La técnica del comentario aplicada a un texto de Quevedo Por: Humildad Muñoz Resino Profesora Titular de la E.U. de Magisterio de Toledo. Especialidad en Literatura Hispánica. e-mail: hmunoz@mag-to.uclm.es Palabras clave: Comentario de texto, demonio, alguacil, codicia, hurtar, medrar. Resumen: A través de la práctica del comentario de textos se pretende profundizar en el complejo pensamiento de Francisco de Quevedo, así como descubrir su dominio de la lengua. El fragmento seleccionado pertenece a Los sueños y gira en torno a algunos de los temas que preocuparon al autor desde los puntos de vista moral y social. La lógica circunscripción que el texto guarda con el momento en el que se gestó, el Barroco, no le impide poder proyectarse hacia otras épocas, como ocurre con todos los clásicos, y en este sentido resulta útil para la formación global de futuros maestros. TEXTO: Y habéis de advertir que la cudicia de los hombres ha hecho instrumento para hurtar todas sus partes, sentidos y potencias que Dios les dio, las unas para vivir y las otras para vivir bien. ¿No hurta la honra de la doncella, con la voluntad, el enamorado? ¿No hurta con el entendimiento el letrado que le da malo y torcido a la ley? ¿No hurta con la memoria el representante que nos lleva el tiempo? ¿No hurta el amor con los ojos, el discreto con la boca, el poderoso con los brazos, pues no medra quien no tiene los suyos; el valiente con las manos, el músico con los dedos, el gitano y cicatero con las uñas, el médico con la muerte, el boticario con la salud, el astrólogo con el cielo? Y al fin, cada uno hurta con una parte o con otra. Sólo el alguacil hurta con todo el cuerpo, pues acecha con los ojos, sigue con los pies, ase con las manos y atestigua con la boca; y al fin, son tales los alguaciles, que de ellos y de nosotros defiende a los hombres la Santa Iglesia Romana. COMENTARIO DE TEXTO Para el comentario propiamente dicho es preciso decidir previamente el instrumento de que nos vamos a servir para organizar todo el cúmulo de ideas e información que cualquier fragmento literario encierra. En este caso voy a aplicar con cierta libertad el conocido método que propone Díez Borque. I. Situación del texto Se trata de un fragmento de una de las obras satírico-morales en prosa de Francisco de Quevedo, los Sueños, cuyo título completo era Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños de todos los oficios y estados del mundo. Esta obra se compone de cuatro partes independientes, aunque relacionadas: Sueño del Juicio Final, Alguacil endemoniado (al que pertenece el fragmento que voy a comentar), Sueño del infierno y Sueño de la muerte. Posteriormente (edición de 1631) estos títulos fueron cambiados, respectivamente, por los siguientes: Sueño de las calaveras, Alguacil alguacilado, Zahurdas de Plutón y Visita de los chistes. A veces se suelen añadir dos obras más al título general de Sueños: Discurso de todos los diablos o infierno enmendado y La hora de todos y la fortuna con seso. La obra se publicó en Barcelona en 1627, aunque había sido escrita mucho antes. Ese mismo año apareció otra en Zaragoza con otro título, Desvelos soñolientos y verdades soñadas, y un tratado añadido, Casa de los locos de amor. La edición de 1629 apareció con correcciones y pasajes suprimidos (los que resultaban más escandalosos y problemáticos). Finalmente, en 1631 apareció una nueva edición en Madrid, supervisada por el Santo Oficio, con el nombre de Juguetes de la niñez y travesuras de ingenio. El largo título general de la obra ya recoge lo que era su contenido y resultó ser un recurso muy propio de la literatura barroca: el desfile ante los ojos del lector de todo tipo de personajes y oficios. En estas pasmosa "procesiones" cada uno de sus miembros era violentamente satirizado: en este caso concreto, el autor se mofa de sus criaturas y sólo se siente movido a la indulgencia frente a los pobres y a los soldados. En el Alguacil endemoniado asistimos a un encuentro en la sacristía de la iglesia de San Pedro de Madrid entre varios personajes: el autor (desdoblado en ente de ficción), el licenciado Calabrés, clérigo experto en exorcismos y que existió realmente, un alguacil y el demonio que habita el cuerpo de éste. Antes de proceder al exorcismo para la expulsión del maligno, el autor entabla un diálogo con el demonio, el cual hace un repaso exhaustivo y mordaz de la sociedad a través