“Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer ante el Hijo del Hombre” Lc 21, 34-36 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida y nos deja una recomendación, velen pues, en todo tiempo, es decir vigilen siempre, cuídense constantemente, guarden sin descanso, atiendan en todo momento. Del mismo modo nos dejo dicho: “oren para que puedan evitar todo esto que ha de venir, y comparecer ante el Hijo del hombre”. Esto es roguemos para no nos suceda nada malo, y hemos de pedir para impedir lo que ha de venir, todo esto porque el no ama y entonces nos advierte para que nos protejamos. En efecto, el Señor quiere que tengamos cuidado, que no nos dejemos sorprender, especialmente por las desproporciones y luego nos pide que estemos prevenidos, es decir avisados, pero dentro de todo esto, Jesús le da mucha importancia a la oración, y nos dice que oremos incesantemente, es decir primero nos advierte en contra de los males y luego nos dice como ponerle remedio. Lo que Jesús nos pide es que nos alejemos de los males y que seamos serios, decorosos, como también comedidos al hablar y al actuar en todo, es decir seamos moderados y utilicemos los regalos de la virtud de la templanza, y que por nuestro bien estemos vigilantes. Pero al decir cuidado, también nos dice que somos nosotros los responsables de nuestra conducta, es decir a nosotros nos compete cuidarnos. Si miramos a nuestro alrededor, sabemos que hay muchos excesos e imprudencias que hacen vacilar la fe y nos inducen o nos provocan, por esos nos dice que no nos dejemos aturdir. Aturdirse, es confundirse y desconectarse de la realidad como cristianos, es también pasar de la luz a la oscuridad. No dejarse aturdir, es no dejarse confundir y no desconectarse de nuestra forma de ser de cristianos cuidando de caer en excesos. Jesús nos dice: “Para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.” Jesús ha de venir, pero no nos ha dicho cuando, pero el día que venga, vendrá de improviso. A muchos no sorprenderá, y no va a ser bueno si estamos llevando una vida descuidada y perezosa. Pero a los que estén practicando una vida laboriosa y trabajando para el bien, esto es, no estemos haciendo una vida ociosa, habrá reconocimiento. Cuidemos este tiempo de espera, no nos dejemos caer en tentaciones, en la comodidad, en el placer mundano. Es decir que las cosas temporales no nos hagan descuidar las espirituales. Oigamos a Jesús cuando nos dice: “Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre” Así como muchas cosas nos son necesarias para vivir y no podemos prescindir de ella como los alimentos, tampoco podemos prescindir de las cosas espirituales, estas son aún más necesarias. Si no nos alimentamos nuestro cuerpo desfallece, si no rezamos, desfallece el alma. Si bien es cierto, que trabajar para vivir, es una obligación, no es menos cierto que como cristianos orar también lo es. Pero trabajar sin fe es desalentador y trabajar con una oración en los labios aumenta la eficacia. Orar, no es decir muchas cosas con muchas fórmulas, es ponerse en la presencia del Señor y hablarle con palabras sencillas, que salgan del corazón. Orar también es hacer silencio para oír que nos dice el Señor. Recordemos que Jesús no deja nunca de orar, en los evangelios siempre lo encontramos orando, especialmente ante los acontecimientos más importantes de su vida. Jesús ora cuando Juan lo bautiza, Jesús pasó la noche orando en la montaña antes de elegir a los Apóstoles, mientras Jesús oraba en el Monte, se transfiguró, antes de enseñar a los Apóstoles el Padrenuestro, Jesús estuvo orando, antes de comenzar su misión ayunará y orará cuarenta días en el desierto, es decir en los evangelios encontramos muchos versículos que nos hablan de un Cristo orante, así es como mandó a los discípulos subir en la barca y precederle a la otra orilla, mientras El despedía a la muchedumbre y una vez que la despidió, subió a un monte apartado para orar. Y mandando a la muchedumbre que se recostara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces y, alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los dio a los discípulos. Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos. Entonces vino Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní y les dijo: Sentaos aquí mientras yo voy allá a orar, adelantándose un poco, se postró sobre su rostro, orando. Jesús ora en el Cenáculo al instituir la Eucaristía y el Sacerdocio. Jesús ora antes de comenzar la Pasión, en el Huerto de los Olivos, Y, finalmente, Jesús ora en la cruz, entregándose al Padre y pidiendo perdón por los que no saben lo que hacen. Y así en el último segundo exclamó con voz fuerte, diciendo: “Dios mío, Dios mío” Velen, pues, y hagan oración continuamente, dice el Señor, pero no olvidemos que cuando recemos, no lo hagamos para que otros nos vean y se admiren de lo que hacemos, porque nuestra oración es a Dios, a nuestro Padre, el nos sabrá oír, el conoce nuestras necesidades y el quiere darnos, así es como Jesús nos dijo: "Pidan y recibirán, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá, (Mt 7,7). La razón teológica prueba la eficacia de la oración por la fidelidad de Dios a sus promesas, y es infalible, cuando la pedimos para nosotros mismos, con humildad, piedad y perseverancia, cosas necesarias para la salvación. Jesús nos ha dicho constantemente que oremos, todo el evangelio no tiene sentido si de el no nos brota una oración. El que ora así, obtiene siempre lo que pide, porque esa oración, como toda obra buena, tiene a Dios por inspirador y causa primera, que nos impulsa a pedirle porque nos lo quiere conceder. También la oración del pecador es escuchada por Dios, cuando busca o desea un bien que conduce a la gracia y a la gloria, e incluso el cumplimiento de sus justas aspiraciones naturales. Como escribía antes, los evangelios están llenos de mandatos, exhortaciones y parábolas de Jesús pidiendo a sus Apóstoles que oren, que vigilen para no caer en la tentación. Y a las multitudes les enseñaba diciendo que oraran sin desfallecer y con insistencia. Y para garantizar la eficacia de la oración y persuadir a la confianza en el Padre, refiere la parábola del hombre que consigue de su amigo unos panes a media noche, cuando él y sus hijos están acostados, y asegura que cuánto más el Padre os dará lo que le pidáis en mi nombre. Pues, si vosotros, que sois malos, no les dáis a vuestros hijos piedras cuando os piden un huevo, o una serpiente cuando os piden pescado, ¿cuánto más vuestro Padre dará su Espíritu Santo a quien se lo pida? ¿Quién no se sentirá estimulado a orar, y a orar unidos como hermanos, habiéndonos prometido el Señor: "En verdad les digo que, si dos de ustedes se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre, que está en los cielos"? Lo importante no solo que debamos orar, lo hermoso y grande es que podamos orar. La misión y el carisma de santa Teresa en la Iglesia es ser pregonera de la oración, como camino de unión con Dios. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant