En torno a «María» de Jorge Isaacs1

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En torno a «María» de Jorge Isaacs
1
Carmen de Mora
Jorge Isaacs: La política, las letras y la educación
Jorge Isaacs, junto con Rafael Pombo y Tomás Carrasquilla, es el iniciador de una
etapa fundacional en la literatura colombiana, entre 1820 y 1900, marcada por la tensión
entre la imitación y asimilación de modelos europeos, de un lado, y por el propósito de
crear una tradición literaria propia mediante la incorporación de elementos autóctonos,
de otro. Eduardo Camacho Guizado ha distinguido en dicha etapa tres períodos. El
primero (1820-1840) constituye una época de transición de un neoclasicismo tardío a un
romanticismo incipiente. El segundo (1840-1880) es una época revolucionaria de
liberalismo, federalismo, desamortización de los bienes eclesiásticos y reacción
conservadora, presidida por el caudillaje de Mosquera, en la que e manifiesta la
insurgencia de los poetas románticos, la consolidación del costumbrismo en novelas de
cierto valor, la aparición de la novela romántica y el «virgilianismo americano». La
tercera (1880-1890), dominada prácticamente por la contrarrevolución conservadora,
por la acción de Núñez y la Regeneración, produce en literatura diversas y valiosas
manifestaciones que van desde el romanticismo tardío hasta la incubación y afirmación
del modernismo y la obra narrativa de Carrasquilla.
La biografía de Isaacs interesa al lector de María por la existencia de algunos datos
reveladores que ilustran la realidad novelesca. Por tratarse de una evocación del mundo
de la adolescencia es la primera etapa la que aporta mayor número de materiales a la
realidad ficticia, tales como la ascendencia de Isaacs, formación, posesiones y
problemas económicos de la familia.
Nace Jorge Ricardo Isaacs en 1837, en Cali (Colombia). Su padre, Jorge Enrique
Isaacs, era un judío inglés que se estableció en Colombia para trabajar en las minas de
oro del Chocó, y en 1833 se trasladó a Cali, donde compró dos haciendas, «La Rita» y
«La Manuelita». A los once años Isaacs fue enviado a estudiar a Bogotá, donde
permanece cinco años. A su regreso a Cali se alista en las fuerzas del general Tejada
para luchar contra la dictadura del general Meló. Su padre compra «El Paraíso» -«la
casa de la sierra» de la novela- que conservarán hasta 1858. Desde entonces la actividad
política del escritor se verá sometida a diversas vicisitudes. Es nombrado subinspector
de trabajos en la apertura de la carretera del Dagua de 1864 a 1865. En 1869, como
secretario de la Cámara de Representantes, firma la ley que declaraba ciudadanos
colombianos a todos los paraguayos antes de finalizar la Guerra de la Triple Alianza. En
ese mismo año abandona el partido conservador y se une al ala radical del partido
liberal. Tras dos años en Chile como cónsul de Colombia, regresa a Cali, donde sufre un
serio revés económico por la compra de unos terrenos. Este fracaso desvía sus
inquietudes hacia la educación. En 1855 le nombran superintendente de Instrucción
Pública del Cauca y se traslada con su familia a Popayán. Redactó el periódico El
Escolar, fundó las primeras escuelas nocturnas para obreros y trabajó en la redacción
del mejor Código de instrucción pública que hubo entonces en Colombia. Reedita con
César Contó, presidente del Estado Soberano del Cauca, El Programa Liberal, y
participa en una de las batallas más sangrientas de la guerra civil entre conservadores y
liberales, la de los Chancos, que concluyó con la victoria radical. En 1977 se ocupa
intensamente de la educación primaria y secundaria del Cauca. Lo nombran secretario
del gobierno de este departamento, defiende a los indígenas y ataca a los conservadores
y al clero reaccionario; renuncia a la secretaría de gobierno y pasa a la Cámara de
Representantes como diputado radical.
En Bogotá, Isaacs extrema su postura y pronuncia violentos discursos contra el
presidente Trujillo por su propuesta de indultar a los sacerdotes expulsados en la guerra
civil del 76. Más tarde se dirige a Medellín para encabezar la revolución radical que
había de derrocar al gobierno legítimo de Pedro Restrepo y se proclama jefe civil y
militar; tras ser obligado a replegar sus tropas se retira a Ibagué. Resultado de aquella
acción irreflexiva fue La Revolución liberal de Antioquia, publicado en la imprenta de
Gaitán. En 1885 acomete la última empresa de importancia al ser nombrado secretario
de la misión científica al Magdalena; el gobierno le otorga derechos exclusivos para la
explotación de los depósitos minerales que encontró en ella, pero no podrá llevarla a
cabo por falta de capital. Entretanto publica un Estudio sobre las tribus indígenas del
Magdalena, de gran utilidad por sus aportaciones lingüísticas, etnográficas y
arqueológicas, labor que continuará en Ibagué.
Hacia 1889 atraviesa otra grave crisis económica que le induce a pedir ayuda a su
amigo Justo Sierra, en México. En sus últimos años trabaja en dos novelas que hacía
algún tiempo venía elaborando. En ellas abandonaba la línea sentimental de María para
adentrarse en la historia de su pueblo desde la República en adelante; son Fania, cuya
acción empieza en 1822 y Alma negra o Camilo que completaría a la anterior. Isaacs
muere en 1895, enfermo de paludismo, cuando la guerra estallaba de nuevo.
Antes de escribir María, Isaacs había leído sus primeros poemas en la tertulia de El
Mosaico, pero el éxito editorial de la novela eclipsó durante largo tiempo el valor de sus
producciones poéticas hasta el punto de que muchas permanecieron inéditas. Sin
alcanzar nunca la altura de su obra maestra, algunos de los poemas están íntimamente
relacionados con ella en aspectos como los motivos y la emoción del paisaje.
La evolución poética de Isaacs se divide en dos etapas correspondientes a dos
momentos distintos en el tratamiento temático y métrico de las composiciones. La
primera transcurre desde 1860 a 1870 y la segunda desde 1874 a 1894. Abundan en la
primera los motivos referentes a la vida militar y campesina, el idilio amatorio y la
poesía familiar. Después de un paréntesis de esterilidad creadora emprende un viraje
desde la poesía sentimental e individualista hacia una poesía política y anticlerical más
acorde con los acontecimientos históricos de la vida colombiana. En esta segunda parte
quedaría incluido el primer canto de «Saulo», una de sus mejores composiciones, que
Romero Lozano vincula a la estética prerrafaelita y Gómez Restrepo considera un
preludio de algunas producciones simbolistas. Otros críticos -entre ellos Gómez
Restrepo- distinguen, más que dos etapas, dos líneas poéticas: la poesía del ensueño
(«Río Moro») y la poesía de la realidad con escenas de «vivac», de sabor popular y
costumbrista («Amores de soledad» o «La reina del campamento»). ¿Acaso no son las
mismas que atraviesan su novela?
La poesía de Isaacs nos interesa especialmente por las conexiones que presenta con
la novela, no en balde María es una novela poemática. E. Pupo Walker refiriéndose a la
poesía joven del escritor colombiano afirma que es «la antesala lírica de la novela» y en
ella aprendió el autor a «poetizar la tristeza y la muerte» («Relaciones entre poesía y
novela de Isaacs», Thesaurus, Boletín del Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, tomo XXII,
enero-abril, 1967, n.° 1). Observa, también, en los poemas los mismos conceptos
antitéticos que tanto utilizará en la novela: la antinomia vida/muerte y beatitud/erótica.
Tal vez el aspecto más revelador sea la concepción de María como ideal poético. Dos
datos parecen confirmar esta última hipótesis: la ausencia de pruebas sobre la existencia
real de la heroína tal como figura en la novela y la abundancia de nombres femeninos
que pululan por las poesías de Isaacs. La amada de Efraín sería, en palabras de E.
Anderson Imbert, «una síntesis lírica de las experiencias de amor de Isaacs, la cifra ideal
de sus primeros años, el foco imaginativo a donde fue a concentrarse esa gran luz difusa
de recuerdos y ansias verdaderamente vividos» (Crítica interna, Madrid, Taurus, 1960,
pág. 82).
Ella es la criatura soñada en «La visión del castillo» y todas y cada una de las musas
de Isaacs. A veces, algunos cuadros de la novela parecen calcados de sus propios
poemas; por ejemplo, el poema «Soñé...» guarda un curioso paralelismo con la escena
descrita en el capítulo LXIV. El poema dice así:
He soñado feliz que a tu morada
llevóme en alta noche amor vehemente,
creí aspirar el delicioso ambiente
de moribunda lámpara velada.
Sobre muelles cojines reclinada
dormir fingías voluptuosamente,
la cabellera de ébano luciente
sobre el níveo ropaje destrenzada.
Trémulo de emoción tus labios rojos
oprimí con mis labios abrasados...
Pudorosa y amante sonreíste.
¡No bajes, por piedad, los dulces ojos;
brillen por el placer iluminados,
haciendo alegre mi existencia triste!
En la novela es Efraín quien sueña dormido en el sofá, a la luz de una lámpara
moribunda, que María, vestida de blanco, entra en su cuarto y lo besa cuidadosamente
en la frente temiendo que su sueño fuera fingido. No ya el motivo, sino la propia textura
poética del lenguaje se mantiene en la prosa. Los ríos, dueños legítimos del paisaje, que
con sus rumores acompasan en la novela los sentimientos de los personajes, no están
menos representados en la poesía, algunos con nombre propio: el turbio, perezoso y
solitario Cauca («Al Cauca») o «Río Moro», de rudo y fatigoso movimiento. El amor
patrio que siente Efraín al regresar al «nativo valle», tras seis años de ausencia, está
siempre presente en los paisajes de sus versos, y las dos primeras estrofas de «A la
noche callada» evocan las horas felices de la infancia con la misma nostalgia que las
páginas de María.
Resultaría fácil atribuir tales correspondencias a una simple cuestión de estética o
escuela, pero, en ese caso, estaríamos dejando de lado otros factores que merecen ser
tenidos en cuenta, como los que ha distinguido Ignacio Rodríguez Guerra: antecedentes
raciales (latino-inglés-judío), la educación estética y el predominio del ambiente patrio,
además del romanticismo imperante (Estudios literarios, Pasto, 1947, pág. 34), los
mismos que interpolados con otros elementos intervienen en la novela.
La novela: María (1867)
Isaacs publicó en vida tres ediciones de María supervisadas por él. La primera se
editó en Bogotá, en la imprenta de Gaitán, en 1867; la segunda, a cargo de don
Fernando Pontón, en la imprenta de Medardo Rivas, Bogotá, 1869. Ignacio Rodríguez
Guerrero propone que debe ser tenida como tercera edición de la novela la de Santiago
de Chile, de 1877, en la imprenta de Gutenberg; sin embargo, figura como tercera
edición de María, la de Medardo Rivas, de 1878. En esta edición Isaacs anunciaba una
definitiva para 1891 con anotaciones, adiciones y correcciones. Ésta sólo aparecería
muchos años más tarde, en 1922 (Bogotá, Camacho Roldan y Tamayo), y por haber
sido manipulada no es en absoluto fiable.
Junto a estas tres, corregidas por el autor, existen otras dos ediciones críticas
importantes: la de Mario Carvajal, publicada en Cali, en 1967, con motivo del
centenario del autor, hecha sobre el cotejo de las tres ediciones, y la de Donald
McGrady, basada en el original de la postrera edición de María incluido en un ejemplar
de la tercera versión auténtica (Barcelona, Labor, 1979). En 1978 aparece una nueva
edición de la novela, basada en la confrontación de las anteriores, en Biblioteca
Ayacucho (Caracas), a cargo de Gustavo Mejía, quien posteriormente ha publicado otra
más divulgativa en Madrid, Editorial SGEL, 1983. Todo indica que, desde que apareció
su novela, Isaacs la reelaboró tres veces para las ediciones publicadas en Bogotá en
1869 y 1878; y ello tras un largo proceso de creación que se remonta a 1864, en que
comenzó a redactarla cuando trabajaba como inspector de obras en el campamento «La
Víbora».
