De la mano de Eugenio Barbachano Losa, novena generación de la dinastía y heredero del imperio hotelero Mayaland ENTRAMOS AL MUNDO PRIVADO DE LOS BARBACHANO, GUARDIANES DE LA FABULOSA ARQUEOLOGÍA DE CHICHÉN ITZÁ Y UXMAL L A historia de los Barbachano no es la de cualquier familia: su apellido es parte de México y de la península de Yucatán desde la época del virreinato. Miguel Barbachano y Tarrazo gobernó Yucatán en cinco oportunidades, entre 1841 y 1853, y fue protagonista de los procesos separatistas de la península del resto de la República, a la que se había integrado en 1824. Su habilidad política y la legítima defensa de los intereses de los yucatecos lograron que durante su gobierno Yucatán se reunificara al territorio nacional en las dos ocasiones que triunfó el movimiento independentista. 4 POR ORDEN DEL REY La presencia de los Barbachano en Yucatán se remonta a 1673, cuando la Corona española le cedió las tierras de la Hacienda Uxmal a su antepasado, el capitán Lorenzo de Hevia, quien, consciente de que los legítimos propietarios eran los mayas, decidió pagarles por esos terrenos. Desde entonces, cada generación, decidida a proteger el entorno histórico de Yucatán, llevó a Fernando Barbachano Peón —bisnieto de Manuel Antonio Barbachano y Tarrazo, hermano de Miguel— a fundar, en 1923, el primer imperio turístico de México, que colocó al país en el mapa de los grandes destinos del mundo. Pero antes convenció a los Rockefeller y a los Carnegie para que financiaran millonarias excavaciones arqueológicas a principios de los años 20 y fichó al célebre arqueólogo Sylvanus Morley para que restaurara la ciudad prehispánica de Chichén Itzá. No solo eso: tuvo la brillante idea de construir un hotel sobre una plantación de plátanos a pocos metros de las ruinas arqueológicas, desde donde ofrece una de las mejores vistas al antiguo observatorio maya «El Caracol». Aunque muchos du(SIGUE) Los Barbachano fueron por décadas propietarios de un tesoro arqueológico que hasta el día de hoy está entre uno de los más importantes del planeta y que en 1988 ingresó a la lista del patrimonio cultural de la humanidad de la UNESCO A lo largo de las generaciones, los Barbachano hicieron lo imposible por cuidar y preservar las ruinas de Chichén Itzá y Uxmal. Jamás se sintieron sus propietarios, sino que las han visto como un tesoro de todos los mexicanos. En 2010 —ya bajo el mando de Fernando Barbachano Herrero, hijo de Barbachano Gómez Rul y padre de Eugenio (a la izquierda)— se hizo efectiva la venta de esas tierras, aunque los terrenos donde se erige Uxmal continúan en manos de la familia. Sobre estas líneas, «El Castillo» de Chichén Itzá, a vista de pájaro. 5 6 «Las historias de las visitas reales a las ruinas son infinitas y cuando era un niño me fascinaba escucharlas. Imaginar a la Reina de Inglaterra con su cara llena de emoción cuando veía por primera vez las bellezas de la península me divertía enormemente» En septiembre de 1968, los Príncipes de Mónaco, Rainiero y Gracia, visitaron las ruinas arqueológicas de Chichén Itzá y Uxmal de la mano de los Barbachano. Fernando Barbachano Gómez Rul, abuelo de Eugenio (sobre estas líneas) fue un auténtico visionario que logró, en los sesenta, hacer de la península de Yucatán uno de los destinos favoritos del «jet-set» y de la realeza de todo el mundo. daron del éxito de un proyecto tan ambicioso, comenzó a educar a sus descendientes para seguir con su legado. Así nació el capítulo más importante de la historia del turismo en México, que ubicó a Chichén Itzá y a Uxmal como el motor de la Riviera Maya. DESTINO OBLIGADO Fue Fernando Barbachano Gómez Rul, primogénito de Barbachano Peón y abuelo de nuestro protagonista, quien se encargó de contarle al mundo sobre las maravillas escondidas de Yucatán y sus paradisíacos rincones. Además de haber heredado Barbachano Travel Service, la