Tomajazz recomienda… un tema: “Spain” (Chick Corea, 2013) Los van Tenzing siempre hemos tenido fama de huraños. La verdad es que generalmente prefiero pasar mis tardes en casa escuchando jazz en compañía de una copa de buen whisky escocés que enfrentarme al ajetreo de los locales públicos. No obstante hace un par de años la señora van Tenzing y yo nos desplazamos hasta el Auditorio Nacional de Madrid para disfrutar del último trío del pianista Chick Corea, ese en el que le acompañan Christian McBride al contrabajo y Brian Blade a la batería. La formación era soberbia y el enclave inmejorable. Aunque el sonido que llegaba a las butacas decepcionó (la acústica de los auditorios de música clásica a veces no funciona para otras músicas), el concierto fue inolvidable. Al final Corea hizo subir al escenario al flautista Jorge Pardo y al guitarrista flamenco Niño Josele. Como era de esperar, abordaron el mítico “Spain”, con formidable introducción de guitarra incluída. Y, como es habitual en los conciertos del pianista, antes de volver a la melodía final hizo cantar al público. Ahí estaba Chick dibujando pequeños motivos al piano y ahí estaba el respetable, matrimonio van Tenzing incluído, repitiendo las notas a coro. Manido, pero divertido al fin y al cabo. Cuál sería mi sorpresa al descubrir que Corea estaba grabando esa actuación y que “Spain”, entre otros, formaría parte de su triple CD Trilogy. Cerrando el primer compacto aparece la introducción del Niño Josele, el arte de Jorge Pardo en cada nota que respira, la interpretación extraordinaria del trío… y el público, entre ellos un servidor, poniendo a trabajar sus cuerdas vocales al servicio del piano. Esto sí que no me lo esperaba: aparezco en un disco de Chick Corea. ¡He grabado con Chick Corea! Tengo que salir de casa más a menudo. © Adolphus van Tenzing, 2015 Chick Corea: Trilogy (Universal 3031/3) El XXVIII Festival de Jazz de Málaga premia la creación local Con algo de retraso pese a su pronta redacción, por fin ofrecemos la crónica de este festival con el que se abría paso el jazz en el mes de noviembre. Llegábamos a Málaga con la clara intención de centrar nuestra atención en los proyectos que estrenaban por primera vez Ernesto Aurignac y José Carra. Ambas citas, protagonizadas por músicos de una misma generación y ciudad, se desmarcaban del resto no ya por el hecho de ser locales sino por estar construidos sobre un importante andamiaje compositivo y, a causa de lo anterior, disponer de una plantilla instrumental mixta – más variada y amplia en el caso del saxofonista- entre instrumentación clásica, de cámara y jazz. La comprensible cancelación de Lou Donaldson por enfermedad el miércoles 5 y que este cronista no asistiera al concierto de clausura el día 9 con Chano Domínguez con Niño Josele, reduce este análisis, sin tener en cuenta las actividades paralelas, a los conciertos de los malagueños, el cuarteto de Kurt Rosenwinkel y el trío de Abe Rábade. Antes, y haciendo un balance general previo, habría que añadir que el programa de esta XXVIII edición – segundo festival más longevo en Andalucía tras el debilitado presupuestariamente de Granada- manifiesta una reconocible y reciente inclinación hacia la creación española y local -saldada con mayor éxito de público que el resto de la oferta- pero evidencia una confusa distribución horaria y espacial que acentúa la sensación de apelotonamiento de propuestas y concentración de actividades en una única semana. Ernesto Aurignac Orchestra: UNO. Martes 4, Teatro Cervantes Ernesto Aurignac (saxo alto, composiciones y dirección), Perico Sambeat (saxo soprano y alto), Enrique Oliver (saxo tenor), Julián Sánchez (trompeta y fliscorno), Toni Belenguer (trombón), Fernando Brox y Tete Lea (flauta), Maripepa Contreras (oboe y corno inglés), Pau Domenech (clarinete bajo), Lorena Fernández (trompa), Javier Cámara (trompa), Martín Meléndez (chelo), Tiziana Tagiani (arpa), Jaume Llombart (guitarra), José Carra (piano y Fender Rhodes), Dee jay Foster (contrabajo), Ramon Prats (batería), Carlos Cortés Bustamante (percusión), Carles Benavent (bajo), y Carme Canela (voz). La fe mueve montañas… y esto más que voluntad ha sido fe. Nadie podrá recriminar al contumaz saxofonista que si crees y quieres consigues tu premio: estrenar su proyecto, hacerlo en el teatro más emblemático de su ciudad, meter más público que nadie en este festival y salir casi a hombros con todos los ejemplares del CD vendidos. Las bases de esta idea madurada y producida en los últimos dos años y medio -hace tres estaba subido en este