Unidad 6 de 2º de Bachillerato Lengua Castellana y Literatura Contenidos: -Las proposiciones subordinadas adverbiales. -La narrativa del siglo XX hasta 1939. LAS PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES. Las subordinadas adverbiales son un conjunto de proposiciones que se agrupa bajo este nombre porque algunas equivalen a un adverbio y otras realizan la función de complemento circunstancial. Pero varias de las proposiciones incluidas en este grupo no cumplen ninguno de estos dos requisitos. Por este motivo, se distinguen dos tipos de subordinadas adverbiales: -Subordinadas adverbiales propias: son las subordinadas de modo, tiempo y lugar; pueden ser sustituidas por un adverbio de modo (así, bien, mal…), tiempo (ahora, antes, luego…) y lugar (allí, aquí, encima, enfrente…); su función es la de complemento circunstancial de modo, tiempo y lugar; -Subordinadas adverbiales impropias: son las subordinadas causales, consecutivas, finales, concesivas, condicionales y comparativas; las causales y finales cumplen la función de complemento circunstancial de causa y de finalidad respectivamente; las causales, concesivas y condicionales expresan distintos tipos de causa: la causa porque algo ocurre (causales); la causa por la que algo no debía de suceder, aunque acaba sucediendo (concesivas); la causa sin la cual no tendrá lugar un hecho (condicionales); pero sólo las causales se analizan como complemento circunstancial de causa; las finales y consecutivas expresan distintos tipos de efecto o consecuencia: la consecuencia real de una acción (consecutivas); la consecuencia que se pretende obtener al hacer algo (finales). 1 SUBORDINADAS ADVERBIALES DEFINICIÓN NEXOS De lugar Indican un lugar relacionado donde (puede ir precedido de con la acción de la oración de preposición: a, de, desde, que dependen. hacia, hasta, en, por) De modo Explican de qué manera se como, como para, según, realiza la acción de la según y conforme, como si proposición de la que dependen. sin + infinitivo De tiempo Se refieren a una acción que sucede antes de, simultáneamente a o después de la acción de la proposición de que dependen. cuando, mientras, a medida que, conforme, según, una vez que, tan pronto como, apenas, no bien, antes de que, entretanto, después de que, conforme, tan pronto como, según, etc. al + infinitivo tras + infinitivo antes + infinitivo después de + infinitivo Causales Exponen el motivo o causa por que se produce la acción de la proposición de la que dependen. porque, pues, ya que, puesto que, que, supuesto que, como, en vista de que, visto que, como quiera que, por razón de que, de tan… como/que (no se supo nada, de tan en secreto como se llevó), de tanto como/que, de lo que, de…lo que (llegó cansado de lo mucho que anduvo) por + infinitivo a fuerza de + infinitivo de + infinitivo (de tanto hablar, se quedó ronco) 2 SUBORDINADAS ADVERBIALES DEFINICIÓN NEXOS Consecutivas Expresan el efecto o de manera que, de modo consecuencia de la acción de que, conque, luego, así es la proposición de la que que, por consiguiente, por dependen. (lo) tanto, así, de tal modo que, en grado tal, de tal manera que, hasta el punto de que, de suerte que, de tal suerte que -tal… que (le echó tal bronca que lo dejó mudo) -de un…tal, que (era de un color tal, que no verás otro igual) -tan…que -tanto y tan…que -tanto…que -que (se puso que no había quien lo aguantara) -hasta + infinitivo Finales Aclaran con qué intención se realiza la acción de la proposición de la que dependen. para que, a que, que (entra que veas lo que hemos hecho), a fin de que, con el objeto de que, con el fin de que, con la intención de que, con vistas a que a + infinitivo para + infinitivo a fin de + infinitivo con vistas a + infinitivo con el objeto de + infinitivo Condicionales Presentan una condición sin la cual no puede cumplirse la acción de la proposición de la que dependen. si, a condición de que, en el caso de que, cuando (cuando ha venido, tendrá alguna razón), a menos que, como (como me diga algo, me voy), en el