compañía que fundó su padre en los años 30 con la idea de promover el legado de los mayas, tuvo la visión de crear, en 1965, Aeromaya, una aerolínea que conectaba Mérida con el resto del país y que, con una flota de seis fla- mantes aviones DC-3 y diez destinos, representó el primer puente directo de ingreso a la península. Así, de buenas a primeras, Yucatán se convirtió en un destino turístico obligado para las más célebres personalidades de la época y Fernando, junto a su mujer, María Magdalena Herrero, comenzó a recibir a figuras de la talla de la Reina Isabel II de Inglaterra, la Reina Margarita de Dinamarca, los Príncipes Gracia y Raniero de Mónaco, los Reyes Balduino y Fabiola de Bélgica, el Rey Faisal de Arabia Saudita, el Shah Reza de Irán, el Rey Humberto II de Italia, Aristóteles Onassis y Jacqueline Kennedy. En poco tiempo, la «Pirámide del Adivino» de Uxmal y «El Castillo» de Chichén Itzá se volvieron los escenarios favoritos de lo más granado del «jet set» y, obviamente, los Barbachano se posicionaron como los anfitriones más famosos de México. UN PALACIO REAL En su majestuosa casa de Paseo Montejo, el «Champs Élysées» de Mérida, agasajaron a todas las celebridades que visitaban la península. La propiedad, construida por la familia Cámara Zavala e inaugurada en 1911, fue una creación del renombrado arquitecto Gustave Umbdenstock, el mismo que diseñó el famoso Hotel Le Bristol de París. El «grand hôtel particulier» fue adquirido por los Barbachano en 1963 como un recinto para recibir a las personalidades que llegaban de todas partes del mundo. Así fue que esta monumental construcción se convirtió en el domicilio de la Reina Juliana de Holanda durante su visita, en 1964, y en el escenario de la gran fiesta que se realizó en honor de los Príncipes de Mónaco, en 1968. Hoy, Eugenio Barbachano Losa, (SIGUE) 7 Bajo estas líneas, imagen de una visita histórica: Isabel II de Inglaterra viajó hasta la península de Yucatán y recorrió las sagradas ciudades mayas, en febrero de 1975. La Soberana británica seguía la estela de otros ilustres visitantes, como Jackie Kennedy, quien se dejó llevar por la magia ancestral de estas tierras, en marzo de 1968, cuando aún seguían en marcha los trabajos de reconstrucción. Fernando Barbachano Peón, bisabuelo de Eugenio, desde muy joven salió al mundo para lograr financiación y logró el apoyo de familias tan prestigiosas como los Carnegie o los Rockefeller para financiar los trabajos arqueológicos. novena generación de la dinastía yucateca y heredero del imperio Mayaland, recibe a ¡HOLA! en su mundo privado y nos muestra sus rincones favoritos de la zona arqueológica de Chichén Itzá, así como el emblemático palacete de su familia en el histórico Paseo Montejo de Mérida. 8 CRECER EN UN MUNDO MÁGICO —¿Cuáles son tus primeros recuerdos de Chichén Itzá? ¿Y tus rincones favoritos de la zona arqueológica? —Siempre recuerdo con gran emoción la primera vez que, agarrado de los bajos del pantalón de mi papá para no resbalar por la humedad, lo seguí dentro de la Pirámide de Kukulkán para que me mostrara la bóveda que en su centro resguardaba al jaguar empedrado y al chac mool de jade, lo que en esas épocas se consideraba el trono del último Rey o quizá su cámara de sacrificios. ¡Una experiencia inolvidable! —Siempre fue una enorme responsabilidad para los Barbachano ser los guardianes de dos de los más grandes legados mayas de la historia (Chichén Itzá y Uxmal). ¿Cómo viviste esa realidad? —Con mucho orgullo. Comencé a trabajar en la compañía de la familia a los 13 años, durante los veranos, sobre todo en el área de excursio(SIGUE) En los sesenta, la «Pirámide del Adivino de Uxmal» y «El Castillo» de Chichén Itzá se convirtieron en los escenarios favoritos de lo más granado del «jet set» 9 En su imponente Palacio de Mérida fueron anfitriones de personajes de la talla de Gracia y Raniero