El tema del amor pasión. Figuración de la mujer
La crítica ha venido reiterando la filiación literaria francesa de la novela de Isaacs
desde que por primera vez José María Vergara y Vergara pusiera de manifiesto su
semejanza con Atala de Chateaubriand y con otras novelas de su especie, como Pablo y
Virginia, de Bernardin de Saint-Pierre, y Graziella y Rafael, de A. de Lamartine.
En Chateaubriand ve Anderson Imbert el precursor más directo de Isaacs, él le
enseñó «a orquestar estéticamente su vago erotismo» y en la novela aparece como «un
numen de los amores de los dos adolescentes». La prueba más evidente para la crítica se
localiza en el episodio de la lectura de Atala (cap. XIII), cuyo final trágico se convierte
en un presentimiento para Efraín y María.
Más que rastrear semejanzas y paralelismos con las obras francesas me interesa
descubrir la posible autenticidad de María dentro de los límites de una moda literaria
definida por Albèrès como «el culto de la emoción bajo el ropaje de la virtud», que
amanece en el siglo XVIII y recorre todo el siglo XIX. Conmover al lector es la llave de
oro de esta literatura, por eso escribe Isaacs en el prólogo refiriéndose a las páginas de
la novela: «Leedlas, pues, y si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me probará
que la he cumplido fielmente». Tal vez el hecho de que la historia sentimental de Efraín
y María forme parte de una tradición elevada a tópico literario ha desviado la atención
de otros valores de la novela, mas si intentamos una lectura liberada de prejuicios
admira descubrir su cohesión interna en el engaste armónico de las piezas: el idilio
amoroso, el paisaje y la sociedad.
El amor-pasión -cuyo modelo en la literatura occidental sería la leyenda de Tristán e
Isolda- deriva en la poesía europea de la poesía trovadoresca provenzal del siglo XII que
exalta el amor desgraciado. La lírica provenzal, aunque cante a una mujer con
apariencia física, siempre busca en ella el eterno femenino. La repercusión de estas
fórmulas amorosas en toda la literatura europea alcanza a nuestro siglo. Muchas de las
grandes novelas de amor que conocemos no son sino derivaciones y profanaciones de
aquella leyenda primitiva. En este catálogo se incluye María, novela que, al menos en
parte, conserva elementos pertenecientes a esta tradición: el amor de la primera
juventud, la amada como mujer ideal espiritualizada y pura, la separación y el obstáculo
que impiden la felicidad de los amantes, el aura de fatalismo y el amor truncado por la
muerte.
«¡Ah los que no habéis llorado de felicidad así -exclama Efraín-, llorad de
desesperación, si ha pasado vuestra adolescencia, porque así tampoco volveréis a amar
ya!» (cap. VI). El amor pasión sólo se manifiesta en su pureza anímica durante la
adolescencia, momento en que el dolor y la felicidad se experimentan con una
intensidad irrepetible. Es el amor de la philia o amistad espiritual que todavía no piensa
en la posesión sino que se mantiene en la emoción y el sueño o en el juego de las
miradas y las voces. Efraín capta en la mirada de María todo lo que ella no puede y no
se atreve a decirle. Es un lenguaje apenas sin palabras y, no obstante, ambos se
estremecen con el roce de los cabellos, de las manos, la proximidad del aliento o la
modulación de la voz. De la misma manera, ese amor que rehúye la posesión física
enmascara la pasión tras los ritos del fetichismo amoroso de que habla E. Anderson
Imbert, presentes en la tradición de la literatura amorosa occidental: las flores, la sortija,
el guardapelo y el pañuelo.
Las flores como objetos inherentes al amor se introducen en el tercer capítulo y a
través de ellas confiesa su amor Efraín. El rosal será símbolo de la constancia de aquél
cuando se encuentre lejos de María (cap. XLV), y las azucenas que ella siembra bajo la
ventana de su cuarto ilustrarán amorosamente la torpeza de las palabras cuando le
escriba; es ella también quien perfuma el baño de su amado con las flores recogidas por
la mañana (cap. IV). Además del consabido simbolismo amoroso, Valérie Masson de
Gómez atribuye a las flores la condición de «símbolos sexuales por medio de los cuales
se vislumbra... el mal encubierto erotismo de Isaacs-Efraín»2.
De forma más circunstancial aparecen otros objetos vicarios del amor diseminados
en la novela: el intercambio de sortijas para legitimar la promesa de matrimonio (cap.
XLVII), el pañuelo perfumado de María, que servirá a Efraín de estímulo erótico en sus
noches (cap. XXIX), y los mechones de cabellos; en el capítulo XXXI, María le ofrece a
su amado el bucle prometido, a cambio, le pide un mechón para conservarlo en el
guardapelo junto con los de su madre.
En María, novela que respeta la ortodoxia católica, se superponen dos imágenes de
la mujer: una como objeto ideal que enciende la pasión del amante y otra casi virginal
que le infunde un «castísimo delirio»; con frecuencia se la compara con la Virgen de la
silla de Rafael o con una reina y se la envuelve en un aura de religiosidad. Otro detalle
del mismo orden es el vínculo entre Juan, hermano menor de Efraín, y María, a quien
ella suele llevar en brazos o sentado en el regazo a semejanza de la efigie mariana.
La historia comienza con el regreso de Efraín al Cauca después de seis años de
ausencia (también en el amor cortés de la literatura provenzal existían regresos a la casa
paterna) y concluye con su regreso de Londres al conocer la gravedad de María. En la
sintaxis narrativa del relato ambos forman parte de una gran secuencia: el primero abre
la posibilidad de una relación amorosa entre los protagonistas, el segundo la cierra.
Entre la felicidad del principio y el abismo final se han ido concatenando un cúmulo de
circunstancias que conducen al relato hacia la conclusión inevitable. Es lo que, en
síntesis, constituye el obstáculo. Denis de Rougemont observa que no es posible
concebir una pasión declarada en un mundo en el que todo está permitido, pues la
pasión supone siempre entre el objeto y el sujeto un tercero que se interpone: un rey
Marcos que separa a Tristán e Isolda. El obstáculo suele ser social (costumbres morales
o razones políticas) hasta el punto de confundirse con la propia sociedad, aunque ésta
aparezca simbolizada a menudo por un dramatis persona por necesidades narrativas y
de la retórica del relato3. En María el obstáculo es tanto un estado como una persona: la
enfermedad de María y el padre de Efraín. Puede parecer una arbitrariedad
relacionarlos, sin embargo, de alguna manera María llega a ser víctima del proceso
obstaculizador del padre. Curiosamente la crítica -en su mayor parte- ha pasado por alto
la dimensión exacta del padre4; así, Seymour Menton al describir su personalidad,
destaca el culto a la educación que «explica sus consejos bastante cuerdos respecto al
amor de Efraín y María», el buen trato dado a los esclavos, y su «actitud liberal». Pero
olvida que es el principal escollo que se interpone a la felicidad de los amantes ya desde
el comienzo mismo de la novela, cuando, después de visitar las haciendas del Valle, el
padre le anuncia su intención de enviarlo dentro de cuatro meses a estudiar a Europa
para concluir sus estudios de medicina. El personaje-narrador comenta: «¡Cuán feliz
hubiera yo vuelto a ver a María, si la noticia de ese viaje no se hubiera interpuesto desde
aquel momento entre mis esperanzas y ella!» (cap. V).
No se trata de presentar una imagen negativa de la figura paterna en el texto. Tal
conclusión desvirtuaría tanto la novela como la intención del autor. En contraposición
con los ejemplos sobre su función obstaculizadora existen otros muchos que encomian
la bondad, justicia y generosidad del personaje. Se trata simplemente de mostrar la
pervivencia de un elemento sustancial en el amor cortés: el obstáculo asociado a una
figura que ostenta la máxima representatividad social; en el mito de Tristán corresponde
al rey Marcos, en María, a la más alta autoridad de una familia que es el núcleo
integrador de los demás componentes sociales.
Asimismo la idea de fatalidad que vertebra el amor de Tristán e Isolda reaparece en
el libro de Isaacs. Aquella pareja inmortal jamás se hubiera enamorado de no intervenir
un agente externo: el filtro. En la novela de Isaacs no aparece -ni puede aparecer- el
filtro, el amor es voluntario y ninguno de los protagonistas desea la muerte. En estos
aspectos ignora el mito. Un hecho, sin embargo, los une: la idea de fatalidad subyacente
en el filtro. No otra función corresponde al ave agorera -inspirada en «The raven» de
Poe- que con su negro aleteo, sentida como una amenaza implacable, produce un oscuro
terror en los protagonistas (caps. XV, XXXIV, XLVII, XIII y LXV).
Efraín
Coincidimos con McGrady cuando afirma que Efraín, a pesar de ajustarse al
arquetipo del héroe romántico es un personaje humanizado: «No es que Efraín no posea
algunos rasgos románticos, sino que no los tiene exagerados, como ocurre en la mayoría
de los héroes literarios, y casi todas estas características provienen del modelo viviente
de Jorge Isaacs, no de fuentes novelescas» (Prólogo a María de Jorge Isaacs, Barcelona,
Labor, 1970, pág. 26). Aun así, el protagonista cumple algunos ritos del héroe
caballeresco feudal, como el de dar una muestra de valor, arrostrar un peligro y
demostrar de ese modo que es el más fuerte o el más astuto. El origen de esta hazaña se
encuentra en la civilización celta, que exigía a los jóvenes una prueba (asesinato de un
extranjero o caza gloriosa) para adquirir el derecho a casarse. Desde esta óptica se
explican los dos episodios de caza en la novela. En el primero, el protagonista resulta
triunfador frente a cazadores expertos e incluso salva la vida de uno de ellos. El segundo
episodio ridiculiza al rival de Efraín, Carlos. Defiendo, pues, la funcionalidad de estas
escenas frente a quienes las consideran meras digresiones.
Dos actitudes, que en determinados momentos llegan a ser conflictivas, definen el
carácter de Efraín: una admiración y una obediencia ilimitada a su padre y el amor
apasionado hacia María. Como personaje carece de profundidad porque no le tortura la
incertidumbre: acepta la autoridad paterna como un a priori; ahí veo la endeblez de
María como historia verdaderamente romántica, ¿qué héroe apasionado auténtico
hubiera resistido la tentación de desobedecer a su padre?, pero también la coherencia
interna de sus elementos porque el amor se halla ensamblado en esta novela con el
modelo de sociedad representada. «El peso de la autoridad patriarcal reduce al hijo al
conformismo social y moral» -afirma Rougemont-. En la literatura tradicional el héroe
es un compendio de virtudes y debilidades que lo separan y aproximan al lector. Efraín,
en la sociedad patriarcal de María, es el hijo perfecto; sin embargo, en el amor es más
vulnerable, y si bien reitera a menudo la castidad y pureza de su amor no es menos
cierto que la sensualidad se enseñorea de muchas descripciones y escenas; algunas
tienen por objeto a María, otras, a diversas mujeres. Sin dejar de amar a la primera ni de
colocarla más alto que a las demás, admira la belleza femenina y le gusta flirtear con
algunas, le fascina la gracia de Salomé (caps. XLVIII y XLIX), adivina la proporción de
la hermana de Emigdio (cap. XIX) y repara en los «voluptuosos labios» de Lucía, hija
de José. Todas estas mujeres suelen turbarse en presencia de él no sin mezclar la
atracción con el pudor. De forma oblicua sabemos que el protagonista, en su etapa
estudiantil en Bogotá, conoció a otras mujeres aunque no le impresionaran; por ejemplo,
Carlos alude a Matilde, una profesora de baile que parecía interesada por Efraín. Si
tomamos los dos mitos masculinos que exaltó el romanticismo, Efraín no es ni Tristán
ni Don Juan sino un tenue reflejo de ambos: a diferencia de Tristán, no muere por su
amada; a diferencia de Don Juan, no intenta seducir a las mujeres que le atraen.