mismo escenario también en su jornada de apertura junto a su cuarteto- ya los ofrecimos aquí en el artículo de presentación de UNO. Ahora entraremos un poco en cómo sonó en su estreno y lo que acabó siendo una “fiesta Aurignac”. El proyecto es sumamente ambicioso, tanto en lo musical como en la producción que requiere, de ahí que el esfuerzo para llevarlo a cabo, sin ayudas públicas realmente significativas, haya tenido que ser equiparable… A primera vista, centrándonos en el grupo instrumental, el empaste que se pretende conseguir resulta interesante. La combinación de un conjunto de medio formato de jazz (base rítmica con piano y guitarra eléctrica, percusión, tres saxofones, trombón y trompeta) al añadir tres trompas, oboe, clarinete bajo, chelo y arpa es enormemente expresiva si se le saca provecho. Este punto hay que recalcarlo porque a nivel solista y de invitados tendrá que ser mejor rentabilizado con el fin de poder ser exportable. Los estilos que definen este proyecto, desmintiendo al título, no son “uno” ni es sólo jazz, son múltiplos de sí mismos, que requieren de esta orquesta mixta que contiene elementos tan distantes como percusión afrolatina y arpa. UNO, dijo el autor ante el micrófono, tenía la intención de que ninguna parte, ningún miembro de este organismo prevaleciera o fuera más importante que otros. Esa era la intención, pero incluso en una orquesta siempre hay elementos preponderantes, y aquí los hubo. Aunque no se notaron en el preludio coltraneniano que es “Sephirot”. Toda la materia orquestal vibra y crece en su respiración impresionista como una nube. Un deleite percibir el empaste del conjunto, arpa, trompas, metales, guitarra, percusión, todo está ahí, agitado por el viento de los compositores clásicos y el empuje oriental del gran Coltrane. Es el trompetista Julián Sánchez quien, como en posteriores ocasiones, dirige y da plasticidad a la banda en ese estallido de color y movimiento en alturas. Es, para quien esto suscribe, uno de los mejores momentos de un concierto en el que Aurignac favorece la combinación dos a dos de temas, con o sin puentes. Dos a dos, en sentido inverso al disco, llegan los destacados “Génesis” y “Jerusalem”, temas de contenido bíblico aunque sin matices judíos que se sitúan en el centro del proyecto. “Génesis” es una rendición sobre Historia de un Soldado de Stravinsky y “Jerusalem” se aleja de la mítica ciudad de las tres religiones para acercarse al terreno animado de Mancini sobre modos coloreados y amenos, con la flauta cómplice, de rumba – cha cha chá, y un break en tiempo bebop en el que surgen rotaciones en solos de Enrique Oliver, Jaume Llompart y el brillante, en sonido y ejecución, dándose la vuelta desde la posición de director y mirando al público, de un necesario y fundamental esta noche Julián Sánchez. Como lo fueron los maravillosos solos que nos regalaron Ramón Prats y Dee Jay Foster, algo que merece ser revisado en la grabación que se hizo en vídeo y sonido del directo. Otro solo memorable lo ofreció el trombón de Toni Belenguer, fuera de registro típico del género, muy gaseoso, anunciando el bolero “Sophia”, debilidad de estilo marca de la casa Aurignac que es cantado como sólo ella puede, llevándolo más allá de la tradición, por una Carme Canela que no recibió el volumen de sonido necesario. El solo del saxofonista malagueño, dueño de la noche, es el que mejor ofreció. Sánchez entra aquí con fliscornio. “Baal Zebú” y “Pericles” van emparejados, tienen empuje rítmico en un interesante estilo latin eléctrico (Carra al teclado) que deja espacio para el solo de Perico Sambeat. Me gusta mucho, cerca del final, “Isaías 40-22”, otra alusión bíblica no judaica. Vuelve la dirección de Sánchez, elevando este blues que respira a Miles Davis (“All blues”) hacia texturas y ambientes desestabilizadores de lo tonal. Y lo hace desde abajo hasta arriba. Carles Benavent, invitado que hace de rogar Aurignac en su presentación, entra con un solo lleno de virtuosismo y sentido sobre el tema aflamencado que le sigue. Es en la segunda mitad donde se escuchan los solos del violonchelista cubano Martín Meléndez y el clarinete bajo Pau Domenec. “Nefesh Lee”, un bis de metales, con preciosa introducción y pase a dixieland imantado por el espíritu de Charlie Parker, pone fin a esta auténtica fiesta Aurignac Hagamos una pequeña parada en esta crónica para el cuarteto de Kurt Rosenwinkel. Incluir este proyecto, el de músico que se crece en los de otros, tras contar con alguien de la avanzada edad de Donaldson, junto con el resto de la configuración