En torno a «María» de Jorge Isaacs 1 Carmen de Mora Jorge Isaacs: La política, las letras y la educación Jorge Isaacs, junto con Rafael Pombo y Tomás Carrasquilla, es el iniciador de una etapa fundacional en la literatura colombiana, entre 1820 y 1900, marcada por la tensión entre la imitación y asimilación de modelos europeos, de un lado, y por el propósito de crear una tradición literaria propia mediante la incorporación de elementos autóctonos, de otro. Eduardo Camacho Guizado ha distinguido en dicha etapa tres períodos. El primero (1820-1840) constituye una época de transición de un neoclasicismo tardío a un romanticismo incipiente. El segundo (1840-1880) es una época revolucionaria de liberalismo, federalismo, desamortización de los bienes eclesiásticos y reacción conservadora, presidida por el caudillaje de Mosquera, en la que e manifiesta la insurgencia de los poetas románticos, la consolidación del costumbrismo en novelas de cierto valor, la aparición de la novela romántica y el «virgilianismo americano». La tercera (1880-1890), dominada prácticamente por la contrarrevolución conservadora, por la acción de Núñez y la Regeneración, produce en literatura diversas y valiosas manifestaciones que van desde el romanticismo tardío hasta la incubación y afirmación del modernismo y la obra narrativa de Carrasquilla. La biografía de Isaacs interesa al lector de María por la existencia de algunos datos reveladores que ilustran la realidad novelesca. Por tratarse de una evocación del mundo de la adolescencia es la primera etapa la que aporta mayor número de materiales a la realidad ficticia, tales como la ascendencia de Isaacs, formación, posesiones y problemas económicos de la familia. Nace Jorge Ricardo Isaacs en 1837, en Cali (Colombia). Su padre, Jorge Enrique Isaacs, era un judío inglés que se estableció en Colombia para trabajar en las minas de oro del Chocó, y en 1833 se trasladó a Cali, donde compró dos haciendas, «La Rita» y «La Manuelita». A los once años Isaacs fue enviado a estudiar a Bogotá, donde permanece cinco años. A su regreso a Cali se alista en las fuerzas del general Tejada para luchar contra la dictadura del general Meló. Su padre compra «El Paraíso» -«la casa de la sierra» de la novela- que conservarán hasta 1858. Desde entonces la actividad política del escritor se verá sometida a diversas vicisitudes. Es nombrado subinspector de trabajos en la apertura de la carretera del Dagua de 1864 a 1865. En 1869, como secretario de la Cámara de Representantes, firma la ley que declaraba ciudadanos colombianos a todos los paraguayos antes de finalizar la Guerra de la Triple Alianza. En ese mismo año abandona el partido conservador y se une al ala radical del partido liberal. Tras dos años en Chile como cónsul de Colombia, regresa a Cali, donde sufre un serio revés económico por la compra de unos terrenos. Este fracaso desvía sus inquietudes hacia la educación. En 1855 le nombran superintendente de Instrucción Pública del Cauca y se traslada con su familia a Popayán. Redactó el periódico El Escolar, fundó las primeras escuelas nocturnas para obreros y trabajó en la redacción del mejor Código de instrucción pública que hubo entonces en Colombia. Reedita con César Contó, presidente del Estado Soberano del Cauca, El Programa Liberal, y participa en una de las batallas más sangrientas de la guerra civil entre conservadores y liberales, la de los Chancos, que concluyó con la victoria radical. En 1977 se ocupa intensamente de la educación primaria y secundaria del Cauca. Lo nombran secretario del gobierno de este departamento, defiende a los indígenas y ataca a los conservadores y al clero reaccionario; renuncia a la secretaría de gobierno y pasa a la Cámara de Representantes como diputado radical. En Bogotá, Isaacs extrema su postura y pronuncia violentos discursos contra el presidente Trujillo por su propuesta de indultar a los sacerdotes expulsados en la guerra civil del 76. Más tarde se dirige a Medellín para encabezar la revolución radical que había de derrocar al gobierno legítimo de Pedro Restrepo y se proclama jefe civil y militar; tras ser obligado a replegar sus tropas se retira a Ibagué. Resultado de aquella acción irreflexiva fue La Revolución liberal de Antioquia, publicado en la imprenta de Gaitán. En 1885 acomete la última empresa de importancia al ser nombrado secretario de la misión científica al Magdalena; el gobierno le otorga derechos exclusivos para la explotación de los depósitos minerales que encontró en ella, pero no podrá llevarla a cabo por falta de capital. Entretanto publica un Estudio sobre las tribus indígenas del Magdalena, de gran utilidad por sus aportaciones lingüísticas, etnográficas y arqueológicas, labor que continuará en Ibagué. Hacia 1889 atraviesa otra grave crisis económica que le induce a pedir ayuda a su amigo Justo Sierra, en México. En sus últimos años trabaja en dos novelas que hacía algún tiempo venía elaborando. En ellas abandonaba la línea sentimental de María para adentrarse en la historia de su pueblo desde la República en adelante; son Fania, cuya acción empieza en 1822 y Alma negra o Camilo que completaría a la anterior. Isaacs muere en 1895, enfermo de paludismo, cuando la guerra estallaba de nuevo. Antes de escribir María, Isaacs había leído sus primeros poemas en la tertulia de El Mosaico, pero el éxito editorial de la novela eclipsó durante largo tiempo el valor de sus producciones poéticas hasta el punto de que muchas permanecieron inéditas. Sin alcanzar nunca la altura de su obra maestra, algunos de los poemas están íntimamente relacionados con ella en aspectos como los motivos y la emoción del paisaje. La evolución poética de Isaacs se divide en dos etapas correspondientes a dos momentos distintos en el tratamiento temático y métrico de las composiciones. La primera transcurre desde 1860 a 1870 y la segunda desde 1874 a 1894. Abundan en la primera los motivos referentes a la vida militar y campesina, el idilio amatorio y la poesía familiar. Después de un paréntesis de esterilidad creadora emprende un viraje desde la poesía sentimental e individualista hacia una poesía política y anticlerical más acorde con los acontecimientos históricos de la vida colombiana. En esta segunda parte quedaría incluido el primer canto de «Saulo», una de sus mejores composiciones, que Romero Lozano vincula a la estética prerrafaelita y Gómez Restrepo considera un preludio de algunas producciones simbolistas. Otros críticos -entre ellos Gómez Restrepo- distinguen, más que dos etapas, dos líneas poéticas: la poesía del ensueño («Río Moro») y la poesía de la realidad con escenas de «vivac», de sabor popular y costumbrista («Amores de soledad» o «La reina del campamento»). ¿Acaso no son las mismas que atraviesan su novela? La poesía de Isaacs nos interesa especialmente por las conexiones que presenta con la novela, no en balde María es una novela poemática. E. Pupo Walker refiriéndose a la poesía joven del escritor colombiano afirma que es «la antesala lírica de la novela» y en ella aprendió el autor a «poetizar la tristeza y la muerte» («Relaciones entre poesía y novela de Isaacs», Thesaurus, Boletín del Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, tomo XXII, enero-abril, 1967, n.° 1). Observa, también, en los poemas los mismos conceptos antitéticos que tanto utilizará en la novela: la antinomia vida/muerte y beatitud/erótica. Tal vez el aspecto más revelador sea la concepción de María como ideal poético. Dos datos parecen confirmar esta última hipótesis: la ausencia de pruebas sobre la existencia real de la heroína tal como figura en la novela y la abundancia de nombres femeninos que pululan por las poesías de Isaacs. La amada de Efraín sería, en palabras de E. Anderson Imbert, «una síntesis lírica de las experiencias de amor de Isaacs, la cifra ideal de sus primeros años, el foco imaginativo a donde fue a concentrarse esa gran luz difusa de recuerdos y ansias verdaderamente vividos» (Crítica interna, Madrid, Taurus, 1960, pág. 82). Ella es la criatura soñada en «La visión del castillo» y todas y cada una de las musas de Isaacs. A veces, algunos cuadros de la novela parecen calcados de sus propios poemas; por ejemplo, el poema «Soñé...» guarda un curioso paralelismo con la escena descrita en el capítulo LXIV. El poema dice así: He soñado feliz que a tu morada llevóme en alta noche amor vehemente, creí aspirar el delicioso ambiente de moribunda lámpara velada. Sobre muelles cojines reclinada dormir fingías voluptuosamente, la cabellera de ébano luciente sobre el níveo ropaje destrenzada. Trémulo de emoción tus labios rojos oprimí con mis labios abrasados... Pudorosa y amante sonreíste. ¡No bajes, por piedad, los dulces ojos; brillen por el placer iluminados, haciendo alegre mi existencia triste! En la novela es Efraín quien sueña dormido en el sofá, a la luz de una lámpara moribunda, que María, vestida de blanco, entra en su cuarto y lo besa cuidadosamente en la frente temiendo que su sueño fuera fingido. No ya el motivo, sino la propia textura poética del lenguaje se mantiene en la prosa. Los ríos, dueños legítimos del paisaje, que con sus rumores acompasan en la novela los sentimientos de los personajes, no están menos representados en la poesía, algunos con nombre propio: el turbio, perezoso y solitario Cauca («Al Cauca») o «Río Moro», de rudo y fatigoso movimiento. El amor patrio que siente Efraín al regresar al «nativo valle», tras seis años de ausencia, está siempre presente en los paisajes de sus versos, y las dos primeras estrofas de «A la noche callada» evocan las horas felices de la infancia con la misma nostalgia que las páginas de María. Resultaría fácil atribuir tales correspondencias a una simple cuestión de estética o escuela, pero, en ese caso, estaríamos dejando de lado otros factores que merecen ser tenidos en cuenta, como los que ha distinguido Ignacio Rodríguez Guerra: antecedentes raciales (latino-inglés-judío), la educación estética y el predominio del ambiente patrio, además del romanticismo imperante (Estudios literarios, Pasto, 1947, pág. 34), los mismos que interpolados con otros elementos intervienen en la novela. La novela: María (1867) Isaacs publicó en vida tres ediciones de María supervisadas por él. La primera se editó en Bogotá, en la imprenta de Gaitán, en 1867; la segunda, a cargo de don Fernando Pontón, en la imprenta de Medardo Rivas, Bogotá, 1869. Ignacio Rodríguez Guerrero propone que debe ser tenida como tercera edición de la novela la de Santiago de Chile, de 1877, en la imprenta de Gutenberg; sin embargo, figura como tercera edición de María, la de Medardo Rivas, de 1878. En esta edición Isaacs anunciaba una definitiva para 1891 con anotaciones, adiciones y correcciones. Ésta sólo aparecería muchos años más tarde, en 1922 (Bogotá, Camacho Roldan y Tamayo), y por haber sido manipulada no es en absoluto fiable. Junto a estas tres, corregidas por el autor, existen otras dos ediciones críticas importantes: la de Mario Carvajal, publicada en Cali, en 1967, con motivo del centenario del autor, hecha sobre el cotejo de las tres ediciones, y la de Donald McGrady, basada en el original de la postrera edición de María incluido en un ejemplar de la tercera versión auténtica (Barcelona, Labor, 1979). En 1978 aparece una nueva edición de la novela, basada en la confrontación de las anteriores, en Biblioteca Ayacucho (Caracas), a cargo de Gustavo Mejía, quien posteriormente ha