La sociedad
La novela de Isaacs nos presenta un modelo de sociedad patriarcal con residuos
semifeudales en la que domina la figura del pater familias, a cuya autoridad
incuestionable quedan supeditados todos. Siendo la familia de Efraín el núcleo social
por excelencia, en la novela existe una analogía entre la devoción y el respeto que
manifiestan los campesinos con la clase señorial y los que profesa Efraín a su padre. Por
esta razón él no problematiza su obediencia: rebelarse contra su padre sería tanto como
rebelarse contra el sistema social establecido.
Uno de los aspectos más discutidos por la crítica es determinar si la sociedad
descrita en la novela está idealizada o, por el contrario, presenta contornos realistas.
Donald McGrady defiende la segunda tesis basándose en que la novela admite la
institución repelente de la esclavitud. Por su parte, Seymour Menton le atribuye el
mérito de ser «un documento histórico y realista sobre la sociedad colombiana en las
primeras décadas de la Independencia». Concha Meléndez halla más bien una mezcla de
costumbrismo y realismo.
Antes de formular una apreciación más o menos definitiva conviene analizar los
componentes sociales. Toda la sociedad rural en sus diferentes esferas está representada
en María.
La familia de Efraín
En el capítulo V se hace referencia a las haciendas del valle («La Rita» y «La
Manuelita») y a las propiedades del padre: «una costosa y bella fábrica de azúcar,
muchas fanegadas de caña para abastecerla, extensas dehesas con ganado vacuno y
caballar, buenos cebaderos y una lujosa casa de habitación, constituían lo más notable
de sus haciendas de tierra caliente». La tercera es la hacienda «El Paraíso», es decir, la
casa don de vive Efraín con su familia rodeados de esclavos y criados.
La familia de Carlos
Carlos -amigo de Efraín- y su padre don Jerónimo, rico propietario, es la única
familia que podría rivalizar con la anterior, pero el narrador ha matizado bien las
diferencias mediante comentarios no por marginales menos incisivos, como el que hace
el protagonista sobre la hacienda de su amigo (cap. XLVIII). De don Jerónimo, revela
con sutileza su falta de finura (cap. XXIII), y su amistad no le impide burlarse de
algunos defectos de Carlos, entre ellos el desprecio por la cultura y los libros. El lector
está predispuesto con estos antecedentes a aceptar con naturalidad el ridículo episodio
protagonizado por Carlos de la cacería del venado, o el estado embarazoso en que lo
deja la negativa de María.
La familia de Emigdio
Emigdio es el amigo «honradote y campechano», blanco de las burlas de Carlos
cuando se presentó en Bogotá con «la más rara figura que imaginarse puede». Pertenece
también a una familia de propietarios, pero adolece de rudeza y falta de refinamiento. Si
no es comparable con Efraín también es diferente de Carlos por su predisposición para
el trabajo. Emigdio, además, está libre de ciertos prejuicios que sí presentan otros de su
condición, así no tiene inconveniente en casarse con una mujer de clase inferior, para
sorpresa de Efraín (cap. XIX). Sin duda, éste atribuye el carácter rebelde de Emigdio a
su menor cultura y educación, en cambio, para él, mantener ciertos prejuicios significa
preservar su posición social.
Efraín, Carlos y Emigdio son tres exponentes de la juventud rural acomodada y de
las opciones posibles para integrarse en la sociedad: estudiar o trabajar en la hacienda.
Les siguen en el nivel inmediatamente inferior las familias de los pequeños propietarios,
focalizadas siempre desde el observatorio de «El Paraíso», aunque -como afirma Mejía
Duque- «la insalvable diferencia de clases, la estabilidad de la jerarquía social, no
impedían una cierta solidaridad afectiva entre la familia de los señores y los pequeños
propietarios y jornaleros de su jurisdicción» («Jorge Isaacs: el hombre y su novela», en
La novela romántica latinoamericana, CASA, 1978, página 427).
La familia de José, el campesino antioqueño dedicado a las siembras y cacerías, es
humilde pero digna y laboriosa. El comportamiento de sus miembros cuando los visita
Efraín deja advertir la inferioridad y distanciamiento social que los separa: las
muchachas, «vestidas con más esmero que de ordinario», le hablan «con suma timidez»,
y todos lo admiran. El origen antioqueño de estos personajes les imprime un sello
singular que proviene de un antiguo privilegio: el de haber sido la primera población
estable organizada por los españoles en territorio colombiano. No dista mucho, en líneas
generales, del montañés descrito por Lucien Febvre en El hombre y la tierra, de
curiosidad limitad, tradicionalista, conservador, vigoroso, honrado, voluntarioso,
económico y previsor, que vive en una familia patriarcal sólidamente constituida.
Por último, la familia de Custodio, propietario de una pequeña hacienda o chagra.
La diferencia social de origen económico y de raza aflora constantemente en las
palabras de estos personajes; Salomé no le oculta a Efraín su complejo de mestiza que
sueña con ser blanca y que le impide aspirar a otro hombre superior en raza o clase.
La relación de la familia de Efraín con los de su clase es buena, pero carece de la
afectividad que comparte con sus inferiores al ofrecerles una protección paternalista a
cambio de un agradecimiento incondicional. Así participa en la cacería con José y
Braulio, apadrina la boda de éste con Tránsito y resuelve el malentendido entre Salomé
y Tiburcio para mayor felicidad de Custodio. La actitud del padre de Efraín con ellos es
-como diría el progatonista de Una familia lejana, de Carlos Fuentes- la de quien siente
una superioridad que no desea mostrar y a pesar del deseo de no hacerlo, multiplicando
amabilidades, ello mismo comprueba lo que se quiere ocultar.
En su conjunto, es una sociedad relativamente variada, armónica, salpicada de
pequeños conflictos y descrita en todos los detalles relativos a vivienda, indumentaria,
modismos del habla, comida, aspectos folklóricos, costumbres, etc., es decir, con
arreglo a la técnica que casi medio lustro de costumbrismo había hecho arraigar en
Hispanoamérica.
Volviendo a la cuestión planteada al principio de este epígrafe sobre la naturaleza
realista o costumbrista de María, aventuro la conclusión de que tal disyuntiva es falsa.
Admitimos que los personajes rurales están tratados con realismo, pero falta esa
objetividad exigida por Baudelaire según la cual el propósito del realista es presentar la
realidad tal como sería si él no estuviera allí. Isaacs se deja ver demasiado tras el disfraz
de Efraín, y su ligazón con el universo narrado no es menos notoria, pues, como dije
más arriba, la novela está escrita en un tono nostálgico. Por otra parte, sólo existe un
núcleo focalizador de la sociedad: el de la familia del héroe que, en todo caso, trata al
resto con condescendencia y desde arriba. Por último, el detallismo descriptivo tiene por
objetó rescatar lo pintoresco de la región, tal como se propusieron los costumbristas. Ya
decía Anderson Imbert que «quienes parten de los conceptos europeos -clasicismo,
romanticismo, parnasianismo, realismo, etc.-, al querer recoger el proceso de la
literatura colombiana en esos anzuelos se sienten defraudados, como el pescador con los
peces que no pican» (Prólogo a María, de Jorge Isaacs, México, FCE, 1951, pág.
XVIII). El eclecticismo define la literatura colombiana en la segunda mitad de siglo.
Observada a mayor distancia la novela de Isaacs, con su visión arcádica de los
personajes rurales (virtuosos, honrados, ingenuos y buenos) adolece de la limitación
propia del costumbrismo. En contraposición, «sólo en la novela realista, depurada ya
esta nota romántica, aparecerá el campesino cruel e ignorante y no menos depravado
que el habitante de la ciudad» (Antonio Curcio Altamar, Evolución de la novela en
Colombia, Bogotá, publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, 1957, página 129).
La esclavitud
Aunque el movimiento negrista no alcanza su madurez en Hispanoamérica hasta el
siglo XX, existe una larga tradición cuyos orígenes podemos rastrear en España, en el
siglo XV, como consecuencia del tráfico de esclavos. Lo hallamos en El Lazarillo, se
incorpora al teatro del siglo XVI y atraviesa toda la literatura de los Siglos de Oro y el
barroco americano y se prolonga hasta el siglo XIX. Varios elementos se decantan en el
tratamiento literario del negro: la exploración de las posibilidades rítmicas de la lengua,
su exotismo, el humor, y, con más rareza antes del siglo XIX, el escritor opta por la
defensa del negro. En la novela de tema esclavista el negro pierde gran parte de su
exotismo para convertirse en víctima social, sobre todo en aquellos países y zonas
donde su presencia étnica se impone, trascendiendo a todos los aspectos de la vida y la
cultura. En Cuba surgió como consecuencia del descontento de los intelectuales
liberales con el régimen colonial español. Así apareció Francisco, de Anselmo Suárez
Romero (terminada en 1839, pero publicada en 1880), concebida como un documento
social contra la institución de la esclavitud; El negro Francisco, de Mario Zambrana
(Cuba, 1873); Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde, y Sab, de Gertrudis Gómez de
Avellaneda.
En Isaacs, el tema ofrece una doble vertiente: la figura del negro como elemento
exótico, según la línea tradicional, y como esclavo o víctima social. Ambas líneas
convergen en el episodio de Nay y Sinar intercalado en la novela. El exotismo
procedente del romanticismo francés, que se evade a espacios y tiempos remotos estaría
representado en esta pequeña historia por el marco africano. Efraín ha ido a visitar a
Feliciana, madre de Juan Ángel, quien yace en la cama postrada, moribunda, víctima de
una grave hepatitis. El protagonista evoca su historia desde los tiempos en que se
llamaba Nay, antes de hacerse católica y cambiar su nombre por el de Feliciana. Hija de
Magmahú, «uno de los jefes más distinguidos de los ejércitos de Achanti», se enamora
de Sinar, hijo de Orsué, caudillo de los Achimis que murió combatiendo con los
Achantis, quienes hicieron prisionero y esclavo a Sinar. Tras su conversión y
matrimonio a cargo de un misionero, el ataque de Cambez los separa definitivamente.
Obligados a viajar en un buque negrero, Nay va a parar a manos de un irlandés, William
Sardik, instalado cerca de Turbo. Cuando llegan a casa de Sardik el padre de Efraín con
María, conmovida ésta por la triste historia de Nay, y pensando en su próxima
maternidad, compra su libertad y la lleva a vivir con ellos.
La primera parte de la historia es la dé mayor exotismo por la ambientación
africana; a partir del momento de la separación y el viaje en el buque, el autor se sitúa
en la realidad social de su tiempo, y aunque no proclama una protesta antiesclavista
enérgica y testimonial, deja patente su repulsa por tan abominable comercio. Exotismo,
sí, pero conectado con la realidad colombiana de la época. Algunos críticos sólo
perciben uno de los rasgos, pero no creo que la historia de Nay y Sinar tenga una
interpretación unívoca: el escritor hace coincidir en ella las dos vertientes temáticas
practicadas en su tiempo, sin contar con la importancia del episodio desde el punto de
vista estructural, pues guarda no pocas simetrías con el de Efraín y María.
El paisaje (I): El valle
Durante más de un siglo la novela hispanoamericana se ha dedicado a descubrirnos
su propia geografía en las historias que contaba, pero muy raras veces alcanza el
equilibrio armónico de María en lo que respecta a la relación hombre y paisaje. Mario
Carvajal, con una intuición finísima, captó la perfecta simbiosis entre el paisaje y la
protagonista en la novela que ha inmortalizado el Valle del Cauca convirtiéndolo en
«comarca de amor y de ensueño». Carvajal denomina «encarnación misteriosa del
paisaje» a esta identificación mágica entre la mujer y la naturaleza. Seymour Menton ha
reparado en la importancia estructural que posee la enumeración de aves, flores y aguas;
la misma que se adjudican los ríos: el Zabaletas, el Amaime y, al final de la novela, el
Dagua. El rumor del río Zabaletas y de otros arroyos y ríos subsidarios se filtra por la
anécdota central al tiempo que las confidencias de los protagonistas reverberan en sus
aguas. Cuando la partida de Efraín está próxima, su felicidad le parece tan transitoria
como la fugacidad del agua fluyente: «Sentado en la orilla del río veía todas sus
corrientes a mis pies, pensando en las buenas gentes a quienes mi despedida acababa de
hacer derramar tantas lágrimas; y dejaba gotear las mías sobre las ondas que huían de
mí como los días felices de aquellos seis meses» (cap. LII). El Amaime y el Nima se
asocian a la enfermedad de la protagonista. Cuando Efraín sale en busca del doctor
Mayn la crecida del Amaime, cuyo sonido ya no es rumor sino estruendo, pone en
peligro su vida; en contraste, las ondas del Nima, que atraviesa luego, le parecen
«humildes, diáfanas y tersas». Por último, el impetuoso Dagua es el río simbólico que
por el infierno verde conduce al protagonista a la región de los muertos.
