El concepto bíblico de “muerte”

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EL CONCEPTO BÍBLICO DE “MUERTE”
El concepto bíblico de “muerte”
¿Qué es la muerte? ¿Cuál es su naturaleza?
Cuando el escritor exclamó: "...terrores de muerte sobre mi han caído. Temor y
temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto" (Sal. 55:4, 5) él expresó los
sentimientos de grandes multitudes quienes se han encontrado frente a la muerte. Toda
persona que no ha sido redimida por Cristo experimentará “el temor de la muerte” (Heb.
2:15) el "rey de los espantos" (Job 18:14).
Los cristianos no temen morir y pueden decir junto con Pablo “teniendo deseo de
partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Fil. 1:23). Los cristianos, con
seguridad, iluminación y la paz que provee Cristo, pueden enfrentar los misterios de la
muerte con esperanza.
Debemos aceptar la realidad de que moriremos, no podemos estar para siempre en
este mundo (Sal. 90:12).
Es nuestro ferviente deseo que el estudio de este tema motive a muchos a buscar a
Dios, Él no está lejos de cada uno de nosotros (Hech. 17:27). Dios nos ama (Jn. 3:16) y él
quiere bendecirnos con eterna salvación (Heb. 5:9).
¿Qué es la muerte?
La muerte es un sueño para el cuerpo. El Nuevo Testamento dice que “...traerá
Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1 Tes. 4:14). El término “sueño” es usado en las
Escrituras para describir el estado del cuerpo en la muerte, no el estado del alma en la
muerte.
Sólo el cuerpo del hombre duerme en la muerte. El alma del hombre no duerme ni
queda inconsciente luego de la muerte, al contrario el alma sigue consciente (Luc. 16:19-31;
Apoc. 6:9-11).
El concepto bíblico de “muerte” es “separación”. Leamos Santiago 2:26 “Porque
como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. Aquí
aprendemos que el cuerpo separado del espíritu está muerto. La muerte no es una
aniquilación, sino la separación que experimentan el cuerpo y el espíritu del hombre.
Siempre que en la Biblia se menciona el término “muerte” se hace alusión a: 1) La
muerte física, 2) la muerte espiritual, 3) la muerte eterna. La muerte física es la separación
del espíritu del cuerpo (Stgo. 2:26; Hech. 9:37). La muerte espiritual es la separación del
hombre y Dios (Ef. 2:1, 5; Rom. 5:12). La muerte eterna es la separación eterna del
hombre y Dios (Rom. 6:23; 2 Tes. 1:9; Apoc. 21:8).
En el Nuevo Testamento, la palabra “dormido” viene del griego koimaomai, que a su
vez viene del verbo keimai que literalmente significa “acostarse”. Lo cautivante en todo
esto es que los griegos usaban la palabra koimeterion haciendo referencia a un lugar
donde los caminantes podrían detenerse para dormir.
Por transliteración, de koimeterion obtuvimos nuestra palabra “cementerio”, un lugar
donde los cuerpos de los muertos duermen.
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Por Josué Hernández
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La Biblia también habla claramente de la descomposición del cuerpo, cuando éste
vuelve al polvo. Cuando Adán y Eva pecaron, fueron privados del árbol de la vida y por
consiguiente, de la inmortalidad (Gen. 3:22). Por lo tanto, todo hombre ha de volver al
polvo de la tierra (Gen. 3:19; Ecles. 12:7; Heb. 9:27).
El apóstol Pablo habla del cuerpo como “nuestro tabernáculo” (nuestra tienda) siendo
“deshecho” debido a la muerte (2 Cor. 5:1).
El término griego por “deshecho”
es kataluo que literalmente significa "aflojar hacia abajo, soltar”, una expresión que bien
ilustra la muerte física cuando “nuestro tabernáculo” es aflojado y cae inevitablemente al
suelo.
La muerte es una partida. La muerte ocurre cuando el espíritu deja el cuerpo
(Stgo. 2:26).
Cuando Dorcas falleció (Hech. 9:36-43), varias viudas se pusieron de pie cerca del
cuerpo y mostraban las prendas que Dorcas había hecho "cuando estaba con ellas" (Hech.
9:39). El cuerpo de Dorcas estaba allí, pero ella (es decir, su espíritu o persona interior)
había partido y no estaba con ellas.
El apóstol Pablo habló de la muerte como una partida (Fil. 1:23). Y es muy
significativo notar que el apóstol usa el término griego analuo (soltar, aflojar para partir)
para hablar de la salida del espíritu del cuerpo al morir.
