LAS EXPLORACIONES Cuando se efectuó el reparto de Marruecos, Francia estaba en auge y era poderosa. España, debilitada, convalecía penosamente- de sus desgracias históricas. El explorador D ' A L M O N T E relata que el Ministro Delcasé en el tratado de 1 9 0 0 se apoderó del Adrar-et-Tmar mediante una estratagema diplomática, afirmando que el Adrar estaba ocupado y colonizado por los franceses hacía más de diez años. Esto era cierto para el Adrar de los Iforas, al S. de Argelia y distante del Adrar-et-Tmar (el que fué objeto de las negociaciones de CERVERA y QUIROGA) bastantes cientos de kilómetros. Cuando ocho años después, en 1 9 0 8 , el Coronel Gourand, partiendo desde el S., ocupó el Adrar-et-Tmar, tuvo que vencer la fuerte oposición guerrera de M A - E L - A I N I N y de los naturales. M A - E L - A I N I N , no consiguiendo ver realizados sus proyectos de hacer de Smara un centro urbano en el Sahara, marchó, en 1 9 1 0 , y se estableció en Tiznit, donde murió en el mismo año. Sus hijos siguieron combatiendo a los franceses: M U L E Y A D M E D E L H I B A , el segundo Sultán Azul, en Marruecos, y sus hermanos M O H A MED LAHADAF y M E R E B B I REBBO en los territorios meridionales. La resi- dencia era en el poblado de Kerdús, en la zona montañosa del Uad N u n . E L H I B A falleció en Kerdús en 1 9 1 9 , sucediéndole M E R E B B I REBBO, que fué el último Sultán Azul. En 1 9 1 3 una expedición militar francesa llegó en persecución del enemigo a Smara. La abandonada kasbá fortificada estaba desierta. Parte de las edificaciones ardieron y una rompedora granada, irreverente, hizo un gran boquete en la cúpula central de la mezquita sin terminar. El Rif estaba pacificado por los españoles desde 1 9 2 7 . La guerra de los franceses en los territorios meridionales a Marruecos terminó en 1 9 3 4 con la toma de Kerdús. M E R E B B I REBBO huyó y se refugió en la factoría española de Río de Oro, instalándose en Cabo }uby. Smara, que con tanto esfuerzo y dificultades se edificó en el interior del desierto, lejos de la costa y de las ciudades morunas, abandonada y solitaria, enigmática y misteriosa, con leyenda de santidad y de ímpetu guerrero, incitaba a examinarla, reconocerla y describirla. Aún ardía la guerra. El deseo de realizar la exploración de Smara se apoderó del espíritu de un joven animoso; obsesión del espejismo imaginativo, de la fantasía, de lo quimérico y de lo extraordinario. M I G U E L VIEUCHANGE salió de Agadir y se propuso llegar a Smara y describir su viaje y la ciudad incógnita del desierto. Pasó penalidades y peligros, hubo de adoptar diversos disfraces, principalmente de mujer, envuelto todo en las amplias telas azul oscuro de las saharauís. Pero llegó a Smara en plena