publicado otra más divulgativa en Madrid, Editorial SGEL, 1983. Todo indica que, desde que apareció su novela, Isaacs la reelaboró tres veces para las ediciones publicadas en Bogotá en 1869 y 1878; y ello tras un largo proceso de creación que se remonta a 1864, en que comenzó a redactarla cuando trabajaba como inspector de obras en el campamento «La Víbora». El tema del amor pasión. Figuración de la mujer La crítica ha venido reiterando la filiación literaria francesa de la novela de Isaacs desde que por primera vez José María Vergara y Vergara pusiera de manifiesto su semejanza con Atala de Chateaubriand y con otras novelas de su especie, como Pablo y Virginia, de Bernardin de Saint-Pierre, y Graziella y Rafael, de A. de Lamartine. En Chateaubriand ve Anderson Imbert el precursor más directo de Isaacs, él le enseñó «a orquestar estéticamente su vago erotismo» y en la novela aparece como «un numen de los amores de los dos adolescentes». La prueba más evidente para la crítica se localiza en el episodio de la lectura de Atala (cap. XIII), cuyo final trágico se convierte en un presentimiento para Efraín y María. Más que rastrear semejanzas y paralelismos con las obras francesas me interesa descubrir la posible autenticidad de María dentro de los límites de una moda literaria definida por Albèrès como «el culto de la emoción bajo el ropaje de la virtud», que amanece en el siglo XVIII y recorre todo el siglo XIX. Conmover al lector es la llave de oro de esta literatura, por eso escribe Isaacs en el prólogo refiriéndose a las páginas de la novela: «Leedlas, pues, y si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me probará que la he cumplido fielmente». Tal vez el hecho de que la historia sentimental de Efraín y María forme parte de una tradición elevada a tópico literario ha desviado la atención de otros valores de la novela, mas si intentamos una lectura liberada de prejuicios admira descubrir su cohesión interna en el engaste armónico de las piezas: el idilio amoroso, el paisaje y la sociedad. El amor-pasión -cuyo modelo en la literatura occidental sería la leyenda de Tristán e Isolda- deriva en la poesía europea de la poesía trovadoresca provenzal del siglo XII que exalta el amor desgraciado. La lírica provenzal, aunque cante a una mujer con apariencia física, siempre busca en ella el eterno femenino. La repercusión de estas fórmulas amorosas en toda la literatura europea alcanza a nuestro siglo. Muchas de las grandes novelas de amor que conocemos no son sino derivaciones y profanaciones de aquella leyenda primitiva. En este catálogo se incluye María, novela que, al menos en parte, conserva elementos pertenecientes a esta tradición: el amor de la primera juventud, la amada como mujer ideal espiritualizada y pura, la separación y el obstáculo que impiden la felicidad de los amantes, el aura de fatalismo y el amor truncado por la muerte. «¡Ah los que no habéis llorado de felicidad así -exclama Efraín-, llorad de desesperación, si ha pasado vuestra adolescencia, porque así tampoco volveréis a amar ya!» (cap. VI). El amor pasión sólo se manifiesta en su pureza anímica durante la adolescencia, momento en que el dolor y la felicidad se experimentan con una intensidad irrepetible. Es el amor de la philia o amistad espiritual que todavía no piensa en la posesión sino que se mantiene en la emoción y el sueño o en el juego de las miradas y las voces. Efraín capta en la mirada de María todo lo que ella no puede y no se atreve a decirle. Es un lenguaje apenas sin palabras y, no obstante, ambos se estremecen con el roce de los cabellos, de las manos, la proximidad del aliento o la modulación de la voz. De la misma manera, ese amor que rehúye la posesión física enmascara la pasión tras los ritos del fetichismo amoroso de que habla E. Anderson Imbert, presentes en la tradición de la literatura amorosa occidental: las flores, la sortija, el guardapelo y el pañuelo. Las flores como objetos inherentes al amor se introducen en el tercer capítulo y a través de ellas confiesa su amor Efraín. El rosal será símbolo de la constancia de aquél cuando se encuentre lejos de María (cap. XLV), y las azucenas que ella siembra bajo la ventana de su cuarto ilustrarán amorosamente la torpeza de las palabras cuando le escriba; es ella también quien perfuma el baño de su amado con las flores recogidas por la mañana (cap. IV). Además del consabido simbolismo amoroso, Valérie Masson de Gómez atribuye a las flores la condición de «símbolos sexuales por medio de los cuales se vislumbra... el mal encubierto erotismo de Isaacs-Efraín»2. De forma más circunstancial aparecen otros objetos vicarios del amor diseminados en la novela: el intercambio de sortijas para legitimar la promesa de matrimonio (cap. XLVII), el pañuelo perfumado de María, que servirá a Efraín de estímulo erótico en sus noches (cap. XXIX), y los mechones de cabellos; en el capítulo XXXI, María le ofrece a su amado el bucle prometido, a cambio, le pide un mechón para conservarlo en el guardapelo junto con los de su madre. En María, novela que respeta la ortodoxia católica, se superponen dos imágenes de la mujer: una como objeto ideal que enciende la pasión del amante y otra casi virginal que le infunde un «castísimo delirio»; con frecuencia se la compara con la Virgen de la silla de Rafael o con una reina y se la envuelve en un aura de religiosidad. Otro detalle del mismo orden es el vínculo entre Juan, hermano menor de Efraín, y María, a quien ella suele llevar en brazos o sentado en el regazo a semejanza de la efigie mariana. La historia comienza con el regreso de Efraín al Cauca después de seis años de ausencia (también en el amor cortés de la literatura provenzal existían regresos a la casa paterna) y concluye con su regreso de Londres al conocer la gravedad de María. En la sintaxis narrativa del relato ambos forman parte de una gran secuencia: el primero abre la posibilidad de una relación amorosa entre los protagonistas, el segundo la cierra. Entre la felicidad del principio y el abismo final se han ido concatenando un cúmulo de circunstancias que conducen al relato hacia la conclusión inevitable. Es lo que, en síntesis, constituye el obstáculo. Denis de Rougemont observa que no es posible concebir una pasión declarada en un mundo en el que todo está permitido, pues la pasión supone siempre entre el objeto y el sujeto un tercero que se interpone: un rey Marcos que separa a Tristán e Isolda. El obstáculo suele ser social (costumbres morales o razones políticas) hasta el punto de confundirse con la propia sociedad, aunque ésta aparezca simbolizada a menudo por un dramatis persona por necesidades narrativas y de la retórica del relato3. En María el obstáculo es tanto un estado como una persona: la enfermedad de María y el padre de Efraín. Puede parecer una arbitrariedad relacionarlos, sin embargo, de alguna manera María llega a ser víctima del proceso obstaculizador del padre. Curiosamente la crítica -en su mayor parte- ha pasado por alto la dimensión exacta del padre4; así, Seymour Menton al describir su personalidad, destaca el culto a la educación que «explica sus consejos bastante cuerdos respecto al amor de Efraín y María», el buen trato dado a los esclavos, y su «actitud liberal». Pero olvida que es el principal escollo que se interpone a la felicidad de los amantes ya desde el comienzo mismo de la novela, cuando, después de visitar las haciendas del Valle, el padre le anuncia su intención de enviarlo dentro de cuatro meses a estudiar a Europa para concluir sus estudios de medicina. El personaje-narrador comenta: «¡Cuán feliz hubiera yo vuelto a ver a María, si la noticia de ese viaje no se hubiera interpuesto desde aquel momento entre mis esperanzas y ella!» (cap. V). No se trata de presentar una imagen negativa de la figura paterna en el texto. Tal conclusión desvirtuaría tanto la novela como la intención del autor. En contraposición con los ejemplos sobre su función obstaculizadora existen otros muchos que encomian la bondad, justicia y generosidad del personaje. Se trata simplemente de mostrar la pervivencia de un elemento sustancial en el amor cortés: el obstáculo asociado a una figura que ostenta la máxima representatividad social; en el mito de Tristán corresponde al rey Marcos, en María, a la más alta autoridad de una familia que es el núcleo integrador de los demás componentes sociales. Asimismo la idea de fatalidad que vertebra el amor de Tristán e Isolda reaparece en el libro de Isaacs. Aquella pareja inmortal jamás se hubiera enamorado de no intervenir un agente externo: el filtro. En la novela de Isaacs no aparece -ni puede aparecer- el filtro, el amor es voluntario y ninguno de los protagonistas desea la muerte. En estos aspectos ignora el mito. Un hecho, sin embargo, los une: la idea de fatalidad subyacente en el filtro. No otra función corresponde al ave agorera -inspirada en «The raven» de Poe- que con su negro aleteo, sentida como una amenaza implacable, produce un oscuro terror en los protagonistas (caps. XV, XXXIV, XLVII, XIII y LXV). Efraín Coincidimos con McGrady cuando afirma que Efraín, a pesar de ajustarse al arquetipo del héroe romántico es un personaje humanizado: «No es que Efraín no posea algunos rasgos románticos, sino que no los tiene exagerados, como ocurre en la mayoría de los héroes literarios, y casi todas estas características provienen del modelo viviente de Jorge Isaacs, no de fuentes novelescas» (Prólogo a María de Jorge Isaacs, Barcelona, Labor, 1970, pág. 26). Aun así, el protagonista cumple algunos ritos del héroe caballeresco feudal, como el de dar una muestra de valor, arrostrar un peligro y demostrar de ese modo que es el más fuerte o el más astuto. El origen de esta hazaña se encuentra en la civilización celta, que exigía a los jóvenes una prueba (asesinato de un extranjero o caza gloriosa) para adquirir el derecho a casarse. Desde esta óptica se explican los dos episodios de caza en la novela. En el primero, el protagonista resulta triunfador frente a cazadores expertos e incluso salva la vida de uno de ellos. El segundo episodio ridiculiza al rival de Efraín, Carlos. Defiendo, pues, la funcionalidad de estas escenas frente a quienes las consideran meras digresiones. Dos actitudes, que en determinados momentos llegan a ser conflictivas, definen el carácter de Efraín: una admiración y una obediencia ilimitada a su padre y el amor apasionado hacia María. Como personaje carece de profundidad porque no le tortura la incertidumbre: acepta la autoridad paterna como un a priori; ahí veo la endeblez de María como historia verdaderamente romántica, ¿qué héroe apasionado auténtico hubiera resistido la tentación de desobedecer a su padre?, pero también la coherencia interna de sus elementos porque el amor se halla ensamblado en esta novela con el modelo de sociedad representada. «El peso de la autoridad patriarcal reduce al hijo al conformismo social y moral» -afirma Rougemont-. En la literatura tradicional el héroe es un compendio de virtudes y debilidades que lo separan y aproximan al lector. Efraín, en la sociedad patriarcal de María, es el hijo perfecto; sin embargo, en el amor es más vulnerable, y si bien reitera a menudo la castidad y pureza de su amor no es menos cierto que la sensualidad se enseñorea de muchas descripciones y escenas; algunas tienen por objeto a María, otras, a diversas mujeres. Sin dejar de amar a la primera ni de colocarla más alto que a las demás, admira