El concepto de vida en la obra de J. M. Coetzee Claudia Lucotti y Adriana Segovia Introducción Nuestra primera propuesta es que, debido a su posibilidad de trascender el discurso racional, la literatura puede ser lugar de encuentro entre los lenguajes científico y filosófico.i Proponemos que la literatura, y aquí Coetzee especialmente, involucra de modo irremediable el hecho narrado, al que narra y al lector, y nos parece que esta conjunción conlleva una propuesta sobre el conocimiento de lo humano que no está cerrada en sus conclusiones, sino que abre problemáticas más ligadas a la incompletud e incertidumbre de la vida y su concepto. Proponemos, asimismo, que hacia este lugar nos ha conducido la discusión científica y filosófica desarrollada en el diálogo de este libro. La literatura de Coetzee ilustra que es en un cruce de caminos más incierto y provisional donde podemos encontrar una mayor confluencia de propuestas y una diversidad de opciones y visiones ligadas al tema de la vida y sus valores. Invita a experimentar la diversidad de la que aquí se ha hablado como insoslayable. Nuestro autor, John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), es un escritor sudafricano, hijo de la cultura de los afrikáner. Cuando la Academia del Premio Nobel le otorgó a Coetzee el de Literatura en 2003, destacó de él su “conciencia crítica”, algo que sin duda lo distingue, por su crítica al apartheid, al racismo y a la violencia generada en la sociedad sudafricana por tales condiciones, durante y después de la colonia. Sin embargo esa “conciencia crítica” no lo ubica en un mundo maniqueo. Parafraseando a Michnik,ii es firme en sus valores de respeto a la dignidad humana, pero flexible en cuanto a la complejidad de los actores y sus responsabilidades. En este trabajo, nos proponemos analizar tres de los libros de J. M. Coetzee: Esperando a los bárbaros (1980), Desgracia (1999) y Las vidas de los animales (1999) por considerar que son buen ejemplo de una literatura ligada al tema que aquí nos ocupa: el de repensar el concepto de vida y sus valores. Dichos textos, si bien cercanos en el tiempo, permiten una visión interesante del creciente involucramiento de este autor con el tema. Sin embargo, si bien prestaremos gran atención al aspecto temático, no nos limitaremos a él, ya que consideramos que las formas y técnicas literarias que Coetzee utiliza también juegan un papel central. Por último, nuestro estudio abarcará, de manera tentativa, una exploración de las posibles consecuencias que sus textos tan particulares podrían llegar a tener para los lectores. Nuestro estudio comenzará con un muy breve panorama de la literatura ligada a la bioética así como a una serie de cambios suscitados recientemente en los aspectos de creación literaria y de lectura de este tipo de textos. A continuación, presentaremos algunas de las características más importantes de la escritura de Coetzee, sobre todo aquellas que pueden tener repercusiones dentro de un enfoque bioético. El núcleo fuerte del trabajo radica en nuestra lectura comentada de las tres novelas escogidas. Al final, ofreceremos algunas conclusiones tentativas. Literatura y bioética Podríamos decir que, tradicionalmente, la ciencia ficción —en varias de sus modalidades— fue el puente más obvio entre literatura y bioética. Pensemos, a modo de ejemplo, en las novelas y los cuentos de Mary Shelley, H. G. Wells, Aldous Huxley, Isaac Asimov y Ray Bradbury, por sólo citar algunos. En años recientes, las sombrías novelas de Margaret Atwood, Oryx y Crake (2003) y El año del diluvio (2009), que giran en torno a catástrofes ecológicas, también pueden inscribirse dentro de esta categoría. Por otro lado, debido al surgimiento de distintos grupos de lectura ligados al universo de la medicina y la biología, como el del Women's Bioethics Project, han comenzado a aparecer una serie de novelas que tratan acerca de temas explícitamente bioéticos como la clonación, la eutanasia y la ingeniería genética, entre otros. Esto va de la mano de una recuperación de libros y películas anteriores que giran sobre temas similares así como de textos críticos y guías de lectura que promueven la discusión de cuestiones de bioética aplicada.iii Para los propósitos del presente trabajo, sólo queremos hacer énfasis en el hecho de que la literatura explícitamente vinculada con la bioética establece una relación utilitaria con las cuestiones temáticas alrededor de las cuales gira; es decir que estos textos son de importancia para este campo debido a que ofrecen, a través de un lenguaje que se considera como directo y transparente, información puntual, además de ciertas pautas de conducta adecuadas para estos casos. Mencionamos esta característica sin afán de juzgarla o