supuesto que, siempre que, con tal (de) que, sólo con que de + infinitivo (de habértelo dicho, te hubieras enfadado) 3 SUBORDINADAS ADVERBIALES DEFINICIÓN NEXOS Concesivas Plantean una dificultad para que se realice la acción de la proposición de la que dependen, pero no evitan que se cumpla. a pesar de que, aunque, aun cuando, cuando (me dieron un billete, cuando yo había pagado por dos), si bien, aun si, así (no vendrá así se lo pidas de rodillas), siquiera sea, por más que, mal que, con lo…que (con lo rica que está la comida, a nadie le gusta) a pesar de + infinitivo por…que (por mucho que grites, no te escuchará) con + infinitivo (con llegar temprano, no consiguió entrar antes) aun + gerundio Comparativas Establecen una comparación entre la cualidad de un elemento de la principal y otro de la subordinada. Pueden ser de igualdad (la cualidad comparada es igual en las dos proposiciones), de inferioridad (la cualidad comparada es menor en la principal que en la subordinada) o de superioridad (la cualidad comparada es mayor en la principal que en la subordinada). Igualdad: tan…como/cuanto tanto… como/cuanto tanto, tanta, tantos, tantas… como/cuanto igual que igual que si igual de…que Inferioridad: más…que más…de (lo que) más de (lo que) mejor que mayor que Superioridad: menos…que menos…de (lo que) menos de (lo que) pero que menor que 4 Observaciones sobre los nexos que y como Cuando el nexo es que o como, es fácil distinguir si la proposición que sigue al nexo es causal, pues en estos casos el nexo puede sustituirse por porque: -Como no llegabas, me marché: porque no llegabas, me marché. -No se lo digas dos veces, que te va a decir que sí: no se lo digas dos veces, porque te va a decir que sí. Cuando el nexo es como, para comprobar si introduce una subordinada adverbial condicional, lo sustituimos por si (y cambiamos de modo el verbo si es necesario): -Como me enfade, no te va a agradar lo que te diga: si me enfado, no te va a agradar lo que te diga. Nota: para elaborar la tabla anterior se ha consultado el manual Lengua española. C.O.U., de Fernando Lázaro Carreter y Vicente Tusón, editado por Anaya. ORACIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES PARA ANALIZAR: 1. 2. 3. 4. Recuerda mis instrucciones para que después no tengas problemas. Tiene tantos libros que no le caben en las estanterías. Se ponía tan serio que impresionaba a todo el mundo. Hoy estoy más tranquilo que ayer. 5. Pase lo que pase, yo seguiré adelante. 6. Si quieres este libro, te lo puedo presentar. 7. Como te gusta tanto el arroz con leche, te he preparado un buen plato. 8. No te enfades, que todo ha sido una broma. 9. Todo ha sido una broma, así que no te enfades. 10. Lo vi tan distraído como me imaginaba. 11. Pienso, luego existo. 12. Isabel tiene tantos libros como su amigo. 13. Estuvo escondido todo el tiempo donde menos esperábamos. 14. Hoy está de mal humor, con que ten cuidado. 15. Aunque hace frío, iremos de excursión. 16. Por mucho que insista, nadie le hará caso. 17. El resultado fue tal como se esperaba. 18. No te vayas todavía, que me quedan horas con alma. 19. No me gusta el precio ni la calidad; por tanto, no lo voy a comprar. 20. Tiene más virtudes que defectos. 21. Todo irá sobre ruedas, con la condición de que no suban los precios. 22. Sea como sea, me gustaría que vinieras. 23. Con el objeto de que no me olvides, te obsequiaré con un cero. 24. Hablaba tan deprisa que no se le entendía ni una palabra. 5 25. Ha hablado tan claro como lo permitía el tema. 26. Al cambiar las tuercas, vi dónde estaba el fallo. 27. Estoy tan cansado de los atascos, que este fin de semana me quedo en casa. 28. Contestó tantas preguntas cuantas le formularon. 29. Todos compramos tantas cosas como nos permiten nuestros ingresos. 30. Es tal la contaminación que habría que salir a la calle con careta antigás. 31. Como el profesor se hace un lío con facilidad, suspendemos con tranquilidad. 32. Mi amiga ha viajado por donde nadie imaginaba. 33. Habla que te entienda bien. 34. Este chico es más simpático que su amigo. 