la belleza femenina y le gusta flirtear con algunas, le fascina la gracia de Salomé (caps. XLVIII y XLIX), adivina la proporción de la hermana de Emigdio (cap. XIX) y repara en los «voluptuosos labios» de Lucía, hija de José. Todas estas mujeres suelen turbarse en presencia de él no sin mezclar la atracción con el pudor. De forma oblicua sabemos que el protagonista, en su etapa estudiantil en Bogotá, conoció a otras mujeres aunque no le impresionaran; por ejemplo, Carlos alude a Matilde, una profesora de baile que parecía interesada por Efraín. Si tomamos los dos mitos masculinos que exaltó el romanticismo, Efraín no es ni Tristán ni Don Juan sino un tenue reflejo de ambos: a diferencia de Tristán, no muere por su amada; a diferencia de Don Juan, no intenta seducir a las mujeres que le atraen. La sociedad La novela de Isaacs nos presenta un modelo de sociedad patriarcal con residuos semifeudales en la que domina la figura del pater familias, a cuya autoridad incuestionable quedan supeditados todos. Siendo la familia de Efraín el núcleo social por excelencia, en la novela existe una analogía entre la devoción y el respeto que manifiestan los campesinos con la clase señorial y los que profesa Efraín a su padre. Por esta razón él no problematiza su obediencia: rebelarse contra su padre sería tanto como rebelarse contra el sistema social establecido. Uno de los aspectos más discutidos por la crítica es determinar si la sociedad descrita en la novela está idealizada o, por el contrario, presenta contornos realistas. Donald McGrady defiende la segunda tesis basándose en que la novela admite la institución repelente de la esclavitud. Por su parte, Seymour Menton le atribuye el mérito de ser «un documento histórico y realista sobre la sociedad colombiana en las primeras décadas de la Independencia». Concha Meléndez halla más bien una mezcla de costumbrismo y realismo. Antes de formular una apreciación más o menos definitiva conviene analizar los componentes sociales. Toda la sociedad rural en sus diferentes esferas está representada en María. La familia de Efraín En el capítulo V se hace referencia a las haciendas del valle («La Rita» y «La Manuelita») y a las propiedades del padre: «una costosa y bella fábrica de azúcar, muchas fanegadas de caña para abastecerla, extensas dehesas con ganado vacuno y caballar, buenos cebaderos y una lujosa casa de habitación, constituían lo más notable de sus haciendas de tierra caliente». La tercera es la hacienda «El Paraíso», es decir, la casa don de vive Efraín con su familia rodeados de esclavos y criados. La familia de Carlos Carlos -amigo de Efraín- y su padre don Jerónimo, rico propietario, es la única familia que podría rivalizar con la anterior, pero el narrador ha matizado bien las diferencias mediante comentarios no por marginales menos incisivos, como el que hace el protagonista sobre la hacienda de su amigo (cap. XLVIII). De don Jerónimo, revela con sutileza su falta de finura (cap. XXIII), y su amistad no le impide burlarse de algunos defectos de Carlos, entre ellos el desprecio por la cultura y los libros. El lector está predispuesto con estos antecedentes a aceptar con naturalidad el ridículo episodio protagonizado por Carlos de la cacería del venado, o el estado embarazoso en que lo deja la negativa de María. La familia de Emigdio Emigdio es el amigo «honradote y campechano», blanco de las burlas de Carlos cuando se presentó en Bogotá con «la más rara figura que imaginarse puede». Pertenece también a una familia de propietarios, pero adolece de rudeza y falta de refinamiento. Si no es comparable con Efraín también es diferente de Carlos por su predisposición para el trabajo. Emigdio, además, está libre de ciertos prejuicios que sí presentan otros de su condición, así no tiene inconveniente en casarse con una mujer de clase inferior, para sorpresa de Efraín (cap. XIX). Sin duda, éste atribuye el carácter rebelde de Emigdio a su menor cultura y educación, en cambio, para él, mantener ciertos prejuicios significa preservar su posición social. Efraín, Carlos y Emigdio son tres exponentes de la juventud rural acomodada y de las opciones posibles para integrarse en la sociedad: estudiar o trabajar en la hacienda. Les siguen en el nivel inmediatamente inferior las familias de los pequeños propietarios, focalizadas siempre desde el observatorio de «El Paraíso», aunque -como afirma Mejía Duque- «la insalvable diferencia de clases, la estabilidad de la jerarquía social, no impedían una cierta solidaridad afectiva entre la familia de los señores y los pequeños propietarios y jornaleros de su jurisdicción» («Jorge Isaacs: el hombre y su novela», en La novela romántica latinoamericana, CASA, 1978, página 427). La familia de José, el campesino antioqueño dedicado a las siembras y cacerías, es humilde pero digna y laboriosa. El comportamiento de sus miembros cuando los visita Efraín deja advertir la inferioridad y distanciamiento social que los separa: las muchachas, «vestidas con más esmero que de ordinario», le hablan «con suma timidez», y todos lo admiran. El origen antioqueño de estos personajes les imprime un sello singular que proviene de un antiguo privilegio: el de haber sido la primera población estable organizada por los españoles en territorio colombiano. No dista mucho, en líneas generales, del montañés descrito por Lucien Febvre en El hombre y la tierra, de curiosidad limitad, tradicionalista, conservador, vigoroso, honrado, voluntarioso, económico y previsor, que vive en una familia patriarcal sólidamente constituida. Por último, la familia de Custodio, propietario de una pequeña hacienda o chagra. La diferencia social de origen económico y de raza aflora constantemente en las palabras de estos personajes; Salomé no le oculta a Efraín su complejo de mestiza que sueña con ser blanca y que le impide aspirar a otro hombre superior en raza o clase. La relación de la familia de Efraín con los de su clase es buena, pero carece de la afectividad que comparte con sus inferiores al ofrecerles una protección paternalista a cambio de un agradecimiento incondicional. Así participa en la cacería con José y Braulio, apadrina la boda de éste con Tránsito y resuelve el malentendido entre Salomé y Tiburcio para mayor felicidad de Custodio. La actitud del padre de Efraín con ellos es -como diría el progatonista de Una familia lejana, de Carlos Fuentes- la de quien siente una superioridad que no desea mostrar y a pesar del deseo de no hacerlo, multiplicando amabilidades, ello mismo comprueba lo que se quiere ocultar. En su conjunto, es una sociedad relativamente variada, armónica, salpicada de pequeños conflictos y descrita en todos los detalles relativos a vivienda, indumentaria, modismos del habla, comida, aspectos folklóricos, costumbres, etc., es decir, con arreglo a la técnica que casi medio lustro de costumbrismo había hecho arraigar en Hispanoamérica. Volviendo a la cuestión planteada al principio de este epígrafe sobre la naturaleza realista o costumbrista de María, aventuro la conclusión de que tal disyuntiva es falsa. Admitimos que los personajes rurales están tratados con realismo, pero falta esa objetividad exigida por Baudelaire según la cual el propósito del realista es presentar la realidad tal como sería si él no estuviera allí. Isaacs se deja ver demasiado tras el disfraz de Efraín, y su ligazón con el universo narrado no es menos notoria, pues, como dije más arriba, la novela está escrita en un tono nostálgico. Por otra parte, sólo existe un núcleo focalizador de la sociedad: el de la familia del héroe que, en todo caso, trata al resto con condescendencia y desde arriba. Por último, el detallismo descriptivo tiene por objetó rescatar lo pintoresco de la región, tal como se propusieron los costumbristas. Ya decía Anderson Imbert que «quienes parten de los conceptos europeos -clasicismo, romanticismo, parnasianismo, realismo, etc.-, al querer recoger el proceso de la literatura colombiana en esos anzuelos se sienten defraudados, como el pescador con los peces que no pican» (Prólogo a María, de Jorge Isaacs, México, FCE, 1951, pág. XVIII). El eclecticismo define la literatura colombiana en la segunda mitad de siglo. Observada a mayor distancia la novela de Isaacs, con su visión arcádica de los personajes rurales (virtuosos, honrados, ingenuos y buenos) adolece de la limitación propia del costumbrismo. En contraposición, «sólo en la novela realista, depurada ya esta nota romántica, aparecerá el campesino cruel e ignorante y no menos depravado que el habitante de la ciudad» (Antonio Curcio Altamar, Evolución de la novela en Colombia, Bogotá, publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, 1957, página 129). La esclavitud Aunque el movimiento negrista no alcanza su madurez en Hispanoamérica hasta el siglo XX, existe una larga tradición cuyos orígenes podemos rastrear en España, en el siglo XV, como consecuencia del tráfico de esclavos. Lo hallamos en El Lazarillo, se incorpora al teatro del siglo XVI y atraviesa toda la literatura de los Siglos de Oro y el barroco americano y se prolonga hasta el siglo XIX. Varios elementos se decantan en el tratamiento literario del negro: la exploración de las posibilidades rítmicas de la lengua, su exotismo, el humor, y, con más rareza antes del siglo XIX, el escritor opta por la defensa del negro. En la novela de tema esclavista el negro pierde gran parte de su exotismo para convertirse en víctima social, sobre todo en aquellos países y zonas donde su presencia étnica se impone, trascendiendo a todos los aspectos de la vida y la cultura. En Cuba surgió como consecuencia del descontento de los intelectuales liberales con el régimen colonial español. Así apareció Francisco, de Anselmo Suárez Romero (terminada en 1839, pero publicada en 1880), concebida como un documento social contra la institución de la esclavitud; El negro Francisco, de Mario Zambrana (Cuba, 1873); Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde, y Sab, de Gertrudis Gómez de Avellaneda. En Isaacs, el tema ofrece una doble vertiente: la figura del negro como elemento exótico, según la línea tradicional, y como esclavo o víctima social. Ambas líneas convergen en el episodio de Nay y Sinar intercalado en la novela. El exotismo procedente del romanticismo francés, que se evade a espacios y tiempos remotos estaría representado en esta pequeña historia por el marco africano. Efraín ha ido a visitar a Feliciana, madre de Juan Ángel, quien yace en la cama postrada, moribunda, víctima de una grave hepatitis. El protagonista evoca su historia desde los tiempos en que se llamaba Nay, antes de hacerse católica y cambiar su nombre por el de Feliciana. Hija de Magmahú, «uno de los jefes más distinguidos de los ejércitos de Achanti», se enamora de Sinar, hijo de Orsué, caudillo de los Achimis que murió combatiendo con los Achantis, quienes hicieron prisionero y esclavo a Sinar. Tras su conversión y matrimonio a cargo de un misionero, el ataque de Cambez los separa definitivamente. Obligados a viajar en un buque negrero, Nay va a parar a manos de un irlandés, William Sardik, instalado cerca de Turbo. Cuando llegan a casa de Sardik el padre de Efraín con María, conmovida ésta por la triste historia de Nay, y pensando en su próxima maternidad, compra su libertad y la lleva a vivir con ellos. La primera parte de la historia es la dé mayor exotismo por la ambientación africana; a partir del momento de la separación