valorarla, sino para entender algunas de las variantes que un autor como Coetzee introduce dentro de esta esfera. Desde hace ya varios años, se ha ido consolidando una importante transformación relacionada con formas de escribir, leer y estudiar literatura, la cual resulta de particular relevancia para textos ligados a temas éticos y bioéticos y que, de modos importantes, va más allá de lo puramente temático, para incluir cuestiones formales, tanto lingüísticas como literarias. Aquí intentaremos ofrecer un sucinto panorama, tan vinculado como sea posible a nuestro tema. Ya Roland Barthes en “De la ciencia a la literatura” (1967) se preguntaba acerca de la posibilidad de que existiera un estado neutro del lenguaje, incluso para las ciencias sociales y, aun más, para el discurso científico mismo. Para él, aceptar justamente la existencia de este tipo de "código lingüístico superior" exclusivo de las ciencias implica un empobrecimiento para el conocimiento humano en cuanto a temas de primera importancia, pues da por resultado el no atender y enriquecernos con lo que ofrecen —si bien en relaciones de jerarquías fluctuantes— los demás códigos, como por ejemplo el literario, "con sus subversiones lógicas, la mezcla de sus códigos, sus corrimientos, sus diálogos, sus parodias” que conforman nuestra cultura.iv Años después, Ottmar Ette, en su artículo en defensa de las humanidades "La filología como un saber sobre el vivir. Un escrito programático en el año de las humanidades" (2007), ahonda en estas ideas acerca de que un conocimiento complejo y completo sobre la vida está presente tanto en los textos "científicos" como en los literarios, los cuales no sólo no se oponen sino que se complementan. Ette comienza citando a Nietzsche cuando habla de que necesitamos de la historia (y Ette aquí extrapola para incluir también a la literatura) no para llenarnos de datos sino "para la vida y la acción", es decir, para brindarnos respuestas cuando nos interrogamos acerca de su significado para la vida. Sin embargo, Ette plantea que "una constelación de especialidades bio-científicas —las así llamadas ciencias de la vida o life sciences— se han apropiado del concepto de 'vida' de manera tan eficaz y hasta natural que las humanidades frente a las ciencias de la vida aparecen exiliadas de un saber de la vida”. Luego dice que la reducción del bíos a un concepto de las ciencias naturales, en el que no se incluye la dimensión cultural y vivencial, representa un peligro para la vida misma de una sociedad y sus desarrollos culturales y científicos. Para él, la reflexión filológica sobre el concepto de vida no debe ser comprendida como una táctica superficial y de corto alcance, sino como una tentativa estratégica que incida tanto en el contenido como en los métodos de esas disciplinas al prestar atención a "los acervos de conocimiento y las lógicas de sucesos vitales en la producción, distribución y recepción del arte y la literatura".v Ette desarrolla en mayor detalle sus ideas con la introducción del término "saber sobre el vivir" (Lebenswissen), un concepto fundamental para su argumento en donde el saber sobre la vida y la vida como un saber (un saber en tanto atributo fundamental y en tanto componente de vida como un saber de los procesos de la vida) interactúan y se condicionan mutuamente, dando por resultado un proceso en donde el saber sobre el vivir (sin importar ya las divisiones disciplinarias) es continuamente transformado y readaptado por la práctica y la reflexión de formas de vida concretas. Aquí la literatura sin duda desempeña un papel central, no sólo porque, a lo largo del tiempo, ha registrado y hecho circular infinidad de conceptos y variaciones ligadas al saber sobre el vivir, tanto en el aspecto biológico como en el cultural, sino que, gracias a sus técnicas estéticas específicas, puede hacernos experimentar dichos conceptos imaginativamente a través de la lectura. Dice de hecho: El saber sobre el vivir es continuamente transformado y readaptado [...] por la práctica y la reflexión de formas de vida concretas. Estas transformaciones y readaptaciones dinámicas del saber sobre el vivir también se impregnan de modo fundamental mediante simulacros, modelos de vida ficcionales y formas de vida escenificadas. Saber sobre el vivir implica, en una amplia gama de variantes culturales y sociales, una muy aguda conciencia auto-reflexiva del carácter provisional, moldeable y optimizable de tal saber: las ideas de cada quien, en principio y pragmáticamente, pueden en cierta medida estar a disposición. La literatura se puede concebir como un medio de acumulación interactivo y transformante de saber sobre el vivir que simula, se apropia, proyecta y condensa modelos de conducción de vida y con