del festival, hace tambalear la solvencia de los criterios de programación… El guitarrista es mucho mejor acompañante que líder. Ya sabemos que hay un montón de fieles aficionados a la guitarra, ya leímos en el programa de mano lo que -se diceescribió Bill Frisell de él. No es ni el continuador de Frisell, ni el de Metheny ni el de Scofield. Rosenwinkel escribe bien, muy bien, los inicios de sus temas, e incluso por momentos el grupo contagia cierta intensidad colectiva en el discurso central. Pero su fórmula con piano, que ya probó junto a Brad Mehldau y aquí con la ausencia del anunciado Aaron Parks -otro nuevo niño prodigio-, jamás contagia ni como música ni como mensaje con un desarrollo coherente y sólido. Y si lo hace es cuando el trío de piano se queda solo. Una lástima. José Carra El Camino. Viernes 7, Teatro Cervantes Jose Carra (piano), Beatriz Pessoa (voz), Enrique Oliver (saxofón y clarinete bajo), Romeu Tristao (contrabajo), Joao Lopes Pereira (batería), Carlos López (percusión). Sección de cuerda: Mario Navas, violín I (solista), Javi Gregori, violín I, Lorenzo Triviño, violín I, Sergio Martínez, violín II, Sara Muñoz, violín II, Ana María Navarro, violín II, Francisco José Fernández, viola, Ana González, viola, Alejandro Martínez, violonchelo, César Jiménez, violonchelo, Alejandro Escalera, palmas y nudillos. Producido por Jose Carra y Antonio Romero The Wild Bunch es un grupo de Jose Carra que nada tiene que ver con éste, aunque sirva de núcleo para darle forma. Sí que mantiene más relación estética, pero tampoco demasiada, con su trío y aquél excelente disco Ewig, que compartió con Ramón Prats y DeeJay Foster. Su proyecto, acertadamente incluido en el programa de este festival, se basa como el de Aurignac en composición y plantilla mixta de jazz y, en este caso con bastante más acento clásico que el del saxofonista, conjunto de cuerda. El concierto se concibe sobre una estructura en quinteto más percusión con dos elementos centrales que son la voz de Beatriz Pessoa (sin letra, declamando líricamente las notas) y saxo tenor (no bien dimensionado en sonido por los técnicos) de Enrique Oliver. La música se inicia con una voz en off recitando un poema del que no se aprecia bien el mensaje ni el sentido musical del mismo, aunque deja entrever, en ese recurrente uso de bases de voz programadas que recuerdan al teatro, una conexión directa con el fenómeno romántico. Esta anunciación tenía ese fin, poner el punto de salida a un “Camino” que parecía quedar descrito en una narración hecha de distintas paradas o distintos pasajes. El conjunto de cámara apareció justo al final. Carra se entrega al perfume de la sensibilidad aterciopelada, a la sublimación melancólica, al deleite contagioso y consabido de la voluptuosidad y delicadezas del canon estético Romántico, en una mezcla entre emociones aéreas y motivos minimales que citan a Steve Reich acercándolo al pop en ese encuentro. El encuadre de voz y saxo sí es interesante, ella con onomatopeyas, él alargando y dando empuje a la melodía. Buenos unísonos, un emparejamiento que podría hacerse aún más descriptivo. Una fórmula de voz/saxo que nos recordó al grupo alemán Schultzting, que ganó hace un montón de años el concurso de Granada para jóvenes menores de 30. Por cierto, no creo que la media de este grupo alcanzara esa cifra con los tres portugueses, estupendos músicos de gran finura y técnica, con mucho por decir Romeu Tristao (contrabajo) y Joao Lopes Pereira (batería). El paseo por este camino con paradas de desigual destino, algunas por las que el oyente ya parecía haber pasado antes, tiene quizá su mejor expresión con la entrada del conjunto de cámara, que casi sin ensayo previo encaja a la perfección su parte escrita en el discurso jazzístico del quinteto (sexteto con percusión). Escucharemos y comentaremos la versión en disco esperando y deseando, como todo lo que surge y empieza a caminar, crezca y encuentre nuevos senderos de expresión más terrenales. La poesía o la belleza no son una cuestión de lirismo, es una apreciación sobre la realidad, y pueden ser duras, desagradables, divertidas e incluso feas. Pero deben sentirse como un acto de verdad. Faltaron otros paisajes en El Camino. Abe Rábade Trio VerSons. Sábado 8, Teatro Cervantes Abe Rábade: piano, Pablo Martín Caminero: contrabajo, Bruno Pedroso: Batería Escribí del primero, segundo y luego me llegó el tercero de sus discos a trío. Pude verle en directo, en sus comienzos, dentro de un contexto que favorecía lo efusivo y la pirotecnia. Han pasado 10 años desde