Informar y comunicar - Instituto Nacional de Ecología

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Tercera parte
Informar y comunicar
Informar y
comunicar
H
oy en día, una de las principales preocupaciones de muchos científicos es convencer. Parece de pronto que muchos de ellos dividen
su tiempo, energía y vocación entre la investigación y la difusión.
A reserva de considerar que estas dos actividades han estado siempre
indisolublemente ligadas (con un poco de humor podemos pensar que
el desnudo público de Arquímedes fue un ardid mercadotécnico), pudiera
pensarse que en los tiempos actuales su ejercicio simultáneo es más una
urgencia que una elección. Detrás de las palabras de muchos especialistas
se advierte una preocupación por complementar sus criterios científicos
con llamadas de atención, exhortos, súplicas y advertencias. La vieja caricatura del científico que no despega los ojos del matraz salvo para decir
¡Eureka! poco a poco va siendo sustituida por la del investigador que lleva
su laboratorio en el maletín y viaja con él día y noche, decidido a persuadir
a alguien.
Quizás nadie puede permanecer impávido ante la sospecha fundada
de que la supervivencia de la especie humana está en riesgo. La idea no
es fácil de procesar. Aunque algunos de los más antiguos textos que se conocen hablan sobre la destrucción del mundo por causas antropogénicas,
hay elementos para pensar que la alarma actual es un caso distinto. No
están sólo el temor personal y el mito social invertidos en ella. Sin querer
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Tercera
parte
desterrar estos dos factores del campo de la ciencia, ésta parece tener
más oportunidades que otro tipo de actividades humanas para sostener
alguna certidumbre. Las dimensiones psicosociales del cambio climático
parecen exceder toda experiencia anterior. La tentación, fenómeno que
también las constituye, es a restarles importancia.
Posiblemente no puede ser de otra manera. La evolución nos ha
permitido imitar algunos aspectos de la naturaleza, transformarlos y
aprovecharlos, desterrando algunos mitos y, gracias a ello, dejando espacio para la creación de nuevos conceptos. Por supuesto, hay grandes
fenómenos naturales que aún soportan nuestra estructura mental y que
ante nuestra vista permanecen intactos (la regularidad del movimiento
solar sigue sosteniendo nociones fundamentales como las de verdad y
permanencia, pero también las de ciclo, riesgo, oportunidad y variación).
Reconocer de la noche a la mañana que los grandes Titanes aún míticos
como los vientos, los huracanes, las mareas y la temperatura planetaria han
sido rozados por nuestra uña mortal, puede ser demasiado para nuestra
adormilada conciencia.
La manera de informar es crucial en el proceso de despertar humano
ante la crisis ambiental. Si bien la ciencia debe decir las cosas “como son”,
no así los científicos cuando hacen de difusores, divulgadores, comunicadores o publicistas. De hecho, es conveniente sustituir el término informar
por el de comunicar, que supone tanto un habla adecuada hacia el oyente
como una escucha puntual de éste, así como el proceso inverso: que la
gente común hable y los especialistas escuchen. Al ser comunicada, la
información deja de ser una meta y se convierte en una herramienta.
En la alarmante situación ambiental de la actualidad, la precisión de esa
herramienta dependerá de su capacidad para adaptarse a las resistencias
de quienes la usen.
En los apartados anteriores hemos recibido nutrida información sobre
la situación ambiental. Irene Pisanty fue muy rigurosa al describir la importancia de la biodiversidad en nuestras vidas. Irma Rosas puntualizó lo
dicho al enfocar especialmente la importancia de las especies vegetales
en el equilibrio climático del planeta. Ana Cecilia Conde cerró el campo al
hablar del maíz en regiones del estado de Tlaxcala. Este orden nos ayuda
a preguntarnos de qué manera la exposición en niveles de especificidad
coadyuva a una comunicación eficiente.