ello recurre a los discursos científicos y a los más distintos segmentos de saber.vi Y luego agrega que un saber sobre el vivir que vaya más allá de lo científico e incorpore lo cultural podrá revisar "el orden y la reglamentación, la exclusión y la delimitación del concepto de vida",vii con lo cual interroga la reducción semántica de dicho concepto. Sin embargo, estos planteamientos de Ette se enriquecen aun más si los combinamos con una serie de reflexiones muy actuales ligadas a cuestiones de recepción. Para Daniel Schwarz el renovado interés que existe hoy en el papel de la literatura por parte de algunos sectores académicos nos lleva a revisar las relaciones que se establecen entre autor y lector en lo concerniente al significado de un texto y a lo que éste le dice a un lector en particular, sobre todo en relación con el comportamiento humano, lo cual resulta central para este tipo de obras. Luego hace hincapié en que además de que las respuestas de un lector a un texto dado tienen siempre un componente ético, ya que todo lo que leemos contiene un aspecto ético a su vez, la lectura, si se realiza de modo activo e inteligente, provee al lector de una experiencia "vicaria" dramatizada y específica. Dice: “La literatura le ofrece experiencias vicarias al lector, experiencias que, por estar encarnadas dentro de ontologías conformadas artísticamente, agudizan nuestra conciencia en relación con criterios morales. Sin embargo, sugiero que lo que distingue a la filosofía moral de la literatura es su especificidad, su nominalismo y su dramatizada particularidad”.viii Este comentario tan importante para nosotras acerca de la posibilidad de vivir, si bien vicariamente, una experiencia particular gracias a un texto literario, lo complementa el autor con otro también de interés. Sugiere que, aunque muchos teóricos han intentado limitar las respuestas y los aprendizajes a las relaciones intertextuales, para él resulta central también tomar en cuenta la relación entre texto y lector y cómo, al ingresar a un mundo imaginado, podemos aprender de él, incluso de vidas y valores muy alejados y diferentes a los nuestros que a la larga modifiquen nuestra capacidad de abrirnos a lo que no nos resulta familiar.ix En estrecha relación con lo anterior, queremos mencionar a Gayatri Spivak, quien en su libro La muerte de una disciplina, explora las relaciones entre mujeres en Una habitación propia de Virginia Woolf. Lo que propone Spivak es que la literatura puede incluso ir más allá de sólo proporcionarnos experiencias de vidas distintas y nos ofrece situaciones inconclusas que conducen a nuevas posibilidades y conceptos aún no escritos que se vinculan con la vida y con cómo la concebimos. Éstos, a su vez, motivan e impulsan al lector o lectora a ejercitarse en el difícil arte de vivir, aunque sea vicariamente, formas de vida en proceso que no contengan un punto de llegada preestablecido. Lo anterior fomenta y promueve ejercicios imaginativos de estiramiento de límites y códigos, los cuales hay que cuidar y fortalecer para que no sean ni marginados ni adaptados y asimilados a lo que ya conocemos. Aquí, queremos retomar brevemente la idea de que un texto literario puede ofrecerle a un lector una experiencia de vida muy distinta a la suya, si bien de manera vicaria. Crecientemente, para muchos críticos lo que importa de un texto literario no son los datos, ni los argumentos, ni la información, sino ante todo los momentos contextualizados dentro de la narrativa en los que el lector es invitado a sumergirse y participar de una experiencia de vida diferente, particular, incierta y en proceso, que lo lleva a reflexionar, sentir, dudar, temer. Todo este ejercicio de apertura lo marca, pudiendo incluso desembocar en modificaciones de percepciones, sensibilidades, reacciones y respuestas que obligan a repensar el impacto que pueden llegar a tener estos ejercicios imaginativos en los códigos de conducta de una persona o de una comunidad cultural. Antes de concluir este panorama y en estrecha relación con lo anterior, queremos recordar algunos puntos muy sugerentes para nosotras de la exposición sobre ética evolucionista que se hace en este libro, sobre todo en lo que atañe a su visión de que nuestras conductas y códigos éticos no son ni universales ni ahistóricos, sino que responden a procesos evolutivos en donde lo biológico y lo cultural se combinan. El interés que tiene para nosotras esta posición se debe a que no sólo se liga con la presencia de diversos códigos éticos en la literatura, sino que le da una vuelta de tuerca adicional al asunto cuando propone que la cultura puede incluso, junto con la biología, modificar características conductuales vinculadas con estos códigos. Las implicaciones que