Memorias del marqués de Ayerbe

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III .
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE AYERBE .
El Sr . Marqués de Ayerbe acaba de prestar un nuevo servicio
á los que se dedican al estudio de la Historia patria .
Había. dado. á conocer sus aficiones á la ciencia que con celo
tan laudable cultiva esta Real Academia, publicando la serie
copïosísima de documentos que comprende la que él llamó
Correspondencia inédita de D. Guillén de San Clemente, Embajador en Alemania de los Reyes D. Felipe II y III sobre la Intervención de España en los sucesos de Polonia y Hungría, 1581-1608 .
Nuestro distinguirlo colega, el Sr. Fabié, había hecho mención
de ese libro en uno de sus eruditos informes sobre otra producción de igual índole, debida á dama tan ilustre, como por su
nacimiento, por las dotes de su clarísima inteligencia, la señora
Duquesa de Berwicli y de Aiva.
Y ciertamente que el Marqués de Ayerbe merecía el honor que
el Sr. Fabié le dispensó en aquella feliz ocasión ; porque la
Correspondencia de D. Guillén de San Clemente es tan instructiva como curiosa, así por los sucesos cuyo recuerdo evoca, como
por la circunstancia de poner también de manifiesto servicios
altamente meritorios de algunos de nuestros compatriotas en el
siglo de la mayor grandeza de España, lo mismo que en el ejercicio de las armas, en que no reconocían rivales, en el de las
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BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA .
artes diplomáticas, para las que no se les suele conceder iguales
ni tan positivas y eficaces excelencias .
El libro que, munífico siempre, ha dado ahora á la publicidad
el Marqués de Ayerbe, reviste otros muy distíntos caracteres.
La historia que contiene es moderna, de tiempos, aunque glo.
riosos también, tristes, de guerra tenacisima, que parecía inacabable, de calamidades sin cuento . En esa dilatada lucha dieron
los españoles pruebas elocuentísimas de su antiguo valor, de la
constancia que les había distinguido, de aquella altivez, si vencida á veces, nunca domada, de un desapropio por nadie igualado
en lo generoso y espontáneo . Pero la virtud que más resplandeció en la guerra de la, Independencia, fué la lealtad á la causa
nacional, simbolizada entonces más que nunca en el Rey deseado
de los españoles, afligido; en su primera juventud por el desvío
de sus padres, pospuesto, preterido en sus más justas y legítimas
aspiraciones á quien carecía absolutamente de títulos para abrigar ninguna, desheredado, en fin, y hundido en apartada y lóbrega
prisión por quien no se paraba ante obstáculo alguno para satisfacer su hidrópico anhelo de grandezas y poderío . ¿Quién como
el pueblo español mostró esa virtud ante los demás de la Europa
continental, mudos de espanto á los pies del tirano que los había
sometido en una, tan sólo, ó dos batallas campales? Su genio
militar, superior al de los más grandes capitanes conocidos en la
historia del mundo, los había confundido y aterrado á punto de
no fiar su salud sino en la humillación y el abandono de sus
más caros intereses ; siguiéndole en las temerarias empresas en
que se comprometía cual si fueran sus propios súbditos, los más
entusiastas partícipes de su fortuna, tan colosal como sus talentos
y ambiciones . En España, por el contrario, no halló Napoleón
sino faces torvas que arrostraran sus olímpicas iras, lo mismo en
los palacios de los magnates que en las chozas y los-campos en
cuya pobreza y asperidades creyeron nuestros padres hallar
baluartes para su independencia, mucho más robustos que los
de piedra que con artes diabólicas les había arrebatado su enemiga
fingiéndoles amistad desinteresada y hasta protección . En el
yermo y las montañas volvió á aparecer el sempiterno paladín
de nuestras libertades patrias, el guerrillero, tan antiguo como
LAS MEMORIAS DEL MARQUÉS DE AYERBE .