El paisaje de María existe como presencia física subjetivada por el protagonista y
acompasada con los vaivenes de sus estados de ánimo. Uno de los instantes predilectos
es el amanecer. La identificación de la naturaleza con el estado de ánimo de los
personajes culmina en un antropomorfismo: «En medio de aquella naturaleza
sollozante, mi alma tenía una triste serenidad». La necesidad de mantener un diálogo
telepático con la naturaleza en momentos de exultante alegría o desoladora tristeza se
convierte en un elemento recurrente en la novela. Muchas descripciones, por ejemplo en
el capítulo XXXIX, anticipan rasgos impresionistas en la combinación de las
sensaciones auditivas y cromáticas que más tarde se convertirán en uno de los máximos
postulados estéticos del poeta modernista. Isaacs aplica toda la gama de colores, desde
el azul de cielo y los tonos pálidos, para el paisaje del Valle, hasta los más fuertes, rojo,
negro y amarillo, para la selva.
El paisaje (II): La selva
Dueño del arte descriptivo, el escritor colombiano depara a cada paisaje lo suyo: al
Valle, la emotividad, acompasando su ritmo a la cadencia anímica del protagonista; a la
selva, una descripción más objetiva y distante. El autor ha sabido captar de la selva la
belleza y los peligros, dos atributos que fascinan y espantan respectivamente: la flora y
la fauna; de ellas nacerá la novela de la selva; son las mismas descripciones -sin rozar
aún los linderos del naturalismo- que encontraremos en La Vorágine. Sustantivos como
«majestad» y «galanura» servirán para determinar la variedad incontable de palmeras: la
pambil, la milpesos, la naidí, asociada a una mujer seductora, junto a otras variedades de
árboles como el naguare y el piáunde, los reyes de la selva por su formidable altura.
La selva, en su eterno ciclo de muerte y regeneración, oculta también peligros
mortales para sus violadores, como las serpientes guascama, chonta, viejota o
verrugosa, luego protagonistas de los cuentos de Quiroga, y los murciélagos vampiros,
verdaderos asesinos selváticos que hostigarán a Arturo Cova en La Vorágine. En
cambio, las aves, compañeras inolvidables de Efraín en el jardín de su hacienda, aquí
apenas se dejan ver. Por su descripción de la selva María constituye un eslabón
preliminar de toda una saga novelística en la literatura hispanoamericana conocida bajo
el rótulo de «la novela de la selva», que agrupa un conjunto de obras como La
Vorágine, de José E. Rivera; Toa, de César Uribe Piedrahita; Los Pasos perdidos, de A.
Carpentier; Canaima, de Rómulo Gallegos; La Casa verde, de M. Vargas Llosa; El
Camino de El Dorado, de A. Uslar Pietri, y Maladrón, de M. A. Asturias, entre otras.
Precisamente, -como constata Lydia de León Hazera- los orígenes de la novela de la
selva se remontan al romanticismo, en que la visión de la naturaleza «se vuelve
emotiva», situación que alcanza al siglo XX. Sin embargo, la inquietud por el paisaje
americano es deuda que tenemos con el siglo XVIII, cuando el espíritu de la Ilustración
y el Enciclopedismo fomentaron el interés por la naturaleza y la geografía americana
con fines de orden pragmático y también cultural. Recordemos la importantísima labor
ejecutada por la Expedición Botánica (1783), a cargo del gaditano José Celestino Mutis,
en territorio colombiano.
Es mérito de Isaacs haber manejado toda la escenografía romántica de amaneceres y
crepúsculos, de tópicos como el resplandor lunático, la inocencia del primer amor, la
fatalidad del destino, el ave agorera, etcétera, sin disfrazar entre tanta guardarropía la
belleza autóctona del paisaje colombiano.
Estructura y registros verbales
La estructura de María se articula sobre un edificio de paralelismos y dualidades,
algunas de ellas antitéticas, que presuponen una conciencia muy clara del plan de la
obra y de su elaboración artística5. No hubo improvisación en Isaacs, de ahí la eficacia que no la gratuidad de esas correspondencias entre la historia central y las secundarias.
Seymour Menton sugiere una posible influencia judaica: «Más difícil de comprobar
pero no por eso menos importante como explicación de la dualidad, es el origen judío
de Isaacs. Hijo de converso casado con cristiana y educado como cristiano, Isaacs, si se
juzga por María, tiene muy presente su doble cultura» (Seymour Menton, «La
estructura dualística de María», en el Boletín del Instituto Caro y Cuervo, Bogotá,
XXVIII, 1973, pág. 251).
Otro aspecto importante a tener en cuenta es la manera en que se presenta la novela
como el libro de los recuerdos de Efraín. La narración es en primera persona, aunque no
se trata de una primera persona pura, pues el narrador no es el autor, si bien lo
representa; la consecuencia más inmediata es una limitación en el punto de vista de tal
modo que toda la información recibida por el lector procede de ese personaje y del
conocimiento, siquiera parcial, que tiene sobre los otros personajes. De este modo se
produce una ilusión de realismo muy difícil de reproducir en una narración escrita en
tercera persona.
Por otra parte, María es la evocación nostálgica de la infancia y juventud del
narrador, de ahí que se trate de una narración ulterior en tiempo pasado, de ahí también
la atmósfera de idealización que envuelve la historia, el paisaje, las vivencias. Dos
aspectos contribuyen a crear esa atmósfera: las referencias espaciales y temporales. En
lo espacial, Isaacs combina la proliferación enumerativa de lugares -aún de difícil
localización geográfica para el lector actual- con la ambigüedad en que suele dejar otros
de nombre conocido, como la hacienda «El Paraíso», donde ocurre la acción central, o
las otras haciendas del padre, apenas aludidas. De este modo comparte con la estética
romántica la afición por lo vago e impreciso. El tiempo de la historia resulta de una gran
precisión por ser decisivo para la trama de la novela. Puesto que la acción queda
supeditada al viaje de Efraín, la conciencia del paso del tiempo se agudiza en los
personajes a medida que aquél se hace inminente, y el narrador repara en numerosas
ocasiones en objetos como el reloj o la lámpara que se consume: «[...] dio las dos el
reloj: él había medido también las horas de aquella noche angustiosa víspera de mi
viaje; él debía medir las de la última que pasé en la morada de mis mayores» (cap.
LXIV). La concreción temporal no impide, sin embargo, que algunas fechas sean
contradictorias.
Isaacs fue novelista sin dejar de ser poeta y escribió una novela, para muchos,
poemática: la cohesión de su estructura interna, la alternancia del lenguaje poético con
el de la prosa y el tono elegiaco reivindican ese calificativo. José Ángel Valente afirma
que el lenguaje de María tiene dos caras, como la novela misma. «De un lado, al estilo
moroso, retardatario de la elegía o las transparentes descripciones del paisaje; de otro, el
estilo rápido, conversacional, lleno de criollismos, de los episodios costumbristas que se
intercalan» («María, novela americana», Clavileño, Bogotá, 1955, a. VI, n.° 35, página
55).
En María se distinguen varios niveles de lenguaje de acuerdo con el propósito de
infundir autenticidad y reforzar el realismo ambiental circunscrito al Valle del Cauca.
Los registros verbales están en correspondencia con los estratos sociales. La familia de
Efraín, en consonancia con su posición, representa el habla culta y sus diálogos son más
convencionales y retóricos que aquéllos en que intervienen personajes populares. Frente
a lo que pudiera prejuzgarse por ser una novela romántica, María no adolece de
afectación exagerada. Admira la reticencia y la contención emotiva en los diálogos de
los protagonistas:
«-No te ha dicho el doctor que no tendré ya novedad?
-Sí -le respondí-. Y me ha prometido no dejar pasar dos
días seguidos en estos quince sin venir a verte.
-Entonces no tendrás que hacer otro viaje de noche. ¿Qué
habría hecho yo si...?
-Me habrías llorado mucho, ¿no es verdad? -repliqué
sonriéndome.
Miróme por algunos momentos, y yo agregué:
-Puedo acaso estar cierto de morir en cualquier tiempo
convencido de...
-¿De qué? -Y adivinando lo demás en mi mirada-: ¡Siempre, siempre! -añadió casi en secreto, aparentando
examinar los hermosos encajes de los almohadones».
(cap. XVI)
Mas cuando el autor pretende matizar la condición social de los personajes a través
del habla o describir las costumbres incorpora abundante número de provincialismos,
modismos y giros coloquiales.
El episodio de la boda de Bruno y Remigia interpola diversos elementos folklóricos:
instrumentos musicales, cantos, danzas, indumentaria, etc. (cap. V); en la visita de
Efraín a Emigdio, peculiaridades de la vivienda, atuendo de la pareja de negros y de
Emigdio cuando llegó a Bogotá, y provincialismos como: so mula, ¡carrizo!, ¡tubo!,
pasas monas (cap. XIX). En la secuencia de la cacería se describen detalles
costumbristas relativos a la comida, provisiones y aperos de caza. De la familia de José
es él quien utiliza más giros pintorescos: ¡Hubi!, ¡si es mecha!, Timanejo; Braulio
emplea el diminutivo gatico (cap. XXI).
Tal vez las anomalías fonéticas y peculiaridades lingüísticas más señaladas se
presentan en el habla de la familia de Custodio (caps. XLVIII y XLIX): pérdida de la d
final e intervocálica (usté, echao, empeñao, estao, costao, verdá), arcaísmos (argora),
deformaciones fonéticas a base de contracciones y elisiones (hastora, lagua, lalma,
onde, deónde, ory), diminutivos en -ico (pacatica, mulatico) y tendencia a los
diminutivos adverbiales (enanticos, nadita), entre otras.
Por último, la lengua de los bogas. Entre otras singularidades presenta: pérdida de
consonantes finales (Jesú, despeja, cantemo, empezó, señó, pué, vamo, mata); pérdida
de d y dr intervocálicas (dao, alabao, compae), de consonantes s, r a final de sílaba
(oite, bailala, velo), epéntesis o añadidura de sonidos (busté), de equivalencia acústica r
= l (Ansermo, carrizar, branco) y asimilación de dos vocales en una (rumatismo).
Efraín, en su acercamiento a estos personajes de rango social inferior, prodiga los
provincialismos y utiliza una modalidad de habla más llana que cuando se halla entre
los suyos.
Cronología
Fechas
Datos sobre el autor
Acontecimientos
históricos
Acontecimientos
culturales
1837
Nace en Cali Jorge Ricardo
Isaacs Ferrer.
Gobierno liberal
moderado de José
Ignacio Márquez en
Colombia.
Guerra entre Perú y
Chile.
Bustamante,
presidente de
México.
Ministerio de
Espartero en España.
Victoria inicia su
reinado en Inglaterra.
Esteban Echevarría,
Rimas.
Balzac, Las ilusiones
perdidas.
Dickens, Oliver Twist.
Espronceda, El
estudiante de
Salamanca.
Suicidio de Larra.
1840
Jorge Enrique Isaacs, padre
del escritor, adquiere las
haciendas «La Rita» y «La
Manuelita» en Cali.
Levantamiento de
Timbío dirigido por
Obando. Comienza
la «Guerra de los
Supremos».
Independencia de
Bolivia.
Lavalle marcha sobre
Buenos Aires.
C. A. López sucede a
Doctor Francia en
Paraguay.