de todo un conjunto de grupos y de temas varios. Precisamente el texto seleccionado para comentar pertenece a una de las intervenciones del demonio (que siempre son más dilatadas que las de sus interlocutores porque él lleva todo el peso de la disertación). II. Actitud del autor Este apartado podemos analizarlo desde distintos aspectos: Como se trata de un texto perteneciente al género didáctico, la actitud externa del autor es imperativa-exhortativa. La postura del autor es fundamentalmente racional, aunque subyace una preocupación afectiva por el problema de España y, concretamente, por el vicio de la codicia. Su punto de vista es la tercera persona limitada: el autor se refiere a los personajes en tercera persona, pero describe únicamente lo que puede ser visto, oído o pensado por uno solo de ellos; es decir, ve y presenta los hechos por medio de uno de los personajes. III. Análisis del contenido A) Tema La codicia del hombre separa sus potencias, sentidos y partes físicas de la misión que Dios les atribuyó al dotarle de ellas. B) Estructura del contenido El texto responde al modelo de estructura analizante-sintetizante: hay una afirmación inicial que se desarrolla y demuestra en el núcleo del texto, terminando con una conclusión que procede de la idea inicial. La estructura sería la siguiente: 1) Desde el comienzo hasta "para vivir bien" 2) De "¿No hurta la honra" a "el astrólogo con el cielo?" 3) Desde "Y, al fin" hasta el final. 1) En la primera parte se plantea una afirmación o hipótesis que es el tema de la reflexión y se alude al hombre en su totalidad: partes →lo físico del cuerpo humano; sentidos → lo sensible del hombre (ojos, tacto...); potencias → lo espiritual (voluntad, entendimiento, memoria; es decir, las tres potencias del alma según la filosofía tradicional). 2) En la segunda parte se va a desarrollar y completar con matices esa visión global del hombre que se ha esquematizado en la primera. Por un lado, se altera el orden, comenzando por las potencias que antes se enunciaron en tercer lugar; por otro, esas partes y sentidos se van a interrelacionar y a darles una dimensión espiritual; finalmente, se va a ejemplificar con una serie de oficios y profesiones en las que también interviene alguna dimensión humana, física o espiritual. De aquí nos surgirán varios sub-apartados: a). Desde "¿No hurta la honra" hasta "nos lleva tiempo". Aquí se explica lo que se entiende por "potencias" en el apartado primero y se concretiza cada una de ellas en un caso: - La voluntad del enamorado roba la honra - El entendimiento del letrado roba el correcto cumplimiento de la ley - La memoria del representante (actor) roba el tiempo → porque ocupa la atención del espectador. Estos tres supuestos de sujetos que activan respectivamente las tres potencias de forma negativa, dado el significado del verbo, se concretan en una actitud o estado (enamoramiento, enamorado) y dos profesiones (letrado y representante). Pero podrían tener una dimensión más general y simbólica que transcienda su concreción. b) Desde "¿No hurta el amor" hasta "el valiente con las manos?". En este apartado encontramos cuatro interrogaciones o pequeños segmentos que hacen referencia a cuatro actitudes humanas y a cuatro instrumentos que sirven para hurtar y que son "partes" físicas del hombre. Paralelamente, en cada uno se sobreentiende una de las cuatro virtudes morales o cardinales que debe practicar el hombre: - amor → ojos→ templanza - discreto →boca→ prudencia - poderoso → brazos → justicia - valiente → manos → fortaleza El amor aquí sintetiza los apetitos humanos, tanto para continuar el precedente sentado en el apartado anterior con "enamorado", como por la idea generalizada de que la pasión amorosa cegaba y arrastraba a cometer otros vicios; los ojos son el instrumento del que se vale el amor para hurtar, pues es a través de ellos como tiene contacto o conocimiento del ser objeto de su pasión. La templanza es la virtud sobreentendida como antídoto a los abusos del apetito amoroso. El adjetivo substantivado discreto expresa en este segundo supuesto una actitud humana, igual que antes "amor" se refería a un estado, el del enamorado; la discreción se entendía en la época con un sentido amplio de buen juicio, pero en este caso se refiere también al uso inteligente que se hace del lenguaje y por ello aparece la boca, que es el órgano que emite las palabras, con