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las discordias civiles, cáncer de la nacionalidad española, y como
las invasiones extranjeras, cuya historia se pierde en las nebu
losidados de los tiempos más remotos . Valiente, incansable, sagaz,
sin más traba en sus operaciones que la carencia de armas, ni
otra preocupación que la victoria por cualquier medio y camino,
el guerrillero, siempre leal á la causa de su Rey, cuya libertad
manifestó en sus mayores peligros ser la aspiración constante de
su alma, la proclamó sin ambaj.es ni distingos como única bandera entonces en tan ruda y sangrienta lucha. El clero elevó
también su voz alentando al pueblo y no pocas veces dándole
ejemplo con su personal concurso y la apelación á las armas, tan
eficaz ó más que sus predicaciones . La nobleza, por últímo, en
los ejércitos regulares, en las .asambleas políticas ; en los consejos
y el Gobierno de la nación, se apartó, en general, de la sociedad
de aquellos desdichados sabios que, fiando más en cálculos de
probabilidades y cábalas de egoísmo que en el conocimiento del
corazón de los españoles, su manera de ser, costumbres y tradiciones, se dieron, sin conseguirla, á la paz que á los demás
pueblos vencidos había proporcionado su proverbial filosofía .
Filósofos eran en su mayor parte, secuaces de los que habían
perturbado la Francia, con sus perversas doctrinas durante el
siglo anterior, y creyeron, explicándolas eGrn el ejemplo, producir en su patria, acaso sin darse cuenta de ello, el rebajamiento
de caracteres que allí había llevado á la dictadura más despótica .
Ahora bien : un rasgo de esa lealtad, característica en los españoles, constituye el interesantísimo asunto del libro del Marqués
de Ayerbe, asunto en cuya acción aparece corno protagonista y
mártir, D . Pedro María de Urríes, su bisabuelo, del mismo título
y los de Lierta y Rubí.
Formando parte del séquito de Fernando VII, el Marqués de
Ayerbe le acompañó en su destierro de Valengay hasta Marzo
de 1809, en que, obligado como los demás pie la alta servidumbre
del Rey y de los Infantes D. Carlos y D. Antonio á reconocer al
Intruso, recibió, como ellos también, la orden de regresar á
Madrid . No pudo ser más vergonzoso aquel atropello para el
Soberano de Francia ; no pudo rebajarse más el hombre que
acababa de vencer á la Europa toda coaligada contra él. Los,
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BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA .
Duques de Feria, y San Carlos, los Marqueses de Guadalcázar y
Ayerbe . Escoiquiz, Ostólaza y varios gentiles-hombres, ayudas
de cámara y empleados de todas categorías en la Casa Real,
fueron echados de la de Valengay y dirigidos á Espalïa bajo pena
de confiscación de sus bienes . En el supuesto, que se hizo efectivo, de que cuantas personas hubiesen de quedar junto al Rey
habrían de ser de inferior clase, continuaron con D. Fernando
el contador D. Antonio Moreno y D. Pedro Collado ; con el Infante D. Carlos, D . Pedro Moreno ; con el Infante D. Antonio, su
barbero ; y para los tres, además, un barrendero, dos cocineros y
tres lacayos . ¡Y, sin embargo, Napoleón en Santa Elena envidiaba el trato que él había concedido á Fernando VII en Valenéay! ¡Qué hipocresía y qué maldad!
De ese atropello inicuo, vergonzoso, hay que repetirlo, para
Napoleón, es de lo que trata el Marqués de Ayerbe al terminar
la historia de su permanencia en Francia al lado de Fernando VII, como su Mayordomo mayor, cargo en que sustituyó
al Duque de San Carlos que se había trasladado á París para protestar ante el Emperador de la falta de cumplimiento en el pago
de las escasísimas sumas señaladas al Rey para su subsistencia.
En ese punto las Memorias del Marqués de Ayerbe tienen un
interés histórico de verdadera importancia ; pues que, sobre todo,
sirven para dar carácter á la personalidad de Fernando VII,
«enigma histórico, digo en otra parte, no fácil de penetrar por
las generaciones próximas á la suya, toda ella influída por el
espectáculo de tantos contrastes como ofreció el huracán político
en que vivía.»