En la muerte, cuando el cuerpo es “aflojado hacia abajo” el espíritu del hombre
es “llevado hacia arriba”. Así sucedió cuando Lázaro murió, su espíritu “...fue llevado por los
ángeles al seno de Abraham” (Luc. 16:22). Estos pasajes, así como muchísimos otros, son
devastadores para las teorías materialistas que afirman de que el hombre es totalmente un
ser físico (Testigos del Atalaya entre otros).
Otra palabra interesante que hace ver a la muerte como una partida es el término
griego “éxodo”. En el monte de la transfiguración (Luc. 9:28-36), el Señor hablaba con
Moisés y Elías de su partida inminente (éxodo inminente, Luc. 9:31), ésta partida fue
cumplida cuando Cristo murió y entregó el espíritu (Luc. 23:46). El apóstol Pedro quería
que sus hermanos recordaran sus palabras después de su partida (el mismo término
éxodo es usado, 2 Pedro 1:15). Esta es la misma palabra que se usó al hablar del éxodo de
los israelitas de Egipto (cf. Heb. 11:22). Mientras que los hebreos conscientemente
continuaban existiendo al salir de Egipto, de la misma manera nosotros continuaremos
existiendo conscientemente cuando nuestro cuerpo vuelva al polvo y nuestro espíritu
experimente su éxodo.
En la muerte los espíritus van al Hades. Está escrito sobre el patriarca
Abraham, “Y exhaló el espíritu, y murió Abraham... y fue unido a su pueblo” (Gen. 25:8).
Esto no puede ser una referencia a la sepultura del cuerpo de Abraham. Él fue sepultado
en Palestina. Sin embargo, sus antepasados habían sido sepultados a distancia de cientos
de kilómetros, en tierras muy lejanas.
Entonces aprendemos que las expresiones “unido a su pueblo”, “vendrás a tus
padres” (Gen. 15:15) y “reunida a sus padres” (Jue. 2:10) se distinguen de la propia
sepultura de un cuerpo y denotan una reunión con seres incorpóreos en el Seol o Hades (el
lugar de los espíritus que esperan la resurrección).
Estas frases se emplean para dar esperanza al pueblo de Dios de una futura reunión
con otros justos que amaron y sirvieron a Dios aquí en la tierra (Apoc. 6:9-11; 14:13). Así
también, estos términos dan temor al incrédulo porque luego de su muerte comenzará su
tormento (Luc. 16:23-24).
Para aquellos que mueren en Cristo, la muerte es una unión con el Señor.
Jesús informó al ladrón moribundo, “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43).
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Por Josué Hernández
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Y, como ya hemos observado anteriormente, Pablo deseaba partir para estar "con
Cristo" (Fil. 1:23). En un pasaje colmado con aliento, el apóstol afirma que “estar ausente
del cuerpo” (es decir, estar muerto) es, en realidad, estar “presentes al Señor” (2 Cor.
5:8). La expresión “presentes”, se usa en el griego como “uno entre su propia gente” en
contraste con "uno fuera de casa" (A. T. Robertson). Pero esta promesa es sólo para el
pueblo de Dios.
Los cristianos no debemos pensar en la muerte como en un fin, sino como el principio
de toda una eternidad. Debemos decir junto con Pablo “teniendo deseo de partir y estar con
Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Fil. 1:23).
Aplicaciones y Conclusión
¡Uno no puede vivir mal y morir bien! Después de la muerte ya no hay
oportunidad para el arrepentimiento o salvación (Hech. 2:38). Los conceptos como “una
segunda oportunidad después de la muerte”, el “bautismo por los muertos” o el
“purgatorio” son completamente inadecuados y totalmente desconocidos en las Escrituras,
son puro engaño y mentira de Satanás.
Por lo tanto, mientras que todavía decimos “hoy”, resolvamos conocer y obedecer la
voluntad de Cristo (Heb. 5:9; Mar. 16:16).
Para los mundanos, la muerte inicia una eternidad de sufrimiento. Aunque no
sea un tema popular en la sociedad contemporánea, no somos seres puramente materiales y
así como existe el cielo también existe el tormento eterno. Al morir, toda persona que haya
vivido en rebelión a Dios, entrará a un estado del espíritu caracterizado por dolores,
molestias y sufrimientos (Sal. 116:3; 6:5). Serán sumergidos en vergüenza y desdén,
sufrimiento y tormento (Luc. 16:24; Prov. 5:11-14).
Ahora mismo usted tiene la oportunidad de venir a Cristo, es ahora, en la vida, que
debe arrepentirse y obedecer el evangelio. Es ahora, en esta vida, que debe oír el llamado
amoroso del Señor: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi
carga”.
Díganos cómo podemos ayudarle a obedecer a Jesús. Una eternidad le espera ¿Por
qué no pasarla con Cristo y el pueblo de Dios?
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Por Josué Hernández
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