35. Dado que el fútbol profesional no está a nuestro alcance, soportaremos la sintaxis. 36. Cocina el pescado como si yo soportara el veneno. 37. Por decir tantas mentiras, ni agua te dan ya. 38. No habría problemas, a condición de que todos fuésemos perfectos. 39. Compraremos una casa nueva, en el supuesto de consigamos ese trabajo. 40. No hay nadie tan preparado como ella. 41. Hay que terminar el trabajo hoy, que mañana es ¡selectividad! 42. Te llevaré en mi coche por donde tú me digas. 43. Aquel perro era tan grande como el tuyo. 44. Primero come y, cuando acabes, ayúdame a encolar las patas de la silla. 45. Este deportista corre igual que vuela un pájaro. 46. Ya que no me duelen las muelas, el que grita debe ser el vecino. 47. Para no quedarse sin coleta, compró una caja de chinchetas. 48. Yo sé que tú vives donde vivo yo. 49. Mi hermana camina tal como tú la has descrito. 50. Vive tan despreocupadamente como todos los de su familia. 51. Sólo me quedo por mentirte un poco. 52. Lo he pensado mucho por molestar lo menos posible. 53. Este verano lo volveremos a pasar donde estuvimos el año pasado. 54. Por más que te acompañe tu socio, no te recibirán. 55. Digan lo que digan, yo sigo teniendo confianza en él. 56. La película, según me parece a mí, debió acabar una vez sacadas las entradas. 57. No por mucho madrugar amanece más temprano. 58. No me lleves al cine con el objeto de que te invite. 59. Por decir la verdad, metiste la pata hasta el final. 60. No me rasqué la nariz, puesto que ésta se había emancipado. 61. Márchate en cuanto oigas la señal. 62. Leímos el libro sin olvidar que siempre podríamos quemarlo. 63. Como este gallo no canta, algo tendrá en la garganta. 64. A saber el color de tus ojos vengo. 65. Como no queremos que nos molesten, cargaremos las pistolas. 6 66. Colócate donde pueda verte. 67. Colócate en tu sitio, que nadie te confunda con lo que no eres. 68. Tráeme esta tarde el libro, que lo necesito. 69. Duerme pronto, que ya da igual la luna. 70. En cuanto llegues al campamento, olvida que te quise. 71. Vuestros exámenes se corrigen sintiendo el desgarramiento del alma. 72. Pasan el tiempo contando chistes. 73. De haberlo sabido, habría hablado antes. 74. Con que lo diga ella, se hará inmediatamente. 75. Según me dijo mi padre, sólo la policía le impidió librarse de mí. 76. Lo haremos sin disimular nuestro horror. 77. Nos marcharemos a lugares adonde nadie haya ido. 78. Estando en la fiesta, se sintió enfermo. 79. Mi amigo se dirigió a donde tú sabes. 80. Todavía se encuentra muy lejos el pueblo adonde vamos. 81. Resuelto ya el problema, no merece la pena dudar. 82. A fin de que me quieras, te regalaré mis espuelas. 83. Todos se acercaron a donde estaba el primer ministro. 84. Tras ver la película, me explicarás lo que te ha parecido. 85. Sintiendo un gran miedo, comienzo la clase. 86. No lo vuelvo a explicar para que no sepáis más que yo. 87. Como sigamos sin lluvia, peligrará la cosecha. 88. Aun cuando le cueste mucho esfuerzo, debe seguir yendo a rehabilitación todos los días. 7 LA NARRATIVA DEL SIGLO XX HASTA 1939 En esta época se da una reacción contra el Realismo y el Naturalismo, las tendencias de la segunda mitad del siglo XIX, debida a la firme voluntad de innovación de los novelistas jóvenes. Temas y técnicas narrativas de la Generación del 98 Dos circunstancias explican la transformación de la literatura que quieren llevar a cabo los escritores del 98: por un lado, el ambiente de crisis política, económica y moral que se vivía a finales del XIX, tras un siglo de represión política e ideológica y de guerras civiles, ambiente agravado además por la pérdida de las últimas colonias en Cuba, Puerto Rico y Filipinas; por otro, el agotamiento de los temas y formas de la literatura del siglo anterior. Por estas razones, los novelistas del 98 (Unamuno, Azorín, Baroja y Valle-Inclán), proponen una reforma total de las conductas sociales y morales de los españoles. Además, en contra de la reproducción fiel de la sociedad que era el