esto pudiera tener para nuestras reflexiones en torno a la literatura, si bien de manera indirecta y acotada, no dejan de ser estimulantes. Así, concluimos este apretado panorama que busca contextualizar la escritura de Coetzee dentro de estas nuevas corrientes de interés para la bioética en la actualidad, ya que además de involucrarse con temas como, por ejemplo, la ecología, el especismo, el racismo, los derechos de los animales, el vegetarianismo, la muerte y las enfermedades, como veremos más adelante, este autor también parece apostarle de modo creciente a la literatura —o al menos a cierto tipo de literatura— y a sus técnicas propias para involucrar al lector en eventos relacionados con cuestiones bioéticas pero de modos abiertos, sin recetas previas. El objetivo es que se ejercite en todo tipo de circunstancias que den por resultado la revisión de distintos conceptos y conductas ligados al tema de la vida y su valor, lo cual no sólo enriquece la cuestión temática, sino que es en sí un ejercicio, una práctica de vida, bioética. La escritura de J. M. Coetzee Aunque a primer golpe de vista no resulte evidente, los inicios de Coetzee como escritor sudafricano, no tanto poscolonial como poscolonizador, resultan de interés para los propósitos del presente trabajo. Lo anterior no sólo se debe al hecho de que siempre estuvo involucrado con temas de índole ético —si bien en un principio más volcado a la política que a la bioética—, sino que, de manera paralela, buscó formas y caminos nuevos que se alejaran de las técnicas literarias del realismo tradicional y de historias preconcebidas, lo cual, por cierto, causó mucho rechazo en su país por parte de grupos que esperaban un pronunciamiento más claro y directo en torno a los grandes y preocupantes temas de ese momento. Su obra, en cambio, tendió siempre a funcionar de modos más experimentales. De las dos opciones posibles, según él, para la novela hoy en Sudáfrica: la novela como suplemento que funciona con base en una "forma preconcebida de intervención" y la novela como rival, que opera con base en métodos propios independientes de las historias aceptadas, no duda en escoger esta segunda opción.x Este distanciamiento de historias preconcebidas va de la mano de un rechazo a formas narrativas tradicionales; el resultado final, según Head, es una "descolonización textual” que no sólo no evade compromisos profundos con su realidad, sino que, al someter a revisión el uso de estos "códigos maestros" occidentales, da lugar a una escritura más crítica y actual. En una escritura de estas características coexisten y dialogan de modo abierto, ambiguo y permanente numerosos planos, códigos y posicionamientos históricos, sociales y políticos contenidos dentro de un artefacto lingüístico literario que también deja visibles sus marcas de origen, todo lo cual obliga al lector a realizar una lectura mucho más pensante y participativa.xi Aquí cabe señalar que como buen producto de un mundo poscolonial, esta diversidad de planos, códigos y posicionamientos eliminan de entrada la posibilidad de verdades únicas o permanentes. Más bien, la escritura de Coetzee se caracteriza por un tono de temporalidad, de transición, de proceso de búsqueda de sentido, en donde los significados finales siempre se nos escapan. Más de un crítico ha señalado una estrecha relación entre esta característica y el uso que hace Coetzee de la alegoría, la cual también siempre tiende a diferir la posibilidad de una única interpretación. A todo ello se suma otro rasgo central de este autor y que se puede resumir como una negativa, por una cuestión de respeto básico, a atribuirse el derecho de apropiarse de las voces de otros para así hablar por minorías y grupos marginales, una técnica importante para mucha escritura poscolonial, con implicaciones éticas de peso. Todo lo anterior conduce a una escritura muy particular que, sin duda, resulta no sólo en un desafío, sino en una experiencia vital para sus lectores. Dice Attridge al respecto: “El manejo que Coetzee da a aspectos formales está vinculado con la capacidad de su obra de involucrarse con —escenificar, confrontar, aprehender, explorar— la otredad, y por medio de este involucramiento aborda las cuestiones más fundamentales y significativas implicadas en cualquier consideración sobre ética y política”.xii Y a esto le suma: “Un aspecto constante de la técnica de Coetzee como novelista es negarle al lector cualquier orientación ética proveniente de una voz autorizada o un metalenguaje valorativo. Los juicios difíciles los tenemos que hacer nosotros mismos”.xiii Estas características han marcado su obra de una manera u otra, independientemente de los temas específicos que trate. Como mencionamos antes, este autor pasó de