Eso que el Marqués en esas Memorias suprimió un detalle
que, asaz curioso, demuestra, además, las artes que se pusieron
en juego para corromper al soberano español y, prevaliéndose de
su juventud é inexperiencia, arrancarle el secreto de las intenciones que pudiera abrigar en su destierro . En 1814 se publicó
un folleto con el título de Carta que escribió el Excmo . Sr. Don
Pedro Jordán María de Urríes, Marqués de Ayerbe, etc ., á un
amigo suyo noticiándole lo ocurrido desde la salida de 13ayona
hasta que quitaron á S. M. la servidumbre en 1809. Esa carta,
escrita en Sevilla á los pocos días de haber llegado Ayerbe de
LAS Mr .NIORIAS'DEL MARQUÉIS DE AYEBIBE.
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Valengay, carta inserta ahora en parte como apéndice en sus
Memorias publicadas por el actual Marqués, discrepa única
mente en aigrinos párrafos, frases y consideraciones, y en muy
pocos detalles, de los que es uno el acabado de echar de metros.
Hé aquí lo estampado en la carta y suprimido en las Memorias.
Por la tarde, se dice en aquella, subieron S. M. y AA. á visitar
á la princesa de Benevento, á quien hallaron acompañada de
varias damas con el nombre de camaristas suyas, que fiadas sin
duda en la sencillez y pocos años de nuestros amos se habían
propuesto envolverlos en los lazos de su hermosura y atractivos . . .» «Nuestros amos, se dice poco después, supieron resistirse
muy bien á sus insinuaciones y manejos, cosa harto difícil y
digna de alabanza en su juventud é inexperiencia .»
También se ha eliminado en las Memorias otro párrafo de la
carta, inmediato al anterior, dando cuenta de los bailes y de las
representaciones teatrales con que la Benevento trató de producir
relaciones más que íntimas entre ella y sus discípulas con el ley
y los de su séquito . Y ¿por qué eso? ¿Es que el Marqués creería
quitar : así á sus Memorias el carácter de ligereza que pudieran
darles los episodios que había recordado en su interesante carta
con tan singular ingenuidad? Porque en un sermóri que
poco después de haber podido escribir Ayerbe las Memorias,
predicaba en Cádiz su compañero de ostracismo, el Capellán de
honor D . Blas Ostólaza, que tanto ruido metió en las Cortes,
atríbuía á Talleyrand la invención de tales fiestas, diciendo desde
la santa. cátedra nada menos que lo que va á oír la Academia:
«Se le vió preparar conciertos y partidas de diversión para evitar, corno dixo, que Fernando sucumbiese á la melancolía, y
hacer que su compañera, más por la intriga (la hace ese favor)
que por el vínculo matrimonial, asaltase sin suceso, el decoro y
virtud de Fernando .» Y por si sus oyentes ó los lectores de su
sermón, que en 1814 llevaba ya seis ediciones, no hubieran comprendido bien lo que quería decir, lo explicaba latamenla en una
non refiriéndose á planes de seducción que él, Ostólaza, se gloriabatambién de haber contribuído á desvanecer, «porque no
consentiría, así exclamaba, en ser confesor por el estilo de los,
que Godoy nombraba para la real familia .»
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Y basta de Valenlay donde, no Fernando, ni D. Carlos, ni
D. Antonio cayeron en las redes tendidas por la Princesa de
Benevento y el bando de inocentes palomas que la seguían, pero
sí algunos de los que acompaaabati á nuestros inconquistables
Prínecípes .