objetivo de la literatura realista, defienden el enfoque subjetivo de la realidad. Los temas predominantes en estos escritores son: El tema de España, analizado desde una visión subjetiva e individualista, con la finalidad de descubrir el alma de España en el paisaje, especialmente el castellano, en la historia del hombre anónimo (la que Unamuno llamó intrahistoria) y en la literatura del pasado, que los lleva a renovar el interés por escritores como Gonzalo de Berceo, Fernando de Rojas o Miguel de Cervantes. El tema existencial, que abarca desde la angustia por la mortalidad de Unamuno o la obsesión por la caducidad terrenal de Azorín hasta la incredulidad religiosa de Baroja. El aspecto más característico de su técnica literaria es el rechazo de la expresión retórica en favor de la sencillez, la claridad y la precisión léxica. En este sentido, destaca el gusto por los vocablos locales o arcaizantes (las “palabras terruñeras” de Unamuno). Los novelistas del 98 Ramón María del Valle-Inclán evolucionó desde el Modernismo hasta una creación personal e innovadora: el esperpento. Sus primeras novelas, las Sonatas y el ciclo de La guerra carlista, reflejan el esteticismo (la valoración de la belleza por encima de cualquier otro aspecto de la obra literaria) y los temas modernistas. En 1926 escribe Tirano Banderas, cuyo tema central es la opresión caprichosa y brutal que ejerce un dictador sobre un país hispanoamericano. En esta obra sobresale la reducción de los personajes a caricaturas que será uno de los rasgos más característicos del esperpento. Sus últimas novelas, la trilogía El ruedo ibérico, son un retrato de la corte isabelina del XIX, con una visión amarga y satírica de la realidad española semejante a la de otros escritores del 98. En esta trilogía, la técnica del esperpento le permite a Valle expresar tanto el desprecio como la emoción provocados por ese mundo superficial y tristemente estrafalario de la corte isabelina de mediados del XIX. Miguel de Unamuno se sirve de la novela para presentar de una manera dialéctica, es decir, mediante el enfrentamiento de ideas o perspectivas opuestas, sus obsesiones más íntimas: la preocupación por España y por la existencia, la muerte, la relación entre Dios y los hombres, la eternidad y la nada, la razón y la fe, etc. Estos temas aparecen en sus primeras novelas, como 8 Paz en la guerra (1897) y Amor y Pedagogía (1902), pero sobresalen en Niebla (1914), que da inicio a lo que Unamuno llamaba sus “nivolas”, novelas cuya trama estaba sometida por completo a las inquietudes filosóficas del escritor. En Niebla, la relación ente el hombre y su Creador se plantea a través de la relación entre el protagonista de la novela y el propio escritor, Unamuno. Esta angustia existencial será también el tema de San Manuel Bueno, mártir (1933), historia de un sacerdote que guarda en secreto su drama: la falta de fe. El tema principal de la obra de Pío Baroja es la protesta contra la sociedad, a la que critica por su hipocresía, sus injusticias y su aburguesamiento. Las consecuencias de esta actitud serán: Un escepticismo absoluto frente a los aspectos religiosos y éticos del ser humano. Una presencia importante de la acción. El protagonismo de personajes desencantados y cínicos. Su concepción novelística se basa en la espontaneidad y el antirretoricismo, esto es, el gusto por una expresión clara y directa. Sus novelas nacen del rechazo de una estructura previamente definida o planeada, sino que son escritas día a día, dependiendo de la inspiración u ocurrencias del novelista. En consonancia con esta actitud creativa, su estilo es sencillo, con coloquialismos y párrafos cortos, y las descripciones son breves, con lugares mostrados a partir de un par de rasgos imprecisos y personajes presentados de un modo ágil y con escasos detalles. Entre sus novelas sobresalen Camino de perfección (1902), La busca (1904), Zalacaín el aventurero (1909) o El árbol de la ciencia (1911). José Martínez Ruiz, Azorín, pretende que sus novelas reflejen líricamente