En esta tercera parte se retoma este tipo de información, separándose
un poco de los procesos mediante los cuales ésta se genera para concentrarse más en el acto de informar a quien carece y necesita del conoci174
miento. Juan Elvira Quesada ofrece una comparación resumida entre la
riqueza ecológica de nuestro país y la forma en que hemos dañado a dos
de sus componentes principales: el suelo y el agua. Quien busque datos
puntuales sobre ellos, aquí puede hallarlos.
Julia Martínez brinda un minucioso recuento de los daños que pueden
sobrevenir con el calentamiento planetario, exponiéndolos con un grado
de detalle que no se encontrará fácilmente en otras publicaciones de habla
hispana. El reporte incluye no sólo el tipo de adversidades sino también las
regiones y los tiempos en que pueden presentarse. La puntual mención sobrecoge con fuerza que difícilmente conseguiría una narración literaria.
¿Cómo se verán afectados los ecosistemas terrestres, y en particular
los humedales, si la temperatura del planeta se eleva 1° C debido a la
radicalización del efecto invernadero? ¿Qué sucederá si en vez de 1 son
2 grados? ¿Y si son 3 o más? El hecho de que el enlistado de catástrofes
posibles nos recuerde una novela de ciencia ficción no resulta en absoluto
positivo pues lo que menos nos serviría en este momento es cerrar el libro
diciendo Qué historia tan terrible.
Desde los humedales, el desolador viaje de Julia Martínez nos lleva a
los campos agrícolas y a las fuentes de agua. Con 1, 2 o 3° C de aumento,
¿cuántos millones de personas verán afectados sus medios de subsistencia?
Y si hablamos de daños en los sistemas socioeconómicos de las naciones,
¿a cuánto equivalen esos ligeros cambios de temperatura en cuanto a
pérdida de PIB?
El viaje que hemos realizado no es una ficción, pero tampoco es un
hecho consumado. El ser humano cuenta todavía con múltiples recursos para definir su destino y el de su planeta. Aunque algo del daño es
irreversible, todavía queda la oportunidad de comunicarnos y acordar
, concertada o desconcertadamente, acciones para limitarlo. No debe
menospreciarse el alcance de los medios que tenemos a la mano. El
tomador de decisiones que instruye para tomar una medida y el artista
que habla o danza a favor del ambiente, cumplen con la responsabilidad de llegar a un público específico o a una parte diferente de cada
persona. Sin duda, la emotividad que ejercita el arte será crucial para
el ensanchamiento de la conciencia, sobre todo si se complementa con
otras formas de comunicación.
Pero, ¿de dónde proviene toda esta información tan puntualmente
seleccionada y sintetizada? Ana Rosa Moreno precisa que las principales
fuentes de datos sobre el cambio climático son tres tipos de evaluaciones
ambientales internacionales, cuyos resultados se revelan de forma periódi175
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ca y que corresponden al trabajo del Panel Intergubernamental de Cambio
Climático, a las tareas para evaluar las Perspectivas del Medio Ambiente
Mundial y a las acciones encaminadas a difundir las Evaluaciones de los
Ecosistemas del Milenio.
Los tres son ejercicios de recopilación y análisis exhaustivo de la información científica, técnica y socioeconómica que se genera a nivel mundial.
Sus primeros destinatarios son los tomadores de decisión, desde el nivel
de ministros, en cuyas manos se encuentran las principales medidas para
fomentar el cuidado del medio y para conducir la actividad social a favor
de éste. Todos ellos se constituyen por grupos de expertos que revisan
minuciosamente la literatura existente, la discuten y reportan de forma
colectiva sus resultados.
Cabe destacar que las Perspectivas del Medio Ambiente Mundial
incluyen un inciso particular destinado a informar a los jóvenes sobre el
estado actual del medio ambiente, a educarlos para el uso adecuado de
esta información, y a involucrarlos y ponerlos en contacto unos con otros
para conseguir mejores respuestas de adaptación y mitigación ante el
fenómeno adverso.