y el viaje en el buque, el autor se sitúa en la realidad social de su tiempo, y aunque no proclama una protesta antiesclavista enérgica y testimonial, deja patente su repulsa por tan abominable comercio. Exotismo, sí, pero conectado con la realidad colombiana de la época. Algunos críticos sólo perciben uno de los rasgos, pero no creo que la historia de Nay y Sinar tenga una interpretación unívoca: el escritor hace coincidir en ella las dos vertientes temáticas practicadas en su tiempo, sin contar con la importancia del episodio desde el punto de vista estructural, pues guarda no pocas simetrías con el de Efraín y María. El paisaje (I): El valle Durante más de un siglo la novela hispanoamericana se ha dedicado a descubrirnos su propia geografía en las historias que contaba, pero muy raras veces alcanza el equilibrio armónico de María en lo que respecta a la relación hombre y paisaje. Mario Carvajal, con una intuición finísima, captó la perfecta simbiosis entre el paisaje y la protagonista en la novela que ha inmortalizado el Valle del Cauca convirtiéndolo en «comarca de amor y de ensueño». Carvajal denomina «encarnación misteriosa del paisaje» a esta identificación mágica entre la mujer y la naturaleza. Seymour Menton ha reparado en la importancia estructural que posee la enumeración de aves, flores y aguas; la misma que se adjudican los ríos: el Zabaletas, el Amaime y, al final de la novela, el Dagua. El rumor del río Zabaletas y de otros arroyos y ríos subsidarios se filtra por la anécdota central al tiempo que las confidencias de los protagonistas reverberan en sus aguas. Cuando la partida de Efraín está próxima, su felicidad le parece tan transitoria como la fugacidad del agua fluyente: «Sentado en la orilla del río veía todas sus corrientes a mis pies, pensando en las buenas gentes a quienes mi despedida acababa de hacer derramar tantas lágrimas; y dejaba gotear las mías sobre las ondas que huían de mí como los días felices de aquellos seis meses» (cap. LII). El Amaime y el Nima se asocian a la enfermedad de la protagonista. Cuando Efraín sale en busca del doctor Mayn la crecida del Amaime, cuyo sonido ya no es rumor sino estruendo, pone en peligro su vida; en contraste, las ondas del Nima, que atraviesa luego, le parecen «humildes, diáfanas y tersas». Por último, el impetuoso Dagua es el río simbólico que por el infierno verde conduce al protagonista a la región de los muertos. El paisaje de María existe como presencia física subjetivada por el protagonista y acompasada con los vaivenes de sus estados de ánimo. Uno de los instantes predilectos es el amanecer. La identificación de la naturaleza con el estado de ánimo de los personajes culmina en un antropomorfismo: «En medio de aquella naturaleza sollozante, mi alma tenía una triste serenidad». La necesidad de mantener un diálogo telepático con la naturaleza en momentos de exultante alegría o desoladora tristeza se convierte en un elemento recurrente en la novela. Muchas descripciones, por ejemplo en el capítulo XXXIX, anticipan rasgos impresionistas en la combinación de las sensaciones auditivas y cromáticas que más tarde se convertirán en uno de los máximos postulados estéticos del poeta modernista. Isaacs aplica toda la gama de colores, desde el azul de cielo y los tonos pálidos, para el paisaje del Valle, hasta los más fuertes, rojo, negro y amarillo, para la selva. El paisaje (II): La selva Dueño del arte descriptivo, el escritor colombiano depara a cada paisaje lo suyo: al Valle, la emotividad, acompasando su ritmo a la cadencia anímica del protagonista; a la selva, una descripción más objetiva y distante. El autor ha sabido captar de la selva la belleza y los peligros, dos atributos que fascinan y espantan respectivamente: la flora y la fauna; de ellas nacerá la novela de la selva; son las mismas descripciones -sin rozar aún los linderos del naturalismo- que encontraremos en La Vorágine. Sustantivos como «majestad» y «galanura» servirán para determinar la variedad incontable de palmeras: la pambil, la milpesos, la naidí, asociada a una mujer seductora, junto a otras variedades de árboles como el naguare y el piáunde, los reyes de la selva por su formidable altura. La selva, en su eterno ciclo de muerte y regeneración, oculta también peligros mortales para sus violadores, como las serpientes guascama, chonta, viejota o verrugosa, luego protagonistas de los cuentos de Quiroga, y los murciélagos vampiros, verdaderos asesinos selváticos que hostigarán a Arturo Cova en La Vorágine. En cambio, las aves, compañeras inolvidables de Efraín en el jardín de su hacienda, aquí apenas se dejan ver. Por su descripción de la selva María constituye un eslabón preliminar de toda una saga novelística en la literatura hispanoamericana conocida bajo el rótulo de «la novela de la selva», que agrupa un conjunto de obras como La Vorágine, de José E. Rivera; Toa, de César Uribe Piedrahita; Los Pasos perdidos, de A. Carpentier; Canaima, de Rómulo Gallegos; La Casa verde, de M. Vargas Llosa; El Camino de El Dorado, de A. Uslar Pietri, y Maladrón, de M. A. Asturias, entre otras. Precisamente, -como constata Lydia de León Hazera- los orígenes de la novela de la selva se remontan al romanticismo, en que la visión de la naturaleza «se vuelve emotiva», situación que alcanza al siglo XX. Sin embargo, la inquietud por el paisaje americano es deuda que tenemos con el siglo XVIII, cuando el espíritu de la Ilustración y el Enciclopedismo fomentaron el interés por la naturaleza y la geografía americana con fines de orden pragmático y también cultural. Recordemos la importantísima labor ejecutada por la Expedición Botánica (1783), a cargo del gaditano José Celestino Mutis, en territorio colombiano. Es mérito de Isaacs haber manejado toda la escenografía romántica de amaneceres y crepúsculos, de tópicos como el resplandor lunático, la inocencia del primer amor, la fatalidad del destino, el ave agorera, etcétera, sin disfrazar entre tanta guardarropía la belleza autóctona del paisaje colombiano. Estructura y registros verbales La estructura de María se articula sobre un edificio de paralelismos y dualidades, algunas de ellas antitéticas, que presuponen una conciencia muy clara del plan de la obra y de su elaboración artística5. No hubo improvisación en Isaacs, de ahí la eficacia que no la gratuidad de esas correspondencias entre la historia central y las secundarias. Seymour Menton sugiere una posible influencia judaica: «Más difícil de comprobar pero no por eso menos importante como explicación de la dualidad, es el origen judío de Isaacs. Hijo de converso casado con cristiana y educado como cristiano, Isaacs, si se juzga por María, tiene muy presente su doble cultura» (Seymour Menton, «La estructura dualística de María», en el Boletín del Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, XXVIII, 1973, pág. 251). Otro aspecto importante a tener en cuenta es la manera en que se presenta la novela como el libro de los recuerdos de Efraín. La narración es en primera persona, aunque no se trata de una primera persona pura, pues el narrador no es el autor, si bien lo representa; la consecuencia más inmediata es una limitación en el punto de vista de tal modo que toda la información recibida por el lector procede de ese personaje y del conocimiento, siquiera parcial, que tiene sobre los otros personajes. De este modo se produce una ilusión de realismo muy difícil de reproducir en una narración escrita en tercera persona. Por otra parte, María es la evocación nostálgica de la infancia y juventud del narrador, de ahí que se trate de una narración ulterior en tiempo pasado, de ahí también la atmósfera de idealización que envuelve la historia, el paisaje, las vivencias. Dos aspectos contribuyen a crear esa atmósfera: las referencias espaciales y temporales. En lo espacial, Isaacs combina la proliferación enumerativa de lugares -aún de difícil localización geográfica para el lector actual- con la ambigüedad en que suele dejar otros de nombre conocido, como la hacienda «El Paraíso», donde ocurre la acción central, o las otras haciendas del padre, apenas aludidas. De este modo comparte con la estética romántica la afición por lo vago e impreciso. El tiempo de la historia resulta de una gran precisión por ser decisivo para la trama de la novela. Puesto que la acción queda supeditada al viaje de Efraín, la conciencia del paso del tiempo se agudiza en los personajes a medida que aquél se hace inminente, y el narrador repara en numerosas ocasiones en objetos como el reloj o la lámpara que se consume: «[...] dio las dos el reloj: él había medido también las horas de aquella noche angustiosa víspera de mi viaje; él debía medir las de la última que pasé en la morada de mis mayores» (cap. LXIV). La concreción temporal no impide, sin embargo, que algunas fechas sean contradictorias. Isaacs fue novelista sin dejar de ser poeta y escribió una novela, para muchos, poemática: la cohesión de su estructura interna, la alternancia del lenguaje poético con el de la prosa y el tono elegiaco reivindican ese calificativo. José Ángel Valente afirma que el lenguaje de María tiene dos caras, como la novela misma. «De un lado, al estilo moroso, retardatario de la elegía o las transparentes descripciones del paisaje; de otro, el estilo rápido, conversacional, lleno de criollismos, de los episodios costumbristas que se intercalan» («María, novela americana», Clavileño, Bogotá, 1955, a. VI, n.° 35, página 55). En María se distinguen varios niveles de lenguaje de acuerdo con el propósito de infundir autenticidad y reforzar el realismo ambiental circunscrito al Valle del Cauca. Los registros verbales están en correspondencia con los estratos sociales. La familia de Efraín, en consonancia con su posición, representa el habla culta y sus diálogos son más convencionales y retóricos que aquéllos en que intervienen personajes populares. Frente a lo que pudiera prejuzgarse por ser una novela romántica, María no adolece de afectación exagerada. Admira la reticencia y la contención emotiva en los diálogos de los protagonistas: «-No te ha dicho el doctor que no tendré ya novedad? -Sí -le respondí-. Y me ha prometido no dejar pasar dos días seguidos en estos quince sin venir a verte. -Entonces no tendrás que hacer otro viaje de noche. ¿Qué habría hecho yo si...? -Me habrías llorado mucho, ¿no es verdad? -repliqué sonriéndome. Miróme por algunos momentos, y yo agregué: -Puedo acaso estar cierto de morir en cualquier tiempo convencido de... -¿De qué? -Y adivinando lo demás en mi mirada-: ¡Siempre, siempre! -añadió casi en secreto, aparentando examinar los hermosos encajes de los almohadones». (cap. XVI) Mas cuando el autor pretende matizar la condición social de los personajes a través del habla o describir las costumbres incorpora abundante número de provincialismos, modismos y giros coloquiales. El episodio de la boda de Bruno y Remigia interpola diversos elementos folklóricos: instrumentos musicales, cantos, danzas, indumentaria, etc. (cap. V); en la visita de Efraín a Emigdio, peculiaridades de la vivienda, atuendo de la pareja de negros y de Emigdio cuando llegó a Bogotá, y provincialismos como: so mula, ¡carrizo!, ¡tubo!, pasas monas (cap. XIX). En la secuencia de la cacería se describen detalles costumbristas relativos a la comida, provisiones y aperos de caza. De la familia de José es él quien utiliza más giros pintorescos: ¡Hubi!, ¡si es mecha!, Timanejo; Braulio emplea el diminutivo gatico (cap. XXI). Tal vez las anomalías fonéticas y peculiaridades lingüísticas más señaladas se presentan en el habla de la familia de Custodio (caps. XLVIII y XLIX): pérdida de la d final e intervocálica (usté, echao, empeñao, estao, costao, verdá), arcaísmos (argora), deformaciones fonéticas a base de contracciones y elisiones (hastora, lagua, lalma, onde, deónde, ory), diminutivos en -ico (pacatica, mulatico) y tendencia a los diminutivos adverbiales (enanticos, nadita), entre otras. Por último, la lengua de los bogas. Entre otras singularidades presenta: pérdida de consonantes finales (Jesú, despeja, cantemo, empezó, señó, pué, vamo, mata); pérdida de d y dr intervocálicas (dao, alabao, compae), de consonantes s, r a final de sílaba (oite, bailala, velo), epéntesis o añadidura de sonidos (busté), de equivalencia acústica r = l (Ansermo, carrizar, branco) y asimilación de dos vocales en una (rumatismo). Efraín, en su acercamiento a estos personajes de rango social inferior, prodiga los provincialismos y utiliza una modalidad de habla más llana que cuando se halla entre los suyos. Cronología Fechas Datos sobre el autor Acontecimientos históricos Acontecimientos culturales 1837 Nace en Cali Jorge Ricardo Isaacs Ferrer. Gobierno liberal moderado de José Ignacio Márquez en Colombia. Guerra entre Perú y Chile. Bustamante, presidente de México. Ministerio de Espartero en España. Victoria inicia su reinado en Inglaterra. Esteban Echevarría, Rimas. Balzac, Las ilusiones perdidas. Dickens, Oliver Twist. Espronceda, El estudiante de Salamanca. Suicidio de Larra. 