Países Bajos:
Guillermo II, rey
Prusia: Federico
Guillermo, rey.
Proudhon, ¿Qué es la
propiedad?
Sainte-Beuve, Port
Royal.
Espronceda, El diablo
mundo.
Mérimée, Colomba.
Zorrilla, Los cantos
del Trovador.
1848
Jorge Isaacs es enviado a
estudiar a Bogotá, donde
permaneció durante cinco
años. Recibió enseñanza en
los colegios del Espíritu Santo
-regentado por Lorenzo María
Lleras, conocido dirigente
liberal-, de San Buenaventura
y de San Bartolomé,
Contrato del
gobierno colombiano
con la panamá
Railroad Co.
Tratado de
Guadalupe Hidalgo
entre EE. UU. y
México.
Constitución de
Nacen González
Prada y Justo Sierra.
Marx-Engels,
Manifiesto comunista.
S. Mill, Principios de
economía política.
A. Dumas, La dama
de las camelias.
sucesivamente.
Honduras.
España: Regreso de
Narváez al gobierno.
Francia: Segunda
República.
Alemania:
Insurrección y huida
del príncipe
heredero.
1852
Regresa a Cali. Enfermedad
del padre y disminución del
capital.
Legislación por la
que los ríos de Nueva
Granada quedan
abiertos para la
navegación mercante
de otros países.
Batalla de Caseros y
caída de Rosas.
Gobierno de
Urquiza.
Restablecimiento del
Imperio con
Bonaparte.
Alberdi, Bases.
Sarmiento, Campaña
en el ejército grande.
Comte, Catecismo
positivista.
Beeche-Stowe, La
cabaña del tío Tom.
1854
Se alista en las fuerzas del
general Tejada para luchar
contra la dictadura de Melo.
Hace una campaña de 7
meses, tiempo que dura la
revolución. Su padre compra
«El Paraíso», «la Francia e
Inglaterra declaran la guerra
casa de la sierra» de la novela,
que conservarán hasta 1858.
Golpe de estado del
general Melo. Es
derrotado y apresado.
Ley Juárez.
Abolición de la
esclavitud en Perú y
Venezuela.
Francia e Inglaterra
declaran la guerra a
Rusia.
Formación del
partido republicano
en Estados Unidos.
Discurso de Lincoln
contra la esclavitud.
B. Mitre, Rimas.
Nace Clorinda Matto
de Turner.
Nacen Rimbaud y
Poincaré.
1856
Contrae matrimonio con
Felisa González Umaña.
Colombia, tercer país
exportador de oro.
Ley Lerdo de
desarmotización de
bienes eclesiásticos
en México.
William Walker,
presidente de
Nicaragua.
Constitución liberal
Tocqueville, El
Antiguo Régimen y la
Revolución.
Nace Oscar Wilde.
en Perú.
Pacto de la Unión en
Uruguay.
España: O'Donnel
reemplaza a
Espartero. Gobierno
de Narváez.
Disolución de las
cortes.
Fin Guerra de
Crimea.
Buchanan, presidente
de EE. UU.
1860
Participa en la guerra contra el
general Mosquera. Conoce en
Antioquia al poeta Gregorio
Gutiérrez González, autor de
Aures y de la Memoria del
cultivo del maíz en Antioquia.
Mosquera declara
Nace Vargas Vila.
independiente del
Baudelaire, Los
Estado del Cauca.
paraísos artificiales.
Fin de la Guerra de
los Tres Años.
García Moreno Jefe
Supremo del
Ecuador.
Derqui, presidente de
Argentina.
España: Guerra de
Marruecos.
Italia: Piamonte y
Cerdeña declaran la
guerra a Austria.
Revolución en Sicilia
y Nápoles dirigida
por Garibaldi.
Lincoln, presidente
de los EE. UU.
1861
Muere don Jorge Enrique,
padre de Jorge Isaacs. La
familia le encarga a éste la
administración de las
haciendas.
Muere Obando en un
encuentro con las
fuerzas legitimistas.
Gobierno provisional
de Mosquera Juárez,
presidente de
México.
Dictadura de Páez en
Venezuela.
Batalla de Pavón y
victoria de Mitre en
Argentina.
Reinado de Luis I en
Portugal.
Víctor Manuel, rey
S. Mill, Sobre el
utilitarismo.
Dostoievski,
Recuerdos de la casa
de los muertos.
de Italia.
1863
Mermado el patrimonio
familiar por las deudas
contraídas durante la
enfermedad del padre, Jorge
Isaacs deja a su hermano
Alcides a cargo de las fincas y
se marcha a Bogotá.
Convención de
Ríonegro. Nueva
Constitución.
Mosquera, presidente
de la República.
Francia ocupa
Ciudad de México y
ofrece el trono a
Maximiliano.
España reconoce la
independencia de
Argentina. Cristian
IX, rey de
Dinamarca; Jorge I,
rey de Suecia.
Abolición de la
esclavitud en los EE.
UU.
Renan, Vida de Jesús.
Huxley, El lugar del
hombre en la
naturaleza.
Dostoievski,
Memorias del
subsuelo.
1864
El 20 de abril comparece ante
los jueces para defenderse
contra los acreedores. Lo
asesoran Aníbal Galindo y
José María Vergara y
Vergara, quien lo introduce en
la tertulia literaria de El
Mosaico donde lee sus
primeros versos. Los
contertulios editaron el tomo
de sus Poesías precedidas del
acta de aquella reunión.
En noviembre, el general
Mosquera le nombra
subinspector de trabajos en la
apertura de la carretera del
Dagua. En su campamento, a
orillas del Dagua, empieza a
escribir María.
Presidencia de
Manuel Morillo
Toro.
Pacto entre
Argentina y Brasil
contra Uruguay.
España: Ministerio
de Narváez.
Tratado entre Francia
e Italia para la
ocupación de Roma.
Internacional de
Inglaterra.
Nace Federico
Gamboa.
Spencer, Principios
de biología.
Hnos. Goncourt,
Renée Maupertius.
Nace ToulouseLautrec.
1865
De 1864 a 1865, según su
propio testimonio, vivió como
inspector del camino de
Buenaventura, que se
empezaba a construir entonces
en los desiertos y vírgenes y
malsanos de la costa del
Pacífico, allí trabajó y luchó
«hasta caer medio muerto por
Tratado VivancoPareja: Fin del
conflicto de Perú con
España.
Triple Alianza:
Argentina, Brasil y
Uruguay contra
Paraguay.
Renuncia y retorno
Nace José A. Silva.
Muere E. Díaz Castro.
Carroll, Alicia en el
país de las
maravillas.
Tolstoi, Guerra y Paz.
Wagner, Tristán e
Isolda.
obra de la fatigante tarea y del
mal clima». Contrae malaria y
regresa a Cali, donde continúa
escribiendo su novela en su
residencia El Peñón.
de O'Donnel en
España.
Asesinato de
Lincoln.
Fin de la Guerra de
Secesión.
1866
Entra en política y lo eligen
diputado por el partido
conservador. Se establece en
Bogotá. Instala un almacén de
ropas.
Mosquera, presidente
por cuarta y última
vez.
Bombardeo del
Callao y derrota
española en el Perú.
Sofocado el
levantamiento
republicano del
general Prim.
Napoleón retira
tropas de Roma y
México.
Italia: Guerra con
Austria.
Alemania: Guerra
austro-prusiana.
G. Gutiérrez
González, Memoria
sobre el cultivo del
maíz en Antioquia.
E. del Campo, Fausto.
Dostoivski, Crimen y
castigo.
Verne, De la tierra a
la luna.
1867
Primera edición de María
(800 ejemplares) en el taller
tipográfico de José Benito
Gaitán.
Derrocado y
apresado Mosquera
por tropas al mando
del general radical
Santos Acosta, quien
se hace cargo del
gobierno.
Italia: Garibaldi
invade el Estado
pontificio.
Constitución de la
doble monarquía:
Austria-Hungría.
Lastarria; La
América.
Nacen R. Darío y R.
Pairó.
Marx, El capital.
Ibsen, Peer Gynt y
Brant.
Muere Baudelaire.
1868
Dirige el periódico La
República.
Gobierno de Santos
Gutiérrez.
F. Guzmán,
presidente de
Nicaragua.
Sarmiento,
presidente de
Argentina.
Pronunciamiento
militar destrona a
Isabel de España.
Nacen R. Jaimes
Freyre y Carlos
Reyles.
Dovstoievski, El
idiota.
Bécquer, Rimas.
Lautréamont, Los
cantos de Maldoror.
Muerte de Narváez,
gobierno de Prim
Inglaterra, triunfo
laborista.
1869
Secretario de la Cámara de
Representantes. Firma de la
ley que declara ciudadanos
colombianos a todos los
paraguayos poco antes de la
Triple Alianza. Abandona el
partido conservador y se une
al ala radical del partido
liberal. Entra a la masonería,
según MacGrady.
Segundo tratado
fallido sobre el canal
con EE. UU.
Alzamientos en Cuba
y Nicaragua.
Golpe de Estado en
Ecuador. García
Moreno, Jefe
Supremo.
Monarquía
constitucional en
España. Prim, jefe de
gobierno.
Grant, presidente de
los EE. UU.
I. M. Altamirano,
Clemencia.
G. G. de Avellaneda,
Obras literarias.
Verne, Veinte mil
leguas de viaje
submarino.
Verlaine, Fiestas
galantes.
Flaubert, La
educación
sentimental.
1870
Le nombran cónsul en Chile.
De paso por Lima, se
entrevista con Ricardo Palma.
Junto con el chileno Recaredo
M. Infante invierte en una
empresa en el Valle del
Cauca.
Gobierno liberal de
Eustorgio Salgar.
Fin de la Guerra de
la Triple Alianza.
Primera presidencia
de Guzmán blanco
en Venezuela.
España: Amadeo de
Saboya, asesinato de
Prim, sexenio
revolucionario.
Francia: Guerra
franco-prusiana,
caída Imperio.
Proclamación de la
República.
L. V. Mansilla, Una
excursión a los indios
ranqueles.
La Nación, en Buenos
Aires.
Taine, Sobre la
inteligencia.
Pérez Galdós, La
Fontana de oro.
1873
Regresa a Colombia en
compañía de su socio chileno.
Compra la hacienda
«Guayabonegro», situada
cerca de «La Manuelita».
Abolición de la
esclavitud en Puerto
Rico.
Tratado secreto entre
Perú y Bolivia contra
Chile.
España: abdicación
de Amadeo I.
Restablecimiento de
la República.
Alianza de los tres
emperadores
J. Montalvo, Siete
tratados.
Martí, La República
española ante la
Revolución cubana.
Muere G. G. de
Avellaneda.
Rimbaud, Una
temporada en el
infierno.
J. Verne, La vuelta al
mundo en ochenta
europeos.
días.
1874
1875
En 1874 trata de vender
«Guayabonegro». En 1875
gestiona la devolución a su
antiguo propietario, Manuel
García Echaverri, quien
rechaza sus propuestas a
través de una copiosa
correspondencia, publicada
después por Isaacs en su
folleto A mis amigos y a los
comerciantes del Cauca.
Le nombran superintendente
de Instrucción Pública del
Cauca y se traslada con su
familia a Popayán.
Colombia: En
vísperas de
elecciones, gran
agitación política en
todo el país.
España: Alfonso XII
en Madrid.
Montalvo, La
dictadura perpetua.
Nacen Julio Herrera y
Reissig y Florencio
Sánchez.
Tolstoi, Ana
Karenina.
Bizet, estreno de
Carmen.
Mme. Blavatski funda
la Sociedad
Teosófica.
1876
Dirige el periódico El
Escolar, funda las primeras
escuelas nocturnas para
obreros y reedita, con César
Conto, presidente del estado
soberano del Cauca, El
Programa Liberal. Participa
en la guerra civil contra los
conservadores. 31 de agosto
batalla de los Chancos. Al
caer el coronel Manuel
Vinagre Neira, Isaacs lo
reemplaza en el mando.
Aquileo Parra,
presidente de
Colombia.