aquél Ghu! del 20o4, él sigue fiel al concepto de trío pero su pianismo ha madurado de un modo que han convertido su capacidad técnica y su muy resuelto y vigoroso sentido del ritmo en algo más que empuje melódico: ha conseguido crear intensidad melódica. Bien respaldado por el muy activo, casi tanto como el pianista, Pablo Martín Caminero, acaso uno de nuestros mejores contrabajistas, y por la batería abierta en gestos y texturas aéreas de Bruno Pedroso, el pianista galego deleitó a un público al que tuvo que entregar hasta dos bises, uno de ellos una rendición sobre Haendel. Es posible que en este cruce espontáneo, en esa construcción precisa e inspirada del conjunto, esta música abierta y veraz pudo ser el mejor ejemplo de aquella semana de lo que el jazz ha significado, significa y será. Texto: © Jesús Gonzalo, 2014 Fotos: © Daniel Pérez / Teatro Cervantes, 2014 Chano & Josele Pamplona, 2014-11-02) (Baluarte, Navarra. Lugar: Sala Principal, Baluarte, Pamplona (Navarra) Fecha: 2 de noviembre de 2014 Grupo: Niño Josele: guitarra flamenca Chano Domínguez: piano Chano Domínguez – Niño Josele © Baluarte-Iñaki Zaldúa, 2014 Chano Domínguez y Niño Josele presentaron en la Sala Principal del Auditorio Baluarte de Pamplona su CD Chano & Josele (Sony Music Spain, 2014) en el primero de los conciertos de su gira otoñal por España. Esta grabación, producida por el cineasta y gran aficionado al jazz Fernando Trueba, es un compendio de jazz, flamenco, bandas sonoras y música braseliña. El repertorio del CD, y también el de su concierto, aparece conformado por grandes melodías. Una propuesta ideal para ser presentada ante auditorios numerosos, estén estos compuestos por aficionados al jazz o a la música en general. Algo que se puede calificar de un modo tan aséptico como el de “música para todos los públicos”. Chano Domínguez es un pianista que ha acertado al integrar con el jazz géneros como el flamenco o la copla (inolvidable Coplas de madrugá junto a Martirio). También ha tenido la enorme suerte de que su trabajo haya sido reconocido a nivel popular, especialmente después de su participación en la película – documental Calle 54 del ya citado Fernando Trueba. Niño Josele es un gran guitarrista de rancio abolengo, que no ha tenido ningún reparo en trabajar con otros artistas introduciéndose en géneros ajenos al flamenco. En manos de estos dos músicos los temas de Lennon y McCartney, John Lewis, Michel Legrand, Paco de Lucía (“Canción de amor”) o Joaquín Rodrigo (“Concierto de Aranjuez”) entre otros, quedan en un terreno en el que hay trazas de jazz, y también de flamenco, pero que no termina de decidirse ni por la libertad improvisatoria del primero, ni se deja llevar por la emoción y profundidad del segundo. Chano Domínguez – Niño Josele © Baluarte-Iñaki Zaldúa, 2014 A lo largo del concierto hubo lugar para momentos de gran calidad jazzística. Paradigma de esta afirmación fue “Django” del pianista John Lewis del Modern Jazz Quartet. Este tema, que abrió el concierto, sirvió para demostrar el magnífico grado de interacción que ambos músicos pueden llegar a mostrar. Tras las correspondientes intervenciones en solitario de cada uno de los músicos, contando acaso con el leve apoyo de su compañero, se produjeron unos interesantes intercambios entre ambos músicos. Sin embargo, ni Niño Josele ni Chano Domínguez se mostraron completamente a gusto en el terreno de la improvisación a lo largo de todo el concierto. En “Because” de los Beatles la finalización del solo de Niño Josele y la vuelta a la melodía fue abrupta, como mínimo. Tampoco se vio muy cómodo a Chano Domínguez en un par de ocasiones en que tras comenzar a desgranar unas notas un tanto disonantes con el devenir del concierto, decidió abortar su vuelo en solitario justo en su comienzo. La opción de los músicos para mostrar su arte, frente al lanzarse a lo desconocido que pueda traer la improvisación, es la ya citada: optar por un repertorio con melodías de calidad contrastada, expuestas con una muy buena factura, pero sin asumir grandes riesgos. El resultado en la cita pamplonesa fue plenamente previsible: un auditorio encantado que aplaudió con insistencia a los músicos en todos y cada uno de los temas. En respuesta al cariño del público, en Pamplona los músicos premiaron a los asistentes a su concierto con dos bises, más merecido el primero que el segundo, que tuvo lugar cuando mientras una parte del público aplaudía sin mucho entusiasmo, otra parte abandonaba sus localidades. Texto: © Pachi Tapiz, 2014 Fotografías: © Baluarte-Iñaki Zaldúa, 2014