lo esencial de la realidad, que para el escritor no es otra cosa que el fluir del tiempo. Sus obras, a pesar de tener intención novelística, se acercan más al ensayo por el escaso desarrollo de su trama: son descripciones de ambientes y personajes sin un argumento central sólido. Sus títulos más conocidos son La voluntad (1902), Antonio Azorín (1904) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904). La novela en el Novecentismo y en el Vanguardismo Se conoce con el nombre de Novecentismo (o Generación del 14) a los autores que suceden a la Generación del 98 y alcanzan su plenitud literaria en la segunda década del siglo XX: Ramón Pérez de Ayala, Gabriel Miró y Ramón Gómez de la Serna. Comparten con el 98 la inquietud por el problema de España, pero rechazan su visión dramática y subjetiva, pues prefieren buscar soluciones a ese problema en los avances ideológicos, filosóficos y científicos de la Europa de su época. Las novelas de Ramón Pérez de Ayala se caracterizan por el tratamiento irónico de algún tema o problema humano fundamental de valores universales, pero situado en escenarios de una realidad de carácter grotesco. Los protagonistas son casi meras ideas dialogantes, abstracciones sin cuerpo ni circunstancias vitales que expliquen su forma de ser. Sus obras más conocidas son Belarmino y Apolonio (1921), Tigre Juan y El curandero de su honra (1926). Las novelas de Gabriel Miró se basan en descripciones construidas por la unión de distintas escenas ambientales y paisajísticas. La acción apenas existe salvo para permitir las descripciones: los objetos y el espacio son los verdaderos protagonistas de sus novelas, hasta el punto de que los personajes y el argumento parecen tener una importancia secundaria. Sus obras más conocidas son Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1925). 9 Ramón Gómez de la Serna convierte la novela en un juego de incoherencias que la aproxima al irracionalismo del arte de vanguardia. Sus novelas carecen de una estructura tradicional: el argumento está plagado de continuas digresiones, juegos, greguerías y exhibiciones de humor e ingenio, sin que se le dedique mayor atención ni a la trama ni a los personajes. Destacan Cinelandia (1923) y El torero Caracho (1927). TEXTOS DE SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR TEXTO I En la noche de San Juan, la más breve del año, solían y suelen acudir a nuestro lago todas las pobres mujerucas, y no pocos hombrecillos, que se creen poseídos, endemoniados, y que parece no son sino histéricos y a las veces epilépticos, y Don Manuel emprendió la tarea de hacer él de lago, de piscina probática, y tratar de aliviarlos y si era posible de curarlos. Y era tal la acción de su presencia, de sus miradas, y tal sobre todo la dulcísima autoridad de sus palabras y sobre todo de su voz -¡qué milagro de voz!-, que consiguió curaciones sorprendentes. Con lo que crecía su fama, que atraía a nuestro lago y a él a todos los enfermos del contorno. Y alguna vez llegó una madre pidiéndole que hiciese un milagro en su hijo, a lo que contestó sonriendo tristemente: -No tengo licencia del señor obispo para hacer milagros. Le preocupaba, sobre todo, que anduviesen todos limpios. Si alguno llevaba un roto en su vestidura, le decía: «Anda a ver al sacristán, y que te remiende eso.» El sacristán era sastre. Y cuando el día primero de año iban a felicitarle por ser el de su santo -su santo patrono era el mismo Jesus Nuestro Señor-, quería Don Manuel que todos se le presentasen con camisa nueva, y el que no la tenía se la regalaba él mismo. Por todos mostraba el mismo afecto, y si a algunos distinguía más con él era a los más desgraciados y a los que aparecían como más díscolos. Y como hubiera en el pueblo un pobre idiota de nacimiento, Blasillo el bobo, a éste es a quien más acariciaba y hasta llegó a enseñarle cosas que parecía milagro que las hubiese podido aprender. Y es que el pequeño rescoldo de inteligencia que aun quedaba en el bobo se le encendía en imitar, como un pobre mono, a su Don