Comienza la
revolución
conservadora en el
Cauca contra el
gobierno liberal.
Rebelión de Porfidio
Díaz en México.
Rebelión liberal de
Honduras.
Hilarión Daza,
dictador de Bolivia.
Concluye la segunda
guerra carlista en
España.
Inglaterra: Victoria,
emperatriz de la
India.
Guerra de Turquía en
los Balcanes.
Zorrilla de San
Martín, Notas de un
himno.
Mallarmé, La siesta
de un fauno.
Twain, Las aventuras
de Tom Sawyer.
Pérez Galdós, Doña
Perfecta.
1877
Participa en la guerra de
Popayán. Se ocupa
intensamente de la educación
primaria y secundaria del
Cauca. Lo nombran secretario
de gobierno. Sale en defensa
de los indígenas.
Lucha contra los
conservadores y el clero
Expulsión de los
obispos de
Antioquia, Medellín
y Pamplona.
L. Alcántara,
presidente de
Venezuela.
Marco Aurelio Soto,
presidente de
Edison inventa el
micrófono y el
fonógrafo.
Engles, El
antiduhring.
Carducci, Odas
bárbaras.
Rodin, La edad de
bronce.
reaccionario.
Renuncia a la Secretaría de
gobierno y pasa como
diputado radical a la Cámara
de Representantes.
Honduras.
Muere Rosas en
Inglaterra.
Guerra ruso-turca.
EE. UU., presidente
Hayes.
1878
Intensa oposición de Isaacs
contra el presidente Trujillo
en el Congreso, quien solicita
de la Cámara se concedan
rentas al clero y se indulte a
los sacerdotes expulsados por
intervenir en la guerra civil
del 76.
Lucha por sacar adelante el
proyecto de construcción del
ferrocarril del Cauca. Venta
de «Guayabonegro».
Gobierno liberal
independiente del
General Trujillo.
Tratado de Zanjón en
Cuba.
Humberto I, rey de
Italia.
Disolución del
Reichtag.
Chipre para
Inglaterra.
Galván, Enriquillo.
E. M. de Hostos,
Inda.
Lastarria, Recuerdos
literarios.
Muere J. M.
Gutiérrez.
Nietzsche, Humano,
demasiado humano.
1879
Elegido presidente de la
Cámara. Se traslada a
Antioquia como secretario del
presidente Tomás Rengifo.
Ataca a la Asamblea en La
Nueva Era de Medellín.
Encabeza una rebelión contra
Pedro Restrepo, sucesor del
Presidente.
Período de agitación
política.
Guerra del Pacífico.
Guzmán Blanco,
presidente de
Venezuela.
Martí huye a EE.
UU.
Nueva Constitución
en Guatemala.
Consolidación de la
Tercera República en
Francia.
Alianza austroalemana.
Zorrilla de San
Martín, La leyenda
patria.
J. León Mera,
Cumandá.
Nace A. Arguedas.
Ibsen, Casa de
muñecas.
Dostoievski, Los
hermanos
Karamazov.
Zola, Nana.
1880
31 de enero: Encabeza la
revolución liberal de
Antioquia, derroca al
gobierno legítimo y se
proclama jefe civil y militar.
El 13 de marzo tiene que
disolver sus tropas y
entregarse. Se traslada a
Bogotá. Publica La revolución
liberal de Antioquia, donde
pretende justificar sus
actividades políticas. Se retira
Ibagué.
Gobierno de Rafael
Núñez en Colombia.
Revolución de
Antioquia.
España: Fundación
del partido
fusionista.
Francia: Gabinete de
J. Ferry.
J. Montalvo,
Catilinarias.
Altamirano, Rimas.
Muere E. Campo.
Menéndez Pelayo,
Historia de los
heterodoxos
españoles.
Maupassant, Bola de
sebo.
1881
Radicado en Ibagué con su
Colombia restablece
A. Bello, Filosofía del
familia. Publica el primer
canto de Saulo, dedicado a
Julio Roca, presidente de la
Argentina. Es nombrado
secretario de la misión
científica que debe estudiar
las riquezas minerales de la
Costa Atlántica. Separa de la
comisión y continúa la
exploración por su cuenta.
Descubre valiosos
yacimientos de carbón y
petróleo.
las relaciones con
España. Convenio de
arbitraje con
Venezuela.
El Ejército chileno
ocupa Lima.
España: Ministerio
de Sagasta con el
partido fusionista.
Liberalización
política.
Inglaterra: Muerte de
Disraeli.
EE. UU.: Garfield,
presidente, muere ese
mismo año.
entendimiento.
Cambacerres, Potpourri.
Pérez Galdós, Los
desheredados.
Nace Picasso y muere
Carlyle.
1884
Publica sus primeros estudios
etnológicos en los Anales de
Instrucción pública. Recibe
una invitación de Julio Roca
para visitar Argentina. El
presidente Núñez le ofrece
también un cargo diplomático
en ese país. El viaje no se
realiza.
Segundo gobierno de
Rafael Núñez.
Constitución del
partido Nacional.
J. Crespo, presidente
electo de Venezuela.
Conferencia Colonial
internacional en
Berlín; ingleses en
Sudán; alemanes en
el sudoeste africano.
Matto de Turner,
Tradiciones
cuzqueñas.
Nacen R. Gallegos y
E. Barrios.
Muere J. B. Alverdi.
Spencer, El hombre
contra el Estado.
Daudet, Safo.
De Lisle, Poemas
trágicos.
Verlaine, Poetas
malditos.
1885
Durante la guerra civil, que
dura nueve meses, permanece
en Fusagasugá. Su familia
vive en una casa que le ha
prestado Juan de Dios
Restrepo («Emiro Kastos»).
Fracción del
liberalismo contra el
gobierno federal.
Ley de colonización
en México.
Alianza de Costa
Rica, Nicaragua y
Salvador contra
Guatemala.
España: Muere el
rey. Minoría de su
hijo Alfonso XIII.
Regencia de María
Cristina.
Guerra serviobúlgara.
Ocupación de
Nigeria.
Darío, Epístolas y
poemas.
Martí, Amistad
funesta.
Cambaceres, Sin
rumbo.
Marx, El Capital (t.
II)
Anderson, Cuentos.
Zola, Germinal.
Twain, Huckleberry
Finn.
1886
El gobierno le otorga
derechos exclusivos para la
explotación de los depósitos
de minerales que encontró en
sus expediciones, pero
careciendo de capital para
financiar la empresa encarga,
sin éxito, a José Camacho
Roldán para que contratara
financiación extranjera. Los
periódicos mexicanos hablan
de su miseria.
Sancionada la nueva
Constitución
centralista que da al
país el nombre de
República de
Colombia.
Avance del
socialismo en
Inglaterra.
Tratado de Bucarest
sobre la cuestión
servio-búlgara.
Guzmán Blanco,
presidente de
Venezuela,
Balmaceda de Chile
y Juárez Celmán de
Argentina.
R. J. Cuervo,
Diccionario de
Construcción y
Régimen de la lengua
castellana.
Díaz Mirón, Poesías
escogidas.
Nace R. Güiraldes.
Muere J. Hernández.
Rimbaud, Las
iluminaciones.
Stevenson, El extraño
caso del doctor Jekill
y míster Hyde.
Chejov, Cuentos.
1887
Parte rumbo a las costas de
Urabá. Descubre nuevos
yacimientos de hulla. Regresa
a Ibagué. Publica nuevos
trabajos etnológicos que
complementa con minerales,
herbarios, piezas
arqueológicas, planchas de
jeroglíficos, pinturas y
grabados rupestres que regala
al museo.
Primer Concordato
entre Colombia y la
Santa Sede.
Francia: Elección de
Sali Carnot;
Boulanger, ministro
de guerra.
Italia: Ministerio de
Crispi.
Darío, Abrojos.
Kipling, Cuentos
simples de las colinas.
D'Annuzio, Las
elegías romanas.
Pérez Galdós,
Fortunata y Jacinta.
1888
Se establece en Ibagué, desde
donde viaja con frecuencia a
Bogotá. Visita a José
Asunción Silva. Quiere
explotar una mina de oro
cerca de Ibagué, pero este
proyecto fracasa por la
pobreza del mineral en la
mina.
Gobierno del
designado Carlos
Holgüín, en ausencia
de Núñez.
Alemania: Guillermo
II, emperador de
Alemania y rey de
Prusia.
Harrison, presidente
de EE. UU.
P. Rojas Paúl,
presidente de
Venezuela.
Nace J. E. Rivera.
Muere J. M. Samper.
Darío, Azul.
Zorrilla San Martín,
Tabaré.
Nace López Velarde.
Muere E.
Cambaceres.
Nietzsche, El
Anticristo.
Ibsen, La dama del
mar.
1889
En carta a su amigo Justo
Sierra menciona que la firma
«Aguilar e hijos» le ha
enviado cien ejemplares de
María como único pago que
Holguín lanza
campaña de
represión contra la
prensa.
Revolución en Río
Matto de Turner, Aves
sin nido.
Martí, La edad de
oro.
Nacen Gabriela
ha recibido. Le pregunta si el
presidente Díaz podría
nombrarlo Cónsul de México,
pues se encuentra al borde de
la miseria.
de Janeiro.
Nace el emperador
Pedro I y se
proclama la
República.
Primera conferencia
de los Estados
americanos en
Washington.
Carlos I sucede a
Luis I en Portugal.
Austria: muerte del
príncipe heredero
Rodolfo en
Mayerling.
Mistral y A. Reyes.
Muere Juan
Montalvo.
Bergson, Ensayo
sobre los datos
inmediatos de la
conciencia.
D´Annunzio, El
placer.
1891
Escribe la elegía a la muerte
de Elvira Silva, hermana del
poeta José Asunción Silva,
ambos muy amigos de Isaacs.
España dicta
sentencia arbitral
sobre límites entre
Colombia y
Venezuela.
Constitución de los
EE. UU. del Brasil.
Intervención de EE.
UU. en Chile.
Francia: alianza
defensiva con Rusia.
Inglaterra: Acuerdo
anglo-italiano sobre
Abisinia.
Darío y Martí se
encuentran en Nueva
York.
Darío en Buenos
Aires.
Nace V. Huidrobo.
Mueren J. del Casal y
Altamirano.
Heredia, Los trofeos.
Menéndez Pelayo,
Antología de poetas
hispanoamericanos.
Mallarmé, Verso y
prosa.
1894
Finaliza en Bogotá el contrato
con la Panamericana
Investment Comp., haciendo
el traspaso de sus derechos. A
pesar de la negociación no
está contento. Busca
documentación para dos
novelas, Fania y Alma negra
(Camilo). Quiere mostrar, en
los comienzos de la república,
las desventuras e ilusiones de
su pueblo, y presentar el
triunfo del radicalismo,
permanecerán inéditas.
Muere R. Núñez en
Colombia.
Victoria de Chile
sobre Perú.
Idiarte Borda,
presidente del
Uruguay.
España: Fin de la
guerra de Melilla.
Italia: Invasión de
Abisinia.
Nicolás II, zar de
Rusia.
Guerra en Oriente.
González Prada,
Páginas libres.
C. Reyles, Beba.
Marx, El Capital
(vols. I-II).
Kipling, El libro de la
jungla.
1895
Guerra civil. Isaacs, muy
enfermo, muere en Ibagué el
17 de abril.
Revolución liberal
dirigida por el
general Santos
Acosta.
Nacen León de Greiff
y D. Samper Ortega.
Nacen Martínez
Estrada y J. de
Segunda guerra de
independencia de
Cuba.
El general Gutiérrez,
presidente de El
Salvador.
Muere Martí en Dos
Ríos.
España: Gobierno de
Cánovas del Castillo.
Ibarbourou.
M. Zeno Gandía, La
charca.
Valéry, La tarde con
el Sr. Teste.
Verhaeren, Las
ciudades tentaculares.
Yeats, Poesías.