1840 Jorge Enrique Isaacs, padre del escritor, adquiere las haciendas «La Rita» y «La Manuelita» en Cali. Levantamiento de Timbío dirigido por Obando. Comienza la «Guerra de los Supremos». Independencia de Bolivia. Lavalle marcha sobre Buenos Aires. C. A. López sucede a Doctor Francia en Paraguay. Países Bajos: Guillermo II, rey Prusia: Federico Guillermo, rey. Proudhon, ¿Qué es la propiedad? Sainte-Beuve, Port Royal. Espronceda, El diablo mundo. Mérimée, Colomba. Zorrilla, Los cantos del Trovador. 1848 Jorge Isaacs es enviado a estudiar a Bogotá, donde permaneció durante cinco años. Recibió enseñanza en los colegios del Espíritu Santo -regentado por Lorenzo María Lleras, conocido dirigente liberal-, de San Buenaventura y de San Bartolomé, Contrato del gobierno colombiano con la panamá Railroad Co. Tratado de Guadalupe Hidalgo entre EE. UU. y México. Constitución de Nacen González Prada y Justo Sierra. Marx-Engels, Manifiesto comunista. S. Mill, Principios de economía política. A. Dumas, La dama de las camelias. sucesivamente. Honduras. España: Regreso de Narváez al gobierno. Francia: Segunda República. Alemania: Insurrección y huida del príncipe heredero. 1852 Regresa a Cali. Enfermedad del padre y disminución del capital. Legislación por la que los ríos de Nueva Granada quedan abiertos para la navegación mercante de otros países. Batalla de Caseros y caída de Rosas. Gobierno de Urquiza. Restablecimiento del Imperio con Bonaparte. Alberdi, Bases. Sarmiento, Campaña en el ejército grande. Comte, Catecismo positivista. Beeche-Stowe, La cabaña del tío Tom. 1854 Se alista en las fuerzas del general Tejada para luchar contra la dictadura de Melo. Hace una campaña de 7 meses, tiempo que dura la revolución. Su padre compra «El Paraíso», «la Francia e Inglaterra declaran la guerra casa de la sierra» de la novela, que conservarán hasta 1858. Golpe de estado del general Melo. Es derrotado y apresado. Ley Juárez. Abolición de la esclavitud en Perú y Venezuela. Francia e Inglaterra declaran la guerra a Rusia. Formación del partido republicano en Estados Unidos. Discurso de Lincoln contra la esclavitud. B. Mitre, Rimas. Nace Clorinda Matto de Turner. Nacen Rimbaud y Poincaré. 1856 Contrae matrimonio con Felisa González Umaña. Colombia, tercer país exportador de oro. Ley Lerdo de desarmotización de bienes eclesiásticos en México. William Walker, presidente de Nicaragua. Constitución liberal Tocqueville, El Antiguo Régimen y la Revolución. Nace Oscar Wilde. en Perú. Pacto de la Unión en Uruguay. España: O'Donnel reemplaza a Espartero. Gobierno de Narváez. Disolución de las cortes. Fin Guerra de Crimea. Buchanan, presidente de EE. UU. 1860 Participa en la guerra contra el general Mosquera. Conoce en Antioquia al poeta Gregorio Gutiérrez González, autor de Aures y de la Memoria del cultivo del maíz en Antioquia. Mosquera declara Nace Vargas Vila. independiente del Baudelaire, Los Estado del Cauca. paraísos artificiales. Fin de la Guerra de los Tres Años. García Moreno Jefe Supremo del Ecuador. Derqui, presidente de Argentina. España: Guerra de Marruecos. Italia: Piamonte y Cerdeña declaran la guerra a Austria. Revolución en Sicilia y Nápoles dirigida por Garibaldi. Lincoln, presidente de los EE. UU. 1861 Muere don Jorge Enrique, padre de Jorge Isaacs. La familia le encarga a éste la administración de las haciendas. Muere Obando en un encuentro con las fuerzas legitimistas. Gobierno provisional de Mosquera Juárez, presidente de México. Dictadura de Páez en Venezuela. Batalla de Pavón y victoria de Mitre en Argentina. Reinado de Luis I en Portugal. Víctor Manuel, rey S. Mill, Sobre el utilitarismo. Dostoievski, Recuerdos de la casa de los muertos. de Italia. 1863 Mermado el patrimonio familiar por las deudas contraídas durante la enfermedad del padre, Jorge Isaacs deja a su hermano Alcides a cargo de las fincas y se marcha a Bogotá. Convención de Ríonegro. Nueva Constitución. Mosquera, presidente de la República. Francia ocupa Ciudad de México y ofrece el trono a Maximiliano. España reconoce la independencia de Argentina. Cristian IX, rey de Dinamarca; Jorge I, rey de Suecia. Abolición de la esclavitud en los EE. UU. Renan, Vida de Jesús. Huxley, El lugar del hombre en la naturaleza. Dostoievski, Memorias del subsuelo. 1864 El 20 de abril comparece ante los jueces para defenderse contra los acreedores. Lo asesoran Aníbal Galindo y José María Vergara y Vergara, quien lo introduce en la tertulia literaria de El Mosaico donde lee sus primeros versos. Los contertulios editaron el tomo de sus Poesías precedidas del acta de aquella reunión. En noviembre, el general Mosquera le nombra subinspector de trabajos en la apertura de la carretera del Dagua. En su campamento, a orillas del Dagua, empieza a escribir María. Presidencia de Manuel Morillo Toro. Pacto entre Argentina y Brasil contra Uruguay. España: Ministerio de Narváez. Tratado entre Francia e Italia para la ocupación de Roma. Internacional de Inglaterra. Nace Federico Gamboa. Spencer, Principios de biología. Hnos. Goncourt, Renée Maupertius. Nace ToulouseLautrec. 1865 De 1864 a 1865, según su propio testimonio, vivió como inspector del camino de Buenaventura, que se empezaba a construir entonces en los desiertos y vírgenes y malsanos de la costa del Pacífico, allí trabajó y luchó «hasta caer medio muerto por Tratado VivancoPareja: Fin del conflicto de Perú con España. Triple Alianza: Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay. Renuncia y retorno Nace José A. Silva. Muere E. Díaz Castro. Carroll, Alicia en el país de las maravillas. Tolstoi, Guerra y Paz. Wagner, Tristán e Isolda. obra de la fatigante tarea y del mal clima». Contrae malaria y regresa a Cali, donde continúa escribiendo su novela en su residencia El Peñón. de O'Donnel en España. Asesinato de Lincoln. Fin de la Guerra de Secesión. 1866 Entra en política y lo eligen diputado por el partido conservador. Se establece en Bogotá. Instala un almacén de ropas. Mosquera, presidente por cuarta y última vez. Bombardeo del Callao y derrota española en el Perú. Sofocado el levantamiento republicano del general Prim. Napoleón retira tropas de Roma y México. Italia: Guerra con Austria. Alemania: Guerra austro-prusiana. G. Gutiérrez González, Memoria sobre el cultivo del maíz en Antioquia. E. del Campo, Fausto. Dostoivski, Crimen y castigo. Verne, De la tierra a la luna. 1867 Primera edición de María (800 ejemplares) en el taller tipográfico de José Benito Gaitán. Derrocado y apresado Mosquera por tropas al mando del general radical Santos Acosta, quien se hace cargo del gobierno. Italia: Garibaldi invade el Estado pontificio. Constitución de la doble monarquía: Austria-Hungría. Lastarria; La América. Nacen R. Darío y R. Pairó. Marx, El capital. Ibsen, Peer Gynt y Brant. Muere Baudelaire. 1868 Dirige el periódico La República. Gobierno de Santos Gutiérrez. F. Guzmán, presidente de Nicaragua. Sarmiento, presidente de Argentina. Pronunciamiento militar destrona a Isabel de España. Nacen R. Jaimes Freyre y Carlos Reyles. Dovstoievski, El idiota. Bécquer, Rimas. Lautréamont, Los cantos de Maldoror. Muerte de Narváez, gobierno de Prim Inglaterra, triunfo laborista. 1869 Secretario de la Cámara de Representantes. Firma de la ley que declara ciudadanos colombianos a todos los paraguayos poco antes de la Triple Alianza. Abandona el partido conservador y se une al ala radical del partido liberal. Entra a la masonería, según MacGrady. Segundo tratado fallido sobre el canal con EE. UU. Alzamientos en Cuba y Nicaragua. Golpe de Estado en Ecuador. García Moreno, Jefe Supremo. Monarquía constitucional en España. Prim, jefe de gobierno. Grant, presidente de los EE. UU. I. M. Altamirano, Clemencia. G. G. de Avellaneda, Obras literarias. Verne, Veinte mil leguas de viaje submarino. Verlaine, Fiestas galantes. Flaubert, La educación sentimental. 1870 Le nombran cónsul en Chile. De paso por Lima, se entrevista con Ricardo Palma. Junto con el chileno Recaredo M. Infante invierte en una empresa en el Valle del Cauca. Gobierno liberal de Eustorgio Salgar. Fin de la Guerra de la Triple Alianza. Primera presidencia de Guzmán blanco en Venezuela. España: Amadeo de Saboya, asesinato de Prim, sexenio revolucionario. Francia: Guerra franco-prusiana, caída Imperio. Proclamación de la República. L. V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles. La Nación, en Buenos Aires. Taine, Sobre la inteligencia. Pérez Galdós, La Fontana de oro. 1873 Regresa a Colombia en compañía de su socio chileno. Compra la hacienda «Guayabonegro», situada cerca de «La Manuelita». Abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Tratado secreto entre Perú y Bolivia contra Chile. España: abdicación de Amadeo I. Restablecimiento de la República. Alianza de los tres emperadores J. Montalvo, Siete tratados. Martí, La República española ante la Revolución cubana. Muere G. G. de Avellaneda. Rimbaud, Una temporada en el infierno. J. Verne, La vuelta al mundo en ochenta europeos. días. 1874 1875 En 1874 trata de vender «Guayabonegro». En 1875 gestiona la devolución a su antiguo propietario, Manuel García Echaverri, quien rechaza sus propuestas a través de una copiosa correspondencia, publicada después por Isaacs en su folleto A mis amigos y a los comerciantes del Cauca. Le nombran superintendente de Instrucción Pública del Cauca y se traslada con su familia a Popayán. Colombia: En vísperas de elecciones, gran agitación política en todo el país. España: Alfonso XII en Madrid. Montalvo, La dictadura perpetua. Nacen Julio Herrera y Reissig y Florencio Sánchez. Tolstoi, Ana Karenina. Bizet, estreno de Carmen. Mme. Blavatski funda la Sociedad Teosófica. 1876 Dirige el periódico El Escolar, funda las primeras escuelas nocturnas para obreros y reedita, con César Conto, presidente del estado soberano del Cauca, El Programa Liberal. Participa en la guerra civil contra los conservadores. 