escribir textos fuertemente enfocados en la problemática situación política y social de Sudáfrica a involucrarse con toda otra serie de temas que, ahora sí, se inscriben de manera mucho más directa en la bioética. Aquí podemos mencionar, a modo de ejemplo, las siguientes obras, además de las tres que analizaremos en detalle para este trabajo: Foe que trata, entre muchas otras cosas, de cuestiones de género; La edad de hierro acerca de una mujer blanca sudafricana que tiene un cáncer terminal; Hombre lento que es la historia de un discapacitado y Elizabeth Costello que incorpora muchos elementos de Las vidas de los animales. Sumado a esto, Coetzee ha escrito numerosos ensayos y artículos sobre estos temas. Sin embargo, hay que insistir en cómo su obra toda se ha interesado de manera creciente —de modos más o menos directos— en repensar y revalorar el tema de la vida: qué es, quién o qué la posee y quién o qué no, de qué modos y en qué categorías, quién o quiénes deciden sobre esto, con base en qué métodos y sistemas, con qué autoridad, y por sobre todo, qué visiones de todo ello se imponen en nuestro mundo y cuáles son sus causas y consecuencias. En esta época en la que existe una inquietud y una incomodidad cada vez mayores en relación con nuestro posicionamiento como humanos al respecto de esta cuestión, todo lo anterior resulta de gran importancia. Insistimos en que la trascendencia de Coetzee para los temas bioéticos no acaba en sus planteamientos temáticos, sino que las formas literarias de los mismos llevan al lector a replantearse sus propios posicionamientos. Finalmente, llama la atención que, si bien hay muchos trabajos críticos acerca de este autor en relación con la ética, en lo que respecta a la perspectiva particular de la bioética éstos se han limitado siempre a sus novelas Las vidas de los animales y Elizabeth Costello. Las primeras dos novelas que comentaremos, Esperando a los bárbaros y Desgracia, se desarrollan en Sudáfrica, que representa hoy la transición del colonialismo, la trascendencia de la explotación colonial y el surgimiento de un mundo que dejó de estar dividido en colonizadores y colonizados para abrirse a la experiencia de la construcción del mundo poscolonial. Nos permitimos proponer esta ubicación geográfica como una alegoría de un lugar más universal, como representativo de esa construcción de la diversidad, de un mundo que intenta trascender el dualismo y el maniqueísmo y se enfrenta a un complejo cruce de caminos para el que hay respuestas abiertas y provisionales. i Walter Benjamin, Ensayos escogidos, citado en María Teresa de la Garza, “Filosofía y literatura en la formación del ser humano”, p. 93. ii Adam Michnik (1946), líder opositor polaco, fue asesor del sindicato Solidarnosc. Afirmó que con las dictaduras había que ser firme en los principios pero flexible en las formas. iii Como ejemplos podemos mencionar la novela My Sister's Keeper (2004) de Jodi Picoult, que fue adaptada al cine en 2009. iv Roland Barthes, “De la ciencia a la literatura”, p. 19. v Ottmar Ette, "La filología como un saber sobre el vivir. Un escrito programático en el año de las humanidades", pp. 1-5. vi Ibidem, pp. 8-9 vii Ibidem, p. 12 viii “Literature provides surrogate experiences for the reader, experiences that, because they are embodied within artistically shaped ontologies, heighten our awareness of moral discrimination. Yet, I suggest, what distinguishes moral philosophy from literature is its specificity, its nominalism, and its dramatized particularity”. Daniel Schwarz, "A Humanistic Ethics of Reading", Mapping the Ethical Turn, p. 5 (Nuestra traducción) ix Ibidem, pp. 5 y 6 x En su artículo "The Novel Today" dice que la novela como suplemento se caracteriza por la documentación, el testimonio y la suplementación de una historia ya acordada: Nadine Gordimer podría ser un ejemplo de esto. La novela como rival desarrollaría sus propios paradigmas, distanciándose para ello incluso de las historias aceptadas por el mundo anti-apartheid, lo cual abre a lo aún no pensado. xi Dominic Head, The Cambridge Introduction to J. M. Coetzee, pp. 27, 28 xii “Coetzee's handling of formal properties is bound up with the capacity of his work to engage with —to stage, confront, apprehend, explore— otherness, and in this engagement it broaches the most fundamental and widely significant issues involved in any consideration of ethics and politics”. Derek Attridge, J. M. Coetzee and the Ethics of Reading, p. 6 (Nuestra traducción) xiii “One consistent aspect of Coetzee's technique as a novelist is to deny the reader any ethical guidance from an authoritative voice or valorizing metalenguage. We are left to make the difficult judgements ourselves”. Idem. (Nuestra traducción)