las cuales se puede hurtar la verdad. La prudencia es la virtud que ayuda a usar el lenguaje con cautela y precisión. Con poderoso se hace referencia a una situación humana de privilegio, de dominio. La ejecución de esa actitud se vuelca simbólicamente en un órgano físico humano muy activo, concretamente los brazos. La virtud que puede controlar los abusos del poder es la justicia, que igualmente se da por sobreentendida. Con valiente se cierra este apartado y se usa de las manos para referirse simbólicamente a las acciones cometidas con ellas. La fortaleza rige estos actos para que no se caiga en algún extremo (cobardía o temeridad). Hay una frase que merece comentario aparte, intercalada inmediatamente después de brazos, a modo de sentencia o paréntesis: no medra quien no tiene los suyos. El verbo medrar en realidad está sobreentendido en todos los demás casos y como es el resultado de hurtar, su valor es negativo. Ambos, a su vez, están regidos, dimanan directamente de la codicia, que es el eje temático del fragmento. c) Desde "el músico con los dedos" hasta "el astrólogo con el cielo". En este apartado, como de dijo, se aborda al hombre desde otra perspectiva: su actividad laboral, su oficio. De estas "profesiones" unas son dignas y otras no tanto, queriendo quizás con ello sintetizar, en tan breve espacio, todo un espectro de la sociedad. Cada una de ellas se acompaña con el "instrumento" del que, según el autor, se sirve para hurtar, para medrar. - músico → dedos - gitano / cicatero → uñas - médico → muerte - boticario → salud - astrólogo → cielo El músico posiblemente quiere sintetizar todas las profesiones artísticas. Los dedos son el órgano humano más activo para los representantes de esta profesión. Con gitano y cicatero el autor hace gala de su sentido irónico al insertar dentro de la enumeración de "profesiones" a dos grupos sociales a los que identifica precisamente por su especialidad en hurtar. Y como del que hurta se dice que tiene "largas las uñas", de ahí que se utilice esta parte del cuerpo como síntesis metafórica de su actividad. No podía faltar el médico en esta mordaz enumeración. Es de sobra conocida la mala prensa que tenían los galenos antiguamente y Quevedo fue uno de sus detractores más célebres. En lugar de un oficio noble, desde su postura se convierte en todo lo contrario: de la labor del médico no se desprende sino la muerte, o lo que es lo mismo, el hurto de la vida. La profesión del boticario completa la visión anterior: es otra profesión de la que se espera salud pero cuyo resultado no es el deseable para el bienestar físico del hombre. El astrólogo desde la antigüedad clásica, y pasando por la Edad Media, tenía una enorme transcendencia para la colectividad ya que ésta se regía prácticamente por las orientaciones que de los astros recibían sus estudiosos (evidentemente, cielo aquí tiene un sentido astronómico, no religioso). La denuncia por hurto que les dirige Quevedo puede entenderse como una declaración de farsantes que engañan con sus predicciones (es tanto como admitir que la sociedad se regía por principios falsos, que estaba en manos de embaucadores). 3) La última parte del texto, como se dijo, es una comprobación de la hipótesis planteada al principio, al mismo tiempo que sirve de conclusión. Se puede subdividir en dos apartados en los cuales se expresa de distinta forma la misma idea: que ningún hombre está libre de culpa. Veamos esta división: a) Abarca desde "Y al fin" a "o con otra cosa". A modo de síntesis de lo que se ha venido diciendo anteriormente (después de referirse a estados, profesiones, etc.) se dice ahora que todos los hombres hurtan. Se deduce, pues, que los casos concretos que se citaban en el apartado anterior, eran el botón de muestra dentro de la colectividad. Es decir, que el autor les dio una dimensión más amplia y general, que escapa a lo puramente anecdótico de su caso particular. b) Desde "Sólo el alguacil hurta" hasta el final. La idea generalizadora que está presente en este apartado último o conclusión adquiere ahora una nueva expresión al presentarnos a un personaje, mejor dicho, a un grupo social, que acapara en sí mismo todas las anteriores variantes y matices respecto al hurto: el alguacil es el mayor ladrón pues los utiliza todos (ojos, pies, manos, boca). La conclusión a la que llega es que el hombre tiene que ser protegido por la Iglesia contra