Nuestra edición
Isaacs publicó en vida tres ediciones distintas de María supervisadas por él. La
primera se editó en Bogotá, en la imprenta de Gaitán, en 1867; la segunda, a cargo de
don Fernando Pontón, en la imprenta de Medardo Rivas, Bogotá, 1869. Ignacio
Rodríguez Guerrero propone que debe ser tenida como tercera edición de la novela la de
Santiago de Chile, de 1877, en la imprenta de Gutenberg; sin embargo, figura como
tercera edición de María, la de Medardo Rivas, de 1878. En esta edición Isaacs
anunciaba una definitiva para 1891 con anotaciones, adiciones y correcciones, ésta sólo
aparecería muchos años más tarde, en 1922 (Bogotá, Camacho Roldan y Tamayo), y,
por haber sido manipulada, no es en absoluto fiable.
Junto a estas tres corregidas por el autor existen otras dos ediciones críticas
importantes: la de Mario Carvajal, publicada en Cali, en 1967, con motivo del
centenario del autor, hecha sobre el cotejo de las tres ediciones, y la de Donald
McGrady, basada en el original de la postrera versión de María incluido en un ejemplar
de la tercera versión auténtica (Barcelona, Labor, 1970). En 1978 aparece una nueva
edición de María, basada en la confrontación de las anteriores, en Biblioteca Ayacucho
(Caracas), a cargo de Gustavo Mejía, quien posteriormente ha publicado otra más
divulgativa en Madrid, Editorial SGEL, 1983.
Esta edición sigue muy de cerca el texto fijado por Mario Carvajal, pero
estableciendo un cotejo con las ediciones de McGrady y Mejía. Aun he tenido el placer
de poder consultar la primera edición de la novela hecha en España, verdadero trofeo
para bibliófilos. Me refiero a la de 1882, ilustrada por Alejandro Riquer, con grabados
al zinc de Thomas, editada por E. Domenech y Cía., en la imprenta de Jaime Jepús, en
Barcelona; sin duda una de las ediciones más hermosas de la novela.
No existen diferencias sustanciales entre las ediciones citadas, y las más se refieren
a los signos de puntuación -que he actualizado de acuerdo con las normas vigentes- o a
errores de imprenta que he intentado subsanar.
Han sido sumamente útiles las notas que Carvajal incorporó al texto, si bien se han
resumido, se han incorporado algunas nuevas y desestimado otras que ya figuraban en
el Diccionario de la Real Academia; en todo caso el criterio seguido ha sido el de
facilitar la lectura del texto. Se incluye al final del texto el Vocabulario de
provincionalismos que Isaacs colocó al final de la novela.
Comentarios críticos sobre el autor y la obra
Dos aspectos deseo destacar en este epígrafe; en primer término la filiación literaria
de María y la influencia que ha podido ejercer en otras obras; en segundo término, la
valoración crítica de la novela. Para ello, recorreré algunos juicios que por alguna razón
merecen reseñarse aquí.
«María resiste el paralelo, respecto de la grandeza y el
color de las descripciones de la naturaleza, y excede, cuanto
lo hemos notado, en la concepción del plan, en la sencillez y
la eficacia de la narración, el romance de Saint-Pierre, tenido
hasta hoy por el modelo de su género, y sustituido en
adelante, si no nos equivocamos mucho, a lo menos en
América, por la admirable creación del poeta colombiano».
José Manuel Estrada (Prólogo a María, Buenos Aires, Editorial Igón, 1879)
«Si algún antecedente genealógico de María quisiéramos
descubrir en las literaturas de Isaacs -aparte de las obras de
Chateaubriand, de influencia tan manifiesta- habría que
buscarlo en los iniciadores de la novela psicológica española
-hoy en injusto olvido tal vez en el admirable Diego San
Pedro, cuya Cárcel de amor es la novela precursora del
romanticismo, que en América produjo como síntesis de
maravilla el libro del poeta caucano».
Ignacio Rodríguez Guerrero (Estudios literarios, Pasto, 1947)
«Se ha notado que hay gran semejanza entre el Idilio, de
Núñez de Arce, y la María, que es anterior. Ciertamente, el
asunto es uno mismo, tratado en verso por el poeta español y
en prosa poética por el colombiano. En vez de los paisajes
del Cauca, Núñez de Arce pinta las labores agrícolas en las
severas llanuras de Castilla».
Antonio Gómez Restrepo (Historia de la literatura colombiana, Bogotá, 1946)
«Por vías más o menos claras llegó sin duda la prosa de
Bécquer a Isaacs. El estilo del colombiano viste con
frecuencia la sustancia peculiar becqueriana».
Asimismo la autora considera a María un anticipo del famoso Nocturno de Silva, y
un puente entre Bécquer y el poeta colombiano:
«Silva debió leer repetidas veces María, alguna quizás en
voz alta para Elvira. El ritmo becqueriano del Nocturno llegó
a él acaso indirectamente, primero a través de párrafos de
María. Pero lo que me parece seguro es que la atmósfera del
Nocturno y la congoja metafísica de la segunda parte, fueron
renuevos bellísimos, superadores de su origen, del arte de
Isaacs».
Concha Meléndez (Figuración de Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, Instituto de
Cultura Puertorriqueña, 1958)
«Todas las maravillas de la naturaleza están enlazadas
misteriosamente en el destino de los hombres, y detrás de los
símbolos se esconden los signos de ventura o desdicha cuyo
significado recóndito sirve para afirmar perennemente la
inestabilidad de las cosas humanas. En este panteísmo
oriental se desarrolla María».
Y concluye:
«La predestinación de los judíos [...] pesa sobre la vida de
María desde las primeras páginas del libro. La enfermedad
heredada de su madre, los signos cabalísticos del ave agorera,
un prematuro sentido de su muerte, fijada de antemano por
los dioses, invisible a los hombres, pero revelada por una
tristeza particular a su corazón, condicionan de antemano el
rumbo de su vida».
Alfonso López Michelsen («La influencia semítica en María», Revista de Indias,
Bogotá, febrero 1944)
«Tres determinantes condicionan el carácter de Jorge
Isaacs: la ascendencia judaica de su padre, Jorge Enrique
Isaacs; la herencia española de su madre, Manuela Ferrer; su
experiencia personal de colombiano enraizado en su tierra.
Creo que este triple condicionamiento orienta el misticismo
soterrado de su novela, el apego a las formas de vida
tradicionales de la colonia, la exaltación del valle del Cauca».
Benito Valera Jácome (Prólogo a María, Barcelona, Bruguera, 1976, 1.ª edic., 1973)
Otros críticos han reparado en la influencia de María en la literatura
hispanoamericana.
«A su misma escuela pertenecen Angelina, de Rafael
Obligado; Peonía, de Romero García; Inocencia, de Alfredo
d'Escragnolle Taunay; Lucía, de Emilio Guerrero, y Carmen,
de Pedro Costera. Y del mismo modo que Efraín y María
tomaron a Atala como manual de su idilio, en Zogoibi, de
Enrique Larreta, la amada ideal usará como devocionario de
su ensueño este otro libro de confidencias juveniles escrito
por Isaacs, quien así se coloca en los clásicos del amor».
Curcio Altamar (Evolución de la novela en Colombia, Bogotá, 1957)
«Entre los literatos colombianos, recoge la tradición
costumbrista y anuncia a Tomás Carrasquilla; tanto por la
belleza de su estilo como por el tono melancólico de su
historia preludia a José Asunción Silva, y por su visión
dantesca del río tropical anuncia a José Eustasio Rivera.
Aparte sus méritos históricos, María continúa siendo hoy una
obra digna de leerse en varios niveles de interpretación».
Seymour Menton («La estructura dualística de María», Boletín del Instituto Caro y
Cuervo, XXV, 1970)
Otros críticos se limitan a reconocer las excelencias de la novela.
«La he leído (y he hecho leer) a los treinta, a los cuarenta
y cinco y ahora a los cincuenta años y, salvo inevitables
diferencias, me entretiene y encanta como a los quince. Y
aún más, por otras perspectivas entre ellas la estilística. Cada
descripción de María está hecha con ojo certero y mano
firme. El poeta posee un innato sentido plástico. Apenas
necesita describir: le basta apuntar, abocetar, en perfecto
esbozo».
Luis Alberto Sánchez (Proceso y contenido de la novela hispanoamericana, Madrid,
1953)
«Como idilio, María es la poesía americana con sus
cuadros pintorescos de riqueza exuberante, con sus inmensos
rumores de bosques vírgenes, con sus ríos como mares, con
su cielo diáfano y sus montañas gigantescas y azules, con sus
hombres fieros y sencillos, y sus amores inocentes y
apasionados, casi religiosos».
Ignacio M. Altamirano (María, de Jorge Isaacs, edición Garnier Hnos., París, 1867)
«[...] la verdadera obra maestra de la escuela romántica
sentimental es María de Jorge Isaacs, la más leída de las
novelas escritas en Hispanoamérica. La obra es en realidad
una elegía idílica, el idilio de dos almas jóvenes que se
encuentran en la primavera de la vida y la elegía del amor
interrumpido y de la muerte de la juventud y la belleza. Los
protagonistas en sí son de una sola pieza, e Isaacs, con raro
sentido de la armonía, los ha colocado en un ambiente
circunscripto, verdadera síntesis del hogar patriarcal
campestre de Colombia».
Arturo Torres Rioseco (La gran literatura iberoamericana, Buenos Aires, Emecé,
1945)
«En materia de novelas le ha tocado en suerte a Colombia
producir la obra de ficción más ampliamente leída entre todas
las escritas por sudamericanos; una de las muy contadas que
ha sido traducida al francés y al inglés: el idílico romance
María de Jorge Isaacs. Tal vez su popularidad prueba que es
la más representativa de las novelas hispanoamericanas. En
cualquier forma presenta un incomparable cuadro de la vida
hogareña en Colombia. Sus personajes son realmente de la
vida. Sus paisajes existen en el valle del Cauca donde nació
su autor».
Alfred Coester (The Literary History of Spanish America, New York, 1921)
«Por su ascendencia, por su tema, por sus personajes, por
su paisaje, María es una novela romántica, pero no por ello
menos colombiana o americana; al contrario: define muy
bien lo que es el romanticismo americano por oposición al
europeo [...] María tocó fibras vitales del hombre colombiano
de la época y aun de épocas posteriores. Es, aunque perezca
paradójico a primera vista, una idealización y una obra
realista al tiempo, que refleja fielmente una situación
histórica concreta».
Eduardo Camacho Guizado («La literatura colombiana entre 1820 y 1900», Manual de
historia de Colombia, Instituto Colombiano de Cultura, 1979, pág. 644)
«Aunque han pasado de moda algunos de los
sentimientos retratados en María, el conflicto básico de la
obra -la lucha entre el amor y la muerte- es de validez eterna,
y seguirá cautivando a lectores de todos los países y todas las
épocas. Unido a su tema de interés universal, María tiene una
forma clásica que se coloca por encima de técnicas pasajeras,
y que presenta la historia de una manera clara y lineal. Estas
cualidades de buena trama y buena forma aseguran que la
obra maestra de Jorge Isaacs seguirá siendo no sólo la mejor
novela romántica en lengua española sino uno de los clásicos
del idioma».
Donald McGrady (Prólogo a María, Madrid, Cátedra, 1986, pág. 14)
Gustavo Mejía valora la novela desde una perspectiva histórica:
«María [...] habría de aparecer como la respuesta
ideológica del sector social derrotado (latifundista) frente a
los profundos cambios que sacudían la vida nacional».
Gustavo Mejía («Clase latifundista: María de Jorge Isaacs», en Escritura, núm. 2,
Caracas, 1976)
Al margen de la crítica, numerosos escritores españoles o hispanoamericanos
advirtieron las cualidades de esta novela inaugural. Rubén Darío, Pedro Henríquez
Ureña y, más recientemente, Gabriel García Márquez elogian su perfección y reconocen
su lugar de excepcional en las letras colombianas e hispanoamericanas.
Manuel Gutiérrez Nájera, en el prólogo que acompaña la edición de María (México,
1886), escribe:
«Ése es un libro que todos habríamos escrito, si
tuviéramos tanto talento como Jorge Isaacs. No encierra nada
extraordinario; es la historia de los amores inocentes, la
novela mía, la de usted y la de todos. El autor no puso de su
cosecha propia más que el hilo dorado con que ciñe y cose
esas palabras y esos episodios que han dicho y ha sufrido. Lo
demás viene de arriba y su autor es Dios».