Las Evaluaciones de los Ecosistemas del Milenio, por su parte, responden a una iniciativa personal del Secretario General de las Naciones Unidas,
Kofi Annan, quien en el año 2000 solicitó su elaboración con el fin de dar
a conocer “…las consecuencias de los cambios ecosistémicos sobre el
bienestar humano y las bases científicas de las acciones que se necesitan
emprender para reforzar la conservación y el uso sostenible de los sistemas”.
El programa se ha extendido desde entonces y ha conjuntado a más de
1 360 científicos y tomadores de decisión de organizaciones internacionales, gobiernos nacionales, sector privado y sociedad civil mundiales.
Ana Rosa Moreno concluye su texto mencionado los ocho solemnes
compromisos suscritos en el año de 1995 por jefes de estado y de gobierno
de todo el planeta para erradicar la pobreza en el mundo, entre los cuales
se encuentra el de garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
Se cierra esta sección con un texto que de alguna manera sintetiza
conceptos vertidos en el mismo, y otros que contiene el libro.
Andrés Flores y Adrián Fernández presentan un panorama general
sobre los daños presentes y predecibles que pueden atribuirse al cambio climático, y hacen énfasis en que el hecho de que mucha de esta
información contenga un cierto grado de incertidumbre no justifica, de
ninguna manera, la parálisis ni la postergación de las medidas de acción.
Para estos autores la evidencia es ya insoslayable y la opción de no actuar
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y dejar “que los mecanismos naturales del planeta y de las especies que
lo habitan, incluida la humana, se ajusten de alguna manera y encuentren
equilibrio” no parece ya viable.
Entre las evaluaciones emprendidas a nivel mundial para captar y
analizar información, mencionan también al Panel Intergubernamental
de Cambio Climático y lo destacan como “…el órgano más importante
para la discusión de los aspectos técnicos y científicos relacionados con
el cambio climático”, señalando, como cosa digna de mención, el hecho
de que aunque está conformado por representantes de gobierno aspira
a que las discusiones no adquieran sesgos políticos. Además, busca “que
sus hallazgos y conclusiones sean informativos y no prescriptivos para los
tomadores de decisiones”. Estas características, junto con su seriedad epistemológica, lo han convertido en una ayuda invaluable para negociaciones
internacionales donde está involucrado el tema del ambiente.
Este Panel Intergubernamental cuenta con un grupo especial sobre
Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero; los trabajos de
este grupo son la base para el desarrollo y actualización periódica de esos
documentos, fundamentales en la búsqueda de soluciones. Por cierto,
cabe aquí mencionar que recientemente el INE publicó la actualización del
inventario nacional de emisiones de este tipo de gases, con datos al año
2002 y con significativas mejoras respecto de los inventarios anteriores.
Con este paso, México se convierte en el primer país que, sin estar en la
obligación de reducir sus emisiones, presenta un inventario actualizado.
La información que puede obtenerse en evaluaciones como ésta
da pie a que los Drs. Flores y Fernández recapitulen sobre los enormes
riesgos que conlleva el cambio climático, resaltando la relevancia de que
toda medida de mitigación y adaptación sea evaluada en el contexto de
nuestra realidad y nuestra cultura, considerando no sólo la consecuencia
directa de las acciones sino también los beneficios adicionales que nos
pueden brindar, “en particular los socioeconómicos, los de salud y los de
preservación de ecosistemas, por mencionar algunos”.
Aprovechando la inconclusa lista pueden añadirse otros beneficios que
indudablemente muchos de los autores del libro suscribirían y que recapitulan algo de lo comentado en capítulos anteriores: con toda seguridad
nuestras costumbres, tradiciones, formas de pensar y modelos de organización se verían favorecidos por una movilización colectiva y consciente
hacia la mitigación y adaptación frente al cambio ambiental global.
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