ellos (los alguaciles) y contra nosotros (es decir, los demonios, porque es uno de ellos quien habla). Con el uso de este pronombre personal plural de primera persona se consigue un doble efecto: → personalizar la reflexión filosófico-moral → poner a los alguaciles en el mismo grado de maldad y perversidad que los demonios (no se puede ir más lejos). IV. Análisis de la forma Como es habitual este apartado se desarrolla analizando los distintos niveles de la lengua. A) Plano fónico-fonológico-prosodemático El sistema fonológico del texto es el del español moderno por lo que no merece comentario especial. Ortográficamente también es correcto. Aparece una vacilación de timbre en vocal no acentuada, o > u, en cudicia, fenómeno que era ya poco frecuente en el siglo XVII, salvo en casos de arcaísmos. De las figuras retóricas basadas en el sonido podría señalarse la aliteración vivir / vivir bien que se basa en la repetición del sonido consonántico bilabial sonoro. A lo largo del texto hay varios casos de vocal "u" , de los que interesan principalmente las acentuadas, lo que le confiere al conjunto un aire sombrío y lúgubre (este fenómeno se conoce como fonetismo expresivo o cromatismo vocálico). El ritmo del texto es ágil porque la frase es corta. Respecto a la entonación, las frases interrogativas que comienzan con el adverbio interrogativo "no" terminan con un tonema descendente; las otras, con un tonema ascendente. B) Plano morfosintáctico En el aspecto morfológico hay que destacar varias cuestiones: Casi total ausencia de adjetivos: malo y torcido acompañan al verbo "da" y funcionan como adverbio; Santa es elemento fijo en el sintagma en que aparece, lo mismo que Romana. Esta carencia de adjetivos significa que el autor no se entretiene en elementos de adorno sino que va directamente a lo esencial, por lo que el resultado es un texto denso de contenido, profundo, muy de acuerdo con los presupuestos del conceptismo: concisión, sobriedad, rapidez de acción. Hay una serie de adjetivos que están sustantivados puesto que funcionan independientes, con valor de categorías o grupos humanos, o sea, que no califican o modifican a sustantivos: enamorado, letrado, representante, discreto, poderoso, valiente ("enamorado" y "representante" derivan de verbos). Los sustantivos son muy abundantes como se corresponde a un texto que ya hemos calificado de denso. Dentro de ellos predominan los abstractos, lo que es lógico en un tema reflexivo y filosófico. También son dignos de mención los que se refieren a distintas profesiones o actividades. La presencia del artículo confiere al texto un carácter más objetivo y racionalista (idóneo para el contenido). El verbo se caracteriza más por su cantidad que por su variedad. El más repetido es hurtar, que incluso a veces va elíptico (agilidad, dinamismo); esta repetición machacona de dicho verbo tiene un objetivo: dejar claro que es consecuencia de la codicia, que es el núcleo ideológico del texto, y que la finalidad última es medrar, otro verbo importante en el discurso. En cuanto a la flexión del verbo, señalar que aparece una perífrasis verbal (obligativa de infinitivo) que sustituye a un imperativo: Y habéis de advertir. Desde luego es una fórmula menos directa que el imperativo, y da un tono más persuasivo y elegante al comienzo del texto y de la reflexión. El modo que predomina es el indicativo, con lo que el autor quiere conseguir un tono objetivo para su reflexión: parece querer eludir el subjetivismo, la parcialidad, al menos aparentemente. El tiempo más usado es el presente, que le da un valor habitual, es decir, de algo que ocurre siempre y de forma reiterada, lo que encaja con el carácter sentencioso del texto. De las series de verbos muy interesante es la gradación que se refiere al alguacil, ya acabando el texto y que se desarrolla a partir de hurtar con todo el cuerpo → acecha, sigue, ase, atestigua. Todos estos verbos funcionan en un esquema sintáctico que se repite: verbo + con + sustantivo. La serie de sustantivos correspondientes es un repaso rápido a la anatomía del hombre: ojos, pies, manos, boca. Las conjunciones aparecen en algún caso -sobre todo y-, pero en general son más bien escasas, sobre todo en las enumeraciones, con lo que el ritmo resultante es muy vivo y rápido. Del aspecto puramente sintáctico ya se han comentado alguna cuestión en el apartado anterior, pero cabe añadir o matizar