Y José María de Pereda:
«Es esa obra de las que pueden llamarse del género
eterno, de las que no pasan con las modas (pues también en
esto las hay, aunque parezca mentira), porque en todos
tiempos habrá almas delicadas y corazones honrados y
sensibles que se identifican con los encantos de la Naturaleza
y con las alegrías y las amarguras del género humano,
condenado a vivir en esas alternativas, de las que no se libran
ni los más afortunados nietos de Caín».
Comentario de textos
El texto corresponde al capítulo IX de María.
Situación del capítulo en la novela
Efraín conoce el proyecto de su padre de enviarlo a Europa a concluir sus estudios
de medicina y, aunque todavía no se lo ha confesado a María, no ha podido evitar que
ella note cierta extrañeza en su actitud sin saber exactamente la causa. La situación da
origen a algún malentendido entre ambos, Efraín duda del amor de María y llega incluso
a desear el viaje. Así se explica el tono de tristeza con que se inicia la descripción del
amanecer en este capítulo.
Contenido y estructura
María es una novela que se caracteriza en el plano estético por un eclecticismo que
combina rasgos románticos con escenas costumbristas y realistas. Precisamente el texto
seleccionado constituye un ejemplo representativo, aunque breve, del tratamiento del
paisaje americano en la novela y de la descripción de costumbres. La escena que sirve
de pretexto es la visita que hace Efraín a José, pequeño propietario de una chacra en la
sierra, y su familia. Las observaciones del personaje-narrador sobre la vivienda y sus
moradores, la actitud de éstos con el señorito, a quien consideran superior, y la
descripción del almuerzo y agasajos que le hacen es la sustancia del capítulo tras la
bellísima pintura paisajística del comienzo.
En la estructura distingo tres partes. Las dos primeras, más breves, están dedicadas
al paisaje; la tercera, al elemento humano.
Primera parte: Amanecer
El primer segmento textual comprende desde «Levánteme al día siguiente» hasta
«Todo me pareció triste». Es la descripción del amanecer, uno de los momentos
privilegiados del día para la evocación poética de Isaacs, junto con el crepúsculo. Por la
forma de presentación imaginamos al personaje contemplando el paisaje desde su
ventana y abarcando con la mirada de Oriente a Occidente, bajando desde las altas
cimas de la cordillera central hasta las pampas y selvas del valle salpicado de casas
blancas. Por último enfoca la lente de su cámara hacia el marco más próximo y familiar
del huerto de su casa decorado de rosales y follajes. Se trata de un paisaje psicológico o
subjetivado en correspondencia con el estado anímico del personaje. Así como Efraín
siente temor ante el viaje que lo separará de María y, por lo tanto, de su felicidad, así
también «los rosales y los follajes de los árboles del huerto parecían temer las primeras
brisas que vendrían a derramar el rocío que brillaba en sus hojas y flores». Pero es sobre
todo la última frase, «Todo me pareció triste» la que confiere al texto toda su carga
emotiva. La tristeza del personaje, quien duda del amor de María, se transfiere al paisaje
invadiendo cada uno de sus contornos. La necesidad de mantener un diálogo telepático
con la naturaleza en momentos de exultante alegría o desoladora tristeza se convierte en
un elemento recurrente en la novela. También el cromatismo suele ser constante: el
verde (de las pampas y las selvas), el azul oscuro, blanco, dorado. La viveza de los
colores desmiente la tristeza que le infunde el narrador, al tiempo que confirma, por esta
misma razón, su carácter subjetivo.
Un toque de misterio, muy del gusto romántico, completa la caracterización de la
naturaleza, la presencia metafórica de un elemento casi mágico: «La cordillera de
Occidente, con sus pliegues y senos, semejaba mantos de terciopelo azul oscuro
suspendidos de sus centros por manos de genios velados por las nieblas». Estos seres
fantásticos no son sino un factor de desrealización o subjetivación de la realidad
objetiva.
Segunda parte: La montaña
El fragmento siguiente se extiende desde «Tomé la escopeta...» hasta «el pago de su
visita de bienvenida». Está separado del anterior por una disyunción espacial, un cambio
de escenario. Efraín sale con la escopeta, seguido de su perro Mayo, y se dirige a la
montaña. El paisaje se convierte de nuevo en el centro de interés del protagonista, quien
le da vida utilizando imágenes antropomórficas. Veamos, por ejemplo, la siguiente
descripción de la montaña hecha con una sensualidad contenida muy similar a la que
utiliza Efraín para referirse a las mujeres que le atraen: «[...] cogí el camino de la
montaña. Al internarme la hallé fresca y temblorosa bajo las caricias de las últimas
auras de la noche». Las aves aportan la nota cromática (las garzas y los loros) y musical
(el canto «triste y monótono» del diostedé).
La melancolía del paisaje se explica no sólo por los pensamientos que afligen a
Efraín -tal como especifiqué al comienzo del comentario- sino porque las vivencias de
esos momentos están traspasadas por los recuerdos del pasado: «Bajé a la vega
montuosa del río por el mismo sendero por donde lo había hecho tantas veces seis años
antes». Y más adelante: «Detuvéme en la mitad del puente, formado por el huracán con
un cedro corpulento, el mismo por donde había pasado en otro tiempo».
Aunque la naturaleza del valle y de la sierra es más apacible que la de la selva, el
paisaje de María obedece a una naturaleza agreste aun no dominada del todo por la
mano del hombre, antes bien, trazada caprichosamente por su propia agresividad:
«Detuvéme en la mitad del puente, formado por el huracán con un cedro corpulento [...]
floridas parásitas colgaban de sus ramas [...] una vegetación exuberante y altiva
abovedaba a trechos el río [...]».
Tanto este fragmento como el anterior se ajustan, sin más artificio, a la estética
romántica; es decir, el autor describe no un paisaje estereotipado sino el paisaje
americano aunque dentro de los moldes estéticos del romanticismo. Éste se advierte
especialmente en las imágenes, en el aura de misterio y fantasía: «[...] y al través de ella
penetraban algunos rayos del sol naciente, como por la techumbre rota de un templo
indiano abandonado», o «[...] se resolvió a pasar por el puente fantástico», de nuevo la
técnica de desrealización de un paisaje real.
Tercera parte: La casa de José
El resto del capítulo se centra en la visita que hace Efraín a José y su familia y nos
ofrece una de las escenas costumbristas más significativas de la novela. Es cierto que el
romanticismo -a partir de las ideas de Herder- introdujo el gusto por el color local y lo
típico de los países y regiones. En España, esa afición encontró cauce en los cuadros de
costumbres cuya tradición literaria entroncaba con la picaresca. Cuando Isaacs se inicia
como escritor, la mayoría de los colombianos escribían cuadros de costumbres, y él fue
amigo colaborador de «El Mosaico», grupo de escritores que dirigían una revista y
celebraban una tertulia con el mismo nombre unidos por el interés común del
costumbrismo y el color local, un costumbrismo fiel al concepto de sociedad patriarcal
exenta de conflictos y tensiones.
En María los episodios folklóricos alternan con el desarrollo del idilio central.
Escenas relativas a la vida de los campesinos, sus costumbres, habla, vivienda, comida,
vestido, danzas, y también a la descripción del paisaje: flora y fauna. En este sentido, el
capítulo seleccionado que describe la chacra serrana del campesino José es sumamente
representativo. El tema central se divide en cuatro subtemas; la huerta y los animales, la
casa, el elemento humano y la comida.
El exterior de la vivienda comprende una placeta sembrada de legumbres, el maizal
y el corral donde se encuentra el ganado. Tanto las plantas (palmeras) como los
animales están descritos con realismo, incluso se mencionan elementos típicos y
autóctonos como el pajarero, que se llama en Colombia al muchacho que ahuyenta los
pájaros -las guacamayas, en este caso- de los sembrados.
La casa y sus habitantes están descritos con fidelidad costumbrista pero la intención
de objetividad del autor se ve deformada por la perspectiva idealizada que adopta: «La
pequeña vivienda denunciaba laboriosidad, economía y limpieza: todo era rústico, pero
estaba cómodamente dispuesto, y cada cosa en su lugar». Las muchachas, arregladas
con esmero para recibir a Efraín, y de José se afirma que «su faz tenía algo de bíblico,
como casi todas las de los ancianos de buenas costumbres del país donde nació» y «sus
sonrisas revelaban tranquilidad de alma». Esta imagen de patriarca bíblico está asociada
al origen hebreo que infundadamente se atribuye a los habitantes de Antioquia. También
la mujer de José se presenta jovial y «contenta con su suerte». Todo irradia perfección y
felicidad tanto en la casa como en quienes la habitan. No obstante se advierte que el
observador y focalizador de la escena -Efraín- está situado en un nivel superior al de la
familia de José; así, por ejemplo, cuando se refiere a «la única mesa» y «el único
cubierto» o, de acuerdo con la modestia de los propietarios, todo disminuye de tamaño:
«pequeña vivienda», «casita», «huertecillo». También en la solicitud que demuestran las
muchachas con el visitante: «me servían llenas de cuidado, tratando de adivinarme en
los ojos lo que podría faltarme» o en la timidez, signo del reconocimiento de la
superioridad social de Efraín: «Me hablaban con suma timidez; y su padre fue quien,
notando eso, las animó diciéndoles: ¿Acaso no es el mismo niño Efraín, porque venga
del colegio sabio y ya mozo?».
Algunos críticos consideran que este capítulo puede ser estudiado como un
documento de época pese a su brevedad y esquematismo. En efecto, varias son las
observaciones que se desprenden de él acerca de la sociedad rural de la época.
Nada hallamos en el cuadro que revele antagonismo social entre las dos clases
distintas que entran en juego. La superioridad de Efraín es aceptada sin críticas ni
envidias, así como Efraín encuentra perfectamente natural la pobreza de José y su
familia. La posición ideológica de Isaacs con respecto a la sociedad colombiana de la
época, al menos en la novela, es conservadora. Su descripción del campesinado
corresponde a la perspectiva señorial sobre la sociedad, una visión que no cuestiona la
relación paternalista y semifeudal del gran propietario con sus colonos. De tal modo
que, sin proponérselo objetivamente, Isaacs sitúa el idilio amoroso en un contexto social
que sin embargo permite al lector enjuiciar la realidad social representada en la novela.
En este punto es donde el capítulo IX aporta un interesante ejemplo paradigmático
acerca de las relaciones sociales en el mundo rural de María.
Recursos técnicos
El capítulo -como el resto de la novela- está narrado en primera persona por un
narrador que se identifica con el protagonista de la novela, Efraín (es lo que se
denomina narrador autodiegético). Se trata de una narración ulterior, contada desde el
presente mirando hacia el pasado, por eso los tiempos verbales más utilizados son el
imperfecto y el indefinido. En cuanto al modo de la narración, todo el texto es narración
de hechos, tan sólo una vez se alude en estilo directo o dialogado a la palabra de José;
en cambio, abundan las descripciones, sin duda el aspecto más interesante del texto.
Éstas resultan más artísticas y elaboradas literariamente cuando atañen al paisaje, en
cambio, cuando se trata del ambiente humano y la vivienda, por tratarse de una familia
modesta y de un cuadro costumbrista, el lenguaje es más sencillo y directo, menos
metafórico.
Valoración
La novela María presenta dos hilos conductores, uno, más general, es el del amorpasión, que puso de moda el romanticismo, representado por la historia sentimental de
Efraín y María; el otro, más particular, corresponde a la descripción del paisaje
americano del valle del Cauca, y de las costumbres de la región. La verdadera
originalidad de Isaacs no está sólo en este último aspecto sino en la manera en que los
dos se integran armónicamente en la novela componiendo un sólo cuadro. El
comentario de este capítulo ha servido para analizar la posición ideológica de Isaacs, la
visión del paisaje y de la sociedad rural colombiana.
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