Historia del único amish asesino

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Trama URBANA
La Plata, lunes 16 de octubre de 2006
Suplemento de Justicia, Seguridad y Policiales del diario Hoy en la Noticia
fEEUU
El juicio contra un
pedófilo asesino
El juicio contra Joseph Duncan,
acusado de haber matado a una
familia y secuestrado a dos niños
para someterlos sexualmente,
comenzará hoy en Idaho, EEUU.
La principal testigo será Shasta
Groene, de 9 años, la única
sobreviviente de la masacre.
HAY 3 MUERTOS Y 3 DESAPARECIDOS
Apareció estrellada la avioneta desaparecida en Brasil
Tres cadáveres y partes del fuselaje de una avioneta privada, que
había desaparecido con seis personas a bordo hace dos días,
fueron hallados ayer por las
autoridades, y no estaba claro
si había sobrevivientes.
La autoridad aeroportuaria de
Brasil dijo que los residentes
locales divisaron los cuerpos y los
restos de la Piper Seneca, junto a
documentos del dueño de la nave.
Estaban en la zona en donde se
contactó por última vez con los
controladores de vuelo el viernes,
a unos 36 kilómetros al norte de
Vitoria, cerca del océano Atlántico.
Las autoridades investigaban si las
malas condiciones meteorológicas
causaron la caída de la avioneta.
El incidente tuvo lugar dos semanas después del choque de
aviones en la selva amazónica,
que produjo 154 muertos.
HISTORIA DEL CRIMEN
Mató a su mujer y la destripó en la cocina
Historia del único amish asesino
Edward Gingerich vivía en una de las comunidades religiosas de Pennsylvania. Lo atormentaban las estrictas reglas que les prohíben usar
electricidad y automóviles. Comenzó a desafiarlas. Y enloqueció. En 1993, mató a su mujer. Le dieron 5 años de prisión por “crimen involuntario”
Edward Gingerich mató a su esposa Katie un
frío y gris martes, después de una intensa nevada.
Y aunque el caso podía pasar como un crimen
cualquiera, no lo era. Había ocurrido, por primera
vez en la historia de Estados Unidos, en el seno de
la comunidad amish. Edward fue, así, el primer
amish -y el único, hasta ahora- en ser imputado y
condenado por homicidio.
Era el 18 de marzo de 1993, fecha en que para
Ed cambiaría para siempre una vida cargada de
privaciones y de reglas morales que lo turbaban y
lo hacían revelarse. Ya hacía varios años que el
hombre, que como tantos de su religión, tenía una
granja en el oeste de Pennsylvania, había empezado a mantener una conducta “desviada” del Ordnung, el rígido código que cada comunidad amish
impone a sus miembros y que, entre otras cosas,
prohíbe usar electricidad, automóviles y cualquier
otra cosa que remita a la vida moderna.
Ed estaba fastidiado. Se hacía el enfermo para no
ir a trabajar y, cuando iba, se dedicaba tanto que
por las tardes sólo quería dormir.
Con Katie tuvo tres hijos. Pero con cada alumbramiento, Ed no se mostraba ni feliz ni enojado”.
Simplemente, no le importaba. Pronto, ya no quiso tener sexo con ella por temor a otro embarazo.
Hasta que algo se quebró en diciembre de 1989.
El aserradero familiar se quemó por completo y las
pérdidas fueron totales, ya que los amish no creen
en los seguros. En estas circunstancias, el ordnung
prevé que los miembros de la comunidad se ayuden entre ellos.
Cuando se quemó el aserradero
familiar, Ed construyó uno
automatizado. El obispo se enojó
porque era contra las reglas
Fue así que todos los de su comarca comenzaron
a ayudarlo. Y Ed advirtió que era el momento de
dar el zarpazo: construyó un aserradero totalmente automatizado, impulsado con motores a gasoil.
Al obispo John Shelter, líder de su comunidad,
no le gustó nada. Y empezó a advertir que Ed era
“una manzana podrida”.
El otro quiebre emocional lo produjo un ocasional vendedor de troncos, que un día de 1990 se
presentó en su casa. Era David Lindsey, que a la
postre era cristiano evangélico. Y le empezó a hablar de Jesús. Para los ojos de los amish, este sujeto era un fanático.
Pronto Edward comenzó a cambiar en sus creencias. Y empezó a comentárselo a Katie. Un día, le
fLAS CLAVES
Una familia destruida
Edward y Katie Gingerich vivían en
una comunidad amish y tuvieron dos
hijos. Pero, con el correr de los años,
las reglas morales y de conducta de
su religión comenzaron a perturbar
al hombre. Y empezó a enloquecer.
Un hecho inédito
Fue la primera vez, y hasta ahora la
única, que en Estados Unidos un
miembro de la comunidad amish
comete homicidio. Usalmente pacíficos, son una comunidad protestante
que no usa electricidad ni automóviles.
“Asesinato involuntario”
Harto de su comunidad. Edward Gingerich rompió las reglas, mató y fue a la cárcel
La escuela, demolida
Apenas 10 días les bastaron a los amish de
Lancaster, en Pennsylvania, para hacer “borrón y cuenta nueva” con la masacre en la
que murieron cinco niñas ejecutadas por
un camionero que se terminó suicidando.
El jueves pasado, la escuela en la que todo
ocurrió, pasó a la historia. Una topadora la
hizo añicos, borrando todo rastro de dolor
y sufrimiento.
La decisión fue tomada durante una reunión de los miembros de la comunidad
rural del condado. Allí, entre todos resolvieron que lo mejor era no conservar el
sitio como memorial y pasar la tragedia
al olvido.
Los niños supervivientes a la masacre pasarán el resto del año escolar en sus casas,
donde recibirán lecciones domiciliarias
en espera a que se construya la nueva
escuela.
Cuando todavía había cinco chicos en el
hospital a causa de la balacera, una topa-
Ed fue encontrado culpable de
asesinato “involuntario” y sentenciado a prisión en el Instituto
Correccional de Pittsburgh, por un
mínimo de 2 años y medio y un
máximo de 5. Salió en 1998.
dijo que había tenido “una visión”. “Intenté matar
al obispo Shelter, pero no se moría”, comentó, al
hablar de sus sueños.
Ed fue distanciándose más y más. Decía que sólo podía salvarse dejando a los amish. Lo creyeron
poseído por el demonio. Estuvo algunas semanas
en un manicomio. Desmejoraba. Y decía escuchar
la voz de Satán que le decía “mátala”.
Decía escuchar la voz de Satán.
Y contaba sueños en los que
mataba al líder de los amish.
Fue internado pero no se curó
Al olvido. Quedaron sólo escombros
dora barrió al amanecer con la estructura
de madera y durlock, típica de las construcciones norteamericanas.
Los restos de la escuela fueron llevados a
un basurero, pero no serán quemados, según anunciaron los amish.
Nada pudo impedir el crimen. Aquella mañana,
después de la nevada, Edward discutió con su esposa porque ella no lo dejaba ir a una boda.
Cuando estaba lavando los platos, la atacó por
atrás con un bate de béisbol. “¡Soy el demonio!”,
gritó Edward Gingerich, delante de sus hijos. La
molió a golpes. Mientras, los nenes salían a pedir
ayuda, el padre de familia le hizo a su mujer un tajo en el abdomen de 20 centímetros. Por allí, sacó
todos sus órganos. Creyó encontrar al demonio,
pero apenas unas horas después consiguió un par
de esposas en sus manos. Y mucha fama.
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