alguna más. Predominan las oraciones simples, breves e independientes ® agilidad, dinamismo. También hay varios ejemplos de interrogativas retóricas que, al no implicar una respuesta, tienen el valor de reafirmar y dar por más seguro aquello por lo que preguntan, con lo que la frase gana en fuerza y expresividad. Dentro de ellas se intercala un frase explicativa con valor de sentencia: pues no medra quien no tiene los suyos (los brazos), ya comentada. Las frases subordinadas breves, dispuestas como enumeraciones ya concluyendo el texto, pues acecha....atestigua con la boca, poseen un ritmo agilísimo y aportan dinamismo cuando se acerca la conclusión. El lector recibe una especie de bombardeo certero que le impacta, sin duda. Así pues, aunque se trata de una reflexión filosófica, su molde sintáctico permite el fluir decidido del pensamiento y el receptor puede captarlo de inmediato. Las figuras retóricas que se refieren al plano morfosintáctico no son demasiado abundantes pues se trata de un texto cuya finalidad es más didáctico moral que puramente literaria. Ahora bien, el dominio de los recursos lingüísticos que poseía Quevedo era tal que le podían afluir en cualquier situación. Enumeraré algunos de estos recursos retóricos: - Asíndeton: la escasez de conjunciones ya ha sido explicada más arriba en el apartado morfológico. - Paralelismo: es decir, la repetición de un grupo sintáctico. A lo largo de todo el texto se utiliza este recurso para el desarrollo del argumento. Las ideas avanzan de forma paralela. Ya se ha explicado el ejemplo más significativo a propósito de la enumeración en serie de verbos al final: acecha + con + los ojos, etc. También puede considerarse como tal la serie de oraciones interrogativas que repiten casi en igual orden los mismos elementos, es decir: adverbio de negación + verbo + preposición + complemento circunstancial + sujeto ® ¿No hurta con el entendimiento el letrado...? / ¿No hurta con la memoria el representante?. O bien: sujeto + preposición + complemento circunstancial → el amor con los ojos / el discreto con la boca / el poderoso con los brazos / el valiente con las manos / el músico con los dedos / el gitano y cicatero con las uñas / el médico con la muerte / el boticario con la salud / el astrólogo con el cielo, todos ellos regidos por el verbo "hurtar" que aparece en el primero de estos casos. - Pleonasmo: ase con las manos; "asir" significa "coger con las manos", por lo tanto es innecesaria y reiterativa la presencia de "manos"; sin embargo, su ausencia rompería el esquema sintáctico de la enumeración y, por otro lado, la frase así gana en fuerza expresiva (que es, precisamente, la función del pleonasmo). - Anáfora: es decir, la repetición de una o varias palabras al comienzo de un verso o una frase → ¿No hurta...? Encontramos otro caso en Y al fin (cada uno...), y al fin (son tales...). - Elipsis: es llamativa, sobre todo, la de los verbos hurtar y medrar. Como se repite en más de un caso, se le puede considerar zeugma. - Hay un juego de palabras en vivir / vivir bien, que ya se comentó en el plano fonético y que aquí nos interesa por los valores semánticos connotativos que se deducen de su contraposición: significan, respectivamente, "vivir de acuerdo con la vida física" y "vivir de acuerdo con la leyes espirituales". Esta interpretación se desprende de lo que dice anteriormente: Dios da ha dotado a los hombres para que vivan → o de forma natural, simplemente (partes, sentidos) → o de acuerdo con su dimensión más transcendente (potencias) Pero la codicia impide que se desarrolle tanto la primera como la segunda forma de vivir; es pues, antinatural y anticristiana. C) Plano léxico-semántico En consideraciones generales sobre el léxico hay que destacar algunas cuestiones: La casi ausencia de nombres propios: sólo aparecen Dios e Iglesia. Por contra, abundan los sustantivos abstractos, como ya se dijo, por tratarse de un tema de fuerte carga ideológica. Se pueden encontrar campos semánticos: uno es el relacionado con oficios o profesiones: letrado, representante, músico, médico, boticario, astrólogo y, el más importante, alguacil. Otro se relaciona con las partes del cuerpo que se mencionan: ojos, boca, brazos, manos, dedos, uñas; exceptuando los dos primeros ejemplos, observamos que aparece otro campo semántico más específico en clarísima gradación (la extremidad superior). Hay una palabra-clave, codicia, que, como ya se ha dicho, es el núcleo que genera la disertación; y, a su vez, rige los dos verbos principales, hurtar y medrar, en una relación de causa-consecuencia. Otra palabra-clave del texto es alguacil. El diccionario de Covarrubias recoge varios significados, como el que aparece en las Partidas de Alfonso X: “Alguacil llaman en arábigo aquel que ha de prender y de ajusticiar los hombres en la Corte del Rey por su mandato, o de los jueces que juzgan los pleitos; mas los latinos llámanla justicia, que es nome que conviene asaz al que tal oficio tiene, porque debe ser muy derechuelo en la cumplir, etc.”