de Mónaco, la Reina Juliana de Holanda, el Rey Humberto II de Italia y Jacqueline Kennedy 10 Sobre estas líneas, Eugenio abre las puertas del hotel Mayaland, un edificio histórico mandado a construir en 1921 por su bisabuelo, un visionario y precursor del turismo en México. Ubicado a unos metros de las ruinas, entre sus muros se han alojado algunas de las famosas personalidades que han visitado a lo largo de las décadas esta imponente zona arqueológica. Derecha, la residencia de los Barbachano en Mérida, conocidas como las emblemáticas Casas Gemelas, construidas a principios del siglo XX. Abajo, izquierda, los Príncipes de Mónaco saludan desde el balcón de este palacete ubicado en el prestigioso Paseo Montejo, de Mérida. Derecha, Jackie Kennedy sale de la residencia familiar de los Barbachano. nes, vendiendo aguas y refrescos a los turistas en nuestros autobuses, que salían de Cancún hacia Chichen Itzá. Me hacía pasar por guía para contarles a los pasajeros historias y anécdotas de los mayas que han pasado en mi familia de generación en generación y que siempre generaban mucha curiosidad en los pasajeros. ¡Jamás decía quién era, por supuesto! [Se ríe]. —Tu familia es considerada la anfitriona por excelencia de Yucatán. Por casa de tus abuelos pasaron Reyes y Reinas, Jefes de Estado, magnates, artistas de Hollywood, intelectuales... ¿Cómo fue crecer rodeado de gente tan extraordinaria? —Es una bonita parte de la historia yucateca de la que todo México puede enaltecerse y que los Barbachano llevamos con mucho honor. Las historias de las visitas reales son infinitas y cuando era un niño me fascinaba escucharlas. Imaginar a la Reina de Inglaterra con su cara llena de emoción cuando veía por primera vez las bellezas de la península me divertía enormemente. —¿Qué representa la cultura maya para ti? —Una maravilla. Por eso creo decisivo proteger y fomentar la riqueza de su pasado y el enorme legado que nos han dejado. PIONEROS DEL TURISMO EN MÉXICO —Tu bisabuelo —aconsejado por su suegro, el fotógrafo español naturalizado mexicano Francisco Gómez Rul— fue un visionario al construir Mayaland. Cuéntanos un poco sobre la personalidad de ese maravilloso hombre que fue Fernando Barbachano Peón. —Le decían el Balam («jaguar», en maya), ya que, más allá de haber sido un empresario visionario, era un hombre muy valiente. Lu(SIGUE) 11 Por primera vez, este gran «hôtel particulier», emblema del linaje y estirpe de la familia, patrimonio histórico de la nación, abre sus puertas a la lente de una cámara. El aire decimonónico y la grandeza arquitectónica de inspiración parisina se preservan en cada una de las estancias, con un mobiliario que permanece inalterable con el paso de los años. Abajo, izquierda, los Príncipes de Mónaco y sus anfitriones en uno de los aristocráticos sofás de la sala principal. 12 chó con uñas y dientes para poner en valor las zonas arqueológicas mayas, incluso cuando localmente se burlaban de él y sus «montones de piedras». Salió al mundo desde muy joven a conseguir apoyo de familias como los Carnegie y los Rockefeller para reunir los fondos suficientes y financiar los trabajos arqueológicos. Y así consiguió crear la Fundación Maya, enfocada en la protección y el fomento de la herencia maya. —Tu abuelo, don Fernando Barbachano Gómez Rul, compró una de las Casas Gemelas de Mérida pensando en un palacio que estuviera a la altura de los distinguidos huéspedes que llegaban de todas partes del mundo. ¿Cuáles son las anécdotas que mejor recuerdas de esos años? —La casa de mis abuelos pertenece a un mundo que Yucatán vivió durante dos siglos con el inigualable aporte del henequén. A esta fibra se le llamaba «oro verde», ya que generó tal riqueza que Mérida se convirtió en una de las ciudades más ricas del planeta a principios del siglo XX. Las fortunas de la llamada Casta Divina estaban a la altura de las más