El *Marqués de Ayerbo se presentó en Bayona como para cumplimentar las órdenes del Intruso ; fugándose desde allí al Ron, cal, donde mandaba varias partidas de guerrilla D. Mariano
Renovales, el defensor de San José en Zaragoza, escapado también
de las garras de los franceses cuando le llevaban prisionero á
Francia . Entonces debió madurar su proyecto de acometer la
ardua empresa de sacar á Fernando VII de su prisión de Valengay, comunicándolo á Renovales, con quien se puso de acuerdo
para mejor ejecutarlo . En su excursión por las provincias de
España para llegar á Sevilla, asiento entonces de la Junta Central, adquirió Ayerbe las noticias estampadas en los capítulos ur,
iv- y v de sus Memorias. Esas noticias, como adquiridas al vuelo
en los pueblos por donde transitaba ó entre las partidas ó ejércitos á que tenía que incorporarse á veces, son, en general, muy
exageradas, cuando no faltas de verdad y, por lo menos, de
exactitud . La efervescencia en que se hallaba el país ; la ira
patriótica, soberana en el corazón de los españoles, y los excesos
z! que se entregaban para revelarla vengando la perfidia de
Napoleón. al invadir tan traidoramente la Península y despojarla
de sus legítimos soberanos ; por último, la conducta rapaz, cruel
y provocativa de los generales y soldados franceses para secundar
los planes maquiavélicos de su Emperador, hacían. que el pueblo,
las tropas y las autoridades, con. quienes Comunicaba el Marqués, no le facilitaran más que datos absurdos, inciertos 6 apani
sionados, ineficaces para que pudiera formar una opinión,
aun medianamente fundada, sobre el estado entonces de la
guerra y de los procedimientos del Gobierno para hacerla col,
éxito. Y como no tuvo tiempo ir¡ solaz para rectificar tantos
errores como los en que le habían hecho caer, ocupado, como
se halló, en Sevilla y distraído siempre con el pensamiento, que
en M se hizo pesadilla incurable, de volar en auxilio de su augusto
amo, las noticias que iba consignando en, sus Memorías carecen
LAS MEMORIAS DEL MARQUÉS DE AYERSE .
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de la autoridad que de otro modo tendrían. Así es que la parte
que vuelve en las Memorias á ofrecer interés verdadero y dar
fruto sazonado para la historia de aquel tiempo, es la del en que
el Marqués permaneció en Sevilla tratando con el Gobierno y
los hombres en él más influyentes, ó en que, trasladándose á
otros puntos de la Península, pudo comunicar con algunos de
los jefes del ejército .
No le ayudaban todos, es verdad, y á veces se queja de ellos ;
pero hay que considerar cómo lo arriesgado de la empresa en
que se había comprometido Ayerbe, lo problemático de su resultado, y las vaguedades y misterios en que tenía que encerrarse
para nq hacerla pública, habrían de infundir recelos en no pocos
de los que iban á intervenir con sus consejos ó con los auxilios
que les fuera dado proporcionarlo, y hasta contrariarle no ofreciéndoselos . Eso sin contar con la opinión que ya iba abriéndose
paso por entre muchos españoles de si sería ó no conveniente el
regreso de Fernando VII, opinión que ya se discutía en público
y que no tardaría en discutirse en las mismas Cortes, próximas
á reunirse en la Isla gaditana .
Los últimos pasos dados por el Marqués de Ayerbe que constan en sus Memorias, fueron ten infructuosos para su propósito
que le obligaron á volver á Cataluña, donde halló en los generales Blake y Areizaga la mejor acogida, pero sólo en Renovales el
empello de ayudarle cuanto le fuera posible con sus influencias
y persona . Las primeras gestiones parecían ofrecer alguna esperanza ; con lo que ya andaba ideando un plan para las sucesivas,
en Francia, principalmente, donde habrían de hacerse definitívas, cuando aparecen interrumpidas, mejor dicho, terminada§
las Memorias con estas palabras: «estarnos á diez de Enero
(de 1810) y aun no he recibido contestación (á cartas enviadas á
Sevilla) : yo estoy buscando dinero por otros conductos .»
El actual Marqués de Ayerbe me ha dispensado el honor de
añadir á las Memorias de su ilustre abuelo las noticias por mi
estampadas en un folleto que hace tiempo publiqué con el titulo
de Fernando VII en Valençay , escrito para recordar las tentativas encaminadas d procurar la libertad de aquel soberano. Por
los documentos en él insertos me cupo la fortuna de dar á cono-
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BOLETiN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA .
cer el triste fin del heroico prócer aragonés con detalles hasta
entonces desconocidos Ii olvidados . Todavía los he ampliado después en alguno de otros modestos trabajos ; .y si no vuelvo á
consignarlos aquí, es por no aconsejarlo la brevedad naturalmente impuesta á los informes académicos.