Manuel. TEXTO II Una vez que en el confesonario le expuse una de aquellas dudas, me contestó: -A eso, ya sabes, lo del Catecismo: «Eso no me lo preguntéis a mí, que soy ignorante; doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder.» -¡Pero si el doctor aquí es usted, Don Manuel...! -¿Yo, yo doctor?, ¿doctor yo? ¡Ni por pienso! Yo, doctorcilla, no soy más que un pobre cura de aldea. Y esas preguntas, ¿sabes quién te las insinúa, quién te las dirige? Pues... ¡el Demonio! Y entonces, envalentonándome, le espeté a boca de jarro: -¿Y si se las dirigiese a usted, Don Manuel? -¿A quién?, ¿a mí? ¿Y el Demonio? No nos conocemos, hija, no nos conocemos. -¿Y si se las dirigiera? -No le haría caso. Y basta, ¿eh?, despachemos, que me están esperando unos enfermos de verdad. 10 Me retiré, pensando, no sé por qué, que nuestro Don Manuel, tan afamado curandero de endemoniados, no creía en el Demonio. Y al irme hacia mi casa topé con Blasillo el bobo, que acaso rondaba el templo, y que al verme, para agasajarme con sus habilidades, repitió -¡y de qué modo!- lo de « ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» Llegué a casa acongojadísima y me encerré en mi cuarto para llorar, hasta que llegó mi madre. -Me parece, Angelita, con tantas confesiones, que tú te me vas a ir monja. -No lo tema, madre -le contesté-, pues tengo harto que hacer aquí en el pueblo, que es mi convento. -Hasta que te cases. -No pienso en ello -le repliqué. Y otra vez que me encontré con Don Manuel le pregunté, mirándole derechamente a los ojos: -¿Es que hay Infierno, Don Manuel? Y él, sin inmutarse: -¿Para ti, hija? No. -¿Para los otros, le hay? -¿Y a ti qué te importa, sino has de ir a él? -Me importa por los otros. ¿Le hay? -Cree en el cielo, en el cielo que vemos. Míralo -y me lo mostraba sobre la montaña y abajo, reflejado en el lago. -Pero hay que creer en el Infierno, como en el Cielo -le repliqué. -Sí, hay que creer todo lo que cree y enseña a creer la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana. ¡ Y basta! Leí no sé qué honda tristeza en sus ojos, azules como las aguas del lago. TEXTO III -Entonces -prosiguió mi hermano-, comprendí sus móviles y con esto comprendí su santidad; porque es un santo, hermana, todo un santo. No trataba, al emprender ganarme para su santa causa, porque es una causa santa, santísima, arrogarse un triunfo, sino que lo hacía por la paz, por la felicidad, por la ilusión si quieres, de los que le están encomendados; comprendí que si los engaña así, si es que esto es engaño, no es por medrar. Me rendí a sus razones, y he aquí mi conversión. Y no me olvidaré jamás del día en que diciéndole yo: «Pero, Don Manuel, la verdad, la verdad ante todo», él, temblando, me susurró al oído, y eso que estábamos solos en medio del campo: «¿La verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con ella.» « ¿Y por qué me la deja entrever ahora aquí, como confesión?», le dije. Y él: «Porque si no me atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerlos felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarlos. Lo que aquí hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían. Que vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerlos vivir. ¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío.» Jamás olvidaré estas sus palabras. 11 - ¡Pero esa comunión tuya ha sido un sacrilegio! -me atreví a insinuar, arrepintiéndome al punto de haberlo insinuado. -¿Sacrilegio? ¿Y él, que me la dio? ¿Y sus misas? - ¡Qué martirio! -exclamé. -Y ahora -añadió mi hermano- hay otro más para consolar al pueblo. -¿Para engañarle? -dije. -Para engañarle, no -me replicó-, sino para corroborarle en su fe. -Y él, el pueblo, ¿cree de veras? -¡Qué sé yo...! Cree sin querer, por hábito, por tradición. Y lo que hace falta es no despertarle. Y que viva en su pobreza de sentimientos para que no adquiera torturas de lujo. