Los últimos años de un hombre corriente

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La Palabra Israelita
POR JOYCE
VENTURA NUDMAN
"Elegía" (Mondadori, 2007), la última
novela del laureado escritor judío norteamericano Philip Roth, arranca alrededor de la tumba del protagonista, un
exitoso publicista, en el ruinoso cementerio judío de Nueva York. A partir del
momento en que los deudos se van, la
narración, ágil y acabada, se organiza
en torno a los últimos años de un personaje atenazado por la angustia de la
soledad, la inutilidad del tiempo libre
y la inminencia de una muerte que ha
sido anunciada, paulatinamente, tras
cinco operaciones coronarias que tornaron su cuerpo en un "almacén de
artilugios artificiales diseñados para
evitar su derrumbe".
Esta crónica de la muerte en un ser
humano común, "Everyman" se titula
el original, asunto tan cotidiano, pedestre incluso, es de hecho la tragedia más
ordinaria que Roth haya imaginado.
Por eso es difícil que deje a algún lector indiferente, incluso si cuenta con la
juventud y la virilidad que tanto echa
en falta el publicista agobiado por la
acogida de la espera y el dolor: "La vejez no es una batalla; la vejez es una
masacre", concluye.
Roth ya había abordado el tema en
"El animal moribundo", breve novela
sobre los últimos desafíos sexuales de
David Kepesh, un profesor operado de
la próstata. Pero entonces Roth mantenía cierto apego por lo intelectual; una
altura de miras que se reflejaba en los
temas que interesaban al profesor. En
"Patrimonio", sin embargo, da un paso
más hacia lo minúsculo al permanecer
en los detalles, por escabrosos que resulten, del cáncer de su padre.
Pero "Elegía" es la historia más lograda a este respecto. En ella, el narrador nos pasea, con flexibilidad de acróbata, por enfermedades, pabellones
quirúrgicos, desmoronamientos matrimoniales, desaires de los hijos, celos de
la salud de su propio hermano y una
apacible pero inútil vida en un barrio
para adultos mayores. La lógica de la
novela es ir saltando de un tema a otro
según lo requieren las reflexiones del
narrador, lo cual la convierte en un viaje frenético, difícil de pausar.
Como muchos de sus personajes,
tales como el paradigmático Nathan
Zuckerman, su nuevo protagonista no
puede ni quiere asentarse en una vida
normal y responsable. Al igual que el
desterrado Caín, destinado a no tener
hogar -contraparte de Set (asentar), el
último hijo de Adán y semilla que da
origen al pueblo judío- el personaje de
Roth no es un sujeto que pueda adaptarse a una vida establecida y ordena-
VIERNES 4 DE MAYO DE 2007
11
Los últimos años de
un hombre corriente
• Con asombrosa premura (su portada todavía tienta a los lectores
norteamericanos en los escaparates de las librerías) llega a nuestro país "Elegía",
novela en la que Philip Roth se arroja a una feroz descripción del deterioro
físico y, por lo tanto, moral que se deduce de todo hombre que se precie de
contemporáneo. Cuesta creer que no se refiera, sobre todo, a sí mismo.
da. Por el contrario, es
irrevocable. Por últipor naturaleza un desmo, respecto de la
tructor de tres matrimopintura, la empresa
nios, pues no es capaz
que se propone tras
de aceptar la uniformisu jubilación, tiene
dad que va cobrando,
"la sensación de
con el tiempo, la vida.
que es un aficionado
Aun así, sabe que es culi r re m i s i b l e m e n t e
pable de haber despojapatético".
do a sus hijos de una inUn aparte es la refancia coherente y su
flexión sobre la vida
mayor sufrimiento es el
contemporánea tal
desprecio de éstos, juncomo la experimento con haber engañado
ta el pragmático
a su acogedora y comhombre moderno; es
prensiva segunda mujer
decir, con el consecon el objeto de prolongar la sexuali- la forma más pura de la
cuente sinsentido, la
dad apasionada con una modelo soledad".
ausencia de certezas,
descerebrada e inestable.
Y aunque terminar entre extraños ya de creencias y referencias. De ahí que
Hay una referencia ineludible a los no era una elección, lo terriblemente aferrarse al cuerpo los últimos años de
atentados del 11 de septiembre: una trágico es que, pese a que lo intenta, no vida aparezca como un asunto inútil,
caída, un encuentro repentino con la consigue nada mejor. La hija del segun- pero que a fin de cuentas no puede ser
realidad del vacío que metafóricamen- do matrimonio debe cuidar de la pará- reemplazado por ninguna otra preocute anuncia la zona cero. Es cuando el lisis de su madre, y la envidia por la pación desde el momento en que se
personaje desiste de una vida urbana buena salud de su apacible hermano los aceptó que fuera del ser humano no hay
("me siento demasiado apegado a la ha distanciado de un modo que parece nada: sólo la terrible ausencia y el vacío.
supervivencia. Me voy de
aquí") para instalarse en la
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costa, en un acomodado
complejo residencial para
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Sergio Widder
las referencias a los nietos les
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