. El padre Guadix, según el mismo diccionario, “dice que está el vocablo corrompido de al guazir [alwazir], que vale a ministro de justicia, justicia, merino y justicia mayor”. Para Diego Urrea el significado es parecido: “ministro de la justicia para echar mano de los malhechores y recogerlos y allegarlos a las cárceles para ser juzgados por los jueces”. En el texto que nos ocupa el sentido peyorativo con que se maneja el término alguacil parece que no encaja totalmente con la misión de instrumento de la justicia que se desprende de estas definiciones. Quizás la clave podría estar en otra función que les atribuye el susodicho Urrea: “Otro sí él ha de prender aquellos que fueren de recaudar”. El cobrador de impuestos nunca ha sido bien recibido en sociedad, y ello puede explicar la frase sentenciosa que finalmente recoge Covarrubias: “Decimos cada cual tiene su alguacil, cuando se quiere significar que todos tienen sus infortunios, por una o otra parte” Desde el punto de vista sociolingüístico resulta interesante la inclusión de cicatero, palabra que pertenece al argot de la delincuencia o germanía. Su significado es exactamente "ladrón que hurta bolsas". Según el DRAEL viene del árabe saqqat, baratillero; el Diccionario de Autoridades la relaciona con el latín saccularius-ii. Que un vocablo semejante sea incluido en un texto con el tema que ya venimos comentando, es una muestra más de la tendencia a los contrastes que mostraron los autores barrocos, y Quevedo especialmente. Las figuras retóricas que se relacionan con este plano son: - Interrogación retórica: comentada ya en el nivel sintáctico. Lítote: Es decir, negar lo contrario de lo que se desea afirmar → no medra quien no tiene los suyos (brazos). Se convierte en sentencia, como ya se ha dicho anteriormente. Paralelismo conceptual (que ya se analizó en el apartado sintáctico). Los tropos también tienen su representación: - Metonimia: ojos en lugar de "mirar" y boca en lugar de "lenguaje" (el órgano físico por su actividad); brazos en lugar de "acciones" y manos por "hazañas" (causa por efecto); muerte en lugar de "cuidados del médico" y salud por "medicinas" (efecto por causa); - Sinécdoque: amor en lugar de "enamorado" (abstracto por concreto); dedos y uñas en sustitución del "cuerpo" (parte por el todo); cielo en lugar de "astros" (todo por la parte). V. Conclusión El texto comentado es un breve fragmento de un escrito más extenso aunque tiene autonomía semántica. Dentro de él hemos observado que a la presentación del tema sigue un ritmo rápido en gradación ascendente. El autor, en su afán de conseguir mayor dinamismo, utiliza un lenguaje conciso y sobrio, con los mínimos adjetivos y prescindiendo del verbo en los momentos de mayor tensión. La idea principal queda recalcada por dos procedimientos distintos: la reiteración del verbo hurtar atrae la atención sobre él; por contra, la omisión de medrar en la serie de interrogaciones produce el mismo efecto. Pese a su brevedad el texto permite hacerse una idea bastante aproximada del estilo de Quevedo quien, en unos pocos renglones, es capaz de concentrar un puñado de ideas y exprimir el lenguaje hasta límites imprevistos. BIBLIOGRAFÍA CERRILLO, C.P. (1998): Introducción a los estudios literarios. Métrica, Estilística y Metodología del Comentario de Textos Literarios. Cuenca, El Mirador. 2ª edición. DÍEZ BORQUE, J.M. (1980): Comentario de textos literarios. Método y práctica. Madrid, Playor. 4ª edición. QUEVEDO, F. de (1974): Obras completas, tomo I. Madrid, Aguilar. Pág. 154. 6ª edición. TAMAYO, J.A. (1945): "El texto de los Sueños de Quevedo", en Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, XXI. YNDURÁIN, F. (1969): "El pensamiento de Quevedo", en Relección de clásicos. Madrid, Prensa Española.