. El Marqués de Ayerbe ha incluido en su libro apéndices muy
importantes á fin de esclarecer cualquiera duda que pudieran
suscitar las Hemorias de su antepasado en algún punto que le
haya parecido importante . El último de esos apéndices se refiere
á la celebración de los funerales y al recuerdo de la forma é
inscripciones del monumento erigido por la Marquesa viuda y
sus hijos en 1815, hoy existente en el convento de PP . Paules
de la Torre de Alfranca, posesión que goza también de justa
fama por haber salido de ella el General D. José Palafox y 111elci
para su hazaf a de Zaragoza, de tan gloriosa y perdurable niémoria. Existe, sin embargo, un documento ignorado de muchos y
que encierra en sus páginas cuantos pormenores pudiera desear
el más exigente sobre las gestiones hechas, en 1895, también para
el descubrimiento de los restos del Marqués de Ayerbe y del
capitán Wanestron en el sitio donde fueron asesinados, y para
sus funerales y entierro en Zaragoza . Ese curiosísimo documento,
que lleva el título de Caria en que un amigo da noticia Ú, otro
del funeral hecho al .Excmo. Sr. D. Pedro Jordán Osaría de
Urries .. . etc., etc ., contiene, además , tres láminas con cuatro
estampas pequeñas representando sucesos del Marqués hasta el
de su muerte, y la que recuerda la forma de su caja sepulcral .
Esas láminas están mal dibujadas y peor grabadas ; pero no
carecen de interés, ni de intención, tampoco, generosa y patriótica, los pésimos versos que se dirigen á explicarlas.
No tengo tierrapo para más y voy á concretar mis ideas sobre
este punto, reduciéndolas á mi opïnión respecto de las Meinorias
del. ¡Varquds de Ayerbe ; objeto del informe cuya lectura tendrá
ya excesivamente fatigada la atención de la Academia .
Interesantes, pero muy interesantes para el conocimiento del
carácter de Fernando VII y de sus trabajos y conducta en el
palacio de Valençay, su prisión de más de seis años, sobrellevada
en condiciones que tanto han dado que elogiar por unos y que
LAS MEINIORIAS DEL MARQUÉS DE AYERSE .
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discutir y censurar por otros, las Memorias del Marqués de
Ayerbe, si aparecen deficientes en cuanto á los sucesos de la
guerra de la Independencia por causas ajenas á la voluntad y al
criterio de su ilustre autor y que he enumerado y juzgado, todavía tienen importancia para la inteligencia del estado moral y
político de nuestra patria en los primeros períodos de aquella
gloriosa lucha, y el de la opinión pública, tan justa y heroicamente sublevada contra los ruínes ardides y groseros atropellos
del, por otro lado, más poderoso de los modernos Césares y el
más hábil capitán de todos los tiempos .
Creo, pues, que la Academia debiera significar al eximio editor de esas Memorias, el actual Marqués del mismo título, nieto
del que las escribió, la satisfacción con que ha recibido los varios
ejemplares, que la ha enviado, de una obra que, al honrar la
memoria del egregio patricio que, inspirándose en el espíritu
caballeresco, verdaderamente clásico, de su antigua prosapia.,
supo sacrificar el amor y venturas del hogar y hasta la vida por
la libertad de su soberano, dando tan generoso ejemplo aun en
época que hicieron gloriosisima los mil de valor, de lealtad y de
abnegación patriótica de que se ha hecho eco la Historia, enaltece también al que, movido por sentimientos de piedad y á impulsos ;del orgullo, harto legítimo, de la sangre, la saca á luz
para su estudio y para estírüulo de sus conciudadanos .
La Academia, de todos modos, hará conocer por los medios
que considere más honrosos el alto aprecio que, de seguro, ha
de merecerle el- generoso desprendimiento que revela la publicación de libro tau interesante por el Marqués de Ayerbe y Lierta .
Madrid, 26 de Junio de 1896 .
JOSÉ G. DE ARTECHE.
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