EMILIO MOLA Nació en julio de 1887 en Santa Clara, Cuba, donde su padre, casado con una cubana, era capitán de la Guardia Civil. Allí vivió hasta los siete años, hasta que su familia, de vuelta a España, se instaló primero en Girona y luego en Málaga. En 1904 ingresó en la Academia de Infantería de Toledo. Acabada su formación militar, y tras un breve periodo de prácticas, solicitó destino en Melilla donde, en 1911, al crearse el cuerpo de regulares, se incorporó al mismo como teniente. Su participación en algunas escaramuzas y acciones de guerra, y la herida sufrida en una pierna, le permitieron un rápido ascenso en la carrera militar: capitán en 1912, comandante en 1915, teniente coronel en 1921, coronel en 1926 y general de brigada en 1927. Formó parte, por tanto, de los militares africanistas que, en esos años finales de la Restauración y de la dictadura, vieron recompensado su protagonismo en las guerras coloniales con su rápido ascenso en el escalafón. En 1930, el gobierno de Dámaso Berenguer, a cuyo mando había servido en Marruecos, le nombró Director General de Seguridad. Desde su nuevo cargo tuvo que hacer frente a las huelgas y manifestaciones estudiantiles de aquellos meses y al intento de levantamiento pro republicano de Jaca, lo que le valió la enemistad de los partidos de izquierda. Al proclamarse la República, en abril de 1931, fue cesado y procesado bajo la acusación de imprudencia temeraria por la brutalidad de la represión ejercida contra los estudiantes, cargos de los que finalmente fue absuelto. Pese a no participar directamente en el intento de golpe de Estado liderado por el general Sanjurjo en 1932, Mola, que se había posicionado públicamente en contra de las reformas militares emprendidas por Azaña, fue retirado del servicio activo, lo que acrecentó su animadversión contra el presidente del gobierno. Al formarse el gobierno de centro derecha, tras las elecciones de 1933, la amnistía decretada por Lerroux le permitió reintegrarse en el ejército. Dos años después, en agosto de 1935, Francisco Franco, por entonces jefe del Estado Mayor Central del Ejército, le designó como jefe de la Comandancia Militar de Melilla y, poco después, le otorgó el mando de todas las fuerzas militares del Protectorado. La victoria electoral del Frente Popular, en febrero de 1936, supuso su inmediata destitución de la jefatura en el Protectorado, fijándole como nuevo destino la plaza de gobernador militar en Pamplona. El triunfo de las izquierdas aceleró los movimientos conspirativos que importantes sectores del ejército venían ya organizando para acabar con el régimen republicano. Mola, que siempre consideró las reformas militares de Azaña como un ataque directo e inadmisible al ejército, tomó parte activa en ellos. En marzo de 1936, antes de incorporarse a su nuevo destino en la capital navarra, Mola participó junto a otros destacados generales como el propio Franco, Varela, Orgaz o Fanjul, entre otros, en las reuniones en las que se fijaron las bases fundamentales para el futuro golpe de Estado. Asentado ya en Pamplona, Mola asumió las labores de organización del movimiento, estableciendo contactos con mandos militares y guarniciones y elaborando las primeras instrucciones reservadas en las que se fijaron los objetivos y las orientaciones para el golpe. Aunque era el general José Sanjurjo, exiliado en Portugal, el elegido para liderar el movimiento, Mola fue el encargado de su organización, asumiendo las tareas de «director», como pasó a ser considerado. Durante los meses siguientes, Mola, además de entrevistarse con distintos mandos militares como Queipo o Cabanellas para asegurar su compromiso, negoció también con las fuerzas políticas de la derecha, carlistas, falangistas y monárquicos, el entramado civil del golpe. Fueron especialmente tensas sus relaciones con los carlistas. Mola, en primera instancia, era partidario de establecer, tras el golpe, un directorio militar, republicano y con libertad de cultos, lo que chocaba con los ideales monárquicos, católicos y corporativos defendidos por los carlistas. Sólo la intervención conciliadora de Sanjurjo, colocando el movimiento bajo la bandera bicolor monárquica, a lo que Mola transigió, permitió cerrar definitivamente los acuerdos. En los primeros días del mes de julio se aceleraron los preparativos y Mola dio las últimas instrucciones para el golpe. El día 17 de julio, las tropas de Marruecos se sublevaron. Mola hizo lo propio en Pamplona, el día 18, donde, con ayuda de los requetés navarros, no tuvo ningún problema en controlar la situación. Sin embargo, el fracaso del golpe en otras provincias le obligó a modificar los planes inicialmente previstos, retrasando su proyectado avance hacia Madrid. Mola tuvo que destinar parte de sus tropas a la conquista de Guipúzcoa, para cerrar el paso de los republicanos a la frontera francesa. La muerte, en accidente de aviación, del general Sanjurjo, y el fracaso parcial del golpe, obligaron a los sublevados a buscar una nueva dirección. A propuesta de Mola, el 23 de julio, tras una reunión celebrada en Burgos, se constituyó una Junta de Defensa Nacional, presidida por el general Cabanellas, el más antiguo en el escalafón, y en la que el propio Emilio Mola quedó integrado como una de sus cabezas más visibles. Sin embargo, el avance de sus tropas hacia Madrid, en las primeras semanas de la guerra, se vio frenado por la fuerte resistencia de los milicianos republicanos en la sierra de Guadarrama y por la escasez de municiones. Fueron las tropas africanas de Franco, con ayuda del armamento alemán e italiano, las que consiguieron avanzar hacia la capital, priorizando así su figura. En octubre de ese mismo año Franco, pese a los recelos de Mola, fue designado por la Junta de Defensa como Jefe del Estado y Generalísimo. Emilio Mola fue nombrado general en jefe del ejército del Norte. Al frente del mismo, y tras el fracaso en la batalla de Madrid, que no pudo finalmente ser tomada, inició, en marzo de 1937, la campaña del Norte, que llevaría a la conquista de la provincia de Vizcaya en un rápido avance que incluyó los masivos bombardeos contra la población civil en ciudades como Durango y Guernica. Poco antes de la toma de Bilbao, el 3 de junio de 1937, Emilio Mola despegó del aeródromo de Vitoria en viaje hacia Burgos y Valladolid para despachar asuntos de trámite. El avión en el que volaba se estrelló cerca del pueblo de Alcocero, en Burgos, falleciendo en el acto todos sus ocupantes.