31 de agosto batalla de los Chancos. Al caer el coronel Manuel Vinagre Neira, Isaacs lo reemplaza en el mando. Aquileo Parra, presidente de Colombia. Comienza la revolución conservadora en el Cauca contra el gobierno liberal. Rebelión de Porfidio Díaz en México. Rebelión liberal de Honduras. Hilarión Daza, dictador de Bolivia. Concluye la segunda guerra carlista en España. Inglaterra: Victoria, emperatriz de la India. Guerra de Turquía en los Balcanes. Zorrilla de San Martín, Notas de un himno. Mallarmé, La siesta de un fauno. Twain, Las aventuras de Tom Sawyer. Pérez Galdós, Doña Perfecta. 1877 Participa en la guerra de Popayán. Se ocupa intensamente de la educación primaria y secundaria del Cauca. Lo nombran secretario de gobierno. Sale en defensa de los indígenas. Lucha contra los conservadores y el clero Expulsión de los obispos de Antioquia, Medellín y Pamplona. L. Alcántara, presidente de Venezuela. Marco Aurelio Soto, presidente de Edison inventa el micrófono y el fonógrafo. Engles, El antiduhring. Carducci, Odas bárbaras. Rodin, La edad de bronce. reaccionario. Renuncia a la Secretaría de gobierno y pasa como diputado radical a la Cámara de Representantes. Honduras. Muere Rosas en Inglaterra. Guerra ruso-turca. EE. UU., presidente Hayes. 1878 Intensa oposición de Isaacs contra el presidente Trujillo en el Congreso, quien solicita de la Cámara se concedan rentas al clero y se indulte a los sacerdotes expulsados por intervenir en la guerra civil del 76. Lucha por sacar adelante el proyecto de construcción del ferrocarril del Cauca. Venta de «Guayabonegro». Gobierno liberal independiente del General Trujillo. Tratado de Zanjón en Cuba. Humberto I, rey de Italia. Disolución del Reichtag. Chipre para Inglaterra. Galván, Enriquillo. E. M. de Hostos, Inda. Lastarria, Recuerdos literarios. Muere J. M. Gutiérrez. Nietzsche, Humano, demasiado humano. 1879 Elegido presidente de la Cámara. Se traslada a Antioquia como secretario del presidente Tomás Rengifo. Ataca a la Asamblea en La Nueva Era de Medellín. Encabeza una rebelión contra Pedro Restrepo, sucesor del Presidente. Período de agitación política. Guerra del Pacífico. Guzmán Blanco, presidente de Venezuela. Martí huye a EE. UU. Nueva Constitución en Guatemala. Consolidación de la Tercera República en Francia. Alianza austroalemana. Zorrilla de San Martín, La leyenda patria. J. León Mera, Cumandá. Nace A. Arguedas. Ibsen, Casa de muñecas. Dostoievski, Los hermanos Karamazov. Zola, Nana. 1880 31 de enero: Encabeza la revolución liberal de Antioquia, derroca al gobierno legítimo y se proclama jefe civil y militar. El 13 de marzo tiene que disolver sus tropas y entregarse. Se traslada a Bogotá. Publica La revolución liberal de Antioquia, donde pretende justificar sus actividades políticas. Se retira Ibagué. Gobierno de Rafael Núñez en Colombia. Revolución de Antioquia. España: Fundación del partido fusionista. Francia: Gabinete de J. Ferry. J. Montalvo, Catilinarias. Altamirano, Rimas. Muere E. Campo. Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles. Maupassant, Bola de sebo. 1881 Radicado en Ibagué con su Colombia restablece A. Bello, Filosofía del familia. Publica el primer canto de Saulo, dedicado a Julio Roca, presidente de la Argentina. Es nombrado secretario de la misión científica que debe estudiar las riquezas minerales de la Costa Atlántica. Separa de la comisión y continúa la exploración por su cuenta. Descubre valiosos yacimientos de carbón y petróleo. las relaciones con España. Convenio de arbitraje con Venezuela. El Ejército chileno ocupa Lima. España: Ministerio de Sagasta con el partido fusionista. Liberalización política. Inglaterra: Muerte de Disraeli. EE. UU.: Garfield, presidente, muere ese mismo año. entendimiento. Cambacerres, Potpourri. Pérez Galdós, Los desheredados. Nace Picasso y muere Carlyle. 1884 Publica sus primeros estudios etnológicos en los Anales de Instrucción pública. Recibe una invitación de Julio Roca para visitar Argentina. El presidente Núñez le ofrece también un cargo diplomático en ese país. El viaje no se realiza. Segundo gobierno de Rafael Núñez. Constitución del partido Nacional. J. Crespo, presidente electo de Venezuela. Conferencia Colonial internacional en Berlín; ingleses en Sudán; alemanes en el sudoeste africano. Matto de Turner, Tradiciones cuzqueñas. Nacen R. Gallegos y E. Barrios. Muere J. B. Alverdi. Spencer, El hombre contra el Estado. Daudet, Safo. De Lisle, Poemas trágicos. Verlaine, Poetas malditos. 1885 Durante la guerra civil, que dura nueve meses, permanece en Fusagasugá. Su familia vive en una casa que le ha prestado Juan de Dios Restrepo («Emiro Kastos»). Fracción del liberalismo contra el gobierno federal. Ley de colonización en México. Alianza de Costa Rica, Nicaragua y Salvador contra Guatemala. España: Muere el rey. Minoría de su hijo Alfonso XIII. Regencia de María Cristina. Guerra serviobúlgara. Ocupación de Nigeria. Darío, Epístolas y poemas. Martí, Amistad funesta. Cambaceres, Sin rumbo. Marx, El Capital (t. II) Anderson, Cuentos. Zola, Germinal. Twain, Huckleberry Finn. 1886 El gobierno le otorga derechos exclusivos para la explotación de los depósitos de minerales que encontró en sus expediciones, pero careciendo de capital para financiar la empresa encarga, sin éxito, a José Camacho Roldán para que contratara financiación extranjera. Los periódicos mexicanos hablan de su miseria. Sancionada la nueva Constitución centralista que da al país el nombre de República de Colombia. Avance del socialismo en Inglaterra. Tratado de Bucarest sobre la cuestión servio-búlgara. Guzmán Blanco, presidente de Venezuela, Balmaceda de Chile y Juárez Celmán de Argentina. R. J. Cuervo, Diccionario de Construcción y Régimen de la lengua castellana. Díaz Mirón, Poesías escogidas. Nace R. Güiraldes. Muere J. Hernández. Rimbaud, Las iluminaciones. Stevenson, El extraño caso del doctor Jekill y míster Hyde. Chejov, Cuentos. 1887 Parte rumbo a las costas de Urabá. Descubre nuevos yacimientos de hulla. Regresa a Ibagué. Publica nuevos trabajos etnológicos que complementa con minerales, herbarios, piezas arqueológicas, planchas de jeroglíficos, pinturas y grabados rupestres que regala al museo. Primer Concordato entre Colombia y la Santa Sede. Francia: Elección de Sali Carnot; Boulanger, ministro de guerra. Italia: Ministerio de Crispi. Darío, Abrojos. Kipling, Cuentos simples de las colinas. D'Annuzio, Las elegías romanas. Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta. 1888 Se establece en Ibagué, desde donde viaja con frecuencia a Bogotá. Visita a José Asunción Silva. Quiere explotar una mina de oro cerca de Ibagué, pero este proyecto fracasa por la pobreza del mineral en la mina. Gobierno del designado Carlos Holgüín, en ausencia de Núñez. Alemania: Guillermo II, emperador de Alemania y rey de Prusia. Harrison, presidente de EE. UU. P. Rojas Paúl, presidente de Venezuela. Nace J. E. Rivera. Muere J. M. Samper. Darío, Azul. Zorrilla San Martín, Tabaré. Nace López Velarde. Muere E. Cambaceres. Nietzsche, El Anticristo. Ibsen, La dama del mar. 1889 En carta a su amigo Justo Sierra menciona que la firma «Aguilar e hijos» le ha enviado cien ejemplares de María como único pago que Holguín lanza campaña de represión contra la prensa. Revolución en Río Matto de Turner, Aves sin nido. Martí, La edad de oro. Nacen Gabriela ha recibido. Le pregunta si el presidente Díaz podría nombrarlo Cónsul de México, pues se encuentra al borde de la miseria. de Janeiro. Nace el emperador Pedro I y se proclama la República. Primera conferencia de los Estados americanos en Washington. Carlos I sucede a Luis I en Portugal. Austria: muerte del príncipe heredero Rodolfo en Mayerling. Mistral y A. Reyes. Muere Juan Montalvo. Bergson, Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. D´Annunzio, El placer. 1891 Escribe la elegía a la muerte de Elvira Silva, hermana del poeta José Asunción Silva, ambos muy amigos de Isaacs. España dicta sentencia arbitral sobre límites entre Colombia y Venezuela. Constitución de los EE. UU. del Brasil. Intervención de EE. UU. en Chile. Francia: alianza defensiva con Rusia. Inglaterra: Acuerdo anglo-italiano sobre Abisinia. Darío y Martí se encuentran en Nueva York. Darío en Buenos Aires. Nace V. Huidrobo. Mueren J. del Casal y Altamirano. Heredia, Los trofeos. Menéndez Pelayo, Antología de poetas hispanoamericanos. Mallarmé, Verso y prosa. 1894 Finaliza en Bogotá el contrato con la Panamericana Investment Comp., haciendo el traspaso de sus derechos. A pesar de la negociación no está contento. Busca documentación para dos novelas, Fania y Alma negra (Camilo). Quiere mostrar, en los comienzos de la república, las desventuras e ilusiones de su pueblo, y presentar el triunfo del radicalismo, permanecerán inéditas. Muere R. Núñez en Colombia. Victoria de Chile sobre Perú. Idiarte Borda, presidente del Uruguay. España: Fin de la guerra de Melilla. Italia: Invasión de Abisinia. Nicolás II, zar de Rusia. Guerra en Oriente. González Prada, Páginas libres. C. Reyles, Beba. Marx, El Capital (vols. I-II). Kipling, El libro de la jungla. 1895 Guerra civil. Isaacs, muy enfermo, muere en Ibagué el 17 de abril. Revolución liberal dirigida por el general Santos Acosta. Nacen León de Greiff y D. Samper Ortega. Nacen Martínez Estrada y J. de Segunda guerra de independencia de Cuba. El general Gutiérrez, presidente de El Salvador. Muere Martí en Dos Ríos. España: Gobierno de Cánovas del Castillo. Ibarbourou. M. Zeno Gandía, La charca. Valéry, La tarde con el Sr. Teste. Verhaeren, Las ciudades tentaculares. Yeats, Poesías. Nuestra edición Isaacs publicó en vida tres ediciones distintas de María supervisadas por él. La primera se editó en Bogotá, en la imprenta de Gaitán, en 1867; la segunda, a cargo de don Fernando Pontón, en la imprenta de Medardo Rivas, Bogotá, 1869. Ignacio Rodríguez Guerrero propone que debe ser tenida como tercera edición de la novela la de Santiago de Chile, de 1877, en la imprenta de Gutenberg; sin embargo, figura como tercera edición de María, la de Medardo Rivas, de 1878. En esta edición Isaacs anunciaba una definitiva para 1891 con anotaciones, adiciones y correcciones, ésta sólo aparecería muchos años más tarde, en 1922 (Bogotá, Camacho Roldan y Tamayo), y, por haber sido manipulada, no es en absoluto fiable. Junto a estas tres corregidas por el autor existen otras dos ediciones críticas importantes: la de Mario Carvajal, publicada en Cali, en 1967, con motivo del centenario del autor, hecha sobre el cotejo de las tres ediciones, y la de Donald McGrady, basada en el original de la postrera versión de María incluido en un ejemplar de la tercera versión auténtica (Barcelona, Labor, 1970). En 1978 aparece una nueva edición de María, basada en la confrontación de las anteriores, en Biblioteca Ayacucho (Caracas), a cargo de Gustavo Mejía, quien posteriormente ha publicado otra más divulgativa en Madrid, Editorial SGEL, 1983. Esta edición sigue muy de cerca el texto fijado por Mario Carvajal, pero estableciendo un cotejo con las ediciones de McGrady y Mejía. Aun he tenido el placer de poder consultar la primera edición de la novela hecha en España, verdadero trofeo para bibliófilos. Me refiero a la de 1882, ilustrada por Alejandro Riquer, con grabados al zinc de Thomas, editada por E. Domenech y Cía., en la imprenta de Jaime Jepús, en Barcelona; sin duda una de las ediciones más hermosas de