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu! TEXTO IV E iba corriendo el tiempo y observábamos mi hermano y yo que las fuerzas de Don Manuel empezaban a decaer, que ya no lograba contener del todo la insondable tristeza que le consumía, que acaso una enfermedad traidora le iba minando el cuerpo y el alma. Y Lázaro, acaso para distraerle más, le propuso si no estaría bien que fundasen en la iglesia algo así como un sindicato católico agrario. -¿Sindicato? -respondió tristemente Don Manuel-. ¿Sindicato? ¿Y qué es eso? Yo no conozco más sindicato que la Iglesia, y ya sabes aquello de «mi reino no es de este mundo». Nuestro reino, Lázaro, no es de este mundo... -¿Y del otro? Don Manuel bajó la cabeza: -El otro, Lázaro, está aquí también, porque hay dos reinos en este mundo. O mejor, el otro mundo... Vamos, que no sé lo que me digo. Y en cuanto a eso del sindicato, es en ti un resabio de tu época de progresismo. No, Lázaro, no; la religión no es para resolver los conflictos económicos o políticos de este mundo que Dios entregó a las disputas de los hombres. Piensen los hombres y obren los hombres como pensaren y como obraren, que se consuelen de haber nacido, que vivan lo más contentos que puedan en la ilusión de que todo esto tiene una finalidad. Yo no he venido a someter los pobres a los ricos, ni a predicar a estos que se sometan a aquellos. Resignación y caridad en todos y para todos. Porque también el rico tiene que resignarse a su riqueza, y a la vida, y también el pobre tiene que tener caridad para con el rico. ¿Cuestión social? Deja eso, eso no nos concierne. Que traen una nueva sociedad, en que no haya ya ricos ni pobres, en que esté justamente repartida la riqueza, en que todo sea de todos, ¿y qué? ¿Y no crees que del bienestar general surgirá más fuerte el tedio a la vida? Sí, ya sé que uno de esos caudillos de la que llaman la revolución social ha dicho que la religión es el opio del pueblo. Opio... Opio... Opio, sí. Démosle opio, y que duerma y que sueñe. Yo mismo con esta mi loca actividad me estoy administrando opio. Y no logro dormir bien y menos soñar bien... ¡Esta terrible pesadilla! Y yo también puedo decir con el Divino Maestro: «Mi alma está triste hasta la muerte». No, Lázaro; nada de sindicatos por nuestra parte. Si lo forman ellos me parecerá bien, pues que así se distraen. Que jueguen al sindicato, si eso les contenta. 12 TEXTO V El pueblo todo se fue en seguida a la casa del santo a recoger reliquias, a repartirse retazos de sus vestiduras, a llevarse lo que pudieran como reliquia y recuerdo del bendito mártir. Mi hermano guardó su breviario, entre cuyas hojas encontró, desecada y como en un herbario, una clavellina pegada a un papel y en este una cruz con una fecha. Nadie en el pueblo quiso creer en la muerte de Don Manuel; todos esperaban verle a diario, y acaso le veían, pasar a lo largo del lago y espejado en él o teniendo por fondo las montañas; todos seguían oyendo su voz, y todos acudían a su sepultura, en torno a la cual surgió todo un culto. Las endemoniadas venían ahora a tocar la cruz de nogal, hecha también por sus manos y sacada del mismo árbol de donde sacó las seis tablas en que fue enterrado. Y los que menos queríamos creer que se hubiese muerto éramos mi hermano y yo. Él, Lázaro, continuaba la tradición del santo y empezó a redactar lo que le había oído, notas de que me he servido para esta mi memoria. -Él me hizo un hombre nuevo, un verdadero Lázaro, un resucitado -me decía-. Él me dio fe. -¿Fe? -le interrumpía yo. -Sí, fe, fe en el consuelo de la vida, fe en el contento de la vida. Él me curó de mi progresismo. Porque hay, Angela, dos clases de hombres peligrosos y nocivos: los que convencidos de la vida de ultratumba, de la resurrección de la carne, atormentan, como inquisidores que son, a los demás para que, despreciando esta vida como transitoria, se ganen la otra, y los que no creyendo más que en este... -Como acaso tú... -le decía yo. -Y sí, y como Don Manuel. Pero no creyendo más que en este mundo, esperan no sé qué sociedad futura, y se esfuerzan en negarle al pueblo el consuelo de creer en otro... -De modo que... -De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión. 13