grandes del mundo, y eso se hace evidente en el estilo de vida que llevaban las familias que integraban «la realeza del henequén». «Cuando mi abuelo compró el palacete sobre Paseo Montejo lo hizo pensando en todas las grandes personalidades que venían de todas partes a visitar la península. Estaba convencido de que debía tener una residencia a la altura de las circunstancias» Cuando mi abuelo compró el palacete sobre Paseo Montejo lo hizo pensando en todas las grandes personalidades que venían de todas partes a visitar la península. Estaba convencido de que debía tener una residencia a la altura de las circunstancias y desde entonces forma parte del patrimonio histórico de mi familia. —¿Cuál es el aspecto que más te gusta de este palacio? —Creo que la genialidad de su arquitectura. Ganó el premio más prestigioso de arquitectura en París, en 1901, y todas las piezas que lo componen se trajeron en barco desde Francia. Es perfecto por fuera y por dentro, y por eso inspira una grandeza de la que todos los que lo visitan quedan siempre sorprendidos. A todo eso se suman los importantes huéspedes que ahí se alojaron, lo que le imprime un «glamour» que poquísimas residencias privadas han tenido. EL HEREDERO DE UNA DINASTÍA —¿Cuáles de los valores de Miguel Barbachano y Tarrazo, a tu juicio, siguen vigentes en la familia? (SIGUE) 13 «Este palacete ganó el premio más prestigioso de arquitectura en París, en 1901, y todas las piezas que lo componen se trajeron en barco desde Francia. Es perfecto por fuera y por dentro, y por eso inspira una grandeza de la que todos los que lo visitan quedan siempre sorprendidos» —Defendió la península de Yucatán a capa y espada. Tuvo el valor para separar a la región peninsular durante un corto periodo y creó la llamada República de Yucatán para protegerla de las nefastas decisiones que se estaban tomando en el centro del país. Más adelante, y bajo su mando, las condiciones para una reunificación más equitativa finalmente se dieron con éxito. —¿Qué significa ser un Barbachano en el Yucatán del siglo XXI? —Continuidad, esfuerzo y perseverancia. —Estuviste involucrado en la campaña para que Chichén Itzá se convirtiera en una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo… —Junto con mi hermano Fernando, apoyamos la candidatura de la zona arqueológica con todas nuestras fuerzas hasta el final. Un esfuerzo que bien valió la pena porque gracias a esa visita Chichén Itzá ingresó en la lista de los monumentos candidatos y, finalmente, quedó entre las nuevas Siete Maravillas del Mundo: un reconocimiento muy válido del que todos los mexicanos debemos sentirnos orgullosos. —¿Cómo te gustaría que los mexicanos recordaran a tu familia en cien años? —Como una familia valiente y trabajadora que ante mucha adversidad protegió y fomentó una de las culturas más grandiosas de la humanidad. Pero también como grandes impulsores del turismo sustentable, siempre con un enorme amor y respeto por México. Realización y texto: RODOLFO VERA CALDERÓN Fotos: RAMÓN OUTÓN, MARIUS JOVAISA, ARCHIVO PERSONAL DE LA FAMILIA BARBACHANO Y «DIARIO DE YUCATÁN» Agradecimientos: MARÍA TERESA FRANCO, DIRECTORA GENERAL DEL INAH «La casa de mis abuelos —nos cuenta Eugenio, quien posa desde la escalinata del “hall” principal— pertenece a un mundo que Yucatán vivió durante dos siglos con el inigualable aporte del henequén. A esta fibra se le llamaba «oro verde», ya que generó tal riqueza que Mérida se convirtió en una de las ciudades más ricas del planeta a principios del siglo XX. Las fortunas de la llamada Casta Divina estaban a la altura de las más grandes del mundo, y eso se hace evidente en el estilo de vida que llevaban las familias que integraban “la realeza del henequén”». 14 «Ser un Barbachano en Yucatán en el siglo XXI implica continuidad, esfuerzo y perseverancia, y siempre con un enorme amor y respeto por México»