la novela. No existen diferencias sustanciales entre las ediciones citadas, y las más se refieren a los signos de puntuación -que he actualizado de acuerdo con las normas vigentes- o a errores de imprenta que he intentado subsanar. Han sido sumamente útiles las notas que Carvajal incorporó al texto, si bien se han resumido, se han incorporado algunas nuevas y desestimado otras que ya figuraban en el Diccionario de la Real Academia; en todo caso el criterio seguido ha sido el de facilitar la lectura del texto. Se incluye al final del texto el Vocabulario de provincionalismos que Isaacs colocó al final de la novela. Comentarios críticos sobre el autor y la obra Dos aspectos deseo destacar en este epígrafe; en primer término la filiación literaria de María y la influencia que ha podido ejercer en otras obras; en segundo término, la valoración crítica de la novela. Para ello, recorreré algunos juicios que por alguna razón merecen reseñarse aquí. «María resiste el paralelo, respecto de la grandeza y el color de las descripciones de la naturaleza, y excede, cuanto lo hemos notado, en la concepción del plan, en la sencillez y la eficacia de la narración, el romance de Saint-Pierre, tenido hasta hoy por el modelo de su género, y sustituido en adelante, si no nos equivocamos mucho, a lo menos en América, por la admirable creación del poeta colombiano». José Manuel Estrada (Prólogo a María, Buenos Aires, Editorial Igón, 1879) «Si algún antecedente genealógico de María quisiéramos descubrir en las literaturas de Isaacs -aparte de las obras de Chateaubriand, de influencia tan manifiesta- habría que buscarlo en los iniciadores de la novela psicológica española -hoy en injusto olvido tal vez en el admirable Diego San Pedro, cuya Cárcel de amor es la novela precursora del romanticismo, que en América produjo como síntesis de maravilla el libro del poeta caucano». Ignacio Rodríguez Guerrero (Estudios literarios, Pasto, 1947) «Se ha notado que hay gran semejanza entre el Idilio, de Núñez de Arce, y la María, que es anterior. Ciertamente, el asunto es uno mismo, tratado en verso por el poeta español y en prosa poética por el colombiano. En vez de los paisajes del Cauca, Núñez de Arce pinta las labores agrícolas en las severas llanuras de Castilla». Antonio Gómez Restrepo (Historia de la literatura colombiana, Bogotá, 1946) «Por vías más o menos claras llegó sin duda la prosa de Bécquer a Isaacs. El estilo del colombiano viste con frecuencia la sustancia peculiar becqueriana». Asimismo la autora considera a María un anticipo del famoso Nocturno de Silva, y un puente entre Bécquer y el poeta colombiano: «Silva debió leer repetidas veces María, alguna quizás en voz alta para Elvira. El ritmo becqueriano del Nocturno llegó a él acaso indirectamente, primero a través de párrafos de María. Pero lo que me parece seguro es que la atmósfera del Nocturno y la congoja metafísica de la segunda parte, fueron renuevos bellísimos, superadores de su origen, del arte de Isaacs». Concha Meléndez (Figuración de Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1958) «Todas las maravillas de la naturaleza están enlazadas misteriosamente en el destino de los hombres, y detrás de los símbolos se esconden los signos de ventura o desdicha cuyo significado recóndito sirve para afirmar perennemente la inestabilidad de las cosas humanas. En este panteísmo oriental se desarrolla María». Y concluye: «La predestinación de los judíos [...] pesa sobre la vida de María desde las primeras páginas del libro. La enfermedad heredada de su madre, los signos cabalísticos del ave agorera, un prematuro sentido de su muerte, fijada de antemano por los dioses, invisible a los hombres, pero revelada por una tristeza particular a su corazón, condicionan de antemano el rumbo de su vida». Alfonso López Michelsen («La influencia semítica en María», Revista de Indias, Bogotá, febrero 1944) «Tres determinantes condicionan el carácter de Jorge Isaacs: la ascendencia judaica de su padre, Jorge Enrique Isaacs; la herencia española de su madre, Manuela Ferrer; su experiencia personal de colombiano enraizado en su tierra. Creo que este triple condicionamiento orienta el misticismo soterrado de su novela, el apego a las formas de vida tradicionales de la colonia, la exaltación del valle del Cauca». Benito Valera Jácome (Prólogo a María, Barcelona, Bruguera, 1976, 1.ª edic., 1973) Otros críticos han reparado en la influencia de María en la literatura hispanoamericana. «A su misma escuela pertenecen Angelina, de Rafael Obligado; Peonía, de Romero García; Inocencia, de Alfredo d'Escragnolle Taunay; Lucía, de Emilio Guerrero, y Carmen, de Pedro Costera. Y del mismo modo que Efraín y María tomaron a Atala como manual de su idilio, en Zogoibi, de Enrique Larreta, la amada ideal usará como devocionario de su ensueño este otro libro de confidencias juveniles escrito por Isaacs, quien así se coloca en los clásicos del amor». Curcio Altamar (Evolución de la novela en Colombia, Bogotá, 1957) «Entre los literatos colombianos, recoge la tradición costumbrista y anuncia a Tomás Carrasquilla; tanto por la belleza de su estilo como por el tono melancólico de su historia preludia a José Asunción Silva, y por su visión dantesca del río tropical anuncia a José Eustasio Rivera. Aparte sus méritos históricos, María continúa siendo hoy una obra digna de leerse en varios niveles de interpretación». Seymour Menton («La estructura dualística de María», Boletín del Instituto Caro y Cuervo, XXV, 1970) Otros críticos se limitan a reconocer las excelencias de la novela. «La he leído (y he hecho leer) a los treinta, a los cuarenta y cinco y ahora a los cincuenta años y, salvo inevitables diferencias, me entretiene y encanta como a los quince. Y aún más, por otras perspectivas entre ellas la estilística. Cada descripción de María está hecha con ojo certero y mano firme. El poeta posee un innato sentido plástico. Apenas necesita describir: le basta apuntar, abocetar, en perfecto esbozo». Luis Alberto Sánchez (Proceso y contenido de la novela hispanoamericana, Madrid, 1953) «Como idilio, María es la poesía americana con sus cuadros pintorescos de riqueza exuberante, con sus inmensos rumores de bosques vírgenes, con sus ríos como mares, con su cielo diáfano y sus montañas gigantescas y azules, con sus hombres fieros y sencillos, y sus amores inocentes y apasionados, casi religiosos». Ignacio M. Altamirano (María, de Jorge Isaacs, edición Garnier Hnos., París, 1867) «[...] la verdadera obra maestra de la escuela romántica sentimental es María de Jorge Isaacs, la más leída de las novelas escritas en Hispanoamérica. La obra es en realidad una elegía idílica, el idilio de dos almas jóvenes que se encuentran en la primavera de la vida y la elegía del amor interrumpido y de la muerte de la juventud y la belleza. Los protagonistas en sí son de una sola pieza, e Isaacs, con raro sentido de la armonía, los ha colocado en un ambiente circunscripto, verdadera síntesis del hogar patriarcal campestre de Colombia». Arturo Torres Rioseco (La gran literatura iberoamericana, Buenos Aires, Emecé, 1945) «En materia de novelas le ha tocado en suerte a Colombia producir la obra de ficción más ampliamente leída entre todas las escritas por sudamericanos; una de las muy contadas que ha sido traducida al francés y al inglés: el idílico romance María de Jorge Isaacs. Tal vez su popularidad prueba que es la más representativa de las novelas hispanoamericanas. En cualquier forma presenta un incomparable cuadro de la vida hogareña en Colombia. Sus personajes son realmente de la vida. Sus paisajes existen en el valle del Cauca donde nació su autor». Alfred Coester (The Literary History of Spanish America, New York, 1921) «Por su ascendencia, por su tema, por sus personajes, por su paisaje, María es una novela romántica, pero no por ello menos colombiana o americana; al contrario: define muy bien lo que es el romanticismo americano por oposición al europeo [...] María tocó fibras vitales del hombre colombiano de la época y aun de épocas posteriores. Es, aunque perezca paradójico a primera vista, una idealización y una obra realista al tiempo, que refleja fielmente una situación histórica concreta». Eduardo Camacho Guizado («La literatura colombiana entre 1820 y 1900», Manual de historia de Colombia, Instituto Colombiano de Cultura, 1979, pág. 644) «Aunque han pasado de moda algunos de los sentimientos retratados en María, el conflicto básico de la obra -la lucha entre el amor y la muerte- es de validez eterna, y seguirá cautivando a lectores de todos los países y todas las épocas. Unido a su tema de interés universal, María tiene una forma clásica que se coloca por encima de técnicas pasajeras, y que presenta la historia de una manera clara y lineal. Estas cualidades de buena trama y buena forma aseguran que la obra maestra de Jorge Isaacs seguirá siendo no sólo la mejor novela romántica en lengua española sino uno de los clásicos del idioma». Donald McGrady (Prólogo a María, Madrid, Cátedra, 1986, pág. 14) Gustavo Mejía valora la novela desde una perspectiva histórica: «María [...] habría de aparecer como la respuesta ideológica del sector social derrotado (latifundista) frente a los profundos cambios que sacudían la vida nacional». Gustavo Mejía («Clase latifundista: María de Jorge Isaacs», en Escritura, núm. 2, Caracas, 1976) Al margen de la crítica, numerosos escritores españoles o hispanoamericanos advirtieron las cualidades de esta novela inaugural. Rubén Darío, Pedro Henríquez Ureña y, más recientemente, Gabriel García Márquez elogian su perfección y reconocen su lugar de excepcional en las letras colombianas e hispanoamericanas. Manuel Gutiérrez Nájera, en el prólogo que acompaña la edición de María (México, 1886), escribe: «Ése es un libro que todos habríamos escrito, si tuviéramos tanto talento como Jorge Isaacs. No encierra nada extraordinario; es la historia de los amores inocentes, la novela mía, la de usted y la de todos. El autor no puso de su cosecha propia más que el hilo dorado con que ciñe y cose esas palabras y esos episodios que han dicho y ha sufrido. Lo demás viene de arriba y su autor es Dios». Y José María de Pereda: «Es esa obra de las que pueden llamarse del género eterno, de las que no pasan con las modas (pues también en esto las hay, aunque parezca mentira), porque en todos tiempos habrá almas delicadas y corazones honrados y sensibles que se identifican con los encantos de la Naturaleza y con las alegrías y las amarguras del género humano, condenado a vivir en esas alternativas, de las que no se libran ni los más afortunados nietos de Caín». Comentario de textos El texto corresponde al capítulo IX de María. Situación del capítulo en la novela Efraín conoce el proyecto de su padre de enviarlo a Europa a concluir sus estudios de medicina y, aunque todavía no se lo ha confesado a María, no ha podido evitar que ella note cierta extrañeza en su actitud sin saber exactamente la causa. La situación da origen a algún malentendido entre ambos, Efraín duda del amor de María y llega incluso a desear el viaje. Así se explica el tono de tristeza con que se inicia la descripción del amanecer en este capítulo. Contenido y estructura María es una novela que se caracteriza en el plano estético por un eclecticismo que combina rasgos románticos con escenas costumbristas y realistas. Precisamente el texto seleccionado constituye un ejemplo representativo, aunque breve, del