en la tradición de la comedia del disparate, un alarde de humor verbal al servicio de un argumento mínimo, extraído de la actualidad. [...] En El alma se serena hay, en fin, suaves andanadas contra la corrupción y el nepotismo endémicos. Es teatro con alma de cabaré político”. Estas “suaves andanadas se convirtieron en un violento ataque frontal cuando Paco Zarzoso, con la colaboración de Begoña Tena, escribe Paco e Isabel, pieza para incluir en el espectáculo Zero responsables, de 2010, respuesta del mundo del teatro valenciano a la actitud de la Generalitat que presidía Francisco Camps con motivo del accidente de metro en la ciudad de València (2006, 43 muertos). Paco e Isabel es puro teatro político, posiblemente la pieza más virulenta de las que formaban parte del espectáculo. Paco e Isabel son el presidente Camps y su mujer, farmacéutica de profesión, caracterizados de modernos Macbeth y Lady Macbeth, haciendo antesala para ser recibidos por el Papa (que visitó Valencia por aquellas fechas, por lo que convenía evitar el revuelo provocado por el accidente de metro), a quien un inseguro y megalomaníaco Presidente quiere regalarle el Santo Cáliz de la Catedral, que lleva en una bolsa de plástico de Mercadona y no de Loewe, lo que había sido lo más correcto, como reconoce él mismo. La obra tuvo una gran repercusión. Y una prueba del poder perturbador del teatro es que provocó la dimisión del Vicerrector del Cultura de la Universitat de València, donde se tenía que estrenar, quien se negó, pese a las presiones del Rector, presionado a su vez por el Presidente a prohibir la representación. Esta trilogía de obras contra el sistema la coronaría Zarzoso con una pieza creo que poco conocida, escrita en solitario y no como obra de teatro sino como ponencia presentada en el Congreso Metodologías teatrales aplicadas a las nuevas dramaturgias contemporáneas, que tuvo lugar en la Facultat de Filologia de la Universitat en diciembre de 2011. La ponencia / obra de teatro se titula Entremés para mayordomo, autor dramático y plumero. Si en las dos obras anteriores, Zarzoso disparaba contra el Ayuntamiento y contra la Generalitat, en esta lo hace contra los Teatres de la Generalitat Valenciana, contra su directora general, cuyo único currículo profesional, que la hizo ascender al poder y la ha mantenido en él en los últimos diez años, es ser hermana de un veterano político del PP. Pero, sobre todo, contra el responsable de producción de Teatres de la Generalitat, hombre de teatro de la generación anterior, la mía, convertido por las circunstancias en agente de la autoridad. El texto, muy centrado en esta persona, es al fin y al cabo una crítica sangrante a la política teatral de la Generalitat: Mayordomo: Siento decirle que la programación de los próximos cinco años está cerrada con danzas del vientre, faquires post-dramáticos y autores valencianos. Autor: ¿Autores valencianos? Mayordomo: Sí, autores valencianos contemporáneos... ¿No es lo que tanto han reivindicado ustedes? Autor: ¿Contemporáneos de quién? ¿De Lope de Vega? Mayordomo: Efectivamente... Autor: Escúcheme... Soy consciente de la desgracia que cae sobre mí por no pertenecer a la generación de Lope, ni de Guillem de Castro, ni de Cardenal Benlloch... pero le juro por esta obra que ahora acuno entre mis brazos, que soy contemporáneo de usted... Mayordomo: Qué sabrá usted de quién soy yo contemporáneo... [...] Yo entiendo que usted, en su casa, con sus padres, con sus hermanos, en la intimidad del hogar materno, e incluso con sus vecinos y amigos más condescendientes, se aventure a leerles un fragmento de sus obras... todos lo hemos hecho... ¿Quién no ha leído alguna vez un poco piripi algún poema de amor o desamor?... ¿Y quién no se ha atrevido, un poco piripi, a rasgar en la penumbra de la hoguera dos o tres acordes cantando una canción de Víctor Manuel o de Víctor Jara? Todos con un par de copas hemos cantado en el karaoke de la inconsciencia, y el mundo no por ello se ha detenido... Pero de ahí, mi querido amigo, a querer estrenar en el coliseo más importante de la ciudad, hay una distancia infranqueable. [...] Al igual que usted entra aquí con esos zapatos desacordonados, sus obras también están desacordonadas... Y también sus personajes ingresan en escena desacordonados, y por eso no hay manera de seguirlos... y eso no lo digo yo solo... también lo dicen los críticos más prestigiosos de la ciudad... Porque le falta oficio e intuición... Para descifrar cualquiera de sus obras, sería necesario que todos los equipos de Teatres de la Generalitat nos dedicáramos en cuerpo y alma a la labor de entender esos estúpidos jeroglíficos... ¿Sabe los años que he necesitado para ordenar mi vida en actos, cuadros y escenas y así poder levantarme de la cama con los objetivos laborables y vitales bien definidos? Y sobre todo, ¿sabe lo que me ha costado llegar al segundo acto de mi vida quedándome como único galán de este cortijo? Yo le recomendaría que, antes de nada, aprenda a acordonarse los zapatos... le juro que lo mismo le diría si fuera usted mi hijo... Y una vez haya aprendido a acordonar los zapatos... quizá pueda aprender a acordonar las palabras y darle a su canija escritura un sentido... Empiece de cero... tire esos zarrapastrosos zapatos desacordonados al primer contenedor de papel y empiece de cero... Mi suegra, escúcheme bien y no llore, aprendió a conducir con cuarenta y cinco años... y desde luego no es Ángel Nieto, pero la buena mujer, si no tiene que salir de su pueblo, se maneja de maravilla... Siga los pasos de mi suegra. Piense que su escritura tampoco tiene por qué salir de su pueblo... El subrayado de esta última frase es nuestro. Dicho lo cual, el Autor se pregunta: ¿Cómo es posible que este plumífero con plumaje de marabú sea el guardián del espejo donde todos los ciudadanos tenemos derecho a mirarnos? Este teatro, como todos los teatros –piensa el Autor– ¿no debería de ser un pulmón contra la asfixia del alma? ¿Qué hace entonces este bombero torero administrando nuestras variedades, repartiendo sin criterio alguno el vino de la tregua...? ¿Qué hace este trozo de corcho de belén futurista haciéndose cargo de esta morada donde perpetrar revoluciones íntimas? ¿No será que este es el portavoz de la mayordomía mental de una parte de nuestros ciudadanos? Finalmente, el Autor huye escaleras abajo mientras piensa: Qué tiempos aquellos en que salías del teatro con hambre de tempestades, qué tiempos aquellos... Para acabar, Paco Zarzoso con estos “interludios” en su teatro, ha hecho, volens nolens, algunas de las obras más críticas que se han escritos en estos últimos años sobre la situación política y cultural del País Valenciano. Lo ha hecho en su lengua de escritura, el castellano. No sabría decir si ha habido un teatro con una crítica tan virulenta entre el escrito en catalán. Quizá porque el teatro valenciano en catalán ha intentado ser sobre todo un teatro de supervivencia. ¿O quizá porque el teatro valenciano en catalán ha abdicado mayoritariamente de la crítica? Rodolf Sirera Enero de 2015