tratamiento del paisaje americano en la novela y de la descripción de costumbres. La escena que sirve de pretexto es la visita que hace Efraín a José, pequeño propietario de una chacra en la sierra, y su familia. Las observaciones del personaje-narrador sobre la vivienda y sus moradores, la actitud de éstos con el señorito, a quien consideran superior, y la descripción del almuerzo y agasajos que le hacen es la sustancia del capítulo tras la bellísima pintura paisajística del comienzo. En la estructura distingo tres partes. Las dos primeras, más breves, están dedicadas al paisaje; la tercera, al elemento humano. Primera parte: Amanecer El primer segmento textual comprende desde «Levánteme al día siguiente» hasta «Todo me pareció triste». Es la descripción del amanecer, uno de los momentos privilegiados del día para la evocación poética de Isaacs, junto con el crepúsculo. Por la forma de presentación imaginamos al personaje contemplando el paisaje desde su ventana y abarcando con la mirada de Oriente a Occidente, bajando desde las altas cimas de la cordillera central hasta las pampas y selvas del valle salpicado de casas blancas. Por último enfoca la lente de su cámara hacia el marco más próximo y familiar del huerto de su casa decorado de rosales y follajes. Se trata de un paisaje psicológico o subjetivado en correspondencia con el estado anímico del personaje. Así como Efraín siente temor ante el viaje que lo separará de María y, por lo tanto, de su felicidad, así también «los rosales y los follajes de los árboles del huerto parecían temer las primeras brisas que vendrían a derramar el rocío que brillaba en sus hojas y flores». Pero es sobre todo la última frase, «Todo me pareció triste» la que confiere al texto toda su carga emotiva. La tristeza del personaje, quien duda del amor de María, se transfiere al paisaje invadiendo cada uno de sus contornos. La necesidad de mantener un diálogo telepático con la naturaleza en momentos de exultante alegría o desoladora tristeza se convierte en un elemento recurrente en la novela. También el cromatismo suele ser constante: el verde (de las pampas y las selvas), el azul oscuro, blanco, dorado. La viveza de los colores desmiente la tristeza que le infunde el narrador, al tiempo que confirma, por esta misma razón, su carácter subjetivo. Un toque de misterio, muy del gusto romántico, completa la caracterización de la naturaleza, la presencia metafórica de un elemento casi mágico: «La cordillera de Occidente, con sus pliegues y senos, semejaba mantos de terciopelo azul oscuro suspendidos de sus centros por manos de genios velados por las nieblas». Estos seres fantásticos no son sino un factor de desrealización o subjetivación de la realidad objetiva. Segunda parte: La montaña El fragmento siguiente se extiende desde «Tomé la escopeta...» hasta «el pago de su visita de bienvenida». Está separado del anterior por una disyunción espacial, un cambio de escenario. Efraín sale con la escopeta, seguido de su perro Mayo, y se dirige a la montaña. El paisaje se convierte de nuevo en el centro de interés del protagonista, quien le da vida utilizando imágenes antropomórficas. Veamos, por ejemplo, la siguiente descripción de la montaña hecha con una sensualidad contenida muy similar a la que utiliza Efraín para referirse a las mujeres que le atraen: «[...] cogí el camino de la montaña. Al internarme la hallé fresca y temblorosa bajo las caricias de las últimas auras de la noche». Las aves aportan la nota cromática (las garzas y los loros) y musical (el canto «triste y monótono» del diostedé). La melancolía del paisaje se explica no sólo por los pensamientos que afligen a Efraín -tal como especifiqué al comienzo del comentario- sino porque las vivencias de esos momentos están traspasadas por los recuerdos del pasado: «Bajé a la vega montuosa del río por el mismo sendero por donde lo había hecho tantas veces seis años antes». Y más adelante: «Detuvéme en la mitad del puente, formado por el huracán con un cedro corpulento, el mismo por donde había pasado en otro tiempo». Aunque la naturaleza del valle y de la sierra es más apacible que la de la selva, el paisaje de María obedece a una naturaleza agreste aun no dominada del todo por la mano del hombre, antes bien, trazada caprichosamente por su propia agresividad: «Detuvéme en la mitad del puente, formado por el huracán con un cedro corpulento [...] floridas parásitas colgaban de sus ramas [...] una vegetación exuberante y altiva abovedaba a trechos el río [...]». Tanto este fragmento como el anterior se ajustan, sin más artificio, a la estética romántica; es decir, el autor describe no un paisaje estereotipado sino el paisaje americano aunque dentro de los moldes estéticos del romanticismo. Éste se advierte especialmente en las imágenes, en el aura de misterio y fantasía: «[...] y al través de ella penetraban algunos rayos del sol naciente, como por la techumbre rota de un templo indiano abandonado», o «[...] se resolvió a pasar por el puente fantástico», de nuevo la técnica de desrealización de un paisaje real. Tercera parte: La casa de José El resto del capítulo se centra en la visita que hace Efraín a José y su familia y nos ofrece una de las escenas costumbristas más significativas de la novela. Es cierto que el romanticismo -a partir de las ideas de Herder- introdujo el gusto por el color local y lo típico de los países y regiones. En España, esa afición encontró cauce en los cuadros de costumbres cuya tradición literaria entroncaba con la picaresca. Cuando Isaacs se inicia como escritor, la mayoría de los colombianos escribían cuadros de costumbres, y él fue amigo colaborador de «El Mosaico», grupo de escritores que dirigían una revista y celebraban una tertulia con el mismo nombre unidos por el interés común del costumbrismo y el color local, un costumbrismo fiel al concepto de sociedad patriarcal exenta de conflictos y tensiones. En María los episodios folklóricos alternan con el desarrollo del idilio central. Escenas relativas a la vida de los campesinos, sus costumbres, habla, vivienda, comida, vestido, danzas, y también a la descripción del paisaje: flora y fauna. En este sentido, el capítulo seleccionado que describe la chacra serrana del campesino José es sumamente representativo. El tema central se divide en cuatro subtemas; la huerta y los animales, la casa, el elemento humano y la comida. El exterior de la vivienda comprende una placeta sembrada de legumbres, el maizal y el corral donde se encuentra el ganado. Tanto las plantas (palmeras) como los animales están descritos con realismo, incluso se mencionan elementos típicos y autóctonos como el pajarero, que se llama en Colombia al muchacho que ahuyenta los pájaros -las guacamayas, en este caso- de los sembrados. La casa y sus habitantes están descritos con fidelidad costumbrista pero la intención de objetividad del autor se ve deformada por la perspectiva idealizada que adopta: «La pequeña vivienda denunciaba laboriosidad, economía y limpieza: todo era rústico, pero estaba cómodamente dispuesto, y cada cosa en su lugar». Las muchachas, arregladas con esmero para recibir a Efraín, y de José se afirma que «su faz tenía algo de bíblico, como casi todas las de los ancianos de buenas costumbres del país donde nació» y «sus sonrisas revelaban tranquilidad de alma». Esta imagen de patriarca bíblico está asociada al origen hebreo que infundadamente se atribuye a los habitantes de Antioquia. También la mujer de José se presenta jovial y «contenta con su suerte». Todo irradia perfección y felicidad tanto en la casa como en quienes la habitan. No obstante se advierte que el observador y focalizador de la escena -Efraín- está situado en un nivel superior al de la familia de José; así, por ejemplo, cuando se refiere a «la única mesa» y «el único cubierto» o, de acuerdo con la modestia de los propietarios, todo disminuye de tamaño: «pequeña vivienda», «casita», «huertecillo». También en la solicitud que demuestran las muchachas con el visitante: «me servían llenas de cuidado, tratando de adivinarme en los ojos lo que podría faltarme» o en la timidez, signo del reconocimiento de la superioridad social de Efraín: «Me hablaban con suma timidez; y su padre fue quien, notando eso, las animó diciéndoles: ¿Acaso no es el mismo niño Efraín, porque venga del colegio sabio y ya mozo?». Algunos críticos consideran que este capítulo puede ser estudiado como un documento de época pese a su brevedad y esquematismo. En efecto, varias son las observaciones que se desprenden de él acerca de la sociedad rural de la época. Nada hallamos en el cuadro que revele antagonismo social entre las dos clases distintas que entran en juego. La superioridad de Efraín es aceptada sin críticas ni envidias, así como Efraín encuentra perfectamente natural la pobreza de José y su familia. La posición ideológica de Isaacs con respecto a la sociedad colombiana de la época, al menos en la novela, es conservadora. Su descripción del campesinado corresponde a la perspectiva señorial sobre la sociedad, una visión que no cuestiona la relación paternalista y semifeudal del gran propietario con sus colonos. De tal modo que, sin proponérselo objetivamente, Isaacs sitúa el idilio amoroso en un contexto social que sin embargo permite al lector enjuiciar la realidad social representada en la novela. En este punto es donde el capítulo IX aporta un interesante ejemplo paradigmático acerca de las relaciones sociales en el mundo rural de María. Recursos técnicos El capítulo -como el resto de la novela- está narrado en primera persona por un narrador que se identifica con el protagonista de la novela, Efraín (es lo que se denomina narrador autodiegético). Se trata de una narración ulterior, contada desde el presente mirando hacia el pasado, por eso los tiempos verbales más utilizados son el imperfecto y el indefinido. En cuanto al modo de la narración, todo el texto es narración de hechos, tan sólo una vez se alude en estilo directo o dialogado a la palabra de José; en cambio, abundan las descripciones, sin duda el aspecto más interesante del texto. Éstas resultan más artísticas y elaboradas literariamente cuando atañen al paisaje, en cambio, cuando se trata del ambiente humano y la vivienda, por tratarse de una familia modesta y de un cuadro costumbrista, el lenguaje es más sencillo y directo, menos metafórico. Valoración La novela María presenta dos hilos conductores, uno, más general, es el del amorpasión, que puso de moda el romanticismo, representado por la historia sentimental de Efraín y María; el otro, más particular, corresponde a la descripción del paisaje americano del valle del Cauca, y de las costumbres de la región. La verdadera originalidad de Isaacs no está sólo en este último aspecto sino en la manera en que los dos se integran armónicamente en la novela componiendo un sólo cuadro. El comentario de este capítulo ha servido para analizar la posición ideológica de Isaacs, la visión del paisaje y de la sociedad rural colombiana. 2010 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales ____________________________________ Facilitado por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Súmese como voluntario o donante , para promover el crecimiento y la difusión de la Biblioteca Virtual Universal www.biblioteca.org.ar Si se advierte algún tipo de error, o desea realizar alguna sugerencia le solicitamos visite el siguiente enlace. www.biblioteca.org.ar/comentario